Manuel Contreras corrió a su escritorio, sacó una pistola Walter calibre 7.65 y
apuntó al subcomisario de Investigaciones Sandro Gaete. El policía era el encargado de
detenerlo y llevarlo al Palacio de Tribunales para que se notificara de su presidio de 12
años por el secuestro del mirista Miguel Angel Sandoval. Pero el ex jefe de la Dina, que
debía haberse presentado a las 8.00 para el trámite, se negaba a salir de su casa en
Peñalolén.
Eran pasadas las 9.30 y Gaete, jefe de la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos
Humanos, forcejeaba con el general (R). Sus hijas gritaban y lloraban hasta que se
abalanzaron sobre los detectives que rodeaban a Contreras para que Gaete le quitara la
pistola. "¡Traidores!", vociferaba la familia. "¡Soy un general!",
gritaba Contreras.
En las afueras de tribunales, familiares de detenidos desaparecidos y transeúntes que
se sumaron al grupo con el correr de la mañana esperaban la llegada del ex jefe de la
Dina por calle Morandé. Tenían huevos y pancartas. El ambiente estaba cada vez más
acalorado, en la calle y en la casa de Contreras.
Poco antes de las 8.00, los otros cuatro ex Dina condenados -Miguel Krassnoff, Marcelo
Moren Brito, Fernando Lauriani y Gerardo Godoy- ingresaron a tribunales para notificarse.
A esa hora, una cincuentena de familiares los esperaba para impugnarlos. Pero cuando
Contreras llegó rodeado de detectives a las 13.40, el grupo ya era una multitud. Sus
consignas se oían por varias cuadras del centro de Santiago.
Esposado y filiado
Contreras no quería ir a tribunales. Temía por su seguridad y por un posible
atentado, según explicó su abogado Juan Carlos Manns. Pero el juez Alejandro Solís
había ordenado otra cosa: la notificación era sí o sí en tribunales.
Manns intentó, pasadas las 8.00, que el trámite se cumpliera con él en su calidad de
apoderado del general (R). Pero no lo logró.
Pocos después de las 9.00, Solís ordenó su detención. A esa hora ya había
terminado en Peñalolén la frustrada negociación para que Contreras fuera a tribunales.
Dos hombres intentaron convencerlo durante 20 minutos: el prefecto inspector contra el
crimen organizado y asuntos especiales de Investigaciones, Rafael Castillo, y el jefe de
la Policía Militar, general Maurice Laré. "Yo no me voy a ir a ninguna parte. Si
quieren me sacan muerto de aquí. Si usted me dice lo tengo que llevar, hágale empeño...
Si usted me dice voy a emplear la violencia", fue la respuesta de Contreras. Un
equipo de TVN, que acababa de entrevistarlo, grabó el tenso momento.
Castillo dio el "vamos" a Gaete para la detención. Vino el forcejeo entre la
familia, los policías y Contreras, quien aprovechó la batahola para entrar a su
escritorio y sacar la pistola. Tras ser reducido por los policías, fue esposado y sacado
a la fuerza de su casa.
A las 11.00 horas, estaba detenido en el cuartel de Investigaciones y su pistola
requisada. Sus derechos se los leyeron en el auto. Contreras iba vociferando. Sus hijas y
su esposa, Nélida Gutiérrez, quedaron llorando. Una se dejó caer en el patio del
condominio.
En el cuartel, Castillo ordenó la filiación para el parte policial: foto, huella
dactilar y firma. Aunque enojado, Contreras ya estaba algo más calmado, le sacaron las
esposas y constató lesiones tras el incidente en su casa. Lo mismo hicieron Gaete y sus
hombres, varios de ellos rasguñados.
Manns pidió a las hijas y los yernos de Contreras -ambos uniformados (R)- que
constaron lesiones.
El abogado negó que su cliente sacara una pistola, pero fuentes judiciales y
policiales aseguran lo contrario. La defensa se quejó de que los detectives entraran a la
casa "rompiendo cuanta cosa había" y golpeando a la familia.
A las 13.40, afuera de tribunales una baliza dio la señal: Contreras había llegado
rodeado y casi en andas por unos 10 detectives.
En un subterráneo lo esperaban la actuaría de Solís y la ministra de fe. El general
(R) se tomó la cabeza con las manos: "¿Cuántos son mis descargos"?, preguntó
para saber cuánto tenía adelantado de su pena. De la corte salió con una leve sonrisa,
en medio de los gritos. |