Carol Thompson, la ejecutiva del Banco Riggs que
atendía personalmente al general y que debió declarar ante el Senado
La mujer clave en las cuentas de
Pinochet
La Tercera: 25-07-2004
Michele Chapochnick
"No puedo hablar. En estos momentos no puedo decir nada", se excusa con
cordialidad y en perfecto español, al ser abordada por La Tercera en su oficina.
Para Carol Thompson los últimos días han sido difíciles. Desde que se divulgó el
informe del subcomité del Senado estadounidense sobre las irregularidades financieras del
Banco Riggs y las cuentas de Augusto Pinochet, las cosas se complicaron para ella. Por lo
pronto, el teléfono de su despacho en la sucursal del Banco Wachovia, en el 4340 de
Connecticut Avenue, en pleno Washington, no para de sonar, y los abogados a cargo de su
defensa le han ordenado guardar silencio, más aún después que el Presidente George W.
Bush asegurara que habrá una investigación a fondo.
Sobre los 40 años, esta mujer nacida en Bolivia, alta, de piel mate y larga cabellera
oscura, se encuentra en medio de un escándalo financiero y bajo la amenaza de enfrentar
un juicio federal. Ella lo sabe y ha dado pruebas de que está dispuesta a colaborar. Así
lo hizo ante la comisión investigadora del Senado, para la que se convirtió en un
personaje clave tras declarar el pasado 23 de junio.
Según un funcionario del Senado de EE.UU. que tuvo acceso al testimonio de Carol
Thompson, la ex ejecutiva del Riggs reconoció haber manejado personalmente las cuentas de
Pinochet, al que visitó en 1994 para cerrar con él su incorporación como cliente al
Riggs, y al que volvió a ver en marzo de 2000, apenas unas semanas después que el
general regresara de Londres. También dijo que solía hablar por teléfono con él, cada
tres o cuatro meses, sobre sus fondos.
Pero lo que la convirtió en personaje central de la investigación, más que su
relación como ejecutiva de Pinochet, fue su versión sobre el rol de los principales
ejecutivos y directores del Riggs, a quienes acusó de de haberle ordenado cambiar los
nombres de la cuentas, saltarse los controles de seguridad del gobierno de EE.UU., obviar
preguntas sobre el origen del dinero y transferir fondos de una cuenta a otra pese a que
el juez Baltasar Garzón había pedido congelar todas las cuentas de Pinochet.
Ordenes
Thompson abandonó el Riggs a mediados de 2002, después que la OCC, un organismo que
fiscaliza a la banca en EE.UU., finalizara una primera indagación sobre Pinochet en el
banco después de descubrir azarosamente la existencia de cuentas a su nombre. No fue una
salida fácil. Los ejecutivos del banco establecieron un acuerdo con ella y otros dos
miembros de su staff. Le darían buenas cartas de recomendación a cambio de que
evitara apuntar a sus ex superiores.
Hace seis meses, la comisión del Senado recogió esa investigación preliminar de la
OCC y decidió sumarla a su propio informe sobre el Riggs. Fue así como Carol Thompson
debió declarar otra vez, pero ahora bajo la presión del equipo parlamentario.
En su entrevista, reconoció que al principio quiso mantener en reserva la identidad de
Pinochet, pues creía que cuidar a los clientes era parte de su trabajo. Se defendió
diciendo que su labor no era juzgar al régimen militar chileno, sino sólo proteger los
intereses y la privacidad del titular de las cuentas.
Thompson, afirma un personero que accedió a su declaración, comenzó a manejar las
cuentas de Pinochet en 1994 por encargo de los máximos ejecutivos del Riggs, entre ellos
Joe Allbritton, su presidente, y quien tenía "un interés especial" en el
general chileno. Fueron ellos quienes le ordenaron en esa época no divulgar ningún dato
que permitiera identificar al general en un formulario llamado "Conozca a su
cliente" (KYC), que exige chequear el origen legítimo de los fondos de todo nuevo
cliente para impedir el lavado de dinero. En el perfil que debió hacer de Pinochet, lo
describió como un "ex miembro de las Fuerzas Armadas de Chile", o un "alto
ex funcionario del gobierno chileno". Y son esas imprecisiones deliberadas las que
sustentan hoy una de las acusaciones más graves contra el banco.
Entre las revelaciones de Thompson figura también el porqué la primera cuenta de
Pinochet fue cerrarada en 1999. El diario mexicano El Universal develó su existencia y
los fondos fueron transferidos a otra cuenta, sin avisar a las autoridades.
Thompson también explicó por qué el Riggs le envió a Chile a Pinochet, entre agosto
de 2000 y abril de 2002, un total de 38 cheques de US$ 50 mil dólares. El método, que
dificultaba detectar los movimientos de fondos, fue ocupado a solicitud del general, que
según su ex ejecutiva quería "comenzar a distribuir dinero a sus descendientes
antes de su muerte".
Socialité
Las últimas semanas la presión sobre Thompson ha sido enorme. "Salir del Riggs
ya fue muy complicado. Luego vinieron los interrogatorios. Está muy asustada y teme que
la ley caiga sobre ella", dice uno de sus amigos. Por ello, tras declarar ante el
Senado, se tomó una semana de vacaciones junto a su hijo y su marido, Stephen H.
Thompson, un ex funcionario del Departamento de Estado que estuvo destinado en Buenos
Aires entre el 2000 y el 2002. El lunes 19 volvió a su despacho en el Wachovia, donde
tiene un cargo como ejecutiva, pero de rango muy inferior al que llegó a desempeñar en
el Riggs, donde operaba como vicepresidente para América Latina de la banca de embajadas.
Mientras trabajó en el Riggs, Carol Thompson estaba a cargo de cultivar a los clientes
de las legaciones latinoamericanas destinadas en Washington. Por extensión, también
manejaba las numerosas cuentas de las Fuerzas Amardas sudamericanas, entre ellas el
Ejército y la Armada de Chile.
En la misión chilena llegó a ser ampliamente conocida. "No habían pasado dos
días de mi llegada cuando ella fue a presentarse. Era encantadora, distinguida y muy
culta. Si alguien pasó por Washington y dice que no la conoció, está mintiendo",
recuerda un ex embajador de Chile en EE.UU.
Por más de una década, Thompson controló las cuentas de la representación nacional
en Washinton, así como las de la oficina de Chile ante la ONU y de la OEA, y también
numerosas cuentas personales de funcionarios diplomáticos y militares destinados en la
capital norteamericana. No se perdía ningún evento social en el circuito de las
embajadas latinas, y en la chilena era habitual que se la invitara a las recepciones.
Solía llegar acompañada de Ernesto Guerrero y Caroline Sánchez, otros dos ex
ejecutivos del Riggs. Su trabajo solía traerla a Chile, muchas veces acompañada por el
propio Allbritton. En marzo de 2000, además de Pinochet, se reunió con el el ex jefe de
la Armada, Jorge Arancibia. Según explica el actual senador UDI, la Marina ofreció un
almuerzo a los altos ejecutivos del Riggs en el comedor de la comandancia en jefe, por
tratarse de los encargados de las cuentas de la Marina chilena. El propio Arancibia
mantenía una cuenta en el banco estadounidense desde el año '84, la que cerró hace
sólo unos meses.
Otro alto oficial castrense afirma haberla visto, otra vez con Allbritton, en 2002,
durante la ceremonia en que el ex comandante en jefe del Ejército, Ricardo Izurieta, le
entregó el mando al general Juan Emilio Cheyre.
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En el banquillo de acusados
Los responsables de ocultar las cuentas de Pinochet, según la ejecutiva Carol
Thompson, fueron el socio mayoritario del Banco Riggs, el millonario Joseph L. Allbritton
-quien esta semana no se encontraba en Washington, según dijeron en su oficina-, y Ashley
Lee, uno de los vicepresidentes de la institución.
Joe Allbritton, el "pequeño tejano" como le dicen sus amigos por su 1.50 de
estatura, es una celebridad en Washington, a donde llegó a comienzos de los 70 cuando
compró el diario Washington Star y una cadena de TV. Tras adquirir el Riggs se preocupó
de expandir la cartera de clientes entre las embajadas y personalidades del mundo. En las
reuniones de directorio era habitual que planteara "cómo satisfacer las necesidades
de tal o cual presidente o jefe de Estado", y lo usual es que viajara en su jet
privado -un Gulsftream V- atendiendo personalmente a sus clientes especiales.
Fue así como vino a Chile en 1994, fecha en la que Pinochet abrió sus cuentas en el
Riggs, las que Allbritton monitoreó directamente. Según ejecutivos del banco, el
empresario mantuvo una "relación de negocios con Pinochet".
Ashley Lee, en tanto, habría intentado encubrir las cuentas del general (R). En julio
de 2002, cuando la oficina estatal de fiscalización (OCC) entregó el primer informe de
las cuentas de Pinochet, Lee estaba destinado en el Riggs como examinador en jefe de ese
organismo. El instruyó a los investigadores de la OCC que no incorporaran las
irregularidades detectadas en los memos internos, una orden que, según el subcomité del
Senado, era "contraria a los procedimientos de la OCC". En agosto de 2002,
Ashley Lee abandonó la agencia federal y aceptó un alto puesto ejecutivo en el Riggs. |