Víctor Hugo
Fernando
Hugo Azcurra
Abril
2007
Pues
bien, en nuestra época, ese
tiempo ha llegado y no es el
tiempo de una idea: es el tiempo
de una realidad. Tiempo del
Socialismo y
realidad de los problemas
de su construcción. Vivimos en
una nueva época de la historia
mundial: es
la del tránsito de una sociedad
que declina, moribunda, pero aún
fuerte, y otra que nace,
reclamando su derecho a la vida,
pero aún débil. Situación
que se reconoce en toda época de
cambio histórico, de turbulencias,
de rebeliones, entre una sociedad
establecida que se niega a
desaparecer y otra que viene a
desplazarla. Nuevas relaciones
sociales, nuevas formas de
producción, nuevas modalidades de
vida y cultura. Tales movimientos
de ruptura no se producen de golpe
y en un día, se desarrollan a lo
largo de siglos, hasta quedar
establecida la nueva configuración
social, el nuevo régimen. Es lo
que hoy sucede entre un
capitalismo imperialista
financiero que lucha por mantener
su supremacía y que nada cambie,
defiende el statu-quo,
y las nacientes formas de la
nueva sociedad que desafían tal
supremacía y buscan afanosamente,
en medio de innumerables
dificultades de todo orden, romper
tal status
y afirmar la nueva clase y sus
nuevos valores.
1)
Cambios revolucionarios: ¿actualidad
o pasado?
El problema
fundamental de nuestra época
En
materia de análisis político la
concepción materialista impone ir
más allá de los fenómenos
cotidianos y episódicos que
manifiestan las sociedades. Exige
conocer las tendencias y
corrientes más profundas que
determinan y regulan su movimiento
permitiendo así avizorar,
anticipar su derrotero, sino de un
modo exacto, ya
que ello es prácticamente
imposible, al menos en una forma
general pero segura.
Trataremos
de cumplir con aquél precepto de
método para intentar captar cuál
es hoy el problema fundamental de
nuestra época. Por época deberá
entenderse un largo lapso histórico
de la vida social que toda
sociedad experimenta: época
inicial de cambios, época de
desarrollo y consolidación,
finalmente época de declinación
y extinción. ¿En cuál estadio
se encuentran hoy sociedad
burguesa y sociedad socialista?
Veamos.
Desde
1848
por los procesos
revolucionarios que se extendieron
como reguero de pólvora por
Alemania, Francia, Hungría,
Polonia, etc. en los que la
burguesía afirma su dominio ante
la nobleza territorial y, al mismo
tiempo, hace morder el polvo de la
derrota a los trabajadores que ya
buscaban ir más allá de las
consignas burguesas abiertas con
la gran revolución francesa de
1789, pero en particular desde
la Comuna
de París, se advertía, para
quien quisiera examinar en
profundidad los acontecimientos
socio-políticos, que no terminaba
aún la burguesía de sentarse
definitivamente y en tranquilidad
a hacer uso del control estatal
cuando ya tocaba a las puertas de
su sociedad el proletariado fabril
explotado, humillado, sin derechos
políticos ni civiles, como nuevo
dirigente de todo el pueblo. Junto
con la etapa de consolidación de
la burguesía ya se desbrozaba el
camino fundamental a inicios del
siglo XX: el de
la Revolución
Socialista.
¡He ahí la cuestión decisiva y
central de la nueva época!
¡Inminencia
y actualidad de
la Revolución
Socialista
!
Pero
como nada permanece en lo que es
y, como durante el siglo XX se
concretaron los cambios
revolucionarios pronosticados, el
movimiento proletario pasó de los
desafíos a la burguesía y a su
sociedad del capital, a la realidad
del surgimiento de varios países
que romperían el statu-quo
mundial dominado por ella, la
cuestión fundamental, sobre todo
luego de la 2da. posguerra se
desplazó, por así decir: se
transformó hoy ¡en
la actualidad del socialismo!
Pero
esta actualidad se presentó no en
los términos esperados, esto es,
en algún o algunos países más
desarrollados por la senda del
capitalismo, sino que arrancó en
los países constitutivos de su
periferia. Esto hizo y aún hace
que siga vigente el cambio en aquéllos
y obliga a redefinir también los
procedimientos y las vías en la
consecución del Socialismo en los
países periféricos que no han
producido el cambio, a tenor de
los problemas planteados a la
construcción socialista en los países
que promovieron los cambios en tal
sentido.
Si
no se acepta éste carácter
fundamental de nuestra época que
vivimos, transitamos y luchan los
trabajadores de todo el mundo, que
es el tránsito
de una sociedad a otra, que es la
época de la actualidad y de la
realidad del socialismo, todo
se convertirá en retórica hueca.
Y digamos con firmeza y
prestamente que esto no es una
deformación de lo que acontece: ¡es
un fundamento real y objetivo de
ésta época!
Hemos
pasado, pues, desde la inminencia
y actualidad de la revolución
socialista a comienzos del siglo
XX a la de su ¡actualidad y
realidad objetiva! a partir de
la Revolución
Socialista
de octubre en Rusia, pasando por
la rebelión China y el sudeste
asiático, y las insurgencias, con
variada fortuna, de África y América
Latina a la de su ¡actualidad y
realidad objetiva hoy! fines del
siglo XX e inicios del siglo XXI.
Si no se recupera y capta con
fuerza lo patente de este
fundamento todo análisis
materialista pecará de
insustancial
y artificial.
Es
esto, entonces, lo que impone sin
vacilaciones no mirar la estrechez
de la construcción del Socialismo
o, al menos, no sólo enfocar la
mirada en ello, sino advertir
por los entresijos de tales
estrecheces, carencias y
limitaciones, la potencia y la
fuerza de lo que se abre paso
inexorablemente: las nuevas
relaciones, la nueva sociedad, haciéndolo,
claro está, por la multiplicidad
de los meandros, avances y
retrocesos, victorias y derrotas,
¡ninguna lucha, ninguna
construcción social se hace en línea
recta, directa y limpia! Y tan
cierto como es esto, lo es la
extinción del capitalismo, la
vieja sociedad.
Debe
subrayarse esta circunstancia
porque hay quienes, dentro del
propio campo de la izquierda,
acompañan las posiciones de la
burguesía viendo en los cambios
del capitalismo actual, los de su
etapa de imperialismo monopolista
estatal en imperialismo
monopolista financiero mundial, sólo
lo que pareciera tener de ¡consolidación
definitiva de su dominio!, lo que
pareciera mostrar el ¡triunfo de
su lógica! apoyándose en el
derrumbe de
la URSS
y en que el movimiento obrero
mundial ¡ha desaparecido! Síntesis:
¡perdieron la revolución y los
trabajadores! ¡Ha triunfado el
capitalismo!
Agigantan
la creencia en la fuerza del
enemigo de clase, refuerzan sus
argumentos mentirosos y, como
contrapartida, reducen hasta su
extinción, la potencia de las
luchas y la fuerza del embate de
todos los trabajadores asalariados
en sus múltiples modalidades.
Muchos difunden que el
mundo del trabajo es débil como
clase, como ideología y como política
de oposición, está disperso, sin
conducción, está sin el objetivo
del socialismo, se ve desorientado,
a la deriva, los pueblos y en
particular los trabajadores
descreen de la política, de toda
política, incluso de la propia de
los partidos de izquierda o que se
dicen inspirados en el marxismo.
Estas
posiciones son ¡derrotistas! Diríamos
que esto es rutinismo de
pensamiento, que es tragarse el
discurso y la práctica de la
burguesía y sus portavoces
intelectuales que lo llenan de
altisonancias triunfalistas,
gritando que la historia ha
terminado, que al fin la humanidad
ha llegado a conquistar la cúspide
social: ¡el dominio omnímodo de
la sociedad burguesa!
Esto
es lo mismo que un llamado a los
trabajadores a ¡no hacer nada! ya
que luchar por los cambios
revolucionarios es estar ¡condenado
al fracaso! aleccionan con que ¡los
trabajadores ya no siguen ni
persiguen cambiar la sociedad! ¡menos
aún por el socialismo de cuartel!
¿Qué buscan y qué quieren?
Quieren la democracia, desean la
libertad, buscan vivir bien estos
son los únicos cambios y
objetivos inmediatos y prácticos
que pueden esgrimir y por los que
los pueblos se moverán, o sea,
por los valores
burgueses y dentro de la
sociedad burguesa, nuestra
sociedad burguesa afirman es ¡inconmovible
y eterna!
Para
estas posiciones ya G. Lukács señalaba
que …a
los ojos del marxista vulgar los
fundamentos de la sociedad
burguesa son tan inamovibles, que
aun en los momentos de su conmoción
más evidente no desea otra cosa
que el regreso de la situación
`normal´, no
viendo en sus crisis sino
episodios pasajeros y considerando
la lucha, incluso en tales períodos,
como la nada razonable rebelión
de unos cuantos irresponsables
contra el, a pesar de todo,
invencible capitalismo
(G. Lukács, Lenín,
La Rosa
Blindada
, p. 17)
¿Pero
no hay acaso mucho de verdad en
aquellas posiciones? Negar la
implosión de
la URSS
y su impacto en quienes luchan
buscando la superación de
la sociedad burguesa en pro de la
construcción socialista, como
también el reflujo en la
conciencia socialista y una
situación de desaliento por parte
de la masa de trabajadores a nivel
mundial, sería necio. Pero hemos
de decir que no menos cierto es
que a la altura en que se
produjeron los acontecimientos que
llevaron al desmoronamiento de
la URSS
, ésta
había dejado ya de ser el
único referente en la lucha
anticapitalista. Más aún era,
casi desde de sus inicios, blanco
de innumerables ataques por sus
desvíos de la verdadera
construcción socialista, de los
cuales Trotsky y sus continuadores
fueron de los primeros en señalar.
A partir de la 2da. posguerra la
llamada coexistencia pacífica fue
uno entre los tantos temas políticos
de furiosas invectivas. Los
procedimientos burocráticos
internos en la planificación económica,
fue otro, y así puede y debe-
hacerse una lista.
Los
ejemplos respecto del abandono por
parte de los trabajadores de los
países europeos
principales
de las tácticas de lucha
oposicionista intentando derrocar
al capital y lanzarse en la senda
del socialismo, también durante
aquel lapso, fueron evidentes.
Pero es sólo parte de la situación
que la explica. La posición
privilegiada de las burguesías de
esos países en la estrategia de
los EE.UU. para Europa occidental
como contención del comunismo los
alcanzó con un nivel de vida y de
consumo jamás vivida ni pensada
antes. Pero aún así durante los
primeros veinticinco años de la
segunda posguerra los partidos de
izquierda en Francia e Italia, por
ejemplo, establecieron políticas
que jaqueaban al sistema liderado
por EE.UU. y obligaban a sus altos
mandos en connivencia con los
gobiernos europeos a nuevos diseños
políticos, diplomáticos,
sindicales y laborales, de modo
que evitaran al máximo los
conflictos internos.
En
los países periféricos la
situación constituyó una forma
abigarrada de situaciones específicas.
Los movimientos de liberación
nacional que arrancaron con fuerza
por la misma época, en algunos
casos lograron sus objetivos
(Viet-Nam, China, Cuba) y en otros,
por la agresión y hasta por
invasión de los EE.UU. fueron
neutralizados o derrotados (Chile,
Mozambique, Angola, etc.)
Pero
todos estos ejemplos expuestos de
una forma sumaria no exhaustiva,
muestran por un lado lo que pasó
y al mismo tiempo lo que falta
hacer puesto que al plantearse
movimientos para sacudirse el yugo
del capital pusieron o
desencadenaron el movimiento
opuesto, y ellos mismos son los
indicadores de la nueva época a
la que aludimos, la de su
actualidad y la de su objetividad.
En las guerras se libran batallas,
unas son importantes, otras lo son
menos, unas son de movimiento,
otras de enfrentamiento directo,
unas contienen mucho de diplomacia
otras más de resolución militar,
unas son de avance y otras de
retroceso ¿Qué
decide la importancia y valor
sobre su derrota o su victoria? El
carácter general la época
social- en la cual se inscriben y
la relación que guardan respecto
del cuadro histórico-mundial, si
aún tratándose de una derrota ésta
no logra frenar la tendencia
epocal, y si en cuanto victoria ésta
acelera o no el advenimiento del
triunfo final.
No
es sólo, y a veces ni
principalmente, el aspecto militar
e inmediato de la confrontación
lo que determina su valor en los
conflictos, mucho más si, como en
este caso, hablamos de conflictos
de clase del cual lo militar es un
aspecto, que contienen características
y ángulos de todo tipo: político,
social, económico, cultural, histórico,
etc. y militar. En cada momento,
alguno o algunos de estos aspectos
predomina respecto de los otros,
saber cuál es y estar en
condiciones de manejarlos hace a
la conducción estratégica y táctica
general en el tiempo dentro de la
época y de la oposición
fundamental.
En
consecuencia la actualidad y
realidad del Socialismo, es lo
decisivo y la tendencia mundial;
marca de modo indeleble el carácter
fundamental de nuestra época, es
esta una situación objetiva y
candente: cada
uno de los hechos y episodios de
lucha socio-política, tiene que
ser relacionado de manera concreta
con ese fundamento histórico-social
de fondo y concebirlos como
momentos de un todo mundial de tránsito
de una sociedad a otra ¡este es
el fundamento de todas las luchas
de clase hoy y de todas sus
transformaciones!
La
transformación del capitalismo
como capitalismo monopolista,
convirtió a fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, la
revolución del proletariado por
el socialismo en actualidad,
la planteó como problema
de actualidad de
esa etapa de la nueva época.
Desde fines del siglo XX
hasta hoy, comienzos del
siglo XXI, recorremos una nueva
etapa que nos presenta como
problema actual y real la construcción
del socialismo en sus dos
puntos centrales: como
Revolución que debe
producirse aún en los países
centrales y periféricos y como
nueva sociedad en
construcción.
Es
posible advertir, entonces, que
los cambios revolucionarios NO son
cosas del pasado sino, muy por el
contrario, cosas del presente.
Estos cambios constituyen la
actualidad ¡y hasta la necesidad!
no sólo más profunda sino
evidente y quien se niegue a
considerarlo así no se ubicará
en el campo de los trabajadores
asalariados y de quienes luchan
por el progreso social y la nueva
sociedad.
2)
Los trabajadores como clase
socialmente dominante
Su
sustancialidad histórica mundial.
¿Qué
debe entenderse por trabajadores
como clase socialmente dominante?
En la actualidad mundial del
capitalismo imperialista
financiero, no existen otras
clases que como resultado de
producción feudales, semifeudales,
trabajadores autónomos, artesanos,
etc. disputen su lugar político-social
en igualdad de condiciones de
explotación. O bien que tengan
todavía por delante lograr sus
propios fines históricos.
Hoy
los trabajadores asalariados
constituyen la mayoría de la
población mundial trabajadora,
son su parte más activa sindical
y política. No quiere decir esto
que aquellas otras capas o
bolsones de trabajadores haya
desaparecido ¡no! Más aún en
algunos países y economías bien
pueden formar una realidad
extendida oprobiosa, pero en
aquellos países y regiones periféricos
que hayan experimentado un
desarrollo industrial burgués por
incipiente que sea, va tomando
cada vez forma la explotación
asalariada como norma y ley. Y en
aquellos en los que es posible
advertir relaciones atrasadas, si
se examinan en profundidad mostrarán
que están montadas, por así
decir, y dominadas por el capital
imperialista transnacional.
Es
a partir de esta realidad,
entonces, que se volvió imperioso
para los trabajadores el
desarrollo y proyección de sus
intereses como política e ideológicamente
dominante, abarcando en su propio
seno a todas las demás clases y
capas explotadas sin exclusiones
ya que el campo del pueblo
trabajador es el terreno de
confrontación en que se mueven
todas las clases en la sociedad
burguesa.
Y
sin embargo las afirmaciones
anteriores parecerían chocar de
inmediato con la comprobación de
hechos políticos mundiales
completamente opuestos que
desmentirían aquella posición cuestionando
la centralidad
y esencia de la época junto con
el cuestionamiento del sujeto histórico-político
portador del cambio.
¿En
qué argumentos basan tales
cuestionamientos? En general:
a)
la caída del sistema socialista a
manos de una caterva de rufianes
burócratas pro capitalistas,
apoyados por esos trabajadores que,
se suponía, debían defender el
sistema.
b)
la espalda dada por la sociedad y
por los propios trabajadores de
los países capitalistas más
desarrollados al socialismo y la
ideología socialista.
c)
las transformaciones económicas,
políticas y sociales reflejadas
en el proceso de globalización
que están determinando la
desaparición del proletariado
industrial y su progresivo pero
inexorable reemplazo por los
trabajadores de servicios y de la
producción inmaterial que
sobrepasa en valor y producción a
los sectores tradicionales de la
producción material.
d)
En los países periféricos, en
particular en América Latina,
los movimientos políticos
no están liderados por los
trabajadores asalariados sino por
un conjunto de clases, capas y
sectores en los que suelen
predominar liderazgos personales y
grupos pequeños que tienen
diversos orígenes sociales.
Todas
estas posiciones y otras parecidas
conforman un estado de situación
mundial respecto de la confrontación
socialismo versus capitalismo,
proletariado versus burguesía,
marxismo versus liberalismo, más
o menos de este tipo: 1) el
proletariado ha sido derrotado en
toda la línea; 2) el socialismo
culminó en un estrepitoso fracaso
y, 3) la
concepción marxista como teoría
de las sociedades se reveló como
una falsedad: por tanto, éste es
el tiempo de crisis de las
experiencias de todo el siglo XIX
que durante todo ese lapso
se creyó que era un innegable
triunfo histórico y político del
socialismo marxista a partir de la
revolución
de octubre.
Se
teoriza que el impacto y las
proyecciones de aquella revolución
a nivel mundial han muerto, que ha
concluido una época y una ilusión.
Por el contrario, en el otro
campo, el de la burguesía, lo que
hay es triunfo, 1) éxito del
capitalismo; 2) demostración
de la verdad del liberalismo, 3)
¡la burguesía y el capital han
triunfado! ¿Qué hacer? ¿Empezar
de nuevo? ¡No! Hay que buscar
otros caminos, encontrar otros
actores no contaminados, evadir
las organizaciones tradicionales,
alimentar todo lo nuevo, lo no
explorado, lo antes no tenido en
cuenta, estimular todo accionar de
cualquier tipo de organizaciones
e instituciones o de prácticas
que proclamen sus derechos, minorías,
grupos, asociaciones, en especial
culturales, sociales, vecinales,
etc. absteniéndose de dirigirlos
o señalarles fines,
procedimientos, e ideas fuera de
las que ellos mismo se den y
construyan, recuperar la utopía y
la esperanza.
Pues
bien, el materialismo marxista
exige aceptar los hechos
frontalmente, sin dudas ni
vacilaciones, sin construir
posiciones y/o argumentos
ilusorios, pero al mismo tiempo
con la clara firmeza de señalar
que existe siempre algo más
profundo y de primordial
importancia que los hechos o
situaciones aislados: el
proceso general, la totalidad del
movimiento
de la sociedad y de la época histórica
con sus clases actuantes.
Reconocer sin
medias tintas la existencia de
hechos y situaciones no implica
que se los deban aceptar
como la realidad
determinante de la acción y del
proceso general. Esto ya lo sabía
a la manera literaria el gran
escritor irlandés Chesterton
quien decía ¡Los
hechos! ¡Cómo oscurecen los
hechos la verdad!... Todos los
detalles conducen a algo, no cabe
duda; pero por regla general a
algo equivocado. Los hechos
apuntan en todas direcciones, como
los millares de ramas de un árbol.
Únicamente es la vida del árbol
la que ofrece unidad y la que se
eleva…Únicamente es su verde
savia la que brota como un
surtidor hacia las estrellas
(G.K.
Chesterton, El
club de los negocios raros, Obras
Completas, Janés Editor, III,
p. 1282). Hay aquí una relación
entre existencia (los hechos) y
realidad (la sustancialidad histórica),
lo que existe por el mero de
existir no tiene realidad. No es
lo mismo existencia que realidad,
un zapatero remendón tiene
existencia pero carece de realidad
en las relaciones capitalistas de
producción porque lo sustituye
con la industria del calzado, es
ésta la que tiene realidad y no
aquél.
Lo
primero que es necesario afirmar
de modo indubitable es que la
victoria definitiva de los
trabajadores asalariados y sus
aliados está atravesando un largo
camino histórico y político
apenas iniciado, ha habido y habrán
aún triunfos, pero habrán, ¡las
hay!, derrotas, y serán
inevitables, como lo serán los
pasos atrás, las regresiones, no
sólo políticas, sino
ideológicas y organizativas,
a estadios que se
consideraban ya superados.
Esta es
la marcha de la historia de
la lucha de clases y del
nacimiento de toda nueva sociedad.
La
visión cotidiana de quienes viven
estos amplios períodos de
transición, a unos, les hace ver
un mundo que se derrumba y hablan
de crisis y de los buenos viejos
tiempos, es la conciencia ingenua,
son conservadores; entre los otros,
se encuentran quienes están
comprometidos con los cambios y
enfrentados a las autoridades
establecidas, en cada éxito ya
festejan la muerte inmediata del
mismo, son
los exitistas, o están también
los que ante una batalla perdida,
la toman como derrota de toda la
lucha y de lo fútil que ha sido y
será conmover un sistema tan
arraigado y firme como una roca
ante los embates del pueblo y de
los luchadores; son los
derrotistas. Pues
bien, estamos viviendo tal época
y se dan triunfos y derrotas,
pasos hacia delante y pasos hacia
atrás, avances y retrocesos,
luchadores y dirigentes que se
doblegan y se vuelven realistas
pero también luchadores y
dirigentes que se templan y
fortalecen en sus convicciones;
hombres y organizaciones que
abandonan el compromiso del
combate pero
en contraposición aparecen
hombres y organizaciones que los
reemplazan y asumen sus
responsabilidades. La vida social
es movimiento, acción, y la
esencia de ellos es el antagonismo,
la oposición y su superación.
Y
abordemos desde esta perspectiva
el cuadro de situación descripto
ante el cual se encuentran los
trabajadores asalariados en el
nivel general. Todos y cada uno de
los puntos desde a) hasta d)
constituyen sólo parte de los
problemas del tránsito histórico
de una a otra sociedad,
y quien haya pensado o creído
que esta época iría a ser
relativamente corta, directa, límpida
y siguiendo un patrón cortado a
medida de sus aspiraciones carece
de una comprensión de los fenómenos
sociales reales. Lenín decía: Quien
espera una revolución social pura,
jamás llegará a vivirla, y no
pasa de ser un revolucionario
verborrágico que no entiende la
verdadera revolución. Pues
bien, puede hacerse una paráfrasis
de lo anterior y afirmar que quien
piensa que el acceso a y la
construcción del socialismo debe
ser una tarea
pura - sin sangre,
esfuerzos, luchas denodadas, y
conflictos de todo tipo-
no entiende absolutamente
nada de lo que está viviendo ya
que nunca verá sus ensueños
hecho realidad.
La
caída de
la URSS
fue y es el más imponente golpe
dado al socialismo. Fue, en su
momento, una enorme revuelta
contra el comunismo como
adversario del capitalismo en lo
que era el centro principal de la
otra sociedad. Esto no puede ni
debe ser desfigurado ni atenuada
su gravedad. Decir que
la URSS
no era un país socialista, que
allí no se trataba de una
sociedad cuya aspiración y
construcción consistía en lo
opuesto al capital es solo un
atajo y un sofisma. Lo mismo podría
afirmar, y en muchos casos es así,
un liberal capitalista que ante
las atrocidades evidentes de
funcionamiento del sistema
capitalista aleccionara con que éste
NO es el verdadero capitalismo,
que el verdadero capitalismo, es
justo, equitativo, igualitario,
etc. etc. por lo que todavía
resta construir tal capitalismo; y
lo mismo podría pensarse del
mensaje cristiano que todavía está
por realizarse ya que
la Iglesia
Cristiana
NO es la auténtica representación
de Dios y de sus designios. De
esta manera se separa el discurso
de la realidad sobre la que se
asienta y de la cual forma parte.
Es inadmisible aceptar semejante
postura.
Lo
esencial, sin embargo, no
reside en tal relación sino en
las leyes que determinan la
existencia y movimiento de una
formación económico-social.
Aunque se quisiera hacer del modo
de producción capitalista una
sociedad justa, equitativa, etc.
esto no sería posible en modo
alguno, ni siquiera en las
versiones menos duras, ya que tal
sociedad se asienta en una asimetría
de carácter social
irreconciliable: los
propietarios no-trabajadores, dueños
de los medios sociales de producción,
y los trabajadores no-propietarios,
sólo dueños de su
fuerza
de trabajo. Ésta es la
base irreductible de la explotación,
la desigualdad, la inequidad, sin
la cual no existiría el
capitalismo como estructura económica.
Puede
haber (los hay) países en los que
esta asimetría no adquiere las
modalidades más sanguinarias y
viles, pero no altera su esencia
de clase y la apropiación
gratuita del trabajo colectivo por
el sector burgués dominante. De
manera que la subordinación
real del
trabajo al capital ES lo
sustancial de la sociedad burguesa
capitalista; la continua
expropiación de los trabajadores
de los medios sociales de producción
y su conversión en capital,
constituyen la ley para su
constante reproducción: los
trabajadores entran como tales en
la sociedad y en la producción, y
salen exactamente en las mismas
condiciones; mientras que los
propietarios entran como tales y
salen también como tales, pero
con cada vez mayores posibilidades
de acumulación y de dominio.
Mientras permanezca la ruptura
entre los trabajadores y los
medios de producción, no habrá
ninguna superación de los
problemas sociales y políticos
del sistema pues porque ¡es él
mismo quien los produce y de los
cuales se nutre!
Ahora
bien, cuando examinamos el tipo de
construcción socialista que desde
la URSS
se difundió como modelo socio-económico
opuesto rivalizando con el
capitalismo, para nuestro
desconcierto y perplejidad
encontramos que aquella
subordinación real no fue
superada. Se expropiaron a los
capitalistas individuales, se los
reemplazó en la gestión y
administración por cuadros
partidarios (PCUS) dotados de
poder y autoridad no sólo desde
la pertenencia al partido sino por
el hecho mismo de la autoridad y
responsabilidad que surge de
cualquier tipo de organización en
cualquier sociedad en la que se
establecen relaciones jerárquicas.
Era esto lo que otorgaba el carácter
de socialismo a la nueva sociedad
y así se conoció y difundió.
Este ERA el socialismo para sus
trabajadores y para el mundo todo.
De
manera que el partido-Estado
configuró el principal (no el único)
propietario colectivo en la
sociedad, ante la inmensa masa de
trabajadores asalariados que
continuaron siendo tratados como
vendedores de su única mercancía:
la fuerza de trabajo. No era, pues,
una sociedad colectiva por la
propiedad, colectiva por la
administración, colectiva por la
distribución y el consumo. Seguía
manteniendo notorias relaciones de
parentesco estructural con el
capitalismo. Ya no era capitalismo
a secas pero tampoco era comunismo
en gestación.
Cierto
es que se puede considerar que
esto, hasta cierto punto, era
inevitable en principio por haber
surgido la revolución no ya en un
país industrialmente atrasado
sino directamente con relaciones
de producción feudal conteniendo
además formas comunales de
propiedad de la tierra.
Y que a lo anterior se
puede agregar la no menos
asfixiante realidad de la primera
guerra mundial, la hambruna de los
años 1920, la industrialización
a marcha forzada entre los 30 y
40, la segunda guerra mundial y
sus estragos, el período de
reconstrucción, etc. Cuando se
hace un recuento de todo esto para
la construcción económica y
social propiamente dicha quedan
las décadas desde el 50 hasta los
90, en condiciones de paz interna.
Pero
la enajenación de los
trabajadores de sus condiciones
objetivas y subjetivas prosiguió
impertérrita y por tanto la base
de su desapego al socialismo, al
partido y a los cambios
revolucionarios mundiales. La
clase asalariada se desentendió
en los hechos de los objetivos
económicos, de las
responsabilidades políticas, y de
la construcción misma tal como se
estaba llevando a cabo: era la
gran ausente. El tipo de
socialismo a
la URSS NO
eliminó la ruptura entre los
trabajadores y los medios de
producción, al contrario, bajo
una nueva configuración se
perpetuó. Si se añaden el
autoritarismo político, las
limitaciones a los derechos
individuales y personales de los
trabajadores, los privilegios de
la casta burocrática dueña en
los hechos de las empresas, del
partido y del Estado, las
restricciones innecesarias en el
consumo privilegiando
criminalmente, como decía el gran
economista polaco Michal Kalecki,
la inversión a locas, tendremos
un cuadro muy restringido pero
variado de circunstancias que
explicarían el por qué los
trabajadores de
la URSS
no salieron a defender su sociedad:
sencillamente no era su sociedad,
no era una economía de la cual
ellos fueran dueños colectivos,
no era su construcción, era la
construcción, la sociedad y la
economía de unos burócratas
agazapados formalmente
comunistas. En cuanto se
produjo la rebelión, lo formal se
volvió real: los burócratas se
convirtieron en capitalistas
desembozados y la economía se
reconvirtió en capitalista sin más.
Pero
aquí en este episodio dramático
aparecen cuestiones importantes.
En principio la caída de
la URSS
se ha revelado como un
acontecimiento histórico notable
porque pone al desnudo, una vez más,
la lucha de clases en el nivel
internacional, y no se trata de
pensar en que la burguesía
mundial saboteó, conspiró y
finalmente destruyó
la URSS.
Sí
, tales
dignos actos fueron implementados
en diferentes tiempos y
situaciones, pero
la URSS
no cayó por ellos: cayó por sus
propias contradicciones y a manos
de quienes hubieran debido
defenderla. En segundo lugar para
los trabajadores rusos y de la ex
Europa oriental, ahora ellos
mismos han creado las condiciones
inexorables de desarrollo de su
conciencia socialista, les guste o
no les guste tendrán que retomar
el camino de oposición y combate
que la burguesía de sus países
les impondrá, que ya se los ha
impuesto.
En
tercer lugar es de la máxima
significación histórica, política
y económica, señalar que lo
anterior muestra que la
construcción del socialismo no sólo
se hace con expropiaciones de los
capitalistas, se debe hacerlo con
la función social dirigente de
los trabajadores propietarios
colectivos de sus medios de
producción pero, y no menos
importante,
ejerciendo el poder del Estado al
modo de la democracia del pueblo más
amplia.
La burguesía nunca se equivocó
en sus inicios: preconizó
democracia para ella pero no para
los trabajadores. Los trabajadores
deben aprender de ella: democracia
para el pueblo pero no para la
burguesía.
De
modo que aún en esta situación
de retroceso hay un aspecto de
avance en la conciencia socialista
mundial. Ahora ya es una especie
de prejuicio en la conciencia común:
el trabajo debe subordinar al
capital, los trabajadores gobernar
su Estado, los trabajadores ser
dueños y gestionadores de la
propiedad colectiva, los planes
económicos constituir los fines
generales de la construcción con
participación de los trabajadores.
Sólo así se hará realidad el
hecho de que los trabajadores, de
ser una clase socialmente
dominante, sean política
y económicamente dominante hasta
su desaparición. Esta es la
esencia de la nueva sociedad del
socialismo y por eso es
diametralmente opuesta al
capitalismo: propietarios
trabajadores dueños colectivos de
sus medios de producción, del
Estado y de la sociedad. Esa
es la sociedad que finalmente se
impondrá y que la humanidad verá
surgir en medio de los horrores
que produce todavía los
estertores del capitalismo
imperialista.
Entonces
¿no fue socialismo lo que se
estaba haciendo en
la URSS
? Sí, pero el tipo de Socialismo
que jamás podrá afirmarse al no
pasar de su primer escalón (la
expropiación) al segundo y
decisivo: el liderazgo efectivo de
los trabajadores en las nuevas
relaciones de producción y
conducción del nuevo Estado.
Precio demasiado elevado que ha
debido pagar la clase trabajadora
por arrancar desde realidades
sociales y económicas retrasadas
que imponen un trecho de mucha
confusión y conflictos, tanto
internos como externos. El
propio capitalismo ya ha creado
las bases materiales de la misma.
Esto no es una quimera ni una
apelación al milagro a la
esperanza o al cambio del
individuo primero para que cambie
la sociedad luego. Aquí no se
trata de utopía sino de la
realidad más descarnada y
contundente.
No
nos detendremos demasiado en lo
que respecta al segundo punto ya
que es sabido que los trabajadores
de
la Europa
occidental y en particular de los
países más desarrollados
debieron afrontar la particular
situación geoestratégica
planteada por la segunda posguerra:
el dominio económico y militar de
los EE.UU. e implementación de
sus planes de contención del
comunismo. Esto significó como
fin primordial desarrollar políticas
económicas, sociales y laborales
que plasmaron en un nivel de
consumo elevado y en la atenuación
de los conflictos políticos. Esto
fue, entonces, posible como
resultado de la guerra fría, o
sea de la presencia y el poder de
la URSS
como representante del comunismo
en la confrontación mundial, y
claro está en no poca medida por
las ganancias imperialistas de la
explotación del mundo periférico.
Las organizaciones partidarias
debieron variar sus plataformas y
procedimientos de lucha y hasta
pudieron jaquear dentro de sus
propias reglas de juego al sistema
y obligaron a desarrollar
estratagemas y trampas político-electorales
para impedir el acceso de aquellos
al manejo del Estado. Había y hay
todavía conciencia socialista en
una buena parte de aquellas
sociedades pero la burguesía supo
maniobrar, dividir, y cooptar a la
población trabajadora entre
derecha e izquierda en sociedades
capitalistas que consiguieron
dilatar y posponer el ideario
socialista inmediato.
Una
cuestión importante y caballito
de batalla de muchos escritos
posmodernos es la planteada por el
punto c). El Adiós al
proletariado tiene antiguos
antecedentes ya que desde la década
del 60 se ha difundido en todos
los tonos y con todos los énfasis
la desaparición de su función
primordial en el proceso de
producción, tanto que a mediados
de los 70 con las innovaciones
tecnológicas que planteaba la
robotización en diversas ramas
industriales, llegó a
pronosticarse que hacia fines del
siglo XX ya no habría obreros
sino esas máquinas inteligentes
que reemplazarían por completo a
aquellos.
La
actualización de aquellas
publicaciones y debates es ahora
la que se plantea entre la
denominada producción material
condenada a una muerte poco menos
que a ojos vista y su acelerado
reemplazo por la producción
inmaterial. ¿Qué actividades
conforman una y otra?
Con
el desarrollo de modo específicamente
capitalista de producción, modo
que es aquél en que los
trabajadores están subordinados
realmente por el capital, que ya
se ha parado sobre su propia técnica,
ha variado la escala de producción
y construye su propio mercado,
concentra cantidades ingentes de
trabajadores bajo la forma fabril
que se abre paso desde la
manufactura hasta la gran
industria maquinizada. Esta fue la
figura típica del proletariado
como sinónimo de obrero
productivo de masas crecientes de
mercancías o producto material.
La industria textil, la del hierro,
la extractiva o minera, la
agricultura y ganadería pueden
ser mencionadas como ejemplos de
aquél tipo tradicional de
producción.
Pero
en esta producción el capitalismo
siguió desarrollándose hasta hoy
abarcando la industria de la
construcción, silvicultura,
piscicultura, transportes,
infraestructura y electricidad y
toda la enorme extensión en ramas
de la industria: acero, petróleo,
petroquímica, automotriz, aérea,
plástico, bioquímica, armas y
aparatos espaciales, etc. etc. sólo
para nombrar las más conocidas.
La
lógica de funcionamiento del
capitalismo está en subordinar la
mayor
cantidad posible de actividades
que puedan generar ganancias y que
antes o no existían o existían
como actividades individuales de
pequeños propietarios
independientes o actividades que
no plasmaban en mercancías, por
ejemplo artistas, docentes, médicos,
abogados, etc. en los que la
producción no es separable del
acto mismo de producir. Pero el
notable cambio en el proceso de
producción inmaterial se dio a
partir de los últimos 50 años en
que el capitalismo es su forma
económica de actividad en: sector
público (Estado), sector
monetario y financiero, comercio,
investigación, comunicaciones,
educación, medicina, justicia,
etc. En las dos últimas décadas
las ramas vinculadas con la cibernética
y los procedimientos de
administración por computadoras
ha desatado una oleada de
inversiones que requieren fibras,
chips, microchips, etc.
De
manera que el campo de explotación
de la fuerza de trabajo asalariada
se ha expandido notoriamente ¡pero
esto no es sinónimo de desaparición
del proletariado! ¡Al contrario!
La fuerza proletaria está cada
vez más presente y con un mayor
radio de acción productiva,
social y política porque lo que
se ha ido restringiendo es la
centralidad del proletariado
fabril ¡pero no porque esté
muriendo la producción material,
sino porque se ensanchó la
producción inmaterial! Hay que
quitarse del pensamiento la
asociación inmediata proletariado
= obrero fabril y sustituirla por
proletariado = trabajadores
asalariados. Y es con este
contenido que en este trabajo se
utiliza la expresión trabajadores
asalariados de manera deliberada
para alejarse de aquella figura
que tiene más que ver con la época
de la maquinaria y gran industria
del siglo XIX que con lo que
realmente sucede en la actualidad.
Por
ello afirmamos que no sólo los
trabajadores no han perdido
centralidad y sustancialidad histórico-política
sino que se ha vigorizado y la
sociedad del capital es hoy
sociedad del trabajo asalariado
como su contraparte. ¿Cómo
sería posible aceptar que en el
momento en que más se expande el
trabajo asalariado al ritmo de la
expansión del capital en
multiplicidad de ramas antes fuera
de su alcance, en que cada vez más
es evidente su carácter de clase
socialmente dominante, esté
desapareciendo porque habría
un
predominio del trabajo inmaterial?
Como se puede apreciar esto es un
error en la comprensión
de los cambios capitalistas
y en la ubicación exacta de la
clase en la producción pero también
en la política. Esto, se traduce
políticamente en que se quita el
sujeto portador del cambio
revolucionario y que se deserta de
la revolución y del socialismo.
Y
esto es exactamente lo que expone
y defiende Toni Negri en su obra Imperio.
En reemplazo de la clase social ha
dado con un hallazgo: los
trabajadores asalariados habrían
sido reemplazados por la multitud
De hecho, desde la perspectiva de
una sociología del trabajo
renovada, los trabajadores se
presentan cada vez más como
portadores de capacidades
inmateriales de producción. Se
reapropian de los instrumentos/herramientas
de trabajo. En el trabajo
inmaterial productivo, este
instrumento es el cerebro (y en
este sentido, la dialéctica
hegeliana herramienta está
finalizada). Esta singular
capacidad del trabajo constituye a
los trabajadores en multitud más
que en clase
Cuando
el materialismo marxista avanzó
en el análisis de la sociedad
burguesa haciendo ver que las
luchas no eran pueblo contra
Monarquía o Estado feudal sino
entre sujetos sociales actuantes
como clases (proletariado, burguesía,
pequeña burguesía,
terratenientes, etc.), que aquél
concepto de carácter unitario
ocultaba en realidad hombres e
intereses determinados en las
relaciones de producción de una
manera objetiva y antagónica,
suministró una poderosa
herramienta analítica. Pues bien
ahora se nos propone retroceder aún
a etapas pre-pueblo si se nos
permite esta forma de expresión.
¿Qué es la multitud?, pues no
otra cosa que una
multiplicidad de singularidades,
ya mezcladas, capaces de trabajo
inmaterial e intelectual, con un
enorme poder de libertad.
(T. Negri, Entrevista
de Danilo Zolo, Revista
italiana Da
Reset, octubre 2002, pp. 12,
13, 19). En lugar de un avance se
expone una noción vulgar multitud
que respecto del vocablo pueblo
tiene la característica de ser un
retroceso analítico y una
abjuración del materialismo
marxista ya que éste exige el análisis
concreto desde las luchas de
clases y no desde una sociología
del trabajo.
Respecto
del último punto diremos
brevemente que los acontecimientos
políticos en América lo que están
mostrando es una dura confrontación
entre las políticas, los
programas y los objetivos de
partidos y organizaciones pequeño-burguesas
y las que sostienen los
trabajadores que vienen de décadas
de persecución, tortura, muerte y
decapitación de sus instituciones,
sindicales y políticas. Están
sosteniendo estos últimos un
camino de enfrentamiento con
aquellas clases y dentro de ellas
mismas, necesitadas de un doble
esfuerzo: el de pelear los
liderazgos socio-políticos y el
de depurar sus propias estructuras
(Bolivia, Ecuador, Nicaragua,
Venezuela, son sus ejemplos). Por
lo demás las fuerzas políticas
que se inspiran y respaldan en el
materialismo marxista como su
concepción ideológica deberán
tener siempre presente que el
socialismo marxista es
sólo una de las fuerzas en lucha
y deben preparar y educar sus
estructuras para compartir con
otras fuerzas provenientes de
otras ideologías y de otras
experiencias el combate permanente
contra el sistema.
Así,
pues, no podemos sino concluir
este parágrafo señalando que:
1)
La actualidad
del socialismo es una realidad
objetiva y preeminente del
conflicto de clases mundial.
2)
Los trabajadores asalariados
constituyen la clase sobre la que
ha recaído la responsabilidad de
los cambios revolucionarios en la
sociedad burguesa.
3)
Los trabajadores
asalariados constituyen la clase
socialmente dominante de la
realidad burguesa.
4)
Los trabajadores deben
ser y en algunos casos ya lo
son la clase dirigente de los
cambios revolucionarios y de la
construcción socialista, en unión
con otras clases y capas
explotadas por el capital.
5)
La burguesía es ya una clase completamente
reaccionaria y que sus
objetivos políticos y militares
son la defensa a ultranza del
statu-quo del imperialismo
capitalista financiero.
3)
Imperialismo monopolista
financiero
Etapa
financiera de la fase imperialista
Establecer
con nitidez el vínculo concreto
entre los fenómenos de la nueva
etapa del capitalismo monopolista
imperialista y los problemas políticos
y organizativos que de ellos se
desprenden para los trabajadores
asalariados en su lucha por el
cambio de la sociedad burguesa, he
ahí el quid
teórico fundamental que, como
desafío acuciante, se le presenta
al materialismo marxista hoy, sin
desconocer las enseñanzas que
deben desprenderse de las
experiencias socialistas conocidas.
Pero
abordemos el primer problema ¿A
qué nueva etapa del capitalismo
monopolista se alude? Partimos de
considerar que se mantienen los
aspectos fundamentales del
monopolismo imperialista como fase
superior del capitalismo, pero que
en las últimas décadas ha dado
un paso adelante gigantesco
respecto de su etapa monopolista
primaria. Es cierto que el carácter
financiero formaba parte
prominente del capitalismo
monopolista de la época al punto
que puede afirmarse sin dudas que el
Imperialismo era y ES el dominio
del capital financiero.
Antes constituía la modalidad de
fusión del capital industrial y
el capital bancario desarrollando
de modo acelerado su acumulación
por medio de las formas
monopolistas más diversas:
Kartell, Ring, Corner, Sindicato
industrial, Pool, Trust, etc.
Hoy
esto ya no alcanza. El capital
financiero ha dado pasos enormes
dentro de sí mismo llevando el
carácter financiero a sus niveles
más altos: el dominio casi omnímodo
sobre todas las demás formas de
existencia del capital
(industrial, comercial, de
servicios, etc.). No es otra cosa
que el dominio
y el poderío de la cúspide
burguesa como oligarquía
financiera. De manera que hoy el
capital financiero no representa
ya más o no sólo- aquella fusión
sino que es la potencia del
capital mismo como conjunto
expresando
la totalidad de los intereses de
la burguesía. Una de las
formas adoptadas jurídico-administrativa
es la sociedad holding, que reúne
o convoca en enormes consorcios
transnacionales, pero con sede en
los países capitalistas más
desarrollados, cuantiosos fondos
dinerarios en la forma de activos
financieros.
La
sociedad holding pasó de la
creación de un comité de
trustees como depositario de la
mayoría de las acciones de cada
empresa constituyente del comité
y que al estar
integrada
precisamente por los
accionistas propietarios de ellas,
dirigía la actividad económica
de todas las sociedades que se
mostraban como autónomas, a una
nueva forma: la constitución de
un consorcio supercapitalista con
existencia jurídica propia, pero
cuyo único activo consiste en las
acciones de las empresas
monopolistas coaligadas por decisión
de los accionistas mayoritarios
que las dominan y manejan. Estas
empresas son monopolios puramente
financieros que emiten a su vez
nuevas acciones a favor de sus
socios, quienes jurídicamente
pierden la propiedad de las
acciones de las empresas
productivas y las cambian por las
del holding que de ahora en más
se erige en la dirección
verdadera que fiscaliza y decide
la actividad de todas aquellas
empresas originarias.
Pues
bien, todas estas formas continúan
existiendo hoy, pero el rasgo
distintivo es que en este capital
monopolista financiero lo financiero
es lo decisivo al punto que lo
dominan asociaciones de Bancos con
extensión e influencia mundiales
que subordinan al capital
productivo. Esta es la
representación actual y más
genuina del capital en
su conjunto como totalidad y cúspide
frente a los capitalistas
individuales, siempre
que se exprese como capital
dinerario pero sobre todo en
activos financieros públicos y
privados: títulos, bonos,
acciones, etc. emitidos en monedas
fuertes como el dólar o el euro. Es
a esta nueva situación que
llamamos etapa nueva dentro de la
fase superior del capitalismo que
es el imperialismo, de allí la
denominación que utilizamos monopolismo
imperialista financiero,
con la finalidad de acentuar
lo financiero y no para pretender
señalar que se trata de una nueva
fase del capitalismo imperialista,
posterior y superior. Imperialismo
financiero + cúspide de la
oligarquía financiera + políticas
de sojuzgamiento del mundo periférico
¡he aquí el Imperio! Capitalismo
imperialista financiero ES el
capital en general, objetivo,
real, dominante en el mundo burgués.
Podríamos
resumir algunos de los aspectos más
importantes que caracterizarían a
esta etapa de la fase imperialista
financiera del capitalismo:
1)
Una notable concentración
(acumulación) del capital y una
acelerada centralización de la
propiedad de los monopolios
financieros ahora
transnacionalizados pero con
matriz en un puñado de países más
desarrollados. Se trata de
gigantescos consorcios o
corporaciones capitalistas que
abarcan y penetran la vida económica
entera ya no sólo de algunos países
sino del mundo todo.
2)
Los Bancos e instituciones
financieras que ya eran
importantes en los inicios del
siglo XX, se han transformado en
el centro
decisivo y nervio motor del
capitalismo imperialista
financiero. Sus
actividades y transacciones son en
su esencia puramente especulativas.
Algunos rasgos:
I)
la concentración bancaria ha
transformado la tradicional
actividad de intermediación en
los movimientos del capital
dinerario a inicios del siglo XX,
en una actividad de pocos y
gigantescos Bancos monopolistas en
la cual pueden observarse pisos de
especialización: bancos
comerciales, bancos de inversión,
bancos de bancos y holdings
bancarios;
II)
la actividad primordial de estos
descomunales monopolios es
fundamentalmente de carácter
especulativo, incluso ha llegado a
tal nivel esto que ahora los
consorcios monopolistas mismos,
productivos, industriales,
comerciales, y también los de
servicio son concebidos como
mercancías comunes, se han
transformado en objeto de
transacciones entre estos grupos o
consorcios cual si se trataran de
materias primas o latas de
conserva. Puede decirse que
constituyen una especialidad de la
ingeniería financiera del
monopolio: comprar grupos,
corporaciones, racionalizarlas o
sanearlas y venderlas realizando
cuantiosas ganancias, tal la meta
acuciante, ya
que no existe el interés en
mantener ni expandir ninguna de
las propiedades que caen bajo su
dominio financiero.
¡Claro
es que las empresas desde siempre
fueron objeto de compra-venta!
Pero su expansión y difusión es
tan enorme que podría afirmarse
que ya constituyen una rama de las
especulaciones capitalistas
diarias. Se han convertido en
objetos de jugadas arriesgadas y
apuestas de tahúres. John M.
Keynes había advertido en los años
30 este carácter especulativo y
altamente dañino para el sistema
cuando diferenciaba entre los
capitalistas como hombres de espíritu
de empresa y aquellos cuya
actividad es estar atento a los
movimientos, transacciones, y
fluctuaciones de los mercados, o
sea los especuladores.
Afirmaba que: Los
especuladores pueden no hacer daño
(al sistema, dice el autor) cuando
sólo son burbujas en una
corriente firme de espíritu de
empresa; pero la situación es
seria cuando la empresa se
convierte en burbuja dentro de una
vorágine de especulación. Cuando
el desarrollo del capital en un país
se convierte en subproducto de las
actividades propias de un casino
es probable que aquél se realice
mal
(J.M. Keynes, Teoría
General de la ocupación, el interés
y el dinero, FCE
1965, p. 145). De manera
que si aceptáramos esta notable
premonición
en el desarrollo del
capitalismo monopolista
imperialista habría que
denominarlo como capitalismo
financiero de casino.
3)
Etapas de evolución del comercio
capitalista: a) exportación de
mercancías, b) exportación de
capitales, en el sentido de
inversiones directas, y c)
exportación financiera, en el
sentido de endeudamiento público
y privado de la periferia hacia
los centros y por medio de ello
sometimiento económico y político
de estos países. Es el capital
financiero usurario y expoliador.
4)
Diferenciación entre potencias
rectoras, esto es dominante, y
socios menores pero integrantes
del centro del sistema en calidad
de corifeos de aquellas. Las
potencias rectoras, en los hechos,
desempeñan el papel de líderes
del mundo y se asocian en un comando
central,
integrado por EE.UU. + Gran Bretaña
+ Alemania + Francia, comando del
cual los EE.UU. son su comandante
en Jefe. Sus socios menores
conforman una segunda línea de
apoyo y seguimiento de las políticas
del comando central: Japón, Canadá,
Italia, Austria, Holanda. Aun
cuando existen diferencias entre
ambos niveles e incluso en el
comando central lo esencial es el
monopolismo financiero
imperialista y sus planes y políticas
de sojuzgamiento del mundo no
desarrollado.
5)
Aspecto distintivo importante de
esta etapa es la de la subordinación
a estos holdings monopolistas de
los grandes grupos capitalistas
interesados en la producción
material (capital productivo) y
que ahora absorben también a los
modernos consorcios dedicados a
los servicios (producción
inmaterial).
6)
El imperialismo monopolista
financiero, propietario y
administrador de billones y
billones de u$s y de euros ha
penetrado toda la sociedad
burguesa y lo hace
independientemente de los sistemas
políticos y va más allá del
Estado. Aun cuando éste no le
signifique un obstáculo va más
allá de él y lo supera, ha
creado, sostiene y afirma
instituciones políticas, jurídicas
y económicas supranacionales que
las presenta como mundiales y
rectoras para el conjunto de la
sociedad toda sin distinción de
diferencias económicas, regímenes
políticos ni de situaciones
sociales. Pero esto no quiere
decir que renuncie a esa
condensación del poder nacional
que es el Estado de sus propios países
capitalistas más desarrollados.
Incluso ante conflictos entre las
entidades supranacionales y las
nacionales terminan siempre
predominando estos últimos. Pero
en relación con los países periféricos
los países del comando hacen
valer a los organismos
supranacionales dado que no es
sino una prolongación de sus
intereses mimetizados como
mundiales.
Por
eso pensar
que el capitalismo actual
ha dejado atrás su fase
imperialista, decir que el
imperialismo ha concluido, en
tanto es posible advertir la
conformación de instituciones
mundiales de orden superior a los
Estados-Nación, tipo de Estado
que sería la característica del
orden moderno hasta el siglo XIX y
comienzos del XX pero
no ya de la actual posmodernidad,
es un error y al mismo tiempo una
ilusión. No hay todavía
evidencias rotundas e irrefutables
de desaparición de los
Estados-Nación en pro de una
juridicidad internacional que
lucha por valores y se impone la
finalidad de establecer la paz en
las regiones en conflicto: La
paz, el equilibrio y el cese de
los conflictos son valores hacia
los que todo se dirige (Negri-Hardt,
Imperio,
Harvard University Press,
2000, p. 18). Esta posición
de parte de quienes la sostienen
no es otra cosa que el
reverdecimiento del
ultraimperialismo que en su época
(inicios del siglo XX) también se
exponía como una
supranacionalidad
que superaba la rivalidad
competitiva y se manejaba por
acuerdos para resolver sus
intereses encontrados. Esto es un
neokautskismo.
Que
hay una efectiva y visible
tendencia hacia ello junto con
formas de construcción en
tal sentido sería una necedad
negarlo. Si
la sociedad burguesa, en su
momento de ascenso fue
cristalizando su dominio socio-económico
bajo la forma de los Estados-Nación,
no es para nada llamativo que en
su momento de declinación histórica
y por la acción de su propio
proceso de acumulación de capital
empiece a mostrar ahora que este
tipo de Estado tiene sus límites
y desarrolle tendencias a su
superación. Allí están
la O.N
.U. y sus organismos que lo
componen: F.A.O; O.M.C; UNESCO;
etc. allí está el Tribunal
Internacional de
La Haya
; allí están en el orden económico-monetario
el F.M.I; el Banco Mundial, el
B.I.D; etc. Pero esto es sólo un
ángulo de tal proceso: el de una
transición hacia un orden
efectivamente internacional, aún
inexistente, y que quizás
pueda en lo futuro un futuro muy
lejano en verdad- convertirse en
tal. Pero de ese futuro nada
podemos decir hoy. Lo que sí
podemos y debemos decir hoy es que
estas instituciones están, en los
hechos, manejadas por los países
imperialistas y a su servicio, más
todavía luego del
derrumbe de
la URSS
y a pesar de que estén China,
Cuba, Viet-Nam en tales organismos.
La ONU
fue descaradamente dejada a un
lado por los EE.UU. para invadir
Irak. ¡Ningún miembro (país)
denunció y votó señalando que
violaba todas las reglas
establecidas desde la 2da.
posguerra! Más aún los socios
del comando Alemania, Francia,
Gran Bretaña, acompañadas de
algunos de sus socios menores (Canadá,
Italia) mediante su maquinaria
guerrera que es
la O.T
.A.N. se encuentran invadiendo y
matando en Afganistán, con el
acuerdo, dirección y el beneplácito
de los EE.UU.
¡Qué
decir del F.M.I.! ¿No es acaso un
verdadero Banco Central usurario
de las potencias rectoras, despótico
y dictador que con desembozada
prepotencia financiera utiliza el
endeudamiento de los países periféricos
como instrumento de sumisión y
política de extorsión para
imponerles su propia estrategia de
dominio? A simple título de
ejemplo es necesario recordar que
en esta institución supranacional
los países capitalistas
desarrollados, los de la primera línea
(el comando) tienen más del 60 %
del poder de voto sobre las
decisiones y controlan
directamente las políticas y los
procedimientos de su instrumentación,
en tanto que los países periféricos
que son el 50 % de la economía
del mundo, constituyen las tres
cuartas partes de los miembros y
tienen el 80 % de la población
mundial, sólo representan el 40
%.
Y
si por una serie de conflictos,
obstáculos o dificultades estas
instituciones dejaran de servir a
los fines para las que han sido
creadas, de inmediato las
modificarán o bien crearan otras
nuevas para seguir sirviendo a sus
intereses. Por estas razones
afirmar que los
EE.UU. no pueden e incluso ningún
Estado-Nación
puede hoy constituir el
centro de un proyecto imperialista.
Ninguna Nación será líder
mundial del modo que lo fueron
las
naciones modernas europeas (Negri-Hardt,
Imperio,
Ediciones Harvard University
Press, 2000, p. 6)) es mofarse de
la realidad.
No
obstante esto no quiere significar
que entre los países integrantes
del comando no existan problemas.
Pero las tensiones y rivalidades
entre ellos se atenúan,
en tanto que prontamente
elaboran políticas y estrategias
comunes frente a la periferia y a
los países socialistas aun
existentes. Políticas y
estrategias de carácter económico,
comercial, jurídico y militar. A
veces surge entre aquellas
potencias rectoras diferencias
sobre situaciones políticas que
las llevan a tomas de posiciones
diplomáticas opuestas. Así se alían
los EE.UU. y Gran Bretaña por un
lado y Alemania-Francia por el
otro.
Pero
ante el planteo ¿cómo
administrar el resto del mundo en
provecho nuestro como un todo en
igualdad de condiciones? las
conductas son acuerdos,
negociaciones, tratados, convenios,
etc. entre ellos aun cuando esto
en el comercio mundial no elimina
ni dumping, ni subsidios, ni
proteccionismo, ni mercados
cautivos, ni sobornos, ni
latrocinios,
= guerra comercial , pero
imposiciones comerciales, coacción
política, sojuzgamiento jurídico,
endeudamiento forzado, y, si viene
a cuento, violencia militar, para
con el resto los Estados-Nación
periféricos obligándolos a aceptar
la nueva situación mundial del
capitalismo imperialista
financiero, lo que entre otras
cosas implica subordinación al
capital financiero y su supuesta
nueva juridicidad mundial, o
guerras preventivas y de castigo
por no querer entrar o bien querer
salir de él.
Se
aprecia que no se puede ni se debe
poner en un plano de igualdad a
los Estados-Nación de los países
desarrollados con los de la
periferia explotada. Y esta es
otra característica que debe
retenerse como distinta de lo que
ocurría entre estas mismas
potencias durante el lapso
colonial: guerreaban entre sí
para repartirse el mundo, éste
era un botín. Ahora ya no;
acuerdan para tragarse el mundo
periférico de consuno y uno de
los argumentos jurídico-político
al que apelan es el de que los
Estados y sus corpus jurídicos y
constitucionales deben
subordinarse ante las leyes y
reglamentaciones mundiales. Lo que
no dicen es que esto es para los
Estados-Nación de la periferia
pero no para sus propios países.
La esencia
de la ley internacional es la del
capitalismo imperialista
financiero.
Repetimos
y recordamos, la esencia
del imperialismo financiero sigue
siendo el capitalismo monopolista,
y
su prolongación inexorable es la
coacción y la guerra. Es
al mismo tiempo que una forma y
una etapa del capitalismo en el
nivel de sus relaciones de
producción, una forma de la
actividad de clase de la burguesía,
y en particular de su fracción más
activa, o sea su oligarquía
financiera, usuraria y
especulativa, y es también una
forma de Estado que utiliza y
adapta como su centro condensado
de poder jurídico-político-militar
los intereses comunes de la
burguesía toda como clase
dominante de los países
capitalistas más desarrollados.
Acentuar
el carácter financiero del
capitalismo actual, pues, es señalar
la forma
más abstracta y la más
incesantemente movediza del
capital.
Bajo esta forma el
capital se muestra como producido
y reproducido en y por sí mismo.
Aparentemente sin mediaciones,
procesos ni obstáculos. Bolsa,
mercados de valores,
especulaciones, manipulaciones de
títulos y bonos, maniobras
monetarias, negociados,
corruptelas y expropiaciones de
todo tipo inundan las
transacciones y actividades de
aquellos países y
por supuesto alcanzan a los periféricos
como ejemplos a imitar y caminos a
seguir. Así entonces, la amplia
difusión de actos de corrupción
el fenómeno de la corrupción
siempre formó parte de la
historia del capital desde su
nacimiento la delincuencia, los
negocios espurios, el surgimiento
de ramas delictivas (tráfico de
armas, drogas, mercancías
falsificadas, etc.) se extienden
universalmente como modos de
sobornar y corromper a políticos,
funcionarios y hasta dirigentes
sindicales e instituciones de todo
tipo cuya intervención requieran
aquellas actividades para lograr
sus fines.
Dinero,
acciones, títulos, fideicomisos,
fondos de inversión, representan
el capital como abstracciones
reales que se muestran virtuales y
adquieren el movimiento
evanescente de una danza mágica
fascinante e inasible: es el
fetichismo fantasmagórico de
estos entes financieros cual si
estuvieran provistos de autonomía,
personalidad y espíritu propios.
Claro es, no pueden ni podrán
autonomizarse completamente de la
producción mercantil e
industrial, tienen que mantener
tales condiciones objetivas para
su subsistencia, pero la voracidad
de sus propietarios los impulsa
cada vez más allá de sus límites,
por tal razón son ellos los que
han concluido en dominar y
subordinar las transacciones
reales de mercancías, consorcios
y capital. Estos últimos son
ahora momentos
del movimiento especulativo del
capitalismo financiero. Este
capital es infinitamente más lábil,
más temeroso que aquellos, ya que
siempre aparece la amenaza de un
hundimiento, de un nuevo crack,
pero hasta tanto no ocurra,
burbujas, riesgos, timba en el
casino internacional continúan.
¡Este
es el Imperialismo! ¡Este es el
Imperio! ¡Visible no difuso! ¡con
comando central, con territorios e
instituciones! Extremadamente
visible además en un Estado-Nación
(los EE.UU.) que se arroga el
derecho de ser líder del mundo y
la facultad de implementar políticas
de coacción y de guerra, nunca de
paz.
Este
es el terreno en el que se
desenvuelven las luchas de los
trabajadores asalariados y de los
explotados del mundo entero bajo
el imperialismo financiero. ¿Cuál
es, pues, la consecuencia que se
desprende de la actualidad del
socialismo y de la etapa
imperialista-financiera?
Toda lucha, todo conflicto,
toda oposición que encabecen los
trabajadores asalariados, afectan directamente
y frontalmente a la burguesía
imperialista como guardiana del
statu-quo, y esto aunque todas
aquellas acciones se desenvuelvan
en nuestras sociedades periféricas
ante clases burguesas que
aparentemente pudieran no tener
nada de imperialista y mucho menos
de financiera.
No
aceptar esto último sería un
desconocimiento de la
situación
mundial concreta que ha
producido el capitalismo monopólico
en general y el imperialismo
financiero en particular, toda
confrontación de clases en un país,
en una región, etc. en cualquier
lugar del mundo capitalista es
parte constituyente de la rebelión
general a escala histórico
universal de los trabajadores y de
los oprimidos, con sus
particularidades históricas,
culturales, políticas, etc. con
su específica relación de
fuerzas, con sus alianzas y su
grado de maduración de
condiciones objetivas y subjetivas.
El
acceso de partidos y
organizaciones pequeño-burguesas
al manejo de la administración
estatal, es cierto, enturbia aquél
hecho, porque debe señalarse que
estas clases lamentablemente e
inexorablemente se doblegan
siempre ante el gran capital
imperialista y al final siempre
gobiernan como representantes de
aquél ante la población
trabajadora y otras capas que los
apoyaron por ser progresistas.
De
manera que para decirlo enfáticamente
y aun a riesgo de que esto parezca
una antigualla estrafalaria: no
puede haber confusión ni vacilación
sobre esta cuestión. La etapa de
las revoluciones democráticas y
cambios progresistas con la
burguesía a la cabeza o en
alianza con fracciones nacionales
pequeñas y medianas, etc. ha
pasado a la historia a nivel
mundial. Toda confianza política
en ellas es pura distracción y es
llevar a los trabajadores a la
cola de clases que traicionarán y
capitularán, más aún, que
volverán el garrote de la represión
contra ellos y sus
reivindicaciones. La etapa histórica
de la propia evolución del
capitalismo monopólico ha
convertido a las burguesías en
reaccionarias en el plano de la
lucha de clases.
Toda
actividad sostenida, organizada,
sindical, política y económica
de los trabajadores asalariados
como la permanente movilización
de las nuevas formas de
resistencia social (desocupados,
marginales, piqueteros, O.N.G.
aborígenes, feminismo, etc.)
impacta y conmueve la sociedad
burguesa establecida junto con sus
lazos imperiales. Contrariamente a
lo que se pueda pensar
apresuradamente el capitalismo de
los países centrales que
colonizaron primero nuestros países
y que después una vez obtenida su
independencia política, saquearon
sus riquezas, NO los desarrollaron
por la vía capitalista. Los
explotaron con formas atrasadas,
feudales y semifeudales de
relaciones de producción, los
subdesarrollaron, los expoliaron y
cuando aparecían arrestos de políticas
de industrialización se opusieron
rabiosamente. La crítica histórico-económica
ha demostrado esto de manera
irrefutable.
Pero
con todo, este cuadro no impidió
definitivamente la apertura de tal
proceso, sobre todo a partir de
las guerras y de la depresión del
mundo capitalista entre 1914 y
1945, que exigieron
perentoriamente políticas
proteccionistas y la conformación
de un mercado interno basado en la
acción de las burguesías
nacionales. La esencia objetiva de
las políticas
de estas clases era la de
ser antiimperialistas sin ser
anticapitalistas, esta situación
confundió a muchos partidos y
direcciones de izquierda y las
puso a remolque de aquellas clases
creyendo en la revolución democrática.
La historia mostró que la
industrialización no era liberación
de clases ni, muchos menos un
camino al socialismo, porque la
clase portadora del cambio no
estaba organizada para tal fin ni
sus direcciones tenían claridad
teórica sobre la situación
mundial y nacional. Pero tampoco
tal proceso eliminó no podía el
sometimiento al imperialismo y
la explotación de los
recursos internos.
Esta
situación de sojuzgamiento continúa
aún, pero lo que ha cambiado drásticamente
es la relación de fuerzas de las
clases en lo interno. Al haber un
desarrollo industrial burgués en
el cual los inversores
imperialistas suelen ser los más
poderosos ya que manejan producción,
comercio exterior, Bancos, grandes
comercios, etc. muestran
visiblemente la cara del
imperialismo en lo interno sin
resolver los problemas de la
explotación, la pobreza, las
desigualdades, la miseria
creciente de la población más
explotada. No lo pueden resolver
porque sencillamente crean tales
situaciones de opresión y miseria,
no vienen a superarlas ¡viven de
ellas! Todo lo cual significa que
mantienen y reproducen las
condiciones objetivas de la
oposición y de la rebelión
antiburguesa y anticapitalista. Lo
que queda siempre como desafío
candente es la transformación de
las condiciones subjetivas en el
sentido político, ideológico,
organizativo, como fuerza unida y
masiva de todos los trabajadores
o, al menos, de su mayoría, para
esta nueva etapa que ha abierto el
imperialismo financiero.
Quizás
deba decirse lo anterior de otro
modo: ya no existe el problema teórico
político de ¿cómo transformar
la futura revolución burguesa en
revolución proletaria? que fue el
leiv-motiv pre- Revolución de
Octubre y que se extendiera como táctica
universal a partir del estalinismo
hasta no hace muchos años atrás.
Aquél
futuro ya pasó: hoy el problema
es ¿cómo los trabajadores
asalariados tienen que llevar a
cabo los cambios revolucionarios
socialistas? ¿mediante qué vías,
cuáles alianzas y, sobre todo, qué
tipo de organización o tipos de
organización deben construir o
acelerar su construcción si ya
existen tales fuerzas orgánicas?
4)
De nuevo la cuestión del poder y
del
Estado
Su
esencia como arma de clase
Sin
analizar ni profundizar cuál es
la esencia del Estado desde el ángulo
del conflicto de clases no es
posible entender de la realidad de
la sociedad burguesa y su evolución.
El Estado, y nunca estará de más
volver e insistir sobre el tema
que parece siempre estar en
entredicho, es la concentración
de los intereses centrales y
comunes de las clases dominantes,
que cuida, vigila y administra la
sociedad y la producción en su
favor.
Pero es aún más. Cuando
se agudizan los conflictos aparece
sin tapujos su esencia clasista y
al mismo tiempo su función de
arma, de instrumento decisivo e
insustituible para el
mantenimiento del orden (statu-quo)
establecido, por tanto para el
mantenimiento y reproducción del
dominio de las clases propietarias.
Lo
anterior es extremadamente
importante porque la cuestión de
la esencia del Estado no pasa por
repetir definiciones sabidas de
carácter político o en dar
explicaciones en el nivel de la
filosofía de
la Historia
o señalar sus características
jurídico institucionales,
orientado al ordenamiento
de la sociedad para mejor llegar a
los resultados del equilibrio y la
paz sociales puesto que su función
es actuar como árbitro imparcial
en medio de las inevitables
diferencias que toda sociedad
muestra.
Actualizar,
entonces, la cuestión del Estado
significa desacralizarlo,
desmitificarlo y sentar su crítica
de manera concreta explicando y
aclarando que no debe considerárselo
como una especie de naturaleza
inconmovible, como una institución
por encima de las clases y único
e irreemplazable ente rector del
orden social burgués y que las
instituciones que ha construido
para objetivar su democracia (república
ejecutiva, república
parlamentaria, monarquía
parlamentaria, etc.) son nada más
que modalidades jurídico-políticas
del dominio real de la burguesía.
Dos
son las líneas que parecen
abrirse paso en la literatura política
actual sobre esta cuestión: 1) la
que considera al Estado y sus
estructuras jurídicas plasmadas
en Nación, como algo superado,
algo correspondiente a la etapa de
la modernidad surgida del Medioevo
e instalada firmemente a partir
del siglo XIX en
la Europa
occidental y desde allí exportada
al resto del mundo. Esta realidad
sería la de una soberanía
declinante de aquellas
Naciones-Estados hoy incapaces de
regular los intercambios económicos
y culturales. Este tipo de Estado
es el que está siendo reemplazado
por una nueva forma global de
soberanía en el nuevo espacio de
la globalización y del capital
transnacionalizado.
Se
afirma además que la
globalización es un hecho y es
fuente de definiciones jurídicas
que proyectan una figura
supranacional única de poder político
(Ver,
Imperio,
Negri-Hardt, H.U.P. p. 14) que
lo verdaderamente nuevo consiste
en que Una
nueva noción de derecho, o más aún,
una nueva inscripción de la
autoridad y un nuevo diseño de
producción de normas e
instrumentos legales de coacción
que garanticen los contratos y
resuelvan los conflictos (Ibídem)
La
otra
posición es completamente
diferente y sostiene que el Estado
es siempre en todo tiempo y lugar
un mecanismo de poder. Que la
lucha por ejercer tal poder en los
procesos sociales y políticos
lleva a una situación de carácter
perverso: antes era manejado por
cierta clase que se oponía a
cederlo, luego del cambio hay otra
clase que se lo arrebató y lo
maneja. Pero lo central es que
sigue siendo un poder alejado de
la realidad y necesidad de las
masas. Aquí Estado y poder se
identifican y se sitúan
inevitablemente en manos de grupos
y/o partidos que reproducen el
poder para sí y no permiten el
despliegue del poder de todos para
todos. Síntesis:
no se puede cambiar el mundo por
medio del Estado… Éste es el
desafío revolucionario a
comienzos del siglo veintiuno:
cambiar el mundo sin tomar el
poder
(J. Holloway, Cambiar
el mundo sin tomar el poder, Universidad
Autónoma de Puebla, México 2002,
pp.39-41) Pero ¿Cómo
se puede cambiar el mundo sin
tomar el poder? La respuesta es
obvia: no lo sabemos (¿¿??)
(Ibídem, p. 43)
Con
relación a la primera posición
nos hemos referido ya en el parágrafo
sobre el Imperialismo Monopolista
Financiero señalando lo que
contiene de captación parcial de
los cambios en el imperialismo
mundial y el Estado burgués, y
simultáneamente lo que tiene de
erróneo. En un autor que se
vanagloria de no
ser leninista y sí ser maquiavélico
y que, además, manifiesta que el
antiamericanismo y la fe en los
Estados-Nación corren de la mano…
y que el antiamericanismo es una
actitud débil y mistificante en
la actual fase de definición crítica
de la constitución del nuevo
mundo…que el antiamericanismo es
un estado mental peligroso, una
ideología que mistifica los datos
de análisis y oculta la
responsabilidad del capital
colectivo. Debemos alejarnos de él
(Entrevista a Negri por Danilo
Zolo en Revista italiana Da
Reset, octubre 2002), no se
puede dejar de olfatear cierto
tufillo pro-yanqui so pretexto de
elaborar el Imperio como un nuevo
principio teórico. Esto de por sí
no invalida sus argumentos pero es
bueno saber desde qué clase
social se habla y defendiendo qué
intereses.
Respecto
de la postura del sociólogo
Holloway, no es mucho lo que de
importante puede decirse. El autor
manifiesta una angustia y una
desesperanza al punto que hace
girar toda su obra no en el pensamiento
analítico sino en el
grito. A lo largo de 300 páginas
satura al lector con una especie
de neoanarquismo que lo conduce a
instar a los trabajadores,
militantes y luchadores a
dar la espalda al Estado, al poder
y a las organizaciones políticas,
sobre todo a éstas últimas ya
que no hacen otra cosa que
reproducir la lógica del poder y
del Estado como instrumento
enajenado y autónomo. Esto es lo
mismo que decirle a los
trabajadores ¡sean enemigos de
todo dominio de clase! ¡no confíen
en sus propios modos de dominio y
gobierno antiburgués! Sus luchas
no pueden ni deben transformarse
en otro Estado porque eso implica
orden, dominio, poder sobre la
sociedad y el individuo y en
consecuencia repetir lo mismo que
hace la sociedad burguesa. ¡La
construcción del socialismo
muestra los mismos errores y los
mismos horrores que la
sociedad burguesa!
Pero
el autor confiesa que no sabe cómo,
con qué sustituir estas
realidades que le han creado un
enorme desasosiego espiritual y
moral. No
importa, por de pronto difundamos
esto para que, en el peregrino
caso que los trabajadores las
tomaran para sí, estarían a
merced de toda la red de intereses,
negocios, y chantajes políticos
de la burguesía: ¡desarmemos a
los trabajadores del mundo
para que sean explotados y
embaucados
sin obstáculo alguno!
Porque total todo está
contaminado de poder. ¡Hagamos un
anti-poder! que construya la
dignidad; pero el anti-poder es
ubicuo e invisible, ¿existe? ¡claro
que existe! el
anti-poder está en la dignidad de
la existencia cotidiana. El anti-poder
está en las relaciones que
establecemos todo el tiempo:
relaciones de amor, amistad,
camaradería, comunidad, cooperación.
(Holloway, Ibídem, p. 229). Ahora
bien dado que la burguesía
imperialista no renuncia a nada
que fortalezca y asegure su
dominio, esto no es otra cosa que
preconizar un hippismo
bonachón
e inofensivo con consignas ya
pasadas de moda cuya actualización
sería: ¡haga el amor no la
guerra al Estado burgués! ¡Abajo
el poder viva el placer! Estas
concepciones demuestran no tener
la menor idea del poder
y del Estado, de cuál es
el centro neurálgico en el que se
deciden los negocios, las
inversiones, las ganancias y las
guerras por un lado, y la vida, la
explotación, la miseria y la
muerte para millones de
trabajadores por el otro.
Estos
disparates no merecerían ningún
comentario porque no son analíticamente
serios ni aun concediendo en el
autor las mejores intenciones,
pero lamentablemente se difunden y
penetran en muchas franjas de
intelectuales y militantes que
suelen tomar en serio algunas de
las tonterías que el libro de
Holloway expone. Todo esto muestra
crudamente que en el fondo de esta
posición política, ¡porque
se trata de una posición
política! hay una especie de culto
a la novedad, creer que todo
cuanto en las luchas de los
pueblos sea nuevo y raro o nunca
visto antes, es forzosamente
valioso y todo un avance, e
incluso si no lo hubiere habría
que inventarlos.
No
obstante es procedente aislar de
este tipo de propuesta lo que
tiene de analíticamente
importante aunque el autor
pareciera desconocerlo: la relación
de oposición entre el Estado como
la instancia de lo político y del
interés supuestamente general, y
la sociedad civil como en quien
descansa el interés particular.
Los procedimientos y estructuras
del primero se objetiva en la
burocracia administrativa y
alcanzan también a las
instituciones políticas, llegando
hoy a todo tipo de organizaciones
sociales, culturales, y también a
los partidos políticos de los
trabajadores, sindicatos, etc.
etc. Antes se atribuían sus
deformaciones (burocracia,
privilegios, etc.) a desvíos de
su función natural, a actos de
corrupción o decisiones
personales arbitrarias de
funcionarios y empleados, ahora es
visible el hecho que se
autonomizan y crean sus propios
intereses corporativos lo que
culmina en vaciarlos de
legitimidad, autoridad y
representantividad.
En
toda sociedad dividida en clases
que se funda en la explotación y
en la coacción de las clases
trabajadoras, ésta separación
individual-general, es la forma
que adquiere el sojuzgamiento que
rompe la unidad social, mantiene
la separación y la establece como
antagonismo. La dirección de los
asuntos generales en interés de
todos por parte de las clases
propietarias aparece, se muestra y
se repite como natural y anónima.
Esta situación es la que crea las
condiciones rutinarias en que se
desenvuelve la estructura burocrática
como impersonal, cotidiana y que
genera una obediencia pasiva y
promueve una adhesión inmediata a
la autoridad y la aceptación de
un mecanismo o aparato formal pero
con poder de decidir sobre las
relaciones en la sociedad desde
una instancia superior que
enjuicia los actos e ideas como
ajustados a las costumbres, lo
moral y lo justo, o bien como
desajustados, inmorales y
subversivos. Por
ello toda organización de las
clases explotadas que impugne este
estado de situación siempre será
visto como fuera de la ley por las
clases dominantes, o como mínimo antinatural;
de manera que aceptar
ésta política burguesa, es
ponerse de su lado y en contra de
los trabajadores. Es aceptar el
poder y el Estado constituido
aunque se pretenda presentarlo
como aliento de nuevas formas no
organizativas para salirse de
ellos.
En
tanto no desaparezcan las clases
no podrá ser eliminada la oposición
antagónica entre el interés
individual y el interés general.
Y siempre cabrá todavía, aún en
los inicios de las nuevas formas
sociales
(visible en los países
socialistas desaparecidos y en los
actuales), que lo formal
autoritario predomine sobre el
contenido colectivo, y el disfrute
de los privilegios que dan las
alturas de la burocracia como
estamento destacado que se hace
servir en vez de ser ella la que
sirva.
Pero
la esencia de esta oposición
antagónica reside en la
estructura clasista de las
relaciones producción y su
manifestación como poder del
Estado sobre las multitudes
trabajadoras, sobre esto descansa
el manejo diario, rutinario y autónomo
de la burocracia y de los burócratas.
La lucha contra el Estado burgués
es por tanto la lucha contra la
clase que administra el más
grande instrumento de sometimiento
político, social y militar; y
abre al mismo tiempo la lucha
contra toda sociedad de clases y
contra todo poder que se aleje o
enajene la administración
colectiva de los intereses
sociales en favor de los
particulares. Esto último sólo
la superación efectiva de la
sociedad capitalista permitirá
lograrlo, y se plasmará siempre y
cuando se lleve también una lucha
constante dentro del propio
movimiento de los trabajadores
para impedir su desvirtuación
mediante la acción correctiva y
punitiva de la colectividad que
deberá imponer su capacidad y
poder de eliminar intereses de
parte que pretendan autonomizarse
en contra de lo social general.
Como
es posible advertir, en
consecuencia, la cuestión del
Estado,
plantea el reconocimiento
de una profunda relación entre su
esencia, sus funciones, sus
modificaciones, etc. y el trabajo
político inmediato, cotidiano por
parte de los trabajadores y sus
instituciones representativas. La
conciencia en la actividad política
de esta relación y de su
importancia organizativa e ideológica
es de carácter práctico y no
algo para ser resuelto en lo
futuro como objetivo de largo
plazo ¡es una tarea hoy