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2 diciembre 2004
ATTAC Valparaíso responde a las preguntas que se hizo
y no respondió el Presidente de Chile
Respondiendo las preguntas que formuló a los chilenos y chilenas por cadena nacional a
propósito de la entrega al país del Informe sobre Prisión política y Tortura que
elaboró la Comisión Valech:
Señor Ricardo Lagos Escobar
Presidente de Chile
Estimado señor:
En relación a las preguntas que usted nos formuló [...] a todos los chilenos y chilenas,
dentro de su discurso de entrega del Informe sobre Prisión Política y Tortura al país,
ATTAC VALPARAISO le quiere entregar sus respuestas y reflexiones para que el nunca más
vivirlo que usted invocó, pueda ser una realidad y no una mera declaración política de
buenas intenciones.
¿Cómo explicar tanto horror? ¿Qué pudo provocar conductas humanas como las que allí
aparecen?, nos preguntó a todos y todas, aclarándonos que usted no tenía respuestas.
Pues bien, nosotros y nosotras confirmamos que las respuestas están en el mismo informe
que usted estaba dando a conocer y que se las extractamos textuales desde allí en 5
puntos que le transcribimos a continuación:
1. La doctrina de la Seguridad Nacional, central en la ideología castrense adaptada al
mundo polarizado de la guerra fría, proponía la existencia de un enemigo interno que
buscaba subvertir el orden por cualquier medio a su alcance, y a las Fuerzas Armadas como
inmunes a los intereses particulares que agrietaban la unidad nacional con discordias
sociales e ideológicas.
En defensa de esa unidad orgánica, correspondía aplicar los métodos de lucha
contrainsurgente inculcados por las escuelas de adiestramiento militar a cargo de Estados
Unidos a generaciones de oficiales chilenos y latinoamericanos, cuya coincidencia de
métodos apuntaba a la existencia de un modelo común. Según esta ideología, la
represión era la respuesta legítima a una subversión manifiesta o larvada y estaba
eximida de respetar los derechos humanos de personas que se sustraían muto propio de su
titularidad, al engrosar las filas del enemigo. Este no era otro que el marxismo,
ampliamente entendido, hasta el extremo de abarcar, al menos en los meses inmediatos al
golpe militar, a toda persona sospechosa de resistirse a la dictadura, sobre todo en
virtud de su compromiso con el proyecto político de la Unidad Popular. ( Capítulo 3,
pág. 175 )
2. Durante todo el régimen militar, la tortura se constituyó en una práctica habitual,
se torturó en forma sistemática para obtener información y gobernar por el miedo,
inculcando el temor profunda y duraderamente en las víctimas inmediatas y, a través de
ellas, en todos quienes tomaban conocimiento directo o indirecto del uso de la tortura.
(Capítulo 5, pág. 256)
3. Todo esto permite concluir que la prisión política y la tortura constituyeron una
política de Estado del régimen militar, definida e impulsada por las autoridades
políticas de la época, el que para su diseño y ejecución movilizó personal y recursos
de diversos organismos públicos, y dictó decretos leyes y luego leyes que ampararon
tales conductas represivas. Y en esto contó con el apoyo, explícito algunas veces y casi
siempre implícito, del único Poder del Estado que no fue parte integrante de ese
régimen: la judicatura. (Capítulo 3, pág. 192)
4. La Corte Suprema no cumplió con el deber de proteger a las personas afectadas por la
política represiva, enviando claras señales de pasividad y consentimiento. A la postre,
la mayoría de los jueces declinaron hacer prevalecer el Derecho.La costumbre, todavía
vigente en 1990, fue sancionar drásticamente los fallos y las actuaciones que disentían
de su posición oficial de activa colaboración con la dictadura. (Capitulo 3, pág. 185)
5. El clima de impunidad que favoreció las graves violaciones de los derechos humanos
bajo escrutinio de esta Comisión, encontró asidero en la concentración de poderes; en
el amparo de una legislación restrictiva y abusiva; en la inacción, cuando no en la
activa complicidad, de relevantes y numerosos miembros del Poder Judicial, así como de
ciertos miembros civiles del régimen; en la prohibición de toda expresión ciudadana o
actividad política; en el total control de los medios de comunicación e, inclusive, en
el activo apoyo por parte de diversos medios escritos y de televisión a la acción del
gobierno militar. (Capítulo 3, pág. 203)
Así, señor Presidente, los párrafos que le hemos citado son muy claros para explicar el
origen de tanto horror en nuestro país durante los años 1973 a 1990, y que es el mismo
origen del horror que vive en estos mismos momentos la población de Irak, de Afganistán
y Palestina. El mismo origen que tuvo el también horror esparcido por toda Latinoamérica
en las décadas de los 70 y los 80, y el mismo horror que vivieron nuestros hermanas y
hermanos de Viet-Nam. En síntesis, nuestro horror es el horror que de manera sistemática
se ha entronizado en nuestro planeta bajo la corona imperial de Estados Unidos y de sus
aliados. O sea, señor Presidente, nada nuevo para un estadista que tiene todo el acceso
que desee a los documentos desclasificados de la CIA, y que a pesar de ello sigue apoyando
este tipo de políticas mundiales cuyo fin último es dominar el planeta para extraer
todos sus recursos, materiales y humanos, en beneficio de unos pocos, muy pocos dueños
del gran capital, aunque se declare lo contrario.
Por ello y por este informe que para nosotros y nosotras no tiene nada de nuevo y que
nunca hemos silenciado - porque nosotros y nosotras, a diferencia de usted y de su
círculo, nunca pudimos vivir en silencio, ni hoy, ni hace treinta años - es que le
llamamos la atención sobre los acuerdos que está tomando a nombre de todos los chilenos
y chilenas con quien maneja el mundo con el dinero y las armas, incluyendo las de
destrucción masiva, símbolo del horroroso horror al que, por lo menos nosotros y
nosotras estamos dispuestos a poner fin, con todo el coraje que ello significa y que
echamos de menos en usted, pese a su poder y a nuestro despojo y exclusión. Por ello, le
insistimos en que no queremos el ALCA, no queremos a la APEC, no queremos al FMI, no
queremos al Banco Mundial ni al Consejo de Seguridad Nacional de la ONU. Y le reiteramos
que del informe se concluye sin más rodeos que las Fuerzas Armadas chilenas deben a lo
menos democratizarse y acabar con sus vinculaciones con las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos, del mismo modo que nuestro poder judicial. Porque recuerde, señor Presidente, que
no estamos hablando de hace treinta años, sino que de hace 14 años, según expresa el
informe, y que sus estructuras y personeros aún están ahí. O si no, ¿cómo es posible
que las Fuerzas Armadas todavía obtengan un 10% de los beneficios de nuestro cobre? ¿Que
tengan un sistema de pensiones propio, distinto al del resto de nuestro pueblo? ¿Que se
les construyan cárceles especiales y se les habiliten recintos carcelarios más parecidos
a un resort? ¿Porqué se trata a las FF.AA. con guantes de seda? ¿Por qué ellas
mantienen asesoría judicial a quienes están siendo procesados por los delitos que a
usted le horrorizan en las descripciones de este informe?
Por otra parte, señor Presidente, ¿Usted cree que nuestra sociedad restañará heridas
sólo conociendo una verdad, por demás sabida, cuando el informe señala que se trató de
gobernar con el miedo? Miedo que torturados o no vivimos por igual, así le debe haber
ocurrido usted, y por lo que sus palabras dejan entrever, aún hasta el día de hoy siente
miedo, o si no ¿porqué no entrega los nombres de los torturadores, de aquellos jueces
que fueron cómplices, según el informe, de los dueños, directores y editores de los
medios de comunicación de masas que contribuyeron a crear un clima de impunidad en Chile?
¿Cómo es posible que el sentido común declare que los torturadores andan libres por la
calle? ¿No se da cuenta que ese sentido común es el que hay que sanar y que para ello se
debe tomar una opción con coraje, nuevamente coraje, que nombre, enjuicie y castigue a
los culpables de tanto tormento sobre un pueblo? Y, ¿Cómo entender que los gobernantes
de antes, esos que idearon y promovieron esta máquina de horror en Chile sean parte de
ese pedazo de Chile con el que usted busca acuerdos? ¿a caso no deberían estar presos?
Por esto señor Lagos, le pedimos un poquito más de altura y de humanidad.
Podemos nunca más vivirlo solo si desmantelamos las estructuras para siempre, sin miedo
ni cobardías. El que infunde miedo es terrorista y el que tortura y mata es asesino. No
hay otras palabras y en eso las Fuerzas Armadas de Chile no son de todos los chilenos, no
son nuestras, por eso no las defendemos y quisiéramos que no existiesen más. Eso es lo
que dice el informe. Es lo que sucedió y sucede. Esperamos medidas profundas y que se
distancie de una vez por todas de ese gigante del Norte, con botas de siete leguas, como
llamó por sus afanes imperiales, Gabriela Mistral a Estados Unidos. |
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