REVISTA
DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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este Número Extraordinario favor contactar publications@eclac.cl
haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
Estructura, coordinación
intertemporal
y fluctuaciones macroeconomicas
Daniel Heymann, Oficina de 1a CEPAL
en Buenos Aires
Se agradecen los comentarios de O.Altimir, B. Kosacoff, R. Martínez, E. Noya y A.
Ramos. El autor es responsable de las opiniones expresadas en el artículo.
I. Introducción
La relación entre la estructura de la economía y las características de las
oscilaciones en el nivel de actividad ha sido un tema permanente de atención para la
CEPAL y, en términos amplios, para la literatura macroeconómica latinoamericana. Ya en
tempranos trabajos, Prebisch destacó la particularidad de los mecanismos cíclicos en
economías de base exportadora primaria, expuestas a las variaciones de los precios
internacionales y del financiamiento externo (Prebisch, 1944). Posterionnente, se
desarrolló un conjunto de trabajos dirigidos a estudiar los ciclos de stop-go que
se identificaban en economías de la región, marcados por fases de expansión del
producto que se interrumpían abruptamente a raíz de desajustes del balance de pagos.
Este cuerpo de análisis buscó, asimismo, aclarar algunos comportamientos tales como los
efectos contractivos de depreciaciones cambiarias, que parecían paradójicos según
teorías aceptadas usualmente en su momento, y que podían racionalizarse teniendo en
cuenta rasgos específicos de la configuración de las economías originados, sea en su
dotaci6n de recursos, sea en atributos del régimen de políticas. Más recientemente, ha
habido considerable actividad en la investigación de las fluctuaciones asociadas con
vaivenes en los flujos de crédito del exterior, especialmente en el contexto de programas
de reforma económica (CEPAL, 1995; Ffrench-Davis y Gliffith Jones, comps., 1995).
El interés por las posibles conexiones entre estructura y ciclos no es exclusiva al
ámbito de la región. En particular, los recientes episodios de crisis en economías
asiáticas han dado lugar a diversos argumentos que tratan de asociar esos quiebres en la
evolución macroeconómica con elementos de las instituciones económicas o de los
regímenes de política de los respectivos países (véase, por ejemplo, Krugman, 1998).
Ahora bien, los razonamientos que interpretan las crisis como consecuencias directas de
determinadas estructuras económicas plantean un problema analítico de índole general:
hace falta entender por qué, en un momento dado (y, a veces, sin que medien "causas
reales" inmediatamente aparentes), se modifica abruptamente el comportamiento
macroeconómico. Es decir, la cuestión consiste en entender cómo, y si, características
relativamente durables del sistema generan inflexiones en la evolución período a
período.
La naturaleza de los ciclos económicos es materia de discusión: una clase de modelos
enfoca las fluctuaciones como fenómenos autogenerados en el sentido de que la actividad
económica atravesaría períodos de alza y de baja independientemente de que reciba
impactos desde afuera, mientras que otro conjunto emplea esquemas de impulso-propagación,
en los cuales el producto oscila como respuesta a perturbaciones de distinto tipo 1/ (Woodford, 1992). Resulta claro que, en
cualquier caso, las características de las variaciones del nivel de actividad dependerán
de la estructura de la economía. Esto es así porque, naturalmente, el comportamiento
dinámico de un sistema está condicionado por el valor de parámetros que pueden variar
de una instancia a otra, y también porque economías distintas pueden diferir
apreciablemente en cuanto a su sensibilidad a determinados impulsos.
Sin embargo, ello no establece una asociación precisa entre ciertas configuraciones
económicas y fluctuaciones de la actividad, especialmente cuando éstas se asocian con
repentinos cambios de comportamiento del tipo de las crisis. El significado que
normalmente se le asigna a tales fenómenos es el de eventos que de algún modo perturban
los planes previamente trazados por los agentes y cambian sorpresivamente las condiciones
en que se desenvuelve la economía. De hecho, en la discusión de casos concretos, es
común encontrar menciones acerca de la ausencia de señales previas que alertaran con
nitidez sobre los acontecimientos subsiguientes y a la falta de previsión aun para
actores presumiblemente bien informados. Tales episodios suelen ser considerados como
eventos de relevancia histórica (en el sentido, por ejemplo, de servir como hitos en
cronologías sobre la evolución de determinadas economías), y en diversas instancias han
dado lugar a corrientes de análisis orientadas a extraer lecciones de las experiencias.
Pero, si ello es así, se está reconociendo implícitamente que ciertas fluctuaciones
generan información sobre mecanismos del funcionamiento económico que no eran
comprendidos en forma plena con anterioridad. Con una lógica parecida, se desprende que
el estudio de esos episodios debería reconocer que los agentes se encuentran en contextos
de aprendizaje (así como lo están los analistas). Esto dirige la vista hacia la forma en
que se definen las expectativas, y hacia las condiciones en las cuales ellas pueden verse
desmentidas. Al mismo tiempo, se plantea una alerta sobre la utilización de modelos
mecánicos de interpretación de esos episodios: de algún modo, la aparición de crisis
es contradictoria con la existencia de formas sencillas para definir previsiones certeras.2/
La coordinación de los planes intertemporales, y los problemas que pueden surgir si esa
coordinación no se realiza, son temas de larga tradición en el campo macroeconómico.
Los análisis que ponen en foco la coordinación intertemporal (Leijonhufvud, 1968 y 1981;
Minsky, 1975) forman una clase heterogéneo, pero comparten algunos elementos- centrales.
Entre ellos se cuenta la noción según la cual los agentes deciden sobre la base de un
conocimiento incompleto del funcionamiento y de los mecanismos de evolución de su entorno
y, por lo tanto, pueden en ocasiones generarse inconsistencias en los planes, que no
necesariamente se revelan de inmediato. En ciertas situaciones, estas inconsistencias
pueden ser de poca monta (por ejemplo, una empresa específica que expande su capacidad en
una línea de producción que los consumidores no programan demandar), pero en otras
resultarían de significación macroeconómica, como cuando un grupo importante de agentes
toma (y recibe) crédito más allá de lo que corresponde a su futura capacidad de
reembolso.
Los argumentos de esta clase de modelos, en sus diferentes variantes, suponen que es
posible que se generen errores de pronóstico difundidos. Al mismo tiempo, es razonable
suponer (como lo expresa la opinión común) que los agentes no formulan expectativas
equivocadas en forma sistemática. Esta última proposición puede interpretarse como
afirmando que, en un ambiente estacionario (es decir uno en el cual el esquema de
operación del sistema permanece inalterado), las previsiones que formulan los agentes
acaban correspondiendo al proceso que genera efectivamente las variables de interés. Pero
hay instancias en las que las economías atraviesan períodos de cambios no repetitivos,
en las que pierden relevancia los patrones de comportamiento observados en el pasado o, al
menos, los individuos pueden suponer que ése es el caso. En tales circunstancias, no hay
razones para postular a priori que las expectativas se forman de manera
óptima (vistas retrospectivamente) y que serán siempre insesgadas. La cuestión ha sido
incorporada (a veces de forma implícita) en los análisis del problema de coordinación
intertemporal: éstos suelen tomar como punto de partida un acontecimiento que modifica el
sendero de crecimiento que ha venido siguiendo la economía y pone a los agentes ante un
escenario novedoso, en el que ellos deben reevaluar sus oportunidades futuras sin un
conocimiento certero de cómo se determinan las trayectorias de las variables. Las
dificultades para la toma de decisiones que surgen entonces estarían en la raíz de
fluctuaciones en el gasto y el nivel de actividad.
Habría entonces una relación entre los esquemas analíticos que enfocan el tema de la
coordinación intertemporal y aquellos que vinculan estructura y ciclos económicos, tal
que ambos pueden considerarse complementarios. Esta complementariedad entre ambas
tradiciones constituye el tema central del presente trabajo. El nexo se encuentra a
través de la formación de expectativas referidas al sendero futuro de las oportunidades
de gasto y de inversión. Las alteraciones o las discontinuidades en los parámetros
estructurales (inducidos sea por acciones de política o por modificaciones en la conducta
de agentes privados, locales o externos) abren la posibilidad de que aparezcan
fluctuaciones en las cuales el sistema se aparta de la secuencia de equilibrio
intertemporal. Recíprocamente, las fallas de coordinación constituyen un canal mediante
el cual los cambios en la configuración de la economía generan fenómenos de tipo
cíclico. A continuación se exploran brevemente esas conexiones.
II. Percepciones de tendencia,
sustentabilidad y fluctuaciones económicas
Está bien establecido que pueden generarse fluctuaciones (es decir, variaciones no
monótonas) en la demanda agregada y el volumen de producción sin que necesariamente
existan desajustes en la formación de precios ni en las expectativas. De hecho, un amplio
conjunto de trabajos ha venido desarrollando las hipótesis del ciclo real de equilibrio,
que buscan representar los movimientos macroeconómicos como respuestas bien coordinadas
de la economía a impulsos exógenos, 3/
particularmente desplazamientos en las funciones de producción (Kydland y Prescott, 1982;
Long y Plosser, 1983; Plosser, 1989). En economías que intercambian bienes y crédito con
el exterior, estas hipótesis se pueden utilizar para el estudio de patrones de respuesta
de equilibrio de la producción, el gasto y los flujos de comercio y endeudamiento ante
impulsos de origen interno o externo. De este modo, estados con características
cualitativas bien distintas son racionalizables, en principio, como efectos bien ajustados
de desplazamientos de variables del entorno.4/
Los análisis de este tipo son útiles como generadores de marcos de referencia de
equilibrio, basados en un tratamiento explícito de las decisiones intertemporales;
asimismo, sirven para señalar que una simple observación del comportamiento presente de
una economía (abstracción hecha de las percepciones de los agentes sobre la evolución
futura y del juicio del analista sobre esa evolución) no será en general suficiente para
identificar la presencia o no de desajustes o fallas de funcionamiento. Sin embargo, a
menudo se utilizan los modelos de equilibrio intertemporal, no como punto de partida, sino
de manera excluyente, o sea, suponiendo que cualquier trayectoria macroeconómica puede
interpretarse dentro de ese esquema. Esto implica postular que siempre y en cualquier caso
los individuos evalúan correctamente su restricción intertemporal de presupuesto. Cada
uno, entonces, sería capaz de prever con precisión cómo se determinarán sus
oportunidades futuras; si tales oportunidades tienen un elemento estocástico, las
correspondientes distribuciones de probabilidades incorporadas en las proyecciones
coincidirían con las verdaderas distribuciones y, de cualquier modo, los shocks aleatorios
resultarían de realizaciones del "estado de la naturaleza", 5/ de carácter exógeno.
Es claro que estas hipótesis dejan de lado, desde un principio, la posibilidad de que
aparezcan problemas de coordinación intertemporal. De modo similar, se descartan
preguntas acerca de la sustentabilidad de la trayectoria del gasto, dado que plantear esas
cuestiones supone que, en determinadas circunstancias, el cumplimiento de las condiciones
de solvencia puede requerir un cambio de los planes trazados previamente en la forma, por
ejemplo, de un brusco ajuste ante señales de que los ingresos no alcanzarán a sostener
los niveles de erogaciones que se había programado realizar.6/ En todo caso,
para discutir la cuestión de la sustentabilidad de los senderos macroeconómicos parece
necesario aceptar que, más allá de la aparición de shocks exógenos al sistema
económico, puede haber decisiones que en algún momento revelan ser subóptimas teniendo
en cuenta la evolución efectiva de las variables.
Estos temas no son meramente de interés analítico, sino que tienen una clara
importancia, en especial para la discusión de interrogantes como las que suelen
plantearse sobre las consecuencias previsibles de los déficit en cuenta corriente. El
financiamiento del exterior es un mecanismo para reasignar producto y consumo en el
tiempo. Es claro que, para que se satisfaga la condición de solvencia (y, por lo tanto,
para que exista oferta de crédito), la deuda contraída en un momento requiere como
contrapartida la perspectiva de generación de futuros superávit comerciales. A su vez,
si estos superávit van a ser compatibles con un nivel sostenido del gasto interno, debe
ocurrir un aumento del producto. Se desprende que los flujos de comercio y de crédito
están asociados con las expectativas de los agentes acerca de los ingresos futuros, y que
la sustentabilidad de las trayectorias de los agregados de demanda se vincula con el
cumplimiento de las previsiones en las que se fundamentan los planes que generan esos
flujos. Por lo tanto, la calidad de las decisiones (y, consecuentemente, el potencial para
el surgimiento de fenómenos del tipo de las crisis ) depende de cómo se forman las
expectativas de los agentes acerca de la trayectoria del producto. Puede notarse que se
establecería entonces una conexión bien definida entre la evolución tendencial de la
economía y sus movimientos de corto plazo, dado que cambios en las percepciones sobre la
primera repercutirían en los segundos: en términos generales, previsiones más
optimistas repercutirían en elevación del gasto y, posiblemente, en incrementos del
déficit comercial. Aquella conexión, por otro lado, se determina a través de
variaciones de la oferta y la demanda de crédito, porque de ese modo los ingresos
esperados en el futuro se reflejan en la capacidad de gasto en el presente.
A menudo resulta difícil identificar, y más aún proyectar, el sendero de tendencia del
ingreso, ya sea individual o agregado. La dificultad varía según la economía y según
el momento.7/ En América
Latina han sido frecuentes las marcadas inflexiones del crecimiento y los virajes
radicales de políticas, que en muchos casos han buscado redefinir las formas de
funcionamiento de las economías e inducir una elevación acentuada y persistente del
ritmo de expansión. Esos cambios de la política suelen generar alteraciones importantes
en la configuración de los incentivos para distintas actividades e, independientemente de
su contenido específico, colocan a los agentes en situación de procesos que
definirán sus oportunidades futuras.8/ Al margen de que las
reformas induzcan efectivamente una aceleración del crecimiento, la transición de un
sendero a otro puede dar lugar a fenómenos de tipo cíclico, debidos a problemas en la
fonnación de expectativas.9/
En una instancia concreta, los planes intertemporales de un individuo determinan acciones
en función de la trayectoria esperada de variables que se refieren, sea a su entorno
cercano (y sobre las cuales puede tener información especialmente detallada), sea a la
futura evolución macroeconómica. Al mismo tiempo, esas expectativas se forman a través
de algún mecanismo que involucra la actualización del modelo que utiliza el agente sobre
la base de la información que va recibiendo, es decir, de un proceso de aprendizaje. A su
vez, esos flujos de información están influidos por decisiones de otros agentes, que
también realizan su propio aprendizaje. El problema de decisión parece de alta
complejidad, en un planteamiento general. Sin dudas, hay circunstancias en las que el
problema se simplifica, en la medida en que se mantengan las regularidades de
comportamiento observadas en el pasado. En otros momentos, particularmente cuando se
producen quiebres de tendencia, afloran las consecuencias de la complejidad. El
reconocimiento de la incertidumbre de las proyecciones aconseja conductas precautorias, en
el sentido de restringir el gasto y reducir (todo lo demás constante) el volumen de
financiamiento ofrecido y demandado. Sin embargo, el propio grado de incertidumbre
incorporado en las decisiones depende de las percepciones de riesgos de los agentes y es
función de las experiencias que ellos hayan acumulado y procesado. Por otro lado, es
posible que aparezcan sesgos (en una u otra dirección) en las expectativas individuales,
sin que necesariamente sus efectos se cancelen entre sí.10/
Aunque no existen procedimientos sencillos y aceptados para representar las conductas de
aprendizaje en contextos económicos, es posible experimentar con esquemas que implican un
aprovechamiento "razonable" por parte de los agentes de la información que
reciben (Sargent, 1993; Evans y Honkapohja, 1993; Kirman y Salmon, 1995). Puede ser útil
resumir un ejercicio específico (véase Heymann y Sanguinetti, 1996). Considérese una
economía abierta que produce dos bienes; uno de ellos es transable y, además de ser
consumido, constituye el bien de capital; el otro es un bien de consumo no transable. Por
simplicidad se postula que la oferta de crédito externo es perfectamente elástica (o sea
que el ingreso de capitales depende sólo del financiamiento demandado por los
residentes). La economía recibe un impulso que promete elevar permanentemente el nivel de
la productividad en el sector de transables. Se supone que existe algún tipo de
externalidad en la producción, de manera que la rentabilidad para un agente dado depende
de la evolución de la economía en su conjunto. A efectos de determinar su demanda de
capital, evaluar su riqueza y decidir sus niveles de consumo, los individuos deben
proyectar los movimientos del producto y del gasto totales. En el ejercicio, los agentes
reconocen que ha ocurrido un shock positivo, pero ignoran el valor numérico del
nuevo estado estacionario del producto y la velocidad de convergencia a ese estado; por lo
tanto, tienen que formular conjeturas sobre la trayectoria que seguirá la producción
agregada.
En el abanico que va desde la hipótesis de que los individuos conocen sin esfuerzo la
estructura del sistema y las que suponen un comportamiento ingenuamente extrapolativo,
existen algunas alternativas intermedias. Desde la perspectiva del ejemplo planteado, una
de ellas sería suponer que los individuos perciben que el producto total se moverá
gradualmente a un nuevo nivel, y que a partir de un conjunto de creencias iniciales acerca
del punto de llegada y de la velocidad de ajuste, van modificando sus estimaciones sobre
esos parámetros mediante un esquema de corrección de errores (al modo en que opera un
algoritmo de regresión recursiva), según la discrepancia entre la expectativa del
producto total resultante de los parámetros estimados en el período previo y el valor
observado. Simulando la evolución de un sistema especificado del modo descrito, puede
verse que, aunque el aprendizaje lleve con el tiempo a hacer coincidir los parámetros
estimados con los verdaderos (o sea, las expectativas tienden asintóticamente a ser
racionales), el proceso es posiblemente no monótono, es decir, que, por algunos
períodos, los errores de pronóstico se amplifican en lugar de ir disminuyendo. Sea por
ejemplo el caso en que, inicialmente, los agentes sobreestiman el producto en el estado
estacionario final (son excesivamente optimistas sobre su nivel de largo plazo) pero
exageran en su estimación del tiempo que llevará el tránsito a ese estado. Puede
ocurrir así que, al tiempo que los individuos tienen expectativas sobredimensionadas
sobre el valor presente de sus ingresos (sobrevalúan su riqueza), en lo inmediato el
producto crezca más de lo que ellos habrían esperado; esas sorpresas favorables
llevarían a modificar hacia arriba el valor proyectado del producto de largo plazo,
haciendo mayor la sobreestimación.
En un caso como el mencionado, los errores de pronóstico inducen ciclos en algunas
variables. En particular, las percepciones demasiado altas de la riqueza elevan los gastos
de consumo por arriba de los niveles sostenibles, que corresponderían a expectativas
correctas. Esto repercute sobre el déficit comercial y sobre el precio relativo de los no
transables, que crecen por encima de los valores de equilibrio intertemporal.11/ Pero ese comportamiento, generado
por estimaciones erróneas de la restricción intertemporal de presupuesto, debe
necesariamente revertirse. Las sucesivas revisiones de expectativas conducen a una
corrección hacia abajo de la riqueza percibida y, en consecuencia, de la demanda de
consumo, de modo que finalmente se produce un ajuste. Es decir, que, si bien el producto y
el gasto de largo plazo se han elevado, el proceso de aprendizaje puede dar lugar a
fluctuaciones (de carácter episódico) asociadas con fallas de coordinación. 12/
Una de las principales simplificaciones para desarrollar el argumento reseñado es la que
se refiere a la tasa de interés, que se supuso exógena y fija a lo largo de toda la
transición. Es claro, sin embargo, que la oferta de crédito tiene una importancia clave
en las fluctuaciones y, especialmente, suele representar un papel protagónico en las
inflexiones cíclicas. El análisis de la determinación de la disponibilidad de
financiamiento es cuestión para nada trivial y sobre la cual existe una extensa
literatura (cf. por ejemplo, Calvo, 1995; Obstfeld y Rogoff, 1996; Sachs, Tornell y
Velasco, 1996). Sin embargo, la discusión anterior puede ser útil para indicar que hace
falta tener en cuenta los comportamientos de los agentes en ambos lados de los mercados de
deuda; en otros términos: no hay entrada de capitales a un país a menos que los
residentes estén dispuestos a tomar crédito en las condiciones en que se les ofrece. Por
otro lado, parece posible sugerir algunas extensiones del razonamiento hecho antes, que
permiten incorporar de algún modo los efectos de la oferta de fondos (cf. Heymann,
Kaufman y Sanguinetti, 1997). Un ejemplo sería el siguiente. Supóngase que existen dos
posibles estados futuros: uno en el que el ingreso de un deudor potencial es alto, y el
otro en el cual es bajo; por hipótesis, las conductas planeadas son tales que en el
estado favorable las deudas se cancelan por su valor pactado, y que en el estado
desfavorable el reembolso es parcial.13/ Sea entonces un caso en
que. por algún motivo, mejoran las perspectivas de los ing resos del prestatario. Las
consecuencias serían asimétricas según que suba el ingreso esperado en el estado
desfavorable o en el otro (manteniendo, a efectos del argumento, las probabilidades
respectivas). Si ocurre lo primero, no se modifica la demanda de crédito a una dada tasa
de interés, pero sí se desplaza la curva de oferta. 14/ Entonces, se observaría
una expansión de la demanda, que aparece liderada por una ampliación del financiamiento,
que está disponible a costos más bajos. De modo simétrico, un mayor optimismo respecto
de las características del estado favorable generaría también un aumento del gasto,
pero ahora con una mayor tasa de interés (porque, a efectos de ampliar el crédito que
otorgan, los acreedores reconocen que, si se realiza el estado de bajo ingreso, se
reduciría la amortización por unidad de deuda).
Al margen de su naturaleza esquemática, el argumento esbozado sugiere que, detrás de
desplazamientos de diverso tipo en la oferta y la demanda de crédito, es posible
identificar como elemento común las expectativas que se forman los participantes del
mercado sobre los ingresos de los potenciales deudores. Esto no implica negar la
relevancia de variaciones autónomas en la oferta (por ejemplo, cambios en la tasa de
interés internacional) ni la posibilidad de que se generen fenómenos de coordinación en
las conductas de los acreedores (los efectos de "manada" frecuentemente
mencionados en la literatura reciente). Pero, a menos de suponer que estos fenómenos
surjan en forma puramente espontánea (en cuyo caso resulta difícil ver cómo podrían
formarse expectativas racionales sobre su aparición), seguiría planteada como cuestión
básica en la interpretación de los ciclos del crédito cómo procesan información los
agentes -tanto los que prestan fondos como los que producen y utilizan recursos en una
determinada economía- para evaluar el crecimiento futuro.
III. Algunos comentarios
El análisis de los temas asociados con la identificación de la evolución tendencial
tiene algunas implicaciones para las políticas macroeconómicas, especialmente en lo que
se refiere a su manejo en el ciclo. Las decisiones de política, tanto como las de los
agentes privados, se toman a partir de un juicio sobre las perspectivas económicas, aun
si sus objetivos están delimitados de manera estricta: el conjunto de oportunidades
definido por la restricción intertemporal de presupuesto depende sin duda de
acontecimientos futuros. La sustentabilidad de las políticas se vincula con la
validación o no de las expectativas. De ahí que, por ejemplo, cuando se discute si la
gestión fiscal ha sido o no procíclica, convenga distinguir entre una evaluación ex
ante y ex post: concentrarse exclusivamente en esta última puede llevar a confundir
intenciones con resultados.15/
De todas maneras, el reconocimiento de que en ciertas circunstancias se dificulta la
formulación de previsiones del sector privado subraya la importancia de la estabilidad de
los criterios de política, como forma de moderar la complejidad de los problermas de
decisión de los individuos. Al mismo tiempo, si la dinámica de la economía varía
según cómo vayan moviéndose las percepciones de los agentes, las acciones de política
dirigidas a un cierto objetivo dependerían de una opinión acerca de la calidad de esas
expectativas. Por caso, las medidas apropiadas en una expansión serían diferentes si se
cree que los aumentos del gasto privado prevén correctamente el crecimiento esperable de
los ingresos que si se piensa que hay riesgos apreciables de que esos planes se
vean frustrados l6/ En este
contexto, aparece también la conocida tensión entre la previsibilidad deseable de las
políticas, y la flexibilidad para adaptarse a las circunstancias.
Desde un punto de vista analítico, el estudio de las relaciones entre los cambios en la
estructura económica y las fluctuaciones de la actividad se conecta con la preocupación
sobre las conexiones entre microeconomía y macroeconomía (CEPAL, 1996; Fanelli y
Frenkel, 1996; Katz, 1996). La interacción de múltiples agentes tal como ocurre en
sistemas con una elaborada división del trabajo plantea de inmediato la cuestión de
cómo y hasta qué punto se coordinan los planes individuales, especialmente cuando (como
es el caso de las decisiones a futuro) los mecanismos de mercado operan en forma
incompleta para señalar a cada uno las decisiones que adoptan los demás y hacer que esas
decisiones sean compatibles entre sí. Cuando las fallas de coordinación intertemporal
inducen fluctuaciones agregadas, estos fenómenos macroeconómicos se derivan, a su vez,
de características del comportamiento microeconómico. Sólo que en este análisis, a
diferencia de los modelos que aplican literalmente la hipótesis del agente epresentativo
(en los que se considera una proposición válida, y de conocimiento común, que los
individuos son análogos a réplicas del agregado), la atención se dirige a la capacidad
del sistema para hacer coherentes las acciones de numerosos individuos, que se vinculan en
una intrincada red de transacciones observadas y esperadas. Pero esta misma complejidad
(que da lugar a que emerjan efectos macroeconómicos) implica que es irrealizable una
representación detallada a escala microeconómica, y que en cualquier caso la
interpretación de los comportamientos de conjunto del sistema tendría que basarse en
modelos con fuertes simplificaciones.
Suele afirmarse que se ha acelerado la velocidad de los cambios de configuración de las
economías, y que la rapidez de los cambios no disminuirá en el futuro. En la sección
anterior se trató de argumentar que las transiciones entre estados de largo plazo inducen
potencialmente dinámicas macroeconómicas no triviales y de importancia práctica. La
evolución de los sistemas económicos puede encararse de dos maneras polares. Según la
primera, existirían leyes generales de comportamiento, lo suficientemente simples para
haber sido incorporadas a los modelos de predicción de los agentes; el sistema económico
variaría entonces de un modo autoconsistente, porque las expectativas generarían
desplazamientos observados idénticos a los que se desprenden de los modelos que
originaron las previsiones. En el otro extremo, se podría sostener que cada
acontecimiento o episodio es único e incomparable con los demás. Aunque radicalmente
diferentes, esos dos enfoques coinciden en alero: el aprendizaje es irrelevante; en un
caso porque no queda nada por aprender, en el otro, porque no es posible. Por contraste,
se ha sugerido aquí que los procesos de aprendizaje de los agentes que operan en el
sistema están posiblemente en el núcleo de fenómenos macroeconómicos significativos.
Análogamente, también hay aprendizaje en la actividad de individuos y de instituciones
dedicados al estudio de los sistemas económicos. La identificación de patrones de
comportamiento es un proceso de persistente elaboración y revisión de conjeturas, capaz
de generar avances analíticos, pero difícilmente certezas. A lo largo de su evolución,
la CEPAL ha tenido particularmente en cuenta las especificidades de las economías de la
región, y ha tratado de incorporarlas en proposiciones que reflejan la observación de
experiencias concretas y la propia discusión de hipótesis y teorías. Ese esfuerzo y la
actitud abierta que tiene aparejada parecen particularmente válidos en estos días.
Notas
1/ En ambos tipos de
modelos se encuentra una apreciable diversidad en cuanto a las teorías económnicas
empleadas. Lo que distingue, formalmente, a las dos clases de enfoques es que en los
análisis de impulso-propagación los modelos se reducen a sistemas dinámicos con
atractores no oscilatorios; por contraste, los modelos de ciclo endógeno generan
fluctuaciones autosostenidas (no necesariamente periódicas) a partir de algún tipo de no
linealidad.
2/ De ahí que, en estos términos, resulte curiosa
la difusión de modelos que buscan entender las crisis (y, más todavía, inferir
lecciones de ellas) utilizando hipótesis como la de previsión perfecta, que implica que
no queda nada por saber.
.
3/ En este punto conviene señalar que la
exogeneidad de una variable no es una propiedad intrínseca, sino que depende del modelo
de referencia: una variable que se considera dada desde afuera para un determinado esquema
de interpretación puede ser explicada en un análisis más inclusivo. De acuerdo con el
supuesto de expectativas racionales, los agentes actúan como si sus previsiones
aprovecharan todas las propiedades potencialmente inferibles sobre el cornportamiento del
sistema y estas propiedades incluyen el conjunto relevante de los procesos de decisión de
los demás individuos. Por lo tanto, estrictamente hablando, las conductas económicas
serían endógenas. Esto tiene aplicaciones no triviales cuando se consideran economías
abiertas: en un análisis de expectativas racionales, las variables económicas definidas
por el contexto externo, aunque se determinen independientemente de las decisiones de los
residentes, no por ello califican automáticamente como exógenas o fuentes de shocks desde
el punto de vista del modelo que emplean los agentes para efectuar las previsiones que
incorporan en sus planes hacia el futuro.
4/ Considérese, por ejemplo, una
economía en la que se observa un aumento del consumo (con reducción del coeficiente de
ahorro), una expansión del producto y de la inversión sesgada hacia los sectores que
producen bienes no transables, una apreciación real del tipo de cambio y un déficit en
la cuenta corriente del balance de pagos. Esas variaciones podrían reflejar reacciones
apropiadas a una caída en la tasa de interés internacional importante o a un aumento
futuro de la producción de transables. Claro está que en el primer caso los planes de
los agentes deberían incluir la previsión de que en algún momento se reducirá el
consumo de transables con respecto al sendero inicial, previo a la perturbación (dado que
ésta lleva a anticipar el consumo), mientras que, en el segundo, el incremento esperado
de la producción debe verificarse efectivamente para que los planes de gasto y
financiamiento se vean validados (Heymann, 1994).
5/ En este contexto, el término
tendría un significado casi literal, es decir, indicaría el efecto de variables
externas a los procesos de decisión de todos los agentes relevantes para un individuo
dado, porque el esquema de análisis supone que las previsiones del individuo están
formadas como si tuvieran ya en cuenta a esos mecanismos de decisión..Por otro lado, las
mencionadas hipótesis tienen como consecuencia que los agentes toman óptimamente
las precauciones apropiadas ante la eventualidad (correctamente percibida) de que se
produzca un shock.
6/ El argumento interpreta
la sustentabílídad como propiedad de los planes de algún conjunto de individuos.
Esta propiedad está asociada con las perspectivas de reembolso de las deudas
contraídas, pero no de manera unívoca. Son concebibles situaciones en que los
compromisos de deuda se cumplan estrictamente , y aún así, la contratación de esos
compromisos ha sido parte de decisiones no sustentables (por ejemplo el reembolso se
realiza a base de una caída no prevista del gasto del deudor). Recíprocamente, pueden
existir planes sustentables tales que en ciertos estados aumenta la posibilidad de que el
reembolso sea sólo parcial (por ejemplo, si hay una perturbación que reduce el ingreso
corriente del deudor), lo cual sería reconocido por las partes en los contratos de
crédito e incluido entre sus condiciones.
7/ A veces, la propia terminología
empleada para tratar los fenómenos de crecimiento refleja, elocuentemente, el carácter
sorprendente de algunas dinámicas: se encuentran frecuentes menciones a
"milagros" o "fin del milagro" para describir las experiencias de
diversos países.
8/ El punto se relaciona con las
señales que generan directamente las políticas, en cuanto a su diseño y
perspectivas de durabilidad, pero de ningún modo se reduce a esta clase de información:
a efectos de delinear las decisiones de producción y gasto, cada individuo no debe
simplemente prever el curso de las políticas, sino de las consecuencias que éstas
tendrán sobre las variables asociadas con sus actividades. Un indicador de la dificultad
para determinar el nivel permanente del poder de compra de los ingresos en América Latina
está dado por la gran variabilidad del producto por habitante expresado en moneda
extranjera. En Heymann y Sanguinetti (1 998) se presentan algunos ejercicios basados en
datos de la Argentina en años recientes, que sugieren que las variaciones de la tasa de
crecimiento real de la economía han sido tales que pueden haber inducido amplios
desplazamientos en las estimaciones de ingreso permanente o riqueza de los agentes.
9/ Por cierto, esos problemas no se
asocian necesariamente con desplazamientos de políticas y pueden surgir en economías de
diversas características y en distintas etapas de desarrollo. Esto se puede ilustrar, por
ejemplo, con el comentario de Krugman (1994) sobre algunas economías de Asia: "...
el crecimiento se ha basado en buena medida en cambios de comportamiento de una sola vez,
que no pueden repetirse... Se podría concluir inmediatamente que es improbable que las
tasas de crecimiento futuras resulten comparables con las del pasado." Al margen de
la validez de la predicción, el argumento (que está planeado como contrapunto de otros
que sostenían la continuidad de las tendencias previas) muestra cómo se presentan
instancias en que la determinación de expectativas de largo plazo se vuelve problemática
y en las que no resulta apropiado extrapolar mecánicamente la evolución observada.
l0/ Asimismo, en períodos de transición es
de esperar que las percepciones y las conductas sean especialmente heterogéneas
(Kosacoff, 1998), lo cual también tiene posibles repercusiones macroeconómicas.
11/ Puede notarse aquí que, de hecho, ese valor
depende de las decisiones de acumulación tomadas por el conjunto de agentes, o sea,
indirectamente, del efecto agregado de los aprendizajes individuales. El esquema usado en
el ejemplo es tal que cada agente se abstiene de formar "conjeturas de segundo
orden" sobre las expectativas de los demás, y se limita a buscar una aproximación
de las propiedades de serie de tiempo del producto.
12/ Sobre una trayectoria de equilibrio,
también se habrían registrado elevaciones del consumo, déficit comerciales y una
apreciación real, pero de menor magnitud. Este ejemplo muy simple subraya la ausencia, en
general, de formas simples para inferir por observación directa si una economía se
encuentra o no en un sendero sostenible. Una cuestión que debe destacarse es que en el
ejercicio la dinámica resultante de un determinado cambio de parámetros depende de las
creencias iniciales de los individuos. Es decir, que, en principio, la riqueza percibida
puede estar tanto subvaluada como sobrevaluada (en el primer caso, los agentes
desaprovechan oportunidades para aumentar el consumo presente). Esta indeterminación no
es necesariamente una debilidad del argumento: si hubiera una manera obvia de detectar
sesgos en una dirección u otra, sería difícil entender por qué los individuos no
revisan sus expectativas para corregirlos.
13/ En este caso, la descoordinación
aparece porque, implícitamente, cuando los individuos sobrevalúan su riqueza, están
representando equivocadamente las acciones futuras de los demás, de manera tal que (en
términos de valor presente) tienen expectativas demasiado altas sobre las externalidades
positivas que recibirán de los otros (a efectos de su producción de bienes transables) y
sobre la demanda que enfrentarán para su producción de no comerciables. Puede notarse
aquí que, en el ejercicio resumido en el texto, la revisión de expectativas se produce
de modo gradual; es decir, la sobrevaluación de la riqueza, si es que ocurre, se corrige
paulatinamente, y lo mismo vale para el ajuste del consumo.
14/ La eventualidad de que las deudas
no se cancelen en su totalidad está por supuesto incorporada en los términos del
financiamiento ofrecido.
15/ Esto es así porque, suponiendo,
por ejemplo, que en el estado desfavorable los acreedores se apropian de todo el excedente
del ingreso del deudor por encima de un nivel de consumo mínimo, un ingreso más elevado
en ese estado (dados el monto de la deuda y la tasa contractual de interés) no modifica
las oportunidades del deudor, pero sí incrementa el reembolso esperado por los acreedores
(Stiglitz y Weiss, 1981; Jaffee y Stiglitz, 1990).
16/ En este sentido, se ha encontrado
frecuentemente que las políticas en América Latina suelen ir en la dirección del ciclo,
más bien que en la contraria. Aceptando que se trata de un comportamiento subóptimo, no
se deduce sin más que la raíz esté siempre y necesariamente en problemas de incentivos,
antes de haber establecido si la evolución que se observa correspondió con la que los
agentes de decisión esperaban, o bien las inflexiones cíclicas constituyen algún tipo
de sorpresa para ellos.
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