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CONDORITO
Cincuenta años junto al pueblo


por Augusto Alvarado

Por estos días está ha cumplido más de medio siglo de vida, aunque es difícil para nosotros averiguar exactamente su fecha de nacimiento. Pero los chilenos de los años 50 crecimos junto al personaje de Pepo en las páginas de la revista "Okey". También existía entonces "El Peneca" y luego aparecería "Barrabases". Todas fueron desapareciendo. No pudieron sobrevivir a la invasión de revistas procedentes de México, a bajo precio, con los clásicos de Walt Disney, más tarde también editados en Chile. Los que vivimos nuestra infancia en la Patagonia también conocimos "Billiken". Circulaba entre los hijos de los chilenos que "cruzaban el alambre" para trabajar en el yacimiento de carbón de Río Turbio, o en Río Gallegos, o en alguna de las estancias de la pampa santacruceña. Pero... esa es otra historia.

Condorito, la revista del dibujante chileno Pepo, libró su propia y victoriosa batalla contra el Pato Donald y Los Tres Chanchitos. Con miles de lectores en su país de origen, conquistó el mercado andino, sin duda el ámbito más propicio para el alto vuelo de este cóndor de "ojotas", "poncho" y "chupalla". Bolivia, Perú y Ecuador se convirtieron en sólidas plazas comerciales de Condorito, para ventura de Pepo y de los amantes de un genuino y unitario humor latinoamericano. Tuvieron los dibujantes el buen criterio de ir incorporando personajes propios en cada país, y lo hicieron respetando el sentir del pueblo. Notable es el caso de "Titicaco", personaje del Condorito boliviano, un pequeño indio kolla simpático, alegre, amistoso y, por sobre todas las cosas, respetuoso de sus tradiciones.

Desde hace varios años la revista chilena incursiona en el Río de la Plata, más exactamente en la Argentina. Para sorpresa de los chilenos residentes, el éxito de Condorito por estos pagos ha sido espectacular. Se pensaba que le resultaría difícil competir en un medio donde el humor gráfico goza de merecido prestigio: Quino, Cognini, Landrú, Caloi, Fontanarrosa, aparecían como obstáculos casi insalvables para el que propusiera "arrastarles el poncho" jugando de visitante. Sin embargo, Condorito y sus amigos han conquistado el corazón de los lectores argentinos. Frente al fenómeno intentaremos una explicación que no pretende ser "ideológica" ni mucho menos "semiológica", pues es "siútico" hilar fino cuando de cosas gordas se trata.

Condorito es, por sobre todas las cosas, un personaje popular, simple, autóctono, latinoamericano. Aunque puede ser, en sus aventuras, astronauta, bombero, médico, fakir o peluquero sus ojotas o su poncho delatarán siempre su estirpe de roto. Nuestro personaje habita junto a su sobrino Coné, su compadre Chuma, su novia Yayita, su suegrita doña Treme y su perro Washington en un imaginario pueblo del Chile central denominado Pelotillehue. Es un marginal, un "afuerino" en la ciudad y en el campo. Con trabajo siempre escaso y poco dinero en el bolsillo. No obstante, le sobra imaginación y le llueven los amigos. Con ambos supera los problemas del diario vivir. El humor de Condorito no es intelectual ni rebuscado. Es directo. Su lenguaje es el que usa la gente común. Los nombres de los personajes y sus características no son producto sólo de la imaginación de Pepo, sino más bien, de su observación de los tipos sociales y de la realidad popular chilena que, sabemos, no es esencialmente diferente a la de otros países del continente ¿Quién no ha tenido un compadre "paleteado" como Chuma? ¿Quién no ha conocido en su familia o entre sus vecinos a un Comegatos, a un Garganta de Lata o un Pepe Cortisona?

Condorito, necesario es manifestarlo, no es un personaje querido por moros y cristianos. Tiene, aunque Pepo no se lo proponga, un inconfundible olor a pueblo. Ello no es del agrado de los sectores "cultos" o de las clases medias intelectualizadas, más entusiasmadas con "Mafalda" que con las aventuras de un cóndor supuestamente apolítico y conformista.

En la Argentina está ocurriendo lo mismo. Es en el pueblo donde ha calado hondo este curioso personaje andino. La gente anónima, los "hombres oscuros" hacen circular de mano en mano la revista de Pepo. Condorito -roto y huaso- ha volado de las altas y frías cumbres andinas a la ciudad portuaria y a la pampa generosa e infinita. "Nada hay más poderoso en el mundo que una idea cuya hora ha llegado" sostenía Víctor Hugo. Condorito sólo podía alcanzar un triunfo definitivo en una Argentina que se latinoamericaniza porque tiene más de Martín Fierro que de cajetilla de arrabal. Por este motivo dan ganas de gritar, al más puro estilo condoril, como expresión de júbilo: "¡Viva el roto Quezada!".

Augusto Alvarado

Montserrat, Buenos Aires

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