"Ahora
bien, esta situación no ocurre en Chile. Y no ocurre en gran medida, precisamente por el
tema que reúne a esta Mesa. Por las violaciones a los derechos humanos. Es un hecho
indiscutible que, dejando por un momento de lado las razones - y se ha expuesto con
seriedad sobre ellas en esta Mesa- la mayoría de los chilenos considera que las Fuerzas
Armadas han estado involucradas en la violación de los derechos humanos de sus
compatriotas y por lo tanto les es imposible identificarse con ellas como sus Fuerzas
Armadas." MESA
de DIALOGO por los DERECHOS HUMANOS
Un diálogo para la verdad y la justicia
Intervención de Claudio Teitelboim el 14 de septiembre de 1999
Estimados Compatriotas.
El Sr. Ministro de Defensa Nacional nos ha hecho la
pregunta ¿Qué objetivos queremos que cumpla la Mesa de Diálogo y de qué manera los
podemos alcanzar? La magnitud del problema que nos reúne es tan enorme y los crímenes
que lo han causado son tan horrendos que se hace difícil hasta hablar de ellos. Sin
embargo es necesario y urgente hablar, y es aun más necesario y urgente actuar.
Para poder entrar en materia voy a contar una historia. El
que yo aparezca en ella no tiene la menor importancia, excepto que me permite hablar con
propiedad e ilustrar por medio de un ejemplo algo que me parece de importancia.
Las coordenadas 54º 52´ S, 68º41´W corresponden a la
Caleta 2 de Mayo, ubicada en la bahía Yendegaia en el Canal Beagle, a los pies del Campo
de Hielo de la Cordillera de Darwin. El agua en el canal es fría y hay fuertes y
repentinas ráfagas de viento que, si vienen por la proa, vuelcan fácilmente una
embarcación liviana con riesgo de muerte por hipotermia de los tripulantes, como ha
ocurrido. El Cuerpo de Carabineros de Chile tiene un retén en 2 de Mayo. La frontera con
Argentina está a sólo 6 minutos geográficos hacia el Este. El Laudo Arbitral del
diferendo por el Canal Beagle fue hecho público el 2 de Mayo de 1977.
Hace pocos años atrás yo me encontraba navegando al
anochecer por la bahía Yendegaia rumbo a 2 de Mayo en un bote inflable de la Armada de
Chile. Mis compañeros de navegación eran un infante de marina que comandaba la
embarcación y un coronel de Carabineros. Nuestra misión era abastecer el retén y para
eso llevábamos sacos de provisiones. Al acercarnos divisamos la bandera Chilena, fuimos
recibidos con pan amasado y una bebida caliente. Al cabo de un rato quise dejar al coronel
solo con la dotación del retén, volví al bote en el que estaba el infante de marina y
me senté en silencio sobrecogido por el paisaje. Después de un periodo de silencio el
infante de marina dijo cuatro palabras: "Yo moriría por esto". Mi respuesta fue
automática: "Yo también".
Ya de noche, partimos a encontrar al buque del que
habíamos salido que ya iba navegando. Sin ningún comentario el infante de marina me
ofreció la caña del timón. Estabamos de acuerdo. Lo he encontrado a veces de guardia
aquí en el Diego Portales. Nos saludamos con complicidad.
Yo no estaba esa noche en el Beagle por casualidad. Cuando
el Presidente Frei me distinguió nombrandome su asesor científico, me di cuenta muy
rápidamente que lo más importante que podía hacer era crear vínculos, a través de la
ciencia, entre los civiles y las Fuerzas Armadas. Esto es por supuesto bueno para la
ciencia pues las Fuerzas Armadas tienen gente bien preparada y capacidad logística.
También es bueno para las Fuerzas Armadas pues, con la colaboración de personal civil
altamente entrenado, pueden hacer un mejor uso de sus capacidades y de los recursos
económicos que el país les destina. Este es el discurso habitual en los países
desarrollados y es cierto.
Pero aquí en Chile había algo más, algo superior y era
que la ciencia tenía una tarea y un honor que pocas veces le confiere la historia de los
países, el de convertirse en una herramienta para reconstituir la Patria herida, para
rescatar la Patria en peligro. Para que esa Patria de la que hablábamos en 2 de Mayo con
el infante de marina existiera de veras. Para eso era necesario juntar a civiles y
militares en torno a tareas comunes y la ciencia proporcionaba un ambiente propicio.
Llevando la tarea a cabo he convivido con los hombres de
armas de nuestro país en muchas circunstancias. He conversado con ellos sobre la Patria
en una pequeña tienda de campaña, aislados por varios días por la ventisca en los
Campos de Hielo, volando sobre las montañas transántarticas en un raid transpolar,
cruzando el desierto para llegar al regimiento Huamachuco, el más alto del mundo. Y he
desarrollado sentimientos de admiración por la entrega y valor con que nuestros soldados
desarrollan su labor y también aprecio, camaradería y afecto.
Lo anterior se refiere a tiempos de paz. Quisiera también
referirme a la Patria y la guerra.
A la larga, la supervivencia de la sociedad humana sobre
este planeta requiere que una de las dos posibilidades siguientes se realicen. Una es el
establecimiento de algún tipo de gobierno mundial con el monopolio del poder militar. La
otra es que se logre una división estable del mundo en estados soberanos, con la fuerza
armada de cada uno estrictamente confinada a la misión de defender su propio territorio.
En mi opinión la segunda posibilidad es infinitamente preferible. La riqueza de la
humanidad está basada en la diversidad, en el contraste y comparación de diversas
posibilidades. El mundo sería muy pobre si no hubiese necesidad de traducir. Para
nosotros los físicos que trabajamos en el origen del universo la pregunta última es
¿por qué hay tanta diversidad en el universo?, ¿por qué hay tanta estructura?, siendo
que la solución más simple de las ecuaciones pareciera ser que no hubiera nada. Por
alguna razón, aún misteriosa, para que cada cosa tenga sentido es necesario que existan
muchas otras diferentes. De todos modos pareciera que la mayoría de la humanidad está a
favor de la segunda alternativa. Desde los comienzos de la historia hasta ahora los
grandes imperios han tendido a desintegrarse y los movimientos a favor de un gobierno
mundial, o aún de un lenguaje universal, no han prendido.
Si consideramos la idea de un gobierno universal como
indeseable o inalcanzable debemos tratar de construir una sociedad pacífica y armoniosa
de naciones independientes en la cual cada país mantiene Fuerzas Armadas que no son una
amenaza para sus vecinos, pero que están compuestas por ciudadanos dispuestos a pelear
como locos contra cualquiera que ose venir con sueños de conquista. Es importante para la
estabilidad a largo plazo que países pacíficos estén bien armados y bien organizados en
autodefensa, ya que siempre habrá de vez en cuando demagogos locos o sorpresas
tecnológicas como la invención de la pólvora o de las armas nucleares.
La posibilidad de autodefensa, es decir de defensa basada
esencialmente en los propios esfuerzos más que en alianzas, como es el caso, por ejemplo,
en Suiza, Finlandia e Israel, es esencial para la genuina independencia política, es
decir para la existencia de la Patria.
El factor tecnológico hace que la autodefensa sea una
opción cada vez más factible. Esto se debe al aumento impresionante que ha ocurrido en
las ultimas décadas en la efectividad de pequeñas armas defensivas sofisticadas, tales
como, proyectiles guiados mata-tanques, mata-aviones, mata-misiles, que son apropiados
para la defensa de una frontera fija.
Este factor tecnológico hace aun más central el factor
humano. En efecto, tal como ocurre en actividades no militares, es absolutamente
indispensable para las Fuerzas Armadas poseer personal altamente capacitado y motivado,
capaz no sólo de operar sino que de comprender, e incluso modificar e inventar armamento
defensivo sofisticado con capacidades locales. De otra manera la autodefensa se convierte
en una ficción.
Esta necesidad de las Fuerzas Armadas de contar con una
ciudadanía que se identifique con ellas y les preste su concurso entusiasta es, por
supuesto, no sólo indispensable en el campo del armamento sofisticado, sino que en
general, más aún en una época en que la conscripción voluntaria se ve como algo
inminente en pocos años. No es una coincidencia que las Fuerzas Armadas de países como
los mencionados se destaquen en el mundo por su eficacia y que precisamente en esas
sociedades el trabajar un poco de soldado sea considerado como algo interesante y
atractivo para gente tan diversa como profesores universitarios, estudiantes, hombres de
negocios, artistas, etc.
Ahora bien, esta situación no ocurre en Chile. Y no ocurre
en gran medida, precisamente por el tema que reúne a esta Mesa. Por las violaciones a los
derechos humanos. Es un hecho indiscutible que, dejando por un momento de lado las razones
- y se ha expuesto con seriedad sobre ellas en esta Mesa- la mayoría de los chilenos
considera que las Fuerzas Armadas han estado involucradas en la violación de los derechos
humanos de sus compatriotas y por lo tanto les es imposible identificarse con ellas como
sus Fuerzas Armadas.
Afirmo por lo tanto que el problema de los derechos humanos
ha debilitado seriamente la capacidad de nuestras Fuerzas Armadas de defender la Patria
frente a una agresión externa. Este debilitamiento directo de nuestra capacidad militar
en si misma es, a mi entender, mucho más grave que la repercusión de, por ejemplo, el
problema de imagen de Chile en el mundo u otras consideraciones de orden indirecto, por
cierto también válidas, respecto a cómo el problema de los derechos humanos afecta la
defensa nacional.
Hago esta afirmación responsablemente, pues como lo decía
anteriormente he dedicado bastante tiempo y energía a esta cuestión durante los últimos
años y he logrado adquirir cierto grado de conocimiento de ella tanto desde sus ángulos
civiles como militares. Además no es una conclusión a la que deseaba llegar de antemano
pues, como también debiera estar claro de mis palabras anteriores lo militar no me
disgusta en sí, sino que más bien me gusta y considero la Patria como algo sagrado.
¿Qué hacer pues?
En mi opinión, considerando el problema desde los ángulos
más diversos se llega a la conclusión de que para desbloquear la situación se necesita
un primer gesto significativo y este debe venir de parte de las Fuerzas Armadas.
A mi modo de ver un gesto apropiado seria la aseveración
explícita de que la protección de los derechos humanos es parte de la doctrina y de las
obligaciones de las Fuerzas Armadas de Chile para con sus compatriotas. Esta obligación
fundamental debiera incluirse en el juramento a la bandera.
De este modo cualquier soldado ligado por este juramento
sagrado sabría sin ninguna duda qué hacer en situaciones donde los derechos humanos
pudiesen estar en peligro y el riesgo de que pudiera volver a ocurrir lo que a veces en
esta Mesa y en otras partes ha sido llamado "excesos" disminuiría notablemente.
Un gesto de este tipo tiene la ventaja de que, estando motivado por el pasado, es un
compromiso hacia el futuro.
Es por supuesto necesario responder a la pregunta de por
qué pedir a las Fuerzas Armadas que se pronuncien primero respecto a un compromiso que,
sin lugar a dudas, debe ser asumido por la ciudadanía entera sin excepciones y en
particular por los jóvenes, por ejemplo a través de ceremonias en todos los colegios de
Chile.
¿Por que esta asimetría?
Primero que nada porque, independientemente de la llamada
revisión histórica o de utilizar una definición amplia del concepto de derechos
humanos- y ambas cosas me parecen apropiadas- es imposible sostener razonablemente que la
situación respecto a los derechos humanos fuera simétrica antes y después de que las
Fuerzas Armadas asumieran el control del país. Esto ya ha sido expuesto en esta Mesa y
sería redundante que yo abundara sobre este punto.
Lo que me parece que todavía no había sido considerado
con la atención que merece es que el problema de las violaciones a los derechos humanos
tiene una influencia directa sobre nuestra capacidad militar frente a un enemigo externo y
por lo tanto atenta contra la posibilidad de que las Fuerzas Armadas cumplan su misión
fundamental. Por lo tanto para las Fuerzas Armadas el tomar la primera medida para
resolver el problema no solo sería un gesto de grandeza histórica y de humanidad hacia
los familiares de las víctimas sino que sería una consecuencia del deber militar en el
sentido más estricto del término.
Además me parece que el dejar en claro de manera indeleble
que las Fuerzas Armadas están comprometidas con la protección de los derechos humanos
contribuiría a recuperar la información sobre el destino de los desaparecidos pues
debiera ayudar a despejar las dudas de aquellos que pudieran erróneamente pensar que
ocultar dicha información es parte de su juramento de lealtad militar.
Hemos escuchado en esta Mesa las siguientes afirmaciones de
gran importancia: "(El Ejército) se encuentra profundamente comprometido con el
futuro de Chile y tanto (con) las funciones que se le asignan en la carta fundamental y
cuerpos legales vigentes, como (con) las funciones latentes que son las que la sociedad
chilena percibe que deben cumplir sus Fuerzas Armadas... como un gesto de lealtad a Chile
debemos demostrar a nuestros compatriotas una férrea voluntad de avanzar en la búsqueda
de caminos y formas de consolidar la armonía nacional, un firme compromiso con la
democracia, el respeto y la promoción de los derechos humanos y por sobre todo una
profunda generosidad que nos conduzca a encontrar los anhelados caminos de mutuo
entendimiento".
Me parece que el gesto específico que me he permitido
sugerir no es mucho pedir ya que no es más que dar forma explícita a las expresiones que
acabo de citar y creo que podría tener un alto significado para la ciudadanía. Si se
hiciera pronto sería un fruto concreto del trabajo de esta Mesa y contribuiría al éxito
de ella.
Hace pocos días se cumplieron 60 años de la llegada a
Chile del Winnipeg que trajo a Chile y les dio una nueva Patria a refugiados de la guerra
civil española. Uno de los niños del Winnipeg, José Balmes, ha recibido hace pocos
días el Premio Nacional de Arte.
El artífice del Winnipeg el poeta Pablo Neruda, mi tío
Pablo, el gran amigo de mi padre dijo sobre esa labor: "podrán borrar toda mi
poesía pero jamas podrán borrar esto, lo más noble que he hecho". Si tenemos
éxito en esta Mesa podremos hacer nuestras las palabras del poeta. Yo le agradezco,
Señor Ministro, el honor de haberme dado la oportunidad de, quizás, poder contribuir a
esta noble causa. |