Luis Sepúlveda*
(11 de marzo, 2004)
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid. Eran mujeres, hombres, niños, ancianos, la simple y pura humanidad que comenzaba
un día más, un día de trabajo, de sueños, de esperanzas, sin saber que la voluntad
asesina de unos miserables había decido que fuera el último.
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid, esa ciudad amada a la que llegan todos y todos son bienvenidos. Venid a ver los
apuntes, los libros, las herramientas esparcidas entre los restos de la masacre. Venid a
ver un día muerto y el dolor de una sociedad que ha clamado mil veces por su derecho de
vivir en paz.
Escribo estas líneas mientras escucho
los informativos y sólo puedo pensar en la tristeza de las aulas, en la tristeza de las
mesas, de los hogares a los que ya no regresarán esos cientos de ciudadanas y ciudadanos,
de hermanas y hermanos cuyas vidas fueron segadas en un miserable acto de odio, porque el
único afán del terrorismo es el odio a la humanidad, porque no hay causa que pueda
justificar el asesinato colectivo, porque no existe idea que avale un genocidio, porque no
existe justificación alguna frente a la barbarie.
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid, asesinos, y comprobad que si bien es cierto que nos habéis sumido en el dolor,
también lo es que con este crimen incalificable una vez más no habéis conseguido nada.
El valor de los madrileños que de inmediato se volcaron a socorrer a los heridos, a donar
sangre, a facilitar el trabajo de las fuerzas de seguridad y salvamento, fue la inmediata
respuesta moral de una ciudad fraterna, de una ciudadanía responsable y solidaria.
Mientras escribo estas líneas sé que
los asesinos están en sus guaridas, en sus últimos nauseabundos escondites porque no
habrá lugar sobre o bajo la tierra donde puedan ocultarse y escapar al castigo de una
sociedad herida. Sé que miran la televisión, escuchan la radio, leerán la prensa para
medir los alcances de su cobardía, el infame balance de un acto que repugna y sólo ha
encontrado la condena de toda la humanidad.
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid, venid a ver un día inconcluso, venid a ver el dolor que desconcierta, a sentir
como el aire de un invierno en retirada lleva el ¿por qué? por los amorosos parques,
fábricas, museos, universidades y calles de una ciudad cuya única forma de ser es y
será siempre la hospitalidad.
Asesinos; vuestra zarpa de odio nos ha
causado una herida que no cicatrizará jamás, pero somos más fuertes que vosotros, somos
mejores que vosotros, y el horror no interrumpirá ni doblegará esa normalidad cívica,
ciudadana, democrática, que es nuestro más preciado bien y el mejor de nuestros
derechos.
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid y la fuerza de los madrileños. El dolor y la indignación nos une y nos hace más
fuertes, el cariño y la solidaridad con las familias de las víctimas es justamente lo
que nos diferencia de los asesinos.
Venid a ver la sangre por las calles de
Madrid hoy que es 11 Marzo, el día del dolor y del abrazo, el día en que los fanáticos
de lo injustificable atentaron por última vez, pero también el día en que la barbarie
firmó su propia condena definitiva. Con todo el peso de la Ley y la Razón: ¡A por
ellos!
*Escritor y adherente de ATTAC.
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