Desde La Habana - 26 febrero 2009
LA
CARICIA DE FIDEL
Por Pamela Jiles, desde La Habana.
Un
oficial de la seguridad cubana se acercó a Michelle y le
informó algo al oído. Era el mediodía del jueves 12 de
febrero. La presidenta corrió alegre y
entusiasmada a reunirse con Fidel, dejando a su comitiva con
los crespos hechos puesto que acudió a la intempestiva cita
completamente sola.
Esa
tarde se la vio entusiasmada y hasta dicharachera durante la
ceremonia nocturna de inauguración de la Feria del Libro de
La Habana. Bachelet continuó con una sonrisa de oreja a
oreja en el ágape privado al que asistió esa misma noche
en la fastuosa casa del empresario Max Marambio, a
la que fueron invitados un selecto grupo de elegidos. Allí,
en el hermoso y apacible barrio Miramar, la presidenta
estaba particularmente distendida, chocha por el encuentro
con Fidel, festejando los excelentes resultados de la visita
presidencial que culminaba al otro día.
Mientras
tanto, en otro punto de La Habana, el director del periódico
Granma, Lázaro Barredo, recibió en sus manos el texto de
Fidel que esperaba con impaciencia. Poco antes de la
medianoche, Barredo revisó la nota y sonrió. Al igual que
Fidel, el director del periódico del Partido Comunista
Cubano, sabía con exactitud el efecto que tendría la
declaración. El líder revolucionario la había escrito
recién concluida la reunión con Bachelet, sobre un punteo
diseñado previamente por él mismo. La redacción fue
cuidadosa, detallista y de corrido. Sólo dos veces
interrumpió la escritura para chequear datos en internet.
Había decidido hacerse escuchar justo antes de que Bachelet
y su canciller democratacristiano abandonaran la isla.
-¨¿Dónde
está ella ahora?¨, interrogó Barredo por teléfono.
-¨En
la casa de Marambio, según lo previsto¨, le respondieron.
El
periodista y su equipo político recordaron en ese momento
el viaje de Fidel a Chile, aquel en que Tencha de Allende se
salió de protocolo -y de la buena educación elemental que
debería mantener la viuda de un ex presidente- y se permitió
exigir al gobernante cubano ¨elecciones libres¨en su país,
el mismo país que protegió y alimento a gran parte de la
familia Allende durante décadas, el mismo país cuyos
ciudadanos se sacaron la comida de la boca para cederla a
los exiliados chilenos tras el Golpe, el mismo país que
entregó gustoso sus escasos departamentos en
Alamar para alojar a las familias de perseguidos políticos,
en fin, el país cuya solidaridad con nuestro dolor y
nuestra derrota no tuvo medida ni final hasta hoy.
Otra
persona presente en la sala editorial de Granma recordó el
capítulo más reciente ocurrido también en suelo chileno,
en que el rey de España intentó hacer callar a Hugo
Chavez, oportunidad en que Bachelet no sólo no solidarizó
con su equivalente venezolano sino que optó por salir
persiguiendo a Juan Carlos cuando éste decidió abandonar
la sala de plenarios para consumar su prepotencia.
Lázaro
Barredo se aseguró de que la foto que acompañaba la opinión
de Fidel mostrara la cercanía que hubo durante la breve
reunión con Bachelet y ordenó imprimir el diario.
A
las dos de la mañana, cuando Granma ya estaba impreso, Raúl
Castro consideró oportuno que Michelle conociera el texto
que el mundo entero leería al día siguiente. Como la
inteligencia chilena no caería en cuenta de lo que venía
sin un poco de ayuda, un alto personero del gobierno cubano
telefoneó entonces a Max Marambio y le indicó que mostrara
a sus invitados la primera página del Granma virtual. Las
veinte personas que estaban el la animada reunión social
fueron testigos del momento en que Bachelet leyó la
declaración de Fidel, que no alteró en lo más mínimo su
exultante estado de ánimo.
Hasta ese momento,
todo era regocijo. Pero no fue lo mismo cuando Foxley
leyó las palabras de Fidel mientras tomaba desayuno. Un
soponcio le desbarató la taza de café y las tostadas.
Comenzó un frenético tira y afloja de llamados y retos,
intentó localizar a Bachelet, que a esa hora estaba ya
rumbo a su última actividad oficial en Cuba, todavía sin
captar lo que se le venía por delante.
En
sintonía con su correligionario Patricio Walter –guaripola
de la histeria en este capítulo- Foxley compitió palmo a
palmo con la Udi para imponer la pobretona tesis de la
supuesta ¨intromisión cubana¨. Ese fue el análisis que
se impuso finalmente en el avión presidencial, de regreso a
Chile, por medio de la amenaza a Bachelet de que sería
llamada a dar explicaciones al parlamento, cosa
completamente absurda puesto que si habrían de llamar a
alguien, este sería Fidel que es el autor de las
declaraciones que tanta polémica han sucitado. Sin embargo,
luego de decir en Cuba que la visita fue estupenda y que
Fidel tiene el derecho de opinar lo que se le frunza,
Bachelet llegó a Chile con el discurso cambiado, para mi
gusto, perdiendo miserablemente la posibilidad de terminar
su período con un acto ético y épico que la sacaría de
la mediocridad de su gobierno.
La
alharaca de los pinochetistas, Piñera incluido, y los demócratacristianos
es parte del paisaje chilensis y no nos inmuta, todos
sabemos que Foxley, Walker y cinco personajes más vienen
hace rato con esta majadería de poner pelos en la sopa en
las relaciones de Chile con Cuba. Lo de Foxley responde a su
posición política: él es un señor bastante reaccionario
que está participando de un gobierno de centro-derecha y
quiere desmarcarse del inquietante clima izquierdista que
crece en el continente. Lo de Walker es un problema más
psiquiátrico que político –además de doméstico- y
corresponde más bien a que en dos oportunidades le han
negado la visa para conocer Cuba, sus mulatos y sus palmeras.
Es decir, está motivado por un encono turístico.
Lo
que sí me parece impresentable es el cobarde y oportunista
silencio de los dirigentes del Partido Comunista chileno, el
pàso al lado en que permanecen Tellier, Arrate, Navarro y
Hirsh, la complicidad derechista de Marquitos de
Doggenweiller-Ominami. Aún màs lamentable me parecen las
declaraciones del compañero Manuel Cabieses, a quien
aprecio y respeto, que afirma que ¨esta vez el Comandante
Fidel Castro se equivocó y sus reflexiones han causado
grave daño político al resultado de la visita a Cuba¨.
Es
vergonzoso ver la falta de roce y mundo que tienen mis
compatriotas, cómo pierden la dimensión histórica de los
acontecimientos, cuán anquilosados están sus métodos, la
distancia abismal de sus posturas con la del mundo popular
chileno. Porque mientras ellos guardan cauto silencio, se
multiplican las expresiones populares de apoyo a las
palabras del líder cubano.
También
es curioso observar cómo los mismos dirigentes que gritaban
¨Mar para Bolivia!´ a voz en cuello durante la visita de
Evo Morales a Chile, hoy callan para no perder los cupos
parlamentarios que intentan negociar con la Concertación,
de espaldas al pueblo.
Pero
la sobreactuación de nuestra clase política no resiste análisis.
Aunque los medios de comunicación de la oligarquía –uso
a propósito la palabrita que huele a bosta de vaca cuando
se es dueño de fundo o se aspira a serlo- han hecho un
diluvio de dos buenos goterones, el compañero Fidel ha
dicho la verdad y tiene toda la razón. Aunque la
izquierda extraparlamentaria haga gala de un grado
vergonzoso de cobardía política, Fidel no sólo no metió
la pata sino que nos regala una maravillosa oportunidad de
hacer una discusión que se ha eludido y erigirnos en
vanguardia. Aunque Bachelet cambiara de opinión en vuelo
como niña veleidosa, Fidel no sólo ha sido veraz y exacto
en su apreciación sobre lo que tenemos pendiente con
Bolivia sino que nos estremece con la extraordinaria
vitalidad y oportunidad de sus reflexiones sobre nuestro
querido país. Es absolutamente cierto que ´esa misma
oligarquía hace más de cien años le arrebató a Bolivia,
en la guerra desatada en 1879, la costa marítima que le
daba amplio acceso al Océano Pacífico¨. Desafío a
cualquier ser humano a demostrar que una sola sílaba de lo
anterior no es estrictamente verdadero.
Las
palabras de Fidel, todas y cada una de ellas –menos las
que alaban el librito de Marambio- son veraces y certeras.
Ademàs de la cobrada de cuenta que puedan contener en algún
nivel, lo que siempre es legítimo en política, son un
raspa-cacho necesario a la indecisión sostenida del
gobierno de Chile respecto a sus vecinos inmediatos, que nos
convierte en el punto negro de sudamèrica, los únicos
genuflectos al imperio junto con Colombia, pésima compañía,
y el más desagradecido y ominoso de los vecinos del barrio.
Me
pregunto con qué ropa los xenófobos chilenos afirman que
no van a aceptar ninguna intromisión de otro país, en
circunstancias que esos mismo políticos no pierden
oportunidad de inmiscuirse en asuntos internos de Cuba desde
hace cinco décadas.
Las
palabras de Fidel nos recuerdan algo que debimos tener en
cuenta siempre: un revolucionario lo es las veinticinco
horas del día, no se vende por una plantilla parlamentaria
ni por un cargo público bien remunerado ni por un crédito
extranjero. Los actos y las palabras de un revolucionario
suelen dejar la escoba, y así debe ser. Son una bomba de
racimo en medio de la escoria derechista y la complacencia
del supuesto progresismo. Un revolucionario no se queda
callado ni se hace el sordo cuando le conviene porque su
existencia está destinada siempre a denunciar lo que està
mal y cambiar el estado injusto de las cosas.
Así,
mientras el director de La Tercera se paseaba con el seño
fruncido por La Habana y la diputada Isabel Allende
declinaba la invitación –según cuentan las malas lenguas,
porque no se le daría el tratamiento de jefa de estado que
ella exigía- en el luminoso fondo de esta revolución se
gestaba una fraternal caricia: la invitación a
que recuperemos lo mejor de nosotros, de que volvamos
al camino correcto, tal cual como lo sostuvo Salvador
Allende el 12 de noviembre de 1970, cuando nos dejó esta
tarea:
¨En este plano de reparar
injusticias, también he resuelto que el hermano país de
Bolivia retorne al mar. Se acabe el encierro que sufre desde
1879 por culpa de la intromisión del imperialismo inglés.
No se puede condenar a un pueblo a cadena perpetua. Ahora no
somos gobierno de la oligarquía minoritaria, somos el
pueblo. No nos guían intereses de clase dominante. No le
pedimos nada al sufrido pueblo boliviano, queremos solamente
reparar el despojo cruel del que ha sido víctima. Un pueblo
que esclaviza a otro pueblo no es libre. Busco el
entendimiento de los pueblos hermanos en el mutuo respeto y
en la paz¨.
Con
tan nobles y poderosas razones, sugiero a la
presidenta Bachelet revivir a la que fue cuando curaba
heridas de los compañeros del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez, exijo a los dirigentes de la izquierda chilena
que se pongan a la altura de los acontecimientos y levanto
mi voz para decir, junto a Allende y Fidel: ¡¡¡¡Mar para
Bolivia!!!!!!
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