Informe: las responsabilidades
Por Adolfo Zaldívar, presidente de la Democracia Cristiana
Publicado en La Tercera: 15-12-2004
Mi conocimiento de las prácticas de tortura se remonta al inicio del régimen militar.
De hecho, fui de los primeros abogados en acudir a la Corte Suprema para que ésta, en uso
de sus facultades, se pronunciara sobre estos casos. Recuerdo especialmente el del
profesor Federico Alvarez Santibáñez, quien había sido torturado. La corte no acogió
nuestra petición y lamentablemente tuvo trágicas consecuencias.
La Democracia Cristiana sufrió la persecución y represión luego de que varios de los
nuestros nos hiciéramos cargo de defender los derechos humanos de los perseguidos, que
irónicamente habían sido nuestros enconados adversarios hasta antes del 11 de septiembre
de 1973. Habíamos tratado infructuosamente de ponernos entre la extrema izquierda y la
extrema derecha para evitar que el odio que se había desatado en Chile engendrara lo que
vino después. Ahí fallamos.
Luego nos faltaron manos y voces para detener la represión del régimen que alentaron
los mismos que hoy pretenden dejar toda la responsabilidad sólo en manos de los
militares.
No puedo dejar de mencionar, con ocasión de los hechos recordados, la tarea titánica
y heroica -por las circunstancias que la rodearon- que realizara Jaime Castillo Velasco,
con quien tuve el honor y privilegio de trabajar en aquellos días y formar la Comisión
de Derechos Humanos.
Tampoco se debe olvidar la labor de la denominada Coordinadora de Abogados que
integraron, entre otros, Eugenio Velasco, Raimundo Valenzuela, Yerko Koscina, Julio
Ahumada, Hernán Vodanovic, Laureano León, Joaquín Morales y José Galeano, quienes
fueron precursores en la defensa de los perseguidos e insistimos majaderamente ante las
autoridades judiciales y administrativas para terminar con los abusos.
Si el 10% de las denuncias que hacíamos en aquellos aciagos días hubiese sido acogido
por los tribunales de justicia o consignado por los medios de comunicación de la época,
tal vez, sólo tal vez, se habría evitado el 90% de las violaciones a los derechos
humanos que vinieron después. O si hubieran escuchado al cardenal Silva Henríquez y al
obispo Luterano Helmuth Frenz, tal vez también se habría evitado tanto dolor.
Mirando al futuro debemos ser claros en que las responsabilidades por lo ocurrido
corresponden a todos los actores políticos de esa época. Nadie puede sembrar vientos sin
saber que puede provocar tempestades. Es más, en honor a la verdad, nuestra tragedia
también tuvo sus orígenes más allá de nuestras fronteras, rastros de ella hay en los
salones de la Casa Blanca y del Kremlin.
Con todo, es bueno reafirmar que las prácticas de la tortura no tienen justificación
alguna, sea cual fuera la circunstancia que viva una sociedad. Su uso no sólo degrada al
ofendido y ofensor, sino se transforma en un estigma que arrastramos todos y que
avergüenza al alma nacional.
La discusión actual me hace evocar un pensamiento oriental: "Si queréis
comprender las causas que existieron en el pasado, mirad los resultados que se manifiestan
en el presente. Y si queréis conocer los resultados que se manifestarán en el futuro,
mirad las causas que existen en el presente".
El Ejército, la Armada, Fuerza Aérea y Carabineros son instituciones permanentes y
necesarias para la existencia misma de la república. No caigamos en la tentación de
debilitarlas como tales, ya que podríamos estar cometiendo un tremendo error estratégico
que sólo advertiremos cuando sea tarde.
En cuanto a las responsabilidades penales por las muertes, desapariciones y torturas,
más allá del contexto histórico-político, éstas son personales sin perjuicio que
también deben ser asumidas en lo ético, militar, político y penal por quienes ejercían
los altos mandos de la época. |