| REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO CEPAL CINCUENTA AÑOSREFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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        haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
IV. Los años sesenta:
        redistribuir para crecer  
 1. El contexto histórico
 La historia latinoamericana del segundo lustro de los años cincuenta tuvo tres
        elementos que incidieron radicalmente en la evolución del pensamiento cepalino -y
        latinoamericano en general- en los años sesenta.
 
 Primero, el crecimiento de la mayoría de los países, pese a ser persistente (5.7% anual,
        entre 1955 y 1959), se daba en medio de una creciente inestabilidad macroeconómica,
        motivada en buena medida por problemas de restricciones a las importaciones ---que sólo
        crecieron 2. 1 % anual en el mismo período y 0.3% anual entre 1960 y 1964. En ese
        contexto de aguda restricción externa, varios países enfrentaban acentuadas presiones
        inflacionarias.
 
 Segundo. el proceso de industrialización seguía imponiéndose como tendencia histórica,
        pero la urbanización consiguiente se traducía en un empobrecimiento creciente de la
        población y la tugurización de las ciudades, síntomas de la incapacidad de absorción
        de la fuerza trabajadora proveniente de la zona rural por las actividades productivas
        modernas y con lo que se extendía en forma muy manifiesta la pobreza rural a los centros
        urbanos. Simultáneamente, la democracia se consolidaba y una insatisfacción creciente se
        traducía en presiones sociales ejercidas mediante la vida política y sindical cotidiana.
 
 Tercero, la revolución cubana de 1959 tendría una profunda repercusión sobre la actitud
        norteamericana frente a tales presiones y frente al movimiento político que se propagaba
        en América Latina. En la esfera diplomática, la reacción frente a Cuba se apartaba por
        completo de la actitud desconfiada del período macartista y se expresaba en el programa
        de la Alianza para el Progreso, dirigido por la Organización de los Estados Americanos
        (OEA). Tal como se expuso en la famosa Carta de Punta del Este (OEA, 1961), firmada por
        los Estados Unidos y por la gran mayoría de los países de la región, el tono político
        de la nueva posición norteamericana tenía una explícita orientación
        "socialdemócrata".
 
 José Medina Echavarría, que había introducido la sociología del desarrollo en la CEPAL
        en los años cincuenta, 16/
        coordinaría entonces un trabajo sobre los programas y tendencias sociales en América
        Latina (CEPAL, 1963a), presentado en el período de sesiones de Mar del Plata. En ese
        documento la CEPAL reconoce la existencia de un consenso inédito en la región en cuanto
        a la necesidad de planificar el desarrollo, profundizar la industrialización,
        redistribuir el ingreso y realizar la reforma agraria.
 
 Si se toma la década de 1960 como un todo, el texto se revela demasiado optimista. Lo que
        ocurrió en la región a partir de mediados de los años sesenta fue una creciente
        polarización política e ideológica, que en algunos países llegó al extremo del
        enfrentamiento entre las dictaduras de derecha y las organizaciones de la izquierda
        revolucionaria.
 
 Durante toda la década, la CEPAL mantendría un diálogo con las posiciones políticas
        moderadas, situadas incluso a la derecha del espectro político, así como con el mundo de
        la diplomacia internacional, en varias áreas: en la movilización de la Alianza para el
        Progreso, en el tema de la integración regional y de la ALALC, en la creación de la
        UNCTAD, y en la multiplicación de la asistencia técnica en planificación indicativa a
        los gobiernos de la región. La modernización de las tecnoburocracias latinoamericanas se
        benefició mucho del trabajo de la CEPAL y del ILPEs en ese período.
 
 No obstante, la CEPAL de los años sesenta sería sobre todo un foro para debatir ideas
        críticas del proceso de desarrollo en curso. El talento movilizador cepalino atraía a la
        intelectualidad a un debate que gravitaba cada vez más en torno a tres puntos que
        delimitaban la división político ideológica: primero, la interpretación de que la
        industrialización había seguido un curso que no lograba incorporar en la mayoría de la
        población los frutos de la modernidad y del progreso técnico; segundo, la
        interpretación de que la industrialización no había eliminado la vulnerabilidad externa
        y la dependencia, pues sólo se había modificado su naturaleza; y tercero, la idea de que
        ambos procesos obstruían el desarrollo. Sus interlocutores principales se hallarían en
        la centroizquierda nacionalista preocupada por las reformas sociales, Así, los puntos de
        contacto de su análisis con la teorización de la izquierda revolucionaria tenderían a
        ser incluso más firmes que con los análisis conservadores.
 2. Reformas para dinamizar
        la economía, teoría de la dependencia y tesis de la heterogeneidad estructural
        
 En la CEPAL, el convite más significativo a la nueva agenda de discusión regida por
        la historia real lo formuló Prebisch una vez más. En su texto Hacia una dinámica
        del desarrollo latinoamericano, publicado en 1963, a la vez que reafirma sus
        argumentos relativos a las dificultades de la periferia para crecer y absorber la fuerza
        de trabajo, el autor hace hincapié en un nuevo argumento: la necesidad de alterar la
        estructura social y redistribuir el ingreso, especialmente a través de la reforma
        agraria. Sostenía que sin eso no sería posible sortear la "insuficiencia
        dinámica" de las economías de la región.
 
 0 sea, el modelo explicativo sobre la falta de capacidad para absorber la fuerza de
        trabajo que figuraba en los textos de los años cincuenta -insuficiencia del ahorro y
        utilización de tecnologías intensivas en capital- se orienta ahora al análisis del uso
        social del excedente potencial. La idea presente en los años cincuenta de que es
        necesario restringir el consumo de las clases ricas en favor de la inversión y el
        progreso técnico reaparece ahora localizada en la cuestión agraria. En el campo, los
        latifundistas rentistas entorpecerían el progreso técnico, de modo que el acceso del
        campesino a la tierra, siempre que fuera apoyado debidamente por el Estado, abriría el
        camino para elevar la productividad agrícola y mejorar el uso del excedente. Además,
        ayudaría a radicar al hombre en el campo evitando la marginalización urbana.
 
 El texto incluye también, como siempre, un análisis del desequilibrio externo y retorna
        una novedad contenida en el texto anterior (Prebisch, 1961), o sea, el reconocimiento de
        distorsiones en el proceso de industrialización en cuanto a eficiencia productiva e
        insuficiente orientación exportadora. Al contrario de lo que dicen los críticos, desde
        temprano el estímulo a la expansión de las exportaciones a través de una reorientación
        de las políticas comerciales e industriales formaría parte del programa de políticas
        recomendadas por la CEPAL, como se desprende de la lectura del Estudio económico de
        América Latina de la época. La motivación principal para reiterar la advertencia en
        los años sesenta y setenta emanó de consideraciones sobre la vulnerabilidad externa.
        Había, es cierto, cierta preocupación por la cuestión de la "eficiencia" en
        la asignación de recursos, pero lo que estaba entonces en juego era sobre todo el
        problema de la escasez de divisas.
 
 Obsérvese que la idea de "insuficiencia dinámica" en que se funda el texto no
        es idéntica a la tesis de la "tendencia al estancamiento", que más adelante
        expondría Celso Furtado (1969), con miras especialmente al caso brasileño. Tampoco se
        encuentra en el texto de Prebisch el argumento muy común en ese período de que la
        reforma agraria ayuda a la industrialización porque amplía el mercado interno para los
        bienes industriales. Todo su énfasis lo pone en la cuestión de la disponibilidad de
        ahorro potencial para fines de inversión productiva.
 
 La idea de la insuficiencia dinámica acompañó la obra de Prebisch y de la CEPAL por
        muchas décadas. En los años sesenta los dos vectores analíticos más representativos de
        la producción intelectual de esa institución son las tesis sobre la
        "dependencia" y la tesis de la "heterogeneidad estructural".
 
 La teoría de la dependencia tiene dos vertientes, una de análisis predominantemente
        político y otra de análisis eminentemente económico.
 
 Estimulados por la sociología cepalina del desarrollo de José Medina Echavarría, se
        reunieron en CEPAL/ILPES en 1966-1967 Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto y
        redactaron su Dependencia y desarrollo en América Latina (1969). El texto se
        escribió como reacción teórica a la tesis corriente en esa época de que se estaba
        gestando en la región una burguesía nacionalista potencialmente comprometida con un
        patrón de desarrollo que justificaba una alianza con la clase trabajadora y que podía
        conquistar la hegemonía política.
 
 El trabajo vincula los procesos de crecimiento de los distintos países con el
        comportamiento de las clases sociales y las estructuras de poder. Su gran innovación es
        metodológica, y reside en la exigencia de que esa vinculación se haga considerando las
        relaciones entre esas estructuras internas y el poder económico y político en el resto
        del mundo. Según los autores, la especificidad histórica de la situación de
        subdesarrollo reside en la relación entre las sociedades periféricas y centrales. Ello
        exige analizar la forma como las economías subdesarrolladas se vincularon históricamente
        con el mercado mundial, y la forma como se constituyeron los grupos sociales internos que
        definieron las relaciones internacionales intrínsecas al subdesarrollo.
 
 El análisis "económico" de la dependencia tuvo distintas tonalidades
        políticas. En su formulación original estuvo vinculado con André Gunder Frank, autor
        marxista que durante los años sesenta estuvo por una temporada de visita en la CEPAL. La
        idea básica, que encontró seguidores entre los intelectuales latinoamericanos, era que
        la industrialización que ocurría en América Latina correspondía tan sólo a una nueva
        modalidad de explotación secular que el imperialismo imponía a los trabajadores de la
        región subdesarrollada en alianza con la elite local. Según esta concepción, el proceso
        de acumulación era indisociable de la expansión capitalista internacional y del
        imperialismo y constituía parte de un proceso que sólo enriquecía a los países
        desarrollados y a la pequeña elite dominante local que los representaba. El sistema
        capitalista mundial funciona basado en la formación y explotación de un conjunto de
        satélites y subsatélites, que se reproducen dentro de cada país, que forman subsistemas
        de explotación intemos ligados al sistema mundial (Frank. 1976).
 
 La idea de "dependencia" --comercial, financiera y tecnológica-- estuvo
        presente en la CEPAL desde un comienzo, aunque no se utilizara la expresión propiamente
        dicha. En los años sesenta las diferencias en la utilización del concepto de dependencia
        eran importantes, no sólo en la función analítica que desempeñaba en las
        interpretaciones sino también respecto al significado político-ideológico. En la CEPAL,
        la "condición periférico" era interpretada como la determinante de problemas
        que debían superarse mediante políticas económicas y sociales bien orquestadas, a nivel
        nacional e internacional, es decir, no significaba una fuente de explotación insuperable
        que implicara la necesidad de romper con el capitalismo.
 
 Entre los economistas de la línea cepalina el análisis de la dependencia más importante
        -y políticamente más contundente- fue el que desarrolló Osvaldo Sunkel (1970). Su
        argumento central partía del postulado de que en el mundo había una sola economia
        capitalista. Tanto respecto a los patrones tecnológicos como a los patrones de consumo
        estaba totalmente integrada, sobre todo a través de la expansión mundial de las empresas
        transnacionales. El problema del subdesarrollo residía en el hecho de que mientras en el
        centro" la mayoría de los trabajadores se hallaba integrada al mundo moderno, en la
        "periferia" esto ocurría solamente con una pequeña fracción de la población.
        Peor aún, el avance de ese modelo mundial de acumulación tenía efectos sociales
        disgregadores, porque tendía a marginalizar incluso a los agentes económicos con mayores
        potencialidades productivas.
 En forma paralela -y con muchas
        coincidencias analíticas con las interpretaciones dependentistas de cuño cepalino-
        Aníbal Pinto formulaba su tesis de la "heterogeneidad estructural" en la
        región. Partió de la constatación de que los frutos del progreso técnico tendían a
        concentrarse tanto respecto a la distribución del ingreso entre las clases como a la
        distribución entre sectores (estratos) y entre regiones dentro de un mismo país (Pinto,
        1965). Posteriormente, pulió dicho análisis con el argumento de que el proceso de
        crecimiento en América Latina tendía a reproducir en forma renovada la vieja
        heterogeneidad estructural imperante en el período agrario-exportador (Pinto, 1970).
 0 sea, así como para los dependentistas la industrialización no había eliminado la
        dependencia, sólo la había alterado, para Aníbal Pinto la industrialización no
        eliminaba la heterogeneidad estructural, sólo modificaba su formato. En una y otra
        interpretación el subdesarrollo era un proceso que daba muestras de perpetuarse a pesar
        del crecimiento económico.
 
 Los diagnósticos cepalinos de "insuficiencia dinámica" "dependencia"
        y "heterogeneidad estructural" apuntaban a agendas políticas semejantes de
        cuño reformista, es decir, la idea de que el patrón o estilo de desarrollo económico
        tendría que modificarse mediante una mejor distribución del ingreso y de profundas
        reformas, a saber, agraria, patrimonial, financiera, tributaria, educacional y
        tecnológica. Y entendían que para alcanzar todo eso se precisaba una profunda
        transformación política que incluyera en su centro la recuperación de la democracia en
        los países en que se habían instalado dictaduras militares.
 
 Mientras la extrema izquierda predicaba como única salida la revolución, 17/ la CEPAL afinaba
        su cuadro conceptual para orientarlo en beneficio de la defensa de "estilos"
        más justos de crecimiento económico en el contexto del sistema vigente. Ese sería el
        tema central de la década siguiente.
 
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