DISCURSO DE
CONSTITUCIÓN
DE LA MESA
DE DIÁLOGO POR LOS DERECHOS HUMANOS
Dictado por el
señor Ministro de Defensa Nacional
21 de Agosto de 1999
Estimados
compatriotas:
Hemos llegado a este
encuentro como hijos de Chile. Como herederos de sus luchas y de sus dramas; de sus
orgullos y de sus miserias. Nos hemos encontrado conscientes del significado moral que
este paso encierra y de las esperanzas que ha despertado en un país que quiere vivir en
paz.
No hemos llegado
aquí a negociar ni a suplir las funciones que les compete a los poderes legislativo y
judicial. No hemos llegado a cumplir agendas ni plazos. No estamos obligados por
condiciones ni sujetos a requisitos de ninguna especie.
Hemos llegado a
sentarnos, como hijos de Chile, a dialogar sobre el pasado que a todos nos duele; a
mirarnos de frente, a conversar con franqueza; a decirnos y a escuchar nuestras verdades y
a hacer todos los esfuerzos que demanda el futuro compartido de la nación.
Tengamos claro que
las expectativas se han acrecentado por el solo hecho de esta reunión. Que las
obligaciones que pesan sobre nuestros compromisos son muy superiores a las que teníamos
ayer.
Las voluntades de
cambio se construyen con paciencia y con métodos. Crear un ambiente propicio de
colaboración significa darle un sentido de cuerpo a los integrantes de esta mesa de
diálogo. Para que este trabajo tenga sentido y ofrezca resultados, creo que sería
conveniente adecuarse a algunas pautas básicas.
En primer lugar,
tenemos que construir un ambiente reservado y de máxima confianza. Esto implica que los
debates que existan en su interior no se lleven por la prensa ni se reproduzcan en los
medios de comunicación social. Esto no quiere decir que a ésta no se le informe sino que
los antecedentes que se le pongan a su disposición sean fruto del debate compartido al
interior de la mesa de diálogo. Lo esencial es cuidar el trabajo y labrar las confianzas
que permitan avanzar.
En segundo lugar, la
reserva en el tratamiento de estos asuntos tiene un sentido organizacional interno muy
claro. No obstante, tenemos conciencia de que nos enfrentamos a un problema nacional que
supera las representaciones e individualidades que forman parte de esta iniciativa.
Nuestra sociedad debe participar en esta experiencia como un paso fundamental para
alcanzar por nosotros mismos la paz. Esta mesa de diálogo debe generar dinámicas de
colaboración con la verdad, la justicia, la reparación y el perdón.
En tercer término,
reitero que no estamos circunscritos a plazos, a condiciones ni a eventos
circunstanciales. Lo que guía el tiempo y las fórmulas de trabajo serán los grandes
temas que reseñaré más adelante. No obstante, es evidente que el transcurso del tiempo
sin resultados visibles y reales podría atentar contra el espíritu de la iniciativa y
frustrar las esperanzas que se irán depositando en esta labor.
Dentro de los
próximos días ustedes recibirán un conjunto de documentos en donde se propondrán
alternativas de trabajo que permitan avanzar a la mesa de diálogo. Serán documentos de
trabajo que apuntarán a metodologías abiertas acordes al espíritu de esta iniciativa y
que sirvan para el trabajo de sistematización que le cabrá a este ejercicio facilitador.
Hasta aquí valgan
las consideraciones de procedimiento.
Ahora bien, ¿ qué
se pretende con la mesa de diálogo ?
Hay que dar una
adecuada dimensión a este momento. Este es un paso esencial, pero sólo eso, un paso del
ya largo camino de resolución histórica del tema de derechos humanos en Chile. Tenemos
tras nuestro un conjunto de políticas de verdad, justicia, perdón, reparación y
revisión histórica pero queda dolor vivo, cuestiones pendientes y desentendimientos
fundamentales. La búsqueda de una gran y sola solución es una quimera.
Sin embargo, no
podemos negar que el problema que nos congrega tiene dimensiones nacionales, y que sus
orígenes se hunden en el complejo proceso que la sociedad chilena vivió desde la mitad
del siglo. Desde esa perspectiva, e independientemente de las responsabilidades
jurídicas, el drama que hemos vivido con sus consecuencias de muerte y dolor para miles
de compatriotas es una responsabilidad histórica que todos los chilenos deberíamos
asumir.
Una sociedad sin
responsabilidades históricas y jurídicas minaría toda moral y todo marco de convivencia
fundada en la dignidad del ser humano. Por tanto, nadie ha de eludir sus obligaciones ni
tampoco nadie ha de soportar un desequilibrio en las responsabilidades políticas o
jurídicas que le correspondan.
Permítaseme dar
cuenta breve del estado de la cuestión. Es claro que no partimos desde cero en los
intentos por dar una adecuada respuesta a las dificultades que implican las violaciones a
los derechos humanos y al contexto en que éstas se produjeron. Si uno pone en evidencia
las políticas concretas que han intentado abordar esta problemática nos encontramos con
diversos grados de desarrollo de las mismas. Vale la pena constatar descriptivamente el
panorama global de las políticas de verdad, justicia, reparación, perdón y de
revisión.
Se cuenta con un
cúmulo de información precisa en las políticas de verdad sancionadas oficialmente y que
se han llevado a cabo hasta la fecha, ya sea a través de investigaciones específicas
(Comisiones Rettig y de Reparación) como por las labores propiamente judiciales. Una
tarea pendiente es saber la suerte y paradero de los detenidos desaparecidos y recuperar
sus cuerpos para que sus familiares le den sepultura. Nos asiste la convicción de que con
un trabajo de reconstitución de la información podríamos acceder a esta verdad.
En materias de
políticas de justicia existe un número de procesos cerrados con culpables condenados, un
conjunto relevante de procesos en etapa de investigación y un número muy significativo
de procesos sobreseídos definitiva o temporalmente. Existe pleno consenso que los hechos
acontecidos con posterioridad a 1978 deben ser juzgados como lo ha estado haciendo el
Poder Judicial en los últimos años. En cuanto a los delitos previos a esa fecha, existe
una causal de extinción de la responsabilidad penal que ha sido objeto de dos
interpretaciones encontradas. Lo central es que ambas no han permitido acceder a la verdad
fundamental que falta. A ello hay que sumarle las relaciones que tiene este problema con
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el derecho interno.
En materia de
políticas de reparación a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, se ha
avanzado en alguna de las propuestas básicas en este tema: reparaciones simbólicas de
reconocimiento oficial y reivindicación de la dignidad de las víctimas, así como
algunas reparaciones y compensaciones directas a los familiares de las víctimas.
En cuanto a las
políticas de perdón existe desde 1978 una ley de amnistía que es uno de los componentes
de esta problemática, que incide en las políticas de justicia pero que tiene una esfera
autónoma de tratamiento. No obstante, hay que mencionar que las políticas del perdón se
extienden al ámbito político y moral, que tiene dimensiones públicas y privadas y
dónde todos tienen un papel que desempeñar.
Finalmente, se
califica de políticas de revisión a las reflexiones generales sobre las razones de la
violencia política, los contextos en que ésta se desenvolvió y los compromisos que
implican su superación y sustitución por una cultura que apunte a la paz social,
reconciliación y el respeto de los derechos humanos. Esta reflexión se da en Chile desde
hace décadas en un contexto fragmentario y no conclusivo y con algunos documentos
oficiales al respecto como capítulos del Informe Rettig así como por la polémica
generada en torno al mismo.
Hay avances pero
existe conciencia generalizada de las insuficiencias, así como de lo contradictorio que
resultan ser las fases entre sí.
La constatación de
que los intentos de someter todo el problema de los derechos humanos en Chile a una
óptica común que haga coherente las políticas parciales de verdad, justicia,
reparación, perdón y revisión es por lo anterior de muy difícil tratamiento.
Frente a este
panorama hay que ser claros en que hay que avanzar apuntando a un horizonte global y
máximo en cada una de las políticas, pero que ello se hace paso a paso, con desafíos
modestos y limitados, teniendo siempre presente el problema fundamental de los detenidos
desaparecidos.
Una estrategia de
trabajo de esta naturaleza permitiría generar una suerte de "jerarquía" de las
sub-políticas (verdad, justicia, reparación, perdón y revisión) al punto de establecer
cuáles son prerrequisitos de las otras y avanzar conjuntamente con un plan que las vaya
enlazando y vinculando en el tiempo.
Adicionalmente la
estrategia acotada puede buscar aspectos que se resuelvan autónomamente al interior de la
mesa de diálogo y no dependiendo de la voluntad de terceros actores ajenos a la misma.
El tejido cultural
chileno está dañado y será un acto de cultura y de civilización restablecer la
convivencia en nuestro país. Por eso aquí se encuentran las personalidades de la
cultura, representantes de los mandos de las Fuerzas Armadas, abogados defensores de los
derechos humanos y personalidades religiosas y morales que encarnan este esfuerzo. Del
encuentro entre ustedes, por la simbología que representan, pueden surgir las ideas y
sensibilidades que permitan cooperar a la cultura de la paz.
Hay chilenos que
esperan mucho más que un documento y también hay chilenos que ocultan mucho más que su
vergüenza. Hay chilenos que creen que este asunto no les compete y otros que no tienen
responsabilidad. No podemos obligarlos a perdonar ni a arrepentirse porque el perdón y el
arrepentimiento forzado probablemente no serán sinceros. Sin embargo, sí podemos
facilitar las condiciones para que la verdad supure las heridas abiertas, y ponga un
bálsamo a las heridas cerradas.
Quiero ser muy
estricto, delicado en mi papel de anfitrión. Sólo quisiera expresarles que en este
esfuerzo estoy movido por una profunda convicción de fe en las personas, en ustedes, en
la grandeza de espíritu demostrada en aceptar esta invitación.
Lo que ustedes han
hecho hoy día es mucho más que un gesto de cortesía y una demostración de buena
voluntad, es mucho más que el resultado de una decisión institucional o el cumplimiento
de una ética profesional y humana. Al venir aquí, ustedes han demostrado coraje y
generosidad. Han devuelto a Chile la esperanza de que todo es posible, hasta los sueños
más caros y las metas más lejanas.
No puedo dejar de
evocar en este instante el recuerdo de todos los que no están, de todos, y dedicar a su
memoria nuestro esfuerzo de hoy. A pesar del dolor, a pesar de todo, nuestra Patria
vivirá en paz y las futuras generaciones de chilenos recordarán cómo un grupo de
compatriotas tuvieron la entereza moral de dar este paso, del cual somos hoy testigos.
En nombre del
Gobierno de la República, muchas gracias y
Viva Chile.