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"Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza hacia la conquista de un mundo mejor".
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La Jiribilla | NRO. 123
Año III.  La Habana. 13 de AGOSTO de 2003

Allende es todo un símbolo para nuestro pueblo
Enrique Ubieta Gómez
| La Habana

«En América Latina comenzamos a vivir un momento en el que se recobra el sentido de integración, de identidad y dignidad nacional, que hasta ahora era una bandera mantenida solitariamente por Cuba. Y lo que me temo es que esta situación pueda generar otra vez la intervención norteamericana o reactivar otras formas de represión como las que hubo en el pasado reciente». Entrevista con Andrés Pascal Allende, quien fuera secretario general y uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile.

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ENTREVISTA CON OSVALDO MARTÍNEZ
El foro parlamentario de Cancún 
Idania Trujillo de la Paz| México

La ciudad mexicana de Cancún, capital del estado de Quintana Roo, se ha convertido desde el pasado día ocho en sitio de encuentro, reflexión y movilización popular para que más de mil representantes de diversas ONG, movimientos sociales, campesinos, sindicalistas, de mujeres, jóvenes, indígenas y redes alternativas de comunicación expresen su rechazo a las políticas asfixiantes e injustas de la OMC, cuya V Conferencia Ministerial recién acaba de comenzar.

Osvaldo Martínez,  director del Centro de Estudios de la Economía Mundial y presidente de la Comisión de Economía de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, participó en el Foro Parlamentario, uno de los espacios alternativos a la cumbre, que examinó los principales temas de la agenda neoliberal de negociación que  va a ser sometida a discusión en estos días por representantes de los 146 países integrantes de la OMC.

El destacado economista, en entrevista con ALAI, dijo que los parlamentarios reunidos en Cancún, integran una red de izquierda, creada en el Foro Social de Porto Alegre de este año, cuyo enfoque parte de hacer un examen crítico a la OMC, entendida como una de las manifestaciones de la política y la realidad de globalización neoliberal que vive hoy el mundo.

«La OMC, aseveró Martínez,  junto al Banco Mundial y al FMI, son las tres instituciones que representan este orden económico mundial injusto y desproporcionado. Es la más moderna puesto que se concibió en la etapa reciente de predominio neoliberal y a la vez la más peligrosa en cuanto a sus pretensiones».

¿Cuáles han sido  los principales planteamientos debatidos en la red parlamentaria?

La red parlamentaria enfocó los temas a partir de un análisis crítico a las posturas de la OMC, entre ellas a aspectos tan esenciales como la ausencia de un trato especial y diferenciado a países más débiles y de menor desarrollo. La ideología que sustenta  a la OMC está basada en una supuesta reciprocidad en que todos los estados son jurídicamente iguales, todos deben cumplir unas mismas reglas esenciales y llevar a cabo las mismas acciones. Esta igualdad formal entre partes profundamente desiguales lo único que hace es ahondar y reproducir la desigualdad.

No creemos que pueda avanzar la economía mundial en términos de una economía que ligue armónicamente desarrollo económico, justicia social, sostenibilidad ambiental si no es sobre la base de un trato especial y diferenciado hacia las naciones más pobres y con un alto componente de ayuda y solidaridad.

Otro segundo objetivo de la OMC es la ofensiva a favor de la privatización absoluta, en contra de la actuación del Estado, y de su papel como agente regulador, la falsa creencia en que el mercado lo resuelve todo, siempre que se le dejen las manos libres.

¿Sobre el tema de la agricultura, qué aspectos específicos discutieron en la reunión de parlamentarios?

Algo muy mencionado como punto de discordia en esta conferencia son los subsidios agrícolas porque es aquí, tal vez, donde se expresa con mayor hipocresía la cara verdadera de las políticas económicas de los países desarrollados, tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea. Ambos tienen un discurso ultraliberal que plantea la liberalización absoluta pero solo de las cosas que a ellos les conviene: liberalizar el movimiento de capitales, el comercio pero solo en aquellas exportaciones en las cuales son fuertes y tienen ventaja competitiva; pero cuando no ocurre así en productos agrícolas o pecuarios en los cuales aplican subsidios a productores ineficientes internos, el discurso entra en contradicción con la práctica real. El discurso, por tanto, es ultraliberal, y la política real es, selectivamente, proteccionista. Y no puede coexistir un discurso que le pide a los países pobres que abran sus economía, que reduzcan a cero sus aranceles, lo que significa la entrada a sacos de las exportaciones de los países desarrollados, en tanto los mercados de estos países permanecen con barreras que les impiden desarrollar las exportaciones de los pobres productos agrícolas de los países subdesarrollados. Aquí es donde más descarnadamente aparece la injusticia y contradicción de discurso que demuestra ser retórica.

Por lo que aprecio es probable, entonces, que no avancen mucho, tal vez nada, los negociadores de la OMC en torno a este tema, ¿qué piensa al respecto?

No creo que cambie porque los países desarrollados graciosamente no van a hacer una concesión en este terreno. Hay muy poderosos intereses económicos detrás de estos, intereses, incluso, considerados como de seguridad interna por los países desarrollados. Por ejemplo, Estados Unidos, recientemente aprobó su nueva ley agrícola y en ella se establecen subsidios para la agricultura por 180 mil millones de dólares para subsidiar producciones agrícolas ineficientes. Detrás de esto hay poderosos intereses empresariales, electorales en los estados de la Unión, e incluso intereses sindicales. Todo eso hace irreal pensar que EE.UU. o la UE van a abandonar sus sistemas de subsidios, simplemente para cumplir su discurso ultraliberal.

Han existido esfuerzos cosméticos por aparentar más flexibilidad en este problema. Adoptaron un «documento», pocos días antes de comenzar la Conferencia que es una engañifa, pues en su letra aparentemente hay un acuerdo para reducir los subsidios pero no hay nada concreto. Todo es palabrería, no hay ninguna cuantificación ni siquiera tiempo. Es algo que carece de toda operatividad.

Claro hay nuevos temas para las mesas de negociaciones en esta V Conferencia de Cancún. Uno se refiere a compras del sector público y que esas compras se hagan con criterio de mercado. Eso en la práctica se traduce a que el Estado tenga que renunciar a utilizarlas como un instrumento del desarrollo nacional de los países, y favorecer a empresas nacionales.

Otro de los  nuevos temas, que se da la mano con el anterior, es la llamada política de competencia. No se dice nada de los gigantescos monopolios que funcionan en esta economía mundial. Eso ni se menciona.

¿Pero qué habrá detrás de todo esto?

Lo primero es tratar de maniatar al estado, que las empresas públicas o las compras del propio estado tengan que ser hechas en condiciones de una perfecta competencia, perfección que no existe en un solo país desarrollado.

Está el tema de la propiedad intelectual que no es tan nuevo, viene desde la ronda de Uruguay y es de una tremenda profundidad a pesar de que ya los países desarrollados han impuesto gran parte de su agenda. Ya existe en el mundo un sistema de patentes que funciona como un monopolio sobre el conocimiento y los resultados del conocimiento humano. El 97% de las patentes que existen en el mundo está en manos de los países ricos. Ahora, incluso, pretenden convertir el conocimiento humano en una mercancía, y donde están incluidos los saberes tradicionales de las comunidades indígenas y la biodiversidad de plantas y animales, es decir, lo que se quiere es patentar ese conocimiento para convertirlo en objeto de lucro.

Por lo tanto, esta reunión de Cancún es un episodio más de esta lucha entre un orden económico internacional esencialmente injusto, desigual, depredador y las víctimas son los países pobres. Por fortuna, los movimientos sociales y de protesta han crecido y cada vez más están ganando en organización y visibilidad y ya es imposible dar grandes reuniones, como esta de Cancún de la OMC, y otras del FMI o el Banco Mundial sin que miles, cientos de miles de hombres y mujeres se unan para oponerse a un orden mundial deshumanizado y brutal.

¿En su opinión qué dejará esta Cumbre para el mundo empobrecido?

No creo que en esta reunión ministerial se vayan a dar soluciones ni siquiera paliativas a los problemas graves y dramáticos que vive cotidianamente el mundo empobrecido; tal vez los países desarrollados intentarán hacer alguna mínima concesión en el tema de los medicamentos genéricos, pero eso a cambio, desde luego, de apretar los tornillos en otras cosas. Con sinceridad no creo nada esencial vaya a ser cambiado por parte de la estructura de poder del actual orden económico mundial.

Hay algunos temas que son mucho más graves que el propio de la agricultura, a pesar de que es algo muy sensible, pues tiene que ver con la vida y la sostenibilidad e identidad cultural de muchas comunidades en el mundo; pero por ejemplo, un tema deliberadamente olvidado, sacado de las discusiones y que tuvo gran repercusión en las décadas de los 60 y 70 es el del intercambio desigual. Ya de eso no se habla como si ya estuviera resuelto; y lo más triste y lamentable es que tiene una vigencia tremenda, pues el intercambio desigual se deriva de que los precios de los productos de alta tecnología de países desarrollados son cada vez más altos mientras que las exportaciones de alimentos, materias primas de productos básicos de los subdesarrollados son cada vez más bajos y ahí es donde está la contradicción histórica del deterioro de la relación desigual. Y eso está latente y representa pérdidas para el Tercer Mundo de no menos de 250 mil millones de dólares cada año.

¿Otro tema silenciado es el de la deuda externa?

Exactamente, y tiene una importancia capital para los países latinoamericanos, pues esta región está abocada a un estallido violento por causa de la deuda con países que le están deteriorando más del 50% de los ingresos de exportación a pagar por servicio de la deuda.

Recientemente el gobierno norteamericano solicitó 87 mil millones de dólares más al Congreso por unos ligeros errores en los cálculos del costo de la guerra en Iraq. Las Naciones Unidas han informado que bastarían unos 40 mil millones repartidos a los largo de 10 años para resolver problemas de salud y educación para todos los países pobres. Esto da una idea de las profundísimas injusticias que están presentes en este mundo. Solo en propaganda comercial se gastan anualmente un millón de millones de dólares con los cuales la humanidad resolvería problemas graves como la salud reproductiva o el acceso a la educación, al menos a los servicios básicos. En estos momentos se gastan en el mundo en armas unos 800 mil millones de dólares cada año.

Esas son las cosas que forman parte de las enormidades de este injusto orden económico internacional y eso explica también por qué son miles las personas que en todo el mundo, como se está demostrando en estos días en Cancún, se oponen a la OMC y a otros organismos globales neoliberales.

Estos movimientos se han convertido, sin duda alguna, en una esperanza y también en una sorpresa, en primer lugar para los países desarrollados, a quienes les ha surgido, sobre todo a partir de Seattle, a fines de 1999, un enemigo que no existía, un enemigo que les preocupa, que los está obligando a hacer sus reuniones en lugares cada vez más aislados, más remotos, más protegidos por miles de barreras de seguridad, con un despliegue policial impresionante. El reto de triunfo de este movimiento dependerá mucho de las ideas que animen sus acciones, la crítica y la denuncia es esencial, por ahí se empieza; pero también necesario una propuesta, una posición, que pienso se va construyendo, y que de hecho se está construyendo. No soy de los pesimistas que creen que estos sirven solo para criticar, para gritar pero no son capaces de proponer nada. Si se están valorando propuestas, por ejemplo en el caso del ALCA, existe la Alternativa para las Américas, hecha por los movimientos sociales, que participan en la Campaña anti ALCA. También dependerá de la capacidad de concertación y  la de mantener la enorme capacidad de este movimiento, pero logrando una unidad en torno a cosas esenciales. El sueño enemigo es fragmentar y dividir, enfrentar a unas organizaciones con otras, a los campesinos con los sindicalistas, a los sindicalistas con los ecologistas y a las mujeres con los jóvenes… Y hay un gran desafío, que es mantener la unidad y la cohesión de este movimiento sin pretender convertirlo en un partido disciplinado y homogéneo; tiene que preservar su colorido, su diversidad, su identidad. Y en eso se ha avanzado, sin que dejen de estar presentes muchos problemas. El principal agente que alimenta a estos movimientos es el neoliberalismo y las injusticias. Y en apenas todavía cuatro años de existencia este movimiento se ha convertido en una gran preocupación  para los países desarrollados, los tiene en jaque; es capaz de reunir a decenas de miles de personas de las más diversas procedencias y credos. Y creo, sinceramente, que una de las más grandes noticias de este siglo XXI es el surgimiento de estos movimientos sociales de protesta.

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Los 11 de septiembre
Luis Toledo Sande | La Habana

El 11 de septiembre de 2001 ha pasado a ser no solamente una fecha conspicua, sino el 11 de septiembre, reducida con frecuencia a una abreviatura capaz de fijarla como símbolo de una realidad única: el 11-S. Para explicar que así esté ocurriendo no bastan la cercanía temporal y la pavorosa espectacularidad de la tragedia concentrada ese día en los Estados Unidos. En la explicación, nada sustituye al hecho de que el escenario del desastre fue el centro mismo del imperio que, habituado a su papel de agresor sin límites, conoció ese día explosiones hasta entonces inimaginadas en su territorio, y vio cómo se hacían polvo edificaciones que lo representaban emblemáticamente. Y ese imperio es el modelo, la realidad; lo demás no es sino lo demás.

Así, por ejemplo, el cine es el cine del imperio; lo demás son, en el mejor de los casos, cinematografías específicas o modos de realización alternativos: o sea, lo otro, que a veces parece exhibirse como curiosidad o, cuando más, como un material de estudio. De similar manera, las noticias las dan los medios del imperio, que vienen a ser los medios, por lo cual la información es la que ellos difunden. Aunque día a día se descubran sus falsedades, tan poderosos e influyentes son que estas pasan como si fueran lo natural. A los esfuerzos por contrarrestar sus maniobras no los acompaña la fuerza de despliegue necesaria, y, cuando se consigue desenmascararlas, ya el mal está hecho: al menos, queda en el aire la sombra de la falsedad, y ella contamina el juicio general.

Para mayor garantía de éxito, la lengua del imperio no se presenta como una lengua, sino que se convierte en la lengua. Así que el imperio domina, por todos los caminos y vericuetos posibles, los recursos materiales del mundo y los del pensamiento: la realidad y su representación. Para eso somos el imperio, dirá él. Por semejantes vías se perpetúa en el planeta el modelo de la comunidad esclavizada por un señorío que, siendo minoritario, se erige como la mayor expresión de la humanidad, lo universal. El resto sin importar cuán numeroso sea, son las masas, las  muchedumbres destinadas a servirle al señorío.

En esa historia se inscriben también las fechas. De imponerse, el tratamiento dado por los medios dominantes al 11 de septiembre de 2001 conseguiría no solamente legitimar las fechorías que la camarilla gobernante en los Estados Unidos haya perpetrado o siga perpetrando en todo el mundo. Tanto le ha servido a dicha camarilla el monstruoso crimen ocurrido aquel día, y tantas aristas oscuras ha habido en torno a él, que han sobrado razones para sospechar que alguna participación, connivente si no activa, tuvo ella en la tragedia. Ante los hechos, no por gusto se recordó Pearl Harbour. Y aunque se probara, sin lugar a duda, que el hundimiento del Maine en la Bahía de La Habana lo causó un accidente, se sabe para qué le sirvió al imperio el desastre.

Después de todo, los imperialistas culparon de la tragedia del 11 de septiembre de 2001 a cuervos que ellos mismos habían entrenado, financiado y utilizado en otros actos detestables. Ello bastaría para responsabilizar al imperio por lo sucedido ese día. Sobre todo, el odio que está en la raíz de las prácticas terroristas que él su principal promotor y ejecutor a nivel mundial dice condenar, es un fruto macabro de los saqueos, intervenciones y genocidios con que ha violado toda norma legal y moral.

Otro provecho que al imperio le convendría sacar de su propaganda sobre el 11 de septiembre de 2001 sería borrar de la memoria colectiva la tragedia que se desató veintiocho años atrás el mismo día y, por añadidura, también martes: la tragedia del pueblo chileno. Es necesario que la desprevención no nos convierta en cómplices de semejante ardid. En cuanto a crímenes no hay por qué establecer mecánicamente prioridades de índole cronológica ni en virtud de la cifra de víctimas: una sola es suficiente para condenarlos, independientemente del momento en que hayan ocurrido.

Pero la tragedia chilena fue anterior a la de las Torres Gemelas, y no se requiere mucho cálculo para saber que las víctimas del golpe militar chileno el propio 11 de septiembre de 1973 y en sus derivaciones posteriores no serían menos significativas que las de Nueva York en esa fecha de 2001. El imperio que ha sembrado en el mundo el odio que está en la base del crimen ocurrido en su país veintiocho años después del derrocamiento del gobierno constitucional y democrático de Chile, es el que, dentro de esa siembra, como parte de su injerencismo sistémico, alentó y apoyó directamente a las sanguinarias dictaduras militares en toda nuestra América, no solo a la chilena. Y no hay que descartar que prohíje otras.

Entonces, ni por cronología ni por lógica expresiva es válido ni honrado aceptar que el de Chile se considere el otro 11 de septiembre. Admitir que el de Nueva York es, sin más, el 11 de septiembre, o, más ceñidamente aún, el 11-S del mundo, sería servirles a los medios imperiales: al imperio. Que esas fórmulas hayan sido utilizadas también, en mayor o menor número de casos, con buenas intenciones, o incluso que tal vez nacieran de estas últimas y luego fueran bien vistas por las fuerzas dominantes, no serviría más que para recordar un grave peligro: el de actuar o pensar incautamente cuando el imperio goza de la hegemonía que ahora ostenta, y vive su más ensoberbecido triunfalismo.

De nada valdría quedarse en un entendimiento a nivel de fechas, sin calar en los procesos en que ellas se ubican. Y de poco serviría descifrar al Pato Donald —que no es más que un instrumento, no un poder autónomo—, si no se está consecuentemente alerta contra las fuerzas que guían, deciden y capitalizan las jugarretas y los picotazos de dicho personaje. Sus efectos hacen estragos no ya solamente desde los comics, sino desde cátedras y con el auxilio de computadoras y redes cada vez más poderosas. Para cuando esos recursos y otros afines fallen o no cumplan eficazmente su cometido, queda la masacre con nombre de guerra, sin miramiento a institución o ley que se opongan a la voracidad imperial.

© La Jiribilla. La Habana. 2003
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