TERRORISTAS
SUELTOS
En la Convención republicana que se celebra en Nueva York, el presidente Bush ha
repetido que será implacable contra el terrorismo internacional. Al mismo
tiempo, en silencio y por razones electorales, amparaba en Miami a Luis Posada Carriles, y
a tres de sus cómplices, Gaspar Jiménez Escobedo, Guillermo Novo Sampoll y Pedro Remón
Rodríguez. Una nauseabunda demostración más del doble rasero y de la doble moral.
Ignacio Ramonet | Francia
Al parecer, no todos los
terrorismos son iguales. Pensábamos que ninguna causa, por justa que fuese, podía
justificar el sacrificio de inocentes, el atentado ciego, la muerte absurda de civiles no
combatientes. Y creíamos que la condena de ese vil método era válida tanto para los
ataques del 11 de septiembre en Nueva York como para las explosiones de Madrid, de
Estambul, de Jerusalén, de Riad, de Casablanca, de Bali, de Moscú o de donde fuere. En
suma, que el repudio del terrorismo solo podía ser universal. Sin excepciones de ningún
tipo.
Pero resulta, a juzgar por lo ocurrido la semana pasada en Panamá, que
no es así. Que Washington está estableciendo una muy nefasta distinción entre un
terrorismo considerado como insufrible ?el
de Al Qaeda y Osama bin Laden?
condenado de manera unánime; y otro terrorismo que, porque ataca a regímenes que no
tienen la simpatía de EE.UU., resulta más aceptable o menos odioso.
En Panamá, el jueves 26 de agosto, presionada por la Administración
norteamericana, la presidenta saliente Mireya Moscoso (conservadora) aprovechó los
últimos días de su mandato para indultar a uno de los más peligrosos terroristas del
hemisferio occidental, Luis Posada Carriles, y a tres de sus cómplices, Gaspar Jiménez
Escobedo, Guillermo Novo Sampoll y Pedro Remón Rodríguez.
Posada Carriles, de 76 años, tiene un espeluznante historial. Como
mercenario entrenado por los servicios de inteligencia estadounidenses participó en el
desembarco abortado de bahía Cochinos en 1961 contra la Revolución cubana. Se alistó
luego en la CIA y se especializó en actos de sabotaje contra Cuba. En 1976, organizó un
atentado contra un avión de la compañía Cubana de Aviación que explotó en vuelo
causando 73 muertos. Detenido en Venezuela consiguió evadirse y participó en una
campaña de atentados con bombas contra hoteles de Cuba en 1997 que provocó, además de
muchos heridos, la muerte de un turista italiano, Fabio di Celmo.
Junto con sus consortes, Posada Carriles había sido condenado por la
Justicia de Panamá a ocho años de prisión por haber planeado, el 18 de noviembre de
2000, el asesinato de Fidel Castro haciendo estallar una bomba mientras el Presidente
cubano pronunciaba un discurso en el aula magna de la Universidad de Panamá en el marco
de la Cumbre Iberoamericana.
Sus cómplices tampoco son ángeles. Gaspar Jiménez Escobedo, entre
otros crímenes, asesinó al técnico pesquero cubano Artañán Díaz Díaz en México, y
participo en la preparación de los atentados con bombas contra hoteles. Guillermo Novo
Sampoll, además de haber colocado bombas en embajadas, aeronaves y embarcaciones, fue, al
servicio de la DINA chilena, uno de los asesinos de Orlando Letelier, canciller del
Gobierno de Salvador Allende, en un atentado realizado en Washington. Pedro Remón
Rodríguez, entre otras fechorías, es el asesino, en Nueva York, del diplomático cubano
Félix García Rodríguez, el 11 de septiembre de 1980, y del emigrado cubano José
Eulalio Negrín.
Apenas indultados, estos forajidos se han apresurado a huir de Panamá.
Posada Carriles ha hallado refugio en un país centroamericano por el momento desconocido,
sin duda, protegido por la CIA. Los otros tres, que poseen la ciudadanía estadounidense,
volaron en aviones privados a Florida, donde gozan de protección oficial.
En la Convención republicana que se celebra en Nueva York, el
presidente Bush ha repetido que será implacable contra el terrorismo
internacional. Al mismo tiempo, en silencio y por razones electorales, amparaba en
Miami a estos rufianes. Una nauseabunda demostración más del doble rasero y de la doble
moral.
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