REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
Para solicitar un ejemplar de
este Número Extraordinario favor contactar publications@eclac.cl
haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
La globalización y la
gobernabilidad de los países en desarrollo
Roberto Bouzas*
Ricardo Ffrench-Davis**
*Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales, FLACSO, Buenos Aires.
**Asesor Regional Principal, Secretaría Ejecutiva CEPAL
Trabajo preparado para su presentación en el Seminario "Gobernabilidad
democrática y participación", organizado por la Comisión Sudamericana de Paz,
Cochabamba, junio de 1998. Agradecemos la colaboración de Heriberto Tapia.
I . Introducción
Al saltar a primer plano el tema de la globalización en el decenio de 1990 tomó un
impulso renovado el examen de los vínculos entre el contexto económico internacional y
la gobernabilidad. Así, con ropas nuevas, la globalización se ha reinstalado como tema
recurrente en el debate sobre las restricciones que enfrentan las políticas públicas en
el mundo en desarrollo.
El tema de la globalización se puso de moda nuevamente hace ya más de una década, como
resultado de dos factores. El primero es su evidente impacto sobre el funcionamiento de
los mercados y la eficacia de las políticas públicas. El segundo es su utilidad para
formular diagnósticos sobre el cambiante equilibrio de la relación entre Estado y
mercado y para hacer recomendaciones sobre la orientación deseable de las políticas
públicas. La complejidad del fenómeno explica la variedad de rasgos y significados que
se le atribuyen. Así, mientras algunos prefieren destacar los componentes económicos de
la globalización, otros le atribuyen contenidos predominantemente políticos o
culturales. Del mismo modo, mientras que a veces se identifica la globalización con
tendencias a la convergencia y a la homogeneidad, en otras se la presenta como compatible
con desempeños, prácticas y arreglos institucionales disímiles. Para algunos autores la
globalización está estrechamente asociada con los fenómenos de exclusión. De hecho, si
se efectúa mal, la globalización puede implicar que sectores más desarrollados del
país pobre se integran al país rico, desligándose de su nación, y, por lo tanto, se
acentúa la exclusión social y económica. Aquí planteamos que hay formas activas y
deliberadas de insertarse en la economía global que fortalecen la integración nacional.
La globalización, como profundización de las corrientes comerciales, de inversión y de
tecnología ha contribuido a la expansión y modernización de los sectores exportadores
de muchas economías. En los últimos años varios de los países de crecimiento más
rápido han registrado una fuerte expansión de las exportaciones y algunos se han
convertido en importantes receptores de inversiones extranjeras. Sin embargo, la
conclusión de que el peso de la geografía ha desaparecido es errada y riesgosa. La
globalización es intensa pero parcial, heterogénea y desequilibrada. Ha avanzado
rápidamente en algunos campos, pero lo ha hecho de manera más lenta en otros. De hecho,
el comercio y la inversión internacionales aún son notablemente menores que el comercio
interno y la inversión nacional.
Los países en vías de desarrollo deben seguir promoviendo una inserción más plena en
la economía internacional, pero ésta no constituye una panacea ni está exenta de
problemas. Por cuanto no ha llegado el fin de la historia, las políticas nacionales y los
esfuerzos de integración de los mercados nacionales continuarán ocupando un lugar
central en el programa de política. Si bien la globalización condiciona la forma de
hacer las cosas en lo económico y en lo social, la experiencia contemporánea muestra que
no existe una receta única aplicable a todo tiempo y lugar. Las políticas públicas
continúan teniendo una base eminentemente nacional, en donde las diferencias entre
países importan mucho aún.
La relación entre gobernabilidad y globalización siempre ha sido tensa. Esta tensión
inherente se deriva de la fractura que existe entre estructuras de gobierno de base
predominantemente nacional y la naturaleza global de ciertos mercados y transacciones
económicas, De estas últimas surgen demandas de cambio y restricciones a las políticas
públicas nacionales y a su eficacia. Sin embargo, muchas de estas demandas son más
exigencias de política derivadas de una agenda internacional desequilibrada que
imperativos del mercado. Distinguir entre unas y otras no es tarea fácil.
Este trabajo consta de cinco secciones. En las dos siguientes, luego de la introducción,
se analiza la globalización como un fenómeno que se expresa a través de dos facetas,
una de mercado y otra de política. En la cuarta sección se exploran algunas áreas en
donde las políticas nacionales pueden marcar una diferencia. Finalmente, en la quinta
sección se formulan algunos comentarios sobre los vínculos entre globalización y
gobernabilidad.
II. La globalización y el
mercado
El fenómeno de la globalización hace referencia a la expansión de la actividad
económica más allá de las fronteras nacionales a través del movimiento creciente de
bienes, servicios y factores. Como tendencia general, la globalización tiene poco de
nuevo: desde sus orígenes la historia del capitalismo ha estado asociada a la gradual
integración de los mercados locales primero, y nacionales después. Sin embargo, la
naturaleza y el impacto de la globalización han cambiado con el tiempo.1/
Como fenómeno de mercado, la globalización encuentra su impulso básico en el progreso
técnico y, particularmente, en la capacidad de éste para reducir el costo de mover
bienes, servicios, dinero, personas e información. Esta reducción de la distancia
económica ha permitido aprovechar las oportunidades de arbitraje existentes en los
mercados de bienes, servicios y factores, disminuyendo (pero no eliminando) la importancia
de la geografía y la eficacia de las barreras de política. En la etapa actual, el
proceso de globalización también se caracteriza por un notable incremento en la
capacidad de las firmas para fragmentar geográficamente los procesos productivos, lo que
ha contribuido a un crecimiento sostenido del comercio (especialmente de manufacturas) y
la inversión internacionales (cuadro l).
Una apreciación extrema considera este fenómeno como algo que lo abarca todo, y asimila
la globalización con la gradual desaparición del Estado-nación (véase Ohmae, 1995).
Otras concepciones todavía advierten alguna función para las políticas nacionales en
tanto éstas se limiten a promover la construcción de un Estado competitivo, basado en la
promoción de un clima de inversión favorable para los inversionistas extranjeros (Cerny,
1995). Pero también hay quienes subrayan las especificidades de las políticas y arreglos
institucionales y regulatorios nacionales como características dominantes del sistema
internacional actual, todavía basado en la supervivencia del Estado-nación (Boyer,
1993).
Estas diferencias no son triviales porque cada visión tiene distintas implicaciones de
política. El concepto de la globalización como un fenómeno que lo abarca todo tiene el
atractivo de la simplicidad: el mercado domina y la adaptación (expresada en la búsqueda
de la competitividad) es el curso razonable de acción en un marco de selección
darwiniana. Pero esta visión es más bien una recomendación normativa respecto al mundo
deseable para sus propugnadores que una descripción, siquiera estilizado, de la realidad.
CUADRO 1
La
globalización: Hechos estilizados, 1983-1996 |
|
|
Comercio mundial |
|
Participación de los países en desarrollo en: |
|
Producción mundial a/
1983=100 |
Total b/
1983=100 |
Manufacturas 1983=100 |
Inversión extranjera
directa mundial c/ 1983=100 |
Comercio de manufacturas
% |
Inversión extranjera
directa mundial d/ % |
1983 |
100.0 |
100.0 |
100.0 |
100.0 |
13.1 |
24.2 |
1984 |
103.8 |
107.5 |
111.5 |
116.3 |
12.7 |
20.8 |
1985 |
107.5 |
111.9 |
116.4 |
116.4 |
12.0 |
23.6 |
1986 |
111.3 |
116.4 |
123.0 |
170.7 |
13.1 |
14.7 |
1987 |
113.8 |
123.9 |
131.1 |
255.8 |
14.7 |
11.6 |
1988 |
118.8 |
132.8 |
142.6 |
283.2 |
15.6 |
15.7 |
1989 |
122.5 |
141.8 |
154.1 |
337.3 |
18.2 |
14.7 |
1990 |
125.0 |
149.3 |
163.9 |
324.5 |
17.9 |
14.8 |
1991 |
123.8 |
155.2 |
170.5 |
253.7 |
19.6 |
26.2 |
1992 |
125.0 |
162.7 |
177.0 |
274.3 |
20.8 |
28.6 |
1993 |
127.5 |
167.1 |
183.6 |
362.3 |
23.8 |
33.5 |
1994 |
131.3 |
185.0 |
206.6 |
388.1 |
25.7 |
37.9 |
1995 |
133.9 |
201.5 |
224.6 |
494.8 |
25.2 |
30.4 |
1996 |
137.3 |
210.4 |
237.7 |
541.3 |
nd |
36.9 |
Fuente: Organización Mundial
del Comercio (OMC), Informe anual, Ginebra, varios números; Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Informe sobre las inversiones en
el mundo, Nueva York, varios números; Naciones Unidas, Estudio económico y social
mundial, Nueva York, varios números.
a/ PIB mundial real. b/Volumen de exportaciones de bienes. c/ Flujos de entrada de
inversión extranjera directa en dólares, deflactados por el índice de valor unitario de
las importaciones. d/ Calculado a base de los flujos de entrada.
nd : no disponible.
Las visiones alternativas tienen el atractivo de incorporar la heterogeneidad y las
especificidades nacionales como rasgos paralelos al proceso de globalizaci6n. Pero,
¿cuál es el peso de la diversidad frente al fenómeno reconocido de la globalización?
Dos factores deben tomarse en consideración: el tipo de transacciones involucradas y los
atributos del Estado-nación sobre el que dichas transacciones influyen.
En efecto, cuando se la juzga por su alcance según mercados o atributos la globalización
es un fenómeno muy heterogéneo. Mientras que en ciertos mercados prevalece una elevada
movilidad e integración (como en el sector financiero), en otros ámbitos (como la
infraestructura o los principios societales básicos) las raíces nacionales aún
subsisten como rasgos dominantes. Visto por otro prisma, si bien el comercio, los flujos
de capital y la tecnología han aumentado su movilidad en las últimas décadas, la
capacidad para aprovechar tales cambios positivamente continúa siendo un atributo
esencialmente nacional. En efecto, a pesar del fuerte crecimiento del comercio
internacional en comparación con la expansión del producto interno bruto (PIB), el
grueso de las economías nacionales continúa orientado al mercado interno. En promedio,
aunque hay muchas diferencias entre países, el mundo exporta entre 15% y 20% de lo
que produce anualmente. El resultado, entonces, es que entre un 80% y un 85% del PIB que
se genera en el mundo en la actualidad no se comercia internacionalmente.2/
Del mismo modo, aun cuando la inversión extranjera directa también ha crecido más
rápidamente que la producción, continúa siendo una porción pequeña de la inversión
total. En efecto, en 1996 la inversión extranjera directa alcanzó un monto equivalente
al 1.2% del PIB mundial y a sólo un 6% de la inversión total. Si se agregan los flujos
de financiamiento asociados a proyectos de inversión extranjera directa, esta
participación podría aumentar hasta el 10%. En consecuencia, alrededor del 90% de la
inversión mundial corresponde a fuentes nacionales.
Además, aun en ámbitos en donde la erosión de las barreras geográficas y de política
ha avanzado de manera más rápida (como en los mercados financieros), es posible
distinguir efectos diferenciados de la globalización sobre el funcionamiento de los
mercados y la eficacia de las políticas públicas. En efecto, si bien son evidentes las
restricciones a la capacidad de los gobiernos para desarrollar políticas monetarias y
fiscales independientes, un examen más detenido muestra que existen márgenes de acción
remanentes y diferencias en el grado de autonomía de que disfrutan las distintas
autoridades nacionales.
En la práctica, la disciplina macroeconómica impuesta por la integración de los
mercados financieros es menor de lo que parece según las concepciones más extremas
(Cohen, 1996). Como lo demuestran las investigaciones empíricas sobre el grado de
sustituibilidad entre activos denominados en distintas monedas, la movilidad de capitales
aún dista de ser perfecta (Herring y Litan, 1995) Por otra parte, dentro de ciertos
márgenes, las autoridades todavía enfrentan contraposiciones (trade-offs) entre
su autonomía de política y el grado de inestabilidad cambiaría resultante. De hecho, a
menos que éstas tengan una preferencia absoluta por la estabilidad del tipo de cambio,
normalmente será posible conservar cierto grado de autonomía en el manejo de las otras
políticas macroeconómicas a cambio de un cierto rango de volatilidad cambiaría o de
regulación de los movimientos de capitales (CEPAL, 1998, cap. XI).
Por consiguiente, aun en áreas más directamente afectadas por el proceso de
globalización financiera, las autoridades nacionales conservan distintos grados de
libertad. Estos grados de libertad no se distribuyen, sin embargo, de manera homogénea:
algunos Estados nacionales (y sus autoridades públicas) disponen de ellos en mayor medida
que otros. La cuestión relevante desde el punto de vista de las políticas no es, por
consiguiente, si el proceso de globalización plantea restricciones (sobre lo cual no
existe duda alguna), sino qué factores explican las diferencias nacionales y cuál es el
carácter preciso de la contraposición que enfrenta cada autoridad pública. El grado de
independencia (y reputación) de la autoridad monetaria, las características del sector
privado (por ejemplo el tipo de relación banca-industria), la situación de las cuentas
externas y otros atributos como el tamaño y el grado de apertura de la economía son
variables que influyen sobre dicha autonomía (Cohen, 1996, y Henning, 1994). Estas
especificidades nacionales aparecen aun más nítidamente en el ámbito de las políticas
microeconómicas o sectoriales (Garret y Lange, 1991).
En resumen, la globalización como fenómeno de mercado tiene un impacto considerable
sobre el funcionamiento de este último y sobre la eficacia de las políticas públicas
nacionales. Sin embargo, las autoridades siguen disponiendo de grados variables de
libertad expresados en distintas contraposiciones de política. La identificación de los
factores que explican esa variabilidad (incluyendo el peso de la historia o la experiencia
pasada) parece más útil que la mera reiteración de tendencias globales de validez
general.
III. La globalización y
el papel de las políticas
Pero la globalización no es únicamente un fenómeno impulsado por el mercado. Las
políticas (como la remoción de las barreras que separan los mercados y la armonización
de prácticas e instituciones nacionales disímiles) también desempeñan un papel
importante. En ocasiones son las decisiones de política las que promueven y aceleran la
integración de los mercados y, por consiguiente, el movimiento hacia la globalización,
con presiones hacia la convergencia de prácticas e instituciones nacionales diversas. Hay
externalidades políticas que surgen cuando la diversidad de prácticas e instituciones
resultantes de la organización política basada en Estados nacionales es cuestionada por
actores con poder e influencia suficientes como para imponer sus preferencias o valores
como "superiores" o "universales" (Lawrence, Bressand e Ito, 1995). El
caso es ilustrado por el gran predominio alcanzado por agentes del sector financiero
(principalmente operadores de capitales golondrina) en la confección del programa de
reformas empujado por los Estados Unidos y Gran Bretaña y su peligrosa imposición al
resto del mundo. Otro ejemplo son los conflictos que se han planteado en temas tales como
el vínculo entre el comercio internacional y los estándares laborales o ambientales.
En el plano de las políticas el proceso de globalización se expresa en la llamada agenda
de la integración profunda. Paradójicamente, su surgimiento ha sido estimulado por la
reducción de las barreras fronterizas que tuvo lugar durante el último medio siglo (la
integración superficial). En efecto, el éxito de las políticas nacionales y la
negociación internacional durante el período de posguerra para reducir los obstáculos
fronterizos al movimiento de bienes y, en menor medida, a los servicios y formas tangibles
e intangibles de capital (financiamiento, tecnología y propiedad o control de activos)
han puesto en el centro de la escena los obstáculos no fronterizos propios de la agenda
de integración profunda (especialmente, aunque no exclusivamente, entre las economías
industrializadas) (Khaler, 1994). Esta agenda no es sólo más compleja que la agenda
fronteriza tradicional, sino que las recomendaciones normativas sobre cómo encaminarla
son objeto de un debate mucho más amplio.
La agenda de la integración profunda cubre una gran variedad de temas y, en el límite,
incluye virtualmente todas las políticas y prácticas nacionales no fronterizas. Entre
ellas se destacan (Haggard, 1995).
la extensión de las reglas
internacionales del campo del comercio al de la inversión, asegurando el trato nacional y
el acceso a los mercados (incluyendo el sector servicios) para los inversionistas
internacionales;
el tratamiento de los regímenes
regulatorios nacionales que tienen efectos discriminatorios o desnivelan el -campo de
juego, como las diferencias en la protección de la propiedad intelectual, en los
estándares nacionales y las políticas sectoriales o genéricas (financiera, industrial,
tecnológica, de competencia, ambiental, laboral, etc.); y
el tratamiento de la llamada
"fricción sistémica" derivada de las diferencias en las estructuras
corporativas, industriales y políticas nacionales.
La agenda de la integración
profunda plantea dos tipos de problemas. El primero es precisar su extensión y darle un
carácter instrumental al concepto de nivelación del campo de juego. El segundo es
discernir los costos y beneficios asociados a la reducción de la diversidad, en
particular para los países en desarrollo.
La idea de nivelación del campo de juego es atractiva como imagen pero peligrosa como
objetivo de política. En principio, parece razonable sostener que deberían nivelarse
aquellas prácticas e instituciones que otorgan una ventaja competitiva injustificada.
Pero esta afirmación no hace más que eludir el problema: ¿dónde está el límite entre
una ventaja justificada y otra injustificada? ¿Qué prácticas nacionales responden a
preferencias legítimas y cuáles al propósito de obtener ventajas desleales en la
competencia internacional?
Discernir los costos y beneficios de reducir la diversidad es igualmente complejo. En
primer lugar, para evaluar los costos y beneficios, ¿debe adaptarse un criterio
cosmopolita o nacional? En segundo lugar ¿cómo se valora la utilidad de agentes o
Estados con diferencias sustanciales en sus niveles de ingreso y productividad? A título
de ejemplo, ¿cuál es el precio que los ciudadanos de un país de bajos ingresos estarán
dispuestos a pagar (expresado en un ritmo más lento de crecimiento económico) para
reducir la agresión al medio ambiente? 0, ¿los ciudadanos de los países desarrollados
deberán pagar por el daño al medio ambiente acumulado en el pasado o deberá aplicarse
el criterio de borrón y cuenta nueva? Otro ejemplo se da en el campo de la protección de
la propiedad intelectual, en un contexto en el que existen grandes diferencias en los
gastos de investigación y desarrollo que está en condiciones de realizar cada economía
y en las ventajas competitivas ya adquiridas.
Estos temas son en extremo contenciosos y, en última instancia, se remiten a un juego de
poder e influencia propio de la interacción internacional. La agenda internacional
contemporánea -como la de otros momentos de la historia- está llena de ellos, como lo
ilustra el mandato y cobertura de la recientemente creada Organización Mundial de
Comercio. Por consiguiente, los países de América Latina y el Caribe deben administrar
no sólo las tensiones creadas por el proceso espontáneo de globalización como fenómeno
de mercado sino, además, las que se derivan de las iniciativas que impulsan la
globalización como un fenómeno de política.
IV. Más acá de la
globalización: algunas políticas que hacen diferencia
A pesar de las tendencias a la homogeneización en las formas de organización de la
producción, las economías nacionales continúan mostrando fuertes rasgos
idiosincráticos en la forma en que se organizan los mercados, las relaciones entre éstos
y el Estado, y los vínculos que se establecen entre el Estado y la sociedad civil. Como
ejemplo, baste señalar que, a pesar de la creciente movilidad del factor tecnología, por
su carácter incorporado en equipos, maquinaria y aptitud de la gente, implica la
subsistencia de fuertes heterogeneidades en la capacidad de aprovecharla y traducirla en
aumentos de la productividad.
Aquí, el peso de la historia se hace sentir con toda plenitud, cuando un país de ingreso
por habitante de 6 000 o 3 000 dólares se abre pasivamente ante uno de 30 000 dólares y
lo que tenderá a suceder es que el segmento desarrollado del país más pobre se
integrará al país más rico y se desintegrará del resto de su nación. La tarea de
lograr crecimiento y equidad se torna muchísimo más difícil y la gobernabilidad se
debilita.
El resultado es que existe un campo de acción significativo para las políticas
nacionales y que éstas no responden a una única receta válida en todo tiempo y lugar.
Este campo no es homogéneo ni tiene la misma amplitud para todos los países. Por el
contrario, depende, entre otros factores, del peso de las trayectorias pasadas, la
reputación de las autoridades públicas y la eficacia de las instituciones nacionales.
Muchos de estos atributos sólo se acumulan a lo largo del tiempo y experimentan un cambio
lento y gradual. Las recomendaciones normativas que se derivan de esta visión son menos
lineales que las que emergen del paradigma de la globalización como un fenómeno que lo
abarca todo, que buscan siempre más de lo mismo (más y más apertura) y en donde las
políticas y las especificidades nacionales han entrado en un definitivo cono de sombras.
En efecto, el enfoque alternativo deja mayor margen para la elección y la
experimentación nacional, en la búsqueda de iniciativas que contribuyan a hacer
diferencia entre una estrategia de adaptación pasiva y otra de administración creativa
de los desafíos planteados por la globalización.
Para el diseño de las políticas nacionales revisten gran importancia los alcances
precisos de la globalización en marcha. Por ello, en esta sección se examinan con mayor
detalle esos alcances en los campos del comercio, las finanzas internacionales y la
inversión extranjera directa. Luego, se abordan las respectivas consecuencias
macroeconómicas e institucionales, en un marco de los países de América Latina con
mercados incompletos, incipientes o en proceso de maduración.
1 . El comercio mundial
Desde finales de la segunda guerra mundial se registra en gran número de países y a
nivel mundial una fuerte tendencia a un crecimiento del comercio internacional más
rápido que del PIB. Desde alrededor de 1945 hasta el decenio de 1990 el comercio exterior
aumentó entre 1.5 y 2 veces la tasa anual de crecimiento del PIB mundial. Esta tendencia
fue favorecida por la presencia del GATT y, más recientemente, por las negociaciones de
la Ronda Uruguay y se registró tanto en los países desarrollados como en las regiones en
desarrollo. Aunque en estas últimas el crecimiento fue mucho más marcado en el Asia
oriental (principalmente en Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong-Kong), también se
observa un ostensible crecimiento en América Latina (donde la participación de las
exportaciones -a precios constantes de 1980- subió del 14% al 23% del PIB entre 1980 y
1995).
La información presentada en el cuadro 2 ilustra la situación actual: Estados Unidos y
Japón exportan bienes y servicios por el equivalente al 10% de su PIB, Alemania 22%,
Suecia 33%, Corea y Chile 28%. En promedio, el mundo exporta el 20% de lo que produce
anualmente (si se descuenta el componente importado que tienen las exportaciones, la cifra
en términos de valor agregado, que es la manera como se calcula correctamente el PIB,
sería cercana a 15%). Hay entonces un 85% de la producción mundial que no se comercia
internacionalmente.
CUADRO 2
Producto,
exportaciones e inversión, 1994 |
|
PNB a/ |
Participación
en el PIB b/ |
|
|
Exportaciones |
Inversión |
|
|
|
|
Mundo |
25 103 |
20 |
21 |
Estados Unidos |
6 737 |
10 |
16 |
Reino Unido |
1 070 |
25 |
15 |
Alemania |
2 076 |
22 |
22 |
Francia |
1 355 |
23 |
18 |
Japón |
4 321 |
9 |
30 |
Corea |
367 |
28 |
38 |
Chile |
50 |
28 |
27 |
Fuente: Banco
Mundial, The World Bank Atlas, Washington, D.C., 1996.
a/ Producto nacional bruto, en miles de millones de dólares corrientes.
b/ Porcentajes de las exportaciones de bienes y servicios no financieros y de la
inversión interna bruta respecto del PIB.
En cuanto al 15% que sí cruza fronteras, el intercambio es muy intenso en el ámbito
intrarregional. Por ejemplo, en el caso de los países europeos, que por lejos son los
principales exportadores mundiales (antes de la última ampliación los entonces doce
miembros de la Unión Europea contribuían con un 36% del comercio mundial), el 60% de sus
exportaciones se dirige a los propios países miembros de la Unión. Asimismo, el comercio
intranorteamericano (Canadá, Estados Unidos y México) representa alrededor del 48% de
sus exportaciones totales. En América Latina, región más atrasada en el desarrollo de
las relaciones económicas intrarregionales, sólo un quinto de su comercio se registra
entre países de la región, aunque ha estado expandiéndose fuertemente en este decenio.
Esto sugiere que la geografía es un aspecto relevante en la determinación de los
patrones de comercio. Hay un espacio natural para comerciar con los países vecinos, lo
que otorga especial importancia a los esfuerzos de integración regional, como el
MERCOSUR. Además, gracias a la diferente estructura del comercio generado en el ámbito
regional, este intercambio contribuye a la expansión de las exportaciones de productos
más intensivos en valor agregado e innovación tecnológica que las que se dirigen hacia
los Estados Unidos, Europa o Japón. De esta forma, las exportaciones intrarregionales
tienen mayor potencial para generar desarrollo económico y social, contribuyendo al
desarrollo endógeno que proviene del propio interior de las economías nacionales (Devlin
y Ffrench-Davis, 1998).
La capacidad de aprovechar los beneficios del comercio internacional depende mucho de la
disponibilidad oportuna de recursos físicos y humanos y de las políticas económicas que
se adopten. Los países de Asia oriental se desenvolvieron en un ambiente internacional
con poca competencia y mucha autonomía para definir sus políticas económicas durante
sus primeros decenios de desarrollo. Así, aplicaron políticas selectivas e
intervencionistas para la promoción de las exportaciones, ofreciendo incentivos que
tenían como contrapartida la generación de capacidad productiva en términos
internacionalmente competitivos y en plazos razonables.
La experiencia de América Latina fue muy diferente, en particular desde inicios de los
años ochenta. El resultado en cuanto al volumen de las exportaciones ha sido
satisfactorio, pero su calidad y su diversificación han sido deficientes. A diferencia de
los países de Asia oriental, los precios de las exportaciones latinoamericanas han caído
más rápida y persistentemente en el tiempo. Por otra parte, el desarrollo exportador se
ha transmitido muy débilmente a los mercados internos. El cuadro 3 muestra las relaciones
entre el crecimiento de las exportaciones y el crecimiento del producto interno bruto en
algunos países de la región y en los países de Asia oriental entre 1970 y 1980 y 1980 y
1995. El desempeño de los países latinoamericanos en los dos últimos decenios fue
deficiente, en tanto que el de Asia oriental (no obstante los graves problemas
experimentados desde 1997) ha sido notablemente superior. El pragmatismo se refleja en el
diseño de las reformas y sus resultados.
En consecuencia, la tarea actual es crear condiciones para una mejor inserción en el
comercio mundial. 3/ Para ello debe
invertirse en la gente y desarrollar los mercados incompletos, apostar a la educación y
generar mecanismos de capacitación laboral, crear un ambiente macroeconómico estable, 4/ y fortalecer los
mercados de capitales de largo plazo, mejorando el acceso para empresas sin historia y
para las empresas pequeñas y medianas.
CUADRO 3
Crecimiento del PIB y de las
exportaciones, 1970-1995a/
(Tasas de variación medias anuales calculadas en dólares de 1980)b/
|
1970-1980
PIB Exportaciones |
1980-1995
PIB Exportaciones |
América Latina d/ |
5.6 |
2.0 |
1.8 |
6.2 |
(excluida Venezuela |
6.0 |
6.4 |
1.9 |
6.9 |
Argentina |
2.8 |
2.1 |
1.3 |
7.1 |
Chile |
2.5 |
7.4 |
4.2 |
7.6 |
México |
6.7 |
10.2 |
1.3 |
9.4 |
Todo el mundo |
3.7 |
5.1 |
2.3 |
5.0 |
Estados Unidos |
2.8 |
6.2 |
2.6 |
4.7 |
Asia oriental |
|
|
|
|
Primera tanda e/ |
9.3 |
14.1 |
7.9 |
13.7 |
Segunda tanda f/ |
7.5 |
8.2 |
7.0 |
12.7 |
Fuente: Banco
Mundial, World Tables, 1995, e Informe sobre el desarrollo mundial, 1997.- el
Estado en un mundo en transformación, Washington, D.C., 1997; Organización de
Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), OECD Economic Outlook, París, mayo
de 1996; Comisión Económica para América Latina y el Caiibe (CEPAL), América Latina
y el Caribe, Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial, segunda
edición revisada y actualizada, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1998,
cuadros 1. 1 y 111.2.
a/ Corresponde a las exportaciones de bienes.
b/ Para los países que no pertenecen a América Latina, las cifras fueron calculadas en
dólares de 1987
c/ Para los países que no pertenecen a América, el período es 1965-1980.
d/ Incluye 18 países.
e/ Incluye la República de Corea, Hong Kong y Singapur.
f/ Incluye Indonesia, Malasia y Tailandia.
2. Las finanzas internacionales
El mercado internacional de capitales, que había desaparecido con la crisis de los
años treinta, renació lentamente después de la segunda guerra mundial con el
resurgimiento de la inversión extranjera directa y los flujos oficiales bilaterales y
multilaterales. Aunque puede discreparse de las orientaciones que han tomado muchos
organismos multilaterales en la posguerra, las propuestas de eliminarlos (a la Milton
Friedman) son profundamente erróneas. Ellos han representado un papel importante en el
proceso de desarrollo económico, el que ha sido crucial en situaciones de crisis.
Indudablemente, es necesario mejorar el desempeño de -estas instituciones ante los
desafíos de fin de siglo, y procurar su desideologización.
A partir de los años sesenta comienza a desarrollarse un mercado de créditos bancarios,
al cual accede intensamente América Latina en los setenta. A ello, sigue una grave crisis
de la deuda y una década con un mercado de capitales privados internacional fuertemente
comprimido, en el que prácticamente desaparecieron las fuentes de financiamiento
voluntario. En este período América Latina se convirtió abruptamente y de manera
forzada en exportadora neta de recursos hacia el exterior, Esta situación se invirtió en
los años noventa al registrarse cambios en los mercados internacionales, especialmente en
Estados Unidos (Calvo, Leiderman y Reinhart, 1993; CEPAL, 1998, Parte Tercera;
Ffrench-Davis y Griffith-Jones, 1995).
Esta recuperación del financiamiento externo privado en los años noventa fue en exceso
de lo que la región podía absorber sin generar desequilibrios importantes. Así,
América Latina pasó de la escasez a la abundancia. Un componente muy significativo de
estos movimientos de capitales internacionales lo constituyeron los flujos financieros. En
América Latina, de cada cuatro dólares que entraron en el cuatrienio 1991-1994 sólo uno
fue inversión extranjera directa. La mayoría correspondió a movimientos de capital de
corto plazo -créditos financieros, depósitos bancarios en moneda extranjera, compra de
acciones existentes, bonos de corto plazo- que, por su carácter especulativo, son más
volátiles (CEPAL, 1998, caps. IX-XII).
Luego de la crisis de México en 1994, los flujos especulativos se frenaron
transitoriamente, en tanto que la inversión extranjera directa continuó con su tendencia
ascendente en el mundo en general y hacia las economías latinoamericanas en especial. Con
ello, esa inversión se elevó a alrededor de la mitad del flujo neto de capitales hacia
la región en 1996-1997, un buen progreso respecto de la cuarta parte cubierta en 1991
1994. Sin embargo, la otra mitad de los flujos corresponde principalmente a inversiones
financieras, de alta volatilidad. 5/
De hecho, entonces, una parte apreciable del financiamiento externo recibido por los
países latinoamericanos no llega directamente a la inversión productiva, sino que se
dirige a los mercados financieros y, de allí, puede canalizarse a la inversión o al
consumo según el ambiente y las políticas que se apliquen en cada economía. Por
ejemplo, la mayor apreciación real del tipo de cambio en México y la Argentina en
comparación con Chile, que tuvo lugar desde 1991, se explica por la mayor permisividad en
el tratamiento de los flujos de capital por parte de los dos primeros países y por los
enormes ingresos de corto plazo que se registraron.
Por esta situación, los recursos que provienen del exterior, en vez de canalizarse hacia
la inversión, se dirigen crecientemente hacia el consumo, en particular de productos
importados. Esta es siempre un preludio de crisis de balanza de pagos y ajustes recesivos.
Se genera así un gasto que no produce empleo ni producto nacional, y se acumula
endeudamiento (u otros pasivos externos) a la par que no aumenta en forma correspondiente
la capacidad productiva.
La tasa de ahorro interno se vio fuertemente afectada por este fenómeno. En efecto,
mientras que en México y la Argentina ésta decreció en el período 1990-1994, en Chile
aumentó significativamente. De hecho, desde 1993 las tasas de inversión de Chile han
sido las más altas de su historia, después de que en el período de la dictadura (con la
excepción de dos años) registró tasas muy deficientes.
El contraste entre el desempeño de Chile y el de Argentina y México se debe a que en
estos dos últimos países los capitales que ingresaron fueron fundamentalmente flujos
financieros de corto plazo o fondos destinados a la compra de activos ya existentes. En
Chile, en cambio, la inversión extranjera directa, dirigida a crear nueva capacidad
productiva, es la parte mayoritaria de los ingresos externos porque las autoridades
económicas aplicaron restricciones al ingreso de flujos financieros y de corto plazo. El
volumen global de afluencia de capitales a Chile se mantuvo en montos manejables debido a
las políticas activas que aplicaron el Ministerio de Hacienda y el Banco Central (véase
Ffrench-Davis, Agosin y Uthoff, 1995). Estas políticas fueron eficaces porque se
desarrollaron en un marco en que se respetaban los equilibrios macroeconómicos básicos y
las autoridades públicas contaban con una dotación no despreciable de recursos
técnicos, reputación y credibilidad.
Es esencial, por lo tanto, la forma en que se enfrenta la afluencia de capitales externos.
Los efectos dependen decisivamente de la naturaleza (y cantidad) de esa afluencia, Cuando
llega en calidad de inversión extranjera directa a crear nueva capacidad productiva es
muy distinto a que ingrese como depósitos bancarios en dólares o a comprar acciones
existentes, con lo que presiona por la revaluación del tipo de cambio, desestimula la
inversión productiva interna y estimula el consumo de artículos importados.
Los mercados de capitales de corto plazo de muchos países se han integrado con el resto
del mundo de manera más intensa que los mercados productivos. Un ejemplo es el de la
interconexión de los mercados bursátiles y de la transmisión de auges y derrumbes
estrepitosos, que ahora también ha alcanzado a los países del Asia, antes aparentemente
inmunes a estas crisis. En materia de movimiento de capitales financieros, se trata de
corrientes gigantescas que crean dificultades tanto a los países desarrollados como a los
en desarrollo, en particular si no se adoptan medidas eficaces para responder en forma
constructiva. Lamentablemente, no todos los países cuentan con los mismos recursos para
aplicar políticas eficaces. Pero si no se cuenta con ellos no es una buena práctica
confundir la incapacidad con la virtud, ya que eso daría señales erróneas y
desalentaría los esfuerzos por crear la capacidad de acción.
De todo ello deriva que no hay una globalización uniforme. Las heterogeneidades que
existen no son las más favorables para el desarrollo y la equidad. Por el contrario, los
altibajos que generan los movimientos de capitales de corto plazo tienden a estar sesgados
contra el mundo de la producción, la innovación y la equidad. Los pobres y las empresas.
productivas no pueden correr en los períodos de auge a la velocidad de los que tienen
buen acceso a los mercados financieros internacionales. Menos aún tienen la capacidad de
enfrentar adecuadamente los períodos de contracción. Son bien conocidas las fuertes
concentraciones del ingreso y las innumerables quiebras que se han producido en el mundo y
en América Latina en los períodos de ajuste recesivo que, con frecuencia, siguen a fases
de expansión no sostenible. El efecto tequila es un ejemplo evidente.
3. La inversión extranjera directa
En 1994 la afluencia total de inversión extranjera directa hacia 140 países sumó
cerca de 250 mil millones de dólares. Se elevó velozmente en el bienio siguiente hasta
llegar a cerca de 350 mil millones en 1996. Frente a un producto mundial de 30 billones,
la inversión extranjera directa es equivalente a sólo el 1.2% del PIB mundial. Como en
el mundo cerca del 21% del producto total se destina a la inversión, el 6% de esta cifra
era aportado por la inversión extranjera directa. No obstante, estas cifras están en
evolución. La inversión extranjera directa está expandiéndose más rápidamente que el
PIB mundial, incluso a velocidad mayor que el comercio internacional. Por otra parte, las
cifras de inversión extranjera directa omiten algunas corrientes de financiamiento
asociadas a sus proyectos de inversión. Si éstos se tomaran en consideración, la
participación de la inversión extranjera directa en la formación de capital mundial
podría corregirse a un porcentaje que se acerca al 10%. 6/ Aún así, como se
señaló, alrededor del 90% de la inversión interna total es de origen nacional.
No obstante, la inversión extranjera directa tiene una importante contribución que
realizar en el proceso de desarrollo económico. De hecho, uno de los rasgos típicos de
la globalización reciente ha sido la mejora en la capacidad de las empresas para
fragmentar los procesos productivos en emplazamientos geográficamente dispersos. En
efecto, la notable reducción de los costos del transporte y las comunicaciones ha
facilitado la división del proceso productivo y permite la participación de un mayor
número de emplazamientos geográficos según las ventajas que cada uno tenga en la cadena
de valor agregado. Este hecho ha ampliado las posibilidad de participar más activamente
en las redes internacionales de producción administradas por las grandes compañías
multinacionales. Este proceso se ha visto acompañado de una bonanza de la inversión
extranjera directa y de la proliferación de nuevas formas de asociación no accionaria
entre empresas.
Sin embargo, la posibilidad de participar en esas redes de producción depende de
características nacionales no vinculadas necesariamente con las políticas específicas
de inversión extranjera o el costo de la mano de obra. En efecto, más importantes que
éstas parecen ser la eficiencia con que la economía receptora responde a las demandas de
estabilidad macroeconómica, su disponibilidad de infraestructura y la calificación y
adaptabilidad de la mano de obra. Todas estas cualidades son requisitos necesarios en el
contexto del nuevo patrón de organización de la producción y sólo se acumulan
lentamente a lo largo del tiempo.7/
En definitiva, la captación de inversión extranjera directa es altamente sensible a la
capacidad de las economías locales de crear ventajas específicas que fortalezcan el
ambiente empresarial de una región particular. Muchas de las políticas de reforma
convencionales son insuficientes o van a contramano de los cambios necesarios para generar
competitividad sistémica.
4. Mercados incompletos y miopes
La visión dominante se basa en una fe ciega en el poder del mercado para escoger bien
automáticamente entre agentes más y menos eficientes y entre buenos y malos bancos y
que, en cambio, no discriminará en contra de los sectores de menores ingresos, los
jóvenes y las empresas pequeñas y medianas. Esta deficiente comprensión sobre el
funcionamiento de los mercados -en particular los financieros, de tecnología, educación
y capacitación laboral- explica muchos de los sesgos regresivos y desestabilizadores que
han caracterizado la aplicación del enfoque neoliberal.
En el ámbito financiero esta concepción se refleja en reformas que han generado una
proliferación de bancos en situación de falencia y carteras muy deterioradas, un
contexto de altas tasas de interés y escasa disponibilidad de financiamiento para la
inversión productiva. El resultado de las reformas financieras de los años 1974-1981 en
Chile fue una severa crisis que estalló en 1983, luego de lo cual el Estado se vio
obligado a intervenir el grueso del sistema privado para ponerlo en orden y sanear las
carteras. Sólo 14 años después del inicio de la crisis, se ha terminado de negociar el
pago futuro de la deuda de los bancos privados al Banco Central. Lamentablemente, durante
la década de los ochenta este estilo de reformas financieras tendió a predominar en
otros países de América Latina, haciendo caso omiso del hecho que la manera que se
escoja para hacer las reformas financieras será esencial para la forma que adopte una de
mercado, para su sustentabilidad y para la equidad resultante en la distribución de las
oportunidades que ofrece.
En cierto número de esferas cruciales -como el estilo de las reformas comercial,
financiera y tributario, la política cambiaría, la forma de alcanzar el equilibrio
fiscal y el tipo de regulaciones sobre los movimientos de capitales- existen diferencias
esenciales en el abanico de políticas posibles al alcance de las autoridades nacionales o
locales. Esta diversidad se traduce en una diferencia significativa en términos del
resultado final. Además, la existencia de insuficiencias, deficiencias o, en un lenguaje
más técnico, "mercados incompletos" en muchas áreas plantea una función
vital para el Estado y las políticas públicas.
Uno de los rasgos esenciales de la educación, la capacitación laboral y el acceso y
adaptación de nuevas tecnologías es que son canales eficaces para romper la
reproducción de la pobreza y la desigualdad, dada la inexistencia de mercados privados
que resuelvan por sí solos estos problemas. Los mercados deben ser construidos o
completados, explorando de manera sistemática las áreas de complementación entre los
sectores público y privado.
5. Equilibrio macroeconómico: ¿cuánto y cómo?
Las políticas nacionales que están más acá de la globalización y hacen la
diferencia requieren, no obstante, de un contexto favorable en el que operar de manera
eficaz y brindar resultados superiores en comparación con los que serían generados por
reformas más simplistas. Una de estas exigencias es la prevalencia de ciertos equilibrios
macroeconómicos básicos (Ffrench-Davis, 1996).
¿Qué significa el equilibrio macroeconómico? Que no debe gastarse lo que no se tiene.
Ni en el caso de una familia ni en el de un país. La falta de reconocimiento de esta
realidad siempre tiene un alto costo. Grandes desequilibrios macroeconómicos han sido
causantes de numerosos quiebres democráticos y de bruscos retrocesos distributivos en
América Latina. El mantenimiento del equilibrio macroeconómico es, por consiguiente,
condición necesaria para que otras políticas puedan ser eficaces a largo plazo. Los
equilibrios macroeconómicos no son garantía de crecimiento y menos aún de desarrollo,
ya que estas tareas son mucho más complejas, pero son una condición necesaria
No basta con alcanzar una situación de equilibrio macroeconómico. También es importante
la forma en que se hace y su sustentabilidad. En los años recientes se ha registrado una
notable reducción de los déficit del sector público en América Latina. Después del
deterioro experimentado en la década de los ochenta, muchos países mejoraron su
desempeño en los noventa. Incluso muchos han registrado superávit fiscales. Sin embargo,
este logro ha sido con frecuencia empañado por la forma en que se ha conseguido,
generalmente a expensas de la inversión y de ciertos componentes del gasto social (como
ser caída de los salarios de los funcionarios públicos, incluso los profesores) que, a
la larga, deterioran la capacidad sistémica de competir. La inversión pública es por lo
general complementaria de la privada, por lo que su reducción acaba afectando
negativamente el proceso de acumulación. La reducción de los salarios públicos puede
llevar al Estado a perder sus mejores cuadros, haciendo más improbable la aplicación
eficiente de las políticas. En un proceso de transformación, la eficiencia y el nivel
del gasto social -salud, capacitación laboral y educación- son componentes esenciales,
porque ellos son la clave para construir una economía con una distribución equitativa de
las oportunidades y con capacidad productiva creciente.
6. Calidad y efectividad de las instituciones
Otra exigencia para el buen funcionamiento de las políticas que marcan una diferencia
es la prevalencia de instituciones públicas eficaces y dotadas de personal técnicamente
competente. Ello es necesario para permitir una buena gestión de las políticas y un uso
eficiente de los recursos disponibles. Con frecuencia, los recursos son reducidos y
limitan la posibilidad de desarrollar políticas de diverso tipo. Sin embargo, en
ocasiones se dilapidan grandes recursos por su uso discrecional y arbitrario. La
precariedad de las instituciones públicas en muchos de nuestros países coloca en un alto
nivel de prioridad a la reforma y la racionalización de la administración pública, en
un contexto de jerarquización de funciones y funcionarios.
También es necesario, por fin, que las instituciones sean legítimas y creíbles para que
sus políticas sean eficaces. Las instituciones públicas necesitan legitimidad y
credibilidad, dado que la coerción y la sanción son mecanismos poco perdurables para
asegurar la aplicación de las leyes. La legitimidad y credibilidad de las instituciones
públicas es, sin embargo, una tarea que trasciende a las autoridades y que se vincula con
el conjunto de la sociedad y, en particular, con las organizaciones políticas. Si las
organizaciones políticas y otros organismos no gubernamentales tienen poca legitimidad
ante la población, será difícil poner en operación instituciones públicas creíbles
en un contexto democrático. Mejorar los mecanismos de representatividad, selección,
elección, reclutamiento y formación parece, por lo mismo, esencial.
Estas políticas son aún más complejas de diseñar y ejecutar que las anteriores, por
cuanto se refieren a uno de los componentes básicos del tejido social. Sin embargo, de su
éxito dependerá en buena medida la posibilidad de influir activamente sobre el destino
económico de una sociedad, en contraposición a una adaptación pasiva a las tendencias
que emanan del sistema internacional.
V. Conclusiones: globalización y
gobernabilidad
La globalización económica ha ganado terreno. Pero, como hemos tratado de demostrar
en este artículo, la mayor parte de las decisiones sobre producción, empleo y el
acontecer diario de nuestros países se desenvuelve aún dentro de las fronteras
nacionales. En consecuencia, condicionar lo esencial de las políticas públicas a las
consecuencias que involucren la dimensión meramente externa o financiera puede constituir
un grave error político y económico.
El proceso de globalización impone tensiones inevitables sobre las condiciones de
gobernabilidad de los países en desarrollo. En efecto, aun tomando en consideración
todas las acotaciones que hicimos respecto al concepto de la globalización como un
fenómeno que lo abarca todo, ni su existencia ni sus efectos pueden ignorarse. Pero los
Estados nacionales no están irremediablemente condenados a la impotencia o a la
adaptación pasiva frente a los efectos de la globalización. Si este fuera el caso, las
condiciones de gobernabilidad sufrirían un deterioro irreversible, imponiéndose un
escenario de conflicto e inestabilidad recurrente.
La heterogeneidad de la globalización tiene gran significación. Por ejemplo, las
corrientes financieras se han globalizado mucho más fuertemente que otros aspectos. En
contraste, las políticas redistributivas están radicadas al nivel nacional; con el
debilitamiento de la ayuda internacional se ha diluido buena parte de lo poco que había
de redistribución globalizada.
Un problema similar surge respecto de las políticas maeroeconómicas. La coordinación
internacional es débil y ello se refleja en la inestabilidad cambiaría y de tasas de
interés en los países del Grupo de los Siete. Estos problemas están agravándose en vez
de solucionarse con el actual auge financiero.
En un mundo que requiere más y más eficiente coordinación macroeconómica y una
función redistributiva más eficaz, se observa una tendencia regresiva. La gobernabilidad
exige un reequilibrio de las tendencias que exhiben los distintos ingredientes de la
globalización.
Pero el proceso de globalización ofrece, además, oportunidades. Una de ellas es la
posibilidad de mejorar las condiciones de acceso a mercados anteriormente más
segmentados. Otra es la creación de nuevas oportunidades a medida que aumenta la
competencia, se sientan las bases para el establecimiento de nuevas alianzas empresarias y
societales y se desarticulan los oligopolios establecidos. Si estos últimos bloqueaban la
modernización, desarrollaban un comportamiento del tipo rentista y explotaban al resto de
la comunidad, las nuevas coaliciones pueden generar resultados más favorables que el statu
quo. Del mismo modo, la globalización puede permitir, en determinadas circunstancias,
mejorar la calidad de las políticas nacionales aumentando el costo de ejecutar políticas
insustentables.
Estas oportunidades, sin embargo, son sólo potenciales, y están distribuidas
heterogéneamente entre países. En efecto, no hay ninguna garantía a priori de
que el mejor acceso podrá materializarse en una interacción más positiva o que el
resultado de las nuevas coaliciones será superior al preexistente. Del mismo modo, no es
seguro que aun cuando la globalización haga muy costosa la ejecución de políticas
insustentables en el mediano y largo plazo, las nuevas políticas serán superiores a las
que se aplicarían en un contexto de mayor autarquía. La globalización de los mercados
financieros y el comportamiento de manada pueden incluso inducir a error en la elección
de las políticas más adecuadas, como ocurrió en México antes de la crisis de diciembre
de 1994 y en Corea y Tailandia en los años previos a 1997. En ambos casos, los mercados
financieros aplaudieron previamente y luego alimentaron activamente la generación de los
desequilibrios que desembocaron en las crisis financieras en ambos casos. La causa
primaria fue la absorción de un volumen excesivo de fondos externos, cuya rentabilidad se
abultó gracias a la apreciación cambiaría de esos países y a las burbujas que se
generaron en los precios de activos bursátiles e inmobiliarios.
En la práctica existe una evidente ambigüedad sobre lo que constituye políticas
erróneas y políticas correctas, especialmente cuando el objetivo de las mismas no se
especifica. ¿Es una política correcta aquella que promueve el crecimiento a largo plazo
o la que mantiene el entusiasmo de los inversionistas financieros nacionales y
extranjeros? ¿La misma política puede hacer ambas cosas a la vez?
En conclusión, continúa siendo decisivo promover una inserción más dinámica y
diversificada en el comercio mundial, preocuparse de la manera más explícita de la
sostenibilidad de las tendencias macroeconómicas (en particular de los flujos
financieros) y aumentar la capacidad de incorporar tecnología y difundir productividad en
la sociedad a través de políticas mesoeconómicas (inversión en infraestructura,
educación, capacitación laboral, apoyo a la innovación tecnológica y de gestión,
desarrollo del segmento de largo plazo del mercado de capitales y acceso de las empresas
pequeñas y medianas, etc.). Para ello es preciso identificar los atributos que mejoran
esa capacidad y que permiten revertir los aspectos negativos heredados de comportamientos
pasados, y moderar la transmisión de nuevos rasgos disfuncionales para la estabilidad y
la equidad (CEPAL, 1998).
Es evidente que el nuevo escenario internacional y los movimientos globalizados plantean
grandes desafíos al Estado. Este debe reacomodarse a los nuevos tiempos: ser más ágil,
profesionalizado, con funcionarios bien remunerados, capaz de interpretar y armonizar las
aspiraciones de la población. La reforma debe desarrollar la capacidad de las
instituciones para aprovechar de manera eficaz el margen remanente de discrecionalidad en
las políticas públicas nacionales.
La globalización, con su heterogeneidad, plantea el desafío de aprovecharla y
orientarla. Las tareas son múltiples, pues es difícil el camino hacia el desarrollo
económico. Pero raras veces las respuestas simples han servido para resolver los
problemas complejos.
Notas:
1/ Para una discusión más detallada, véase
Oman (1994) y Rodrik (1997). Una visión histórica se presenta en Ferrer (1996).
2/ Estos antecedentes se complementan
con los sucesivos estudios de Feldstein, que comprueban el financiamiento
predominantemente local de la formación de capital a través del mundo. Véase, por
ejemplo, Feldstein y Bacchetta (1991).
3/ Un examen detallado de las causas principales
que explican el desempeño del sector externo de la región, y formas de mejorarlo, se
presenta en CEPAL (1998), Parte Primera.
4/ Una de las deficiencias de las
políticas macroeconómicas contemporáneas es la inestabilidad provocada por la
aplicación de recetas que facilitan atrasos del tipo de cambio, tasas de interés real .
excesivamente elevadas (outlier rates), endeudamientos externos insostenibles y una
expansión de carteras bancarias riesgosas. En definitiva, tienden a favorecer las
ganancias especulativas (a expensas del resto de la economía) por sobre las de
productividad (que favorecen al conjunto). Un análisis sobre los rasgos que deben poseer
las políticas macroeconómicas para que contribuyan mejor al desarrollo productivo y a la
equidad se presenta en Ffrench-Davis (1996).
5/ Esa proporción fue particularmente
elevada en países como la República de Corea y Tailandia, en parte con flujos que se
desplazaron desde América Latina después de la crisis de México.
6/ Las correcciones deben efectuarse en
ambos sentidos. Por ejemplo, parte de la inversión extranjera directa consiste en la
compra de empresas existentes o en corrientes hacia un país desde el cual se redirigen
hacia un tercer país. El efecto neto, sin embargo, se estima que implica una elevación
significativa, sobre el 6%.
7/ Oman (1994), además, destaca el papel de la
proximidad geográfica (regionalización) en la organización de esas redes de
producción como un rasgo impuesto por el nuevo paradigma tecnológico de la producción
flexible.
Bibliografía
Boyer, R. (1993): "The convergence hypothesis revisited: globalisation but still
the century of nations?", documento de trabajo, No. 9403, París, Centro de Estudios
Prospectivos de Economía Matemática Aplicada a la Planificación (CEPREMAP), agosto
.
Calvo, G.,E. Leiderman y C. Reinhart (1993): "Capital Inflows and Real Exchange Rate
Appreciation in Latin America: the Role of Extemal Factors", IMF Staff Papers, vol.
40, NoI, Washington, D.C., Fondo Monetario Internacional.
CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) (1998): América Latina y
el Caribe. Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial, segunda
edición revisada y actualizada, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica.
Cerny, P. G. (1995): "Globalisation and the changing logic of collective
action", Intenatinial Organisation, vol. 49, N'4, Cambridge, Massachusetts,
World Peace Foundation.
Cohen, B. (1996): "Phoenix risen. The resurrection of global finance", World
Politics, vol. 48, Princeton, Princeton University.
Devlin, R. y R. Ffrench-Davis (1998): " Towards an evaluation of regional
integration in Latin America in the 1990s", Regional integration and multilateral
cooperation in the global economy, Jan Joost Teunissen (de.), La Haya, Foro
sobre Deuda y Desarrollo (FONDAD).
Ferrer, A. (1996): Historia de la globalización: orígenes del orden económico
mundial, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Feldstein, M. y P. Bacchetta (1991): "National saving and international
investment", National Savings and Economic Performance, B. D. Bemheim y J. B.
Shoven (comps.), Chicago, University of Chicago Press.
Ffrench-Davis (1996): "Políticas macroeconómicas para el crecimiento", Revista
de la CEPAL, No. 60 (LC/G.1943-P), Santiago de Chile, diciembre.
Ffrench-Davis, R. y S. Griffith-Jones (comps.) (1995): Las nuevas corrientes
.financieras hacia la América Latina: fuentes, efectos y políticas, México D.F.,
Fondo de Cultura Económica
Ffrench-Davis, R., M. Agosin y A. Uthoff, (1995): "Movimientos de capitales,
estrategia exportadora y estabilidad macroeconómica en Chile", Las nuevas
corrientes .financieras hacia la América Latina: fuentes, efectos y políticas, R.
Ffrench-Davis y Griffith-Jones (comps.), México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Garret, G. y P. Lange (1991): "Political responses to interdependence: What's left
for the Left?", International Organisation vol. 45, No.4, Cambridge,
Massachusetts, World Peace Foundation.
Haggard, S. (1995): Developing nations and the politics of global integration, Washington,
D.C. The Brookings Institution.
Henning, C. R. (1994): Currencies and politics in the United States,Germany and Japan, Washington,
D.C., Institute for International Economics.
Herring, R. y R. Litan (1995): Financial
regulation in the global economy, Washington, D.C., The Brookings Institution.
Khaler, M. (1994): "Comercio internacional y diversidad nacional",
AMERLCA LATINA /Internacional, vol 1 num 1, Buenos Aires, Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO).
Lawrence, R., A. Bressand y T. Ito (1995): A vision for the world economy:
openness, diversity and cohesion, Washington, D.C.,The Brookings Institution.
Ohmae, K. (1995): The end qf the nation state: The rise of regional economics, New
York, The Free Press.
Oman, C. (1994): Globalisation and regionalisation: The challenges for
developing countries, París, Centro de Desarrollo de la Organización de Cooperación
y Desarrollo Económicos (OECD)
.
Rodrik, D. (1997): Has globalizationt gone too far?, Washington, D.C., Institute
for International Economics.
UNCTAD (Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desartollo) (1997): World Investment Report, 1997.-
Transnational Corporations, Market Structure and Competition Policy, Nueva York,
Naciones Unidas. Publicación de las Naciones Unidas, No de venta: E.97.11.D.10.
- (1997): World Investment Report, 1993: transnational corporations and integrated
international production (ST/CTC/ 156), Nueva York, Naciones Unidas.
Publicación de las Naciones Unidas, No. de venta: E.93.11.A.14.
|