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Las crónicas de Frida Modak
De Puro Chile - 26 junio 2007


Heroína de la Revolución Cubana
Inolvidable Vilma

Frida Modak

Pocas mujeres han sido objeto de tantos reconocimientos como los que se le han hecho a Vilma Espín.  Reconocimientos tanto más significativos porque ella encarna un pensamiento y una lucha que van a contracorriente de los poderes que hegemonizan al mundo y aspiran a controlarlo en forma total, destruyendo lo que ella contribuyó a construir.
Fue uno de los seis hijos de una familia acomodada de origen francés y, como apunta Marta Rojas, escritora, periodista e investigadora de la gesta revolucionaria “pudo haber sido una simple joven de «sociedad»”. Pero independientemente de su posición económica, sus padres fueron personas sin prejuicios raciales, sociales o religiosos y en Santiago de Cuba, donde vivían, a su padre se le conocía como el cónsul honorario francés al que podían acudir los inmigrantes haitianos, que eran discriminados.
Estudió ingeniería química industrial, carrera de la que egresó en 1954 y se contó entre las primeras mujeres cubanas en obtener ese título. Luego cursó un posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachussets. Como se ve, nada que pudiera sugerir el rol que la joven ingeniera química llegaría a desempeñar en su país y la trascendencia que tendrían en otros países los proyectos que encabezó. Su ingreso al movimiento revolucionario se produjo a raíz de la muerte de un estudiante, como consecuencia de las heridas recibidas cuando la policía reprimió una manifestación. El hecho originó nuevas manifestaciones en Santiago de Cuba, de las que fue una activa participante.
Producido el ataque al Cuartel Moncada en 1953, se suma al movimiento revolucionario, es una de las colaboradoras directas de Frank País y viaja a México a entrevistarse con Fidel Castro, quien le informa de los planes para regresar a Cuba a bordo del Granma, ella los transmite y organiza con Frank País, que después fue asesinado, un alzamiento armado previsto en función del inminente desembarco del Granma. Con los nombres de Deborah, Alicia, Mónica y Mariela —una de sus hijas lleva este último—, realizó innumerables actividades revolucionarias clandestinas y coordinó el movimiento en la provincia de Oriente hasta que debió irse a la sierra, ingresando al Ejército Rebelde del II Frente Oriental Frank País, cuyo comandante era Raúl Castro, con quien contrajo matrimonio al triunfo de la Revolución. Esta es, a grandes rasgos, la primera etapa de la vida de esta guerrillera declarada heroína de Cuba.

Las mujeres de la Sierra Maestra

De las mujeres que estuvieron en la Sierra Maestra se conoce poco fuera de Cuba. La primera en incorporarse al que luego se llamaría Ejército Rebelde fue Celia Sánchez, luego lo haría Vilma, cuando ya no le fue posible continuar desarrollando sus actividades en la clandestinidad. Pero hubo muchas otras, como Isabel Prieto y Teté Puebla, que es la única mujer con grado de general en las fuerzas armadas cubanas. En 1958 se integraron en un pelotón, lo que generó protestas de un sector de los hombres que se oponían a la presencia femenina. Además, Fidel Castro les dio armas a las mujeres y eso también fue motivo de reclamos porque la disponibilidad no era mucha y los hombres alegaban estar mal armados.
Pero perdieron esa pelea en toda la línea, porque las mujeres incluso integraron la escolta de Fidel, de lo que me enteré a través de Vilma y La Capitana, entre otras, en una entrevista a la que me referiré más adelante. Al triunfo de la Revolución, Vilma asumió la dirección de Radio Rebelde, como lo recordó la Unión de Periodistas Cubanos en las condolencias enviadas a la Federación de Mujeres Cubanas que Vilma presidió hasta el final. Luego, el entonces primer ministro Fidel Castro le confió la organización de las mujeres, lo que podría considerarse como la segunda etapa de la afirmación del rol femenino ahora en la vida del país, en el que todo empezaba a cambiar.
Por eso la orientación que ella le imprimió a este nuevo instrumento revolucionario es distinta a los organismos que en nombre de la mujer existían ya o se fundaron en otras partes, pero cuya meta no era incorporarlas a la vida del país ni tampoco su realización personal, sino más bien controlarlas con un discurso falsamente liberador. Con su propia trayectoria, Vilma derrotó también a ese feminismo rupturista que apuntaba a la competencia sin sentido entre hombres y mujeres. Si algo le hubiera molestado de todo lo que se ha dicho en estos días, es que se refieran a ella como “primera dama”, denominación que claramente rechazó, o que digan que fue la mujer más poderosa de Cuba, calificativos que pretenden asimilarla a los valores de los grupos hegemónicos en un intento de disminuir su figura.

Una mujer completa

Conocí a Vilma en julio de 1971, cuando llegué a Cuba por segunda vez, integrando la delegación presidida por el entonces canciller chileno Clodomiro Almeyda, que era la primera delegación oficial de un país latinoamericano que llegaba a la nación caribeña tras la ruptura de relaciones acordada por la OEA, relaciones cuya reanudación fue una de las primeras medidas adoptadas por el presidente chileno Salvador Allende. Se encontraba también allí una delegación de mujeres de los partidos de la Unidad Popular, que con la aprobación del mandatario cubano convirtieron la entrevista que le habían solicitado en un programa de televisión que me pidieron que condujera. Terminó la visita, me sumé a un grupo de periodistas que iba a un recorrido por el país y a mi regreso me encontré con una invitación a comer de parte de Vilma, quien ya había visto la grabación y estaba muy entusiasmada porque Fidel había planteado allí cuestiones que aún no había dicho en Cuba.
No pude quedarme como me pidió, pero a los pocos meses ella llegó a Chile con parte de la directiva de la Federación de Mujeres Cubanas y, obviamente, hubo un nuevo programa de televisión. Ahí, en la sala de maquillaje, conocí otra faceta de todas sus acompañantes. Estuvimos a punto de que la grabación se cancelara porque se estaba acabando el tiempo reservado, mientras ellas le preguntaban a la maquillista por todos los trucos para ocultar arrugas, agrandar los ojos y etcétera. Después, en el programa, hablaron de sus experiencias en la Sierra Maestra. Y recordé el contrastante episodio cuando leí un artículo en Juventud Rebelde, cuyo autor señala sobre Vilma: “Toda la obra social de la Revolución, puertas adentro de la fachada hogareña, de la comunidad, lleva la impronta de esta mujer, una dama que no confundió el socialismo con la ramplonería y el desaliño, y siempre trató al país como una familia que debe vencer sus propios atavismos y lucir la mejor muda en la conducta social”.
La vida nos llevó a encontrarnos en otras ocasiones tanto en México como en Cuba. La última vez fue en su último viaje a México, cuando con ese sentido de la amistad que tenía, hizo un alto en su programa oficial y llegó hasta mi casa para conversar unos momentos. Sus piernas no le respondían bien, pero de regreso en Cuba y ya con su enfermedad avanzada, se dio tiempo para escribir su libro Inolvidable Frank en homenaje a Frank País, que presentó en noviembre del año pasado.

 

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