De argenpress.info - 26 junio 2008
Buenos Aires, 29 / 6 / 2008
Salvador Allende: Cien años mil sueños
Una mirada al Hombre de la Paz
Por: Kintto Lucas (especial para ARGENPRESS.info)
Hace algunos años Mario Benedettí decía que "Para matar al hombre de la paz tuvieron
que bombardearlo hacerlo llama, porque el hombre de la paz era una fortaleza". Y
agregaba que "Para matar al hombre de la paz tuvieron que imaginar que era una
tropa, una armada, una hueste, una brigada, tuvieron que creer que era otro
ejercito, pero el hombre de la paz era tan solo un pueblo y tenia en sus manos un
fusil y un mandato y eran necesarios mas tanques más rencores más bombas más aviones
más oprobios porque el hombre de la paz era una fortaleza".
Salvador Allende era sin duda como decía Mario Benedetti el hombre de la paz, y era
sin duda una fortaleza. Estaba convencido que era posible transformar su país en
paz, pero sabía que para eso había que sortear diversos obstáculos, correr riesgos y
saltar por encima de diversos peligros.
En agosto de 1971 Allende decía: "Hemos sostenido que no puede haber igualdad cuando
unos pocos lo tienen todo y tantos no tienen nada. Pensamos que no puede haber
fraternidad cuando la explotación del hombre por el hombre es la característica de
un régimen o de un sistema. Porque la libertad abstracta debe dar paso a la libertad
concreta. Por eso hemos luchado. Sabemos que es dura la tarea y tenemos conciencia
de que cada país tiene su propia realidad, su propia modalidad, su propia historia,
su propia idiosincrasia. Y respetamos por cierto las características que dan perfil
propio a cada nación del mundo. Pero sabemos también, y a la plenitud de conciencia,
que estas naciones emergieron rompiendo el correaje por el esfuerzo solitario de
hombres que nacieron en distintas tierras, que tenían banderas diferentes, pero que
se unieron bajo la misma bandera ideal, para hacer posible una América independiente
y unida".
Ahora casi 35 años después de aquel intento de matar al hombre de la paz, él sigue
ahí con su palabra, con su mirada, con su recuerdo. No pudieron matar al hombre de
la paz, porque hay seres que traspasan los muros de la vida y la muerte (más bien se
ríen de ellos) y hacen caminar sus palabras por infinitas geografías, y las palabras
caminan impregnadas de sueños, y los sueños saben derramarse en la realidad para
volver a ser soñados, para ser soñados de mejor forma... Sueños que son mundos,
mundos que son sueños, que traspasan la dimensión del tiempo y el olvido, mundos que
inventan caminos donde no tropezar, donde caminar sin dolor, mundos-caminos de vida,
mundos raíces... Cien años, mil sueños.
También en agosto de 1971 Allende se mostraba convencido que para llevar adelante su
sueño de transformación revolucionaria de Chile era necesario actuar sobre la
realidad económica del país. "La batalla nuestra es muy dura y muy difícil porque,
indiscutiblemente, para elevar las condiciones de vida de nuestro pueblo,
necesitamos hacer las grandes transformaciones revolucionarias que hieren intereses
foráneos, el capital extranjero, intereses imperialistas, intereses nacionales de
los monopolios y de la alta banca", repetía una y otra vez.
Además aseguraba estar convencido de que no se podría derrotar el retraso, la
ignorancia y la miseria, si no se utilizaban los excedentes producidos por la propia
economía chilena "para sembrarlos en escuelas, hospitales, caminos y haciendas
trabajadas", como le gustaba decir.
Y siempre daba el ejemplo del cobre chileno, riqueza fundamental del país, pilar de
la economía, que representaba el 82% del presupuesto de divisas del país, y daba
solamente el 24% del ingreso fiscal.
La inversión inicial de las compañías americanas del cobre a comienzo de la década
del 20 fue menor a 13 millones de dólares; y hasta 1971 habían ganado con la
explotación del cobre 3.200 millones de dólares.
Por eso Allende interrogaba ¿cómo puede progresar el país si no se cambia ese tipo
de relación tan injusta? ¿Cómo un pueblo que tiene las más grandes reservas de cobre
del mundo y la más grande mina del mundo no puede controlar ni los precios, ni los
niveles de producción, ni los mercados? ¿Cómo es posible, que ese que yo he llamado
con razón el sueldo de Chile, sea manejado por manos que no son chilenas?
Allende recurría seguido a una frase de Abraham Licoln cuando dijo refiriéndose a
Estados Unidos: 'Esta nación es mitad esclava y mitad libre'.
Decía que esa frase, podía aplicarse a nuestros pueblos aparentemente libres pero
esclavos.
Entonces, como no podía ser de otra manera, el 11 de julio de 1971, considerado como
el Día de la Dignidad Nacional, se promulgó la Ley de Nacionalización del cobre,
aprobada por unanimidad del Congreso.
Pero Allende también decía que la victoria del proyecto que él representaba no se
podría lograr solamente con la unidad de la izquierda en la Unidad Popular, aunque
ese fuera un paso fundamental. La victoria del proyecto revolucionario dependía en
gran parte de la conciencia del pueblo.
Entonces decía: "con modestia en la dimensión de la realidad, y sabiendo que en el
mundo contemporáneo, más que el hombre, son los pueblos los que deben ser y son los
actores fundamentales de la historia, busqué la posibilidad de hacer que este
pueblo, el de Chile, tomara conciencia de su propia fuerza y supiera encontrar su
propio camino". Y luego agregaba: "Nuestro combate y nuestra decisión tenían que ser
no un cambio político, no el traspaso del gobierno de un hombre a otro, sino la
entrega de un régimen a un pueblo que quiere la transformación profunda en lo
económico, en lo político y en lo social".
Allende siempre sostuvo que era difícil ganar en las elecciones, que era más difícil
asumir el gobierno, que aún era más difícil construir el socialismo, pero era
necesario caminar. Por eso decía: "Herir intereses es duro, y que esos intereses se
defienden, lo sabemos y ya lo estamos viendo. Pero, ¿hasta dónde los pueblos de este
Continente van a aceptar que seamos manejados por control remoto? ¿Hasta cuándo no
vamos a ver nosotros que tenemos derecho a trazar nuestro propio camino, a recorrer
nuestro propio sendero, a tomar las banderas libertarias de los próceres de este
Continente para convertirlas en realidad, porque esa es la tarea que nos
entregaron", enfatizaba.
Siempre expresó que la tarea del cambio revolucionario era tan monumental que no la
podía hacer un hombre o un grupo de partidos, sino un pueblo organizado,
disciplinado, consciente, responsable de su gran tarea histórica. Pero respetaba la
realidad de cada país. Por eso decía: "Siempre sostuve que cada país, de acuerdo con
su propia realidad, debía buscar el camino. En Chile decidimos caminar dentro de las
leyes de la democracia burguesa, comprometidos a respetarlas, pero al mismo tiempo a
transformarlas, para hacer posible que el hombre de Chile tenga una existencia
distinta y que Chile sea auténticamente una Patria para todos los chilenos. Hemos
planteado una revolución auténticamente chilena, hecha por chilenos, para Chile".
En 1938 un Frente Popular asumió la conducción de Chile y fue duramente combatido
por los sectores de poder hasta que cierto día los militares intentaron dar un golpe
de estado. Entonces fue el pueblo el que rodeó los cuarteles. Fue el pueblo sin
armas el que los obligó a rendirse, sin que los soldados dispararan un solo tiro
frente a una multitud dispuesta a defender ese gobierno.
Seguramente El hombre de la Paz pensaba que podría ocurrir una situación similar con
su gobierno.
Enfatizaba en su obligación de mirar con ojos abiertos lo que podía ocurrir en el
futuro, para ser capaces de encontrar los cauces que permitan a las grandes masas
continuar un camino que no sea el de la violencia innecesaria y del costo del
capital elevado. Y comentaba: "Yo no soy una represa, pero sí soy el cauce para que
el pueblo pueda caminar con la seguridad de que sus derechos serán respetados. No
pueden detenerse las avalanchas de la historia. No pueden las leyes represivas
calmar el hambre de los pueblos".
También decía que transitoriamente podrían aplazarse los cambios algunos años; pero
tarde o temprano se rompen los diques y la marea humana inunda, pero esta vez con
violencia porque también su hambre y sufrimiento son más que milenarios en algunas
partes, y centenarios, por lo menos en nuestro Continente.
El día que intentaron matar al hombre de la paz sin conseguirlo, hace ya casi 35
años dijo: "El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente.
Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse. Colocado en
un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo
la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y
miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán
avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la
fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. En este momento definitivo,
el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el
capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción crearon el clima para que las
Fuerzas Armadas rompieran su tradición. El pueblo debe defenderse, pero no
sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede
humillarse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se
abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una
sociedad mejor".
Hoy, cuando cumple 100 años el Hombre de la Paz, ya no existe ninguna duda de que no
pudieron asesinarlo... No pudieron expulsarlo del mundo, ni destruir sus sueños, ni
hacerlo olvidar el color del cobre y de quienes trabajan en las minas de cobre, y
mucho menos olvidar el sonido y la luz de las palabras de su pueblo. porque ya es
algo así como una raíz de la América.
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