MESA
de DIALOGO por los DERECHOS HUMANOS
Un diálogo para la verdad y la justicia
Intervención de Juan Carlos Salgado* el 31 de agosto de 1999
* Brigadier General
Concurro a esta Mesa de Diálogo en representación del
Comandante en Jefe del Ejército y por extensión, de todos sus integrantes. En su nombre,
hago llegar su saludo a quienes hoy día, convocados por el Sr. Ministro de Defensa
Nacional, tienen la gran responsabilidad histórica y moral de encontrar sendas que nos
permitan traer concordia y paz al alma nacional, dañada por hechos del pasado.
Como representante en esta instancia de unidad, de una de
las instituciones fundamentales de la República, que desde su nacimiento como tal, ha
contribuido a la creación y engrandecimiento de nuestro país, deseo señalarles que
nuestra participación se realiza en un contexto de buena fe, de un profundo compromiso
con el futuro del país y con una predisposición motivada por su permanente afán de
contribuir a crear mejores condiciones de entendimiento dentro de la sociedad chilena, que
le permita superar, definitivamente, las graves diferencias que arrastra por más de tres
décadas y alcanzar los objetivos de paz social que todos anhelamos.
Hemos venido a participar de esté diálogo sin presiones,
ni más condiciones que las que emanan de nuestra tradición histórica y de la naturaleza
constitucional de nuestro Ejército, que lo comprometen con el ordenamiento institucional
y el sistema de Gobierno democrático que nos rige. En tal sentido, somos respetuosos de
todas las personas e instituciones, cualquiera sea su carácter, presentes o representadas
en esta Mesa, de igual forma, el Ejército espera reciprocidad dentro y fuera de ella.
El Ejército de Chile, agradece y valora enormemente el
esfuerzo del Gobierno en general, y del Sr. Ministro de Defensa Nacional en particular, al
poner en marcha esta iniciativa de encuentro para que las condiciones buscadas puedan
llegar a concretarse lo más pronto posible y que las circunstancias y voluntades de
quienes creemos en esta oportunidad - que quizás sea la última antes del término de
siglo - tenga el final que todos esperamos.
Del mismo modo, reconoce la positiva actitud explicitada
por quienes hoy la han apoyado y se encuentran sentados en esta Mesa, aún a costa de
fuertes críticas de entidades o personas, demostrando con ello fortaleza moral y un
decidido compromiso con la democracia y el diálogo.
Quienes hoy tenemos la oportunidad histórica de sentar las
bases para una sana convivencia, debemos develar y enfrentar lo que nos diferencia dejando
de lado el esquema de "amigos y enemigos".
Como un gesto de lealtad a Chile, debemos demostrar a
nuestros compatriotas una férrea voluntad de avanzar en la búsqueda de caminos y formas
de consolidar la armonía nacional; un firme compromiso con la democracia, el respeto y la
promoción de los derechos humanos y por sobre todo, una profunda generosidad que nos
conduzca a encontrar los anhelados caminos de mutuo entendimiento.
No nos resulta forzado por lo tanto, ocupar un sitio en
esta Mesa sino que, por el contrario, lo asumimos como un deber si con ello se contribuye
al bien común general; fin último que debería inspirar preferentemente nuestras
reflexiones..
El Ejército está consciente de las expectativas que esta
iniciativa ha despertado en nuestros compatriotas y de las repercusiones de su eventual
fracaso para la búsqueda de nuevos caminos de entendimiento, reconciliación y unidad
nacional. Por ello, apela a la prudencia y sabiduría de quienes la respaldan, para no
apresurar las etapas que necesariamente deben preceder a los trascendentes resultados que
de ella se espera.
¿Qué espera el Ejército de Chile en esta Mesa de
Diálogo y de qué manera podemos lograrlo?
No podemos definir los objetivos de este proceso de
diálogo, sin hacernos cargo del ambiente que ha rodeado su instalación y de las
esperanzas de quienes la ven realmente como una instancia; quizás la única por ahora,
que pueda generar mejores condiciones para la convivencia nacional.
El escenario ha estado marcado por especulaciones de toda
índole, que van desde la obtención de resultados concretos para la ubicación de los
restos de detenidos desaparecidos, hasta un tratamiento integral del tema de los derechos
humanos en Chile; no obstante que el propio Sr. Ministro de Defensa Nacional nos ha
advertido que no hay agenda y que ésta se construirá con nuestro aporte.
Nuestra institución como ya lo he señalado, se encuentra
profundamente comprometida con el futuro de Chile y tanto las funciones manifiestas, que
se le asignan en la Carta Fundamental y cuerpos legales vigentes, como las funciones
latentes, que son las que la sociedad chilena percibe que deben cumplir sus fuerzas
armadas, tienen una fuerte vinculación con la unidad e intereses nacionales; por lo
tanto, nuestro objetivo es amplio y se refiere justamente a aquellos que como país
debemos todos asumir. En este caso, el logro de la paz social y la identificación de cada
chileno con una patria común, porque la ausencia de éstas afecta la convivencia
nacional, la imagen del país, su desarrollo y por ende, la defensa nacional, que es la
esfera de acción más propia de las fuerzas armadas.
Por tanto, nos parece de suma injusticia que se ponga en
tela de juicio toda la trayectoria institucional del Ejército -de casi dos siglos de
contribución a los derechos esenciales de todos los chilenos- por determinadas
situaciones que no están siendo analizadas con la objetividad e imparcialidad que
requiere un enfoque histórico justo y no sacado de contexto.
En consecuencia con lo anterior, los derechos humanos no
pueden limitarse sólo a un enfoque parcial e interesado del tema y que abarquen o se
apliquen a un sector específico de la sociedad, sino que también a particulares,
ideologías y organizaciones políticas, que de algún modo los han atropellado o
contribuyeron directamente a que en una etapa de nuestra historia fueran quebrantados.
Lo anterior implica que la responsabilidad de los sucesos
acaecidos en las últimas décadas, no sólo afecta a miembros de las instituciones de la
defensa y a civiles que, en su momento, optaron por la lucha armada; sino que a los
actores de todo el cuerpo social que por acción u omisión crearon las condiciones que
desembocaron en los hechos de todos conocidos.
Comprendiendo lo doloroso de la situación de los detenidos
desaparecidos y asumiendo que es uno de los temas de mayor impacto en los proyectos de
reconciliación y unidad nacional, no parece conveniente excluir otros temas relativos a
los derechos humanos o que propendan a la pacificación y concordia nacionales. En tal
sentido, debe evitarse hacer sinónimo el tema de los detenidos desaparecidos con el de
los derechos humanos.
En este contexto, se espera que en esta Mesa de Diálogo el
tratamiento del problema tenga un carácter amplio, equilibrado y se enfoque desde una
perspectiva global nacional, siempre mirando el bien común de los chilenos.
Dependiendo de la coincidencia en los objetivos que
definamos, la posibilidad de llegar a acuerdos será más factible. Por ello resulta
conveniente graduar su dificultad para avanzar desde lo más simple a lo más complejo. A
nuestro juicio, el planteamiento más racional apuntaría -como se ha expresado- a generar
inicialmente un ambiente de confianza y de respeto recíproco creando las condiciones
necesarias para, posteriormente, arribar a propuestas que satisfagan las expectativas de
todos los sectores involucrados.
Durante los últimos años se han intentado numerosas
iniciativas para recomponer las heridas que nos dividen y muchas de ellas no han tenido
éxito, sea porque los actores tuvieron expectativas que finalmente no lograron, o porque
los temas, al trascender a la opinión pública, han alcanzado una connotación de
contingencia política limitante.
Una fórmula que puede ayudar a la obtención de los
objetivos de la Mesa es la reserva con que actúen sus integrantes. En tal sentido, la
solicitud del señor Ministro de Defensa Nacional sobre esta condición, debe entenderse
como la disposición para no comentar públicamente las conversaciones que se realicen en
su interior. Esta reserva no es contradictoria con la transparencia con que deben actuar
sus integrantes, porque resulta obvio que quienes tienen alguna representación en esta
instancia deban dar cuenta o informar de sus, actuaciones.
En alguna medida, relacionado con lo anterior, aparece el
efecto de los medios de comunicación social. Nada podría ser más dañino a los
propósitos de la Mesa que negar el acceso de éstos al desarrollo del programa de
diálogo. Las especulaciones entonces podrían complicar tanto como una publicidad
descontrolada. Por ello se propone que sea la secretaría ejecutiva o el Ministerio de
Defensa, quien canalice la información, asegurando un equitativo acceso a todos los
medios.
Por otra parte, la igualdad entre los integrantes de la
Mesa, es una condición fundamental para asegurar su éxito. Esta debe reflejarse tanto en
su interior como en la actitud que asuman externamente sus miembros.
Al interior, no debe propiciarse una división que resuma
las posturas entre defensores y ofensores o entre acusados y acusadores.
Al exterior, esta igualdad tiene que ver con la naturaleza
de los miembros integrantes y las organizaciones que representan. Aquí resulta obvio que
las instituciones, de la defensa nacional no pueden ni deben continuar el debate que surja
al interior de la Mesa a través de los medios de comunicación social o por otras
manifestaciones públicas.
Por otro lado, creemos que es razonable disponer del tiempo
necesario para cimentar los acuerdos, pero debemos tener presente, que la postergación de
una solución, al menos parcial, tiene un costo para la sana convivencia democrática y
para el desarrollo del país; por eso estimamos se debe establecer un
"horizonte" oportuno, para obtener resultados concretos.
Considerando que el respeto a las atribuciones propias de
cada uno de los poderes o funciones del Estado es un elemento básico del estado de
derecho, concordamos con la idea expuesta por el Sr. Ministro de Defensa Nacional, en el
sentido de que no se pretende "suplir las funciones que les compete a los poderes
legislativo y judicial". Sin embargo, ello no significa que, producto de las
conversaciones que se desarrollen al interior de esta Mesa, no se desprendan sugerencias o
proposiciones tendientes a que estos poderes realicen acciones destinadas a plasmar en
hechos concretos las conclusiones o acuerdos que se alcancen.
Estimamos que el enfoque propuesto por el Sr. Ministro de
Defensa Nacional para enfrentar el problema puede permitirnos arribar a razonables
acuerdos respecto de la verdad, justicia, reparación, perdón y revisión histórica de
los grandes traumas que han dañado el alma nacional.
El análisis de estos aspectos debería realizarse tanto en
el plano valórico, como en su secuencia de trabajo. En el primero, sin lugar a dudas, y
atendiendo al objetivo final que nos reúne, se estima como prioritario obtener el máximo
de acuerdos en la búsqueda de la verdad y el perdón. En el segundo se podría iniciar el
diálogo con la revisión histórica, para continuar con la verdad, la justicia, el
perdón y finalmente la reparación.
En lo que se refiere a la revisión histórica que
se propone, debe entenderse como un aporte muy importante que puede hacer esta Mesa de
Diálogo al país, pues analiza las causas de la violencia política y reconoce el
contexto histórico en que ocurrieron los hechos, estimándose altamente positivo
reconstituir las causas que explican el quiebre de la democracia, recogiendo importantes
lecciones para evitar que tales sucesos puedan repetirse en el futuro. En suma, llegar a
comprender cómo pudimos los chilenos perder los consensos básicos y, más aún, que este
discenso fuera tan amplio y tan profundo y tan mínimas las materias en que sí estábamos
de acuerdo.
La revisión de nuestra historia reciente debe
abarcar, a lo menos, los últimos cincuenta años y sin lugar a dudas, permitirá recoger
enfoques fragmentarios o aproximaciones que diversos sectores han realizado de estos
sucesos desde su propia perspectiva, resultando un importante desafío para quienes hemos
sido convocados, deponer nuestras propias visiones, tan fuertemente asumidas por una
particular interpretación de los hechos y construir consensos mínimos que nos permitan
extraer las enseñanzas del pasado, para proyectarlas en el futuro.
Respecto de la verdad que se busca ésta debe ser
asumida, no sólo como una tarea pendiente en lo referido a saber el destino de los
detenidos desaparecidos; cuya tarea se intentará abordar en esta instancia de diálogo
del mejor modo posible, con la máxima voluntad y franqueza, en la medida que logremos el
ambiente adecuado para ello, sino también para alcanzar un prudente equilibrio en la
"verdad" de por qué y cómo ocurrió la pérdida de consenso social, político
y económico chileno; con toda su secuela de víctimas de la violencia, en todos los
sectores y estratos de la sociedad chilena.
Concordando en que la verdad sobre el tema de los detenidos
desaparecidos constituye uno de los elementos centrales en la solución del problema que
nos reúne, se estima que ésta no sería posible de alcanzar mientras no existan
condiciones efectivas que promuevan la entrega de información por parte de quien la
posea; las que no se dan, actualmente, como consecuencia de los criterios parciales con
que se está tratando el tema de los derechos humanos en nuestra sociedad.
En este aspecto debemos desplegar nuestros máximos
esfuerzos y crear las citadas condiciones, sociales y jurídicas, para que la información
que pudiera existir -fragmentada y dispersa- pueda ser integrada y así satisfacer las
explicables demandas de los familiares de todas las víctimas, que el Ejército comprende,
porque no es indiferente al dolor que esta situación les provoca.
La justicia resulta aún más compleja de abordar,
toda vez que ésta, con sus diversas percepciones, puede obstaculizar la reconstitución
de la verdad, siendo esta última reconocida como un valor superior respecto de la
primera. Por ello, estimamos que la búsqueda de la justicia absoluta pudiera atentar
contra la paz social y la felicidad del pueblo de Chile, valores ambos que deben estar por
sobre los anteriores, en el marco del bien común.
¡Y la felicidad del pueblo, entendemos, es el fin último
al que aspira el Estado!
Asimismo, el perdón debe ser abordado desde una
perspectiva social y jurídica, considerando en este último ámbito los instrumentos
concretos y efectivos concebidos por el derecho para tales efectos.
En el orden espiritual y moral, muchos estiman que el
perdón y la reconciliación sólo se podrán alcanzar a través del inexorable transcurso
del tiempo. A pesar de estos vaticinios, concordamos que la verdad, ahora, entendida de un
modo global e imparcial, puede contribuir notablemente a la paz social que todos
anhelamos.
Es probable que las medidas de reparación sean las
más fáciles de consensuar, porque creo que nadie podría restar su voluntad; primero, a
reivindicar las muertes de civiles y militares ocurridas con motivo de la violencia
política y, segundo, a indemnizar pecuniariamente a sus familiares directos; lo que
constituye una mínima retribución por parte del Estado.
El Ejército comprende, porque también lo ha
experimentado, el dolor de quienes han sufrido la pérdida de seres queridos como
consecuencia del ambiente de violencia que afectó a la sociedad en un período
determinado de su historia, anhelando que similar actitud se manifieste generalizada mente
respecto de las familias de todos los caídos. En este sentido, debo asegurar y reiterar,
como lo han efectuado siempre nuestros mandos, que el Ejército no propició jamás una
política de estado destinada "per se" a causar la eliminación de los
adversarios del Gobierno Militar.
Así como el juicio de un período de nuestra vida nacional
sigue dividiendo a la sociedad chilena, no se puede pretender que la solución que algunos
desean dar al tema de los derechos humanos sea entregada a una parte de ella; en
consecuencia, constituye una responsabilidad ineludible concitar la adhesión mayoritaria
de todos los sectores nacionales para abordar, ahora, con coraje y decisión, la
resolución que evite la permanencia en el tiempo de situaciones cuya evolución podría
provocar niveles de confrontación político social, que estamos seguros nadie ansía y
que las futuras generaciones no merecen heredar.
La responsabilidad histórica que hemos asumido debe
hacernos deponer nuestras naturales desconfianzas y particulares dolores, superar la
lógica "amigo-enemigo", y no privilegiar nuestros propios intereses por sobre
los de la sociedad toda.
Los integrantes de la Mesa deberíamos sustraernos de una
visión de "suma cero" que algunos tienen respecto de los posibles resultados de
ésta. Ello se logra si se concuerda con que los fines que se persiguen siempre excederán
los intereses de las partes involucradas en la Mesa.
Si bien la condición de los integrantes de ésta es
distinta respecto de sus responsabilidades ante terceros, al aceptar entrar en ella se ha
adquirido un compromiso con la sociedad chilena en su totalidad, la que observa con
interés y expectación su futuro. Por ello, se estima que no resulta consecuente ejercer
presiones a su interior que se manifiesten, por ejemplo, como la alternativa de continuar
o retirarse.
Si al terminar el trabajo de esta Mesa de concordia, se,
perciben "vencedores" y "vencidos" significará que hemos fracasado y
roto las esperanzas de miles de chilenos que ven en nosotros la oportunidad de poder mirar
como hermanos al que ayer se miró como enemigo.
Esperamos que al alcanzar el deseado encuentro nacional,
que estamos seguros todos anhelamos desde lo más íntimo de nuestro ser, nos demos la
mano, nos miremos de frente y nos sintamos orgullosos de haber hecho un aporte a la
construcción y establecimiento de las bases de una real convivencia democrática de
nuestra patria para el próximo milenio.
Finalmente, deseo expresar que el uniforme que vestimos con
orgullo, se sustenta sólo en el aprecio y respeto que la sociedad a la cual queremos
servir y proteger, pueda brindarnos. No somos un compartimento estancado; estamos en
y con la sociedad; somos el Ejército de Chile y compartiremos por siempre
los destinos de esta República.