De Puro Chile - 23 marzo 2009
EL LARGO TRECHO
DE FARABUNDO MARTÍ AL FMLN
Frida Modak
El Salvador accedió a la vida independiente en 1821 después de haber sido parte de
la Capitanía General de Guatemala, que dependía del Virreinato de México durante la
época colonial, y luego del Imperio de Iturbide. Al igual que prácticamente todos los
países que hoy forman América Latina sufrió primero los efectos del colonialismo
inglés, que más tarde sería sustituido por el estadunidense. Es en este último período
cuando se produce un hecho fundamental en su historia.
El principal producto de exportación salvadoreño era, hacia 1880, el añil. Cuando
surgieron los colorantes artificiales cayeron los precios y su producción fue
sustituida por la del café, para lo cual se necesitaban mayores extensiones de
tierra. Como consecuencia de ello miles de campesinos fueron expulsados de sus
propiedades y al producirse la crisis económica mundial de 1929 el café no tuvo
demanda, la cosecha no se recogió y en el campo hubo hambre.
Eso generó, en enero de 1932, una insurrección popular que fue encabezada por
Farabundo Martí, un joven que cambió sus estudios de leyes por la lucha
revolucionaria y que había sido secretario de César Augusto Sandino, junto al cual
combatió contra la invasión estadunidense a Nicaragua. Fue miembro de la Liga
Antiimperialista de las Américas e incluso fundador del Partido Comunista
Mexicano. La insurrección salvadoreña fue reprimida por la dictadura del general
Maximiliano Martínez, doce mil campesinos fueron muertos, Farabundo Martí fue
detenido y fusilado.
Los regímenes militares se sucedieron. A fines de los años sesenta la guerra entre El
Salvador y Honduras afectó al Mercado Común centroamericano, la industria salvadoreña
entró en crisis y al comenzar los setenta resurgieron las luchas populares. Se
crearon organizaciones guerrilleras y políticas. El Partido Demócrata
Cristiano, PDC, la Unión Democrática Nacionalista, UDN, y el Movimiento Nacional
Revolucionario, MNR, formaron la Unión Nacional Opositora, UNO, y en 1972 postularon la
fórmula Napoleón Duarte-Guillermo Ungo, PDC-MNR. Mediante un nuevo fraude, ”ganó” el
candidato militar.
Poco después la Juventud Militar intentó dar un golpe, en señal de desacuerdo con lo
ocurrido, fracasaron y numerosos dirigentes opositores, entre ellos Duarte y
Ungo, tuvieron que salir al exilio. Cabe señalar que durante todos esos años en El
Salvador hubo elecciones presidenciales y parlamentarias, con lo que supuestamente
se cumplían los requisitos de una democracia.
También las hubo en 1977 y otro fraude colocó en la presidencia al general Carlos
Humberto Romero. Pero esta vez hubo protestas en las calles, la represión dejó 7 mil
muertos, y la falta de salidas políticas aumentó el accionar de las guerrillas, que
se coordinaron entre ellas y con los partidos políticos opositores.
¿EXPERIENCIA FALLIDA?
A mediados de octubre de 1979 el general Romero fue depuesto por un movimiento
encabezado por la Juventud Militar liderada por el coronel Adolfo Majano y lanzó una
revolucionaria proclama denunciando la corrupción, violación a los derechos humanos y
desastre económico provocado por el gobierno derrocado, formulando una serie de
propuestas de cambio. Sobre esas bases se creó una junta cívico-militar integrada
por Román Mayorga, Rector de la Universidad Centro Americana, UCA, perteneciente a los
jesuitas, Guillermo Ungo por el Foro Popular y el ingeniero Mario Andino por los
pequeños y medianos empresarios.
Había muchas interrogantes. El gabinete lo integraban representantes de partidos
democráticos, pero el ministro de defensa era el mismo Comandante en Jefe del
ejército y se seguían produciendo enfrentamientos con la población. Al poco tiempo
Román Mayorga renunció a la junta y se vino a México. Para algunos eso era señal de
que en prevención a que triunfara otra revolución como la nicaragüense, Estados
Unidos había estimulado a la Juventud Militar. La otra posibilidad era que ésta
hubiese tenido que negociar con las cúpulas.
El caso es que se presentó una coyuntura propicia y al mediodía del 25 de diciembre de
1979 llegué a la capital salvadoreña. En los seis días que estuve allí entrevisté en
su regimiento al capitán Marenko, que era la figura más conocida de la Juventud
Militar y aparentemente muy convencido de que había que aplicar lo planteado en la
proclama. Fui a la “escuela de democracia” que había establecido en San Salvador el
ex canciller venezolano Arístides Calvani, en ese tiempo Secretario General de la
Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA. Ahí un equipo de demócrata
cristianos sudamericanos le daba clases de democracia a los uniformados
salvadoreños, según me explicó el Mayor Vargas.
Presencié innumerables manifestaciones callejeras en contra de Monseñor Romero, al
que a gritos acusaban de “marxista”, tal como lo habían hecho en su momento con el
cardenal chileno durante el gobierno del Presidente Allende. Las acciones represivas
de los militares continuaban y cobraban más vidas, lo que ostensiblemente preocupaba
a los integrantes civiles de la junta.
El día que entrevisté a Guillermo Ungo en la Casa Presidencial, me acompañó después
hasta la puerta y en el corto trayecto nos cruzamos con una decena de militares que
nos saludaron amablemente. Sorprendido de verlos ahí Ungo me comentó”deben tener
alguna reunión”. Y vaya que la tenían, una vez que se juntaron todos los
convocados, irrumpieron en un consejo de gabinete para exigirle a la parte civil que
los respaldara frente a las críticas que estaban recibiendo por las acciones
represivas.
Eso era una clara amenaza a la supervivencia de la junta cívico-militar y mientras
sus integrantes políticos definían la situación, entrevisté al personaje más
representativo de la democracia cristiana, el entonces alcalde de San Salvador,
Adolfo Rey Prendes, quien sin referirse a la demanda de los militares abordó lo
relativo a la represión y lo justificó diciendo que ellos estaban acostumbrados a
disparar y que se les seguiría yendo la mano.
Salí de su despacho con el convencimiento de que esa crisis terminaría con la
instalación de una nueva junta, esta vez demócrata cristiana-militar y así lo comenté
con el subsecretario de Relaciones Exteriores Héctor Oquelí, quien tenía la misma
impresión y que en la víspera de mi regreso a México me entregó, como medida
preventiva, copia fotostática de cada una de las renuncias, firmadas y no hechas
efectivas aún, de los miembros civiles de la Junta y el gobierno. Recordar estos
hechos tiene por objeto señalar el contexto en que surge en 1980 el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional.. A esa primera junta la sucedió otra, de la que
formó parte el hasta entonces canciller Héctor Dada, demócrata cristiano, quien a las
pocas semanas renunció tanto al cargo como al partido. No podía aceptar las
violaciones a los derechos humanos que cometían los militares, a los que se les
seguía “yendo la mano”, como decía Rey Prendes.
Se formó una tercera junta, encabezada por Napoleón Duarte, quien hasta entonces había
continuado viviendo en Venezuela. El período de Duarte fue sangriento, preludiando lo
que vendría después cuando el mayor Roberto D’Aubuisson, a quien designaron
presidente de la Asamblea Constituyente, creó los escuadrones de la muerte y
planificó y dirigió el asesinato de Monseñor Romero. El Informe de la Verdad
elaborado por las Naciones Unidas sobre la masacre en El Mozote y otros poblados
cercanos es espeluznante.
En esa realidad aparece el FMLN, que al unificar a las organizaciones guerrilleras
creó una instancia a la vez militar y política y fue reconocida como tal por los
gobiernos de México y Francia. Al mismo tiempo el Frente Democrático
Revolucionario, FDR, que encabezaba Guillermo Ungo reunía partidos políticos y
organizaciones populares. El entendimiento FMLN-FDR fue una pieza de gran importancia
para llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, lo que ocurrió un año después de la
muerte de Ungo, a raíz de una operación al cerebro.
Y esto es importante de señalar porque en la reciente campaña electoral se quiso
descalificar al hoy presidente electo Mauricio Funes, presentándolo como
guerrillero, a sabiendas de que no lo fue, en el marco de una de las campañas más
sucias de los últimos tiempos, como lo ejemplifica la portada del Diario de Hoy del
día de la elección y que ilustra estas páginas.
En el campo de la derecha, D’Aubuisson fundó la Alianza Renovadora
Nacionalista, Arena, que gobernó los últimos 20 años y es el Partido al que acaba de
derrotar el FMLN. Estas elecciones dividieron también a los otros dos partidos
derechistas: el Demócrata Cristiano y el viejo Partido de Conciliación Nacional. El
primero terminó apoyando a Funes y los segundos lo hicieron en varias regiones del
país.
Con Funes están también los que se marginaron de la democracia cristiana al romperse
la primera junta cívico militar en 1980 y que hoy constituyen el partido Centro
Democrático, que preside el ex canciller Héctor Dada, y también se encuentran
allegados al Movimiento Nacional Revolucionario que dirigiera Ungo. Hay un reacomodo
por una parte y un reencuentro por la otra, marcando el trecho que va desde Farabundo
Martí al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
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