De La Tercera - 28 junio 2005
Pymes: la otra desigualdad
Por Mario Morales, Director Departamento de SIA, Facultad de
Ciencias Economicas y Administrativas, Univ. de Chile
No es un tema nuevo -y lo escuchamos sobre todo en época de elecciones- que la
desigualdad de oportunidades que se genera entre personas que nacen en hogares con
diferentes condiciones económicas y sociales determinará las oportunidades de éstas
durante su vida. Sin embargo, poco o nada hemos escuchado acerca de cómo esa desigualdad
se reproduce también en la relación entre las pequeñas y las grandes empresas.
Un estudio que estamos realizando en la facultad está dando resultados que indican de
manera empírica y dramática cómo muchas grandes empresas, en forma sistemática, abusan
de pequeñas y medianas empresas (Pymes) que les prestan servicios claves en la
realización de su negocio. Esto, en muchos casos, no es más que una expropiación de una
parte de las ganancias que las Pymes generan por un servicio prestado a una gran empresa,
en donde la existencia de un contrato avala el perjuicio que el grande provoca al más
pequeño.
En muchos casos, estas pequeñas empresas prestan servicios que desde el punto de vista
del negocio de la gran empresa son fundamentales en el proceso de agregación de valor.
Por lo tanto, son proveedores estratégicos, entregando, por ejemplo, servicios de venta
para empresas donde la venta es un aspecto clave del negocio. Estas Pymes sufren, además,
la particularidad de no poder entregar servicios similares a otras empresas, lo que
evidentemente les hace perder eficiencia, no pueden asociarse entre ellas, de modo que
pierden todo poder negociador, y muchas veces sus contratos son cambiados en forma
arbitraria sin que ello implique ningún tipo de compensación.
Lo anterior no es lo más grave cuando observamos que las prácticas más complejas, y
que deberían llamar a la reflexión en el sector empresarial y a los distintos candidatos
presidenciales, son otras que rayan en lo abusivo. Esto, porque son las Pymes las que
muchas veces se llevan los costos de las malas decisiones que se toman en las grandes
empresas para las que trabajan. Es decir, en forma arbitraria se les hace pagar a ellas
por malas decisiones que jamás han tomado y, además, sobre las que jamás se les ha
consultado.
Para dar sólo un ejemplo: en muchas grandes empresas donde la venta está
externalizada los procesos de control y aprobación de un cliente están centralizados,
así que las Pymes que venden por ellos obedecen a sus políticas y reglas de decisión
respecto a cuándo vender y cuándo no. Sin embargo, observamos empíricamente que quienes
pagan por un error en este proceso no son quienes tomaron la decisión incorrecta, sino
las pequeñas o medianas empresas, a las que simplemente se les retiene o castigan sus
pagos. Eso significa costos que muchas veces superan el 50% de la rentabilidad del negocio
que el pequeño pierde y el grande gana.
Esta situación, que se debe revisar, me hace creer que en países como el nuestro la
autoridad debería participar de manera activa en la relación contractual que norma
muchas actividades comerciales. Se tiene que generar un mecanismo permanente de
supervisión -que hoy día insólitamente no existe- al cual los pequeños empresarios
puedan acudir para minimizar los abusos y que eliminen estas distorsiones que son siempre
aprovechadas en benficio del más grande.
Una sociedad donde existe igualdad de verdad y un crecimiento equitativo debe
considerar también un desarrollo de las Pymes donde éstas no sólo sean importantes para
el país por el nivel de empleo generado, sino también deberían ser parte importante de
las ganancias que se generan. Sólo de esa forma el nivel de salario de un empleado de una
Pyme podrá mejorar y con ello estaremos contribuyendo a reducir la brecha entre los que
ganan más, que generalmente trabajan en las empresas grandes, y los que ganan menos, que
generalmente trabajan en las Pymes y las microempresas. |