De La Nación Domingo - 27 agosto 2006
La renovada
relación entre el Gobierno y los “dueños” de la economía
La trenza de poder en
el CEP
Por Hugo Arias y Pedro Ramírez
Las razones que llevaron al think tank derechista a abrir la puerta
para que los gobiernos de la Concertación se entiendan directamente
con los empresarios más poderosos del país. Una senda que inició la
dupla Lagos-Eyzaguirre y que esta semana comenzaron a recorrer
Michelle Bachelet y Andrés Velasco.
“Cuando ella va al Congreso a explicar sus políticas económicas
con Jorge Marshall y Andrés Velasco, ¡caramba!, esa es una señal
muy confiable. Eso me dice que está comprometida con el modelo económico”.
Esa frase, pronunciada a fines de agosto de 2005 por el consejero del
Centro de Estudios Públicos (CEP), David Gallagher, fue el primer guiño
del coqueteo entre esa institución académica liberal y Michelle
Bachelet. Con esa declaración a “La Tercera”, a sólo tres meses
de las elecciones, Gallagher hundía las aspiraciones de Joaquín Lavín
y Sebastián Piñera, rematando de paso a la UDI y RN: “Yo creo que
(para la derecha) no sólo está perdida esta elección, sino que la
próxima también”.
Ese gesto hacia Bachelet fue potente. Cuando la derecha se
empecinaba en una campaña del terror que auguraba un Gobierno
izquierdista que llevaría al país al desastre económico, el centro
académico que representa el pensamiento de las tres más grandes
fortunas del país –Matte, Luksic y Angelini– le ponía un sello
de confiabilidad a la candidata.
El jueves pasado, Bachelet llegó al CEP junto a tres de sus
ministros, concretando así su primera cita formal con quienes le
abrieron la puerta para que siguiera la senda de entendimiento con los
hombres que manejan el 80% de la economía chilena que ya había
recorrido, sin traumas, Ricardo Lagos.
La presencia de Velasco junto a Bachelet era un dato de peso para
los investigadores del CEP. Liderados por su fundador, Eliodoro Matte;
el director ejecutivo, Arturo Fontaine Talavera, y el jefe de estudios,
Harald Beyer, el grupo considera al actual ministro de Hacienda como
un par. Educados en el extranjero, con inclinaciones literarias y bien
dispuestos para hablar de los grandes temas que afligen a la humanidad,
ven a Velasco –economista, profesor vitalicio de Harvard, novelista
ocasional y ajeno al área chica de los partidos– como un miembro de
la elite criolla que “piensa a Chile”; no en vano, la firma de
Velasco aparece en varias ocasiones en las publicaciones del CEP y fue,
además, uno de los invitados estrella en más de alguna reunión del
instituto con Lagos.
Ya en abril de 2005, cuando Bachelet era precandidata, Velasco fue
su mejor pasaporte para reunirse con Matte. En aquella oportunidad, la
abanderada envió varias señales de tranquilidad al mundo empresarial,
en especial que se preservaría el modelo económico desplegado por
Lagos. La cita derivó en reuniones privadas posteriores con Fontaine
Talavera y Gallagher.
PATADAS BAJO LA MESA
Si durante el Gobierno militar los empresarios aceptaron la
imposición del modelo neoliberal, aunque algunos cambios fueron traumáticos
para sus negocios, a partir de 1990 se constituyeron en un poder político
capaz de golpear la mesa. Tejieron una relación confrontacional con
las nuevas autoridades, en estrecha alianza con la derecha política y
con un poder militar liderado por un comandante en jefe inamovible y aún
capaz de amenazar con “boinazos” la marcha de la transición.
En esos primeros años de democracia, los empresarios siguieron
siendo defensores acérrimos del legado del régimen y de Pinochet. El
CEP, si bien se había dotado de un aura de imparcialidad gracias a la
encuesta previa al plebiscito de 1988, que auguraba el triunfo del No
y que fue un mazazo para el dictador, todavía dedicaba grandes
esfuerzos financieros e intelectuales a rescatar su obra. En 1992
publicó “El ladrillo: Bases de la política económica del Gobierno
militar chileno”, con prólogo del ex ministro de Hacienda Sergio de
Castro. Le siguieron varios textos que ensalzaban las AFP e Isapres y
el volumen “La transformación económica de Chile”, para culminar
en 1997 con “Los mil días de Allende”.
Mientras los gobiernos concertacionistas buscaban infructuosamente
abrir un puente de confianza con el empresariado, los líderes de los
grandes gremios mantenían una postura de franco antagonismo hacia La
Moneda. Y en ese marco, los primeros encuentros en el CEP no tuvieron
el eco de los que después protagonizaría Lagos. Aylwin y Frei
optaron por enviar a sus ministros técnicos cada vez que fueron
invitados a las tertulias del centro. Ese empresariado altamente
ideologizado tuvo a sus mejores voceros en José Antonio Guzmán,
Walter Riesco y Ricardo Ariztía. Detrás de ellos estaban los
llamados “tres mosqueteros” del viejo estilo empresarial: Hernán
Briones, Eugenio Heiremans y Ernesto Ayala, además de Carlos Cáceres,
todos fervientes pinochetistas. “Recuérdese que fue Riesco, en su
calidad de jefe máximo de los empresarios, uno de los principales
promotores de la liberación de Pinochet, cuando estuvo preso en
Londres, y que incluso anunció la carta a los chilenos que envió el
general desde Virginia Waters”, señala un ex ministro de Frei.
EL POLOLEO CON LAGOS
Poco antes de que Lagos llegara a La Moneda, las cosas seguían prácticamente
igual y auguraban un escenario de fuerte disputa para el primer
socialista en ocupar la Presidencia después de la traumática
experiencia de Allende. En esos días, Felipe Lamarca, entonces
timonel de la Sofofa, se despachó dos verdaderas declaraciones de
guerra: su idea de permitir la reelección para asegurar la
continuidad de Frei y su ataque frontal al proyecto de reforma laboral
que se tramitó en los últimos meses de 1999, advirtiendo que “los
gobiernos pasan y las cagadas quedan”. Y cuando Lagos ya estaba en
palacio fue el turno de Ariztía, quien respondió a las políticas
regulatorias del Gobierno con su célebre “déjennos trabajar
tranquilos”.
A pesar de estas perlas disparadas en público, ya había comenzado
en silencio el estratégico acercamiento entre el CEP y Lagos. El
hombre que hizo de bisagra para abrir esta promisoria puerta de
entendimiento fue Máximo Pacheco Matte. El entonces ejecutivo de la
transnacional forestal Carter Holt Harvey y hombre de convicciones
progresistas –hijo del ex ministro DC Máximo Pacheco Gómez– fue
clave para concretar una cita entre Lagos y la cabeza del CEP,
Eliodoro Matte, en 1997.
“Recuerdo con claridad una comida, a mediados de 1997, en casa de
Máximo Pacheco Matte. Estaba en esa oportunidad don Ricardo Lagos,
entonces ministro de Estado y eventual candidato a la Presidencia.
(…) Nos preguntamos cuál era, con todo, nuestra zona más
vulnerable: concluimos que era el financiamiento de la política. En
eso concordamos. Y también en la conveniencia de estudiar el tema a
fondo con miras a hacer propuestas que pudieran llegar a ser ley”.
Así recordó Matte, en junio de 2003, los primeros y reservados
contactos entre el CEP y Lagos.
La fuerza que empujó esta confluencia fue el convencimiento de los
principales grupos económicos que sustentan al CEP de que,
transcurridos ya casi dos gobiernos de la Concertación, no estaba en
peligro el modelo, la economía crecía el doble de lo que lo hizo en
dictadura, la inflación estaba controlada, la inversión extranjera
batía récords y el oficialismo había evitado revisar las
privatizaciones. Matte y los suyos creían que ya era tiempo de firmar
un nuevo trato con las autoridades. La Concertación, veían, se
quedaría por largo tiempo en La Moneda y ello obligaba a retomar la máxima
del patriarca Andrónico Luksic Abaroa: “Los empresarios deben
mantener buenas relaciones con todos los gobiernos”.
Matte tenía en el CEP tres grandes activos que le permitirían
aprovechar esta coyuntura de acercamiento: primero, una de las más
confiables encuestas políticas del país (aunque la elección de los
políticos con más futuro es siempre motivo de discordia, como ocurrió
recién por la ausencia de los ministros Andrés Velasco y Paulina
Veloso, y la de José Miguel Insulza; y aunque la derecha siempre se
sienta perjudicada con los resultados, como varias veces ha reclamado
Pablo Longueria); segundo, la revista de estudios más respetada de la
derecha, y tercero, un staff de profesionales altamente calificados y
alejados de la política partidaria. “Eliodoro encontró entonces la
‘piedra filosofal’: transformó el CEP en un espacio de diálogo
no conflictivo ni ideológico (comparado, por ejemplo, con Libertad y
Desarrollo, ligado a la UDI), lo que le permite interactuar con el
poder político sin necesidad de asumir cargos en las organizaciones
gremiales, que habían cerrado ese espacio de encuentro y periódicamente
entraban en conflicto con La Moneda. Él está para discutir las
grandes ideas, no para la guerrilla doméstica”, señala un analista
político.
EL MODELO CEP-LAGOS
Cuatro días antes de asumir la Presidencia, Lagos selló en público
su entendimiento con el CEP y concurrió a su sede acompañado de su
futuro ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre; la idea era sembrar
confianza entre los más grandes empresarios, que lo veían con una
mezcla extraña de temor al socialismo y fascinación por su
ascendiente político. Eyzaguirre trabajó duro para esa presentación.
Y tuvo su premio, porque los principales hombres de negocios le
“compraron” su novedosa idea del superávit estructural para
asegurar un manejo prudente de las cuentas fiscales.
Antes, el mismo Gallagher que “visó” en 2005 a Bachelet se había
declarado laguista en la campaña de 1999 y alababa sin ambages la
condición de “estadista” del futuro gobernante.
Tras aquella primera cita de marzo de 2000, elevada por la prensa a
la calidad de “cumbre” crucial para el futuro del país, Lagos
volvió casi una vez por año al CEP. Fruto de esos encuentros surgió
el consenso para la agenda procrecimiento, acordada con el nuevo
presidente de la Sofofa, Juan Claro. Además, se concretó una alianza
público-privada para fomentar la inversión extranjera en medio de
los adversos efectos de la crisis asiática. Un cercano a Eyzaguirre
recuerda una gira del ministro por Europa en la que participaron Claro
y Hernán Somerville: “Era difícil distinguir quién representaba
al Gobierno y quién a los empresarios, porque tenían un discurso muy
afiatado”.
El equipo de Eyzaguirre mantuvo un permanente y reservado contacto
con los investigadores del CEP y abrió nexos similares con otros
centros opositores. “Cada vez que había un proyecto de ley, se lo
presentábamos a estos centros. Ellos nos daban su opinión descarnada
sobre lo que les parecía bien y lo que rechazaban. Esa suerte de
‘testeo’ no sólo nos permitía mejorar los proyectos, sino
conocer cuáles iban a ser los conflictos al llevarlos al Congreso”,
señala un ex asesor de Hacienda, quien afirma que esa relación
permitía al CEP “saber para dónde iba la agenda del Gobierno, lo
que desde el punto de vista empresarial es clave, porque te permite ir
cubriendo riesgos”.
Ya en 2003, el propio Matte reconoció a “La Tercera” que el
CEP se reunía periódicamente con el equipo económico del Gobierno y
que él visitaba con frecuencia a Lagos, aunque hizo una diferencia
entre el rol académico de su centro y la representación de los
empresarios, la que, subrayó, estaba en manos de la CPC: “Sólo he
ido a verlo para tratar aspectos específicos de los estudios que se
están haciendo acá y siempre tratando de poner nuestros recursos a
disposición de los equipos de Gobierno”.
La relación entre Eyzaguirre y sus hombres con los investigadores
del CEP se ha mantenido, con un cuidado bajo perfil, tras el cambio de
Gobierno: “Conversan muy seguido. Se consultan por temas
relacionados con políticas públicas, proyectos en discusión o
investigaciones que hacen en ambos sectores”, confirma un cercano al
ex titular de Hacienda.
LA ERA BACHELET
La cita de este jueves entre Bachelet y el CEP fue recibida con
distintos matices por los diversos actores del mundo político y académico.
La directora del centro de estudios Mori, Marta Lagos, opina que si
bien el encuentro de Lagos con el CEP en 2000 fue un hito necesario
para la transición, no se puede convertir en un rito permanente:
“Los Presidentes no pueden estar dando examen ante el CEP cada vez
que asumen. Es una señal de debilidad de la democracia. ¿De dónde
surge la necesidad de esta reunión? De las dudas que tienen los
empresarios sobre cómo se va a comportar la Presidenta. Eso es
inaceptable. Los empresarios del CEP sólo se representan a ellos
mismos y hay organizaciones gremiales del empresariado donde debe
darse el diálogo en forma institucional”.
Una visión más positiva expresa el director ejecutivo del think
tank progresista ProyectAmérica, Ricardo Brodsky: “Los canales
regulares funcionan: la Presidenta rinde una cuenta anual al Congreso,
el ministro de Hacienda también, el Banco Central emite sus boletines
y hay diálogo de las autoridades con los gremios. Pero el CEP ofrece
un espacio para que el sector público y el privado debatan sin
agendas, muy libremente, sobre políticas de interés público. Y
ocupar esos espacios siempre será bueno”.
Brodsky apunta que ProyectAmérica aspira a generar diálogos
similares: “Mucha gente que ha tenido una experiencia positiva en
políticas públicas ahora se está liberando de las tareas de
Gobierno, y queremos ser un punto de encuentro entre ellas y los
mundos empresarial, académico y político. Un diálogo anual o
bianual de ese tipo, con una agenda progresista, porque no hay que
perder de vista que la agenda del CEP es liberal, sería muy positivo
para las políticas públicas”.
En el ambiente político se discutían los beneficios que reportó
a la Presidenta la cita en el CEP. Incluso dentro de la Concertación
se considera que le restó impacto el que se haya hecho tardíamente
–cuando el Gobierno ya cumple seis meses–, pues transmitió la señal
de que se estaba corrigiendo un error, ya que el diseño inicial
privilegió, por ejemplo, el encuentro del ministro Velasco con la
CUT. Para otros, la reunión estuvo muy contaminada por la fuerte
presión que hay al interior de la Concertación –especialmente de
la DC– para expandir el gasto social. Desde ese punto de vista, el
principal beneficio para Bachelet no fue tender un puente para sondear
proyectos que se puedan consensuar con el empresariado, sino conseguir
respaldo para la idea de Velasco de limitar a un dígito el alza del
gasto fiscal.
Con todo, el empresariado destacó de la reunión el compromiso de
la Mandataria con el orden de las cuentas fiscales y la promoción del
crecimiento económico, además de la preocupación por buscar
soluciones a la compleja situación energética y asegurar un
desarrollo que respete el medio ambiente. Y estos dos últimos puntos
interesan particularmente a Matte, quien al margen de su rol de
mecenas del debate público, tiene su propia “agenda corta” en el
área de la energía: su grupo tomó el control de Colbún y en los últimos
meses anunció una alianza con Endesa para construir centrales hidroeléctricas
en Aysén, lo que ha desatado una dura disputa con ambientalistas y
salmoneros. LND
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Los Sí
y los No del CEP
El CEP nació en 1980 para estudiar y difundir
“los valores, principios e instituciones que sirven
de base a una sociedad libre”. Por eso, más allá
de la buena disposición para conversar con el
Gobierno, no se puede perder de vista que es una
entidad que promueve las ideas de derecha. De hecho,
profesa una “adhesión explícita a las libertades
personales, el derecho de propiedad como resguardo de
las mismas, y la democracia como forma pacífica y
estable de gobierno”.
Así, no extraña que entre los autores preferentes
del instituto, sobre todo en sus primeros 10 años, se
contaran Friedrich von Hayek, Michael Novak (filósofo
conservador católico y autor de “Ocho argumentos
sobre la moralidad del mercado”), Samuel Huntington,
Peter Berger, Francis Fukuyama, Arnold Harberger y
Milton Friedman. Aunque a ellos, con los años, la
revista del CEP fue sumando a autores más
progresistas, como Anthony Giddens, Jorge Castañeda,
Antonio Cortés Terzi y Ricardo Ffrench-Davis, y luego,
incluso, el propio Nicolás Eyzaguirre.
Los gobiernos de la Concertación han encontrado en
el CEP un aliado en algunas materias, pero también un
duro contendor en otras. Fuentes de la Comisión
Marcel revelan, por ejemplo, el gran respaldo que ha
recibido la propuesta de dar mayor competencia al
mercado de las AFP por parte del investigador del CEP
Salvador Valdés. Y el mismo Valdés fue uno de los
cerebros del trabajo sobre la reforma del Estado y el
sistema de financiamiento de las campañas políticas
que promovió el CEP, que se trabajó con el Gobierno
y que vio sus frutos en las leyes promulgadas en 2003,
luego de los estallidos de los casos Coimas y Gate.
Un ex asesor de Hacienda recuerda como un ejemplo
clásico de las dos caras del CEP al abogado Lucas
Sierra, quien hace poco publicó un informe que
advierte defectos constitucionales en el proyecto de
reforma a las subvenciones escolares. Sierra apunta
contra las cuotas obligatorias de alumnos
“vulnerables” en la educación subvencionada. Pero
este mismo investigador sustentó al ministro
Eyzaguirre a la hora de defender jurídicamente la
aplicación de un royalty a la minería.
En la discusión sobre el divorcio, en tanto, el
CEP mostró su cara más conservadora y adoptó una
posición totalmente contraria a la del Gobierno. De
hecho, publicó estudios con títulos tan reveladores
como “El no al divorcio es un sí al matrimonio y a
la familia” y “El divorcio, una decisión errada”.
Y en materia política, un reciente estudio de Andrés
Tagle, ex vicepresidente de la Asociación de Isapres,
despedazó la propuesta oficial de cambios al sistema
electoral binominal, llegando a asegurar que éste es
más proporcional que la fórmula sugerida por la
Comisión Boeninger.
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