Adolfo Zaldívar trafica con influencias, es parte de
algunas de las fuertes declaraciones hechas por el retirado juez Juan Guzmán Tapia quien
entregó detalles de su denuncia de presiones en contra de algunos parlamentarios,
funcionarios de Gobierno y mandos medios castrenses, en medio de causas por violaciones a
los Derechos Humanos en dictadura que le tocó conocer.
Al presidente DC lo acusó de haber intercedido en favor del general (r) Sergio
Arellano Stark en el caso Caravana de la Muerte, además de precisar diversas situaciones
que debió enfrentar principalmente en las investigaciones referidas al rol de Augusto
Pinochet en tales crímenes.
En el marco del lanzamiento en España de su libro En el borde del mundo.
Memorias del juez que procesó a Pinochet, el ex magistrado sostuvo un extenso
diálogo con el diario local El País en el que reiteró, con nombre y
apellido, las denuncias de presiones en su trabajo.
Entre ellas, la más fuerte apunta al timonel falangista, senador Adolfo Zaldívar, a
quien lo cita en un incidente ocurrido en 1999, cuando estaba ad portas de procesar a
Arellano Stark, por 75 crímenes (57 ejecuciones y 18 secuestros permanentes) en el caso
Caravana de la Muerte.
"El senador Adolfo Zaldívar, actual presidente de la Democracia Cristiana,
intentó persuadirme con los argumentos de que Arellano era muy católico y de que se
trataba de un hombre honorable, afín a la tendencia política democristiana, y a que
había llegado a ser edecán del presidente Eduardo Frei Montalva en 1970, parte el
jubilado juez.
Según Zaldívar, Arellano, a quien se le conoce como El Lobo, no podía estar
implicado en los delitos que yo le estaba imputando tras tomarle declaración y someterle
a varios careos. Me explicó que según la jurisprudencia de la Corte Suprema, la ley de
Amnistía cubría las acciones de Arellano. Zaldívar vino dos veces a mi casa del barrio
de Providencia. Y quedó en venir una tercera, en compañía del entonces senador Enrique
Krauss (ex ministro y actual embajador en España). Me anunció esa visita, pero
finalmente no acudió. Adolfo Zaldívar trafica con influencias, agregó.
El mes pasado, Zaldívar, requerido por los rumores que lo señalaban como una de las
personas a quien Guzmán consignaba entre quienes lo habían intentado presionar, dijo que
"Esta fue una cosa muy antigua y me sorprende que la hayan sacado ahora".
"Yo no pedí ninguna reunión, fue el magistrado el que me la pidió en octubre de
1998 y se realizó en la oficina de abogado de mi hermano y el abogado Sergio Arellano
-hijo de Arellano Stark- y es todo lo que puedo decir", enfatizó el Senador en esa
ocasión.
Otras presiones desde Valparaíso
En el Parlamento también identifica al ex vicecomandante en jefe del Ejército,
entonces Senador designado, Santiago Sinclair, quien, a través de un abogado, le insinuó
las posibilidades de lograr el retorno de Pinochet a Chile, cuando este
último permanecía detenido en Londres.
Quién llevó la conversación fue el abogado. Me propuso dictar una orden de
detención contra Pinochet. Esta medida lograría, explicó, el apoyo incluso de los
abogados querellantes en las causas contra Pinochet. Y la defensa no se opondría. El
Reino Unido, ante una petición así, seguía el razonamiento, daría prioridad a Chile
frente a España. Una vez Pinochet aquí, razonó en voz alta el letrado, la justicia
chilena encontraría la manera de evitar su procesamiento. Este abogado pensaba que yo
estaba en el juego de protección. El senador Sinclair hacía de testigo. Fueron muy
amables. Les dije que no procedía, aseguró.
Presiones desde el Gobierno
Respecto de la suerte de Pinochet, afirma que todas las presiones que recibía en
Santiago iban, en 1999, hacia una dirección. Yo debía olvidarme del texto de la
ley, que le exigía efectuar exámenes mentales al ex dictador.
La ley es muy precisa cuando ordena que a las personas mayores de 70 años se les
debe practicar exámenes mentales para conocer su estado. El consejo, por así decir, que
me daban Jorge Rodríguez, a cargo del Instituto Médico Legal, o el ex ministro del
Interior del Gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Carlos Figueroa Serrano, era que se
podía ayudar a Pinochet en este punto. Esto es: evitar exámenes psicológicos,
precisa.
A partir de lo anterior, complementa, no había que hacerle un examen sobre sus
facultades mentales, sino sólo sobre su estado físico. Esto era contrario a lo que
establece el Código de Procedimiento Penal chileno.
Miembros de la Concertación vuelven a aparecer en el relato del ex juez Guzmán, al
recordar que tras dictar el primer auto de procesamiento de Pinochet me llamó Luis
Horacio Rojas, jefe del gabinete del ministro de Justicia, José Antonio Gómez. Me dijo
que anulara el auto de procesamiento. Fue, francamente, insolente. Era evidente que los
compromisos adoptados durante la transición entre los partidos políticos y los militares
estaban en peligro. Se le había asegurado al Ejército con ocasión del plebiscito de
1988 que Pinochet sería intocable.
Consultado si, a su parecer, ¿el Gobierno del presidente Lagos quería sólo una
justicia simbólica?, respondió, enfático: Desde luego. Los políticos de la
Concertación podían aguantar todos los juicios del mundo menos uno: Pinochet.
Presiones desde el Ejército
Guzmán, también apunta al ex comandante en jefe del Ejército, general Ricardo
Izurieta, quien le habría señalado el interés de que un encuentro con el Alto Mando de
la institución, a través, de uno de los abogados de Pinochet, antes de su primer
procesamiento.
El Alto Mando del Ejército quería reunirse conmigo. El general Patricio
Chacón, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, cuando Ricardo Izurieta era
comandante en jefe, me envió un mensaje a través de uno de los abogados de Pinochet, el
jurídico militar Gustavo Collao. El general Izurieta, o el alto mando, quería reunirse
conmigo. Pero no acepté.