El hombre que caminaba a paso firme hacia la Casa Blanca sabía que aquel día podía
ser crucial para su futuro. En unas horas más de aquel 25 de abril de 1963 se reuniría
por primera vez y secretamente con el Presidente John F. Kennedy. Ese político que
derrochaba carisma y seguridad con sólo 51 años era Eduardo Frei Montalva, senador y
líder indiscutible de la Democracia Cristiana.
Este era su tercer viaje a Washington, pero ni en junio de 1961, ni en abril de 1962,
había llegado a la Oficina Oval. El encuentro debía permanecer en estricto secreto: si
salía a la luz, sería regalarles a sus adversarios en Chile la oportunidad de acusarlo
de vender su alma al imperialismo.
Ese encuentro con Kennedy, hasta ahora jamás revelado, sólo selló una alianza que
Frei había comenzado a forjar en 1962, cuando la DC comenzó a recibir una generosa ayuda
política y financiera desde Washington con la vista puesta en las elecciones
presidenciales de 1964.
Mientras la sociedad chilena mostraba los primeros síntomas de una polarización
irreversible, el candidato socialista Salvador Allende denunciaba una "campaña del
terror" en su contra. Detrás de ella estaba la CIA, que comenzaba a orquestar una
agresiva operación comunicacional para desprestigiar su imagen. Entre 1962 y 1964, la
agencia coordinó 15 operaciones encubiertas en Chile, planeadas para beneficiar a Frei y
dañar al líder de la izquierda.
Ayer se cumplieron 40 años del histórico triunfo de Eduardo Frei Montalva, y el
determinante papel de EEUU en esa elección permanece aún en las sombras.
En 1975 la Comisión Church, que investigó las acciones de la CIA en Chile, dio
algunas luces de la intervención norteamericana. "La agencia gastó US$ 2,6 millones
en apoyar al candidato de la DC. Más de la mitad de la campaña del candidato fue
financiada por EEUU. Además, la CIA entregó apoyo a grupos de estudiantes, mujeres,
profesionales y campesinos pro DC", dice el documento. Los historiadores, por su
parte, sólo han consignado que Frei fue el aliado principal de EE.UU. y que, además,
recibió importantes sumas de dinero.
Sin embargo, son los documentos secretos guardados en el National Archives Records
Administration (Nara) de Washington los que revelan hoy la génesis y el desarrollo de la
alianza de Frei con EE.UU. Desclasificados entre 1997 y el 2000, esos papeles explican la
estrecha e intransferible relación del líder DC con los diplomáticos y agentes de
Estados Unidos en Chile y Washington y describen en qué se gastaron US$3 millones (unos
US$5,8 millones de hoy) en acciones clandestinas.
A eso se suma el testimonio de Ralph Dungan, el hombre que forjó el estrecho vínculo
entre la DC y EE.UU. a lo largo de los años '60. Miembro del Partido Demócrata, a los 42
años llegó a la administración Kennedy para manejar la política hacia América Latina,
y desde ese cargo monitoreó y siguió de cerca los contactos de Washington con Frei.
Dungan, que tras el triunfo de la DC fue enviado a Chile como embajador, decidió hablar
para esta investigación, por primera vez, de la que fue la mayor intervención política
de EE.UU. en la historia chilena.
Nunca antes ni después un candidato presidencial contó con un monitoreo tan
institucional por parte de EEUU. Ni siquiera en la turbulenta elección de 1970 volvió a
repetirse una actuación de esas dimensiones. Para entonces, Washington no apostó por
ninguno de los candidatos chilenos. Radomiro Tomic y sus flirteos con la izquierda ya no
brindaban confianza a EE.UU., y Jorge Alessandri no era visto como una opción para
contener el avance de Allende. El Presidente Richard Nixon, agobiado por la guerra de
Vietnam, simplemente ordenó repetir, el '70, la exitosa campaña del terror llevada a
cabo seis años antes.
Frei es el hombre
No hubo nada de fortuito en la decisión de la Casa Blanca de apostar por Frei. Las
cualidades personales del líder DC pesaron mucho, como describen los documentos secretos.
Considerado por EE.UU. como "un hombre de principios", "grandes
habilidades" y "carácter fuerte", el político chileno muy pronto fue
ungido por Washington como la promesa del continente.
También había poderosas razones estratégicas para respaldarlo. En Cuba, Fidel Castro
había impuesto su revolución en 1959, y el '61 el intento por invadir la isla a través
de Bahía de Cochinos para derrocarlo fue un fiasco. El '62 la tensión escaló al máximo
al descubrirse el intento de la Unión Soviética por instalar allí misiles nucleares y
convertir a La Habana en otro satélite. En ese clima, los cables de la embajada de EE.UU.
en Chile revelan la preocupación ante la posibilidad de que Salvador Allende ganara las
elecciones y se convirtiera en "una seria amenaza para sus intereses
nacionales".
Atraído por la propuesta de Frei y su Revolución en Libertad, su programa calzaba con
el plan de la Casa Blanca de contener los avances de la izquierda contraponiendo líderes
progresistas. Mientras la derecha chilena era calificada por EE.UU. de "oligarca y
retrógrada", y el Partido Radical de "un grupo de burócratas", la DC
presentaba a ojos de Washington "una doctrina mucho más atractiva que los partidos
tradicionales".
El programa de la DC tenía también amplias coincidencias con la Alianza para el
Progreso, el proyecto ideado por Kennedy para evitar la penetración de la izquierda en
América Latina. El plan consistía en inyectar US$ 20 mil millones para mejorar las
condiciones sociales y la desigualdad en la región. "Hay más probabilidades de
alcanzar los objetivos económicos de la Alianza bajo una coalición liderada por la
DC", advertían los cables.
Los tres viajes secretos
Tres años antes de la elección presidencial, el 12 de junio de 1961, Frei aterrizó
en Washington por primera vez. Luego haría otros dos viajes, cuyos contenidos exactos
hasta ahora no se conocían. Días antes de esa primera visita , el Departamento de Estado
había sido advertido confidencialmente de su llegada. "Un representante de Frei me
telefoneó desde Nueva York para decirme que Frei estaría llegando a Washington y me
pidió una reunión, a la cual accedí", escribió el asistente personal del
secretario de Estado, Adolf A. Berle. "Nos limitaremos a escuchar lo que tiene que
decir y diremos unas pocas generalidades", propuso el funcionario en un documento
para planificar el encuentro con el líder DC.
Diez meses más tarde, el 3 de abril de 1962, y acompañado por Radomiro Tomic, Frei
visitó nuevamente la capital norteamericana y se reunió por primera vez con quien se
convertiría en su más ferviente aliado en EE.UU: Ralph Dungan. "Fui a verlo al
hotel Mayflower, donde se alojaba. Al encontrarnos en un territorio de nadie, pudimos
hablar temas más terrenales, más prácticos", recuerda Dungan hoy.
El 25 de abril de 1963, 13 meses después, Frei volvió por tercera vez en tres años a
Washington. "Creo que quería remarcar que él era un buen tipo y que valía la pena
apoyarlo", explica Dungan.
Un cable de la sede diplomática norteamericana en Santiago revela una conversación
entre el embajador de la época, Charles W. Cole, y Eduardo Frei, justo antes de que éste
empendiera su viaje. El líder de la DC le comentó que "esperaba reunirse con el
fiscal general, Robert Kennedy, y también conversar con funcionarios del Departamento de
Estado". Sin embargo, su tercera visita superó ampliamente sus propias expectativas.
El 25 de abril de 1963, poco después de que Frei ingresara a su oficina en la Casa
Blanca, Dungan levantó el citófono y se comunicó con Kennedy. No habían pasado cinco
minutos cuando ambos enfilaron hacia la oficina del Presidente, situada a escasos metros.
"Sabía lo que venía por delante. Por eso creí importante que Kennedy tuviera un
contacto cara a cara con Frei", recuerda Dungan.
La extensa red de apoyo
El amplio apoyo a Frei había comenzado a fluir con fuerza en 1962, cuando las
autoridades en Washington crearon el Comité Electoral, compuesto por importantes
funcionarios de la administración Kennedy con la orden de vigilar directamente los
comicios chilenos de 1964.
Estaba integrado por Dungan (asesor para América Latina), George McBundy (jefe del
Consejo de Seguridad Nacional), Thomas Mann (subsecretario de Estado para asuntos
Interamericanos) y Desmond Fitzgerald (responsable de las acciones encubiertas de la CIA).
Su misión, como señala un documento, consistía en "coordinar las líneas de
acción de la elección chilena con las más altas autoridades y con cada una de las
agencias involucradas". Se trataba de hombres curtidos en operaciones clandestinas:
tanto Mc Bundy como Fitzgerald habían participado en los intentos de derrocar a Fidel a
comienzos de los '60. "Nuestra misión era seguir de cerca la campaña presidencial
en Chile", recuerda Dungan. Se reunían todas las semanas fuera de la Casa Blanca,
para mantener el sigilo, y su principal tarea era, según Dungan, "evitar que un
desquiciado tomara iniciativas propias que no estuvieran dentro de las políticas
permitidas por Kennedy".
El Comité Electoral se entendía directamente con un equipo de la embajada en
Santiago. Este lo integraban el embajador Cole, el jefe de la CIA en Chile, el agregado
político y el económico. Debían recolectar información, establecer contactos y
proponer a Washington cursos de acción.
Paralelamente, desde EE.UU otros actores también se sumaron. El Grupo Especial -un
organismo encargado de aprobar los fondos para las acciones encubiertas de la CIA- mostró
su mano generosa con la DC, aprobando entre 1962 y 1964 al menos cuatro envíos de fondos
para la campaña (ver próximo capítulo). "A medida que se acercaba la elección me
reuní diariamente con el responsable de Chile en la sede de la CIA, Tom Karamessines.
Llevó tiempo, dinero y una mano delicada establecer los mecanismos de prensa y radio,
además del respaldo financiero", escribió Richard Helmes, el ex director de la CIA,
en sus memorias.
El Departamento de Estado, la embajada, la CIA y la Agencia Internacional para el
Desarrollo (AID) comenzaron a operar en todos los frentes. Un documento de julio de 1964
del Departamento de Estado detalla las acciones de corto plazo para la elección
presidencial. "En relación a la DC: 1) Trabajar por su campaña, usando todos los
recursos apropiados. 2) Aconsejar a sus líderes para mantener una postura que atraiga el
voto independiente. 3) Continuar las conversaciones en Washington y Santiago con los
asesores económicos de Frei para ayudarlos en la planificación e influir en el curso de
la campaña", describe el memorando.
"La embajada debe asistir a la DC en todos los caminos apropiados", instruye
un despacho del Departamento de Estado a Santiago fechado el mismo mes que el anterior, a
menos de 60 días de los comicios. Con una estrechísima relación personal con Eduardo
Frei, el embajador Charles Cole y su mano derecha, el primer consejero Joseph Jova,
monitorearon paso a paso su candidatura. En sus manos estuvo otra arista crucial para la
campaña: los llamados "proyectos de impacto". Se trataba de programas de
desarrollo social que dependían de la oficina de la AID en Chile y eran parte de la
Alianza para el Progreso, pero terminaron siendo ocupados con fines proselitistas.
En un documento secreto de febrero de 1963, la embajada informa que "intentará
orientar la asistencia de EE.UU. de forma que influya en la elección presidencial de
1964", promoviendo "proyectos de corto plazo" y destinando "mayores
recursos" a ellos. "La ayuda debe concentrarse en zonas urbanas", establece
un cable de abril del 64. Otro memo, un mes después, es aún más específico: "Se
sugiere que en las 19 comunas donde los comunistas controlan la administración municipal,
particularmente San Miguel y La Granja, se le dé la más baja o hasta ninguna
consideración en la ubicación de los proyectos como policlínicas y colegios".
Un documento de marzo de 1962 revela una conversación de Eduardo Frei y Radomiro Tomic
con el norteamericano Teodoro Moscoso, director de la Alianza para el Progreso. El
diálogo muestra hasta qué punto el candidato de la DC era consciente de la importancia
de estos programas. Frei dice que tiene "algunos proyectos muy interesantes",
como "la entrega de ambulancias a ciertos pueblos", "la distribución de
camiones recolectores de basura a ciertas comunidades y la posibilidad de financiar
viviendas de bajo costo con el auspicio de una cooperativa de trabajadores".
"El aroma de la victoria ya estimula el apetito de la DC", decía un cable de
la embajada a Washington en octubre del '63, un año antes de la elección. Optimista, la
sede diplomática redobló sus esfuerzos, volviendo su preocupación a temas cada vez más
específicos. El 8 de junio del 64, Joseph Jova, el segundo hombre de la embajada, se
reunió con Sergio Cisternas, responsable del Movimiento Campesino Independiente (MCI), el
aparato del partido para el trabajo en zonas rurales. Según un cable enviado por Jova, la
conversación versó sobre "las necesidades urgentes" que tenían los dos mil
activistas de Frei en sectores agrícolas. "Transporte y proyectores de películas, y
transistores controlados por batería", solicitó Cisternas.
Un mes después, el actual senador Rafael Moreno, por entonces jefe del Departamento
Campesino de la campaña de Frei, informó a los diplomáticos estadounidenses que
"se está preparando para concentrar sus recursos en un esfuerzo masivo para llevar a
los campesinos a votar".
El irreemplazable
Los documentos secretos describen cómo Frei manejó personalmente su relación con la
embajada de EE.UU. Los cables desde Chile al Departamento de Estado registran un
sinnúmero de encuentros personales y conversaciones telefónicas que, en ciertos
períodos, tuvieron una frecuencia de varias veces por semana. Los agentes norteamericanos
preferían el contacto con Frei, y sólo en contadas ocasiones sostuvieron reuniones con
otros miembros de su comando, como el economista Alvaro Marfán y el empresario Salvador
Pubill, de quienes no tenían buena impresión (ver próximo capítulo).
Con el correr del tiempo, la relación entre Frei y el embajador Cole se fue haciendo
cada vez más cercana. "El habló con gran franqueza, y como siempre lo encontramos
amistoso", dice un reporte enviado a Washington. "Es cada vez más abierto y
franco en sus comentarios", afirma otro.
Los temas de estas conversaciones, que no solían durar más de una hora, cubrían
diferentes tópicos. En un primer período, Frei se preocupaba principalmente de
"explicar la filosofía de su partido" (nota ), y enfatizaba que la DC "es
definitivamente anticomunista y simultáneamente orientada más a la izquierda de lo que
los observadores notan".
Los cables también describen cómo Frei veía la coyuntura política de Chile.
Afirmaba que "la derecha está en quiebra" y se mostraba "desanimado con la
incapacidad de Alessandri para tomar decisiones". Sin embargo, estaba preocupado de
que una crisis de ese gobierno favoreciera a Allende. Un documento de la embajada comenta
un "largo e íntimo almuerzo" con Frei del 1 de marzo de 1962, para discutir un
tema crucial: definir si EE.UU. debía seguir apoyando financieramente al debilitado
Alessandri. "Como chileno, Frei siente que hay que darle fondos", afirma el
cable, que incluye un matiz: "Sólo darle asistencia en orden de asegurar que perdure
hasta 1964, para que evite el posible caos y la posibilidad de la victoria de
Allende".
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