De
Puro Chile - 20 diciembre 2007
Escuela Santa María de Iquique,
cien años
A mis hermanos de todas las Escuelas
Santa María que tiene la historia.
A mis hermanos de la Pampa salitrera y
de todas las Pampas que tiene la tierra.
Tito Alvarado
Hace cien años un 21 de diciembre de
1907, a las tres de la tarde y cuarenta y ocho minutos, un
general de brigada del nada glorioso ejército de Chile daba
orden de disparar contra los miles de huelguistas salitreros,
concentrados en la Escuela Santa María. Esto ocurría en la
ciudad de Iquique, años antes hubo allí un batalla naval, que
enfrentaba a chilenos y peruanos, presenciada por un barco inglés.
En ese combate desigual un pequeño buque de madera, Esmeralda,
fue hundido por un acorazado de mucho mayor tamaño, el Huascar.
Otro barco llevaba en 1907 el nombre del hundido en Iquique. De
este nuevo Esmeralda salió la ametralladora que abatió a miles
de trabajadores indefensos. Su “crimen” era pedir un mejor
salario, pero sobre todo demostrar que la unidad era un arma
poderosa. Entre los trabajadores había chilenos, peruanos,
bolivianos, argentinos, los patrones eran ingleses y los
militares chilenos sus fieles servidores. Dos veces la sangre
fue derramada para salvar los intereses de una potencia
extranjera. En ello hay un hilo conductor del quehacer de políticos
y militares chilenos, defienden con mayor saña los intereses
del imperio que los intereses nacionales. Bueno es recordar que
en la Esmeralda actual se torturó y se asesinó.
De los muchos artículos que he leído
recordando esta fecha, concluyo que se observa una línea
desideologizada y hasta desideologizante. Hay una marcada
tendencia a examinar los hechos pasados sin ponerlos en
perspectiva, lo cual es grave tratándose de luchas que lleva décadas
y hasta siglos hacer realidad.
El mundo actual pareciera ser muy distinto,
pero en esencia la explotación continua, la necesidad de unidad
continua, la falta de recursos de los trabajadores continua y
las voces que confunden siguen allí como si nada, también
siguen los criminales en sus puestos de mando dando el ritmo a
la vida del país, Los nombres son otros y hasta el imperio
tiene otro nombre y otra ubicación geográfica, pero la esencia
criminal es la misma y las necesidades de cambio mucho más
urgentes. Ayer se trataba de un salario mucho más justo, hoy se
trata de salvar la vida toda.
Hace cincuenta años, alguien que firma T.
escribió en la revista Principios, órgano de formación y análisis
del Comité Central del Partido Comunista, un largo artículo
que daba una visión del momento y era a la vez un alegato
contra el anarco sindicalismo, de allí rescato el párrafo
final que dice así;
“La verdad es que nuestra historia
está jalonada de capítulos sangrientos. En este medio siglo,
el 21 de diciembre de 1907 es la fecha de la primera masacre y
la del 2 de abril de 1957, sólo de la última. La única garantía
definitiva de terminar con ellas es poner fin al régimen que
las practica como una razón de Estado.”
Medio siglo más ha pasado y las masacres,
los horrores y las injusticia se han multiplicado. En este
contexto sigue vigente la frase final del artículo, salvo
algunas voces que se levantan para abogar por un acuerdo por
omisión con quienes administran el sistema, el continuador de
las masacres, ayer de una forma, ahora de otra, el continuador
de la impunidad para los criminales que visten o han vestido
uniforme, el continuador de la entrega de los recursos del país
a la rapiña extranjera. Hoy podemos decir que la única
garantia definitiva de terminar con las masacres, sean estas a
bala, a carcel, a mentira, a acusaciones falsas, a salarios de
hambre, a exclusiones, es poner fin al regimen. Quien lo
administre no tiene importancia, sino para quien lo administra y
esto no ha cambiado. Para que esta única garantía sea
posible se requiere hoy de la fuerza de todos, del empuje de
todos, de la imaginación de todos, de la organización de todos
los que están por los cambios que pongan a Chile en la senda de
la liberación bolivariana.
En este mismo artículo se citaba a Luis
Emilio Recabarren, él decía a pocos años de la masacre:
“La más pura crueldad, el más
refinado salvajismo acaban de emplear los guardianes de la
sociedad burguesa para dominar y reducir el hermoso movimiento
obrero que estallaba en el norte de Chile, en la provincia de
Tarapacá, con el objeto de exigir de los capitalistas el
cumplimiento de promesas anteriores sobre el mejoramiento de la
condición económica en que viven las familias obreras de
aquella región del país”.
La más pura crueldad, el más refinado
salvajismo han estado siempre
presentes cuando los de abajo osamos levantar la cabeza. En
estos cien años sabemos con cuanto odio son capaces de actuar
contra las clases desposeídas y al mismo tiempo ir a la iglesia
los domingos como si en su alma no pasara nada. Aquí hay una
conducta que obedece a una ideologia, la del poder, la del miedo
a perder lo que tienen. Pueden conformarse con ser
administradores y ponerse a las órdenes del imperio, y por lo
mismo actuar contra los interese del país, pero nunca van a
permitir que los pobres, los que viven de un salario, sean
administradores de su propio destino. Fresca está la sangre del
golpe de estado que dieron militares chilenos para que el
imperio siguiera en el control de las riquezas que siendo del país
debieran ser de todos los que allí viven, por ese trabajo sucio
ellos tienen el poder, en cambio nosotros tenemos la razón, la
paciencia y todo el tiempo por delante.
El articulo que cito continua más
adelante:
“Han transcurrido cincuenta años
desde la masacre de la Escuela Santa María. Este medio siglo ha
sido de enormes cambios en la mentalidad y en la organización
de la clase obrera, que por fin ha cimentado su unificación en
la Central Única de Trabajadores de Chile. En este lapso ha
visto formarse y desarrollarse un partido de masas experimentado
e influyente, nacido de la entraña misma del proletariado
chileno, el Partido Comunista, principal arquitecto de la unidad
de los trabajadores y de todas las fuerzas populares, luchador
insobornable contra los mismos oscuros poderes que incitaron a
la matanza de 1907, el imperialismo extranjero, hoy como
entonces el primer enemigo del pueblo chileno y de todos los
pueblos. Diez años después de la inmolación y hecatombe
proletaria en Iquique, los proletarios de Rusia derribaron el régimen
capitalista e instauraron el socialismo, que hoy abarca a cerca
de mil millones de hombres.”
Hoy puedo escribir han transcurrido cien años,
este siglo ha sido de enormes cambios en la mentalidad y en
la organización de la clase obrera. Sé que estoy copiando,
también sé que las verdades son siempre parciales y relativas.
Hoy no tenemos sino desafíos por delante y la diaria tarea de
no olvidar ni perdonar. En esta tarea tenemos reveses; hoy no
tenemos una Central Única, sino una Central Unitaria, que es
como una copia carbón y es mucho, pero mucho menos aguerrida
que la anterior; el Partido Comunista no es un partido de masas
y a veces se desdibuja con un discurso que va y viene sin ir de
frente y a las claras por el socialismo, por el cambio radical
de la sociedad. Su dirección central está más embelesada en
la idea de terminar con el binominalismo sin vincular esta lucha
a las justas demandas de todos los sectores postergados o
dejados de la mano de Dios. Si hace cincuenta años era evidente
que el Partido Comunista era el principal arquitecto de la
unidad de los trabajadores y todas las fuerzas populares,
luchador insobornable contra los mismos oscuros poderes que
incitaron a la matanza de 1907, el imperialismo extranjero, hoy
con pena debemos decir que estas cualidades no son tan nítidas,
para colmo no existe el referente tan recurrido de la URSS. Nos
queda el desafío de ser nuestros propios referentes, nuestros
propios gestores y crear de la necesidad las herramientas para
los nuevos combates.
Bien pudiéramos terminar con las palabras
tan usadas y abusadas de que la sangre derramada no será en
vano, pero la realidad vale más que una imagen y mucho más que
una frase comodín. La sangre, los muertos, los torturados, los
desterrados que en este siglo hemos entregado a la lucha por la
emancipación de los trabajadores y por el socialismo no serán
en vano, siempre y cuando hoy nos atrevamos a la audacia de
refundarnos en una herramienta que de perspectivas, que
amplifique la razón y la fuerza de los trabajadores, una
herramienta para los cambios sociales que el país requiere,
para el usufructo de los bienes nacionales por los que allí
viven, una herramienta para la verdadera democracia. El resto
son palabras que se lleva el viento.
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