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De La Nación Domingo - 27 marzo 2005
Habla Samuel Fuenzalida, ex agente DINA careado con Paul Schäfer
“Los militares torturaban y mataban en Colonia Dignidad”

En testimonio exclusivo, el ex uniformado cuenta cómo fue trasladado al enclave alemán Álvaro Vallejos Villagrán, alias el Loro Matías, por cuya desaparición Schäfer fue sometido a proceso. Además asegura que éste comunicó personalmente a los hombres de Manuel Contreras que Vallejos había sido liquidado.
por Elizabeth Agurto

Juego con la taza. Ha cambiado dos veces el lugar de encuentro y ahora está un poco atrasado, 10 minutos para ser exactos. ¿Llegará? El local es tranquilo, céntrico, seguro para ambos. Termino el capuchino pero él no aparece ¿O estará aquí y no lo sé? No lo conozco, pero podría identificar su voz… ¿Cómo será Samuel Fuenzalida Devia? ¿Cómo será un ex agente de la DINA?

Sé algunos datos. En septiembre de 1973 él tenía 18 años y era soldado segundo del Regimiento Reforzado Motorizado Número 15 de Calama. En diciembre de ese año fue asignado al Regimiento Número 2 de Ingenieros de Tejas Verdes y trasladado a las Rocas de Santo Domingo, donde el entonces coronel Manuel Contreras, el Mamo, le avisó que sería parte de la debutante Dirección de Inteligencia Nacional. Por su participación en ese organismo represivo conoció al Loro Matías, un detenido desaparecido, por cuya causa el juez Joaquín Billard procesó a Paul Schäfer.

¿Me contará todo lo que pasó hace 31 años? La historia oficial de Álvaro Vallejos Villagrán, más conocido como el Loro Matías, ya la conozco: militante del MIR, cuando en 1974 fue detenido por la DINA tenía 25 años y un hijo. La última vez que sus padres lo vieron fue a fines de julio de ese año.

Luego desapareció, según la versión que entregó Samuel Fuenzalida a la justicia, en Colonia Dignidad.

Sumo mis reseñas, y aún no logro crear una imagen de Samuel Fuenzalida.

De pronto, aparece. Aunque jamás me ha visto, sabe perfectamente quién soy. Se dirige directamente hacia mí.

Es joven, pienso. Al menos no representa los 50 años que tiene. Es moreno, de contextura media, simpático, tan normal como cualquiera, pero es distinto porque es un testigo privilegiado, porque estuvo con Álvaro Vallejos Villagrán en 1974, porque declaró, en 1976 en Europa, sobre su desaparición, porque su relato reveló los nexos de la DINA con Villa Baviera. Por eso es que tampoco acepta fotos.

VIAJE A “PUERTO MONTT”

Estoy en su territorio. La mesera que atiende lo conoce, incluso le permite subir al segundo piso -cerrado-, para que pueda conversar conmigo.

Pide un café. Saca un papel. Es un certificado de su paso por el Ejército, un documento que le ha permitido desvirtuar la versión que Colonia Dignidad usó en el juicio de 1979 contra Amnistía Internacional en Alemania, aquella donde decía que Fuenzalida nunca estuvo en las Fuerzas Armadas.

Acepto sus credenciales. Sé que tanto la justicia internacional como la chilena han validado su testimonio...

-¿Cuándo y cómo conoció usted a Álvaro Vallejos Villagrán?

-A fines de mayo de 1974, en Londres 38, un lugar de detención que tenía la DINA en Santiago Centro. Sabía que el Loro era hijo de un suboficial del Ejército, por eso me acordaba bien de él y lo reconocí cuando a principios de agosto me tocó, por casualidad, trasladarlo desde Cuatro Álamos hasta donde “los alemanes”...

-¿Quiénes eran “los alemanes” en la jerga de la DINA?

-Era el enclave de Schäfer, lo que todos conocen como Colonia Dignidad.

-¿Era habitual trasladar a reos hasta este recinto?

-Sí, “los alemanes” colaboraban con la DINA, eso era común.

-En el caso específico de Vallejos, ¿quién dio la orden de llevarlo hasta Colonia Dignidad?

-Yo lo trasladé bajo las órdenes del capitán de Ejército Fernando Gómez Segovia... Íbamos, eso sí, varios agentes… el Loro estaba quebrado, había sido torturado. Supe que lo iban a matar porque en Cuatro Álamos pedí su reloj, sus pertenencias personales, y Gómez me dijo que no, que “no las iba a necesitar”. Ahí supe que lo matarían. Me acuerdo que en su ficha decía “Puerto Montt”. Después, en el cuartel Terranova (Villa Grimaldi), me enteré de que eso significaba “morir en tierra”. “Moneda” era “morir en agua”, ser lanzado al mar. La ficha del Loro decía “Puerto Montt”.

-Usted dice que llevaron a Vallejos desde Cuatro Álamos hasta Colonia Dignidad ¿Los esperaba alguien ahí?

-Sí, era invierno… Camino a Dignidad vimos una camioneta donde iban civiles. Dieron una clave y Gómez se bajó. Ahí el Loro, que iba vendado, me dijo que sentía que iba por un camino que ya había recorrido. Y era verdad, el Loro ya había estado ahí, en Villa Baviera. Seguimos y a la entrada de Dignidad había un auto con varias personas, ahí el que mandaba era “El Profesor”.

-¿Quién era “El Profesor?

-Paul Schäfer.

-¿Cómo sabe que era él?

-Me acuerdo bien de Schäfer porque tenía un ojo de vidrio. Era fácil de distinguir. También me acuerdo de otro, que ahora sé que es Gerhard Mücke. Él era gordo, grande, fornido. Ellos dos se me quedaron grabados. A los otros no los recuerdo. Eso sí, a los alemanes, que aparecieron ahora en la televisión, en la detención en Argentina, los vi en Santiago, instalando la radio en el cuartel Terranova.

-Volviendo al caso de Vallejos Villagrán…

Suena el teléfono de Fuenzalida. En la línea hay alguien relacionado con el caso, porque le explica que está dando una entrevista y que también podría participar. Se trata de Wolfgang Müller, uno de los primeros colonos en huir de Dignidad.

EL PROFESOR NO TIENE MEMORIA

-Retomo. Volviendo al caso de Vallejos Villagrán, ¿usted me asegura que fue recibido específicamente por Schäfer?

-Ya le dije. Él recibió específicamente al Loro, lo vio cuando otros dos alemanes lo subieron al auto, conversó con Gómez Segovia. Schäfer incluso nos invitó a cenar en Dignidad. Sé que era él.

-¿Qué pasó después con Vallejos Villagrán?

-No vi lo que pasó con él. Yo estaba en una casa en Colonia Dignidad comiendo con los otros agentes. Schäfer no estuvo toda la cena con nosotros, llegó más tarde. Cuando le preguntaron por el Loro, él se sentó e hizo un ademán con las manos, como que el Loro estaba muerto, y dijo “fertig”. Después viví en Alemania, fertig significa terminado, muerto.

-¿Y fue Schäfer quien comunicó la muerte de Vallejos Villagrán?

-Sí.

-¿Usted supo si Schäfer participó de las torturas a Vallejos o en los apremios a otros detenidos?

-Yo no lo vi, pero en Terranova se comentaba, entre nosotros, que “El Profesor” dirigía algunas torturas y estaba al tanto de todo lo que pasaba con los presos, que incluso los alemanes ayudaban a enterrarlos cerca de la cordillera.

-Usted fue careado el lunes 14 con Schäfer. ¿Él lo reconoció?

-Él sabía de mí, sabe de mí desde los procesos en Europa, porque yo fui su primer acusador chileno allá.

- ¿Pero lo reconoció?

-En un primer momento no, no me reconoció, pero después, cuando le empecé a contar la historia, se puso nervioso, se empezó a comer las uñas, se mordió el labio, y le sangró.

-¿Él reconoce las imputaciones que usted le hace?

-Él declaró que prestó Colonia Dignidad a los militares, para que hicieran ejercicios, experimentos… eso dijo.

-¿Pero él dijo saber que estos recintos eran utilizados con su autorización para realizar torturas y dar muerte a prisioneros políticos?

Se inquieta un poco por la insistencia, pero prosigue. “Esta materia es delicada”, advirtió antes del encuentro. El juez Billard le ha pedido prudencia en las declaraciones.

-Lo que le dije: él confesó que prestó el recinto para que los militares hicieran experimentos, él lo reconoce, lo dice...

-Pero le insisto, ¿él dijo saber lo que los militares hacían en Colonia Dignidad?

-Bueno, ¡¿y qué hacían los militares?! ¡Si yo era militar!

-Se lo pregunto a usted: ¿qué hacían los militares en Colonia Dignidad?

-¡¿Qué hacíamos?! Los militares torturaban y mataban en la Colonia Dignidad, lo mismo que se hacía en todos los otros cuarteles...

-Usted que vio a Schäfer, ¿cree que él entiende lo que le preguntan?

-Sí, está lúcido. Él es inteligente, puede estar viejo, pero está bien, entiende... Se hace el loco no más.

TODOS SABÍAN

-Se dice que Manuel Contreras era cercano a Schäfer. ¿Usted constató eso?

-Cuando cené con los alemanes, con Paul Schäfer, se mencionó como seis veces el nombre de Manuel Contreras y otras tantas las de Augusto Pinochet. Yo estuve en Dignidad a principios de agosto, a fines de ese mes fue Pinochet a visitar la colonia…

-¿La DINA era parte de la red de protección de la colonia?

-Creo que sí, porque era la inteligencia de Pinochet… y Pinochet visitó la colonia.

-¿Y Pinochet sabía lo que pasaba?

-Creo que sí, que sabía. Éramos de la inteligencia militar. Además, en 1976 yo denuncié por vez primera esto, cuando me fui a Europa, después de retirarme de las Fuerzas Armadas. Después del ’76 todos sabían. Los ministros del Interior de la época, también sabían.

-Entonces, según su parecer, ¿Sergio Fernández, ministro del Interior de Pinochet desde 1978, sabía lo que pasaba en Colonia Dignidad?

-Desde el ’76 todos sabían. Él también.

El café se enfrió. Nos despedimos. Es tarde. Bajo al primer piso y pido la cuenta. “Está todo pagado”, me dice la mesera. Ya sé cómo es un ex agente de la DINA. LND

“Schäfer exigía que nos torturaran más y mejor”

“Había olor a flor, a semilla, a guano. Mugían las vacas, ladraban los perros, trinaban los pájaros, se escuchaba el río”. La descripción no es de cualquier campo bucólico, es de Villa Baviera. Y quien rememora no estuvo allí disfrutando del paisaje. El siquiatra Luis Peebles Skanic permaneció desde el 2 al 8 de febrero de 1975 en Colonia Dignidad en calidad de detenido. Recuerda que el recinto era diferente a otros centros de tortura de la DINA, principalmente por la pulcritud del piso, alfombrado con arpilleras, y la ausencia del aroma a WD40, que se utiliza para aceitar y mantener las armas. Recuerda también que allí había un hombre distinto, que resaltaba entre los torturadores por su crueldad: Paul Schäfer.

“Mi principal preocupación era saber qué me iban a preguntar y cómo me iban a pegar para que respondiera. Me acuerdo que lo primero que hicieron fue ponerme ‘en la parrilla’ (cama donde se aplicaba electricidad). Normalmente nos amarraban al catre con cordeles, o con la misma ropa. En Dignidad, no. En Dignidad tenían correas de cuero con hebillas, de tal manera que uno quedaba completamente inmovilizado. En general nos vendaban con trapos sucios. Ahí me pusieron una capucha de cuero, que tenía además un implemento que protegía la mandíbula de una dislocación. Quien dirigía las torturas, a quien logré ver cuando me desvendaron, era a un hombre con acento alemán, con gran autoridad entre los demás y especialmente feroz.

Casi siempre, los agentes de la DINA, si yo respondía bien una pregunta, como los lugares donde había vivido desde niño, me dejaban de aplicar electricidad. Era el descanso. Los golpes eléctricos marcaban el interrogatorio. El líder de Dignidad se enojaba si dejaban de ponerme corriente. Él incitaba a los demás a que me aplicaran constantemente electricidad, a que me dieran más golpes de puños o de pies. Exigía que, independiente de lo que yo dijera, me torturaran más y mejor. Los tipos de la DINA se confundían con sus instrucciones, pero le hacían caso. Para mí, el que mandaba en este centro extraño era sólo otro milico, con bastante más autoridad y notoriamente extranjero. Luego supe que él era Paul Schäfer”.

El segundo encuentro entre el ex jerarca alemán y el doctor Luis Peebles fue el 14 de marzo de 2005. El escenario fue mucho menos campestre y las circunstancias, completamente distintas. Ahora quien debía responder, sin ningún apremio físico, era Schäfer.

Peebles repasa lo que fue el careo con el hombre que hace más de 30 años se ensañó en mortificarlo:

“Apenas me senté a su lado, le pregunté cómo estaba, cómo se sentía, le pregunté si no estaba enfermo, si no tenía la presión alta, a sabiendas de que él es hipocondríaco, a sabiendas de que esto lo podía provocar en el sentido de descomponerlo, de desestabilizarlo.

Le dije: ‘se le ve a usted muy pálido, se le ve mal’, y él empezó a responderme y en ese momento el actuario le preguntó a Schäfer: ‘¿Señor Schäfer, usted conoce a este señor?’. Y Paul Schäfer miró al actuario, me miró a mí, asintió con la cabeza y dijo: ‘Sí, lo conozco’. Y el actuario insistió: ‘Así es que lo conoce’. Y Schäfer dijo: ‘Sí, lo conozco, pero no recuerdo cómo se llama’.

Luego prosiguió el careo y llegó el momento en que se me pidió que ratificara mis declaraciones sobre mi paso por Colonia Dignidad y las torturas de Schäfer. Yo reafirmé mis imputaciones y él dijo: ‘No, tortura, ¿qué es eso?’, y agregó que no se reconocía en mis palabras. Entonces le dije a él directamente: ‘Usted me estuvo torturando durante una semana y fue muy cruel conmigo, no sé por qué, no sé por qué usted me golpeaba tanto, me golpeaba con un palo, me metió en una jaula, me tiraba agua fría y caliente. No sé por qué usted se ensañó conmigo, por qué fue tan vejatorio. Yo nunca le hice nada, nunca hablé mal de Colonia Dignidad, nunca dije nada de usted’. Él me miró impávido y de pronto se puso a hablar en alemán, a pesar de que entendía español. Él decía que no escuchaba bien, así es que, tal como hago con mis pacientes, le pregunté nuevamente, y en voz más baja que lo habitual, por su salud. Dijo estar mal. Entonces supe que su problema de audición era una mentira más”. LND

 
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(Dr. Róbinson Rojas, 1ro. de mayo, 2003)
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