"Después
de más de 20 años de haber atendido personas que fueron objeto de represión política
puedo decir que la tortura fue una práctica sistemática en el país, ejercida contra los
detenidos políticos en los recintos secretos de detención. Que esta situación afectó a
miles de personas y que posiblemente fue la penosa y aterradora antesala de la muerte para
muchos detenidos desaparecidos. A estas alturas, para la sociedad chilena, la verdad tiene
que significar el reconocimiento de este hecho. Existió un sistema organizado para
detener, torturar y eventualmente desaparecer a personas como fue demostrado en el Informe
de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Es responsabilidad de esta mesa, entre otras
cosas, asumir esta verdad incontrovertible y actuar en consecuencia para que estos hechos
no puedan repetirse nunca más en Chile."MESA de DIALOGO por los DERECHOS HUMANOS
Un diálogo para la verdad y la justicia
Intervención de Elizabeth Lira el 14 de septiembre de 1999
La "familia chilena" y las
violaciones de derechos humanos
Los líderes políticos desde el siglo pasado se referían
a la sociedad chilena como si fuera una familia. Hasta nuestros días sigue siendo una
metáfora de la unidad nacional. Más de una vez la referencia a "Chile, país de
hermanos" ha sido casi un exorcismo ante la violencia política y la irreductibilidad
de las posiciones enfrentadas. No obstante, esta metáfora esconde también las
dificultades y resistencias para asumir la necesidad de repensar las formas de convivencia
hacia el fin del siglo, cuando esta sociedad tiene ya una compleja diversidad, que no sin
dificultades cabe dentro del concepto de "familia".
Sin embargo, precisamente en nombre del bien común de la
nación chilena se cometieron violaciones contra los derechos humanos de cientos de miles
de personas en el pasado reciente, lo que ha cuestionado seriamente la noción de unidad
nacional. Posteriormente se han hecho diversos llamados a la reconciliación política
poniendo en evidencia que hay obstáculos insolubles para alcanzar la paz social, que se
mantienen hasta ahora. Situaciones como el padecimiento de torturas, la ejecución, la
detención y desaparición de personas, el exilio y otras formas de persecución generaron
sufrimiento y miedo. Este sufrimiento y este miedo han atravesado a la sociedad, afectando
la convivencia social y constituyendo la marca de la ruptura y de la tragedia, poniendo en
evidencia viejos problemas de la sociedad chilena de carácter institucional y político.
Su conflictividad se ha manifestado con fiereza en discursos antagónicos, reflejando
visiones y utopías muy diferentes así como éticas políticas que llegan a ser
incompatibles.
El logro de la paz social ha de iniciarse con el
reconocimiento de la existencia de estas diferentes visiones en una sociedad diversa y
plural. Esto implica aproximarse al pasado reciente con una actitud abierta a escuchar
otras historias y otras memorias, aceptando su diversidad y sus implicaciones para la
convivencia y para la política. Lo que divide a la sociedad, sin embargo, es la
existencia de las violaciones de los derechos de las personas, las que han sido negadas
sistemáticamente contradiciendo la experiencia de los miles que las sufrieron. Esto abre
un amplio rango de desacuerdos. Existen desacuerdos sobre los hechos mismos y sus
significados, sobre sus implicancias y responsabilidades políticas y sobre sus
consecuencias. Los desacuerdos son tan básicos como diferir sobre los hechos
efectivamente sucedidos así como sobre su interpretación y su justificación. No
sorprende entonces que tampoco podamos reconocer y aceptar las diferencias de
sensibilidades y la emocionalidad que esos hechos generan y que existan profundas
diferencias sobre los juicios políticos que estos hechos merecen, lo que constituye una
de sus dimensiones más críticas.
Estos problemas que se constituyen en obstáculos de la paz
social son los que, a mi juicio, debe abordar esta mesa de diálogo sin eludir ninguna de
sus implicancias. Intentando desentrañar los factores que los han hecho posibles y las
medidas que serían necesarias para que esta situación no vuelva a ocurrir nunca más en
Chile, sea cual sea la complejidad y conflictividad de otras situaciones políticas en el
futuro.
Los problemas
Después de más de 20 años de haber atendido personas que
fueron objeto de represión política puedo decir que la tortura fue una práctica
sistemática en el país, ejercida contra los detenidos políticos en los recintos
secretos de detención. Que esta situación afectó a miles de personas y que posiblemente
fue la penosa y aterradora antesala de la muerte para muchos detenidos desaparecidos. A
estas alturas, para la sociedad chilena, la verdad tiene que significar el reconocimiento
de este hecho. Existió un sistema organizado para detener, torturar y eventualmente
desaparecer a personas como fue demostrado en el Informe de la Comisión de Verdad y
Reconciliación. Es responsabilidad de esta mesa, entre otras cosas, asumir esta verdad
incontrovertible y actuar en consecuencia para que estos hechos no puedan repetirse nunca
más en Chile.
Encontrarse en un recinto secreto y ser torturado,
constituye una situación límite. Sin poder defenderse, maniatado y vendado, enfrentando
una amenaza radical a su integridad física y psíquica. El contexto interpersonal de la
tortura se caracteriza por la degradación y deshumanización máxima de una relación
entre personas. Los que golpean, aplican electricidad, hieren, cuelgan, insultan,
asfixian, son también seres humanos. El torturador ha necesitado destruir una parte de lo
humano en sí mismo, para poder destruir a su semejante. Sin embargo, casi nunca existía
algo personal en esta relación y sus protagonistas eran perfectamente desconocidos entre
sí. Constituían una representación dramática del conflicto social y sus resultados
serían, por lo mismo, catastrofales. Esta experiencia fue negada regularmente por las
autoridades. El destino de los recursos de amparo es una confirmación de la numerosidad
así como de la indefensión de los detenidos y da cuenta de la dificultad de la mayor
parte de los chilenos que no eran las víctimas o sus familiares para formarse un juicio
sobre lo que sucedía.
Algunos ejemplos permiten ilustrar el problema que señalo.
Uno de ellos es la situación que afectó a Marta Ugarte. El 12 de septiembre de 1976 fue
encontrado el cadáver de una mujer en la playa de Los Molles. Los diarios de la época
entregaron informaciones sensacionalistas, sobre dicho hallazgo hasta el momento en que el
cadáver fue identificado, después de lo cual no se volvió a informar sobre el caso1.
Marta Ugarte tenía 42 años, había sido detenida el 9 de agosto por agentes de la DINA.
El 10 de agosto, sus hermanas presentaron un recurso de amparo, que fue rechazado el 11 de
septiembre, siendo confirmado este rechazo por la Corte Suprema con fecha 16 de
septiembre. Era dirigente del Partido Comunista. Fue vista por testigos en La Torre de
Villa Grimaldi. Su detención no fue nunca reconocida por las autoridades de la época.
Las dos autopsias que se le realizaron revelaron traumatismos múltiples y un maltrato de
tal magnitud que le produjera la muerte antes de caer en el mar. La Comisión de Verdad y
Reconciliación llegó a la convicción que Marta Ugarte "fue detenida y hecha
desaparecer forzosamente por agentes del Estado, quienes violaron así sus derechos
humanos, lo que se confirma por el hecho de que fortuitamente haya aparecido su cadáver
que sus captores intentaron ocultar arrojándolo al mar"2. Hay aquí una verdad que
nos falta. ¿Qué ocurrió con ella desde el momento de su detención hasta su muerte?
¿Quiénes la detuvieron? ¿Quiénes la torturaron? ¿Quiénes la asesinaron? ¿Quiénes
la arrojaron al mar? ¿Cuantos otros fueron arrojados con ella y sus cuerpos se hundieron
en el mar? ¿quiénes supieron de esta operación? ¿por qué no se realizó una
investigación acerca de como fue posible que el cadáver de esa mujer, que había sido
detenida previamente, apareciera en la playa de Los Molles? ¿puede un caso como éste, en
el que han de haber intervenido varias personas, calificarse como "un exceso"
individual?
La situación de Michelle Peña Herreros nos conduce a
otras preguntas. Fue detenida el 20 de junio de 1975, era militante del Partido Socialista
y se encontraba en su octavo mes de embarazo. De acuerdo a la Comisión de Verdad y
Reconciliación habría sido vista hasta el mes de julio de 1975 en La Torre de Villa
Grimaldi. "Desde esa fecha no se ha sabido nada de ella. La Comisión está
convencida de que su desaparición fue obra de agentes del Estado, quienes violaron sus
derechos humanos"3. ¿Quiénes la detuvieron?¿Quiénes la torturaron?¿habrá nacido
su hijo o hija? Si nació ¿donde está? Si murió con su madre, ¿Cómo murió?
¿quiénes supieron y callaron? ¿Puede calificarse la desaparición de una mujer en
estado avanzado de gravidez como "un exceso"? ¿Pueden sus familiares resignarse
a ignorar las respuestas a estas preguntas tan esenciales? ¿Pueden los familiares, al
cabo de los años, aceptar como "un hecho consumado" su desaparición sin que
nadie responda por ello, no obstante haber sido detenida por agentes del Estado, en
recintos que las autoridades destinaron para este tipo de prisioneros?
Reinalda Pereira Plaza fue detenida ante numerosos testigos
el 15 de diciembre de 1976, se encontraba en su quinto mes de embarazo. El Informe de la
Comisión de Verdad y Reconciliación consigna que "El Ministerio del Interior
informó a la Corte de Apelaciones, que según certificado de viaje N° 354, la víctima
había abandonado el territorio nacional con fecha 21 de diciembre de 1976, a pie, lo que
era inverosímil dado su estado de gravidez y se acreditó era falso4. Desde la fecha de
su detención, se ignora la suerte o paradero de Reinalda Pereira y la del hijo que
esperaba"5. No obstante el largo proceso judicial el caso fue amnistiado en 1989, sin
que se lograra saber que había ocurrido con ella. ¿Habrá nacido su hijo o hija? Si
nació ¿donde está? Si murió con su madre ¿cómo murió?.
Nalvia Rosa Mena, de 20 años al momento de su detención
(29 de abril de 1976), estaba embarazada de tres meses. Fue detenida con su hijo de 2
años y medio, el que fue abandonado cerca de la casa de los abuelos paternos6. Elizabeth
Rekas Urra, fue detenida junto a su esposo, el 26 de mayo de 1976, estaba embarazada de 4
meses. El Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación consigna que "fueron
detenidos y hechos desaparecer por agentes del Estado, en grave violación de sus derechos
humanos"7. Entre las mujeres detenidas desaparecidas que estaban embarazadas al
momento de su detención se encuentra también María Cecilia Labrín Saso, asistente
social, quien fue detenida el 12 de agosto de 1974, en presencia de su madre y sus
hermanas por agentes de la DINA, sin que hasta la fecha se tenga información sobre su
paradero8. Gloria Esther Lagos Nilsson, estaba embarazada de dos meses, tenía 3 hijos,
fue detenida en su domicilio por agentes de la DINA, en presencia de su hijo mayor de 10
años, el día 26 de agosto de 1974. Fue vista en Londres 38, recinto de detención de la
DINA. Hasta la fecha se ignora su paradero9. Jacqueline Paulette Droully Yurich, quien fue
detenida el 30 de octubre de 1974 en su hogar por agentes de la DINA, fue vista en Villa
Grimaldi y 4 Alamos. Estaba embarazada de su primer hijo. Su nombre aparece en la lista de
119 chilenos que habrían muerto en supuestos enfrentamientos en otros países. Diversos
testigos declararon haber estado detenidos en diversos momentos con ella y en un Informe
de Amnesty International con relación al período se declara haberla visto en Cuatro
Alamos en marzo de 1975. Hasta el momento se ignora su paradero y dado el tiempo que
permaneció detenida de acuerdo a testigos, su hijo o hija podría haber nacido10.
Estos casos son ejemplares de las dificultades a las que
estamos enfrentados y representan en mi opinión, las circunstancias personales más
penosas Si estas personas habían cometido delitos debieron ser procesadas de acuerdo a
las leyes vigentes. Si no habían cometido delitos ¿por qué las detuvieron? ¿ Quién
dio las órdenes de hacerlas desaparecer? ¿Si esos bebés nacieron, quién atendió el
parto de cada una de esas mujeres? ¿recibieron la ayuda médica correspondiente? ¿quién
responde por el destino de esos bebés? En cada uno de estos casos han habido versiones
opuestas de los hechos. Si estaban involucrados uniformados violaron el Código de
Justicia Militar además del Código Penal. Las versiones oficiales en todos los casos han
intentado desconocer la responsabilidad de las autoridades. En varios casos la
investigación judicial logró demostrar la falsedad de esas versiones. En todos los
casos, después del reconocimiento efectuado por el Informe de la Comisión Verdad y
Reconciliación se ha constatado el desaparecimiento de cada una de ellas y se han
identificado las circunstancias así como las responsabilidades de agentes del Estado en
esos procedimientos. Se trata de crímenes en los que se han transgredido no solamente las
leyes sino los límites culturales de la civilización occidental y cristiana; van más
allá de la política y enturbian hasta el día de hoy las relaciones sociales. Algunos
sectores de la sociedad se encuentran cruzados por lealtades que los llevan a solidarizar
con quienes cometieron estos crímenes argumentando que eran el resultado de la
convulsión social o de una guerra. Algunos los consideraron inevitables y por eso fue
dictado un decreto- ley de amnistía. Pero justamente en nombre de esa paz que anhelamos,
estos hechos no pueden ser impuestos a la sociedad chilena como "hechos
consumados" ni menos a los familiares y amigos de las víctimas. Se requiere una
verdad que nos falta en cada uno de los casos y alcanzar el máximo de justicia, aunque
esos crímenes se encuentren amnistiados. Dicho de otra forma, el más elemental sentido
de justicia implica finalizar la negación acerca de que estos crímenes nunca se
cometieron y que no existe ninguna información sobre ellos. Se requiere que quiénes
tienen la responsabilidad por lo ocurrido y la información acerca del destino de esas
personas y de esos bebés los entreguen para cerrar una historia aterradora para las
madres, hijos y parientes de esas mujeres y precisamente para la paz social tan deseada
por todos nosotros.
Trauma y paz social
Al final del siglo, miedos y desconfianzas han cruzado la
vida social. Hemos terminado encerrados en este territorio, enfrascados en las deudas
recíprocas de nuestras respectivas visiones políticas, sin poder prescindir unos de
otros ni tampoco contar unos con otros. En esta vinculación ineludible, sin embargo, son
los crímenes los que nos dividen y nos separan inexorablemente. Hemos tenido escasa
verdad policial sobre estos crímenes y una verdad social que ha puesto en evidencia las
graves limitaciones que ha tenido la Justicia. La verdad y la justicia son valores
esenciales de la democratización y de la demanda ética existente en la sociedad chilena
haciendo cada vez más difícil imaginar la paz social sin asumir esta demanda ética. Sin
embargo, las estrategias para lograr la paz han sido diversas. Una de las formas comunes
entre nosotros ha sido la evitación de los conflictos diluyendo las responsabilidades y
arguyendo que tal estrategia sería beneficiosa para alcanzar dicha paz. Esta actitud
favorece la imposición de los "hechos consumados" a la vez que se argumenta
repetidamente que sería muy riesgoso "revolver el pasado" y "reabrir
viejas heridas". Complementariamente, la política de "hechos consumados"
implica asegurar la impunidad de los responsables de los crímenes. En este esquema, más
allá de las intenciones, se ha subordinado el valor de la justicia en función de la
estabilidad política y la gobernabilidad momentánea. Así la impunidad es evaluada como
un factor clave, excluyendo la ética y las sensibilidades de muchos sectores. Este
modelo, implementado desde los orígenes de la nación chilena resulta cada vez más
insuficiente y es resistido, con razón, por diversos sectores. La búsqueda de la paz
social requiere ir más allá del pragmatismo inmediato y asumir sus implicaciones
éticas, políticas e históricas, justamente en función del futuro.
El pasado que necesitamos enfrentar no solamente ha sido
doloroso para muchos chilenos, sino ha sido también un pasado traumático. Esto significa
que miles de personas estuvieron expuestas a situaciones de riesgo directo de muerte
colapsando transitoriamente sus recursos psíquicos. Por ello, aunque pasen muchos años,
el recuerdo se mantiene en la memoria como si el acontecimiento hubiese ocurrido recién
ayer. Esta cualidad de la memoria traumatizada afecta a miles de personas que vivieron
directamente estas experiencias y ha influido en la vida familiar de todos ellos. La
conflictividad se mantiene viva y resurge con frecuencia en la vida social como si no
pudiéramos salir del circuito de una memoria traumática que vuelve sobre sus huellas
desde los lugares más dispares. Esta situación ha afectado el presente de todos
nosotros, aunque para muchos estas experiencias no hayan tenido relación directa con sus
vidas y para otros sea un tema agobiante, cuya significación es muy diversa e incluso
quisieran que fuera irrelevante. Algunos han pretendido eliminar el problema
descalificando la subjetividad de las víctimas. Sin embargo, las víctimas han sido los
portavoces de la parte excluida de la historia y de la sociedad chilena.
Repensando el futuro
Para pensar el futuro tenemos que hacernos cargo del
pasado. Cada uno en su lugar y en su jerarquía. Cada cual con la verdad. No solamente su
verdad particular sino toda la verdad posible sobre una historia que compartimos y nos
concierne. El problema más urgente es el legado de los asuntos pendientes sobre
violaciones de derechos humanos y los pasos que se requieren para asumir el problema sin
reducirlo únicamente a la búsqueda de los restos de los detenidos desaparecidos, sino
atender al sentido de la demanda ética de la sociedad que clama por verdad y justicia.
Por ello se necesita reflexionar sobre los factores que han facilitado la legitimidad de
los horrores que lamentamos. Tendríamos que ser capaces de pensar, por ejemplo, que
actuar en nombre de principios morales, religiosos o ideológicos para secuestrar,
torturar o asesinar personas hace referencia en primer lugar a mecanismos conscientes
utilizados para defender determinados intereses políticos de grupos dentro de la
sociedad. Estas modalidades estimulan, refuerzan y legitiman (dentro de la ideología
propia) las respuestas simétricas. Estas respuestas son la versión moderna del "ojo
por ojo y diente por diente", que no consiste en la venganza específica con nombre y
apellido sino en la legitimación de cobrarse esa venganza con cualquiera, como si fuera
un derecho surgido del daño experimentado. Por otra parte, la violencia suele inscribirse
en escaladas crecientes que terminan con el aniquilamiento material o simbólico del
enemigo. Las definiciones acerca de quién es el enemigo, cuales son las razones para
aniquilarlo y en nombre de quién o de cuales valores se hace varía según sean los
contextos y los actores. Es más fácil lograr mayores grados de adhesión para estas
definiciones si se apela a las convicciones y los valores de las personas y se justifica
el hecho de herir a otros y esa agresión se sustenta en argumentos que hacen referencia a
los valores permanentes de la sociedad. Es más fácil, además, si nadie se detiene a
pensar en el sufrimiento y en los efectos de estos sufrimientos sobre las personas
concretas. Cuando las personas se borran, se difuminan, se transforman en categorías, la
persecución y la muerte son hechos posibles. Sin embargo cuando la sociedad, la gente,
puede saber acerca del sufrimiento de otros, puede identificarse con esos otros, puede
reconocerlos como semejantes, puede controlar también su propia conducta destructiva y
puede considerar que una relación de esa naturaleza destruye su propia posibilidad de
vivir en paz.
Por otra parte, si los grupos y personas que se identifican
en los diferentes sectores políticos como responsables o victimarios insisten en su
propia verdad y en la moralidad de sus actos ¿cómo se puede llegar resolver esta deuda?
¿O surge, más bien, la histórica resignación ante los "hechos consumados"?
¿es acaso que la paz social se sustenta sobre "el miedo de unos y la prudencia de
otros" ante la impunidad porque parece ser que no hay condiciones culturales para una
resistencia abierta y una discusión, no solamente sobre las diferentes visiones o los
diferentes sufrimientos, sino sobre los fundamentos éticos de las opciones políticas? .
El mayor desafío es desarrollar un conocimiento eficaz sobre el pasado que permita, tanto
a los vencedores del momento como a los vencidos, leer las dimensiones extremas como parte
de un proceso histórico político común, en el cual bajo una aparente irrelevancia, se
incubaba lo más brutal, aterrador y extraordinario.
Estos antagonismos tuvieron como desenlace la ruptura
trágica de la sociedad. El desafío actual en cuanto proceso implica, que sin legitimar
el proyecto político de los vencedores ni las medidas represivas implementadas ni las
violaciones de derechos humanos, se hace indispensable tomar en consideración- desde
ambos lados- la percepción que "el otro" tiene sobre la realidad y considerar,
por tanto, la subjetividad a la que esta percepción da lugar. Esto podría permitir tal
vez llegar a un acuerdo como sociedad para que esto que hemos vivido no vuelva a
repetirse. Que tanto civiles como militares se comprometan en el pleno respeto del derecho
a la vida, que eso sea garantizado mediante cambios institucionales, legales y sociales
que efectivamente impidan que cualquier gobierno pueda volver a recurrir a esos métodos,
para que ningún oficial de las Fuerzas Armadas y de Orden, obedezca órdenes que
contradigan su conciencia, la ley natural y el código militar y penal del país. Para que
ningún ministro de la Corte Suprema o de otro tribunal se niegue a investigar que ha
ocurrido y por qué se presenta un recurso de amparo. Si hay chilenos que violen las
leyes, que se les aplique el juicio y el castigo que la constitución y la ley prescriben,
garantizando el debido proceso según la ley y las garantías constitucionales.
Me parece que ha de ser tarea de esta mesa hacer
proposiciones específicas para que esta situación que hemos vivido no vuelva a
repetirse. Dentro del espíritu de un diálogo de veras, tenemos que conversar sobre
medidas concretas para saber la verdad, alcanzar la máxima justicia que sea posible en
los casos de los detenidos desaparecidos y comprometernos como sociedad, con alguna
esperanza, para que la unidad nacional sea el resultado de la verdad y la justicia que es
necesario alcanzar y que tenemos que hacer posible.
1: El Mercurio, 14 de septiembre de 1976 y El Mercurio del
1° de Octubre de 1976.
2: Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, Santiago, Edición Oficial, s.f
Tomo 2, Volumen 1: 551.
3: Ibid.(Informe...): 574.
4: La falsedad de esta versión fue establecida judicialmente a través de peritajes,
testigos e inspecciones personales.
5: Ibíd. (Informe): 554.
6: Ibid. (Informe):545 y 546.
7:Ibíd. (Informe): 581.
8:Ibíd. (Informe): 510.
9:Ibid. (Informe): 511 y 512.
10: Fichas de atención de la Vicaría de la Solidaridad. Fundación Archivo de la
Vicaría de la Solidaridad.