Tito Alvarado -abril 2005
Hoy he resuelto estar en el bando contrario, no es que haya cambiado de
bando ni que me esté vendiendo por nada ni por todo el oro del mundo. Sucede que me cansa
tanto escándalo por unos dólares más que se ha robado el viejito. Sostengo que en todo
acto de ellos hay algo de culpa de nosotros. No hablo de culpa en el sentido cristiano ni
el sentido de los arrepentidos. Mi sentido de culpa es de responsabilidad nuestra, por no
actuar a tiempo, por no ver cual sería el zarpazo de ellos, por creer en lo que no se
debe creer, por no ser capaces de oponerle a la fuerza de ellos una fuerza mayor.
Sucede que al pobre viejo, ya a las puertas de la tumba, a las acusaciones
probadas de violaciones a los derechos humanos, usurpación de funciones, y otros muchos
etc., se le suman ahora los delitos comunes de robo y estafa. Sucede que el señor sin
piedad está pronto a pasar a la historia, no tanto por la acumulación de crímenes de
lesa humanidad: fusilamientos sumarios, asesinatos, torturas, desaparecimientos, etc. sino
por venir a descubrirse que es un vulgar delincuente menor. ¿Qué son 8 o 15 millones de
dólares? Cuando el tipejo con un poco más de luz entre ceja y ceja pudo haber robado
mucho más y sin dejar huellas?
Pero no es de las fechorías del viejo con apellido de lo que quiero
hablar sino de la vergüenza que siento.
¿Qué son las instituciones, supuestamente formadas para la defensa del
país, que ha formado hombres (en realidad poco hombres) qué en esencia son simples
cobardes, pues buscan todos los medios para evadir responsabilidades, qué entregaron el
país a la rapiña del imperio y otras transnacionales, qué se levantaron en armas contra
la democracia y contra quienes les dan el sustento?
Desde el pensamiento neoliberal podrán levantarse algunas voces para
acusarnos de que estamos hablando cosas del pasado. Me adelanto a decirles que mientras no
aparezcan los desaparecidos ni haya plena justicia ni se aclaren todos los aspectos
oscuros de este pasado reciente, estos temas seguirán siendo temas del presente, pues nos
trastocan la forma de expresar el ser y estar, nos afectan el bolsillo, el discurso, la
forma de hablar, nos hermanan o nos separan.
Ya es hora de hacerle a él, a su gobierno, a quienes le apoyaron y a las
instituciones que miraron para otro lado, un juicio moral, el juicio de sus actos vistos
desde todos los ángulos en que se expresara la funesta acción de su aparato. Las
personas pueden darse el lujo de tener mala memoria, el país no, pues estos actos
execrables podría volver a repetirse, máxime cuando los tíos de la suprema, con claros
síntomas de Alzheimer, desdicen sus propias acciones y dichos y dan por cerrado el caso
del asesinato del General Prats. Todos saben de donde salió la orden y por tanto todos
sabemos quien fue el asesino. Estos señores de argucia y naftalina prefieren ejercer su
oficio cotidiano: mirar para otro lado.
Hay personas entendidas en letras y leyes, acusan al señor de
marras de ser un traidor. Lo cual a mi juicio es más un regalo que una verdad. La
palabraja resiste tres acepciones y solamente una es ligeramente aplicable. Es la
acepción cuyo significado nos remite a atacar a traición, es decir sin advertir al
atacado. Salvo que estos señores de uniforme han estudiado todos los escenarios posibles
para atacar por sorpresa a sus imaginarios enemigos. Pero bueno, aunque estos argumentos
valgan todo el oro del Perú, entiendo que nadie le dará valor pues estamos disfrutando
la zanahoria de sus tropelías menores, unos pocos dólares más, repartidos en 125
cuentas en bancos del imperio.
Quede tranquilo don h. a mi por lo menos ya no me preocupan sus actos
pasados, que ya está condenado por la historia: aquellos que usted asesinó, encarceló,
torturó, relegó, desapareció, tiró al mar, exilio, negó su existencia, quitó su
nacionalidad, siguen vivos y por cualquier camino lograrán abrir las grandes Alamedas por
donde pase el hombre libre.
Quede tranquilo que de esos crímenes imperdonables e inolvidables, por lo
menos yo, ya no me ocuparé, ahora es tiempo de enjuiciar los daños morales, los que la
dictadura, apoyada en las fuerzas armadas, causara al patrimonio económico, moral y
cultural de Chile. Quede tranquilo, qué en este Chile de la inseguridad, tres cosas hay
seguras: Sus amigos de ayer hoy le darán la espalda, lo cual puede leerse como que el
innombrable sigue vivo, pero, por más que la suprema pompa fúnebre lo perdone, está
indudablemente muerto. El país se recupera del olvido impuesto y comienza a trazar su
propio camino.