Los Hijos han decidido poner fin
a la huelga de hambre pero no a las acciones y al compromiso con la lucha contra la
impunidad. Sienten que se han cumplido los objetivos principales que eran dar a conocer su
posición frente a la sociedad chilena, luchar en memoria de los que ya no están, como
Luciano Carrasco, y a la vez abrir un espacio de encuentro para los que se integran hoy a
una lucha heredada, un pasado y un presente difíciles de sobrellevar. El desgaste físico
ha sido considerable, la salud de los tres huelguistas sigue siendo de cuidado, sin
embargo este movimiento y sus acciones sirvieron para sumar fuerzas e intensificar el
compromiso por desenmascarar al Gobierno y exigir castigo a los culpables. La transición
y la reconciliación han sido una farsa montada en pro de intereses económicos ignorando
la verdad y tapando la memoria. No hay país que resista sustentarse en base a la mentira
y que logre superar sus conflictos y temores.
La noticia fue ampliamente difundida en el extranjero mientras en el
país el cerco informativo comprueba la aún existente censura de los medios de
comunicación. Se sumaron a la Huelga de Hambre, tres chilenos solidarios en Bélgica; se
han realizado funas, demostraciones en el patio de los Naranjos y encadenamientos en la
Moneda; se llevó a cabo una ocupación del Instituto O'higiniano (ex-Londres 38 casa de
tortura y lugar de desaparición); se marchó masivamente el 4 de septiembre contra la
impunidad; se han realizado tomas pacíficas de las embajadas de México, Suecia y
Portugal. Los 20 días que duró la huelga fueron también momentos de encuentros, de
cariño entre los compañeros, la solidaridad de las madres, el reencuentro de las
generaciones, el apoyo de las organizaciones sociales, de personas anónimas en Chile como
en el extranjero, todos ellos con ansías de justicia.
Cabe destacar la voz que cobraron los Hijos en Chile, como colectivo,
como realidad. Un movimiento con decisión, con valentía pero sobre todo con memoria y
dignidad. Ellos son hijos de detenidos desaparecidos, son hijos de ejecutados políticos,
son hijos de personas torturadas y exiliadas y no pueden tener una vida plena en una
nación manchada de sangre y olvido. Vivir en el Chile de hoy, ser joven y tener
conciencia política son para los ojos de las autoridades y la derecha, sinónimo de
terrorismo.
A pocas horas de cumplirse 30 años, los recuerdos están tan lejos y
tan cerca a la vez, al dolor se le suman las ganas de llorar y estar con los nuestros más
que nunca. La atmósfera está envuelta de ira, la rabia contenida por la represión de
esa democracia que tanto se esperó y nunca terminó de llegar. En Chile hoy se tortura,
en Chile hoy hay miedo, hay rabia, hay sangre, son 30 años de dolor, en Chile los años
de terror dejaron profundas secuelas.
A los padres asesinaron, a los hermanos torturaron, a los jóvenes hoy
censuran, detienen y vuelven a torturar. Quizás no estamos tan lejos de repetir la misma
historia porque la violencia no se ha marchado de aquí, ha crecido simplemente de otras
formas. Cuando un grupo de jóvenes decidió realizar una huelga de hambre, al resto de la
sociedad le pareció un gesto desesperado, al gobierno un grito en el silencio. Los ex-CNI
siguen vigilando, acechando con sus torcidas intenciones.
Debemos agradecer a todos los que lucharon, a los que perdieron la
vida, a todos aquellos que tenían sueños. Debemos caminar hacia un futuro pleno,
recordando siempre a los presentes y ausentes. Cuando la lucha recobra sentido y se
establece el orgullo de ser quien se es, septiembre tiene esperanza.
Natalia Contreras J. 10 de septiembre, 2003