REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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este Número Extraordinario favor contactar publications@eclac.cl
haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
Los desafíos de la
globalización para Centroamérica
Gert Rosenthal
Ex Secretario Ejecutivo de la CEPAL
I. Introducción
Dudé sobre el tema que podría ser objeto de mi contribución a esta edición
especial de la Revista de la CEPAL, que conmemora el quincuagésimo aniversario de
la institución. ¿Sería apropiado dedicarla al análisis de la CEPAL misma, o sería
preferible una reflexión sobre el desarrollo de la región? Y, en caso de inclinarme por
lo último, ¿qué aspectos del desarrollo relevar? En algún momento, me estaba
inclinando por escribir sobre las principales lecciones sobre el desarrollo
latinoamericano y del Caribe en la última década: la década que me tocó estar al
frente de la Secretaría de la CEPAL (entre otros aspectos, tribuna privilegiada de
observación). Pero finalmente opté por dedicarme a mi preocupación del momento: cómo
los países de mi propia subregión (Centroamérica) habrán de enfrentar los desafíos
del futuro. Tomé esa decisión por dos motivos, ambos personales. Primero, mi estado de
ánimo actual es mirar hacia el futuro, en vez de dedicarme a un análisis retrospectivo
(aunque también habrá oportunidad, en su momento, para esto último). Segundo, mi
retorno a Centroamérica ha sido, entre otros aspectos, un período de aprendizaje, Una
manera de decantar las lecciones acumuladas y de ordenar mis propias ideas es a través de
la reflexión escrita. De hecho, este artículo es el primero de lo que espero sea una
serie de aproximaciones a cómo abordar el desarrollo en una subregión de América Latina
que tiene muchos rasgos en común con el resto de la región y otros más propios de
pequeñas economías agroexportadoras, también heterogéneas entre sí.
El presente ensayo, entonces, aborda los desafíos que la globalización de la economía
depara para los países centroamericanos. Hay elementos de continuidad y de cambio en esta
materia. De una parte, la decisiva incidencia del entorno externo sobre el comportamiento
de las economías centroamericanas ha sido una constante de su historia económica,
incluso desde tiempos de la Colonia. De otra, hoy hay rasgos cualitativamente distintos en
ese entorno internacional que conviene precisar. Esto último sería el ingrediente de
cambio.
II. La globalización de la
economía
Se ha abusado un tanto de la palabra "globalización". De ese abuso ha surgido
una serie de lugares comunes acerca de los riesgos y de las oportunidades que encierra el
entorno internacional para los países en desarrollo. Para algunos estudiosos, la
globalización es una especie de panacea, que permitirá que los frutos materiales del
crecimiento se propaguen a todos los habitantes del planeta a través de la completa
integración de la economía mundial (FMI, 1997). Para otros, se trata de un fenómeno que
tiende a beneficiar a los países grandes y ricos a costa de los pequeños y pobres
(Ferrer, 1998).
En realidad, la globalización tiene efectos heterogéneos sobre distintos países y no
cubre todas las actividades por igual (la agricultura es un ejemplo elocuente). Con todo,
la creciente internacionalización de la economía es un dato con el cual, gústese o no,
todos los países tendrán que aprender a convivir.
¿Qué se debe entender por el concepto de "globalización"'? La mayoría
de los estudiosos sobre la materia postulan que los avances tecnológicos, sobre todo en
las comunicaciones y en la microelectrónica, han cambiado radicalmente la manera en que
las naciones interactúan entre sí (Scholte, 1997). La producción a nivel planetario
tiende a especializarse, pero, dentro de esa especialización, se descentraliza
geográficamente en función de aprovechar ventajas comparativas de distintos países y
regiones, Es común que un producto determinado contenga componentes elaborados en varias
naciones. También se han producido importantes innovaciones en la manera en que esos
productos se transportan, distribuyen y comercializan. De otra parte, los capitales se
mueven con una facilidad asombrosa a través de las fronteras, con pocas restricciones y
con virtualmente ninguna regulación (Bhagwati, 1998): una cifra frecuentemente citada es
que las transacciones en los mercados cambiarios del mundo ascienden a 1.2 billones de
dólares diarios, frente a los 8.0 billones anuales del comercio mundial (Ito y
Folkerts-Landau, 1996).
La globalización de la economía no se limita al comercio y a los flujos financieros;
también abarca la transmisión de tecnologías y conocimiento, el movimiento de personas
a través de migraciones internacionales, las comunicaciones y la transnacionalización de
la cultura. Al mismo tiempo, los fenómenos ambientales han adquirido un sesgo
marcadamente transnacional (la degradación o contaminación en una localidad se propaga a
otras con gran facilidad); lo mismo se puede afirmar de las enfermedades contagiosas y,
entre muchos otros aspectos, del crimen organizado.
También están cambiando de manera significativa las características de los agentes que
intervienen en la economía mundial. Una creciente proporción de las transacciones
comerciales y financieras está en manos de empresas transnacionales, quienes también son
portadoras de inversión directa y de una creciente integración intersectorial e
intrasectorial. Ese hecho crea múltiples vasos comunicantes entre empresas, lo cual
contribuye a erosionar la eficacia de las fronteras nacionales como instancias de control
sobre movimientos de bienes, de servicios y de capitales. Ello ha llevado a algunos
autores a pronosticar -muy prematuramente- la eventual desaparición de la figura del
Estado-nación (Falk, 1997), o al menos de advertir --con excesiva resignación-- la
limitada eficacia de las políticas nacionales para salirle al paso a los efectos de la
globalización.
III.. Centroamérica frente a la
globalización
Como se dijo, la alta dependencia de los países centroamericanos de la economía
internacional no es particularmente novedosa. El sector externo siempre fue decisivo para
explicar los niveles de actividad económica, empleo, recaudación fiscal e inversión.
Con todo, en contraste con ese antecedente histórico, la globalización de la economía
encierra, desde la óptica centroamericana, al menos cinco rasgos cualitativamente
distintos a la situación precedente. Estos son:
Primero, la celeridad con que se
produce el cambio en el entorno externo, lo cual, entre otros aspectos, exige mayor
capacidad de adaptación que antaño y mayor flexibilidad para aprovechar "ventanas
de oportunidad" que se van presentando.
Segundo, la creciente intensidad
de la competencia para acceder a mercados plantea mayores exigencias, en materia de
precio, calidad, credibilidad, organización e innovación.
Tercero, la facilidad con que los
capitales se mueven a través de las fronteras nacionales, en ausencia de instancias de
regulación transnacional, virtualmente le impone a cada país una fuerte disciplina en el
manejo de las variables macroeconómicas. La reciente crisis asiática es ilustrativa de
la sanción que asumen los países al no plegarse a esa realidad, sobre todo cuando no
asumen medidas defensivas propias (CEPAL, 1998 b).
Cuarto, las migraciones
internacionales se constituyen, de un lado, en fuente de tensión, pero, de otro, en
fuente de mayor interdependencia económica y cultural. Aunque la movilidad de personas no
goza de la misma libertad que la movilidad de bienes, servicios y capitales, no es menos
cierto que quizás hasta el 10% de los centroamericanos viven en países desarrollados.1/ Al mismo tiempo, hay una gradual
reasignación de puestos de trabajo entre los países, que influye sobre la oferta y
demanda de recursos humanos, y que sigue induciendo a muchos centroamericanos muy
calificados a emigrar (la versión moderna de la "fuga de cerebros").
Quinto, y quizás lo más
importante: aspirar a una creciente participación relativa en la expansión de la
capacidad productiva a nivel global no se limita a elevar la eficiencia de las empresas,
sino del sistema económico, social y político en que éstas se insertan. 0 sea, los
países que desean mejorar la calidad de su inserción internacional serán evaluados no
sólo por la calidad de sus empresas, sino también por la calidad de sus instituciones y
por el sistema económico, social y político en su conjunto.
¿Cuán bien preparada está
Centroamérica para enfrentar los desafíos de la globalización? La intuición de
cualquier conocedor de la subregión lo alerta que la respuesta a esta interrogante no es
muy alentadora, y existe al menos un indicador cuantitativo que confirma esa intuición.
Se trata del llamado "Indice de Competitividad Global" diseñado por el Foro
Económico Mundial (Foro Económico Mundial, 1996, 1997 y 1998), y que fue adaptado por el
Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE) para analizar la
competitividad de los países centroamericanos (INCAE, 1996). Dicho índice pondera ocho
criterios que se consideran importantes para calificar a los países y colocarlos dentro
de un ranking. 2/ Así,
entre los 58 países examinados en 1996, el promedio ponderado de Centroamérica coloca a
la región en el lugar número 49. La situación individual de los países de la región
revela una situación todavía más preocupante: Guatemala, Nicaragua y Honduras ocupan
casi los últimos lugares (53, 55 y 56, respectivamente), con lo cual se constata
una importante brecha entre éstos países y El Salvador (lugar número 45) y
especialmente Costa Rica (lugar número 35).
IV. Los desafíos de
la globalización
¿Cómo responder a esta situación? De allí surgen los grandes desafíos que
Centroamérica enfrentará en los próximos años. Estos no sólo constituyen su respuesta
a la globalización, sino al desarrollo. Se mencionarán diez aspectos de especial
relevancia, tanto para precisar la naturaleza y el alcance de los desafíos como para
identificar las bases sobre las cuales se podrían erigir las políticas y estrategias de
desarrollo a futuro.
1. Profundizar la democracia
Profundizar las democracias emergentes de la mayoría de los países centroamericanos
(y consolidar la bien asentada cultura democrática en Costa Rica) no sólo tiene un valor
intrínseco, sino que contribuye a mejorar el contexto en que la región pretende mejorar
su competitividad internacional. La estabilidad política, la cohesión social, el
fortalecimiento de las instituciones, la confiabilidad en un régimen de derecho y la
seguridad ciudadana son, todos, elementos indispensables que determinarán si la región
constituye un espacio geográfico capaz de alentar la inversión nacional y atraer
inversión internacional en nuevas actividades productivas.
En ese sentido, el avance registrado en la región desde mediados de los años ochenta es
dramático. Se logró poner fin a los conflictos armados en tres países, gracias a los
esfuerzos internos, complementados por un esfuerzo genuinamente regional (el proceso de
Esquipulas) y el apoyo internacional. Se ha avanzado en la senda de legitimar procesos
electorales democráticos, y se han registrado importantes avances en el cumplimiento del
respeto a los derechos humanos, civiles y políticos de los centroamericanos. Sin embargo,
con excepción de Costa Rica, todavía no se asienta una genuina cultura democrática en
la región, mientras que la sociedad civil al parecer tiene una actitud bastante
escéptica ante algunas de las instituciones formales de la democracia, al juzgar por las
encuestas periódicas que se realizan. Los partidos políticos son objeto de especial
cuestionamiento; lo mismo se puede decir sobre algunas de las Asambleas Legislativas de la
región, así como sobre la capacidad del Estado de administrar la justicia.
En síntesis, en lo que se refiere al marco político en que se inserta el esfuerzo de
desarrollo, se ha registrado un indudable avance, pero aún queda un largo trecho por
recorrer medido desde la óptica de las exigencias de la globalización. Ese sería,
entonces, el primer desafío que demanda respuestas.
2. Fortalecer las instituciones
La debilidad de las instituciones democráticas forma parte de un síndrome más
amplio, propio de países en desarrollo, que está notoriamente presente en el caso de la
mayoría de los países centroamericanos: la debilidad de las instituciones. Ese término
se emplea aquí en el sentido que lo describe el Premio Nobel de Economía (1993) Douglas
North (North, 1990). En contraste con organizaciones, las instituciones constituyen los
pivotes mismos de cada sociedad. Incluyen, por ejemplo, los derechos de propiedad, los
contratos, las garantías legales, las reglas políticas de decisión y las normas de
conducta, así como las costumbres informales; todos proveyendo un conjunto de incentivos
y desincentivos a los individuos y a las organizaciones, y proporcionando un marco en el
que aquéllos depositan su confianza para la generación de resultados colectivos.
Las organizaciones, públicas y privadas, que forman parte de la urdimbre institucional
suelen revelar las mismas fragilidades que las instituciones mismas. Algunos ejemplos: el
sistema educativo, el sistema de intermediación financiera, el sistema judicial, los
mercados privados de capital, y el sistema de comercialización. Desde luego que la
debilidad descrita plantea el dilema del huevo y la gallina: ¿hay que mejorar las
instituciones para que se impulse el desarrollo, o hay que impulsar el desarrollo para que
a la postre contribuya al fortalecimiento de las instituciones? En el mundo real,
seguramente habrá efectos recíprocos entre el perfeccionamiento institucional y
organizacional y la capacidad de acceder al desarrollo.
Sea como fuera, poca duda cabe que el rezago institucional y la debilidad de sus
organizaciones dificultan la posibilidad de los países centroamericanos de mejorar su
inserción en la economía mundial. De ahí que la política pública habrá de dar
prelación al perfeccionamiento de las estructuras institucionales y organizativas en que
se sostendrá el desarrollo futuro.
3. Vigorizar al sector público
Dentro del panorama de debilidades antes descrito, cabe destacar la insuficiente
capacidad del sector estatal de cumplir el papel que se le supone, al menos en la mayoría
de los países de la región. La baja eficiencia de la administración pública ha sido un
problema secular, debido a un conjunto de factores que incluyen desde prácticas heredadas
de la Administración de las colonias hasta la dificultad de atraer cuadros calificados,
pasando por formas de organización caducas, diversas modalidades clientelistas y falta de
probidad. En los últimos quince a veinte años, y no obstante serios esfuerzos de
modernización de las instituciones del Estado (incluyendo la privatización de empresas
públicas) en todos los países de la región, se advierten insuficientes avances, e
incluso en algunos países el panorama se agravó.
Si bien la tendencia hacia regímenes políticos plurales y democráticos supone un mayor
nivel de rendimiento de cuentas (accountability), ese hecho se ha contrarrestado
debido al menos a tres factores. Primero, el paradigma que se puso en boga en
Centroamérica en los años ochenta postulaba reducir la intervención pública en la
economía a su mínima expresión, bajo la inteligencia de que el mercado era no sólo el
mejor sino que el único mecanismo idóneo de asignación de recursos. En algunos países
se produjo un ambiente francamente hostil a la acción pública, lo cual contribuyó,
entre otros aspectos, a desprestigiar el servicio público.
Segundo, y al margen de
consideraciones de tipo doctrinario, la crisis financiera de los años ochenta obligó a
reducir la dimensión del Estado y su capacidad de intervención, generando un
debilitamiento de hecho.Tercero, las tendencias arriba descritas también ampliaron la
brecha en el nivel de remuneraciones del sector público en comparación con trabajos de
similar categoría en el sector privado. La dificultad de atraer talento se hizo
especialmente notoria entre los cuadros técnicos y superiores.
Por todo lo anterior, las críticas lanzadas al sector público en años recientes en la
mayoría de los países centroamericanos se han convertido en profecías autocumplidas. A
pesar de los esfuerzos de invertir la tendencia descrita, incluso con el apoyo de
organismos multilaterales, hoy se advierten grandes lagunas -con diferencias de grado
entre un país y otro- en la capacidad de gestión de los gobiernos en diversas áreas.
Como ejemplos se pueden citar debilidades en la identificación y preparación de
proyectos de inversión pública, en la calidad de las instancias de regulación de
servicios públicos privatizados, en la formulación y aplicación de una política
económica exterior coherente, y en la administración cotidiana de los hospitales y las
escuelas públicas.
En síntesis, el desafío consiste en convertir a los gobiernos centroamericanos en
agentes a los que debe exigirse los mismos niveles de eficiencia y eficacia que a los
agentes privados, precisamente en aquellas áreas del quehacer nacional que corresponden a
la actividad pública en una economía moderna. Hay experiencias relativamente exitosas en
esta materia en otros países dentro y fuera de América Latina qué podrían constituir
una buena base de cooperación horizontal.
4. Acortar el rezago tecnológico
En el universo de empresas centroamericanas, relativamente pocas se colocan en la
frontera de la productividad o de las "mejores prácticas" a nivel
internacional. Afortunadamente, sin embargo, en cada país hay un número de empresas que
podrían llamarse "proactivas" frente a los desafíos de la globalización.
Estas empresas han asimilado técnicas de organización modernas, han aplicado
tecnologías de punta al proceso productivo, y se han sujetado a normas de producción y
de comercialización internacionales. Han demostrado que, aun para productos básicos que
tradicionalmente han respondido a las ventajas comparativas de la región -por ejemplo, el
azúcar-, es posible elevar la productividad de manera significativa. También han
demostrado que existe una muy incipiente capacidad de innovación. En consecuencia, el
acceso a mercados con productos no tradicionales ha crecido.
La otra "buena noticia" es que las empresas proactivas no se limitan, como
sería de suponer, a la categoría de grandes compañías. En Guatemala, por ejemplo, hay
experiencias interesantes de pequeños empresarios, e incluso empresas cooperativas, que
han tenido éxito en producir y exportar hortalizas y frutas.
En definitiva, hay suficiente experiencia de signo positivo como para demostrar: primero,
que es posible adquirir competitividad aceptable a nivel de empresa; y, segundo, que esas
experiencias pueden servir como fuente de inspiración para que se produzca un efecto de
emulación entre el resto del universo de empresas.
Pero la "mala noticia" es precisamente que la vasta mayoría de las empresas, y
sobre todo las microempresas que forman parte de ese universo, están muy lejos de
adquirir niveles de productividad que les permitan sustituir importaciones de manera
eficiente o competir en mercados internacionales. Algunas, las menos, adquieren una
actitud defensiva frente a la competencia internacional, y se adaptan parcialmente a la
necesidad de sobrevivir. Otras, las más, están en una actitud más bien pasiva, con
serio riesgo de sucumbir ante la presión directa o indirecta de una economía
internacional mucho más competitiva que antaño. Por añadidura, estas últimas actúan
como grupos de presión frente a sus respectivos gobiernos, en búsqueda de distintos
mecanismos de protección frente a la competencia externa, lo cual a veces contrarresta
los esfuerzos de acercarse a mayores grados de competitividad internacional.
De ahí que, aunque suene a algo consabido, quizás el mayor desafío que la
globalización le plantea a las economías centroamericanas es a nivel microeconómico
(CEPAL, 1996 a): obligar a las empresas, existentes y futuras, a aplicar tecnologías
"duras" y "suaves" (capital y formas de gestión) a sus procesos
productivos para elevar su productividad y estar en condiciones de competir en su mercado
nacional, el mercado regional y el mercado internacional.
Asimismo, la globalización planteará mayores exigencias en cuanto a los
"nichos" que Centroamérica habrá de ocupar en el comercio internacional. Las
ventajas comparativas de la región no sólo se derivarán de su dotación actual de
recursos, sino de la agilidad con que los países logren aprovechar las potencialidades de
la globalización. La incursión reciente de Costa Rica a la elaboración de
semiconductores (microchips) es tan sólo un ejemplo de ese potencial. Dicho de otra
manera, los países, a través de la política pública y de la capacidad de sus
respectivos sectores privados, tienen la posibilidad de ampliar el espectro de actividades
que forma parte de sus respectivos sistemas productivos -la oferta de bienes y servicios-
para participar más dinámicamente en el proceso de globalización. Trátase, obviamente,
de otra tarea imprescindible en la agenda prioritaria del desarrollo centroamericano.
5. Generar empleo productivo
Pero los aumentos en productividad pueden significar que la creación de nuevos
puestos de trabajo por unidad de inversión o por unidad de producción tienda a bajar.
Ello, cuando la oferta de mano de obra propende a crecer a tasas dinámicas. La versión
estilizada de lo que ocurre en los países de la región refleja el mismo fenómeno
observado en el resto de América Latina (OIT, 1997). Por un lado, la oferta
en el mercado de trabajo crece a tasas elevadas ---entre 3% y 4% anual como reflejo de la
expansión demográfica de los años setenta, la creciente incorporación femenina y un
aumento relativo en la presencia de jóvenes en la fuerza de trabajo. De otro lado, las
actividades "modernas" no generan suficientes puestos de trabajo para absorber a
la población económicamente activa emergente, la cual encuentra refugio en actividades
de baja productividad y reducida retribución en el sector informal urbano y, a veces, en
la agricultura de subsistencia (Lagos y Arriagada, 1997). 3/ Si a esta tendencia se
suma una fuerte caída en el nivel de remuneraciones reales en los años ochenta, apenas
parcialmente recuperada en lo que va de los años noventa, la combinación de
insuficientes puestos de trabajo y salarios reprimidos es acaso la principal explicación
de la elevada incidencia de la pobreza que continúa registrándose en toda la región
(CEPAL, 1998a).
Ciertamente, estas tendencias estilizadas también se presentan en Centroamérica
(García-Huidobro, 1996), pero con algunos matices (Funkhouser y Pérez, 1998). En primer
término, hay una considerable diferencia en la estructura del mercado de trabajo entre un
país y otro. La importancia relativa del empleo rural es muy superior en Guatemala y
Honduras que en el resto de los países; el empleo formal es superior en El Salvador y
especialmente Costa Rica que en los otros tres. En segundo lugar, en algunos países, la
emigración se suma al sector informal como ámbito de refugio de la fuerza laboral
excluida. Como contraparte, algunos países centroamericanos son receptores de esa
migración; se estima que en la actualidad hay más de 300 000 nicaragüenses radicados en
Costa Rica. Asimismo, cuando las migraciones se dirigen a países desarrollados, a la
postre generan remesas familiares que se han vuelto paliativos de la situación de pobreza
de numerosas familias centroamericanas.
Pero acaso más importante es el hecho de que al parecer el sector moderno agrícola, los
transables nuevos (incluyendo la maquila) y el empleo formal en el sector privado (no así
en el sector público) sí tienden a generar nuevos puestos de trabajo a un ritmo
relativamente dinámico, y, en todo caso, superior a la expansión de la población
económicamente activa. Ello se debe a dos fenómenos. Primero, la considerable expansión
de las exportaciones y su efecto indirecto sobre el empleo fonnal. Segundo, la mayor
productividad por persona empleada se ha visto compensada, al menos en algunos países,
por un desplazamiento hacia actividades más intensivas en el uso de mano de obra. Un
ejemplo se encuentra en la producción y exportación de hortalizas y frutas en Guatemala,
que generan hasta el triple del empleo que los cereales, lo que depende de varios
factores, incluyendo el tamaño de la unidad agrícola (Carter, Barham y Mesbah, 1996).
Con todo, la agricultura moderna, los transables nuevos y el empleo formal sólo aportan
entre la cuarta parte a un tercio del mercado laboral, dependiendo del país de que se
trate, por lo que su capacidad de absorción de mano de obra emergente se ve muy
constreñida, por muy dinámico que resulte su crecimiento. Además, y como se dijo antes,
en la mayoría de los países no se han recuperado los salarios reales registrados en
1980. De ahí que el ingreso real de aquellos que encuentran ocupación en las actividades
"modernas" no por fuerza refleja la misma tendencia que la generación de
puestos de trabajo.
En síntesis, a pesar del panorama muy heterogéneo que se presenta en Centroamérica en
materia de mercados de trabajo, y de los matices antes comentados, es claro que la
generación de puestos de trabajo productivos es uno de los grandes desafíos que la
globalización le plantea a la región, Este objetivo, que va más allá de simplemente
recuperar la capacidad de un crecimiento económico dinámico, seguramente jugará un
papel importante en la formulación y aplicación de políticas públicas en el futuro.
6. Reducir las desigualdades sociales
La falta de oportunidades de empleo productivo es acaso la principal, pero no la
única, causa de una de las características más preocupantes de la mayoría de los
países centroamericanos: con diferencia de grado entre uno y otro, y con la notable
excepción de Costa Rica, éstas son sociedades marcadas por la desigualdad. La
desigualdad tiene varios ejes: la distribución del ingreso, la distribución de los
activos, la distribución del consumo, el régimen de tenencia de tierra, el acceso
notoriamente desigual a oportunidades, así como a los servicios públicos y a la
administración de justicia. También son reflejo de la desigualdad, la situación de
grupos especialmente vulnerables, entre ellas las mujeres jefes del hogar y las
comunidades indígenas.
Si bien hay insuficiencias de información tanto sobre la distribución del ingreso como
sobre la incidencia de la pobreza, la magnitud del problema es bien conocida. En algunos
países (Guatemala, Honduras), más del 70% de la población vive en situación de
pobreza; en Nicaragua, casi dos tercios de la población; en El Salvador, algo menos de la
mitad, y sólo en Costa Rica algo menos de la cuarta parte (CEPAL, 1998 a; Banco Mundial,
1995; Funkhouser y Pérez, 1998). En todos los países, la incidencia de la pobreza
aumentó significativamente en los años ochenta, y se redujo levemente en los noventa. En
consecuencia, la incidencia de la pobreza que se registra hoy es superior a lo que fue en
1980, y, desde luego, en cifras absolutas el número de personas que vive en situación de
pobreza aumentó dramáticamente. Así, en la actualidad alrededor de 20 millones de
centroamericanos viven en situación de pobreza, de los cuales 14 millones viven en
condiciones de indigencia (CEPAL, 1998 a).
Otro tanto ocurre con la distribución del ingreso. En Guatemala y Honduras, el cuartil
más pobre de la población participa en menos del 6% del ingreso, mientras que el decil
más rico participa en más del 37% del ingreso. En contraste, en Costa Rica los
coeficientes son del 9% y del 27%. Y, contrariamente a lo que sucede con la incidencia de
la pobreza, la distribución del ingreso tiende a empeorar entre 1980 y 1995, o, en el
mejor de los casos, estancarse (CEPAL, 1998 a ).
No es éste el lugar para entrar a un análisis detallado de las cifras y tendencias
aludidas, ni de sus causas e implicaciones. Queda claro que son lo suficientemente graves,
al menos en la mayoría de los países, como para plantear dilemas éticos y morales a la
consolidación de los sistemas políticos democráticos, así como dilemas de política
económica de continuar un patrón de desarrollo concentrador o excluyente. Ese panorama
compromete la cohesión social que es indispensable para cualquier esfuerzo sostenido de
desarrollo económico; situación que se ve todavía más compleja en el caso de
Guatemala, ante el compromiso. consagrado en los Acuerdos de Paz suscritos a finales de
1996, de reconocer la Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas.4/
Tampoco corresponde entrar aquí en un análisis de los efectos de la globalización sobre
la equidad -tema en boga en los círculos académicos (Krugman y Venables, 1995)- ni los
efectos de la desigualdad sobre la capacidad de los países de la región de mejorar su
inserción en la economía internacional. Es bastante obvio que mejorar la equidad
constituye uno de los grandes desafíos para los países centroamericanos, visto el
panorama actual. Es más, muchas de las políticas que habrán de instrumentarse para
responder a los desafíos de la globalización, como por ejemplo inversiones en la calidad
de los recursos humanos de la región (educación, salud), serán funcionales tanto a los
objetivos de crecimiento como de equidad.
7. Mejorar la calidad de los recursos humanos
En esa materias Centroamérica también revela elevados grados de heterogeneidad. En Costa
Rica, alrededor del 20% del producto interno bruto se destinó al gasto social en la
primera mitad de los años 90; en Nicaragua, ese coeficiente ascendió al 10%, y en
Honduras, El Salvador y Guatemala al 7.8%, 5.5% y 3.3%, respectivamente (CEPAL, 1997).
Sólo en educación y salud en ese período Costa Rica gastó alrededor de 100 dólares
por persona, mientras que Guatemala gastó 14 dólares, con los demás países en
situaciones intermedias (CEPAL, 1997, pp. 105-113). Las distancias que separan a los
países en los dos extremos del espectro no podrían ser, pues, más pronunciadas.
Pero el problema no se limita a la magnitud del gasto social y a sus tendencias (en
general, tendió a bajar o estancarse en los años ochenta y a recuperarse en los
noventa), sino a la calidad y eficiencia de ese gasto. Así, en materia de educación, hay
dramáticas diferencias entre un país y otro sobre la calidad del sistema, cobertura,
repitencia y equidad, medida esta última en términos del grado de desventaja en que se
colocan los alumnos provenientes de familias de bajos ingresos.
Ahora bien, todos los países, sin excepción, han registrado algunos avances en materia
de reforma educativa, ampliando la cobertura (casi total, en el caso de Costa Rica),
adaptando el contenido (curriculum de la educación primaria y secundaria, ampliación de
la educación bilingüe en el caso de Guatemala, introducción de sistemas de medición de
calidad, preparación de docentes, descentralización y mayor participación comunitaria).
Con todo, y con la excepción de Costa Rica, los avances registrados se quedan muy cortos
de las reformas instrumentadas en otros países latinoamericanos y del Caribe, la mayoría
de los países asiáticos y los países desarrollados. Un ejemplo se encuentra en el campo
de la informática educativa. Si bien hay experiencias interesantes en varios países
latinoamericanos con la introducción de la informática al servicio de la educación, en
Centroamérica sólo Costa Rica ha logrado introducir y fortalecer programas de esa
índole. En los demás países, fuera de la informatización de la gestión educativa, la
aplicación de la informática a la educación es incipiente o casi nula. (Guadamuz,
1998).
Dicho de otra manera, a pesar de los avances registrados en Centroamérica en materia de
reforma educativa, la brecha que separa de otros países al menos a cuatro países de la
subregión en materia de cobertura y calidad de educación tiende a aumentar. Ello va a
contrapelo con las exigencias de la globalización, que valoran más que nunca la calidad
de los recursos humanos como uno de los componentes importantes del grado de
cornpetitividad. Por eso, cerrar la brecha en esta materia y sobre todo en la educación y
capacitación 5/, constituye un desafío
primer orden.
8. Mejorar la coherencia de la gestión macroeconómica
Los graves trastornos provocados por la crisis de los años ochenta hicieron que en
Centroamérica, igual que en el resto de América Latina, se diera mayor prelación a la
calidad de la gestión rnacroeconómica. Se impulsaron políticas más restrictivas en
materia fiscal y monetaria, marcadas por la prudencia y la coherencia, sobre todo en los
ámbitos de la política cambiaría, de tasas de interés, comercial y crediticio. Se
impulsaron reformas fiscales tendientes a contrarrestar la pérdida en ingresos
tributarios derivados de la liberalización unilateral (o sea, la reducción de aranceles
a la importación) y la eliminación de gravámenes a la exportación. La vía predilecta
fue el establecimiento de impuestos al valor agregado y una ampliación de la base (pero
con una reducción en las tasas) de los impuestos que gravaban la renta de las empresas y
de las personas.
Si bien es difícil establecer relaciones de causalidad entre la aplicación de políticas
y el desempeño de las economías, pareciera existir cierta coincidencia de que la mejor
calidad de la gestión macroeconómica en los países de la región explica la
reactivación de las economías con relativa estabilidad de precios en los últimos años.
De ahí también ha surgido cierta complacencia; como que si todo lo importante que se
tenía que hacer en materia de política económica de corto plazo ya se hizo, y de aquí
en adelante lo que corresponde es capitalizar sobre lo actuado; desde luego, con las
modificaciones que las circunstancias aconsejen.
Esa complacencia de ninguna manera se justifica. Primero porque las experiencias
históricas, dentro y fuera de la región han demostrado una y otra vez que la buena
gestión macroeconómica requiere una actitud siempre vigilante y proactiva para ir
adoptando el conjunto de políticas a las siempre cambiantes circunstancias. Segundo,
porque con importantes diferencias entre un país y otro, resulta prematura la
complacencia. Aun en los países donde se han logrado los equilibrios macroeconómicos,
éstos al parecer permiten tasas de crecimiento moderadas (entre 3.5% y 4.5% anual) con
inflación también moderada (5% al 12% anual). En cambio, lo deseable sería tasas de
crecimiento del orden del 6% anual, con tasas de inflación más cercanas a la inflación
internacional.
De aspirarse a una expansión más dinámica con estabilidad financiera, inmediatamente
surgirían de nueva cuenta los seculares desequilibrios tanto en la cuenta corriente del
balance de pagos como, en especial, en las finanzas públicas. De por sí, la mayoría de
los países siguen revelando serias fragilidades en ese flanco, con sistemas impositivos
débiles (el caso más dramático es Guatemala, con un coeficiente de tributación del 9%)
o déficit fiscales de cierta consideración.
No es la intención hacer aquí un análisis de la situación actual de las economías
centroamericanas, sino destacar que la buena gestión macroeconómica es otro de los
desafíos que la globalización le impone a la subregión. La estabilidad del escenario
rnacroeconómico es condición necesaria para responder al resto de los desafíos antes
enumerados. Además de baja inflación y equilibrio fiscal, cabe mantener un déficit
sostenible en cuenta corriente, un nivel de ahorro interno acorde con el proceso de
inversión, preservación de un adecuado tipo de cambio real y cercanía de la demanda
agregada a la plena utilización de la capacidad productiva existente.
9. Elevar el ahorro interno
¿Como se financiará el aumento en el gasto social, la expansión en la infraestructura
básica, el fortalecimiento de las instituciones y sobre todo la ampliación de la
capacidad productiva? En general, el coeficiente del ahorro nacional bruto es bajo en la
mayoría de los países de la región (Costa Rica y especialmente Honduras constituyen la
excepción); en promedio, inferior a la media para América Latina (CEPAL, 1996 a). Las
cifras correspondientes a 1997 son las siguientes (CEPAL, 1998 c):
|
Costa Rica |
El Salvador |
Guatemala |
Honduras |
Nicaragua |
Ahorro nacional bruto |
21.9 |
18.8 |
9.0 |
27,7 |
9.0 |
Ahorro externo |
4.9 |
-1.3 |
5.2 |
1.5 |
16.6 |
Formación bruta de capital |
26.8 |
17,5 |
14,2 |
29.2 |
25.7 |
Como se observará, las diferencias de un país a
otro en materia de ahorro nacional son notables. Tres de los países dependen, en alto
grado, del ahorro externo para contribuir a la formación bruta de capital (El Salvador
estuvo en situación similar hasta 1996); ello explica la menor dispersión en el
coeficiente de formación bruta de capital (Guatemala es por mucho el país más rezagado
en esa materia). También llama la atención que las tendencias de los últimos años no
han variado mayormente, excepto en el caso de Nicaragua, que pasó de un desahorro
nacional a una situación comparable a la de Guatemala en un período muy breve (CEPAL,
1996 b).
Como propuesta de tipo general, es claro que los países centroamericanos, y en particular
Guatemala y Nicaragua, tendrán que hacer un mayor esfuerzo para generar ahorro interno y
financiar su desarrollo futuro. Responder a este desafío se cruza con otros que se
comentaron en las secciones anteriores, incluso mejorar la gestión macroeconómica;
perfeccionar las instituciones (en este caso, el sistema de intermediación financiera,
los mercados de capital, los sistemas de previsión social, los sistemas de ahorro para
vivienda y los entes regulatorios); y fortalecer la capacidad financiera del sector
público.
10. Defender los recursos naturales y el medio ambiente
El medio ambiente y los recursos naturales de Centroamérica han sido agredidos por
agentes en ambos extremos de la estructura de ingresos. Los pobres, sobre todo en el área
rural, tienden a ocupar las tierras de mala calidad, muchas veces en laderas, lo que
contribuye a la deforestación y a elevados grados de erosión y pérdida de suelos.
También cubren buena parte de sus recursos energéticos mediante el uso de la leña, otro
factor que contribuye a la deforestación. Las empresas agrícolas modernas incurren en
una sobreexplotación de recursos naturales, frecuentemente con tecnologías poco
racionales desde el punto de vista ambiental, incluido el uso incontrolado de
agroquímicos.
En general, la región sufre de altas tasas de deforestación (en el caso de Guatemala,
una pérdida del 50% de sus recursos entre 1950 y 1997), degradación de la tierra,
deterioro de las cuencas, pérdida de biodiversidad y contaminación de los ríos, lagos y
zonas costeras. En las áreas urbanas se presenta una creciente contaminación del aire,
debido a las actividades industriales, el tráfico vehicular, la generación de
electricidad y las industrias de servicio. También se presentan pérdidas de suelo por
asentamientos humanos no planificados; se generan 20 000 toneladas de basura diaria, que
incluyen residuos peligrosos, con una notable falta de capacidad de recolección (CCAD,
1998).6/ El grado de deterioro ha
llegado a tal punto que, en los últimos años, se empieza a perfilar cierta conciencia
ambiental, y la necesidad de abordar el desarrollo de una manera ambientalmente
sustentable. Esa conciencia recibió un importante impulso a raíz de la Cumbre de Río de
Janeiro en 1992, y se refleja en los compromisos adoptados por los gobiernos de
Centroamérica, Panamá y Belice en virtud de la llamada Alianza Centroamericana para el
Desarrollo Sostenible.7/ Este
esfuerzo se describe como "una iniciativa de políticas, programas y acciones a
corto, mediano y largo plazo que delinea un cambio de esquema de desarrollo, de nuestras
actitudes individuales y colectivas, de las políticas y acciones locales, nacionales y
regionales hacia la sostenibilidad política, económica, social, cultural y ambiental de
las sociedades" (CCAD, 1994). Si bien se trata de un concepto integral de desarrollo,
que abarca aspectos económicos, sociales, políticos y culturales, los compromisos dan
cierto énfasis al manejo sostenible de los recursos naturales y mejora de la calidad
ambiental.
Entre los avances que cabría mencionar están la creación de instancias regionales, como
la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo y el Consejo Centroamericano de
Bosques y Areas Protegidas. Este último maneja proyectos como el Corredor Biológico
Mesoamericano e impulsa el establecimiento de estructuras nacionales para consolidar los
sistemas nacionales de áreas protegidas, que en la actualidad ascienden a unas 390.
Sin embargo, muchos de los compromisos adquiridos hasta ahora van poco más allá de
declaraciones de buenas intenciones. La falta de recursos, relativamente poco apoyo de la
sociedad civil, legislación deficiente o carente de regulaciones precisas y poca
capacidad institucional son algunos de los obstáculos que se oponen al desarrollo más
ambientalmente racional en Centroamérica. En consecuencia, la subregión reúne en su
seno algunos de los países que en América más han abusado en la degradación de
sus recursos naturales (Guatemala, Honduras) y a la vez al menos uno (Costa Rica)
entre los que más ha hecho en los últimos tiempos para cambiar el signo de esa
tendencia.
Poca duda cabe que la incorporación de la variable ambiental al proceso de desarrollo e
incluso la posibilidad de aprovechar los recursos naturales y el medio ambiente corno los
principales activos para impulsar ese desarrollo, constituye uno de los grandes desafíos
de la globalización.8/ Los
avances ya registrados, especialmente en Costa Rica, y la existencia de una plataforma
mínima de acuerdos en el marco de 1a Alianza para el Desarrollo Sostenible, parecen
constituir un punto de partida adecuado para avanzar en esta materia en los próximos
años.
V. La globalización y la
integración económica
Del decálogo de desafíos antes enumerado, dos cosas llaman la atención. La primera
es que, a pesar de los evidentes rezagos observados en la mayoría de los países de la
región para responder a las exigencias de la globalización, no se parte de cero. Como el
proverbial vaso que, para el optimista, está medio lleno mientras que, para el pesimista,
se encuentra medio vacío, se pueden destacar tanto avances como insuficiencias en los los
últimos lustros. Ciertamente, entre 1os primeros hay que destacar el final de los
conflictos armados en tres países y la gradual consolidación de sistemas políticos
plurales y democráticos. También en materia económica se observan mejoras en el
desempeño a nivel rnacroeconómico y avances parciales, a veces aislados, en la respuesta
a la globalización a nivel microeconomico. En todo caso, los avances registrados
deberían ser fuente de aliento para continuar en la senda de una respuesta integral,
sistemática y vigorosa a los desafíos de la globalización, así como para responder a
las grandes insuficiencias, aún presentes y comentadas en párrafos anteriores.
El segundo aspecto que llama la atención es objeto de estas reflexiones finales. Se trata
de la considerable distancia que separa a un país -Costa Rica-de los demás precisamente
en aquellas características que son las más determinantes para condicionar el grado de
competitividad internacional. En ese sentido, Centroamérica, igual que América Latina
es, sin duda, una región heterogénea . Ello no debería ser obstáculo para profundizar
la cooperación intrarregional (ni a nivel centroamericano, ni latinoamericano). Pero las
exigencias de la globalización en cierto sentido han acentuado la heterogeneidad, al
poner de relieve aspectos que acaso en el pasado no eran tan centrales a la inserción
internacional. Ello es así en materia de desempeño y también en el ámbito de las
políticas públicas.
Así, por ejemplo, en contraste con los demás países de la subregión, Costa Rica tiene
instituciones políticas más estables y consolidadas; una población más sana y con un
grado mucho más alto de instrucción; 9/ una sociedad con menos
desigualdades y mayor cohesión social; un sector público con mayor tradición de
profesionalismo e integridad; políticas más avanzadas en materia de defensa de los
recursos naturales y del medio ambiente; y, en general, mejor infraestructura física y
energética.
La heterogeneidad descrita puede conducir a varios escenarios. El más deseable, desde
luego, es que con el tiempo la distancia que separa a Costa Rica de los demás países se
vaya acortando, conforme estos últimos avancen en responder a los desafíos de la
globalización. Incluso la cooperación intrarregional puede (y debe) cumplir un papel
importante en el desarrollo de ese escenario. Otro desenlace, sin embargo, es que la
delantera que ese país ya les lleva a los demás facilitará su inserción en la
economía internacional, en forma individual, acentuando la distancia aludida, y generando
una posible tensión, en dicho país, entre los imperativos de la globalización y el
cumplimiento de los compromisos de la integración centroamericana..10/
Como se sabe, hay un recio debate sobre los posibles conflictos entre políticas que
favorecen el regionalismo y aquellas que persiguen el multilateralismo (Lawrence, 1991;
Carisson y Ramphal, 1995). En los últimos tiempos se ha afianzado la idea de que no son
obligadamente objetivos antagónicos, sino complementarios, y hasta que se pueden reforzar
de manera recíproca. Ese punto de vista ha sido sostenido, por ejemplo, por la CEPAL
(CEPAL, 1994) y está implícito en la nueva generación de compromisos integradores en la
región e incluso en el Hemisferio.11/
Centroamérica es un virtual laboratorio de las tensiones que pueden surgir entre los
compromisos regionales y aquellos que apuntan a mejorar la inserción de los países,
individualmente considerados, en la economía mundial. El hecho de que algunos de esos
compromisos involucran a cinco países, otros incluyen a Panamá y todavía otros a
Belice, sólo complica el panorama. Así, cuando el espíritu de los compromisos integradores
sugiere la conveniencia de que al menos los cinco países centroamericanos negocien
conjuntamente frente a terceros países cuando se trata de acordar preferencias
comerciales, en la práctica Costa Rica sentó un precedente que se aparta de ese
espíritu al suscribir un Tratado de Libre Comercio con México en abril de 1994.12/
Otro ejemplo de las consecuencias que pueden surgir de la diferenciación entre los
países centroamericanos se encuentra en la capitalización de Costa Rica sobre sus
ventajas comparativas para atraer nuevas inversiones en la rama de semiconductores y otros
componentes electrónicos, lo cual representa un salto cualitativo en la
industrialización que no se ha reproducido en los demás países de la región.
Lo anterior no significa que las fuerzas potencialmente centrífugas de la globalización
necesariamente terminen por fragmentar a Centroamérica, pero decididamente sí significa
que la agenda de la integración centroamericana habrá de hacerse cargo de ese
riesgo.Desde luego, no se trata de impulsar la integración como un objetivo en sí, sino
como una instancia funcional al desarrollo en Centroamérica. En ese sentido, la agenda
prioritaria del proceso de integración debe concentrarse hoy en aquellos temas en que se
advierten economías de escala o de aglomeración y en atacar los grandes desafíos
enumerados en la sección precedente. Dicho de otra manera, la integración económica
debe coadyuvar a mejorar la calidad de la inserción de cada país y de la región en
conjunto en la economía internacional.
Al revisar las declaraciones políticas de los últimos tiempos,13/ así como la agenda formal
del proceso de integración, se llega a la conclusión de que sólo cumple en forma
parcial con esa premisa. Esa agenda es sumamente amplia, aunque sin mayor jerarquización
de prioridades (todo aparece como importante). De otra parte, en la práctica, las
actividades concretas se concentran en la agenda comercial, tanto para perfeccionar el
mercado común como para avanzar en la concertación de acuerdos preferenciales con otras
agrupaciones de países, incluyendo la creación de una zona de libre comercio de alcance
hemisférico (SIECA, 1998 También se han dado pasos -insuficientes- para emprender
acciones conjuntas en la defensa de los recu sos naturales y el medio ambiente, 14 / y en el desarrollo
de la infraestructura física con una concepción regional (INCAE, 1997).15/ En cambio, es poco lo que se
propone en materia de cooperación subregional en áreas tan críticas como la
modernización productiva,16/
el desarrollo de los recursos humanos 17/ y el desarrollo
institucional.
De ahí que otro desafío, conceptual y práctico, que la globalización de la economía
le plantea a Centroamérica se encuentra en el ámbito de la propia cooperación
intracentroamericana. Si bien se han adoptado numerosos compromisos en los últimos
tiempos, e incluso se han creado nuevas instituciones en el marco del Sistema de
Integración Centroamericana (SICA), no queda claro si éstos son de importancia inmediata
para mejorar la capacidad de los países de esta subregión de afrontar a los retos de la
globalización. Importa, entonces, asegurar que el contenido y el alcance de la
actividades adoptadas en el marco de la integración cumplan con ese cometido.
Para terminar , del recuento de los desafíos antes enumerados, que también constituyen
el recuento de la agenda prioritaria para el desarrollo centroamericano de frente a un
nuevo siglo, se desprenden orientaciones relativamente obvias de política pública, tanto
a nivel de cada país como para la subregión en su conjunto. Es de esperar que esos
desafíos tengan el efecto de actuar como un acicate que movilice el esfuerzo de los
centroamericanos para responder creativa y tesoneramente a las exigencias de la
globalización.
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Notas:
1/ Según el Centro
Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE:), los censos de 1990 en los Estados
Unidos de América registraron más de 1 millón de personas que habían nacido en un
país centroamericano. Hay que suponer que esa cifra subrepresenta la cantidad de
centroamericanos que realmente viven en aquel país.
2/ Grado de apertura, desempeño del gobierno, calidad
de los mercados financieros, calidad de la infraestructura, desarrollo y aplicación de
tecnología, calidad de la gestión gerencial, calidad y ordenamiento del mercado laboral
y calidad de las instituciones
3 / Para un análisis más extenso sobre
esta materia en Centroamérica, referido en especial a los efectos del ajuste sobre el
empleo, véase el excelente libro compilado por Edward Funkhouser y Juan Pablo Pérez
Saínz, y con contribuciones sobre cada uno de los países de Maribel Carrera Guerra
(Guatemala), Kay Eekhoff Andrade (El Salvador), Rosibel Gómez Zúñiga y Maritza Guillén
Soto (Honduras), Juan Rocha y Julio César Terán (Nicaragua), y Allen Cordero y Minor
Mora (Costa Rica).
4 / Para un interesante análisis del
posible contenido y alcance de lograr una sociedad plutiétnica, véase Cojtí Cuxil,
1996.
5/ La brecha en materia de salud es menos
dramática, al menos a juzgar por los indicadores de morbilidad, mortalidad y expectativa
de vida. Aun así, y, nuevamente con la excepción de Costa Rica, queda mucho por hacer en
esta materia. A título de ejemplo, en 1990 la mortalidad infantil en Costa Rica era de
13.9 por cada mil niños nacidos vivos; en Guatemala fue de 55 , y en Nicaragua de 72
(ops, 1994).
6/ En la fuente citada se presenta un balance
detallado del estado del medio ambiente y de los recursos naturales en la región.
7/ Adoptada por la XV Reunión de
Presidentes, celebrada en Guácimo, Limón, Costa Rica, el 20 de agosto de 1994.
8/ Una idea que se ha propuesto en el
contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es que
Centroamérica impulse los sumideros de bióxido de carbono
9/ En el índice de desarrollo humano
del PNUD (1996), Costa Rica ocupa el lugar número 31; Guatemala, Honduras, El Salvador y
Nicaragua los números 112, 114 , 115, y 117, respectivamente.
10/ Las diferencias entre Costa Rica y
los demás países no son un fenómeno nuevo. Sin embargo, en la etapa de
industrialización sustitutiva de importaciones, el mercado ampliado constituía un
incentivo para que dicho país permaneciera dentro del Mercado Común. No obstante el
hecho de que el comercio intracentroamericano sigue siendo importante (1.8 mil millones de
dólares en 1997), hoy la principal justificación para Costa Rica de asociarse a los
demás países es mejorar su capacidad para competir en terceros mercados.
11/ Los compromisos adquiridos en ambas
Cumbres de las Américas (Miaini, 1994 y Santiago de Chile, 1998) aluden a la creación de
la Zona de Libre Comercio de las Américas como algo compatible con el multilateralismo.
12/ Hasta la fecha de redactar este ensayo,
tres países centroamericanos -El Salvador, Guatemala y Honduras- negociaban conjuntamente
un acuerdo similar con México.
13/ En especial el Plan de Acción
Económica para Centroaméiica (PAECA) adoptado durante la VII Cumbre
Presidencial celebrada en Antigua Guatemala en junio de 1990.
14/ Lo anterior, a pesar de los
compromisos contenidos en la Alianza Centroamericana para el Desarrollo Sostenible,
adoptada en Guácimo, Costa Rica, en agosto de 1994.
15/ Existe un Consejo Sectorial de Ministros
de Transporte que explora medidas de facilitación del transporte y la ampliación de la
infraestructura de transportes. Asimismo, en su XVII Reunión, dicho Consejo acordó
actualizar el estudio sobre la expansión del sistema regional de transporte.
16/ Aunque el Instituto Centroamericano de
Administración de Empresas (INCAF) tiene un interesante programa que impulsa elevar el
grado de competitividad de las empresas centroamericanas y del contexto en que éstas se
inscriben.
17/ No obstante la creación, en 1995, de
una Secretaría de la Integración Social Centroamericana (SISCA). Sin embargo, esa
Secretaría dispone de un plantel mínimo de personal y no ha incursionado en el tema de
la educación.
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