----- Mensaje
original -----
De: "balajose@pt.lu" , José Balaguer
Para:"exterior@pschile.cl"
Enviado: jueves, 04 de septiembre de 2003 16:56
Asunto: 33 años
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33 años de una victoria
LAS NOTICIAS DE ULTIMA HORA
5 DE SEPTIEMBRE DE 1970
DIJO ALLENDE EN SU DISCURSO
LA TAREA RECIEN LA COMENZAMOS
El candidato de la UP, visiblemente
emocionado, pronunció un encendido discurso a los miles de partidarios que querían
saludarlo en la hora del triunfo, en el acto de la madrugada, en la Alameda. La alocución
de Allende comenzó así:
«Más que las palabras, la presencia del
pueblo de Santiago, que interpreta a todo el pueblo de Chile, significa, que se ha
congregado para reafirmar la victoria que limpiamente alcanzamos en el día de hoy, y cuyo
principal
actor es este pueblo. Es
extraordinariamente significativo, que yo pueda dirigirme a ustedes desde los balcones de
la Federación de Estudiantes de Chile. Nunca un candidato triunfante por la voluntad y
decisión del pueblo usó una tribuna de mayor significado, porque la juventud de la
Patria fue la vanguardia en esta lucha, que no representa a ningún hombre, sino, que es
la lucha de todo un pueblo».
Más adelante, Allende agregó: «Les pido
que comprendan, que soy tan sólo un hombre con todas las flaquezas y debilidades que los
hombres tienen, y si supe soportar porque cumplía con una tarea, las derrotas del ayer,
hoy, sin espíritu de venganza acepto este triunfo, que es el de las fuerzas políticas y
sociales que
lucharon por él en la Unidad Popular. Se
lo debo al hombre anónimo de esta Patria. Se lo debo al pueblo, que entrará conmigo a La
Moneda el próximo 4 de noviembre».
Una ovación prolongada, interrumpió las
palabras de Allende. Los manifestantes, al grito de la izquierda unida, jamás será
vencida, querían manifestar su apoyo a Salvador Allende, digno exponente de esta
izquierda.
Cuando nuevamente volvió a la
tranquilidad, Allende prosiguió: «Desde aquí, declaro solemnemente que respetaré los
derechos a todos los chilenos, pero también declaro, y quiero que lo sepan
definitivamente, que cuando llegue a La Moneda, cumpliré el compromiso histórico del
programa de la Unidad Popular (ovación).
«Les digo, continuó, que no tenemos ni
podemos tener ningún propósito pequeño de venganza.
Tampoco, de ninguna manera, vamos a
claudicar ni a negociar el programa de la UP que fue la bandera de lucha que enarbolamos
en esta campaña».
«No seré un Presidente más. Seré el
primer Presidente, del primer Gobierno democrático, nacional y revolucionario de la
Historia de Chile. La victoria no ha sido fácil, pero más difícil será consolidar el
triunfo y construir la nueva Patria, la nueva convivencia social, la nueva moral. Ustedes
tendrán la responsabilidad histórica de hacer posible lo que Chile anhela».
Al terminar su discurso, Allende pidió a
los manifestantes, que se disolvieran pacíficamente.
La petición fue cumplida.
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LAS NOTICIAS DE ULTIMA HORA
5 DE SEPTIEMBRE DE 1970
TRIUNFO DE SALVADOR ALLENDE
ETAPA HISTORICA
Chile, con la victoria de la Unidad
Popular encarnada en el doctor Salvador Allende, inicia una etapa histórica que, sin
duda, habrá de constituirse en ejemplo dentro de Latinoamérica y del mundo. La
disciplina del pueblo, el avance de su conciencia, su responsabilidad, su serenidad, su
espíritu de combate, abrieron cauce hacia este paso histórico. Hay que resaltar que la
experiencia chilena (comentada por destacados redactores y analistas europeos) surge como
insólita y casi inédita en todo el mundo.
Tiene, pues, una trascendencia que excede
los marcos locales, y que, desde hoy, está golpeando en todos los países. No habría
sido posible esta victoria sin una conducta consciente de las grandes mayorías. Y esta
vez, esa conducta resultó operante. El pueblo de Chile ha optado por erradicar para
siempre la miseria, la injusticia, la incultura; existe la decisión de desarrollar un
proceso de transformaciones estructurales que posibiliten crear el campo de la economía
social, base vital para la edificación de una sociedad nueva, limpia de la enfermedad
mortal que corroe al régimen imperante.
La victoria del pueblo no hace sino
confirmar el estado de edad adulta al que llegó nuestro país, en un clima de absoluta
normalidad.
La derecha, mediante su falsa campaña del
miedo, pretendió hacer creer que un triunfo popular desencadenaría de inmediato una
actitud vengativa de los vencedores, desmedida, irracional.
Nada más lejos de la verdad. El propio
doctor Salvador Allende, en sus primeras palabras como Presidente de la República
desde los balcones de la Federación de Estudiantes de Chile fue muy claro al
explicar: «Lo dije; no tenemos, no tenemos ni podríamos tener ningún propósito
pequeño de venganza. Sería disminuir la victoria alcanzada. Pero si no tenemos un
propósito pequeño de venganza, tampoco de ninguna manera vamos a claudicar, a comerciar
el programa de la Unidad Popular, que fue la bandera de combate del pueblo».
Por último, cabe destacar la eficacia con
que actuó el Gobierno a través de su Ministerio del Interior, para controlar
el acto eleccionario de ayer; asimismo, la actitud de las Fuerzas Armadas y de Carabineros
fue del todo expedita: se controló el orden y se permitió que en las primeras horas de
hoy el pueblo celebraba feliz en las calles el triunfo de Salvador Allende.
PROGRAMA DE LA
UNIDAD POPULAR INTRODUCCIÓN
Los partidos y movimientos que integran el
Comité Coordinador de la Unidad Popular, sin perjuicio de mantener cada cual su propia
filosofía y sus propios perfiles políticos, coinciden plenamente en la caracterización
de la realidad nacional expuesta a continuación y en las proposiciones programáticas que
serán la base de nuestra acción común y que entregamos a consideración del pueblo.
Chile vive una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento
económico y social, en la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que
sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas, así como en las crecientes
dificultades que enfrentan empleados, profesionales, empresarios pequeños y medianos y en
las mínimas oportunidades de que disponen la mujer y la juventud.
Los problemas en Chile se pueden resolver. Nuestro país cuenta con
grandes riquezas como el cobre y otros minerales, un gran potencial hidroeléctrico,
vastas extensiones de bosques, un largo litoral rico en especies marinas, una superficie
agrícola más que suficiente, etc.; cuenta, además, con la voluntad de trabajo y
progreso de los chilenos, junto con su capacidad técnica y profesional. ¿Qué es
entonces lo que ha fallado?
Lo que ha fracasado en Chile es un sistema que no corresponde a las
necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del
imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital
extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país, los que se
derivan precisamente de sus privilegios de clase a los que jamás renunciarán
voluntariamente.
Más aun, como consecuencia misma del desarrollo del capitalismo mundial,
la entrega de la burguesía monopolista nacional al imperialismo aumenta progresivamente,
se acentúa cada vez más en su dependencia su papel de socio menor del capital
extranjero.
Para unos pocos, vender a diario un pedazo de Chile es un gran negocio.
Decidir por los demás es lo que hacen todos los días.
Para la gran mayoría en cambio vender a diario su esfuerzo, su
inteligencia y su trabajo es un pésimo negocio, y decidir sobre su propio destino es un
derecho del cual, en gran medida, aún están privados.
En Chile las recetas "reformistas" y "desarrollistas"
que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Frei no han logrado
alterar nada importante.
En lo fundamental ha sido un nuevo
gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos
débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre el estancamiento
económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo. Con esto se ha
demostrado, una vez más, que el reformismo es incapaz de resolver los problemas del
pueblo.
El desarrollo del capitalismo monopolista niega la ampliación de la
democracia y exacerba la violencia antipopular.
El aumento del nivel de lucha del pueblo, a medida que fracasa el
reformismo, endurece la posición de los sectores más reaccionarios de las clases
dominantes que, en último término, no tienen otro recurso que la fuerza.
Las formas brutales de la violencia del Estado actual, tales como las
acciones del Grupo Móvil, el apaleo de campesinos y estudiantes, las matanzas de
pobladores y mineros, son inseparables de otras no menos brutales que afectan a todos los
chilenos.
Porque violencia es que junto a quienes poseen viviendas de lujo, una
parte importante de la población habite en viviendas insalubres y otros no dispongan
siquiera de un sitio; violencia es que mientras algunos botan la comida, otros no tengan
cómo alimentarse.
La explotación imperialista de las economías atrasadas se efectúa de
muchas maneras: a través de las inversiones en la minería (cobre, hierro, etc.), y en la
actividad industrial, bancaria y comercial; mediante el control tecnológico que nos
obliga a pagar altísimas sumas en equipos, licencias y patentes; de los préstamos
norteamericanos en condiciones usurarias que nos imponen gastar en Estados Unidos y con la
obligación adicional de transportar en barcos norteamericanos los productos comprados,
etc.
Para muestra un solo dato. Desde 1952 hasta hoy, los norteamericanos
invirtieron en América Latina 7 mil 473 millones de dólares y se llevaron 16 mil
millones de dólares.
De Chile el imperialismo ha arrancado cuantiosos recursos equivalentes al
doble del capital instalado en nuestro país, formado a lo largo de toda su historia.
Los monopolios norteamericanos, con la complicidad de los gobiernos
burgueses, han logrado apoderarse de casi todo nuestro cobre, hierro y salitre. Controlan
el comercio exterior y dictan la política económica por intermedio del Fondo Monetario
Internacional y otros organismos. Dominan importantes ramas industriales y de servicios;
gozan de estatutos de privilegio, mientras imponen la devaluación monetaria, la
reducción de salarios y sueldos y distorsionan la actividad agrícola por la vía de los
excedentes agropecuarios.
Intervienen también en la educación, la cultura y los medios de
comunicación. Valiéndose de convenios militares y políticos tratan de penetrar las
Fuerzas Armadas.
Las clases dominantes, cómplices de
esta situación e incapaces de valerse por ellas mismas, han intensificado en los últimos
diez años el endeudamiento de Chile con el extranjero.
Dijeron que los préstamos y compromisos con los banqueros internacionales
podrían producir un mayor desarrollo económico. Pero lo único que lograron es que hoy
día Chile tenga el récord de ser uno de los países más endeudados de la tierra en
proporción a sus habitantes.
En Chile se gobierna y se legisla a favor de unos pocos, de los grandes
capitalistas y sus secuaces, de las compañías que dominan nuestra economía, de los
latifundistas cuyo poder permanece casi intacto.
A los dueños del capital les interesa ganar siempre más dinero y no
satisfacer las necesidades del pueblo chileno. Si producir e importar automóviles de alto
precio, por ejemplo, es un buen negocio, se desvían hacia ese rubro valiosos recursos de
nuestra economía, sin tener en cuenta que sólo un porcentaje ínfimo de chilenos están
en condiciones de adquirirlos y que hay necesidades mucho más urgentes que atender; desde
luego, en este mismo rubro, la de mejorar la locomoción colectiva, dotar de maquinaria a
la agricultura, etc.
El grupo de empresarios que controla la economía, la prensa y otros
medios de comunicación; el sistema político, y que amenaza al Estado cuando éste
insinúa intervenir o se niega a favorecerlos, les cuesta muy caro a todos los chilenos.
Para que ellos se dignen seguir "trabajando", pues sólo ellos
pueden darse el lujo de poder trabajar o no, es preciso:
-darles toda clase de ayuda. Los grandes empresarios estrujan al Estado
bajo la amenaza que no habrá inversión privada si las ayudas y garantías que piden no
se les otorgan;
-permitirles producir lo que ellos quieran con el dinero de todos los
chilenos, en lugar de elaborar lo que necesita la gran mayoría del país;
-dejarlos llevarse las ganancias que obtienen a sus cuentas bancarias en
el extranjero;
-dejarlos despedir obreros si éstos piden mejores salarios;
-permitirles manipular la distribución de alimentos, acapararlos para
provocar escasez y de esta manera subir los precios a fin de continuar enriqueciéndose a
costa del pueblo.
Mientras tanto, buena parte de los que efectivamente producen experimentan
una difícil situación:
-Medio millón de familias carecen de viviendas y otras tantas o más
viven en pésimas condiciones en cuanto a alcantarillado, agua potable, luz, salubridad.
-La necesidad de la población en
materia de educación y salud son insuficientemente atendidas.
-Más de la mitad de los trabajadores chilenos reciben remuneraciones
insuficientes para cubrir sus necesidades vitales mínimas. La desocupación y el trabajo
inestable se sufren en cada familia. Para innumerables jóvenes la posibilidad de empleo
se presenta muy difícil e incierta.
El capital imperialista y un grupo de privilegiados que no pasa del 10% de
la población, acaparan la mitad de la renta nacional. Esto significa que de cada 100
escudos que los chilenos producen, 50 van a parar a los bolsillos de 10 oligarcas y los
otros 50 deben repartirse entre 90 chilenos, del pueblo y de la clase media.
El alza del costo de la vida es un infierno en los hogares del pueblo y,
en especial, para la dueña de casa. En los últimos 10 años, según datos oficiales, el
costo de la vida ha subido casi en un mil por ciento.
Esto significa que todos los días se les roba una parte de su salario o
de su sueldo a los chilenos que viven de su trabajo. Igual como les ocurre a los jubilados
y pensionados, al trabajador independiente, al artesano, al pequeño productor, cuyas
exiguas rentas son recortadas a diario por la inflación.
Alessandri y Frei aseguraron que pondrían término a la inflación. Los
resultados están a la vista. Los hechos demuestran que la inflación en Chile obedece a
causas de fondo relacionadas con la estructura capitalista de nuestra sociedad y no con
las alzas de remuneraciones como han pretendido hacer creer los sucesivos gobiernos para
justificar la mantención del sistema y recortar los ingresos de los trabajadores. El gran
capitalista, en cambio, se defiende de la inflación y más aun se beneficia con ella. Sus
propiedades y capitales se valorizan, sus contratos de construcción con el Fisco se
reajustan, y los precios de sus productos suben llevando siempre la delantera a las alzas
de remuneraciones.
Un alto número de chilenos están mal alimentados. Según estadísticas
oficiales, el 50% de los menores de 15 años de edad están desnutridos. La desnutrición
afecta su crecimiento y limita su capacidad de aprender, de instruirse.
Esto demuestra que la economía en general y el sistema agrícola en
particular, son incapaces de alimentar a los chilenos, pese a que Chile podría sustentar
ahora mismo una población de 30 millones de personas, el triple de la población actual.
Por el contrario, debemos importar cada año centenares de miles de
dólares en alimentos de origen agropecuario.
El latifundio es el gran culpable de los problemas alimentarios de todos
los chilenos y responsable de la situación de atraso y miseria que caracteriza al campo
chileno. Los índices de mortalidad infantil y adulta, de analfabetismo, de falta de
viviendas, de insalubridad son, en las zonas rurales, marcadamente superiores a los de las
ciudades. Estos problemas no los ha resuelto la insuficiente Reforma Agraria del gobierno
democratacristiano. Sólo la lucha del campesinado con el apoyo de todo el
pueblo puede resolverlos. El actual
desarrollo de sus combates por la tierra y la liquidación del latifundio abre nuevas
perspectivas al movimiento popular chileno.
El crecimiento de nuestra economía es mínimo. En los últimos lustros
hemos crecido, en promedio, apenas a razón de un 2% anual por persona; y desde 1967 no
hemos crecido, más bien hemos retrocedido, según las cifras del propio Gobierno
(ODEPLAN). Esto quiere decir que en 1966 cada chileno tenía una mayor cantidad de bienes
de la que tiene hoy. Ello explica que la mayoría esté disconforme y busque una
alternativa para nuestro país.
La única alternativa verdaderamente popular y, por lo tanto, la tarea
fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí es terminar con el dominio de los
imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la
construcción del socialismo en Chile.
LA UNIDAD Y LA ACCIÓN DEL PUEBLO ORGANIZADO
El crecimiento de las fuerzas trabajadoras en cuanto a su número, su
organización, su lucha y la conciencia de su poder, refuerzan y propagan la voluntad de
cambios profundos, la crítica del orden establecido y el choque con sus estructuras. En
nuestro país son más de tres millones de trabajadores cuyas fuerzas productivas y su
enorme capacidad constructiva no podrán, sin embargo, liberarse dentro del actual sistema
que sólo puede explotarles y someterles.
Estas fuerzas, junto a todo el pueblo, movilizando a todos aquellos que no
están comprometidos con el poder de los intereses reaccionarios, nacionales y
extranjeros, o sea, mediante la acción unitaria y combativa de la inmensa mayoría de los
chilenos, podrán romper las actuales estructuras y avanzar en la tarea de su liberación.
La unidad popular se hace para eso.
Los imperialistas y las clases dominantes del país combatirán la unidad
popular y tratarán de engañar una vez más al pueblo. Dirán que la libertad está en
peligro, que la violencia se adueñará del país, etc. Pero las masas populares creen
cada vez menos en estas mentiras. Diariamente crece su movilización social que hoy se ve
reforzada y alentada por la unificación de las fuerzas de izquierda.
Para estimular y orientar la movilización del pueblo de Chile hacia la
conquista del poder, constituiremos por todas partes los Comités de la Unidad Popular,
articulados en cada fábrica, fundo, población, oficina o escuela por los militantes de
los movimientos y de los partidos de izquierda e integrados por esa multitud de chilenos
que se definen por cambios fundamentales.
Los Comités de Unidad Popular no sólo serán organismos electorales.
Serán intérpretes y combatientes de las reivindicaciones inmediatas de las masas y,
sobre todo, se prepararán para ejercer el Poder Popular,
Así, pues, este nuevo poder que Chile
necesita debe empezar a gestarse desde ya, donde quiera que el pueblo se organice para
luchar por sus problemas específicos y donde quiera que se desarrolle la conciencia de la
necesidad de ejercerlo.
Este sistema de trabajo común será un método permanente y dinámico de
desarrollo del Programa, una escuela activa para las masas y una forma concreta de
profundizar el contenido político de la Unidad Popular en todos sus niveles.
En un momento dado de la campaña los contenidos esenciales de este
Programa, enriquecidos por la discusión y el aporte del pueblo y una serie de medidas
inmediatas de gobierno, serán señalados en un Acta del Pueblo que se constituirá, para
el nuevo Gobierno Popular y el Frente que lo sustenta, en un mandato irrenunciable.
Apoyar al candidato de la Unidad Popular no significa, por tanto, sólo
votar por un hombre, sino también pronunciarse en favor del reemplazo urgente de la
actual sociedad que se asienta en el dominio de los grandes capitalistas nacionales y
extranjeros.
Archivos Internet Salvador Allende http://www.salvador-allende.cl/
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DISCURSO DE LA
VICTORIA
(Noche del 4 de
septiembre de 1970)
Con profunda emoción les hablo
desde esta improvisada tribuna por medio de estos deficientes amplificadores. ¡Qué
significativa es -más que las palabras- la presencia del pueblo de Santiago que,
interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para reafirmar la
victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy, victoria que abre un camino nuevo para
la patria, y cuyo principal actor es el pueblo de Chile aquí congregado! ¡Qué
extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile y al pueblo
de Santiago desde la Federación de Estudiantes! Esto posee un valor y un significado muy
altos.
Nunca un candidato triunfante por la
voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia,
porque todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que
no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la victoria de Chile
alcanzada limpiamente esta tarde.
Yo les pido a ustedes que comprendan que
soy tan solo un hombre, con todas las flaquezas y debilidades que tiene un hombre; y si
pude soportar -porque cumplía una tarea- la derrota de ayer, hoy sin soberbia y sin
espíritu de venganza, acepto este triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a
radicales, socialistas, comunistas, socialdemócratas, a gentes del MAPU y del API, y a
miles de independientes. Se lo debo al hombre anónimo y sacrificado de la patria; se lo
debo a la humilde mujer de nuestra tierra. Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que
entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre.
La victoria alcanzada por ustedes tiene
una honda significación nacional. Desde aquí declaro, solemnemente, que respetaré los
derechos de todos los chilenos. Pero también declaro, y quiero que lo sepan
definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo gobierno, cumpliremos el
compromiso histórico que hemos contraído de convertir en realidad el programa de la
Unidad Popular.
Lo dije: No tenemos ni podríamos tener
ningún propósito pequeño de venganza. Sería disminuir la victoria alcanzada. Pero, si
no tenemos un propósito pequeño de venganza, tampoco, de ninguna manera, vamos a
claudicar, a comerciar el programa de la Unidad Popular, que fue la bandera del primer
gobierno auténticamente democrático, popular, nacional y revolucionario de la historia
de Chile.
Dije, y debo repetirlo: Si la victoria no
era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la
nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria.
Pero yo sé que ustedes, que hicieron
posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de
realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el
progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada
joven de nuestra tierra.
Hemos triunfado para derrotar
definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer
una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y
exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el
progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo.
Por eso, esta noche, que pertenece a la
historia, en este momento de júbilo, yo expreso mi emocionante reconocimiento a los
hombres y mujeres, a los militantes de los partidos populares e integrantes de las fuerzas
sociales que hicieron posible esta victoria que tiene proyecciones más allá de las
fronteras de la propia patria.
Para los que están en la pampa o en la
estepa, para los que me escuchan en el litoral, para los que laboran en la precordillera,
para la simple dueña de casa, para el catedrático universitario, para el joven
estudiante, el pequeño comerciante o industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para
el joven de la tierra nuestra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi
conciencia y ante el pueblo -actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente
leal en la gran tarea común y colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para
ustedes el compañero presidente.
Han sido el hombre anónimo y la
ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este hecho social trascendental. Miles y
miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en esta hora que al pueblo pertenece.
Y desde otras fronteras, desde otros países, se mira con satisfacción profunda la
victoria alcanzada. Chile abre un camino que otros pueblos de América y del mundo podrán
seguir. La fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el
cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino.
Somos lo suficientemente responsables para
comprender que cada país y cada nación tiene sus propios problemas, su propia historia y
su propia realidad. Y frente a esa realidad serán los dirigentes políticos de esos
pueblos los que adecuarán la táctica que deberá adoptarse. Nosotros sólo queremos
tener las mejores relaciones políticas, culturales, económicas, con todos los países
del mundo. Sólo pedimos que respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de
Chile a haberse dado el gobierno de la Unidad Popular.
Somos y seremos respetuosos de la
autodeterminación y de la no intervención. Ello no significará acallar nuestra
adhesión solidaria con los pueblos que luchan por su independencia económica y por
dignificar la vida del hombre en los distintos continentes.
Sólo quiero señalar ante la historia el
hecho trascendental que ustedes han realizado, derrotando la soberbia del dinero, la
presión y amenaza; la información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la
maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz de esto, será capaz también de comprender que
sólo trabajando más y produciendo más podremos hacer que Chile progrese y que el hombre
y la mujer de nuestra tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la
vivienda, a la salud, a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación.
Pondremos toda la fuerza creadora del
pueblo en tensión, para hacer posible estas metas humanas que se ha trazado el programa
de la Unidad Popular.
Juntos, con el esfuerzo de ustedes, vamos a
realizar los cambios que Chile reclama y necesita. Vamos a hacer un gobierno
revolucionario.
La revolución no implica destruir,
sino construir; no implica arrasar, sino edificar; y el pueblo de Chile está preparado
para esa gran tarea en esta hora trascendente de nuestra vida.
Compañeras y compañeros, amigas y amigos:
¡Cómo hubiera deseado que los medios
materiales de comunicación me hubieran permitido hablar más largamente con ustedes, y
que cada uno hubiera oído mis palabras, húmedas de emoción, pero al mismo tiempo firmes
en la convicción de la gran responsabilidad que todos tenemos y que yo asumo plenamente!
Yo les pido que esta manifestación sin
precedentes se convierta en la demostración de la conciencia de un pueblo.
Ustedes se retirarán a sus casas sin que
haya el menor asomo de una provocación y sin dejarse provocar. El pueblo sabe que sus
problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un automóvil. Y aquellos que
dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar nuestra victoria, se
encontrarán con la conciencia y la responsabilidad de ustedes. Irán a su trabajo mañana
o el lunes, alegres y cantando, cantando la victoria tan legítimamente alcanzada y
cantando al futuro. Con las manos callosas del pueblo consciente y disciplinado podrá
realizar.
América Latina y más allá de la frontera
de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro. Yo tengo plena fe en que seremos lo
suficientemente fuertes, lo suficientemente serenos y fuertes, para abrir el camino
venturoso hacia una vida distinta y mejor; para empezar a caminar por las esperanzadas
alamedas del socialismo, que el pueblo de Chile con sus propias manos va a construir.
Reitero mi reconocimiento agradecido a los
militantes de la Unidad Popular; a los Partido Radical, Comunista, Socialista, Social
Demócrata, MAPU y API; y a los miles de independientes de izquierda que estuvieron con
nosotros.
Expreso mi afecto y también mi
reconocimiento agradecido a los compañeros dirigentes de esos partidos, que por sobre las
fronteras de sus propias colectividades hicieron posible la fortaleza de esta unidad que
el pueblo hizo suya. Y porque el pueblo la hizo suya ha sido posible la victoria, que es
la victoria del pueblo.
El hecho de que estemos esperanzados y
felices no significa que vayamos nosotros a descuidar a vigilancia. El pueblo, este fin de
semana, tomará por el talle a la patria y bailaremos desde Arica a Magallanes, y desde la
cordillera al mar, una gran cueca, como símbolo de la alegría sana de nuestra victoria.
Pero al mismo tiempo, mantendremos
nuestros comités de acción popular, en actitud vigilante, en actitud responsable, para
estar dispuestos a responder a un llamado si es necesario que haga el comando de la Unidad
Popular. Llamado para que los comités de empresas, de fábricas, de hospitales, en las
juntas de vecinos y en los barrios y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los
problemas y las soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha el país.
Yo tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y cada
mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos a trabajar más. Vamos a producir
más.
Pero trabajaremos más para la familia
chilena, para el pueblo y para Chile, con orgullo de chilenos y con la convicción de que
estamos realizando una grande y maravillosa tarea histórica.
¡Cómo siento en lo íntimo de mi fibra de
hombre, cómo siento en las profundidades humanas de mi condición de luchador, lo que
cada uno de ustedes me entrega! Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomé
en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al
pueblo y por el pueblo.
Este triunfo debemos dárselo en homenaje a
los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil semilla de la
revolución chilena que vamos a realizar.
Quiero antes de terminar, y es honesto
hacerlo así, reconocer que el gobierno entregó las cifras y los datos de acuerdo con los
resultados electorales.
Quiero reconocer que el jefe de plaza,
general Camilo Valenzuela, autorizó este acto, acto multitudinario, en la convicción y
la certeza que yo le diera de que el pueblo se congregaría, como está aquí, en actitud
responsable, sabiendo que ha conquistado el derecho a ser respetado; respetado en su vida
y respetado en su victoria; el pueblo que sabe que entrará conmigo a La Moneda el 4 de
noviembre de este año.
Quiero destacar que nuestros adversarios de
la Democracia Cristiana han reconocido en una declaración la victoria popular. No le
vamos a pedir a la derecha que lo haga. No lo necesitamos. No tenemos ningún ánimo
pequeño en contra de ella. Pero ella no será capaz jamás de reconocer la grandeza que
tiene el pueblo en sus luchas, nacida de su dolor y de su esperanza.
Nunca, como ahora, sentí el calor
humano; y nunca, como ahora, la Canción Nacional tuvo para ustedes y para mí tanto y
profundo significado. En nuestros discursos lo dijimos: somos los herederos legítimos de
los padres de la patria, y juntos haremos la segunda independencia: la independencia
económica de Chile.
Ciudadanas y ciudadanos de Santiago,
trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son los triunfadores. Los partidos
populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección, que se proyecta más allá,
reitero, de nuestras fronteras materiales.
Les pido que se vayan a sus casas con la
alegría sana de la limpia victoria alcanzada y que esta noche, cuando acaricien a sus
hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante,
cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a
Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria.
Gracias, gracias, compañeras. Gracias,
gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo dio mi partido, la
unidad de los trabajadores y la Unidad Popular.
A la lealtad de ustedes, responderé con la
lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del compañero presidente.
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Fuente: Centro de
Documentación. Fundación Salvador Allende.
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