Brújula Política
Eduardo Contreras

A las Fuerzas Armadas

A riesgo de pecar de ingenuidad, escribo estas consideraciones que llegarán de todos modos a sus destinatarios toda vez que sus aparatos de "inteligencia" están obligados a leer y recortar todo de todo lo que se diga y escriba sobre las FF.AA.
Es que, después del desafuero de Pinochet como principal responsable de los crímenes de la llamada "Operación Cóndor", después que se destapó la denuncia que le sindica como el autor personal, exclusivo y directo, de la inhumación y exhumación ilegal de los cadáveres de sus opositores ejecutados por sus órdenes, después que ha quedado al descubierto que el general además de criminal es un corrupto, después que se conoce de la existencia de una "inmobiliaria militar" que compromete al Ejército en diversos ilícitos, luego que se conoce que sus familiares directos están comprometidos no sólo en lo de las cuentas secretas sino que hasta en el tráfico de vehículos robados, ¿sobre qué bases éticas, morales, jurídicas o políticas, pueden los mandos de las Fuerzas Armadas seguir guardando silencio, cuando no solidarizando con el gran responsable?
En una sociedad democrática con institutos armados sanos, no comprometidos con los crímenes de la dictadura, lo menos que se podía esperar estos días era una firme declaración de condena al que fuera Comandante en Jefe del Ejército, que se le degrade institucionalmente, que se le expulse de sus filas; en fin, gestos que notifiquen al país que de veras los actuales mandos separan aguas de una vez y para siempre del pasado oscuro de asesinatos y robos, para los que no fueron creadas las Fuerzas Armadas. El silencio de hoy de los comandantes en jefe, otorga.
En estricto rigor, en un país democrático los actuales mandos de las FF.AA debieran renunciar y el poder civil debiera buscar en sus filas, si es que los encuentra, los elementos democráticos jóvenes que puedan dar conducción en un sentido democrático a unos institutos castrenses de nuevo tipo. Nunca más, enemigos del pueblo que los sostiene y mantiene, al que deben defender y no matar. El Ejecutivo, por su parte, debiera instar a los mandos a un mínimo esfuerzo democratizador. El silencio no basta. Es necesario que Chile y el mundo sepan si los actuales jefes de las FFAA seguirán como hasta ahora de parte del genocida. Si seguirán mintiendo sobre la suerte de los detenidos desaparecidos, y es necesario saber si el gobierno de la Concertación seguirá tolerando este estado de cosas profundamente peligroso para el futuro democrático de la nación.
Urge terminar con la cultura de la muerte. Ejemplos recientes: todos vimos en TV el reportaje sobre el vil asesinato que un oficial de Ejército, hoy en libertad, perpetró hace poco tiempo en la persona de un ciudadano que se desangró durante horas a vista y paciencia de un grupo de carabineros que no se atrevieron a actuar ante el criminal que los desafió con el solo anuncio de ser miembro del Ejército. Es el Chile de hoy.
Otro ejemplo: se reabre el caso del niño Anfruns y queda en claro que fue otro crimen de la dictadura. El juez de entonces, miembro hoy de la Corte Suprema, es Ricardo Gálvez, conocido por su apego a Pinochet. El expediente "se ha extraviado". En el caso están comprometidos, entre otros, Ernesto Baeza, Mónica Madariaga, Sergio Fernández, Rodolfo Stange y otras estrellas del pinochetismo. Es el Chile de hoy.
Pero el Chile de hoy es también, gracias a la lucha de los familiares de las víctimas y del movimiento de derechos humanos, un país que exige verdad y justicia y que conoce perfectamente que sin lograrlos nunca habrá estabilidad democrática ni posibilidades reales de una vida mejor.