LA GUERRA DEL ETANOL
Frida
Modak
Los
acontecimientos derivados del acuerdo entre los presidentes Lula de Brasil y
Bush de Estados Unidos para impulsar la producción de biocombustibles están
dando origen a una polémica que bien puede bautizarse como la guerra del etanol.
De un lado están los que firmaron el acuerdo y los que se preparan para
entrarle al negocio y por el otro los que van a ser las víctimas del negocio.
Esta guerra, como todas, tiene también un componente político cuya meta
es afianzar la hegemonía estadunidense y con ella la del norte desarrollado
sobre el sur en vías de desarrollo. La gran paradoja es que las riquezas
energéticas están en el sur.
El
de la energía es el primer gran debate del siglo XXI, que está adquiriendo
características similares a otro gran debate, el de la deuda externa, que alcanzó
su climax en 1985 y que los gobiernos latinoamericanos no quisieron aprovechar
para solucionar tan acuciante problema. En las dos ocasiones quien ha centrado el
tema ha sido el presidente cubano Fidel Castro, que convocó a una amplísima
reunión en La Habana, para tratar el problema de la deuda, calificándola de
impagable e inmoral.
Ahora,
en
relación a los biocombustibles y al acuerdo Lula-Bush, ha puesto el dedo en la
llaga en dos artículos llenos de verdades publicados en el periódico Granma.
El
primero lo tituló “Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil
millones de personas en el mundo” y el segundo “La internacionalización del
genocidio”. Nadie se esperaba que este tema marcara el reinicio de actividades
del mandatario cubano, ni que lo hiciera con tanta fuerza. Y, por supuesto, ni
Estados Unidos ni Brasil se imaginaban que desde ángulos tan diversos se le
daría la razón al presidente Castro.
Mientras
Bush no dice nada, porque más que el etanol le interesa el efecto político que su
acuerdo con Lula puede causar,dividiendo a América Latina para impedir una
integración que la deje fuera de su órbita de influencia. Lula también ha
guardado silencio y su más cercano asesor atribuyó los planteamientos del
presidente de Cuba a una “incomprensión”, asegurando que los proyectos “en los
que estamos asociándonos”, no afectarían la producción de alimentos,
mientras en
su país se destinan más tierras al cultivo de maíz para hacer etanol destinado a
Estados Unidos.
El
mandatario cubano escribió en su segundo artículo “No es mi intención lastimar a
Brasil, ni mezclarme en asuntos relacionados con la política interna de ese gran
país”, el desacuerdo es claro y en este respetuoso tono se inició una discusión
en la que han intervenido los más variados personajes y
medios.
OPINIONES
En
su edición del 7 de abril, The Economist de Gran Bretaña señalaba “No muchas
veces este periódico está de acuerdo con
Fidel Castro. Pero cuando se levantó de la cama de convaleciente la semana pasada
para criticar el entusiasmo malsano de George Bush por el etanol tenía
razón. Junto con otras críticas acerca de la campaña americana sobre éste, el
Sr.Castro advirtió contra la
<siniestra idea de convertir alimentos en combustible>. La utilización del
maíz en Estados Unidos para producir el
biocombustible etanol, que luego puede mezclarse con la gasolina para reducir la
dependencia del país del petróleo extranjero, ya ha hecho subir el precio del
maíz. Como se emplea más tierra para cultivar maíz y no otros cultivos
alimentarios tales como la soya, sus precios también se elevan. Y como el maíz se
utiliza para alimentar a los animales, el precio de la carne aumenta también.
En
otras palabras, el suministro de alimento se está desviando para alimentar a los
hambrientos automóviles americanos”.
The
New York Times señaló lo grave que sería que los grupos estadunidenses
interesados en tener más tierras para cultivar el maíz, que goza de fuertes
subsidios y ha subido tanto de precio, lograran que se libere parte de la tierra
de reserva en la que pretender sembrarlo. En un artículo de Foreign Affairs del 8
de abril se señala:
“El
Instituto Internacional de Investigaiones sobre Políticas Alimentarias(IFPRI),
en Washington, D.C., ha presentado estimados
aleccionadores sobre la posible
repercusión internacional de la creciente demanda de biocombustibles. Mark
Rosegrant, director de una de las divisiones del IFPRI, y sus colegas prevén que
en vista de que los precios del petróleo continúan aumentando, el crecimiento
vertiginoso de la producción de
biocombustibles elevará los precios del maíz en un 20 por ciento para el 2010 y
en un 41 por ciento para 2020. Se pronostica de igual modo que los precios de las
semillas oleaginosas, entre las que se incluyen la soya, la colza y el girasol,
aumenten en un 26 por ciento para 2010 y en un 76 por ciento para 2020, y los
precios del trigo en un 11 y en un 30
por ciento para 2010 y 2020, respectivamente. En las zonas más pobres de
Africa subsahariana, Asia y América Latina, donde la yuca constituye el alimento
básico, se espera que el precio crezca
en un 33 por ciento para el
2010 y en un 135 por ciento para
2020...” La yuca es el alimento básico de 200 millones de africanos, de los
sectores más pobres.
LOS FAVORECIDOS
En agosto del año pasado Ben Lieberman, analista
senior de política energética y
ambiental de la Fundación Heritage, organismo ultraconservador, escribió un
artículo sobre la promoción del etanol en Estados Unidos. Lo primero que
estableció fue que para confrontar el alto precio de la gasolina, 3 dólares por
galón, el gobierno estadunidense promovía el etanol que costaba 4 dólares el
galón y produce menos energía. Tomando en cuenta todos los costos directos e
indirectos que había que agregarle a ese precio, Lieberman señalaba que el costo
del galón ascendía a 5 dólares.
Pero
ese absurdo de pagar más para abaratar, tenía sus motivos, el objetivo señalaba el
analista no era ayudar al consumidor sino apoyar a los productores de maíz
estadunidense y a las grandes empresas que lo convierten en etanol y sostenía en
ese artículo que durante años esos “intereses especiales” han recibido toda clase de ventajas y
proteccionismo arancelario que aumentan el costo de importaciones más
baratas.
Pero
en este debate hay mucho más que agregar, porque se estima que de aquí al año
2030 la demanda de energía crecerá un 50 por ciento. Se sostiene que los
biocombustibles deben reemplazar al petróleo que estaría prácticamente
agotado, sin embargo empresarios alemanes han señalado que existen importantes
yacimientos en Africa y Medio Oriente y que se requieren 56 mil millones de
dólares anuales para explotarlos. Si sólo la Exxon ganó el año pasado 39 mil
millones de dólares, quiere decir que hay dinero de más para hacerlo, lo que
reitera que el pacto Bush-Lula en definitiva favorece los intereses políticos de
ambos a lo que ya nos hemos referido en
estas páginas.