OZREN AGNIC KRSTULOVIC
Santiago de Chile - 26
febrero 2008
LA FANTASIOSA BIOGRAFIA DE ALLENDE
ESCRITA POR EDUARDO LABARCA GODDARD
En
artículo anterior, del 4 de febrero, enviado y
publicado a contar de esa fecha, sostuve que Labarca ha
mentido con descaro al escribir una falsa “Biografía
Sentimental de Allende”. Mi afirmación se fundamentó
en las declaraciones hechas a uno los más importantes
diarios de Chile, medio que le otorgó seis páginas
completas primero, y dos a la semana siguiente, en la
sección Reportajes, algo poca veces visto en el país.
Sin embargo, atendida la orientación ideológica de ese
diario, no resulta insólita tal publicidad.
Una
vez leído el libro reafirmo, con conocimiento pleno, lo
sostenido anteriormente, agregando que a fuer de
mercantilista, Labarca miente no sólo en la
supuestamente apasionada vida sentimental de Salvador
Allende sino que, con oscuros propósitos, señala en
varios párrafos, que el probo ex Primer Mandatario habría
profitado de su posición de Senador y Presidente para
beneficiarse económicamente con sociedades creadas para
sus amigos y cercanos, hechos que en ninguna de las
“misteriosas fuentes confidenciales”que cita se
demuestran. Por ejemplo, en la página 114, fabrica una
supuesta llamada de Allende a su amigo Julio Donoso,
para que vaya a La Habana a concretar negocios de
productos chilenos a Cuba, dado que “como socio de
la empresa [de
Donoso] Allende recibirá una comisión para
financiar sus actividades políticas”. Aquí
Labarca pasa de la falacia a la calumnia, delito penal.
Media humanidad conoce de exahustivas
investigaciones realizadas por los organismos de
inteligencia norteamericanos para encontrar situaciones
que pudieran inculpar a Allende como deshonesto, con el
propósito de impedirle que
pudiera alcanzar la Presidencia de la República
y también para justificar el posterior derrocamiento.
Pinochet y su gente dieron vuelta al país en la misma búsqueda,
hurgando en documentos personales, interrogando gente
–torturándoles incluso como me ocurrió personalmente-
sin haber podido localizar nada que no fuera una vida
limpia de negociados y peculados, sin mácula a su honra
de persona y gobernante. Muy diferente a la conmoción
mundial que desató la Comisión Investigadora del
Senado norteamericano y mis prufundas indagaciones,
absolutamente fundamentadas en documentos y no de oídas,
que plasmé en un libro titulado “PINOCHET S.A., La
base de la Fortuna”.
Labarca
ha deshonrado a su padre, a la familia Allende y al
propio ex mandatario con su fértil inventiva, mostrándonos
un Allende deshonesto, falso y pasional. Con este infame
libelo, Labarca es el mejor amanuense de aquellos que
otrora combatió. Con certeza lo obrado por Labarca será
premiado largamente por quienes se frotan las manos ante
las “importantísimas revelaciones” de un “intimo
allegado a Salvador Allende,
familia y amigos mas cercanos”, como él se
presenta a la opinión pública.
Con
desagrado –lo confieso abiertamente- leí las infamias
y embustes contenidos en las 427 páginas de su texto.
Pese a la repulsión que me produjeron las primeras
hojas, por integridad leí cuidadosamente el contenido y
muy en especial las nada serias notas al pie de página”
de cada capítulo, supuestamente citados para dar fé de
que las afirmaciones son ciertas, que tendrían bases
históricas, o con “citas” de personas íntegras y
reconocidamente veraces,
la mayoría fallecidos. ¿Qué encontramos en esas
fuentes? ¡Inaudito! Decenas de correos electrónicos
confidenciales, decenas y decenas de “conversaciones
confidenciales”, citas de oidas, “contado por mi
padre”(lamentablemente fallecido), “el
informante no autorizó nombrarle”, innumerables
citas del
libro de Osvaldo Puccio titulado “Un Cuarto de
Siglo con Allende, Recuerdos de su Secretario Privado”
(Editorial Emisión,1985), que no se apoya en ningún
testimonio documental y que fue compuesto a partir de
apuntes incompletos, y que ni siquiera alcanzó a ser
corregido ni revisado por el autor, antes de su
lamentable fallecimiento en el exilio alemán.
Veamos
solo algunas de sus fábulas, ya que el libro es extenso
y refutar cada uno de sus imaginativos relatos daría
lugar a otro libro, tanto o mas amplio que el suyo.
Inicia con un diagrama de garçoniere en calle
Bueras, que podría corresponder a cualquier habitáculo,
incluso el suyo propio. No es importante, pero Labarca
le asigna, en la página 13, una trascendencia vital,
porque a partir de ese embuste, va construyendo el
segundo asesinato, que es destruir la imagen de Allende.
Es efectivo que por años Allende ocupó ese espacio
como oficina privada y no para los “encuentros” que
afirma Labarca, quien indica que visitó el lugar en
julio de 2007 (pag. 17). Pese a ello, con osadía
presenta un croquis interior, con un
exiguo mobiliario del ocupante actual, a
treinta y cuatro años del fallecimiento de Allende, y
con la cama de quien vive allí, como elemento
principal. En calle Bueras 170-A, el Dr. Allende
recibía a ciertas personas importantes del mundo, de
paso por Chile, o incógnitos, muchas veces ante mi
presencia. El espacio que el croquis resalta con un
amplio lecho, constaba de tres sillones, un sofá de
tres cuerpos y mesilla de centro, además de un par de
sillas y un mini escritorio con teléfono, cuyo número
es imposible recordar por el paso del tiempo.
La
noche de la elección, ante decenas de miles de
partidarios, el discurso del Dr. Allende no fue con la
“ayuda de un megáfono a pila” (pag 9). La alocución
se escuchaba mas allá de Plaza Italia, al oriente, y
calle Ahumada al poniente. ¿Estuvo Labarca presente o
relata de oidas? Otra flagrante mentira. Un megáfono
portátil, ni siquiera con la actual tecnología tendría
un alcance mayor a 40 ó 50 metros. Falsedades tan
simples van desenmascarando al autor y su propósito.
Finalizado el acto de celebración,
Allende y su esposa Tencha enrumbaron a su casa
de Guardia Vieja, acompañados de Alejandro Phillipi y
Rodolfo Ortega, ambos amigos, colaboradores y acompañantes
del candidato. Allende durmió EN SU CASA y EN SU CAMA,
una vez terminados los tradicionales besamanos a
domicilio. Ergo, se deduce que Labarca
inventó el episodio relatado en pag. 15,
y todo su edificio es tan falso como Judas.
Labarca
se adentra en la biografía del líder, con lugares
comunes que se pueden encontrar en cualquier medio
escrito. Continúa las fábulas con
la “primera amante de Allende”, una muchachita siete
mayor que él, de Tacna, compañera de juegos de un niño
incapaz todavía de sonarse las narices y menos
limpiarse el “tambembe” (trasero). Remata su
“obra” relatando los amoríos con la hija del
fallecido líder colombiano Eliecer Gaytán, mujer a
todas luces mitómana, que encontró la fama –o al
menos la notoriedad- inventando un supuesto hijo de
Allende, nacido muerto con posterioridad al 11/09/73.
A
lo largo de todo el rollo y sin un ápice de
caballerosidad (si los hechos fueran ciertos), este
excretor de tanta inmundicia no vacila en dañar la
honra de mujeres vivas y muertas, cuyo único pecado fue
la lealtad al amigo y coideario en sus cruzadas políticas.
Llena páginas denigrando a la
difunta Leonor Benavides de Vigil, a la actriz Inés
Moreno, a la mujer de Rudecindo Ortega, a la actriz Marés
González, varias colombianas, cubanas y venezolanas,
incluyendo a una inidentificada “negrita del sur.”,
sin ninguna consideración
de que tras esas mujeres hay descendientes y colaterales,
irreversiblemente dañados por sus mentiras. Eso no
extraña, atendido que el
propio Labarca confesó, al diario
La Tercera, que “de haber pensado tal situación,
no hubiera podido escribir su libro” (sic). La intención
es clara: denigrar a como de lugar la imagen de Allende,
victimizando a la compañera de su vida,
doña Tencha y sus hijas, señalando que
la viuda del Presidente hacía la vista gorda,
con tal de permanecer en el primer plano de la jerarquía,
mostrando a Tencha Bussi como una mujer sumisa,
intencionadamente sorda y ciega, calculadora e
insensible. Siempre fabulando, Labarca inmiscuye a su
propio padre (pág.74), atribuyéndole la función de
secretario rentado en el Senado. Don Miguel solo recibió
paga de la Corporación una vez que Allende fue electo
Presidente del Senado (1966). Entre 1957 y 1965, era yo
el secretario privado, siendo don Miguel Labarca el fiel
colaborador y leal amigo de siempre, a quien atribuye
haber sido un excelente falsificador, sin duda para
legitimar una carta que reproduce en la pág. siguiente
a la Nº 254 y posteriores, burda falsificación de la
letra del Dr. Allende. Basta comparar la escritura de la
primera hoja con la última -que si es letra auténtica.
Es una grosera composición gráfica hecha de mala fe.
El
“excretor” nos muestra realidades absurdas,
falseadas e inventadas.. Según narra Labarca,
Salvador Allende no sólo era un consumado
mujeriego y un atleta del sexo. También nos lo muestra
como un hombre sin criterio, ya que siendo Presidente de
Chile, habría cometido
la insensatez
de acometer, sin
pudor ni recato, la conquista de la atractiva
esposa del comandante en jefe de una rama de las
FF.AA., en la recepción
oficial ofrecida por Velasco Ibarra, Presidente
del Ecuador a su par chileno, delante del marido,
y las escandalizadas miradas de
autoridades gubernamentales, cuerpo diplomático,
etc., según relata en págs. 262 a 264 ¡Zafias
las fábulas de Labarca! Es posible que a él le tire más
fuerte un vello público que una yunta de bueyes. Lo que
es cierto -y que al mentiroso parece dolerle-, es que
Allende tuvo, tiene y tendrá un prestigio internacional
que se habría derrumbado por si mismo, de ser cierta la
fértil inventiva del calumniador. ¡Como se habría
solazado la prensa internacional, los canales de TV y
fotógrafos presentes! Las imágenes y comentarios de la
indecorosa e imprudente actitud del Presidente de
Chile habrían dado la vuelta al mundo en minutos, tal
como se vieron las imágenes de un desatinado ex
presidente de Ecuador, en similares circunstancias y que
provocaron su inmediato derrocamiento. Me refiero a
Carlos Julio Arosemena.
Allende,
el hombre que conocí tan profundamente, no era de esa
especie y menos era un mercader de la política como
presenta este falaz escritor. No era hombre que
gobernara bajo las sábanas, obediente a los susurros de
las amantes de turno que ha inventado este mercader de
las letras.
Con
propósitos inconfesables, el hijo menor del amigo más
cercano de Allende emporca la memoria del Dr. Allende,
insinuando actos tan inmorales como los cometidos por
Pinochet: en sobrecitos y por mano, habría enviado
miles de dólares a sus ficcionadas amantes, además de
pasajes aéreos para encontrarlas en países
extranjeros y a costa del erario nacional,
olvidando que en aquella época funcionaba una Contraloría
General de la República implacable, con un Contralor
adverso al gobierno. Las contradicciones y el
desconocimiento cubren todas las páginas de esa apócrifa
Biografía Sentimental. Allende se caracterizó por su
fecunda labor en el Senado y su altísimo porcentaje de
asistencia a las sesiones. Sin embargo, Labarca lo ubica
en el extranjero, por largos períodos, solazándose con
las amantes supuestas. De creerse las fábulas, Allende
jamás habría podido legislar y menos gobernar. Según
las mentiras que “cuenta”, Allende ni siquiera dormía,
¿En que tiempo?...
Otro
muestra de mala fé e ignorancia se indica en la pag.
110, al señalar que Viola Contreras de Ortega –supuesta
amante- tenía su domicilio en calle San Antonio, al
llegar a Agustinas. El nada creíble Labarca
“tan bien documentado”, desconoce que ella
vivía en el cuerpo de edificios –todavía existe-
correspondiente a la manzana de las calles Viel, Avenida
Matta,San Ignacio y Santiaguillo. Su departamento daba a
San Ignacio, en tanto que el mío era Viel 1154. Nos topábamos
casi a diario al salir yo a la Universidad o al Senado.
No es trascendente, pero ratifica que todo es fábula,
tan infames como atribuir a Salvador Allende la calidad
de socio del ya desaparecido “Piso 13” en la primera
cuadra de calle Estado (pag 126), propiedad de Julio
Donoso, “el playboy rojo” como lo califica
Labarca, quien ignora, porque nunca pisó el fnndo Maule,
que Donoso era odiado en la zona por el simple hecho de
tener casas de cemento, con tres dormitorios y agua
caliente, para vivienda de sus inquilinos. Donoso, dio
hospitalidad a su amigo Salvador en Algarrobo, luego del
triunfo electoral del año 1970 y por seguridad personal
de Allende. Labarca parece que no lee, pese a ser
periodista. Una de las noches de septiembre de 1970, la
casa de Donoso fue ametrallada por extremistas de
derecha, intentando asesinar al presidente electo. En
tal oportunidad el mentiroso sitúa a Allende en la
supuesta garçoniére de calle Bueras 170-A,
también ejerciendo sus cualidades amatorias. ¿Alguien
sería capaz de creer al fulero Labarca, mentiroso y
mercachifle de las letras?
La
última gran fábula del ígnaro periodista-escritor –que
comentaré- está en las páginas 322 a 323. Labarca
cuenta de una inventada fiesta en El Cañaveral, señalando
con detalle a los artistas presentes, la vestimenta de
Allende, los músicos y toda una parafernalia. Allende
se habría quedado en ese lugar hasta la mañana del
domingo. Además de la ficción, agrega a este embuste
un raro don, desconocido por todos: el don de la
ubicuidad. Da la casualidad que la noche de ese
sábado 8, llamé al Presidente desde mi
domicilio, en Concepción, a eso de las 23.30 horas. A
los tantos años, Labarca me entera que hablé con un
fantasma. Al teléfono de Tomás Moro y tras unos 15
minutos de conversación, Allende me citó para el día
martes 11, a las 11 de la mañana en su despacho de la
Moneda. Fue la última vez que oí su cálida voz.
Todos conocen lo ocurrido ese nefasto día. ¿Qué
dirá Labarca, el mentiroso? ¿Habré imaginado el haber
hablado con el Presidente, a su domiclio? Simplemente,
Labarca ha inventado otra nueva fábula...
Finalmente,
una reflexión: mi casa editora (RIL EDITORES), exige
mucha rigurosidad y comprobación de hechos que cito al
llevarles mis manuscritos. Si ellos no son fundamentados,
me lo representan y objetan (no censuran), porque
quienes escribimose, especialmente acerca de situaciones
tan delicadas y falsas como las que se estampan en el
libro en comento, tenemos la obligación de consignar
verdades históricas fundamentadas y no fábulas,
excepto que sean cuentos de hadas y duendes, que no es
el caso de Labarca. Es por ello que me extraña que
Arturo Infante, el experimentado editor de Catalonia,
no haya sido mas riguroso, especialmente con el
previo antecedente de saber que Eduardo Labarca Goddard
fue el autor de las memorias apócrifas del general
Prats.
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