De Puro Chile - 10 diciembre 2006
Romper el silencio con la muerte de un sátrapa
Tito Alvarado
Hace unos minutos he colgado el teléfono, ahora
escucho música de allá, los Jaivas me traen melodías con aires de ausencia.
La voz de un compañero y amigo me dice que anoche (10 de diciembre, día
internacional de los derechos humanos) murió el innombrable. Murió de muerte
natural para vergüenza de la escuálida democracia que fue incapaz de juzgarle
por sus numerosos y prologados crímenes.
Es hora de romper mi silencio. Me ha ocurrido que
luego de hacer un largo viaje por tierras del Quebec, me he puesto a recorrer
miles de páginas escritas, para cerciorarme de estar vivo y también para
buscar nuevas respuestas a las viejas preguntas.
Sucede que he terminado con el alma al borde del
abismo, se acumulan problemas no resueltos, se mueven los hilos del poder para
mantenerse en el poder y como un rayo de esperanza se levantan las voces de los
pueblos con las propuestas de cambio. Las noticias a diario me dicen que es la
hora de América latina y que esta hora ha de ser definitiva: o cambiamos las
reglas del juego juntos o sucumbimos todos.
No soy de los que se alegran con victorias piñuflas,
que los dolores y injusticias no se apagan con victorias de un día sino con
transformaciones profundas, las imprescindibles para hacer de verdad humana la
vida, para desarrollar las potencialidades de todos y construir un destino de
hermanos.
Este silencio que ahora rompo me ha permitido
reiterarme en mis convicciones. Ha sido un silencio de observación, de
acumulación, de trabajo y de certezas. Quizá la primera de ellas sea coincidir
con lo que una vez dijera el Che: hay que disparar hacia adelante, pero de
vez en cuando hay que hacerlo hacia los lados.
El imperio es una cosa gelatinosa, una institución
que mancha todo lo que toca y toca sin que se note de inmediato. La pregunta es
¿hasta qué punto quienes luchamos por los cambios estamos corroídos por la
ideología del imperio? La respuesta más que palabras debe ser escrita en
hechos siempre nuevos.
Acaba de morir el más cruel, el más sanguinario,
el más ladrón, el más traidor, el más astuto para no enfrentar la justicia,
también ha muerto nuestra mayor vergüenza, su muerte nos deja el alma desnuda.
Allí están los que le rendirán honores a quien honor no tuvo; allí están
los que han de mirar para otro lado sin atreverse a mirar de frente las verdades
que la larga vida de este sátrapa nos enseña con nuestra sangre; allí están
quienes se sentirán burlados por la muerte del que nunca enfrentó la justicia;
allí está la justicia de Chile, que ayer lo apoyó, que en general lo apoya
todavía, salvo las honrosas excepciones; allí están los criminales de
uniformes intactos en su traición, intactos en su deshonor, intactos en su
poder paralelo y sobretodo allí estamos los pocos o los muchos que no
vacilaremos en ir a su tumba para escupirla y en ese gesto nos pagaremos un
muerto, un torturado, un preso desaparecido, un fusilado, una compañera violada,
un exiliado, un relegado, un preso, un exonerado.
Hoy es la hora de que la verdad toda salga a flote
y también es la hora de saber quienes somos quienes, que la muerte de este
canalla nos sirva para decir este soy yo, y en este gesto, reconocernos con el
hermano, reconocernos en el dolor y unirnos para consolidar el cambio, los
cambios que chile necesita.
Es la hora de decir basta de corrupción, basta de
entregar el país al imperio, basta de injusticia, basta de postergar soluciones
y sobretodo basta de creer en quienes administran el modelo. Es hora de juntar
nuestra fuerza y hacer camino nuevo.
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Tito Alvarado
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