REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
Heterogeneidad estructural y empleo
Octavio Rodríguez, Investigador- del Instituto de Economía,
Facultad de Ciencias Económicas Universidad de la República Oriental del Paraguay
Esta es una versión revisada de un documento preparado para el seminario "Modelo y
políticas de desarrollo: Un tributo a Aníbal Pinto", organizado por el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Nacional de Desenvolvimento Económico
(BNDE). Río de Janeiro, 22 y 23 de junio de 1998
I. La heterogeneidad estructural
El pensamiento estructuralista latinoamericano le debe a Aníbal Pinto el haber
precisado el concepto de heterogeneidad estructural y, sobre todo, el haber puesto de
manifiesto su importancia para el análisis del subdesarrollo o de la condición
periférica. Sin embargo, el concepto de heterogeneidad es anterior a sus trabajos: está
planteado ya en la obra fundacional de Prebisch, es decir, en el "manifiesto" de
1948 (Prebisch, 1962) y el Estudio Económico de América Latina de 1949 (Prebisch, 1973).
Pero es Aníbal Pinto quien lo precisa y profundiza en dos artículos de la primera mitad
de los años sesenta, que se funden más tarde en uno solo (Pinto, 1976, 1971 y 1970).
La heterogeneidad estructural se puede definir atendiendo a la estructura productiva o a
la estructura ocupacional. La estructura productiva se dice heterogénea cuando coexisten
en ella sectores, ramas o actividades donde la productividad del trabajo es alta o normal
(es decir, alcanza los niveles que permiten las tecnologías disponibles), con otras en
que la productividad es mucho más baja. Aníbal Pinto indica también que esa diferencia
es mucho mayor en la periferia que en los centros. A esta estructura productiva
corresponde cierto tipo de estructura ocupacional. Una es espejo de la otra. En una
economía periférico existe mano de obra ocupada en condiciones de productividad alta o
normal, que constituye el empleo. Pero hay también mano de obra ocupada en condiciones de
productividad muy reducida, que conforma el subempleo.1/
Además de la disparidad muy marcada de los niveles de productividad, Pinto destaca otra
característica de la condición periférica ligada a la heterogeneidad. En cualquier
economía, aun en las más modernas, hay cierto grado de heterogeneidad. Lo que
caracteriza a la periferia es el elevado porcentaje del subempleo en la ocupación, tanto
en el total de la economía como en algunos de los sectores o ramas que la componen. Así,
como se verá más adelante, en caso de Brasil, en 1960, algo así como la mitad de la
mano de obra ocupada lo estaba en condiciones de baja productividad, es decir, constituía
el subempleo estructural.
Cuadro
1
Brasil: Evolución del subempleo y el desempleo
A. Total de la economía 1960-1991 |
|
Subempleo (miles) |
Subempleo/
ocupación % |
Subempleo
agrícola/sub- empleo total% |
Subempleo urbano/
ocupación urbana % |
Desempleo (miles) |
Desempleo/ PEA (%) |
Años |
Total |
Agricola |
Urbano |
1960 |
11 367 |
8 706 |
2 661 |
50 |
77 |
25 |
|
|
1970 |
13 181 |
9 349 |
3 832 |
45 |
71 |
23 |
|
|
1980 |
11 192 |
6 416 |
4 776 |
26 |
57 |
16 |
964 |
2.23 |
|
1991 |
14 418 |
6 101 |
8 317 |
25 |
42 |
20 |
2 731 |
4.71 |
B. Areas urbanas, 1990-1996
|
Años |
|
|
Subempleo urbano (miles) |
|
|
Subempleo urbano/ ocupación urbana
% |
Desempleo (miles) |
Desempleo/ PEA % |
1990 |
|
|
11 793 |
|
|
25 |
2 367 |
4.71 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1992 |
|
|
13 078 |
|
|
28 |
4 765 |
9.33 |
1995 |
|
|
13 713 |
|
|
27 |
4 677 |
8.44 |
1996 |
|
|
12 683 |
|
|
25 |
5 264 |
9.46 |
Fuente: Instituto Brasileño de Geografía y
Estadísticas (IBGE). A: Censos demográficos B. Encuesta nacional de hogares |
II. Tendencias y problemas
Lo importante no es percibir cuál es el grado de heterogeneidad o proporción del
subempleo en un instante determinado, sino cómo va cambiando con el tiempo. En otras
palabras, interesa particularmente percibir cómo evoluciona la estructura ocupacional.
La forma más sencilla de hacerlo es plantearse un modelo muy simple, en el que la tasa de
crecimiento del empleo es mayor que la tasa a que crece la PEA, y , ambas se mantienen
constantes. Además, inicialmente se prescinde de considerar el desempleo abierto. Estas
condiciones tienen al menos tres implicaciones:
i) El porcentaje del subempleo sobre el total de la ocupación (es decir, el grado de
heterogeneidad) cae año a año. Se hicieron varios cálculos del subempleo de la
economía brasileña, basados en diversas maneras de definirlo, que agrupan de otras
tantas maneras de posiciones en la ocupación y los tipos de actividades diferenciados por
los censos demográficos. Ninguno de ellos constituye una evaluación exacta del mismo
pero lo que importa destacar es que los resultados de todos los ejercicios efectuados
revelan al misma tendencia. El cuadro IA registra uno de estos resultados, a título
ilustrativo, confirmando que el grado de la heterogeneidad se reduce. De 50% a 45% entre
1960 y 1970 y a 26% entre 1970 y 1980, década de crecimiento particularmente intenso.
ii) Se produce necesariamente un punto de reversión, o sea, un período a partir del cual
el volumen absoluto del subempleo comienza a disminuir. Ello también cumple en el caso de
la economía brasileña, donde el subempleo cae de 13.2 a 11.2 millones de ocupados entre
1970 y 1980, lo que induce a pensar que a partir de cierto año de esta década el
subempleo pasa a ser menor que en el precedente.
iii) De proseguir la diferencia de tasas antes mencionada, se verificará también un
punto de reabsorción - o sea, un período en el cual el volumen del subempleo disminuirá
a magnitudes irrisorias. Esta implicación, de mero interés analítico, se hace
explícita tan sólo para preguntarse qué sucede cuando las tasas de crecimiento la
ocupación del empleo y de la PEA no cumplen con la condición postulada y, en particular,
cuando el empleo no se mantiene creciendo a ritmos elevados. Este tema se disuelve en
otro, el de la tasa de crecimiento de la producción y de su composición sectorial y
tecnológica, que se abordará más adelante.
En gran medida, y en sus orígenes, la cuestión del cambio de la estructura ocupacional
es coincidente con la de la transformación de una economía predominantemente agrícola y
rural en otra predominantemente industrial y urbana.
Lo anterior implica que en cierto momento -de arranque o de aceleración de la
industrialización- el subempleo radica mayoritariamente en la agricultura. Con el andar
del tiempo, la estructura básica del subempleo va cambiando, haciéndose crecientemente
urbana y decrecientemente rural. Dicha tendencia también se observa en los resultados del
cuadro IA. En 1960, más de tres cuartas partes del subempleo de la economía brasileña
se albergaba en la agricultura. En 1980, el subempleo agrícola aún era más de la mitad
del total. Sólo en 1991 se traspasa ese umbral, según la cifra preliminar que
corresponde a ese año (42%).
Esta tendencia de la composición del subempleo se relaciona con fuerzas reales que operan
en las economías de tipo periférico. La síntesis que sigue apenas si menciona las
principales.
En lo que atañe a la agricultura, es frecuente destacar la atracción que ejercen las
ciudades, por la mejora de condiciones de ingreso y de vida que pueden ofrecer. Sin
embargo, cabría dar mayor importancia a otros factores que operan del lado de la oferta
de fuerza de trabajo, como la incapacidad de las unidades agrícolas de baja productividad
para retener los incrementos de su propia mano de obra, así como la destrucción de esas
unidades, cualesquiera que sean las razones específicas que la determinan (agotamiento
del suelo, precariedad de la tenencia, supresión paulatina de relaciones sociales
arcaicas, etc.).
En cuanto al subempleo urbano, se van creando actividades de baja productividad en los
servicios personales, en el comercio y aun en el sector secundario, que logran
desarrollarse por la captación de ingresos generados fundamentalmente en las actividades
de productividad elevada, es decir, en aquellas que albergan el empleo. En el caso de
Brasil, las cifras correspondientes a los años 1960, 1970 y 1980 muestran que el
subempleo urbano aumenta en términos absolutos. Sin embargo, la relación entre aquél y
el total de la ocupación urbana se reduce: de 25% a 23% y a 16%, en las tres fechas.
Mostrando el caso de la economía brasileña, se procuró dar un ejemplo de cómo la
industrialización acelerada, llevada adelante a base de un paradigma tecnoeconómico
frecuentemente llamado fordista y, a veces, metalmecánico, puede reproducir los trazos
más gruesos del comportamiento postulado, a saber, una merma persistente y significativa
del grado de heterogeneidad y el comienzo de la disminución absoluta del subempleo
estructural. Ese comportamiento supone una tasa elevada de crecimiento del empleo, que
exige una tasa de crecimiento del producto también alta. Esta última es un promedio
ponderado de las que corresponden a los distintos sectores productivos, a su vez
influenciadas por el dinamismo de los avances tecnológicos que se van incorporando en
cada uno.
¿Cómo rastrear la heterogeneidad estructural y su evolución en el tiempo cuando la tasa
de crecimiento se reduce, y asimismo, cuando cambia el patrón productivo y tecnológico
en que se basa? En los años ochenta, la situación ocupacional de la economía brasileña
abarca un conjunto de hechos estilizados correspondientes a un primer caso: el de una
caída de la tasa de crecimiento asociada a desequilibrios macroeconómicos, sin que
concomitantemente se registren cambios muy importantes en el patrón productivo y
tecnológico. En ese cuadro se destacan los aspectos siguientes:
- Según los datos, se produce una reversión de la reversión en el sentido de que vuelve
a incrementarse el volumen absoluto del subempleo global. Este aumenta significativamente:
de 11.2 millones de ocupados en 1980, a 14.4 en 1991.
- El grado de heterogeneidad no varía en forma significativa. Según los datos expuestos,
sufre una pequeña. disminución, de 26% a 25%. Otras estimaciones disponibles registran
un leve aumento, que en ningún caso supera en mucho el 1 %. Esta constancia relativa
muestra que, como problema global, el subempleo no se agrava, pero también implica que se
alarga el plazo de su virtual reabsorción: en el caso de Brasil, a igualdad de la tasa de
crecimiento y del patrón productivo y tecnológico, la reabsorción se posterga 10 años.
Puede decirse, entonces, que la expresión década perdida refleja con propiedad esa
constancia del porcentaje del subempleo, así como la implicación recién señalada.
- El cambio en la composición del subempleo obedece a la misma tendencia anterior. Es
decir, se incrementa la parte del subempleo urbano en el total, de 43% a 58%. Ello depende
de comportamientos disímiles de los niveles absolutos de ambos tipos de subempleo. El que
radica en la agricultura disminuye o se incrementa muy levemente, según el criterio de
estimación utilizado (de 6.4 a 6.1 millones de ocupados) (véase de nuevo el cuadro IA).
En cambio, el subempleo urbano aumenta de manera considerable, en cualquiera de ellos (de
4.8 a 8.3 millones, en el mismo cuadro). Este aumento refleja la continuidad de la
aplicación de estrategias de subsistencia, desarrolladas en los servicios, el comercio o
el sector secundario, para la captación de rentas desde las actividades de productividad
elevada. Por otra parte, el incremento supone también que el porcentaje del subempleo
urbano sobre la ocupación urbana, de venirse reduciendo con intensidad, pasa a
incrementarse significativamente, en la nueva década: de 16% a 20%, según la estimación
utilizada.
- Aumenta también el desempleo abierto. Entre 1980 y 1991, para el total de Brasil se
eleva de 2% a 5% de la PEA, según los datos de los censos demográficos. Aunque estos
datos no son los más adecuados para estimarlo, al menos reflejan el incremento del
desempleo que acompaña las coyunturas recesivas. No obstante, aquí importa señalar este
otro hecho estilizado: la convergencia de los comportamientos desfavorables del desempleo
abierto y del subempleo urbano. La merma del crecimiento del producto acarrea la caída de
la tasa de absorción en el empleo, y es éste el fenómeno que explica esos
comportamientos. Según muestra la información, tanto el desempleo como el subempleo
aumentan y ello tanto en términos absolutos como relativos.
Esta convergencia de los problemas ocupacionales se repite en los años noventa, pero
con características y por razones diferentes. Durante estos años, nuevos hechos
estilizados brindan una imagen de la heterogeneidad y de sus mutaciones, esta vez
verificadas en el marco de una recuperación del nivel de actividad y de un cambio en la
estructura productiva (en la composición sectorial y por ramas de la producción),
acompañados y en buena medida inducidos por la rápida penetración de un nuevo paradigma
tecnoeconómico.
Como la anterior, esta otra imagen es también preliminar o aproximativa. Se introduce
sólo para levantar más adelante algunas cuestiones atinentes a los desafíos de la
transformación productiva con equidad. La información que permite delinear esa imagen se
encuentra en el cuadro IB, sobre la ocupación y subempleo urbanos. Provenientes de
encuestas de hogares, los datos no son comparables con los anteriores, originados en
censos demográficos. De esa información se infieren las siguientes observaciones:
- Luego de tres años de contracción económica (1990-1992), se registra un alto
porcentaje de subempleo en relación con la ocupación (28%). Luego de un trienio de
retomada del crecimiento (1993-1995), la proporción del subempleo se reduce (a 27%), y
vuelve a disminuir (a 25%) al año siguiente (1996), también de crecimiento positivo.
- La relación entre las variaciones del porcentaje de desempleo abierto y el aumento del
nivel de actividad no obedece a pautas semejantes. A pesar de la recuperación de este
último, la significación relativa del desempleo se mantiene en cifras bastante más
altas que las que corresponden a sus valores pretéritos. La razón generalmente admitida
es que la recuperación se ha visto acompañada de transformaciones tecnológicas muy
significativas y aceleradas.
- La aparente divergencia de comportamientos entre subempleo y desempleo esconde una
convergencia de los problemas por ellos representados, que se aprecia considerando sus
niveles absolutos. El que corresponde al subempleo llega a caer en 1996, pero esta merma
no representa la reversión a que se hizo referencia con anterioridad, no sólo (ni
principalmente) porque la merma pueda provenir de las naturales variaciones del subempleo
en períodos más cortos, sino porque sus valores absolutos y relativos se mantienen
altos, en años en que los valores del desempleo abierto también lo hacen.
III. Visión de conjunto
La convergencia aludida refleja una especificidad periférica, que se torna más
visible cuando sus problemas ocupacionales recientes se aprecian a la luz del modo como se
fueron perfilando a largo plazo.
Puede afirmarse que la evolución de la heterogeneidad depende crucialmente de su grado en
el período base. En efecto, en igualdad de condiciones, los plazos de una virtual
reabsorción del subempleo se acortan o se alargan de forma significativa, según sea la
magnitud inicial de ese grado. Por otra parte, como la periferia se caracteriza justamente
por un grado muy elevado de subempleo, alcanzar ciertos niveles de homogeneidad de la
estructura de la producción, y una relativa homogeneidad en la estructura ocupacional,
envuelve plazos muy prolongados. Tan largos son, que difícilmente puede esperarse que el
camino hacia la homogeneidad carezca de interrupciones. Se interpondrán en él los
escollos de las contracciones cíclicas o de las mermas en el nivel de actividad, o se
producirán cambios de rumbo ligados a la discontinuidad del avance técnico (o
contrariamente, a la intensidad de su aceleración).
Ello no obsta a que se den tendencias sostenidas y prolongadas a la reducción del grado
de heterogeneidad y asimismo del nivel absoluto del subempleo estructural. De producirse,
estas tendencias --que han merecido escaso reconocimiento en la propia bibliografía
estructuralista- van redefiniendo los umbrales a partir de los cuales habrá de producirse
la ulterior evolución de la heterogeneidad. Como ya se vio, entre 1960 y 1980 la
economía brasileña brinda un ejemplo de esta posibilidad. Durante ese período, el grado
de heterogeneidad se redujo sustancialmente, de algo como 50% a la mitad de esa cifra.
Disminuyó también el nivel absoluto del subempleo, hecho que marca una reversión de la
tendencia anterior de ese indicador.
El desempeño económico desfavorable puede frenar la nueva tendencia. Sin embargo, ello
no implica, o al menos no implica necesariamente, que la significación del subempleo
varíe mucho, en términos relativos. En otras palabras, el umbral alcanzado tras un
período de alto dinamismo económico no se desdibuja, de tal modo que el plazo de una
virtual reabsorción permanece, si bien que con un punto de arranque aplazado en el
tiempo. De nuevo el ejemplo de la economía brasileña transcurrida la década de 1980, el
subempleo estructural sigue representando la cuarta parte de la fuerza de trabajo ocupada.
Es claro que del mal desempeño económico no deriva ese solo efecto ocupacional; en el
nuevo umbral, la mayor dimensión absoluta del subempleo convive con niveles absolutos y
relativos de desempleo abierto sensiblemente ampliados. En el caso de la economía
brasileña, el primero se triplica, y el segundo más que se duplica.
También se señaló que esta convergencia de los problemas del subempleo y del desempleo
puede adquirir configuraciones y dimensiones especiales, cuando en ella incide un cambio
radical de paradigma tecnoeconómico. En períodos de dinamismo sostenido -y sobre todo si
éste se expresa en altas tasas de crecimiento del producto- la estructura de la
ocupación puede retomar el camino hacia la homogeneidad, a través de la reducción
absoluta y relativa del subempleo. Pero esta posibilidad se ve condicionada por el
comportamiento del desempleo abierto.
De suyo, la condición periférica suele suponer el rezago productivo y tecnológico de
una parte de las actividades constituidas con condiciones de productividad normal o alta.
A los efectos que en general derivan del cambio radical y acelerado de las tecnologías en
el desempleo abierto, se suman los de su impacto en ese tipo de actividades relativamente
rezagadas, respecto a sus similares en los centros. Desde la perspectiva de la ocupación,
la especificidad de la periferia sigue siendo dada por la heterogeneidad, es decir, por la
elevada proporción del subempleo. Pero en las nuevas condiciones, por el camino de su
reabsorción también transita el desempleo, que puede aumentar considerablemente y
resistirse a caer, como sugieren las cifras del cuadro IB.
Se redefine, así, no sólo un nuevo umbral para la reabsorción, sino un nuevo tipo de
umbral, donde confluyen los problemas ocupacionales preexistentes ligados al subempleo,
con esos otros emergentes relacionados con el desempleo abierto, que multiplican, al
interrelacionarse, la complejidad del conjunto de los problemas ocupacionales.
IV. Los desafíos de la transformación productiva con equidad
En esencia, la cuestión para nuestros países estriba en saber inscribirse en una
revolución tecnológica que el reciente proceso de globalización viene universalizando,
a partir de las especificidades ocupacionales propias de la condición periférica. En su
artículo, Aníbal Pinto señala: "... lo esencial de una alternativa residiría en
la traslación rotunda de acento desde un crecimiento precariamente asentado ... hacia
otro cuyo pivote y objetivos centrales sean la extensión del progreso técnico, la
ampliación del mercado interno, la homogeneización del sistema..." (Pinto, 1976, p.
139).
Las pautas del crecimiento y las razones de su precariedad sin duda han variado, pero
estas tres grandes líneas estratégicas aún describen el núcleo de los que tal vez sean
los principales desafíos de la transformación productiva con equidad.
Analizando la estructura ocupacional a largo plazo, puede apreciarse que la heterogeneidad
no tiende por sí sola a desaparecer, pero puede reducirse significativamente por
períodos, disminuyendo con ello la magnitud de los problemas ocupacionales. Lo nuevo en
los años noventa es que, de ahora en adelante, a un grado de heterogeneidad más o menos
significativo según los casos, se suman los efectos de la revolución tecnológica en
curso.
En el marco del paradigma fordista, siendo la industria la principal portadora de las
potencialidades de progreso técnico, se abrían expectativas de ir acortando distancias
respecto de la frontera tecnológica prevaleciente por la vía de la industrialización.
Este era un supuesto clave de las propuestas de la CEPAL en los años cincuenta.
En el nuevo paradigma liderado por las tecnologías de la información, al tiempo que se
redefine el abanico de sectores en que es más alta la dinámica tecnológica (dígase al
pasar, redefiniéndose también, sectorialmente y por ramas, la magnitud de los atrasos
tecnológicos de la periferia), esa frontera se mueve con inusitada rapidez. En el marco
de una globalización que parece inevitable, el reconocimiento de esta revolución
tecnológica y de sus características lleva a la CEPAL de los años noventa a poner de
relieve la competitividad, y sobre esa base, la reinserción internacional por la vía de
una fuerte expansión de las exportaciones.
No se desconoce que la CEPAL aborda con detenimiento los problemas ocupacionales y las
políticas adecuadas para superarlos, ni que su búsqueda apunta a lo que denomina un
"enfoque integrado". Sin embargo, aquí se propone que los desafíos de la
transformación productiva con equidad se encaran con ventaja colocando en primer plano el
problema de la heterogeneidad estructural y de la necesidad y posibilidad de resolverlo.
En otras palabras, se postula que la plena reabsorción de la mano de obra subempleada
debe constituir el objetivo estratégico prioritario y a la vez un objetivo explícito, es
decir, definido por metas delineadas a lo largo del tiempo, aunque aproximativas.
Esta prioridad de la reabsorción del subempleo no se plantea como un desiderátum por
consideraciones atinentes a la equidad distributivo, o por razones relacionadas con la
viabilidad social y política de las estrategias de desarrollo. En verdad, esa prioridad
esconde una démarche analítica, planteada estrictamente desde el ángulo
económico, y destinada a sugerir que la consideración explícita del subempleo
estructural se configura como requisito de la viabilidad y eficiencia de las propuestas
estratégicas de superación de la condición periférico.
Admítase, para argumentar que una economía periférica está compuesta de un sector
moderno y otro atrasado. Por hipótesis, el primero viene operando con pleno empleo (sin
desempleo abierto) y a niveles de productividad normal, cuyas condiciones se mantienen en
el tiempo. La gradual reabsorción del subempleo preexistente equivale a un considerable
aumento de la productividad media. Ella implica que con cada unidad de fuerza de trabajo
reabsorbida se va realizando un excedente potencial, grosso modo definible como la
diferencia entre el incremento de producto que la reabsorción genera y los salarios y
remuneraciones pagados para generarlo.
Cabe ahora ampliar este argumento básico, refiriéndose a los efectos esperables de una
fuerte exposición a la competencia internacional, reconocida como imprescindible para
inducir aumentos persistentes de la productividad. Como se insinuó anteriormente, en las
condiciones iniciales de relativo rezago tecnológico que se dan en las actividades que
albergan el empleo, la apertura externa conducirá a la eliminación de algunas y a la
reestructuración de otras. Además, la competencia irá demandando una actualización
continua de los niveles de productividad, en el conjunto de esas actividades modernas.
Así pues, se plantearán nuevos problemas en el ámbito del empleo, que se agregarán a
aquellos otros relacionados con el subempleo previo de vastos contingentes de mano de
obra.
Ambos problemas no son disociables, y tampoco lo serán las políticas que se persigan
para superarlos. Sin embargo, la consecución de los objetivos de esas políticas traerá
consigo un aumento del excedente, originado tanto en la reabsorción y en el aumento de
productividad que supone, como en el incremento de esta última en el propio sector
moderno.
Véase ahora por qué esta evolución general de la ocupación, y en especial la
reabsorción del subempleo, constituye condición de la viabilidad de una estrategia de
desarrollo a largo plazo. En sí mismas, ellas suponen progreso técnico e incrementos
sostenidos de la productividad y del excedente, con efectos positivos sobre la
acumulación de capital. Pero aquí importa destacar que también suponen el aumento
sostenido del mercado interno, y que por ende implican la posibilidad de realizar la
creciente producción de bienes y servicios, y de dar continuidad a la acumulación de
capital en que esa producción se sostiene.
En breve, la expansión del mercado interno aparece como un importante recurso por
utilizar, en tanto expresa las potencialidades imbricadas en los incrementos de la
productividad del trabajo, en términos del dinamismo de la demanda requerida para
sostener la acumulación y el crecimiento. Este modo de ver el mercado interno y su papel
viabilizador contrasta con puntos de vista frecuentes, según los cuales el crecimiento
podrá y deberá ser impulsado por la expansión de las exportaciones y por la
profundización permanente de la división internacional del trabajo que ella supone. No
es difícil percibir que ese patrón de crecimiento de tipo extravertido encontrará
problemas de realización, cuando se está pensando en la periferia como un todo, o en
economías continentales que la representan, como las de Brasil, China, India o
Indonesia.
Las consideraciones anteriores no niegan la importancia del dinamismo exportador, que se
percibe como condición necesaria pero no suficiente del desarrollo periférico. El punto
de partida de un sector industrial relevante incompleto y de rezago tecnológico habrá de
expresarse en una elevada elasticidad-ingreso de la demanda de importaciones que, a la
larga, deberá satisfacerse con una expansión compatible de las exportaciones. Sin
embargo, salvedad hecha de las economías pequeñas que también forman parte de la
periferia y para las cuales una expansión de tipo extravertido es un camino natural, el
crecimiento imprescindible de importaciones y exportaciones para la periferia como un todo
no implica que el coeficiente de apertura haya de ir en aumento permanente, ni que las
actividades exportadoras operen como sector de arrastre de su desarrollo. Tampoco implica
que no existan, entre estas últimas, algunas que resulten de gran significación, desde
la perspectiva del progreso técnico y de la ganancia global de productividad y
competitividad.
Como el de la viabilidad, el tema de la eficiencia está relacionado con la reabsorción
del subempleo, o mejor, con el significado dinámico de esa reabsorción. Esta trae
consigo no sólo una difusión más amplia de las tecnologías existentes, sino también
una acumulación mayor de conocimientos en empresas y en la fuerza de trabajo de distintos
niveles de calificación que ellas van integrando, con la consecuente dinamización
general de la capacidad de innovar. Dicho de otro modo, al ampliar el ámbito de difusión
del progreso técnico, la reabsorción contribuye a acentuar su dinamismo.
También debe señalarse que la reducción gradual del rezago tecnológico y del subempleo
característicos de la condición periférica implica que el progreso técnico se
universaliza, con efectos benéficos para la economía mundial en su conjunto. El
desarrollo de la periferia con plena absorción favorece a la economía no sólo desde el
ángulo de la ampliación de los mercados, sino en términos de la tasa global de
incremento del progreso técnico, y por ende en términos de los reflejos del mismo en los
aumentos de la productividad y en la aptitud para generar excedentes acumulables.
En síntesis, se sostiene que la reabsorción del subempleo -su reasignación a
actividades de productividad elevada- ha de constituir el eje principal de las estrategias
de desarrollo de las economías de tipo periférico, pues constituye condición necesaria
para imprimir viabilidad y eficiencia a esas estrategias. Este es un punto de vista apenas
esbozado y, como tal, apenas roza el problema. Para comenzar a profundizarlo habría que
abordar el tema de las políticas ocupacionales, así como su articulación con las
políticas productivas y tecnológicas y de inserción internacional, tema que excede en
mucho las posibilidades y objetivos de estas notas.
Bibliografía
Pinto, A. (1976): "Heterogeneidad estructural y modelo de desarrollo reciente
de la América Latina", Inflación: raíces estructurales, México, D.F.,
Fondo de Cultura Económica.
- (1971): "El modelo de desarrollo reciente de la América Latina", El
trimestre económico, vol. 38(2), N' 150, México, D.F., Fondo de Cultura Económica,
abril-junio.
- (1970): "Naturaleza e implicaciones de la 'heterogeneidad estructural' de la
América Latina", El trimestre económico, vol. 37(1), N' 145, México, D.F.,
Fondo de Cultura Económica, enero-marzo.
Prebisch, Raúl (1 973): La interpretación del proceso de desarrollo latinoamericano
en 1949, serie conmemorativa del XXV aniversario de la CEPAL, segunda edición,
Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
- (1962): "El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus
principales problemas", Boletín económico de América Latina, vol. 71, N' 1,
Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina (CEPAL), febrero. [Su primera
versión impresa data de 1949.]
Notas:
1/ Empleo y subempleo se diferencian del desempleo
abierto. En conjunto, empleo, subempleo y desempleo constituyen la población
económicamente activa (PEA). |