Mientras en Argentina el Senado anuló por amplia mayoría las leyes
del perdón y la Corte Suprema falló contra el ex dictador Videla por sustracciones de
bebés, en Chile se perpetúa la impunidad de los autores de violaciones de derechos
humanos
Por este motivo, en la sede del Partido Izquierda Cristiana se está
realizando una huelga de hambre indefinida. Pablo Villagra, Alberto Rodríguez y Fahra
Nehgme están sacrificando sus cuerpos desde el día 18 de agosto, como respuesta a la
propuesta de Derechos Humanos del Presidente Lagos. Junto a sus otros compañeros,
alrededor de unos 15 jóvenes, no esperan nada de un Gobierno que ha transado la justicia
con los partidos de derecha y las Fuerzas Armadas. En Bélgica, hoy 25 de agosto, otros
tres jóvenes acaban de tomarse la Embajada de Chile en Bruselas para unirse a la protesta
y en apoyo a los familiares de víctimas de la dictadura que están en huelga de hambre
desde la semana pasada.
Durante la dictadura la represión fue constante, la mentira y la
angustia fueron el pan de cada día. Pero después de casi 14 años de Democracia,
¿dónde está la verdad? ¿dónde está la justicia? ¿dónde están los cuerpos de los
padres de estos jóvenes?
Los uniformes están manchados de sangre, las conciencias de los
asesinos y colaboradores están sucias, mientras son muchos los políticos de la
Concertación que prefieren el poder y los Tratados de Libre Comercio antes que enfrentar
el dolor de una herida abierta. La historia no se puede enterrar, hay que asumirla,
preservarla, curar sus heridas y la única forma de hacerlo es a través de la Verdad, la
Justicia y la Memoria, no a través de falsas Mesas de Diálogo o de infames acuerdos que
eluden el horror de lo que aquí pasó.
Estos jóvenes no están inscritos, no votan. ¿Cómo votar por un
sistema que traicionó la vida y obra de sus padres y hoy les da la espalda a ellos?
¿Hasta dónde hay que llegar en Chile para ser escuchados? La impunidad reina en el país
de la mentira. Muchas madres, esposas y hermanos han ido perdiendo la vida en esta lucha.
La huelga lleva además el nombre de Luciano Carrasco, un joven que se quitó la vida el
año pasado tras no lograr reponerse al dolor y a la ausencia de justicia en el caso de su
padre, el periodista José Carrasco Tapia, asesinado por la CNI en 1986.
Los Hijos no piden dinero sencillamente porque no se puede negociar la
vida de un padre o de una madre. Los Hijos no esperan compensaciones porque nada ni nadie
va a reparar el daño de la tortura, del asesinato, de la desaparición, ni de la
ausencia. Luchan contra el olvido y el silencio, están aquí para dar testimonio que hoy
en democracia se siguen vulnerando los Derechos Humanos, los derechos a la Verdad y a la
Justicia.
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