"Inspirados
por el significado de ese día de purificación y renacimiento, hacemos un llamado a los
políticos de toda orientación, a los hombres de armas, a los académicos, a los
periodistas, a la gente que no vio, a la gente que tuvo miedo, a la gente que se
desentendió, a todos ellos los llamamos para que se pongan de pie y de frente al país,
con valentía reconozcan y soliciten el perdón por lo ocurrido y asuman las consecuencias
reales y espirituales de sus actos u omisiones."MESA de DIALOGO por los DERECHOS HUMANOS
Un diálogo para la verdad y la justicia
Intervención de León Cohen D. el 24 de septiembre de 1999
B'nai B'rith, organización judía humanitaria,
filantrópica y de acción social, de orientación laica, establecida en Chile hace 63
años, se honra en compartir esta Mesa de Diálogo. Para nuestra presentación hemos
recogido la opinión de diversas instituciones de nuestra comunidad.
Es un rasgo distintivo de B'nai B'rith, organización a la
que tengo el honor de representar, la promoción del respeto a los Derechos Humanos y
manifestarse con acciones de ayuda a los afectados por violaciones a ellos, o por
cualquier tipo de discriminación, conforme a la práctica de las tradiciones morales del
Pueblo Judío. Sustentados en nuestra ética milenaria, que afirma que el mundo está
construido sobre tres pilares: Verdad, Justicia y Paz y, como chilenos interesados en el
devenir de la Patria, estamos presentes en esta Mesa de Diálogo, para colaborar con la
noble tarea que ha emprendido nuestro Gobierno, orientada a recobrar una efectiva
hermandad entre los chilenos.
Reconocemos que los trágicos sucesos, que nos convocan,
independientemente de sus causas históricas, constituyeron violaciones a nuestra moral, y
a los pactos y convenios internacionales relativos a la protección de los Derechos
Humanos. Estos sucesos emergieron en circunstancias en las cuales, desatendiendo nuestra
humanidad y nuestro progreso espiritual, arrasamos con la hermandad que nos debemos como
compatriotas, desechamos la democracia y la tolerancia social y, como resultado de esta
devastación moral, sucumbieron valores de nuestro espíritu nacional. La presencia en
esta Mesa de Diálogo de personas con planteamientos contrapuestos refleja desde ya sus
sentimientos por lo ocurrido y su espíritu generoso, abriendo así expectativas para un
porvenir de Concordia.
Como B'nai B'rith, nos sentimos identificados plenamente
con los objetivos de la Mesa de Diálogo, pues consideramos que ella encarna las virtudes
y principios más elevados de la humanidad, cuya práctica y defensa constituyen el
propósito de nuestra organización. Los ideales que motivan a quienes la convocaron y a
quienes aceptamos participar en ella, nos han puesto en el largo camino hacia la Verdad,
el cual llamamos a nunca abandonar.
El símbolo de la organización B'nai B'rith, la Menorah o
candelabro de siete velas, recuerda aquél que hace dos mil años, iluminaba el Templo de
Jerusalén. Tres de sus candelas representan principios morales: Luz, Justicia y Paz.
Otras tres representan virtudes: Benevolencia, Fraternidad y Concordia. La vela del
centro, cuya luminaria es más elevada que las otras, corresponde al valor supremo: la
Verdad. Ese valor es el mismo que nos convoca e inspira en esta Mesa de Diálogo.
VERDAD
PAZ CONCORDIA
JUSTICIA FRATERNIDAD
LUZ BENEVOLENCIA
Nuestra Menorah, además de representar estos principios y
virtudes, los jerarquiza en su convergencia hacia el valor supremo de la Verdad, que es el
sello divino. Con Verdad, las palabras adquieren sentido, las tareas, substancia y las
personas, respeto. Ascender hasta la Verdad es un trabajo exigente, que requiere de actos
y sacrificios importantes. No debemos quedarnos en la iluminación contemplativa que nos
permite la Luz, tenemos que lograr la Justicia, pero la Justicia la queremos con Justicia,
para ganar la Paz. La apertura y comprensión que obtenemos mediante la práctica de la
Benevolencia, debe perfeccionarse en el valor superior del Amor al prójimo o Fraternidad
y, con ese valor, proseguimos el camino para alcanzar la Concordia, la unión armoniosa de
la comunidad. Entonces, tras un trayecto de mutua comprensión y respeto, podrá emerger
el resplandor de la Verdad.
Como judíos, damos testimonio de las innumerables
persecuciones que hemos sufrido a través de miles de años de presencia de nuestro pueblo
sobre la faz de la Tierra. A pesar de estas tragedias, estamos aquí, presentes y
optimistas pero con nuestra memoria activa, recordando y jamás olvidando el dolor de
nuestro pueblo, señal de la magnitud que puede alcanzar el atropello a los Derechos
Humanos, cuando se abren profundas brechas de odio, que excluyen a quienes son diferentes
o piensan distinto, y llegan hasta justificar su exterminio.
Ante la pérdida de un ser querido, es nuestro deber, como
judíos, recitar ante su tumba, nuestra oración del Kadish, o "santificación".
El Kadish es un rezo cuyo texto no se refiere a la muerte. Expresa que ante el dolor por
la ausencia del deudo, proclamamos nuestra confianza en la fe y la vida. Esta tradición
de duelo nos hace entender muy bien la situación que nos convoca. Si faltan los cuerpos
el duelo está pendiente. El acto de respeto y honor queda impedido, pues no hay fechas,
no hay tumbas, no hay consuelo.
Si tenemos la oportunidad de dar consuelo, aunque sea a una
sola familia de detenido desaparecido, obtendremos una victoria, habremos aliviado un
dolor. El deseo de B'nai B'rith que estamos ciertos es el deseo de todos los aquí
presentes, es el de sumar numerosas victorias, dando consuelo a muchas familias y que
podamos tener la satisfacción de haber disminuido la cuenta con nuestro pasado.
Queremos para Chile un espíritu de superación de los
odios, no queremos que la historia se encargue que éstos se diluyan y se olviden con el
paso del tiempo y de las generaciones. En ese olvido flojo se halla el peligro del fatal
rebrote de los mismos odios, remozados según los nuevos tiempos, inevitable herencia para
nuestros hijos y nietos. ¿Porqué los chilenos nos enfrentamos y nos violentamos entre
nosotros cada treinta o cuarenta años? Somos responsables de nuestro destino y debemos
decir con firmeza: ¡Nunca más! ¿Qué Chile queremos para cinco años más? ¿Cuál
historia de Chile queremos leer en cincuenta años más? En nuestras manos está ese
mañana. Los sucesos que nos convocan nos deben hacer madurar. Miremos que han hecho
otros, luego de cientos de años de conflictos. Muchos países de Europa Occidental, tras
la Segunda Guerra Mundial, resolvieron no repetir una tragedia de esa magnitud y, de
manera decidida, asentaron en sus pueblos una cultura de respeto y de paz. Debemos
contribuir a crear un ambiente nuevo, un cambio cultural. Seamos otra vez la nación
innovadora de América Latina, construyamos un futuro que asegure la Concordia para las
generaciones venideras.
Inspirados en la Luz de nuestra Menorah, proponemos
implantar en Chile una profunda labor educativa, que contribuya a reorientar nuestra
cultura nacional hacia un aprecio inclaudicable por los Derechos Humanos. Esto significa
instruir a las nuevas generaciones acerca de los males del odio entre hermanos, de la
intolerancia y del rechazo a lo distinto. Esta labor debería comenzar por introducir en
los currículos de la enseñanza básica y media, cursos que promuevan el respeto por la
diversidad y eduquen sobre los horrores de las persecuciones y matanzas fratricidas, donde
el estudio de los hechos y antecedentes del Holocausto, podría ser un gran aporte.
De igual manera, nuestros ideales de Justicia, Paz y
Concordia, nos llevan a una reflexión sobre el aprecio por la democracia y la necesidad
de promover su revalorización en nuestra educación. La época que estamos finalizando
está llena de los desechos dejados por las ideologías y utopías que nos
ensoberbecieron, haciéndonos olvidar la democracia. Es esencial revitalizar nuestra
cultura democrática, pensando en ella no como un instrumento que pueda tomarse o
desecharse según sea la conveniencia política, sino como la forma de gobierno que es
capaz de impedir los horrores a que puede llegar una autoridad que no tiene contrapesos.
Persiguiendo el ideal de Concordia, hacemos un llamado a
emprender con coraje y decisión, un esfuerzo intenso de acercamiento y comprensión a fin
de superar la dicotomía que se observa en el análisis de la materia que nos convoca. En
efecto, hemos escuchado en nuestro país dos líneas argumentales a este respecto. Una de
ellas, sostiene que, ante las violaciones de los Derechos Humanos, con sus secuelas de
muerte y sufrimiento, no hay causas que las justifiquen, interesando exclusivamente
generar instancias que nos ayuden en la búsqueda de la Verdad y de la Justicia, haciendo
innecesaria una revisión del marco histórico, en que dichas violaciones tuvieron lugar.
La otra línea argumental, por el contrario, sostiene que estos hechos serían una
consecuencia casi inevitable de dicho marco histórico, por lo tanto, el énfasis de
nuestro trabajo, debería estar en el cabal entendimiento de las causas y naturaleza de
ese fenómeno histórico, más que en sus consecuencias, por graves que éstas hayan sido.
Nosotros creemos que ambos enfoques son incompletos y que, con el fin de hallar un campo
de reflexión donde estas posturas, ahora contrapuestas, puedan llegar a complementarse,
es fundamental la voluntad de acercamiento, comprensión y respeto, que sentaría la base
de sustentación del gran acuerdo que todos deseamos.
Para hacer este Chile, de gente firme en sus convicciones
de paz y respeto, es preciso que el resultado de esta Mesa de Diálogo sea exitoso. Este
necesario éxito demanda coraje y grandes sacrificios, que muestren signos inequívocos de
propósito y certeza acerca de los valores superiores sobre los cuales deseamos erigir el
futuro de la Patria. Estos sacrificios son la reparación espiritual y moral que debemos a
las generaciones venideras. Esta reparación moral debe provenir de todos los
responsables, por acción u omisión, de los trágicos sucesos de nuestra historia
reciente y de quienes, sin haber participado, no hayan actuado para disipar esta sombra de
odios y resquemores que permanece demasiados años cernida sobre el ánimo de Chile.
Los judíos observamos el Yom Kipur, el Día del Perdón.
Ese día, cardinal en nuestra fe, las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos pueden
ser disculpadas por Dios, solamente si por ellas hemos pedido perdón a quién ofendimos,
en forma directa y personal. Podemos pedir perdón a Dios por nuestras transgresiones
morales, pero los actos que afectan a otro ser humano, solamente se expían cara a cara.
Inspirados por el significado de ese día de purificación
y renacimiento, hacemos un llamado a los políticos de toda orientación, a los hombres de
armas, a los académicos, a los periodistas, a la gente que no vio, a la gente que tuvo
miedo, a la gente que se desentendió, a todos ellos los llamamos para que se pongan de
pie y de frente al país, con valentía reconozcan y soliciten el perdón por lo ocurrido
y asuman las consecuencias reales y espirituales de sus actos u omisiones.
Estamos ciertos que el espíritu que dicho acto puede
infundir en nuestros corazones, abrirá compuertas de generosidad insospechadas, haciendo
expedita la tarea de la Justicia. No debemos temer que el perdón signifique dejar de lado
la Justicia pues éste, acompañado de un sincero reconocimiento, más bien la
potenciará. Por otra parte, el recelo de los actores por asumir las consecuencias de los
episodios en que tuvieron participación, los cuales corresponde a la Justicia calificar,
se diluye ante la fortaleza que Chile recuperará gracias a este necesario acrisolamiento
de su alma nacional.
El gesto de pedir perdón permitirá que se cumpla el
precepto que, en B'nai B'rith, inspirados por los dichos bíblicos, manifestamos: Justicia
con Justicia buscarás. ¿Porqué dos veces Justicia? ¿Existe acaso una Justicia superior
a la Justicia? Que la Justicia sea justa consigo misma, con la nación que representa y
con la más elevada moral humana, emerge de un enaltecido estado de la conciencia
nacional, el cual puede lograrse mediante el trance de reconocer y pedir perdón, trance
que, estamos ciertos, promoverá la misericordia, y desatará una exaltación y un rebrote
de nuestras mejores virtudes humanas, encumbrándonos hasta la deseada Verdad.
Como todo lo que vale y perdura, reconocer agravios y
someternos a la indulgencia de los ofendidos implica un riesgo, pues no hay garantías que
ella nos será concedida. El gesto de reconocer y pedir perdón y, eventualmente, el de
otorgarlo, será menos doloroso y más sincero si previamente hacemos el ejercicio de
intentar una comprensión profunda de las motivaciones y sufrimientos del otro. Si por un
momento pensamos que somos nuestra contraparte y nos ponemos en su lugar, no con la
intención de hallar una justificación de sus actos, sino para sentir su sufrimiento,
lograremos entender la manera de aliviarlo y, como resultado de esa comprensión, surja en
nosotros la misericordia.
Exhortamos a quienes sus principios o sus intransables
certezas ideológicas los llevaron a intentar imponerlos, llegando hasta la violencia
fratricida, a reconocer y pedir perdón. Exhortamos a quienes, con la intención de
imponer la necesaria paz social, extremaron la represión, violando los derechos
esenciales de las personas, a que reconozcan y pidan perdón. Los exhortamos a que
reconozcan y pidan perdón, de frente a la Nación, por todo orden de sufrimientos
infligidos a compatriotas, atroces o pequeños. Los exhortamos a reconocer y pedir
perdón, pues el futuro de Chile nos lo demanda. Quienes reconocen y piden perdón,
entregándose al albedrío del otro y de todo el país, podrán, eventualmente, ser
perdonados. Reconociendo y solicitando indulgencia, la Justicia podrá ser misericordiosa,
la Verdad resplandecerá y Chile recobrará su dignidad y su unidad.
En B'nai B'rith festejamos Pesaj, la fiesta de la libertad,
con una Cena Pascual Interreligiosa. Esperamos, Dios mediante que, en la celebración del
año que viene, todos los que estamos aquí y algunos que no están, celebremos también
el éxito de esta arriesgada empresa que es la Mesa de Diálogo, esta vez en la mesa de
Pesaj, poniendo de relieve nuestro futuro de unión por sobre el pasado de división y
gozando de sentirnos parte de un Chile que se ha vuelto a encontrar a si mismo, como la
Patria común.