De La Nación - 30 junio 2005
LA REPÚBLICA DE OTANO:
Los sótanos del éxito chileno
Por Rafael Otano
Quizás el lector conozca el cuento de W. W. Jacobs titulado La
pata de mono. En él una pareja de jubilados se deja seducir por los pretendidos
poderes de un talismán (una pata de mono momificada) que cumple, según la leyenda, los
deseos de sus propietarios.
A pesar de los recelos iniciales, la pareja se atreve a pedir al
extraño amuleto un favor bastante razonable. Le solicitan 200 libras, gracias a las
cuales terminarán de pagar la hipoteca con que está gravada la casa en que residen.
El talismán cumple. Pero lo hace con un costo adicional absolutamente
inesperado. Al día siguiente de la temeraria solicitud de los cónyuges, un desconocido
llega a su domicilio. Todo azorado les anuncia que su hijo único estaba malherido, o sea,
se atreve a decir, que había muerto triturado por las máquinas en la fábrica donde
trabajaba. El mensajero de la mala nueva les presenta las condolencias de la empresa y les
notifica una indemnización por la terrible pérdida.
El lector habrá adivinado ya el monto de esta indemnización: 200
libras exactamente. Ése era el precio del deseo satisfecho.
No es difícil aplicar la moraleja de este ominoso relato al Chile
actual en su proceso de adopción de formas a las que se puede llamar consumistas,
modernas o posmodernas, según acomode. Así, el sueño de los electrodomésticos se ha
cumplido en la mayor parte de los hogares chilenos. El del colegio privado y el auto
propio tiene ya una instalación muy elevada. Los distintos símbolos de status (viajes,
vestuario de marca, buen barrio) se van obteniendo a través de compras a
crédito y de horas extraordinarias de trabajo. Chile, según la versión oficial, avanza
con paso seguro hacia el desarrollo. Los deseos frustrados de varias generaciones parece
que se van a cumplir en los próximos años.
Lo que se oculta es la feroz factura que estos deseos cumplidos o a
punto de cumplirse pasa a gran parte de la población. Por eso es preciso observar por
dentro el tipo de desarrollo que estamos construyendo. Su lado B, sus externalizaciones
indeseables. Vivimos en una sociedad en que una mayoría trabaja mucho más de lo
aceptable sólo para poder subsistir con algo de dignidad. Los hijos, los nietos y el
entorno demandan al jefe o jefa de familia mucho más de lo que económica y
existencialmente le es posible entregar. De ahí el endeudamiento compulsivo, el reviente
de las tarjetas de crédito, la práctica del multitrabajo precario, el agotamiento de
varones y, sobre todo, mujeres sobreexigidas por unos requerimientos ambiente al borde de
lo imposible.
No es de extrañar en este contexto la falta de prestigio del conocimiento y del
debate, la omisión ante la política, el protagonismo de la televisión, la poca calidad
de la ciudadanía. Nuestro desarrollo tan predicado no está produciendo la felicidad que
nos prometía. Hay que pensarlo, hay que repensarlo, seguramente hay que remodelarlo.
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