REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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este Número Extraordinario favor contactar publications@eclac.cl
haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
La globalización del capital
financiero
David Felix
Profesor Emérito de Economía
Universidad de Washington, St. Louis
Con la crisis asiática se ha vuelto apremiante
averiguar si el levantamiento progresivo de los controles a la movilidad del capital
internacional durante las dos últimas décadas ha sido un proceso provechoso, que merece
seguir extendiéndose, o un proceso destructivo, que exige moderación. La posición
oficial de los Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI), compartida con
variado entusiasmo por los ministros de hacienda del Grupo de los Siete, sigue siendo
-pese a los derrumbes asiáticos y al efecto tequila- que el levantamiento de los
controles al capital merece extenderse, sobre todo a aquellos países en desarrollo en que
el proceso sigue incompleto. Así, el FMI vincula el otorgamiento de créditos de
emergencia a sus vapuleados clientes asiáticos, entre otras cosas, con una mayor
relajación de sus controles de capital.1/ Los
Estados Unidos y el FMI siguen luchando por conseguir que se revisen los estatutos del FMI
-los que hasta ahora autorizaban a los miembros a emplear los controles de capital- a fin
de prohibir su empleo. Asimismo, la Organización de Desarrollo y Cooperación Económicos
(OCDE) ha aportado lo suyo en un estudio que predice que con la liberalización acelerada,
el PIB real per cápita del "mundo fuera de OCDE" llegaría el año 2020 a un
nivel equivalente a 270% del registrado en 1995, comparado con un mero incremento de 100%
si el ritmo no se acelerara (OCDE, 1997).2/
En el plano analítico, sin embargo, la cruzada por globalizar la libre movilidad del
capital se está quedando casi sin fundamento. La investigación más a fondo de la
conducta racional en condiciones aleatorias, los estudios empíricos del comportamiento
real de los mercados financieros y, tal vez lo más perjudicial de todo, el crecimiento
económico más lento y la mayor frecuencia de crisis financieras que acompañan el
levantamiento progresivo de los controles de capital, han hecho que se esfume gran parte
de su apoyo analítico. Parece difícil que los intereses políticos y económicos que se
benefician de esa cruzada vayan a ser capaces de llevarla a término, ya que el colapso
del argumento analítico implica que ese empeño tendería a intensificar la inestabilidad
financiera mundial. Por lo tanto, la pregunta que saca premio es ¿qué pondrá fin a esa
cruzada -una crisis financera incontenible, o un giro preventivo en 180o del Grupo de los
Siete (que pronto serán tres) encaminado a restringir la movilidad del capital
internacional? Tras examinar el argumento teórico, así como las pruebas ernpíricas y
sus implicaciones tanto para los países en desarrollo como industrializados, este
artículo concluye con algunas variaciones sobre los factores que servirán para despejar
esta gran incógnita.
1. Un examen somero del
argumento teórico
El argumento teórico para globalizar la libre movilidad del capital se funda en una
macroversión de la hipótesis del mercado eficiente: que los mercados de capital
liberados de la injerencia gubernativa optimizan la determinación de precios de los
activos de capital y la asignación eficiente de los recursos susceptibles de invertirse.
La hipótesis se sustenta en la premisa de que los agentes económicos son maximizadores
racionales de la riqueza y que, por lo tanto basan sus posiciones de mercado en el
procesamiento eficiente de toda información disponible que incide en la presunta
rentabilidad de los activos. De esto deriva el corolario de que la especulación
financiera es una fuerza estabilizadora. Es inevitable que la información limitada acerca
de los rendimientos futuros pueda hacer que transitoriamente se fijen precios erróneos de
los activos pero los especuladores que calculan correctamente la dirección que deben
tomar los precios para ser compatibles con sus verdaderos rendimientos obtendrán
utilidades y acelerarán el proceso equilibrante con sus actividades. Tal especulación
estalizadora domina normalmente ya que el postulado de la racionalidad asegura que los
especuladores que prevén mal la dirección del equilibrio, o bien aprenden por
experiencia a corregir su estrategia operacional, o bien agotan sus recursos y desaparecen
del mercado. Para fines analíticos y normativos, los mercados de capital pueden
considerarse por tanto como compuestos de agentes racionales maximizadores de la riqueza
que comparten un conocimiento común de los factores básicos que determinan los precios
activos de capital. Según la jerga, "conocen el modelo verdadero". Comercian
sobre la base de información variable acerca de los movimientos de esos factores
-apodados elementos económicos fundamentales o "fundamentales" a secas -
susceptibles de influir en los rendimientos futuros, y elaboran conjuntos variables de
precios de equilibrio de los activos existentes que son las mejores guías disponibles
para los inversionistas en nuevos activos. Los modelos formales de este género usan sin
desconfianza a un solo "agente representativo", como vicario de los numerosos
agentes que operan en los mercados de activos del mundo real.
Como los mercados con estas características acusarían poca volatilidad de los precios,
las fluctuaciones elevadas e irregulares del precio de los activos en el mundo real se
atribuyen a "conmociones exógenas" -alteraciones súbitas de los fundamentales
que se originan fuera del proceso de mercado- que obligan a los operadores a reevaluar los
valores de equilibrio de los activos de capital. Las conmociones exógenas se clasifican
en dos grupos: "manchas solares" y "sorpresas normativas". Las manchas
solares son acontecimientos no políticos inevitables por ejemplo, sismos, huracanes, la
corriente del Niño. Las sorpresas normativas son cambios de la política gubernativa o
restricciones al intercambio que pillan desprevenidos a los operadores. En la práctica,
la clasificación se realiza en forma arbitraria para respaldar posiciones normativas
generales. Los teóricos del "ciclo económico real" la utilizan para apoyar su
fe en las bondades del laissez- faire.3/ Los partidarios de la liberalización
del mercado de capitales la utilizan para culpar a los errores normativos de las burbujas
y derrumbes financieros. Las políticas crediticias hiperexpansivas engañan a los
mercados el tiempo suficiente para que se formen las burbujas, en tanto que la fuga de
capitales y los desplomes monetarios son la manera rigurosa que tienen los mercados de
disciplinar a los países por éstos u otros errores de política que afectan
negativamente a los fundamentales. El contraste entre el uso del FMI de ese racionamiento ex
post para justificar sus draconianos programas de reestructuración y escasa eficacia
en detectar ex ante los defectos normativos, sugieren lo que podría apodarse el
teorema del FMI: mientras más imperceptibles los defectos normativos, mayor será la
reestructuración de política que habrá que realizar.
Los análisis estadísticos de datos de los mercados de divisas, acciones y bonos muestran
generalmente una notoria autocorrelación de precios y volumen de transacciones, una
regresión lenta a despreciable a la media, errores de pronóstico de los corredores
correlacionados en serie, y otros resultados que no concuerdan con las predicciones de la
hipótesis del mercado eficiente.4/
Pero tal como la teoría Ptolomeica de los movimientos planetarios con su provisión
inagotable de epicielos, la hipótesis del mercado eficiente está protegida contra la
falsificación empírica concluyente gracias a un fondo inagotable de explicaciones ad
hoc basadas en las conmociones exógenas. Sin embargo, la disección analítica de las
premisas y corolarios de la hipótesis llega más al fondo de las cosas.
Hay tres críticas principales
centradas en los errores que contiene la hipótesis de que los agentes económicos
racionales en busca de la rentabilidad convergen inexorablemente en un único modelo
"verdadero" de determinación de precios de los activos y en una sola estrategia
comercial correcta. Cada una de ellas implica que, independientemente de las conmociones
exógenas, los agentes económicos que interactúan estratégicamente en los mercados de
activos que están inherentemente envueltos en la incertidumbre sistémica acerca de los
acontecimientos futuros que configurarán el "verdadero" valor de los activos
actuales, son propensos a generar burbujas, espigas y cracs. La inestabilidad del precio
de los activos es endógena al proceso de mercado.
La crítica a la información asimétrica es que los agentes con afán de lucro pueden
obtener individualmente una ventaja estratégica reteniendo información valiosa o
difundiendo información falsa. Por lo tanto, los prestamistas y prestatarios, así como
los vendedores y compradores en los mercados de capital no tendrán acceso a la misma
información, lo que atenta contra una de las condiciones para la convergencia de
expectativas. Los requisitos de reputación para tener una participación sostenida en el
mercado, el establecimiento de estándares de mercado formales en materia de
transacciones, pagos y garantías, y el surgimiento de las empresas clasificadoras de
valores y demás instituciones de mercado encargadas de la información y la divulgación,
tienden a reducir con el tiempo las manifestaciones burdas de ese comportamiento
oportunista. Pero el lucro potencial sigue siendo un aliciente constante para que los
agentes manipulen la información de maneras menos detestables.
La reacción del FMI y del Grupo de los Siete ha sido trasladar la fuente principal de
información asimétrica del oportunismo privado al oportunismo gubernamental. En su
evaluación luego de la crisis monetaria mexicana de 1994-1995 acusaron al gobierno
mexicano de engañar a los inversionistas de cartera reteniendo datos sobre el balance de
pagos y los balances de los bancos mexicanos. A fin de evitar futuras especulaciones
monetarias, el Grupo de los Siete autorizó en 1996 al FMI para establecer Normas
Especiales para la Divulgación de Datos: "que ofrecen a los países que tienen
acceso, o procuran acceder, a los mercados internacionales de capital, un medio voluntario
de suministrar datos económicos periódicos, oportunos e integrales. Un aspecto clave de
la implementación será una cartelera electrónica mantenida por el FMI en la página de
la Web en la Internet" (FMI, 1996).
Los movimientos especulativos masivos contra las monedas asiáticas un año después
sugieren que la solución de la cartelera electrónica era meramente un método fracasado
para que el Grupo de los Siete y el FMI pudieran soslayar la realidad de que las entidades
privadas también manipulan la información.5/
Otra crítica es que los "operadores técnicos", que se concentran en
interpretar las modalidades de comercio y no los fundamentales, son un componente
importante de los mercados de activos modernos. Los operadores "técnicos"
analizan los datos sobre el precio de los activos, el volumen transado y la composición
del intercambio a fin de descubrir los patrones que según ellos indican cuando es
inminente que se produzcan puntos de inflexión significativos. Sus estrategias
comerciales de seguir tendencias tienden a acentuar la volatilidad del mercado, pero
contrariando la hipótesis del mercado eficiente, la estabilización de la especulación
por los corredores en fundamentales no ha conseguido desterrar tales estrategias
comerciales, lo que sugiere que tienden a ser persistentemente lucrativas.6/ De hecho, en los modelos teóricos recientes de
los mercados de valores, los operadores técnicos destierran la transacción
"racional" aumentando la volatilidad a un nivel tal que los operadores
racionales se ven obligados a volverse cronometradores del mercado: ya sea adoptando
estrategias seguidoras de tendencias y contribuyendo con ello a la volatilidad del
mercado, o bien marginándose a la espera de que irrumpa el efecto de los fundamentales
(De Long y otros, 1990, Shleifer y Summers, 1990).
Sin embargo, la crítica teórica más penetrante es que la incertidumbre inherente acerca
de los rendimientos futuros de los activos de capital hace que sea lógicamente
incompatible la racionalidad de la hipótesis del mercado eficiente con el comportamiento
maximizador de la riqueza en los mercados financieros. Esta posición keynesiana (Keynes,
1936, capítulo 12) ha recibido respaldo renovado en los modelos recientes de los mercados
financieros en un formato de dinámica no lineal (teoría del caos). Para aislar el
elemento de la racionalidad, se supone que todos los agentes de estos modelos no están
coludidos, tienen acceso a la misma información, y son racionales "en el sentido de
que formulan expectativas sobre hipótesis verificables, y autocorrigen sus estrategias
comerciales en función de los resultados" (Arthur y otros, 1998). Pero como la
información acerca del futuro es limitada, evalúan los datos disponibles en forma
heterogéneo y formulan hipótesis divergentes. La reevaluación de sus propias hipótesis
se basará, además, no sólo en la información adicional que suministran los precios de
los activos después de la transacción, sino también en el conocimiento de que otros
agentes estarán reevaluando sus planteamientos sobre las reevaluaciones de otros
corredores. Es decir, los agentes racionales formulan todo el tiempo teorías acerca de
cómo reaccionaría el mercado a las nuevas informaciones en materia de
"fundamentales" y expectativas. Según la conocida frase de Keynes, preverán lo
que la opinión del promedio espera que sea la opinión del promedio (Keynes, 1936, p.
156).
Como las deducciones a priori sobre el estado de las expectativas y las estrategias
comerciales de otros agentes entrañan una regresión infinita hacia la subjetividad, los
agentes racionales tienen que depender sobre todo del racionamiento inductivo. No existe
una manera objetiva de verificar sus expectativas hipotéticas que no sea aplicándolas y
observando los resultados. El racionamiento inductivo es un proceso racional que impide
maximizar la toma de decisiones.7/ Esto
no excluye la posibilidad de que operadores heterogéneos puedan llegar a tientas a un
conjunto común de expectativas. Sí significa que tal equilibrio racional de expectativas
sería un caso especial, que no estaría basado en un consenso general sobre el
"verdadero" modelo de cómo los fundamentales determinan los precios de
equilibrio, sino en una confluencia de juicios subjetivos sobre la reacción probable de
los operadores a las informaciones sobre precios y fundamentales. Tal equilibrio de
expectativas tiende a ser transitorio, puesto que los agentes individuales podrían
socavarlo colectivamente al tratar de obtener ganancias ideando nuevos instrumentos y
estrategias comerciales.
Las condiciones para que surja un equilibrio de expectativas entre operadores
heterogéneos han sido el centro principal del modelado dinámico no lineal de los
mercados de activos. La simulación de mercados compuestos por operadores heterogéneos
con retroalimentación de las creencias y revisiones de estrategias múltiples y variables
requiere modelos que son demasiado complejos para soluciones determinadas, pero que
permiten la experimentación numérica. Arthur y otros dan cuenta de los siguientes
resultados de sus experimentos:8/
"Concluimos que si nuestros agentes adaptan con suma lentitud sus pronósticos a las
nuevas observaciones del comportamiento del mercado, el mercado converge en un régimen de
expectativas racionales. Aquí, las expectativas "mutantes" no logran un asidero
rentable ... el volumen de transacciones sigue siendo bajo. Rige la teoría del mercado
eficiente.
"Por otra parte, si permitimos que los operadores se adapten a las nuevas
observaciones de mercado a un ritmo más realista, persisten las creencias heterogéneas,
y el mercado se autoorganiza en un régimen complejo, Pasa a apreciarse una rica
'sicología de mercado' -un nutrido conjunto de expectativas. Las operaciones técnicas
surgen como una actividad lucrativa, y de vez en cuando hay burbujas y cracs temporales.
El volumen de las transacciones es elevado, en que períodos de quietud alternan con otros
de intensa actividad. Las series cronológicas de precios muestran persistencia de la
volatilidad... y del volumen transado... el comportamiento individual evoluciona
continuamente y no se estabiliza". (Arthur y otros, 1997, p. 301).
Por último, debe destacarse que un equilibrio de expectativas sólo significa que los
planteamientos de los operadores son sustentables, pero no traduce el uso óptimo de
recursos en la economía real. Puede coexistir con tasas elevadas de desempleo y de
capacidad excedentaria. Cuando la sustentabilidad es una función del comportamiento
autogenerado de los mercados financieros 9/ el
"fundamental" estabilizador no sería otra cosa que una gran confianza en que la
"opinión del promedio del mercado" está convencida de que las políticas que
cree que contribuyen a sustentar la tendencia actual del precio de un activo son también
políticamente sustentables y, por ende,"creíbles" (Eatwell 1997, pp. 30 a 36).
II. Un análisis de los
hechos
En su reciente estudio histórico de la globalización financiera, Barry Eichengreen
destaca la singularidad de la era clásica del patrón oro, 1880-1913. Fue el único
período moderno prolongado en que la frecuente especulación desestabilizadora en los
mercados de capital y crediticios nacionales y la movilidad irrestricta del capital
internacional coexistieron con un equilibrio sostenido de las expectativas en los mercados
cambiarios de las principales potencias industriales. El equilibrio de las expectativas
alentó persistentemente los flujos financieros estabilizadores que facilitaron
considerablemente el mantenimiento de tipos de cambio fijos (Eichengreen, 1996, capítulo
2). Lo que sostenía el equilibrio, señala, era la convicción compartida en los mercados
financieros de que los gobiernos no sólo privilegiaban la preservación de la paridad oro
de su moneda sobre otros objetivos de política, sino que tenían la libertad política
para imponerla. Por ende, los movimientos del tipo de cambio del mercado hacia el punto en
que había que exportar o importar oro solían provocar una corriente inversa de capitales
de corto plazo que permitía prever un fortalecimiento del tipo del mercado que obviaba la
necesidad de recurrir a los flujos de oro.10/
La expectativa de que el banco central ajustaría su tasa de descuento para facilitar la
inversión descrita hacía más apetecible la rentabilidad prevista de la especulación
estabilizadora. En la práctica, las llamadas "reglas del juego" del patrón oro
-la no esterilización de la afluencia de capital extranjero eran violadas con frecuencia
por los bancos centrales presionados para estabilizar el servicio de la deuda del gobierno
o rescatar a un banco "demasiado grande para quebrar" como en la crisis Baring
de 1890 (Eichengreen, 1996, pp. 27 a 30). 11/
Sin embargo, para proteger las reservas de oro del Banco de Inglaterra durante las crisis
hubo que recurrir a canjes urgentes de oro con otros bancos centrales europeos, lo que
inició una modalidad de coordinación de la crisis entre los bancos centrales europeos
que fortaleció más la confianza del mercado en la credibilidad de las paridades oro.
En cambio, la resurrección del patrón oro en los años veinte carecía de credibilidad.
"Cuando se alteró el sistema, el capital financiero que antes había fluido en
dirección estabilizadora se dio a la fuga, transformando una alteración menor en una
crisis económica y política" (Eichengreen 1996, p. 46).
¿Por qué la diferencia? Eichengreen subraya el cambio de las condiciones políticas e
institucionales. Antes de la primera guerra mundial, la "cuestión social" no
estaba todavía en la primera plana de lo político, por efecto de la limitación del
sufragio popular y la débil movilización política de las clases trabajadoras, mientras
que las restricciones al sindicalismo sustentaban la flexibilidad salarial. " Las
autoridades podían tomar las medidas necesarias para defender la moneda sin sufrir
consecuencias políticas funestas. Dado que los mercados estaban conscientes de este
hecho, se inclinaban menos a atacar la moneda. En cierto sentido, las limitaciones a la
amplitud de la movilidad del capital como fuente de aislamiento de los tipos de cambio
vinculados al oro fueron reemplazadas por limitaciones a la amplitud de la
democracia". (Eichengreen 1996, p. 191). Pero la "difusión del sufragio
universal y el asociacionismo democrático como reacción contra la tiranía de las
fuerzas del mercado que el patrón oro había contribuido a desatar y la politización
consiguiente del entorno normativo... destruyeron la viabilidad del patrón oro".
(Eichengreen, 1996, pp. 191 y 192).12/
Tal vez una expresión más apropiada sería la nueva politización del entorno normativo,
puesto que la política económica está siempre inserta en un entorno normativo
configurado en gran medida por la distribución imperante del poder político.
Los acuerdos de Bretton Woods eran una solución de transición entre tres
"lecciones" básicas aprendidas en la era del patrón oro y de la experiencia
entreguerras.
1. Los tipos de cambio flotantes
propician los flujos especulativos desestabilizadores y perturban los precios de los
productos y el comercio exterior. La evaluación de Nurkse, compartida por todos los
negociadores claves del Convenio Constitutivo de Bretton Woods, carta fundamental del FMI,
señalaba que:
"Si hay algo que la experiencia entreguerras ha demostrado claramente, es que no se
puede dejar que el tipo de cambio del papel moneda fluctúe día a día bajo la influencia
de la oferta y la demanda del mercado... Si se permite que las monedas fluctúen
libremente, la especulación en su más amplio sentido tenderá a desbaratar los tipos de
cambio -la especulación no sólo en divisas sino también, en consecuencia, en productos
que requieren divisas (Nurkse, 1944,pp. 147 y 148).
2. La restauración del comercio y de la inversión extranjera multilaterales comparables
a los que imperaban en la era clásica del patrón oro debe ser un objetivo prioritario,
lo que exige la formación de un régimen internacional de tipos de cambios estables y
convertibles, parecidos al del patrón oro.
3. El clima sociopolítico de los países industriales ya no permitía defender un tipo de
cambio fijo que se antepusiera a las políticas de pleno empleo y bienestar social
(Ikenberry, 1993). Como escribió el principal negociador estadounidense:
"Los ingleses no han olvidado que en la crisis de la libra esterlina de 1931 se
redujeron los servicios sociales en un intento por mantener fija la paridad de la libra.
Escudarse en los acuerdos monetarios para imponer políticas impopulares cuyos méritos o
deméritos no descansan en consideraciones monetarias internacionales propiamente tales
sino en toda la filosofía y el programa económico del país en cuestión, viciaría la
atmósfera de la estabilidad financiera internacional (White, 1945).
El Convenio Constitutivo creó un sistema para efectuar ajustes ordenados del balance de
pagos que tradujo un compromiso entre la posición británica, construida sobre todo en
torno a la primera y tercera lecciones, y la posición estadounidense basada
principalmente en la primera y segunda lecciones. Los tipos de cambio se vincularían al
oro en el caso del dólar estadounidense, y al dólar y al oro en el caso de las demás
monedas, pero los tipos de cambio fijos podían ajustarse para aliviar
"desequilibrios fundamentales", con el consentimiento del FMI. En tales casos
los ajustes serían simétricos: los países con superávit de pagos considerables y
persistentes procederían a apreciar, y los países deficitarios a devaluar, sus tipos de
cambio. Las monedas serían libremente convertibles en otras monedas para todas las
transacciones en cuenta corriente, pero la convertibilidad del oro sería sólo
intergubernamental. Sin embargo, los países miembros podían aplazar la convertibilidad,
también con el consentimiento del FMI Además, el Artículo VI permitía que los miembros
aplicaran controles de capital indefinidamente, y disponía que el FMI suspendiera sus
créditos si estaban financiando la fuga de capitales del país prestatario. El FMI
supervisaría los ajustes en forma ecuánime, y aportaría liquidez de corto plazo a los
miembros con problemas de balanza de pagos, mientras que su institución gemela, el Banco
Mundial, sería el conducto principal para los préstamos intergubernamentales de largo
plazo.
La simetría del sistema formal dio paso rápidamente a la asimetría del poder. El FMI
tenia poca influencia sobre los países superavitarios. Tampoco tenía mucha sobre los
países deficitarios, puesto que los Estados Unidos, la fuente principal de liquidez
internacional, decidió darle escaso sustento al Fondo y al Banco Mundial. En cambio, su
generosidad se manifestó en conductos que apoyaban más directamente sus objetivos de la
Guerra Fría -el fortalecimiento de Europa occidental como bastión contra el comunismo, y
"ganarse la mente y los corazones" de los países en desarrollo, cuyo número
aumentaba con rapidez debido a la descolonización. En consecuencia, las normas de Bretton
Woods se aplicaron en forma relajada. Después de los primeros años de la posguerra, los
gobiernos de Europa occidental pudieron evitar nuevas devaluaciones y conciliar sus
déficit de pagos en el exterior con sus objetivos de empleo y bienestar social
recurriendo a los controles de capital y de las importaciones, con ayuda estadounidense
como apoyo de emergencia, de modo que la revinculación del tipo de cambio pasó a ser una
rareza entre los países industriales durante la era de Bretton Woods. Los países en
desarrollo procuraron también preservar tipos de cambio fijos mediante controles, aunque
con menos capacidad de hacerlos cumplir con éxito. Se convirtieron en el teatro principal
de operaciones del FMI y del Banco Mundial, cuyos recursos financieros se vieron no
obstante empequeñecidos por la asistencia extranjera bilateral de los Estados Unidos y el
resurgimiento de los países de Europa occidental.
Pese a que el plan sufrió algunas alteraciones, la era de Bretton Woods (1948-1973) fue
para la mayoría de los países el punto culminante del bienestar económico y social; en
forma retrospectiva se la ha apodado la edad dorada del capitalismo (Marglin y Schorr,
1990). Pero el régimen cambiario de tipo fijo fue dado de baja por su incapacidad para
resolver el "dilema de Triffin": cómo seguir aumentando las obligaciones
estadounidenses internacionales en dólares para satisfacer las necesidades de reserva
monetaria de la economía mundial en expansión, sin minar la confianza de que esas
reservas seguirían siendo de facto plenamente convertibles en oro (Triffin, 1960).
Cuando las obligaciones monetarias estadounidenses con el exterior superaron las reservas
oficiales de oro a principios de los años sesenta, decayó la confianza y el precio del
oro en el mercado privado del metal se elevó por encima del precio de paridad
estadounidense. Francia agravó entonces el problema al canjear parte de sus reservas en
dólares por oro estadounidense. Gracias a la revaluación moderada de un surtido de
monedas europeas, los controles de capital estadounidenses, la mancomunación
intergubernamental del oro, y la creación de los derechos especiales de giro (DEGS) el
régimen cambiario de tipo fijo pudo seguir funcionando durante los años sesenta, pero
las fugas especulativas contra el dólar se intensificaron a fines de la década, y en
1971 Estados Unidos suspendió la convertibilidad del oro. Los acuerdos para elevar el
precio en dólares del oro, aunque sin restablecer la convertibilidad del mismo, y
revaluar las monedas europeas y el yen, no lograron contener los movimientos especulativos
contra el dólar y en 1973 el sistema de cambio fijo fue reemplazado oficialmente por
tipos de cambio flotantes.
La autopsia de este fracaso clasifica sus causas en fallas de coordinación y la fuerza
irresistible del mercado. Ninguna es concluyente. Las primeras destacan los obstáculos
políticos que se oponen a las modificaciones conjuntas de las políticas macroeconómicas
que podrían haber protegido la vinculación dólar-oro, en que la guerra de Vietnam
impopular en los Estados Unidos y Europa, suele considerarse uno de los obstáculos
críticos. De esto se infiere que modificaciones técnicamente viables de la política
podrían haber resuelto el dilema de Triffin sin renunciar al régimen del tipo de cambio
fijo, ni sacrificar los objetivos de bienestar de Bretton Woods. Sin embargo, estas
explicaciones políticas hipotéticas de un acontecimiento único, son de por sí
especulativas. La explicación de las fuerzas irresistibles del mercado tiene corolarios
comprobables. El avance hacia las metas de Bretton Woods -monedas convertibles en cuenta
corriente, un comercio más libre y un crecimiento económico más rápido- alentó de
hecho la expansión de empresas transnacionales con el poder de evadir los controles de
capital mediante la fijación de precios de transferencia, y amplió los cauces para que
las firmas nacionales evadieran los controles de capital mediante la facturación ficticia
de importaciones y exportaciones. Sin embargo, varios estudios confirman que los
diferenciales de tasas de interés con cobertura entre las principales monedas en los
años sesenta oscilaban entre 1 y 2%, lo que indica que los controles de capital seguían
moderando el arbitraje entre monedas.13/
En el plano técnico, a fines de los años sesenta los gobiernos todavía tenían la
opción de endurecer los controles de capital para contribuir a rescatar el régimen de
tipo de cambio fijo ajustable. Sin embargo, en el plano político el precario equilibrio
de poder entre la banca y el Estado, que había imperado durante las dos primeras décadas
de la posguerra en los Estados Unidos y en Europa, se estaba resolviendo en favor de los
bancos y los mercados financieros con sus demandas de mayor libertad de mercado (Pringle,
1992). Apoyaba esas demandas, según Robert Pringle, un "cambio de guardia" en
términos de la ideología imperante de la política económica, en que la nueva
generación de monetaristas tomaba el control de puestos claves para la formulación de
políticas. Los monetaristas ofrecían legitimidad intelectual a la desregulación
financiera. La creencia de los monetaristas de que los mercados podían ser controlados
adoptando objetivos monetarios demostró ser correcta sólo en el corto plazo. Estas
defensas tan débiles contra el poder del mercado fueron mucho menos difíciles de salvar
que las que establecía el acuerdo de Bretton Woods. De hecho, este es el momento en que
los mercados comenzaron realmente a divertirse (Pringle, 1992, pp. 98 y 99).
Para explicarse las fuerzas irresistibles del mercado es preciso entender los elementos
políticos e ideológicos que las fraguaron.
La desregulación financiera se difundió imperceptiblemente durante los años setenta,
mientras los controles de capital seguían vigentes en la mayoría de los países a fines
de la década. En contra de la afirmación de Milton Friedman en su contraataque canónico
contra la primera lección, de que los tipos de cambio flotantes evitan las corrientes de
capital especulativo mediante la rápida absorción de las crisis de balance de pagos
(Friedman, 1953), los flujos de capital de corto plazo aumentaron durante los años
setenta sumados a una mayor volatilidad del tipo de cambio real y nominal. Pero el
holgorio realmente llegó a su punto en los años ochenta, cuando la liberalización del
capital se expandió por toda la OCDE y una minoría respetable de los países en
desarrollo abrieron enoormes nuevos cauces para la transferencia casi instantánea de
fondos a escala mundial.
El movimiento diario de divisas en el mundo se elevó de 18 mil millones de dólares en
1977 a 1 230 mil millones de dólares en 1995 (1 300 mil millones si se agrega el valor de
mercado de instrumentos derivados) (Felix, 1996 b, cuadro Al). Se sumaron a la expansión
una volatilidad aún mayor del tipo de cambio nominal y real y desajustes prolongados, que
aumentaron los riesgos de exportación-importación y contribuyeron a desacelerar más el
crecimiento del volumen de las exportaciones mundiales después de 1980.14/ Cuando la relación entre el
movimiento mundial de divisas y el valor del comercio mundial, que era de 3.5 a 1 en 1977,
se elevó a 64.1 a 1 en 1995 (Felix, 1996 b, cuadro A.2), el exceso de demanda que se
originó en las transacciones internacionales de activos financieros, más bien que los
desequilibrios del comercio de productos básicos, había pasado a ser el determinante de
los movimientos cambiarios. Las autoridades monetarias y fiscales de los países en
desarrollo y las potencias industriales menores tuvieron que reorientar el centro de sus
políticas cambiarias y de tasas de interés destinadas a mejorar la asignación de
recursos en la economía real y concentradas en calmar las expectativas volátiles en los
mercados financieros. Había que modificar la máxima neoliberal de "corrija
precios" por la de "mantenga sus políticas aceptables para los mercados
financieros". 15/
No obstante, un estudio reciente del FMI calcula que de los 181 países miembros del
Fondo, 36 habían tenido una o más crisis bancarias sistémicas y 108 habían atravesado
por uno o más períodos de "notorios problemas bancarios" durante el período
1980-1995. El estudio define las crisis como aquellos "casos en que había
movimientos especulativos u otros cambios de cartera sustanciales, colapsos de empresas
financieras o intervención masiva del gobierno". Los problemas notorios traducen una
"gran inestabilidad, casi crítica" (Lindgren, García y Saal, 1996). Así, 80%
de los miembros del FMI están afligidos por uno u otro problema, porcentaje que ha
crecido debido a las crisis financieras por las que atraviesan actualmente los países de
Asia oriental y Europa oriental. Un estudio econométrico reciente de países en
desarrollo centrado en los vínculos causales halla una fuerte correlación positiva entre
la liberalización de los mercados financieros internos y la incidencia de las crisis
bancarias y de balance de pagos (Kaminsky y Reinhart, 1996).
También resulta desconcertante para los partidarios de la liberalización del capital la
observación de Martin Feldstein y colaboradores de que la elevadísimo correlación entre
el ahorro interno y la inversión que imperaba en los países de la OCDE durante los años
setenta, apenas declinó en los años setenta y ochenta, pese a la expansión explosiva de
compras de bonos y acciones entre los países de la OCDE, con distintas monedas.
(Feldstein, 1994). La explicación de Feldstein es que las operaciones de cobertura
minimizan la transferencia monetaria neta de las transacciones de activos.16/ Pero para entender el crecimiento
explosivo del movimiento de divisas desde los años setenta, hay que reconocer también
que la cobertura, al extender la cadena de transacciones vinculadas con una operación
inicial, no sólo extiende el riesgo, sino que genera otros nuevos. Estos a su vez ofrecen
un mercado lucrativo para que las instituciones financieras ofrezcan instrumentos de
cobertura novedosos, y altos ingresos para los "ingenieros financieros"
empleados para diseñarlos. Pero dado que los riesgos sólo se pueden cubrir parcialmente,
las innovaciones financieras también expanden las oportunidades para la toma de
posiciones especulativas. Hace una década, un banquero londinense resumía así la
dinámica en curso: "Un aspecto más polémico de la nueva configuración del sistema
financiero es que el grueso de sus participantes tiene ahora intereses creados en la
inestabilidad. Esto obedece a que el advenimiento de bolsas con alta tecnología ha
elevado el nivel de los costos fijos. Los costos fijos elevados implican que se requiere
un intenso movimiento para lograr rentabilidad. El movimiento intenso sólo tiende a
ocurrir cuando los mercados son volátiles. Los analistas de Salomon Brothers lo dicen sin
rodeos. 'Resulta lógico que el entorno más desestabilizante para una institución sea un
entorno cambiario relativamente estancado'." (Walmsley, 1988, p. 13).
Una década después, un consultor de riesgos de Wall Street escribe: "si se
considera que la gestión de riesgos a principios de los años setenta consistía casi
exclusivamente en la evaluación del riesgo crediticio, resulta impresionante considerar
la galaxia de riesgos que rastreamos, analizamos y gestionamos hoy. La observación se
acompaña de una "lista parcial" de la galaxia, que contiene 45 categorías
diferentes de riesgo" (Beder, 1997, p. 347).
Para los partidarios de la liberalización resulta muy desconcertante la acumulación de
pruebas de que la globalización de las finanzas ha ido a la par con tendencias adversas
en la economía del mundo real. El crecimiento del PIB real en la OCDE ha disminuido desde
la desaparición de Bretton Woods, tal como lo ha hecho el crecimiento de la inversión
fija y la productividad del trabajo y el capital (Felix, 1997, cuadros 2, 5 y 6). El
aumento de los coeficientes exportaciones/ PIB de los países de la OCDE son indicadores
ineficientes de la integración económica acelerada por efecto de la liberalización del
comercio, ya que sólo reflejan menos desaceleración de las exportaciones que crecimiento
del PIB luego de la desaparición de Bretton Woods (Felix, 1997, cuadros 3 y 4). Dicho
retardo fue más selectivo en las regiones en desarrollo durante los años setenta, pero
en los años ochenta abarcó la mayoría del mundo en desarrollo, salvo el Asia meridional
y oriental (Felix, 1996 a, cuadros 3 a 6)
Los defensores de la liberalización del capital han respondido a tales datos con argucias
retóricas confusionistas, tautologías y dudosos argumentos en materia de
intensificación financiera. Así, a Bretton Woods se le da el trato de la leyenda negra.
Lejos de haber sido una edad dorada, su legado de distorsiones del mercado, subestimado en
un principio, requiere más tiempo y liberalización del mercado para corregir.
Dos estudios recientes de la OCDE ilustran la segunda línea de defensa, que consiste en
basar las conclusiones sobre el bienestar exclusivamente en los datos financieros. El
primero observa que estadísticamente la mitad del incremento de las tasas de interés
reales entre los años setenta y ochenta obedeció a la liberalización del mercado
financiero, lo que interpreta como indicativo de cuán grave tiene que haber sido la
asignación ineficiente de recursos (Orr, Edey y Hviding, 1995). El otro estudio reconoce
que la posibilidad de que el aumento del alcance y la diversidad de los servicios
financieros resultantes de la liberalización financiera mejore el bienestar "depende
del criterio que se aplica para decidir en qué medida la mayor actividad financiera es de
beneficio económico y no sólo una agitación excesiva o innecesaria. Sin citar datos de
la economía real, el estudio concluye que el levantamiento de los controles a las tasas
de interés y el racionamiento del crédito impulsado por la regulación" tienen que
haber mejorado la eficiencia en la asignación de los recursos al abrir oportunidades para
diversificar la cartera internacional y eliminar una distorsión cuya severidad se refleja
en el aumento sustancial del margen entre las tasas de préstamo interbancarias y las
existentes entre banco y cliente en los países de la OCDE después de 1980 (Edey y
Hviding, 1995). La misma premisa se usa también como prueba.
No cabe duda que en las economías de mercado, el sector financiero presta dos servicios
esenciales al sector productivo: la difusión del riesgo y la liquidez. Pero impulsado por
su dinámica endógena, el sector financiero también puede agregar riesgos a la
economía, y la liquidez se esfuma con rapidez si los quiebres en las cadenas de
compromisos de pago se propagan generando una crisis de pagos sistémica. Interpretar las
correlaciones positivas entre la intensificación financiera y el ingreso per cápita de
varios países como apoyo a la liberalización financiera (por ejemplo, King y Levine,
1993), es imputarle indebidamente monotonicidad a la relación no lineal entre las
finanzas y la economía real. Así, entre 1955 y 1993 la proporción del PIB absorbida por
el rubro de las finanzas, seguros y bienes raíces se elevó prácticamente en forma
monotónica en cada país del Grupo de los Siete. En cambio, la tasa tendencias de
crecimiento de los bienes y servicios no financieros sólo subió en las dos primeras
décadas, lo que apoya la tesis de que el aumento de la actividad financiera promueve el
crecimiento de los bienes y de los servicios no financieros, pero declinó en las dos
décadas siguientes, lo que sugiere que los nuevos aumentos en la participación de
recursos absorbidos por el rubro mencionado estaban desplazando ahora al producto no
financiero (Felix, 1996, gráficos 1 a 7). Dado que los controles financieros
caracterizaron a las dos primeras décadas y la liberalización financiera caracterizó a
las otras dos, los datos implican que la liberalización financiera facilitó la
asignación ineficiente de recursos.
Las cadenas de pago entre distintas monedas, cada vez más complejas, muestran el efecto
del palanqueo; la liquidez privada ha pasado a incorporarse sobre todo en complejas
cadenas de pago y no en reservas líquidas más seguras. Simultáneamente, la relación
entre las reservas oficiales en divisas y el movimiento diario de divisas cayó de 16
días en 1977 a un solo día en 1995. Ha estado aumentando la vulnerabilidad de los
mercados financieros globalizantes a las pérdidas súbitas de liquidez por quiebres en
las cadenas de pago, mientras las pérdidas súbitas de liquidez por quiebres en las
cadenas de pago, mientrasque ha ido disminuyendo la capacidad de los bancos centrales para
intervenir con liquidez de emergencia.
Las autoridades monetarias de los grandes países industriales han respondido hasta ahora
de dos maneras, ninguna de ellas muy eficaz. El Acuerdo del Plaza de 1985 logró devaluar
el dólar en relación con otras monedas importantes, pero los mercados financieros han
frustrado fácilmente los esfuerzos ulteriores por fijar límites a las fluctuaciones
monetarias claves. Cada nuevo Acuerdo de Basilea que se celebra sobre regulación bancaria
entre los bancos centrales de los grandes países industriales ha sido obviado por nuevas
innovaciones financieras de los bancos. Actualmente, los requisitos de capital bancario en
función del riesgo, emanado del Acuerdo de Basilea de 1988, están siendo viciados por el
crecimiento explosivo en la última década de los instrumentos derivados "a la
medida". Ideados por los grandes bancos, los instrumentos derivados son partidas
complementarias y, por ende, no están sujetas al acuerdo de 1998 sobre requisitos de
capital de riesgo. Una enmienda al acuerdo de 1988, introducida en 1997, exige que cada
banco evalúe su "capital en riesgo" en operaciones con instrumentos derivados,
utilizando su propio modelo de riesgo y las autoridades reguladores verifican el
resultado. Pero cada vez más se reconoce que los modelos de "capital en riesgo"
son defectuosos.17/ Y tal como Alan
Greenspan señaló al anunciar la nueva reglamentación, "ahora sabemos que un
número importante de balances quedan obsoletos en un día. Treinta años atrás se
consideraba bastante adecuado que los reguladores examinaran los estados financieros en
forma periódica: hoy tienen que actualizar continuamente los métodos reguladores" (Wall
Street Journal, 8 de agosto de 1996).
Además, los mayores requisitos de capital de riesgo de los bancos les permiten dedicarse
a la titularización, proceso en el que los bancos inician préstamos de largo plazo y los
convierten en bonos negociables que son garantizados por las previstas corrientes de pago
de paquetes de tales préstamos. Por lo tanto, los mercados de capital han asumido el
seguimiento de una proporción creciente de la deuda de largo plazo de los bancos. Dado
que el seguimiento individual de los préstamos que componen el paquete no es eficaz en
función de los costos para los operadores de bonos, el seguimiento que hace el mercado de
capitales tiende a concentrarse en el comportamiento de clases de bonos titularizados y,
tal como con otros bienes comerciables, a tratar de "prever lo que la opinión
promedio espera que sea la opinión del promedio" respecto a los movimientos de
precio de los bonos. La diversificación de la cartera internacional y la volatilidad del
tipo de cambio añaden una preocupación cambiaria, que combinada con el seguimiento por
clases de activos y la "racionalidad inductiva" de los operadores está más
propensa a producir suspensiones súbitas del crédito y efectos contagio que el préstamo
bancario directo desplazado por los activos titularizados. Los bancos pueden evaluar mejor
a cada deudor y pueden organizar con más facilidad acciones colectivas para compartir el
riesgo de renovar los préstamos que los tenedores muy diversos de los bonos
titularizados. Los bancos centrales y el FMI tienen los medios para obligar a los bancos a
tomar tales medidas colectivas, pero no los apremiados de bonos. El economista de Wall
Street John Lipsky concluye que en un mundo de capital móvil, titularizado, hay pocas
probabilidades de que funcionarios del FMI sean capaces de construir un programa de
estabilización creíble, que incluya las reformas estructurales necesarias en condiciones
de crisis, en cuestión de días. Incluso la disponibilidad de financiamiento externo
público de emergencia en gran escala no será suficiente por sí mismo para garantizar el
éxito (Lipsky, 1998).
Los participantes más vulnerables en el sistema financiero en vías de globalización,
los países en desarrollo con sus flojos mercados financieros, han tratado de fortalecer
sus defensas contra la especulación monetaria aumentando sus reservas en divisas. En 1997
poseían 55% de las reservas mundiales oficiales, pero representaban menos del 25% del
comercio mundial. La acumulación de bonos del tesoro estadounidense y de depósitos
bancarios de baja rentabilidad a un costo de oportunidad considerable ha contribuido a
financiar los déficit crecientes en cuenta corriente de los Estados Unidos,18/ pero ha sido una defensa débil
contra las especulaciones monetarias y la desaparición abrupta de la liquidez
internacional. Por ende, los consorcios de préstamos de emergencia proporcionados por el
FMI se han generalizado incluso más en los años noventa que durante la crisis de la
deuda de los años ochenta.
Sin embargo, los últimos préstamos de consorcios, incluso más que durante la crisis de
la deuda de los años ochenta, se vienen ofreciendo en condiciones impuestas por el FMI
que otorgan primacía a reactivar la entrada de capitales privados y a integrar firmemente
la economía con los mercados internacionales de capital. Es de rigor mantener el servicio
íntegro de la deuda externa existente, y la garantía gubernamental por la deuda externa
de las empresas privadas sobreendeudadas es un procedimiento estándar, mientras que la
restricción de capitales y los controles a la importación para conservar divisas se
descartan como incompatibles con la meta a largo plazo de la integración financiera. A
fin de dar cabida a estas prioridades, la reestructuración que propicia el FMI exige
ahora una restricción monetaria fiscal más severa, y los países sometidos a la terapia
del Fondo tienen que soportar más crisis bancarias, bancarrotas, deflación de activos y
desempleo que en la era de Bretton Woods. Esto ha generado una crisis de legitimidad para
el FMI.
En Asia, la violencia popular y la oposición de los empresarios locales a la absorción
de activos a precios de liquidación por empresas extranjeras amenazan con una reacción
política violenta contra la asimetría de exprimir al deudor para proteger al acreedor.
Pero al tratar de desviar esa reacción relajando la austeridad con mayores asignaciones
de crédito, la mayor demanda de fondos por parte del FMI ha generado una reacción
adversa en los medios de comunicación y las legislaturas del Grupo de los Siete que
tienen que proveer esos fondos, en que la derecha y la izquierda se unen para condenar al
FMI por rescatar a prestamistas irresponsables a un enorme costo para el país deudor,
incitando con ello a que se otorguen créditos más riesgosos en el futuro (Schultz, Simon
y Wriston,1998).19/
Más fundamental es el hecho de que el Fmi y el Banco Mundial, a juzgar por sus frecuentes
revisiones luego de la crisis de los conjuntos de "políticas racionales" que
deben seguir los países en desarrollo para conciliar la apertura a los mercados
financieros internacionales con la necesidad de esquivar las corrientes perturbadoras de
capital especulativo, parece que realmente no tienen la menor idea de cómo podría
lograrse ese objetivo. Ni las "políticas racionales" del modelo de políticas
de "primera generación", que recalcaba el crecimiento monetario estable, no
inflacionario, la prevención de los déficit fiscales y la liberalización de los tipos
de cambio y las tasas de interés, ni las revisiones posteriores más o menos ad hoc que
recomiendan reordenar la secuencia de la liberalización, esterilizar las entradas y
salidas de capital, vincular el tipo de cambio, hacer más rigurosa la supervisión
bancaria, etc., han demostrado alguna eficacia para cumplir su cometido.
or lo tanto, después de la crisis mexicana, el Fmi y el Banco Mundial comenzaron a
insistir en que el obstáculo fundamental era la estrechez e inexperiencia de los mercados
financieros de los países en desarrollo, que los volvía muy propensos a magnificar el
impacto de las convulsiones financieras y transformarlas en crisis. Sin embargo, las dos
instituciones diferían en cuanto a la solución. El FMI proponía que el Fondo vigilara
en forma más profunda los mercados financieros y la ejecución de políticas en los
países en desarrollo y que estos países aportaran datos económicos más oportunos y
transparentes. Se suponía que el suministro de mayor información en forma más oportuna
moderaría las reacciones espantadizas de los mercados financieros internacionales que
desencadenaban las crisis. El Banco Mundial, por su parte, consideraba que se estaba ante
un proceso evolutivo. en que los países en desarrollo se hallaban en diferentes etapas de
consolidación de los requisitos institucionales para absorber con eficacia las corrientes
de capital. Los que se hallaban en las etapas iniciales requerían controles de capital
para fortalecer sus defensas monetario-fiscales contra las marejadas y retiros súbitos de
capital, mientras que los de etapas avanzadas podían abrirse plenamente al capital
extranjero (Banco Mundial, 1997). La crisis asiática echó por tierra ambas soluciones.20/
Paul Volcker resumió el problema pendiente en un testimonio reciente ante el Congreso de
los Estados Unidos como sigue: "Hay un agudo conflicto entre las finanzas mundiales y
los pequeños mercados emergentes, causado por la cantidad de dinero que se mueve casi sin
previo aviso, impelida por el afán de alta rentabilidad, en volúmenes que abruman a
estas economías. No se trata de grandes transatlánticos como los Estados Unidos que
pueden flotar en estas aguas. Se trata de canoas del Pacífico sur que pueden darse vuelta
de campana" (citado en Sawyer, 1998).
Además, el problema es parte de uno más grande, captado por las estadísticas que
demuestran que las corrientes de capital en expansión desde principios de los años
ochenta han estado asociadas no sólo con tasas de interés real de largo plazo más
elevadas en cada país del Grupo de los Siete, sino con tasas que han sido
considerablemente más elevadas que la tasa de crecimiento del PIB de cada país.
El único precedente histórico moderno es el período entreguerras, en cuya segunda mitad
se desplomó el crecimiento del PIB. Durante la era clásica del patrón oro, el
promedio de las tasas de interés reales fue ligeramente inferior al de las tasas de
crecimiento del PIB (Felix, 1997, cuadro 9). Al expandirse la deuda pública y privada con
mayor rapidez que el PIB nominal, la porción rentista del ingreso del Grupo de los Siete
ha venido elevándose aceleradamente. Las altas tasas de interés reales deberían frenar
la inversión, pero sólo han frenado la inversión real y no la financiera, como lo
muestra la proliferación de fusiones y adquisiciones y el alza extraordinaria de los
precios de las acciones. Así, la participación global del capital en el ingreso ha
venido aumentando, y puesto que los bonos y valores son en su mayoría de propiedad del
decil de ingreso superior, el ingreso de los hogares y la concentración de la riqueza
también han venido aumentando. Aunque la liberalización del capital, que ha fortalecido
considerablemente el poder disciplinario de los mercados financieros, ha producido
pingües ganancias para los grandes propietarios de activos y para los operadores del
mercado financiero, la participación del capital no puede llegar a 100%. Sin embargo, es
mucho menos probable que la especulación estabilizadora produzca una nivelación gradual
de esa participación que las crisis financieras o las reacciones políticas produzcan una
frenada en seco comparable a la que puso término al auge de los activos de los años
veinte. Tal vez sea por eso que Volcker en su testimonio subrayó también que el desafío
principal era controlar los flujos masivos de capital, que él consideraba la máxima
amenaza a la estabilidad económica en todo el mundo (Sawyer, 1998).
III. Obstáculos
políticos a las medidas racionales de control: algunas observaciones finales
Ahora que se ha desbaratado la tesis de que para lograr el bienestar económico
conviene más expandir la globalización financiera que controlarla, cabe preguntarse
¿qué motiva la insistencia en una mayor liberalización del capital? Jagdish Bhagwati
acusa como fuerza principal al "complejo Wall Street-Tesoro de los Estados
Unidos", el va y viene de personal entre las firmas de Wall Street y los cargos
claves del Tesoro estadounidense. El afán de hacer carrera y la selección por
ideologías aseguran que las ambiciones de la comunidad financiera internacional
estadounidense cuenten con el firme respaldo del Tesoro (Bhagwati, 1998). No sostiene que
ese complejo sea propio de los Estados Unidos, sino que en ese país se llevan las riendas
de la globalización financiera, 21/
aunque hay intercambios profesionales comparables en los demás países del Grupo de los
Siete y en el FMI que contribuyen a promover la aceptación de los planteamientos
estadounidenses.22/
No obstante, la existencia de un enfoque geopolítico más amplio lo prueba el rechazo
aplastante que recibió la propuesta de Japón en agosto de 1997 de establecer un fondo
monetario asiático de 100 mil millones de dólares que sería financiado conjuntamente
por los países asiáticos, siendo Japón su contribuyente principal. El Fondo otorgaría
créditos de emergencia para defender las monedas asiáticas en peligro y préstamos de
largo plazo para el desarrollo en períodos más tranquilos. Se obtuvo rápidamente el
respaldo de los países asiáticos, incluidos China y Taiwán, pero al tropezarse con la
violenta oposición del FMI y Washington, Japón retiró la propuesta pocas semanas
después (Altbach, 1997). Esto dejó a los créditos de consorcios propiciados por el FMI
vinculados a su programa "clásico" de austeridad y liberalización del mercado
como la única fuente de financiamiento de emergencia. Washington y el FMI presionaron al
Japón para que ayudara a la recuperación volviéndose "Keynesiano", es decir,
aumentando su déficit fiscal y estimulando el consumo, y que al mismo tiempo abriera más
su mercado interno a los productos extranjeros y su sector financiero a los competidores
extranjeros. En el plano económico esto era contradictorio, pero desde el punto de vista
geopolítico la maniobra era un triunfo doble, porque suprimía un posible bloque
monetario y comercial asiático en formación y promovía los intereses de las empresas
multinacionales e instituciones de crédito estadounidenses. 23/
La negativa rotunda de Estados Unidos a colocar el impuesto Tobin en el programa del Grupo
de los Siete parece ser, sin embargo, un caso en que la ideología le ganó la mano a la
racionalidad geopolítica. El peligro de que las secuelas de las crisis financieras
actuales y futuras hagan zozobrar los objetivos comerciales estadounidenses es por cierto
de tal magnitud que aconseja reordenar las prioridades a medio camino: o sea restringir
las corrientes de capital en vez de seguir liberándolas. El impuesto Tobin, que es un
pequeño impuesto uniforme a escala mundial sobre las transacciones de divisas, es una
manera más en armonía con el mercado y fácil de aplicar para frenar los flujos de
dinero especulativo que los controles directos. El menor movimiento de divisas y los
ingresos tributarios fortalecerían considerablemente el poder de los "tres
grandes" para limitar la volatilidad de sus monedas. Los países en desarrollo
podrían participar de los ingresos, y la tasa tributaria podría elevarse temporalmente
para desalentar las marejadas de capital. No obstante, el impuesto Tobin se pasea como el
fantasma de Banquo en las reuniones del Grupo de los Siete; los Estados Unidos se
desvivieron por aplastar la tentativa del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo de publicar una colección de documentos de conferencias de expertos que tratan
diversos aspectos del impuesto Tobin que había contado con su patrocinio.24/
La objeción ideológica, que refuerza la renuencia interesada de las instituciones
financieras a ser gravadas, se basa en el debilitamiento parcial de la disciplina del
mercado financiero que acarrearía el impuesto respecto a las políticas nacionales. La
reducción del arbitraje lucrativo de las tasas de interés aumenta la autonomía
monetario-fiscal nacional, lo que estimularía una reactivación de las políticas
keynesianas del pleno empleo, el Estado benefactor, los sindicatos fuertes y demás males
de la era de Bretton Woods. Los conservadores estadounidenses que desean liquidar el FMI
lo consideran como un vestigio de esa era, cuya eliminación liberaría íntegramente la
capacidad de autorregulación de los mercados financieros y fortalecería el papel
disciplinario de las políticas. Otros conservadores, que confían menos en esa capacidad
autorreguladora -por ejemplo Alan Greenspan-, favorecen el fortalecimiento del FMI como un
prestamista y disciplinador de emergencia. Pero Greenspan, que en una alocución reciente
declaró que el caos asiático era un hito importante en lo que ha sido una tendencia
significativa y al parecer inexorable hacia una forma de capitalismo nueva, más
spenceriana, no ha mostrado el menor interés en frenar esa tendencia con el impuesto
Tobin.25/
Hasta ahora, ya sea que el consejo provenga del FMI o de los partidarios de los controles
de capital para los países en desarrollo, la carga de ajustarse a las corrientes de
capital desestabilizadoras tienen que asumirla fundamentalmente los receptores. El
impuesto Tobin, que sería el que más recargaría las fuentes de tales corrientes,
debería tener un atractivo especial para los países en desarrollo. Los institutos
normativos como la CEPAL, que no están limitados por vínculos con un complejo
financiero, están bien situados para ilustrar a los ciudadanos de los países en
desarrollo de su región sobre éste y otros aspectos de la crisis de la globalización
financiera. Es un área de investigación fértil y muy oportuna. El colapso del bienestar
económico como justificación de la libre movilidad del capital, y la cacofonía de
planteamientos contradictorios entre sus defensores, ofrece también la oportunidad para
que la CEPAL recobre la supremacía como instituto latinoamericano de política económica
que tuvo durante esos viejos tiempos pecaminosos de Bretton Woods.
(Traducción del inglés)
Notas:
1/ El FMI define en general los controles de capital como
"los controles cuantitativos, impuestos y subsidios aplicables a las transacciones en
las cuentas de capital y financieras del balance de pagos" (FMI, 1995, p. l).
2/ El informe apareció en mal momento. Preparado a mediados
de los años noventa, y basado sobre todo en su proyección optimista del dinamismo de las
"economías emergentes no OCDE de Asia y América Latina", encabezadas por los
"cinco grandes de Brasil, China, India, Indonesia y Rusia" (extractado del
prefacio redactado por el Secretario General de la OCDE), apareció justo cuando
cobraba impulso el derrumbe asiático.
3/ Los teóricos del ciclo económico real
adhiere a pie juntillas al criterio de que el comportamiento de los agentes
económicos y los mercados puede explicarse satisfactoriamente mediante el modelo
neoclásico de maximización coactiva. La idea teórica central es demostrar que las
conmociones por manchas solares bastan para explicar los ciclos económicos en condiciones
del laissez-faire, sin necesidad de recurrir a los efectos keynesianos de la
demanda agregada. Dado que la incidencia de los terremotos y otras catástrofes naturales
difícilmente se correlaciona con los ciclos económicos, los partidarios del ciclo
económico real hacen hincapié en las conmociones exógenas de la tecnología. La premisa
es que las innovaciones tecnológicas son acontecimientos sorpresivos generados por un
proceso ajeno al mercado. Al adoptar esa premisa los partidarios del ciclo económico real
están rechazando, sin embargo, sin más explicación, una nutrida literatura de posguerra
sobre el cambio tecnológico influido por los factores, que también pretende extender el
poder explicativo del modelo neoclásico demostrando que las innovaciones tecnológicas
son dirigidas por las fuerzas del mercado. Al descartar esta parte de su paradigma
esencial como analíticamente inconveniente, los partidarios del ciclo económico real se
están embarcando, según la terminología de lmre Lakatos, en un programa de
investigación degenerado.
4/ Para una breve elaboración y
referencias véase Felix (1996 a, pp. 85-87).
5/ En la víspera de su crisis actual, la deuda
privada de Tailandia representaba 80% de su deuda externa. Gran parte de ella se acumuló
después de 1991 cuando "debido a la presión del FMI, se aplicó un conjunto
de medidas liberalizadoras radicales, que incluyeron: la eliminación de los topes a
varias clases de depósitos de ahorro y a plazo; menores restricciones a la gestión de
cartera de las instituciones financieras y los bancos comerciales; normas más flexibles
sobre la suficiencia de capital y la expansión del campo de operaciones de los bancos
comerciales y las instituciones financieras; desmantelamiento de todos los controles
cambiarlos importantes; y establecimiento del Centro Bancario Internacional de Bangkok
donde se permitía que los bancos locales y extranjeros aceptaran depósitos y prestaran
en moneda extranjera, tanto a residentes como a no residentes, tanto para inversiones
internas como externas". Declaración del profesor Walden Bello, Universidad de
Chulalongkorn, Bangkok, ante el Subcomité de Supervisión General e Investigaciones,
Comité de Servicios Bancarios y Financieros, Cámara de Representantes del Congreso de
los Estados Unidos, 21 de abril de 1998. Para una evaluación anterior a la crisis
realizada por un equipo del FMI, que elogia estos acontecimientos, véase Kochar y
otros, 1997.
6/ Respecto a la prevalencia del análisis bursátil en
estos mercados, una encuesta reciente de los corredores que participan en el mercado de
divisas más grande del mundo, el de Londres, concluyó que más del 90% de ellos
dependía sobremanera de dicho análisis para las operaciones cambiarias de corto plazo.
La dependencia disminuía en las operaciones con más de un mes de vencimiento (Taylor y
Allen, 1992). Sin embargo, más de cuatro quintos de las transacciones cambiarias globales
de divisas de los últimos años han involucrado viajes de ida y vuelta de una semana o
menos (Felix, 1996 b, cuadro A.5).
7/ Andrew lo ilustra con el cálculo siguiente la
vacuidad de la máxima que postula que los operadores racionales explotan todas las
oportunidades comerciales lucrativas. Si en enero de 1926 un inversionista hubiera
colocado un dólar en bonos del Tesoro estadounidenses y reinvertido las utilidades
mensualmente habría acumulado (descontando los costos de transacción) 14 dólares en
diciembre de 1996. En cambio, si hubiera invertido ese dólar en una cartera de acciones S
& P 500 y reinvertido mensualmente las utilidades, habría acumulado 1 371 dólares en
diciembre de 1996. Pero si hubiera podido predecir correctamente qué activo iba a
producir la rentabilidad más alta cada mes y hubiera alternado en consecuencia sus
inversiones entre los bonos del Tesoro y las acciones, en diciembre de 1996 habría
acumulado 2 296 183 456 dólares! (Lo, 1997, pp. 213-214).
8/ La experimentación consistió en
variar los parámetros de un modelo no lineal que permite que la retroalimentación de las
creencias modifique las estrategias de los agentes, y utilizaron el mercado bursátil
artificial computarizado del Instituto de Santa Fe para generar las series numéricas
alternativas. Incorporado en el modelo no lineal hay un equilibrio de expectativas, pero
el hecho de que los operadores heterogéneos converjan o no converjan en él depende del
carácter y la velocidad de sus reacciones a los conjuntos variables de precios,
volúmenes, rentabilidades, etc. generados por las sedes computarizadas alternativas.
9/ George Soros, un operador financiero de bastante éxito,
al criticar la hipótesis del mercado eficiente, destaca también que es intrínsecamente
por autorreferencia que se forman las expectativas del mercado financiero. (Soros, 1994).
10/ Las juntas monetarias y los mercados de
capital minúsculos impedían que las regiones coloniales perturbaran la estabilidad
cambiaria. Por otra parte, los países políticamente independientes de América Latina,
pese a los acuerdos de sus juntas monetarias, eran sacados con frecuencia del patrón oro
por la especulación desestabilizadora. Dominados políticamente por grandes
terratenientes con poco capital y especuladores de la propiedad urbana, las restricciones
de la junta monetaria a la emisión de moneda se eludían estableciendo bancos de crédito
estatales para acceder al mercado de bonos de Londres y luego represtar en el país en
condiciones favorables, siendo la tierra la garantía principal. Este peligroso arreglo
provocaba ciclos de depreciación cambiaría, cuando se desplomaba el valor de la
propiedad, lo que derivaba en crisis de la banca, salida del oro, no pago de bonos,
suspensión del acceso al crédito londinense, y suspensión intermitente de la
convertibilidad del oro.
11/ Bloomfeld observó que en la mayoría de los
años que duró la era clásica del patrón oro las tenencias de activos en el plano
interno y en el exterior de los bancos centrales se movían en direcciones opuestas, lo
que sugería que la afluencia de capital esterilizante predominaba sobre la adhesión a
las "reglas del juego" (Bloomfield, 1959). Nurkse había observado que los
bancos centrales presentaban un patrón similar durante el breve retomo al patrón oro
después de la primera guerra mundial (Nurkse, 1944).
12/ Eichengreen parafrasea aquí,
reconociendo su autoría, una tesis central de Karl Polanyi, The Great Transformation (Nueva
York, 1994).
13/ Véase Eichengreen, 1996, p. 121, y los
estudios citados en ese artículo. En cambio, en los años ochenta cuando la mayoría de
los países industrializados había abolido los controles de capital, el arbitraje de los
flujos disminuyó los diferenciales de tasas de interés con cobertura entre estos países
a una pequeña fracción de la unidad porcentual. (Frankel, 1992).
14/ La volatilidad mensual del tipo de cambio
entre las monedas del Grupo de los Cinco fue en promedio 22% mayor en 1980-1984 y 35%
mayor en 1985-1989, que en los ya volátiles años setenta (Blundell-Wignall y Browne,
1991, cuadro 7). La relación entre el tipo de cambio real anual ponderado máximo y
mínimo fue de 2/1 para el dólar, 1.65 para el yen y 1.38 para el marco alemán durante
1980-1991. En América Latina el promedio fue de 2.3/1 para la región, con una relación
superior a 3/1 en un quinto de los países (Felix, 1996 a, cuadro 12). El crecimiento
anual medio del volumen de exportaciones mundiales fue de 8.0% en 1959-1970, cayó a 6.2%
en 1971-1982, y a 5.8% en 1983-1994 (Felix, 1997, cuadro 3).
15/ Dos estudios especiales del The Economist
(de Londres) formulan claramente la transformación de la retórica neoliberal. El
estudio de 1983 mostraba estusiasmado que la respuesta del FMI y del Banco Mundial
a la pregunta ¿cómo pueden crecer las economías? podía sintetizarse en tres palabras:
corrija los precios (The Economist, 1983, p. 39). En cambio, el estudio de 1995
sostenía que si bien los mercados financieros eran ahora los "conductores" de
la economía mundial, sus reacciones desempeñaban el saludable servicio de disciplinar la
formulación de políticas nacionales (Tlie Economist, 1995).
16/ Por ejemplo: un fondo operador de bonos de
Wall Street, que advierte un alza del diferencial de tasa de interés de los bonos del
gobierno español respecto del gobierno, invierte un millón de dólares en comprar 150
millones de pesetas de los bonos españoles. Cubre la transacción durante el período de
tenencia de los bonos mediante la venta a plazo de 150 millones de pesetas por dólares.
Así, mientras los dólares permanecen en España durante ese período, la contrapartida a
la transacción a plazo ha comprometido fondos por un millón de dólares, los que por lo
tanto no están libremente disponibles para financiar más importaciones. Si el fondo
operador de bonos solicitara también un préstamo por un millón de dólares a un banco
español utilizando sus bonos en pesetas como garantía, y reinvirtiera los dólares en
activos no denominados en pesetas, entonces no habría ninguna entrada neta. Para que
tales operaciones sean rentables el interés neto y las ganancias de capital deben superar
los costos de la cobertura y demás transacciones, más una prima para cubrir los riesgos
no cubiertos. Tales riesgos se multiplican con la complejidad de los compromisos de pago.
17/ Los modelos son variantes del modelo
canónico Black-Scholes para fijar los precios de los instrumentos derivados. Ese modelo
exige que la media de distribución de la volatilidad del valor en cuestión sea estable y
que la distribución siga la curva normal de Gauss. Dado que la media tiende a variar
mientras dura la operación con instrumentos derivados, los evaluadores de riesgo tienen
que estimar subjetivamente la media relevante y utilizar la curva normal para estimar la
frecuencia de las diferentes desviaciones de la media. Sin embargo, las investigaciones de
series de precios de valores reales hallan no sólo medias variables, sino también una
alta incidencia de "extremos gruesos" en las curvas de frecuencia es decir.
distribuciones que son platicúrticas y no gaussianas. La presencia de extremos gruesos
significa no sólo que la probabilidad de variaciones extremas de la volatilidad es mayor
que la supuesta por los modelos de riesgo, sino que también hay que adivinar esa
probabilidad en vez de calcularla por fórmula (Figlewski, 1997, Lo, 1997).
18/ Los países en desarrollo han financiado otra
parte de los déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos mediante el aumento de las
tenencias privadas de dólares relacionados con la difusión de las políticas de
dolarización en América Latina, y mediante las salidas de capital privado de los países
en desarrollo a los paraísos tributarios extraterritoriales, invertido en valores
estadounidenses.
19/ La crítica responsabiliza al rescate de
los inversionistas de cartera en la crisis mexicana de 1995 de haber impulsado la
avalancha de corrientes de capital de corto plazo destinadas a Asia oriental un año más
tarde, cuyo abrupto éxodo a mediados de 1997 desencadenó la crisis asiática. El caso
mexicano fue realmente flagrante. Cerrando la ventana de dólares, México podía haber
detenido la fuga de tesobonos en el tercer trimestre de 1994 que estaba agotando casi
todas sus reservas en dólares. No se habría incurrido en ningún incumplimiento, puesto
que los tesobonos eran bonos del gobierno denominados en pesos indizados conforme al tipo
de cambio peso/dólar, y México podía haber cumplido fácilmente con su obligación
contractual de suministrar pesos adicionales en caso necesario. Sin embargo, los créditos
de consorcio encabezados por el FMI ascendentes a 50 000 millones de dólares,
estaban condicionados a que México mantuviera abierta la ventana de dólares para la fuga
de capitales, lo que violaba abiertamente el artículo VI del Convenio Constitutivo del
FMI. A fin de obtener.apoyo para el crédito de 50 000 millones de dólares, los
embrolladores del FMI y el Tesoro de los Estados Unidos comenzaron a anunciar a los
tesobonos denominados en dólares estaban en peligro inminente de incumplimiento. La
mayoría de los análisis posteriores de la crisis mexicana han sido engañados por este
juego de palabras.
20/ Según el estudio del Banco Mundial
-que apareció justo cuando se iniciaba la crisis asiática- las economías del Asia
oriental habían alcanzado su etapa evolutiva culminante y estaban listas para la plena
integración con los mercados internacionales de capital. "Los mercados (de capital)
emergentes más dinámicos comprenden la mayoría del Asia en alto crecimiento (República
de Corea, Malasia y Tailandia, seguidos muy de cerca por Indonesia y Filipinas). Los
mercados del Asia oriental se destacan por su grado de desarrollo y liquidez (Banco
Mundial, 1997, p. 59)". También sostenía que lo que aceleraba el avance de las
etapas evolutivas era la creciente aptitud de los mercados financieros internacionales
para evaluar los riesgos y rentabilidades de un país en desarrollo, de modo que "es
difícil que los efectos contagiosos como los observados después de la crisis mexicana
sean duraderos" (Banco Mundial, pp. 2 a 5 y 78). El FMI afirmaba también que
la reacción de los mercados financieros internacionales al rescate mexicano era una mayor
cautela y mejor evaluación del riesgo, y no un comportamiento centrado en el riesgo moral
(FMI, Personal del Departamento de Estudios, 1996, pp. 19 a 21).
21/ Así, Volcker en su testimonio ante
el Congreso señaló que no eran "burócratas anónimos" del FMI los que habían
tomado las decisiones sobre el paquete de rescate, sino funcionarios del gobierno
estadounidense como el Secretario del Tesoro Rubin y sus subalternos. A los asistentes que
criticaban al FMI les dijo que sus inquietudes debían comunicarlas al Tesoro (Bob Davis, The
Wall Street Journal, 6 de mayo de 1998, p. A2).
22/ Para una disección detallada de los
planteamientos sobre el mercado libre de capitales del complejo canadiense Bay Street
Ministerio de Hacienda véase McQuaig, 1998.
23/ El Representante Comercial de Estados
Unidos, Charlene Barshefsky, anunció que el Departamento de Comercio de Estados Unidos
transmitía ahora al FMI. por conducto del Tesoro, cualquier inquietud que tuviera el
país sobre las políticas comerciales de miembros del FMI, y que el FMI suspendería el
desembolso de fondos a los miembros que no reaccionaran (Khor, 1998).
24/ Los artículos, redactados por
prestigiados economistas internacionales, están publicados en Mahbub y otros, 1996. Le
monde diplomatique (1997), brinda un recuento detallado de la supresión. Para un
relato de cómo el complejo Bay Street-Ministerio de Hacienda frustró la tentativa del
Ministro de Hacienda de Canadá, un personaje ajeno a la banca, de introducir el impuesto
Tobin en la agenda de la reunión de Halifax del Grupo de los Siete en junio de 1995,
véase McQuaig, 1998, cap. 5.
25/ "The Ascendance of Market
Capitalism", observaciones formuladas por Alan Greenspan en la Convención Anual
de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos, Washington, D.C., 2 de abril de 1998.
Este curioso eufemismo para la expresión laissez-.faire se refiere a Herbert
Spencer, el filósofo victoriano, cuyo libertarismo sin compromisos lo llevó a oponerse
no sólo a todo programa gubernamental de saneamiento y educación, sino también a la
extensión del sufragio a los trabajadores. No cabe duda que Greenspan es más
comprometido. Pero si el sufragio limitado era lo que protegía la paridad del oro en la
era clásica del patrón oro, el compromiso con el capitalismo spenceriano ¿sugiere que
las tensiones en el compromiso ideológico de los Estados Unidos con la democracia y la
libre movilidad del capital, podrían llevar a los libertarios conservadores a dejar de
lado la primera si fuera necesario para salvar la segunda?
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