REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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este Número Extraordinario favor contactar publications@eclac.cl
haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
Pobreza y desigualdad: un desafio que perdura
Nora Lustig, Jefe de la Unidad de Pobreza y Desigualdad del BID.
Senior Fellow, no residente de la Brookings Institution.
El presente trabajo fue preparado para las sesiones plenarias del Inter-American
Dialogue of the Sol Linowitz Forum, (Wye Conference Center, Maryland, Estados Unidos, 1 a
3 de mayo de 1998). Asimismo, corresponde a la Parte 1 de la publicación The
Inter-American Development Bank and Poverty Reduction: An Overview, por
Nora Lustig y Ruthanne Deutsch, Unidad de Pobreza y Desigualdad, Banco Interamericano de
Desarrollo, marzo de 1998. La autora desea expresar su reconocimiento a Ruthanne Deutsch y
Peter Hakim por sus valiosas observaciones y sugerencias. También agradece
encarecidamente la excelente ayuda que le prestó en la investigación César Bouillon
I. Tendencias de la pobreza y de la desigualdad en el decenio de 1990
Hay por lo menos doce países en América Latina y el Caribe 1/ que cuentan con estudios confiables sobre
la pobreza y con información tan reciente como el año 1994. De ellos, nueve contienen
información tanto de las zonas urbanas como de las rurales, y tres (Argentina, Bolivia y
Paraguay) sólo para las zonas metropolitana y urbanas.2/ Aunque para varios países no hay
información reciente (sobre algunos simplemente no se dispone de información), puede
calcularse que en América Latina y el Caribe actualmente unos 150 millones de personas
-es decir, una de cada tres personas- subsisten con un ingreso diario inferior a dos
dólares de los Estados Unidos (a precios de 1985).
Entre fines del decenio de 1980 y mediados del de 1990, la incidencia de la pobreza
disminuyó en la mayoría de los países, 3/ con
excepción de Venezuela y el Gran Buenos Aires (Argentina), en que subió, y México, en
que se mantuvo igual. ¿Hasta qué punto obedece la tendencia de la pobreza a las
fluctuaciones del ingreso por habitante o a la variación de la distribución del ingreso?
En casi todos los casos correspondían a la disminución de la pobreza tasas positivas de
crecimiento económico. En más de la mitad de los casos, la distribución del ingreso se
mantuvo neutral (vale decir, no varió) o contrarrestó los efectos positivos del
crecimiento económico sobre la disminución de la pobreza (es decir, aumentó la
concentración del ingreso). La desigualdad elevada -y a veces creciente-, que es
característica de la región, ha amortiguado el beneficio que reporta el crecimiento
económico para los pobres. Asimismo, la desigualdad cada vez mayor refuerza el impacto
negativo de las tasas de crecimiento bajas o decrecientes sobre el coeficiente de pobreza,
como ha ocurrido en el Gran Buenos Aires y en Venezuela.
Todo estudio que se limita a comparar cifras globales relativas a dos hitos temporales
hace caso omiso de hechos importantes. En los países que realizan encuestas frecuentes,
las estimaciones de la pobreza menudo varían notoriamente de un año a otro, siguiendo
muy de cerca las contingencias macroeconómicas. Las crisis, la austeridad fiscal y la
inflación elevada se traducen en un incremento de la pobreza. Los años de bonanza y de
rápida deflación se acompañan de una reducción de la pobreza.
Por ejemplo, en la zona del Gran Buenos Aires la pobreza aumentó en forma pronunciada en
el bienio 1989-1990 (años de hiperinflación), bajó en los años siguientes y, a raíz
de la crisis que desencadenó la devaluación del peso, el coeficiente de pobreza se
elevó de 13 a 20.2% entre 1994 y 1996. En Brasil, la pobreza aumentó entre 1989 y 1992
(años de hiperínflación), se mantuvo igual entre 1992 y 1994 y cayó en 1995, con el
brusco descenso de la inflación. En Costa Rica, la pobreza aumentó cinco puntos
porcentuales entre 1990 y 1991, cuando el promedio de desarrollo económico perdió
impulso, y cayó en 12 puntos porcentuales entre 1991 y 1994, período de crecimiento
dinámico. En Venezuela, que es una de las economías más inestables de la región, la
pobreza se redujo en 10 puntos porcentuales entre 1989 y 1991, subió casi 20 puntos
porcentuales entre 1991 y 1994, bajó en 1995 y volvió a subir en 1996. Estas
comprobaciones muestran que el coeficiente de pobreza es muy volátil y que las crisis
pueden tener consecuencias desastrosas para los pobres y para los que se encuentran en el
umbral de la pobreza. Por añadidura, las más de las veces en la reactivación de la
economía no se recupera todo lo perdido. Como se analiza más adelante, para reducir la
pobreza no basta el solo crecimiento económico sino que es necesario un crecimiento firme
y sostenido (véase cuadro l).
Hay otro aspecto que se pasa por alto al utilizar valores globales: la posible falta de
homogeneidad de las tendencias, tanto entre regiones como entre grupos por edad,
ocupación, etnia y género, así como entre los de moderada pobreza y los de pobreza
extrema. En Colombia, por ejemplo, entre 1978 y 1995 disminuyó en forma pronunciada
la pobreza urbana, pero la pobreza rural aumentó; en Chile, entre 1992 y 1994 la pobreza
moderada disminuyó, pero bajó el ingreso medio real por habitante del 10% más pobre de
la población; en México, el total de personas que vivían en pobreza extrema bajó
ligeramente entre 1989 y 1994, pero se elevó considerablemente en las regiones sur y
sudoriental del país. Hay que reconocer y comprender las causas de estas
diferencias para poder diseñar una política al respecto (véanse los cuadros 2 y 3).
Cuadro 2 - Cuadro 3
¿Quiénes son los pobres? ¿Dónde viven? ¿Qué hacen? ¿Hay regiones o grupos más
propensos a la pobreza? La preparación de perfiles de la pobreza es esencial para lograr
la aplicación efectiva de una política. Pese a las grandes diferencias entre uno y otro
país en materia de ingreso por habitante y características socioeconómicas, hay
patrones comunes. Una característica universal es que los pobres tienden a pertenecer a
hogares cuyo jefe tiene escasa o nula instrucción, a formar parte de hogares más
numerosos y con una relación de dependencia superior. Por lo que respecta al género del
jefe del hogar, no hay un patrón sistemático: en algunos países, hay mayor proporción
de mujeres como jefe del hogar en los estratos pobres, y en otros, no es así. La
proporción de grupos indígenas y de negros es más alta entre los pobres y tienen mayor
probabilidad de vivir en zonas rurales. El jefe de hogar pobre tiene mayores
probabilidades de trabajar en el sector informal y en actividades primarias o de
servicios. Aunque la mayoría de jefes de hogar entre los pobres trabaja, la proporción
de jefes de hogar desocupados es más alta entre los pobres que entre quienes no lo son
(véanse los cuadros 4 y 5).
Cuadro 4 - Cuadro 5
Por lo tanto, las personas que tienen menos instrucción, las que viven en zonas rurales y
las que trabajan en actividades primarias, de servicios y de construcción, así como en
el sector informal, tienen mayores probabilidades de ser pobres. Igual cosa puede decirse
de los desocupados. Los grupos indígenas y los negros tienen mayores probabilidades que
los blancos de ser pobres. Además, incluso controlando la influencia de variables tales
como el grado de instrucción y otras, las mujeres que trabajan tienen mayores
probabilidades de ser pobres que los trabajadores varones. Por lo que respecta al género
del jefe del hogar, no se observa un patrón sistemático; en sólo uno de los 10 países
en que se estudió este aspecto (Costa Rica) el coeficiente de pobreza era mucho más alto
cuando el jefe del honrar era mujer. Por lo que toca a la edad, los niños y los
trabajadores jóvenes tienen mayores probabilidades de ser pobres. En cuanto a la edad del
jefe del hogar, en varios países de la región la pobreza se da con mayor frecuencia
entre los que tienen 60 años o más. Como una proporción tan elevada de los pobres de la
región son campesinos o personas que trabajan por cuenta propia, en algunos países (por
ejemplo, México y Nicaragua) el número de pobres es mayor entre las personas que
perciben ingresos no salariales o que trabajan en forma independiente.
¿Dónde hay mayor concentración de pobres? Aunque en varios países más del 50% de los
pobres vive en zonas rurales, el número que corresponde a las zonas urbanas no es
despreciable. En países como Brasil y Chile, los pobres urbanos constituyen la mayor
proporción (cuadro 4). Sin embargo, los hogares que se encuentran en situación de
pobreza extrema parecen concentrarse en las zonas rurales, aunque no ocurre en todos los
países.
II. El crecimiento económico: indispensable pero no suficiente
Sabemos ahora que el crecimiento económico es indispensable 4/ para reducir la pobreza. Estimaciones
empíricas muestran que un aumento del 1% en el consumo anual por habitante se traduce en
una disminución de la pobreza del 1.5 al 4%. En el decenio de 1990, el crecimiento
económico se reanudó en la mayoría de los países de la región y las perspectivas son
favorables, aunque a corto plazo menos alentadoras que lo que eran antes de la crisis
financiera asiática. Por primera vez en muchos decenios los países de la reunión
registran tasas de inflación mucho más bajas y el fenómeno de la hiperinflación parece
haber desaparecido.
Aunque se han identificado muchas políticas para promover el crecimiento, siguen siendo
difíciles de encauzar algunos que garanticen la erradicación de la pobreza extrema en un
plazo prudente: por ejemplo, quince a veinte años. Además, tal vez no baste con el
crecimiento. Si no varía la distribución del ingreso, el ritmo de reducción de la
pobreza podría ser bastante lento, aun en condiciones de crecimiento sostenido. Por
ejemplo, a tasas de 3% de crecimiento anual por habitante, se tardaría casi 50 años o
más de un siglo -según el país- en eliminar totalmente la pobreza, medida por la
proporción de personas que viven con menos de dos dólares de los Estados Unidos al día.
El lapso sería mayor si se utilizaran los umbrales de pobreza específicos de cada país,
si la tasa de crecimiento económico fuera inferior o si empeorara la distribución del
ingreso. A las tasas de crecimiento y umbrales de la pobreza por países vigentes
pasarían cuatrocientos años o más en algunos casos antes de poder erradicar la pobreza
extrema.
El crecimiento económico no garantiza un beneficio para todo el mundo. Como se dijo,
en Chile, por ejemplo, no obstante el incuestionable éxito de la gestión económica y a
que en términos globales disminuyó la pobreza, entre 1992 y 1994 el ingreso medio por
adulto equivalente de los hogares en el decil inferior de la población bajó de 13 800 a
13 500 pesos (a precios de 1994), En México, aunque la pobreza extrema se redujo
levemente entre 1989 y 1994, aumentó su incidencia en las regiones sur y sudoriental. En
Colombia, entre 1978 y 1995 la pobreza urbana disminuyó, pero subió la rural.
Por lo demás, el crecimiento económico ni siquiera asegura que la pobreza disminuya.
Salvo algunas excepciones, la mayoría de los países de América Latina analizados en el
presente trabajo registran una relación inversa entre la incidencia de la pobreza y el
crecimiento económico, aunque hay algunas excepciones. En Argentina y México, la
reducción de la pobreza al elevarse el ingreso fue casi nula. En Argentina, el PIB por
habitante acusó un fuerte aumento entre 1991 y 1994, pero la pobreza se mantuvo
prácticamente constante. En México, el PIB por habitante subió ligeramente entre 1992 y
1994, pero la pobreza casi no varió. En Venezuela, entre 1991 y 1992, el incremento del
PIB por habitante fue acompañado de un acrecentamiento de la pobreza. En Paraguay, la
pobreza urbana (Asunción) ha disminuido sostenidamente, pese a que el PIB por habitante
registró leves caídas en 1991,1992 y 1995.
Por último, el crecimiento puede ser irregular. Los países suelen hacer frente a crisis
debidas a errores de política, a la inestabilidad de los mercados de capital, a las
pronunciadas fluctuaciones de los precios de los productos básicos, a desastres
naturales, etc. Como se vio, las variaciones de las tasas de crecimiento se traducen en
grandes modificaciones del índice de pobreza. En realidad, los incrementos más
pronunciados que ha registrado la pobreza en la región han obedecido a crisis ocasionadas
por factores económicos, políticos o naturales. Para reducir la pobreza no basta con el
simple crecimiento, sino que éste debe ser sostenido.
III. Las modalidades recientes de generación de empleo y la desigualdad de
los salarlos: no son precisamente lo que queríamos
Para acelerar el proceso de reducción de la pobreza, el crecimiento económico debe
promover el uso intensivo del factor que abunda en la región: la mano de obra no
calificada. Cualquiera que sea la tasa de crecimiento económico, con esa modalidad
bajaría la tasa de pobreza. Sin embargo, por razones que todavía no se comprenden bien,
el crecimiento económico registrado últimamente en varios países se ha dado junto con
tasas elevadas de desempleo, y ha aumentado la diferencia de salarios entre la mano de
obra calificada y la no calificada.
Según el país, se observan ya sea altos niveles de desempleo o bien un incremento de]
subempleo y del sector informal, o ambas cosas a la vez. Se estima que en 1997 la
desocupación en América Latina 5/
subió a 7.5%; en 1991 era 5.8%. En 1997, en doce de los veintidós países respecto de
los cuales se dispone regularmente de estadísticas de desocupación (Argentina, Barbados,
Colombia, Ecuador, Jamaica, 6/
Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tabago, Uruguay y Venezuela),
la cifra se acercaba al 10% o era más alta. En diez de los veintidós países, en 1997,
la desocupación superó la cifra registrada en 1991, y en once de los veintidós ha
subido desde 1994 (véase el cuadro 6). En los años noventa,
el empleo en el sector informal (trabajadores por cuenta propia, trabajadores familiares
no remunerados y trabajadores que prestan servicios en microempresas o en el servicio
doméstico) registró un alza importante en la región. Según informaciones de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), el empleo en el sector informal aumentó de
51.6% del total de la población activa en 1990 a 56% en 1995 (CEPAL, 1997b).
La desocupación suele darse en forma desproporcionada entre los pobres. Por ejemplo, en
el Gran Buenos Aires, en 1996 un 29.8% de los trabajadores pobres carecía de ocupación,
frente a 4.5% de los demás. En Chile, en 1994, la proporción de hombres desocupados
correspondiente al decir inferior de la población fue de 2 1.1 %, mientras que en el
resto de la población promediaba 4.8%. La tasa media de desocupación de las trabajadoras
chilenas en el decil inferior de la población era 36.8%, frente a un promedio para las
demás de 1 1. 1 %. En Costa Rica, en 1996, la tasa de desocupación entre los pobres fue
de 3.6%, contra un 1.9% para el total. Lo más probable es que estos trabajadores
desocupados no tengan acceso a los mecanismos de protección social (por ejemplo,
desahucio y seguro de cesantía) y seguramente serán más propensos a dedicarse a
actividades ilegales, sobre todo porque la desocupación es más común entre los
jóvenes. Independientemente de que los pobres tengan mayores probabilidades de estar
desocupados, o que sea a la inversa, no hay duda de que ambos fenómenos se relacionan
entre sí.
Aunque en varios países el salario real medio ha estado subiendo (véase el cuadro 7), no todos los asalariados gozaron de los
beneficios. En el último decenio, la diferencia de salarios entre los trabajadores
calificados y los no calificados aumentó en forma bastante pronunciada en muchos países,
y en varios incluso cayeron los salarios reales de los trabajadores no calificados. Según
la CEPAL (1997b), en América Latina la diferencia de ingresos entre los profesionales y
técnicos y los trabajadores de los sectores de baja productividad se elevó de 40% a 60%
entre 1990 y 1994. En ese lapso, en la mayoría de los países aumentó apreciablemente el
ingreso real de los trabajadores altamente calificados de los sectores modernos de la
economía (con la excepción de Bolivia, Brasil y Honduras, en que cayeron todas las
remuneraciones). Fue pequeño el incremento del salario real de los trabajadores no
calificados en los sectores de baja productividad o incluso de signo negativo.
Concretamente, entre 1989-1990 y 1994, en ocho de diez países de América Latina se
amplió la brecha entre las remuneraciones de los trabajadores calificados y no
calificados.7/ Por ejemplo, en
México, la relación entre el ingreso medio de los trabajadores altamente calificados y
los no calificados (profesionales y técnicos frente a trabajadores de los sectores de
baja productividad) se elevó de 138% en 1989 a 203% en 1994; en Chile, de 169% en 1990 a
205% en 1995; y en Brasil, de 226% en 1987 a 326% en 1993 (CEPAL, (1997b, cuadro II-5.).
Estas inesperadas tendencias son decepcionantes. Los economistas confiaban en que al
caer las barreras comerciales e introducirse reformas estructurales generales se
estimularía un crecimiento económico apoyado en el uso intensivo de mano de obra, es
decir, que se abrirían rápidamente más posibilidades de ocupación, sobre todo para los
trabajadores menos especializados. Algunos de los factores subyacentes a esas tendencias
son transitorios o podrían corregirse derogando algunas de las disposiciones legales que
regulan el funcionamiento del mercado de trabajo. En cambio otras causas, propias del tipo
de demanda de tecnología y mano de obra que caracteriza a la modernización económica,
podrían perdurar.
Estudios recientes del Banco Interamericano de Desarrollo examinan los factores
institucionales y los relacionados con la oferta y la demanda que afectan el
funcionamiento del mercado de trabajo. En ellos se llega a la conclusión de que si bien
la oferta de mano de obra no ha variado demasiado, sí ha variado su composición
con la entrada de una mayor proporción de mujeres (Duryea y Székely, 1998). Estas
están más expuestas a la desocupación porque se incorporan con mayor frecuencia al
sector informal o desprotegido. También hay señales de que, en la mayoría de los
países, las tendencias demográficas y de escolaridad han agudizado la desigualdad de
ingresos (Duryea y Székely, 1998).
En general, la estructura de la demanda de mano de obra no ha favorecido a
los trabajadores menos calificados. El hecho de que la demanda de mano de obra en la
región tienda a favorecer a los trabajadores calificados es un enigma. Según la teoría
económica, la liberalización del comercio debía haberse traducido en un incremento de
la demanda de bienes que se producen con mano de obra no calificada. Aunque no hay una
explicación completa de este fenómeno, los estudios realizados apuntan a cuatro causas
diferentes, que no se excluyen necesariamente, para explicar esta aparente paradoja: i) La
liberalización del comercio, la desregulación financiera y la reactivación de las
corrientes de capital abarataron el precio de los bienes de capital (Lora y Barrera, 1977;
Hanson y Harrison, 1995; Robbins, 1996; Pissarides, 1997; y Wood, 1997). Como la mano de
obra calificada es un factor que complementa el capital, se acrecentó su demanda. ii)
Aunque comparada con los países industrializados, la mano de obra no calificada de la
región parezca abundante, quizás no lo sea frente a las nuevas economías que se
incorporan al mercado mundial, como China (Londoño, Spilimbergo y Székely, 1997; Wood,
1997). iii) Por las características de la industrialización basada en la substitución
de importaciones, la región tendía a dar mayor protección a los sectores de uso más
intensivo de mano de obra menos calificada y, en consecuencia, ellos fueron los más
afectados por la caída de las barreras (Hanson y Harrison, 1995). iv) En algunos países,
la apreciación de la moneda nacional se ha traducido en un incremento de la producción
relativa de bienes no transables, de uso más intensivo de mano de obra calificada.
Los análisis indican que las características institucionales de la legislación laboral,
en cuanto afectan al mercado de trabajo, podrían también explicar esa generación de
empleo menor que la prevista (Márquez y Pagés, 1998; Pessino 1997; Cortázar, 1997; y
Cortázar, Lustig y Sabot (por aparecer próximamente)). La mayor protección que se
otorga a los trabajadores del sector formal, en cuanto a desahucio, prestaciones de
cesantía, etc., en comparación con lo habitual en algunos países miembros de la OCDE,
introduce rigideces en el mercado laboral y eleva el costo fijo de contratación de nuevos
trabajadores por ese sector. En síntesis, la tendencia hacia una mayor disparidad de los
salarios obedece a factores institucionales y de oferta y demanda.
Las tendencias observadas en el mercado laboral podrían ser un factor explicativo de la
persistencia en América Latina en el decenio de 1990 de los altos niveles de desigualdad
(cuadro 8). Para los nueve países con información a nivel
nacional, 8/ el decenio de 1980 se
caracterizó por una creciente desigualdad, salvo Colombia y Costa Rica. Lamentablemente,
no todos los países tienen información para mediados del decenio. Para aquellos que sí
la tienen, se aprecia que la desigualdad tendió a mantenerse invariable o a elevarse
ligeramente entre 1989 y alrededor de 1995, como lo que sucedió en Brasil, Colombia,
Costa Rica, México y Venezuela. La desigualdad bajó sólo en Chile, Uruguay (urbana) y
Bolivia (urbana).9/
IV. Medidas de política para disminuir la pobreza
Las deficiencias del actual modelo de crecimiento económico indican que habrá que
introducir nuevas políticas dirigidas para que disminuya la pobreza en América Latina y
el Caribe. El ritmo de crecimiento económico quizá sea demasiado lento o irregular en
algunos países para lograr una reducción significativa de la pobreza. En otros, dada la
actual distribución del ingreso, aun con tasas de crecimiento sostenido, no se logrará
sino una moderada reducción de la pobreza. En toda la región, las fuerzas del mercado no
están generando ese modelo de crecimiento económico de uso intensivo de la mano de obra
no calificada conducente a una reducción de la pobreza. Todos estos factores tienen
importantes consecuencias para la formulación de políticas.
Del breve panorama presentado en párrafos anteriores derivan importantes consecuencias
para la acción con el propósito de reducir la pobreza. Aparte de la conclusión obvia de
que la política debe concentrarse en promover un crecimiento sostenido, ellas son:
1 . Mejorar el capital humano y aumentar la especialización
Como los modelos recientes de crecimiento económico observados en la región no
parecen caracterizarse por el uso intensivo de mano de obra no calificada, tendencia que
podría perdurar, las iniciativas de política deben propender a un mismo tiempo a
eliminar los inconvenientes para el uso de mano de obra, sobre todo la no calificada, que
provenían del marco jurídico, regulador y tributario de cada país, y reducir la oferta
relativa de mano de obra no calificada. Lo último podría lograrse aplicando dos
mecanismos principales, a saber: reducir las tasas de crecimiento demográfico, sobre todo
de los grupos más pobres de la sociedad ya que, en general, son muy superiores a las de
los demás grupos y, en segundo lugar, aumentar la especialización de la mano de obra,
sobre todo de los que recién se incorporan a la población activa.10/
2. Modificar la distribución de los activos
Como la pobreza se vincula con la falta de bienes, las políticas que se apliquen en
esta materia revisten gran importancia (Birdsall y Londoño, 1997). La distribución de
los activos podría mortificarse, por ejemplo, mediante programas de reforma agraria que
distribuyeran acciones entre la población y mediante la reforma tributara, incluso del
impuesto a la herencia.
3. Mejorar el acceso de los pobres a las posibilidades de mercado
Para aumentar el acceso de los pobres a las oportunidades que presenta el mercado
pueden aplicarse diversas medidas, como corregir las fallas del mercado de créditos;
reducir las prácticas discriminatorias, por ejemplo, en los mercados laboral y de
crédito y en el sistema judicial; mejorar el poder negociador de los pobres; mejorar el
acceso a las regiones pobres creando la infraestructura física necesaria; aumentar la
capacidad de los pobres de dar sus bienes en garantía, por ejemplo, otorgándoles los
títulos de dominio que correspondan; permitir que los pobres tengan mejor acceso a la
información y la tecnología. Los programas para combatir la delincuencia y la violencia
también pueden proporcionar las oportunidades de mercado al crear un medio ambiente en
que puedan trasladarse sin temor hacia y desde su trabajo.
4. Mejorar la calidad de vida de los pobres
Los programas de mejoramiento de los barrios en las zonas urbanas y las inversiones en
los sistemas de agua potable y saneamiento, así como las medidas de descontaminación
ambiental pueden beneficiar de manera especial a los pobres, que tienen menos
posibilidades de acceso a la infraestructura física y a los servicios y que con mayor
frecuencia sufren las consecuencias del deterioro del medio ambiente. Estas políticas
tienen tres ventajas: desde luego, elevan directamente la calidad de la vida con el
suministro de servicios de agua potable y saneamiento, o con el mejoramiento de las
viviendas, del transporte, etc., y el consiguiente progreso de la salud y de las
posibilidades económicas. En segundo lugar, sube el valor de las viviendas y si se dan
títulos de dominio, aumenta también el valor que pueden ofrecer en garantía los hogares
pobres. Por último, los costos de inversión de la infraestructura proporcionada pueden
representar una transferencia directa a los hogares pobres, ya que, por lo general, la
recuperación de costos sólo se considera para sufragar los Vastos de funcionamiento de
los servicios de agua potable y saneamiento.
5. Transferencias directas a los pobres
Como se dijo anteriormente, incluso en los casos en que el crecimiento sea sostenido,
podría demorar mucho tiempo erradicar la pobreza extrema. Por mucho que se acelerara el
proceso aplicando medidas de política como la especialización o la modificación de la
distribución de los activos, siempre tomaría tiempo reducir la pobreza extrema en forma
significativa. Entretanto, para hacer frente a la pobreza extrema y evitar que se
transmita de una generación a otra, habrá que efectuar transferencias directas a los
pobres, particularmente a los que viven en zonas atrasadas o pertenecen a grupos
desfavorecidos, como la población indígena. Por curioso que parezca, para la mayoría de
los países el esfuerzo no debería ser insuperable: cálculos muy sencillos indican que
si se pudiera fijar como meta destinar entre menos de 0.5 y 2% del PIB a las
personas que viven en condiciones de pobreza extrema, éstas dejarían de pertenecer a esa
clase. Las mejores transferencias directas son las que "matan dos pájaros de un solo
tiro"; por ejemplo, las transferencias en forma de becas a las familias pobres para
inducirías a mantener a sus hijos en la escuela o la entrega de una compensación por
llevarlos a los policlínicos, podrían servir para aumentar su ingreso corriente y como
inversión en el desarrollo del capital humano que representan.
6. Ayudar a los pobres a hacer frente a las crisis
Como ya se indicó, las crisis pueden tener por consecuencia un incremento muy
pronunciado de la pobreza en todo un país o en los grupos afectados. Lo más
probable es que países, regiones, sectores, aldeas y personas tengan que hacer frente a
alguna crisis. Estas pueden ser sistémicas o idiosincrásicas. Las primeras pueden
deberse a causas económicas, naturales o políticas, o ser consecuencia de reformas
destinadas a corregir el mal funcionamiento del mercado. Abundan los ejemplos recientes:
la crisis del peso en México, la caída de los precios internacionales del café a
comienzos de los años 90, la corriente del Niño, los casos de liberalización del
comercio y privatización aceleradas, y los efectos de las crisis de las monedas
asiáticas en el crecimiento económico de América Latina y el Caribe. Asimismo, lo más
probable es que los pobres se vean particularmente afectados por perturbaciones
idiosincrásicas como enfermedades, discapacidades físicas y síquicas, desocupación,
etc.
Los pobres no están en condiciones de hacer frente a las crisis y los mecanismos
informales de seguro tienen graves inconvenientes. En especial, la mayoría de los países
carece de mecanismos e instrumentos de carácter institucional para mitigar los efectos de
las crisis en los pobres y a menudo reaccionan en forma improvisada. La creación de esta
clase de mecanismos podría contribuir mucho a reducir la pobreza. Las estadísticas
indican que el problema de la desocupación afecta en mayor proporción a los pobres, de
tal modo que los programas de trabajo comunitario tal vez sean una solución obvia, pero
no la única.
7. Protección social para los que no están en condiciones de trabajar
En la sociedad siempre habrá personas que no estén en condiciones de trabajar por
enfermedad crónica, edad avanzada, incapacidad física o mental, etc. Los pobres son muy
vulnerables a estos fenómenos y la sociedad debe proporcionarles sistemas de protección
social adecuados. En América Latina y el Caribe, por efecto de la transición
demográfica probablemente se producirá un "envejecimiento" de la pobreza. Son
fundamentales las políticas destinadas a proteger a las personas de la pobreza en su
ancianidad, y no es seguro que los actuales sistemas de previsión (ya se trate de los
existentes o de los programas reformados) o de asistencia social estén preparados para
asumir esta tarea.
Las siete esferas de política examinadas representan las medidas que se adoptan con mayor
frecuencia en los planos nacional o subnacional. Además, hay una serie de iniciativas que
tendrán que tomar las naciones industrializadas, bilateralmente o en foros
multilaterales, que podrían influir en la evolución de la pobreza en el mundo en
desarrollo. Las organizaciones internacionales y los países industrializados pueden
ayudar a reducir la pobreza del mundo en desarrollo a lo menos por tres conductos, entre
otros: a) Proporcionar capital a los países que carecen de él en la forma de donaciones
y préstamos a largo plazo en condiciones concesionarias; 11/ reducir los niveles actuales de la
deuda oficial, como en la iniciativa reciente para los países pobres altamente
endeudados; proporcionar sistemas de protección financiera frente a las crisis; y ayuda
bilateral directa. b) Abrir los mercados de los países industrializados a los productos
agricolas y promover el libre comercio, o extender los beneficios de los acuerdos
preferenciales para dar impulso a las exportaciones de los países en desarrollo, mejorar
el acceso a la tecnología moderna y estimular la afluencia de capitales privados. La
transferencia de derechos de propiedad intelectual en condiciones no onerosas podría
ayudar a los países más pobres a tener un mayor acceso a las tecnologías modernas. c)
Las instituciones multilaterales podrían ayudar a los países a diseñar políticas
racionales y, mediante sus programas de créditos y el diálogo político, influir sobre
las políticas y la distribución de los recursos de los países a favor de los pobres
(véanse los cuadros 9 y 10).
Cuadro 9 - Cuadro
10
Antes de concluir, cabe formular una observación importante. Las políticas que tengan
por objeto ayudar a los pobres tienen que abordar otros aspectos fuera de su bienestar
económico. La pobreza presenta dimensiones aparte la falta de ingreso, que tienen tanta o
mayor influencia sobre la vida de los pobres y que pueden incapacitar a personas,
familias, o sectores completos de la población para participar plenamente en la
economía. Los grupos indígenas tienen una representación desproporcionado entre los
sectores pobres, sobre todo los que están en la pobreza extrema. Los pobres urbanos, que
viven en las barriadas marginales, son víctimas de crímenes violentos más a menudo que
sus vecinos más pudientes. La pobreza puede contribuir a crear un círculo vicioso dentro
del hogar, cuando los bajos ingresos y la falta de perspectivas económicas provocan actos
de violencia intrafamiliar que representan un elevado costo económico y social para los
miembros del hogar que sufren sus consecuencias (Morrison y Orlando, 1998). Las políticas
que apuntan a resolver los problemas de la marginalidad, la exclusión social y la
violencia son parte importante de toda estrategia que tenga por objeto combatir la
pobreza.
ANEXO 1
Estudios sobre la pobreza utilizados en este artículo
Argentina:
Altimir, 0. y L. Beccaria (1997), "Efectos de los cambios macroeconómicos y de
las reformas sobre la pobreza urbana en la Argentina", proyecto PNUD/BID/CEPAL sobre
mitigación de la pobreza y desarrollo social en América Latina y el Caribe.
Márquez, G. y S.A. Morley (1997), "Poverty and the employment problem in
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ANEXO II
América Latina: Umbrales de pobreza moderada, 1980-1986
ANEXO III
América Latina: Umbrales de pobreza moderada, 1980-1986
(Traducción del inglés)
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11.No.1.
Notas:
1/ Ellos son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay, Perú y Venezuela. El Anexo
1 contiene información bibliográfica resumida sobre estos estudios
2/ Hasta hace poco, Paraguay no contaba con un estudio
de alcance nacional, pero actualmente se está preparando uno, con financiamiento y
asistencia técnica del Programa para el Mejoramiento de Condiciones de Vida en América
Latina y el Caribe (MECOVI)
3/ En este caso, cuando se habla de pobreza se alude a una
pobreza moderada y se mide por la proporción de personas cuyo nivel de vida se sitúa por
debajo de un umbral de pobreza por países. Los umbrales de la pobreza moderada figuran en
el Anexo II .
4/ Véanse los estudios citados en Lipton y
Ravaillon 1995, p. 2603. De una muestra de ocho países de distintas regiones, Brasil es
el que tiene menos elasticidad (-1.5). Estos estudios parten de la base de que el aumento
del consumo por habitante se distribuye en forma neutral, En estas operaciones, la pobreza
se mide por la brecha de la pobreza
5/ Las cifras corresponden a la CEPAL. No
incluyen los países del Caribe.
6/ Cifra correspondiente a 1996.
7/ Según la CEPAL (1997b), el margen de
diferencia aumenta en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Paraguay, Uruguay y
Venezuela, se mantiene prácticamente constante en Costa Rica y disminuye en Honduras.
8/ Comprenden Brasil, Chile, Colombia, Costa
Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Venezuela. Los datos relativos a Argentina,
Bolivia, Ecuador y Paraguay corresponden únicamente a las zonas urbanas.
9/ No se dispone de estimaciones respecto de los demás
países.
10/ Por lo que respecta a la función que puede
cumplir la educación en la reducción de la pobreza y la desigualdad, véase Birdsall y
Londoño (1998) y Birdsall, Ross y Sabot (1995).
11/ Tales como los fondos de la Asociación
Internacional de Fomento (AIF) en el Banco Mundial, y el Fondo para Operaciones
Especiales, del BID. |