De www.elmostrador.cl - 21 septiembre 2005
LOS DETENIDOS DESAPARECIDOS NO SON NUMEROS EN UNA
ESTADISTICA
Investigación periodística: "119 de nosotros"
Historias de detenidos desaparecidos: ''No son números en una estadística''
por Ximena Jara
Lucía Sepúlveda, periodista y ex militante del MIR, reconstruye, a 30
años de la Operación Colombo, las vidas de los 119 chilenos que fueron incluidos en
publicaciones ficticias que buscaban justificar su desaparición.
Mónica Llanca desapareció el 6 de septiembre de 1974. Tenía 23 años y un niño de dos.
Fue aprehendida en su casa. Sus familiares no volvieron a saber de ella. La disuelta
Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) se la llevó en un furgón oscuro. Mónica
había robado fichas de identidad en blanco, para ayudar a salvar la vida de los
perseguidos políticos, durante varios meses. Ese acto le costó la vida. Su nombre
aparecería, un año más tarde, en las publicaciones fantasma que daban cuenta del
exterminio de miristas en el extranjero, a manos de sus compañeros de armas.
Fue un montaje periodístico conocido como Operación Colombo, y que pretendía justificar
la muerte de 119 militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
La historia de cada una de esas personas es hoy incluida en el libro 119 de
nosotros, escrito por la periodista Lucía Sepúlveda. El trabajo, de extensa
recopilación de datos, busca rescatar la memoria de las víctimas de un modo más
completo que la mera narración de lo que consta en la justicia o en los registros de
agrupaciones de derechos humanos.
La idea es contar algo que no sea el expediente, que es la historia del horror, y no
es sólo eso lo que interesa. Hablar del horror estaba bien en dictadura, pero hoy
prefiero contar la vida de ellos. Estas historias no son de muerte ni de miedo,
cuenta la autora, que también perteneció al MIR durante su juventud, y que pudo haber
estado en la lista de las personas cuyas vidas le tocó investigar.
Individualizar la estadística
La recopilación de datos incluyó los expedientes de cada caso, pero también entrevistas
a familiares y/o testigos de las detenciones. En los perfiles prima el afán de lograr una
semblanza íntima, más que policial. La idea era hacerlos seres humanos, no
números en una estadística. Sacarlos de la ficha, y del prejuicio de cómo los pueden
ver hoy día. Mostrar que eran gente de los años 70, que de esa manera sentían
sentíamos-, de esa forma nos expresábamos, y mostrar cuáles eran sus intereses,
cómo se enamoraban.
Estructurando el libro que inició en el año 2001, tras los resultados de la Mesa
de Diálogo, que resultaron insuficientes para las expectativas de las familias de los
desaparecidos- se encontró con algunos datos sorprendentes: casi el 80% de los 119
todavía no cumplían los 30 años, y los hijos que dejaron al morir suman 94. Descubrió
que sólo 19 de los nombres incluidos en las listas aparecidas en los
periódicos O Día, de Brasil y Lea, de Argentina, correspondían a mujeres.
Cada uno de esos casos fue tratado con especial profundidad. Mi idea, al escribir
este libro, es que la sociedad sepa que vivieron, sepa quiénes fueron -relata. Que no
queden borrados como con una esponja, como si no hubiesen sido chilenos. Es sacarlos de la
nada en que estaban en ese tiempo en que comencé a escribir. Por eso, el
nosotros del título no es gratuito. Es un nosotros que compromete a la
sociedad completa.
Encontrar familiares y amigos de los desaparecidos fue, en algunos casos, imposible.
En algunos casos es muy dramático, porque no pude hallar familiares; la gente se
había ido fuera del país y no dejaba rastros, o simplemente estaban tan mal que no
querían hablar. Las familias se han sentido muy solas, y creo que lo que hago es sólo
una gota, una contribución para mostrar que hoy es posible valorar lo que estas personas
hicieron, que son parte de nuestra historia y nuestra memoria, asegura.
De todos los relatos que reconstruyó, el que más le impresionó fue el de la red para
proveer de documentación falsa a quienes estaban en peligro de muerte, y que integraban
Mónica Llanca, el ex detective Teobaldo Tello y Sonia Bustos, cajera del casino del
Registro Civil. Ellos sustraían fichas en blanco para inventar nuevas identidades y
también los archivos de los perseguidos, para que agentes de seguridad no pudieran
hacerse de ellas. Actualmente, en la oficina central del Registro Civil hay una sala en
memoria de Mónica Llanca.
De casa en casa
Militante del MIR desde 1970, Lucía Sepúlveda, periodista, se convirtió en dirigente de
la organización clandestina durante los años de dictadura. Su pareja y padre de su hija,
Augusto Carmona, también periodista y militante, fue buscado desde el comienzo de la
dictadura. Pocos años también, ella se convirtió también en una de las personas más
buscadas. La DINA detuvo a gente de izquierda que tuvo contactos con personas de la
FACH, y se hizo un proceso. Ahí me buscaron. Yo estaba embarazada, y empecé a ser
absolutamente buscada.
Su vida, durante años, fue un constante errar de casa en casa, consiguiendo viviendas con
nombres falsos, buscando amparo con los amigos y los pobladores con los que alguna vez
trabajó. Uno trataba de establecer un hogar estable, para lo que teníamos que
arrendar una casa, y en lo posible vivir con alguien que no fuera perseguido, pero eso
casi nunca se lograba.Arrendábamos un lugar con documentación falsa, y vivíamos hasta
que por alguna razón había que dejar esa casa. Nos ocultábamos entonces en una casa de
seguridad, que era la de alguien que te recibía por unos días, sabiendo lo que tú
eras, recuerda.
"En los primeros años, las casas donde nos recibían eran casi exclusivamente de
gente muy modesta, que era la que se atrevía a recibirte. La gente de nuestro medio
profesional estaba aterrada. Me tocó golpear en casas de gente que por teléfono me
había dicho que sí y que después no me abría. En ese momento, yo me emputecía, aunque
ahora entiendo. Era más seguro para nosotros buscar refugio en casas de pobladores, de
gente obrera a la que uno conocía. Ellos eran más arriesgados", puntualiza.
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