Cuando la verdad sea
demasiado débil para defenderse tendrá que pasar al ataque
Bertold Brecht
Tito Alvarado
Dicen algunos que la forma clásica de organización de lo sustantivo,
de las personas y las cosas, ha sido barrida, prefiero decir que cada pueblo, cada
momento histórico, requiere su propia forma de organización. Desde este punto de vista
la organización tiene mucho que ver con la cultura, con los rasgos distintivos de cada
pueblo, los que adaptados a las necesidades y circunstancias de momento pueden dar nuevas
formas de organización que permitan avanzar. Aunque, necesario es reconocerlo, muchas
veces son los factores culturales los que nos impiden avanzar.
Sin duda habrá quienes sostengan que la organización es un asunto de
búsqueda de efectividad, de desarrollo de capacidades, de aplicación de estrategias y
que más tiene que ver con lo militar que con lo cultural. Sin embargo se mueve, dicen que
dijo en su tiempo Galileo. Sin embargo se mueve, hoy puede ser un lugar común con
distintos y distantes significados, lo que bien podría ser demostrativo de la influencia
cultural que cada pueblo y circunstancia aporta a la actualización o deshuso de los
vocablos. Como también podría contener cierta cuota de cinismo en la forma abstracta de:
"poco importa que tengas razón, igual creo en lo que yo digo."
Históricamente ha habido artistas de la ambigüedad, son los eternos
acomodados a lo que les entregue la ola. Esta misma gente se vale de muy buenas razones
para que todo tenga mucho de florido discurso y poco de accionar concreto. Teniendo esto
presente es que nos pronunciamos por un camino nuevo, sin desmerecer que en esencia los
cambios son posibles si en nuestro accionar hay efectividad, capacidad y estrategia. Sin
embargo esto no pude ser una traba en el movimiento, al contrario esta es la llave para
lograr la más amplia participación. Sería una traba cuando el discurso dominante
impone, en quienes tienen la potestad de la dirección, la creencia de que es su deber
tener siempre la razón; es una traba cuando quienes no tienen esa potestad se dejan
llevar por la ley del menor esfuerzo y dejan a los otros hacer, sin crítica, sin
participación plena.
Los tres polos en que se ha manifestado la cultura política en chile, han
estado presentes a lo largo decasi todo el siglo XX y lo siguen estando en los
inicios del XXI. Con los altos y bajos de uno u otro polo conduciendo el país o sufriendo
la represión del más fuerte. Los dueños del poder en Chile no han logrado nunca lo que
fue historia reciente en algunos países de América latina (Uruguay, Venezuela) o lo que
es común en Estados Unidos y Canadá, se ejerce el poder por turnos, con campañas por
cambios y una vez en el poder todo sigue de mal en peor. Es el circo de la política de
clase: ellos en las decisiones, ellos en el usufucto; nosotros en la deuda y en el
trabajo. Se ha intentado en Chile, implementar este nefasto modelo de democracia que
entrega como resultado senadores nombrados a dedo, y que quienes tienen apenas un 35% de
los votos tengan el 50% menos uno de los diputados y quienes hoy representan el 10 % de
los votantes no tienen cupo alguno.
Para consuelo de tontos puedo decir que en Canadá es mucho peor. Por cada
circuscripción en Chile se elijen dos (binominalismo), en Canadá uno; en Chile hay seis
senadores por derecho propio, en Canadá todos son designados por el gobierno de turno y
se renuevan a medida que se mueren. Lo extraño es que a nadie se le ocurre pensar que
este sistema no es democrático, pues nunca han conocido otro y, para colmo, a más del
50% no le interesa ejercer su derecho a voto.
Esta es la política que debe ser cambiada, cambios a ser generados desde
el pueblo y para el pueblo, cambiar en primer lugar nuestra percepción de la
participación política y lo que debe ser el accionar político. Estamos en una lucha por
romper las ataduras ideológicas que dejó la dictadura. Quizá la gracia de hoy, el
mérito de los que hacen política desde abajo sea tirar la faramalla del discurso
imperante a la basura y hablar desde y para el conglomerado humano que se pretendió
llamar gente (recuerdo que antiguamente a los que tenían recursos se les llamaba la gente
linda) y que a juzgar por los resultados, no son los que no se inscriben en los registros
electorales, por lo engorroso del proceso o por que no sirve para cambiar nada mientras no
se cambie la constitución del ahora recien nominado estafador oficial del reino de Chile.
Como esto último es algo que no existe, para los viejitos de la suprema, quizá el delito
del estafador tampoco existirá.
Ahora un político del montón de ellos dice que hay que encantar de
nuevo a la gente. Si luego de cuatro periodos de encantamiento no pasa nada es que el
hechizo no tenía por misión que pasara lo que la "gente" esperaba que pasara o
simplemente era este resultado de no pasar nada, lo que se esperaba. El asunto parece
enredado, siendo mucho más simple en la realidad. Unos son los encantadores, otros los
encantados. Cada grupo tiene distintas expectativas. Cuales hayan sido las expectativas de
los encantados, estas no se han cumplido. Mucho pueden decir las piñuflas encuestas que
se hacen por teléfono (me parece que los pobres que viven de trabajos esporádicos no
tienen teléfono), que hay preferencias marcadas por una candidata de cuyo nombre no
quiero acordarme, la realidad va por otro camino.
A veces, a estos emperifollados señores se les cae el casette y,
extrañamente, dicen una que otra verdad, encantar significa convertir un apuesto
príncipe en un sapo. También puede significar dejar a alguien en el limbo del agrado.
Ambos casos suponen una inacción del encantado, mientras el encantador hace algo, ya sea
en su propio provecho, (al parecer es lo que ha ocurrido en Chile) o el encantado se
presta dócilmente a no importunar al encantador. El resumen, hablando en mortal, es la
manipulación. El encantado queda desposeído de su capacidad de raciocinio.
Nosotros, todos los que estamos en la línea de la pobreza, los que
andamos de eternos buscadores de una oportunidad, los que somos siempre perdedores, los
que estiramos los pocos recursos con que contamos, los que estudiamos sin seguridad de un
trabajo, los que no tenemos una jubilación segura, los que somos llamados para emitir un
voto y olvidados luego, los que no estamos ni ahí en los beneficios que el gobierno de
ellos aporta a los suyos, debemos construir nuestro propio camino y construirlo desde y
para la gente que sufre las consecuencias de las políticas de ellos. Nosotros, el pueblo,
debemos erigirnos en centro y motor de nosotros mismos, impulsores de cambios en la
generación del discurso, en el discurso, en el accionar, en el ejercicio de la
democracia, en el control de lo nuestro.
Una lucha así requiere su propia dinámica, su propia organización y
sobre todo la decisión de continuar hasta el fin. No es con un diputado o con unos votos
más, votos menos, ni con acuerdos con quienes sistemáticamente han estado contra los
intereses del pueblo de Chile que este pueblo logrará avanzar en la defensa de los
recursos del país, en el ejercicio pleno de la justicia, en el justo reparto de los
bienes de todos, en la igualdad de oportunidades para todos.
Las próximas elecciones han de servirnos para organizarnos en base a
objetivos inmediatos y mediatos, en base a necesidades de corto y largo plazo, desarrollar
capacidades en todos los niveles en que se manifieste la lucha. En lograr hacer partícipe
a quienes con su no participación apoyan pasivamente a los mismos que ahora niegan todo
atropello o nos amenazan con volver a encantarnos para que todo siga como a ellos les
conviene.