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Auge y Declinación del Neoliberalismo en Chile [1]

Manuel Riesco 2004

CENDA, Chile

Resumen

La declinación del neoliberalismo en Chile se expresa principalmente y entre otros aspectos, en el daño que sus recetas están actualmente causando más o menos a casi todo el mundo en el país, debido a su responsabilidad en el prolongado estancamiento de la economía nacional; el aumento en la inseguridad, vulnerabilidad y desprotección de la población; el empeoramiento de la ya vergonzosamente regresiva distribución del ingreso y la riqueza; la dilapidación de la renta de los recursos naturales del país, principalmente los minerales de cobre; la evidente y bastante abusiva imperfección con que operan los mercados, incluyendo los privados de pensiones, salud y educación, y; la abdicación de la soberanía como base de una estrategia de desarrollo nacional. Además y quizás más importante que lo anterior, el neoliberalismo tiene una importante responsabilidad en una importante distorsión ética y política de la cual todavía adolece gravemente la joven y agresiva burguesía chilena, todavía afectada por su pecado original de ser la hija de legítima de la dictadura de Pinochet y que se refleja en un continuado espíritu de revancha contra los trabajadores y el estado y en la acendrada acostumbre de ejercer su hegemonía más por la fuerza que por la razón y el consenso.


La Declinación

“ Las características del caso especial asumido por la teoría clásica resultan no ser aquellas de la sociedad económica en que actualmente vivimos, con el resultado que sus enseñanzas son inconducentes y desastrosas si intentamos aplicarlas”
John Maynard Keynes, Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, 1935.

El mundo se ha vuelto recientemente un lugar bastante turbulento. La crisis económica internacional que se iniciara en 1997 en Asia se encuentra todavía en pleno desarrollo, desde el 2000 se ha estado abatiendo sobre las economías de los EE.UU. y Europa en espasmos crecientes, y se niega a aflojar sus efectos sobre la economía del Japón, los que se extienden ya por más de una década.; luego de colapsar los mercados accionarios globales en una dimensión no experimentada desde 1929 y similar en magnitud.
En América Latina el crecimiento económico se ha detenido virtualmente, y el crecimiento del PIB se ha reducido de 3.6% promedio anual entre 1991 a 1997, a 1.3% entre 1998 y 2002 y a –0.5% en este último año (20 países), El crecimiento promedio del PIB de Argentina, Brasil, México y Chile, las principales economías de la región tomadas en conjunto, se ha frenado de 4.9% a 1.1% y –1.63%, en los mismos períodos, con cada uno de esos países experimentando al menos un año completo de crecimiento nulo o negativo durante el último lapso. El crecimiento económico de Chile se frenó en seco, desde una tasa milagrosa de 7.5% promedio anual entre 1991 a 19987, a 2.6% entre 1998 y 2002 y 1.8% en este último año (CEPAL 2002).
En el mundo, en la región Latinoamericana y en Chile, los pronósticos y recetas del neoliberalismo - las mismas que se esparcieron por todas partes con una velocidad, extensión y éxitos asombrosos a lo largo de las últimas dos décadas, tres en el caso chileno –no aciertan ni funcionan ya más. Esta declinación del neoliberalismo fue prevista por el historiador Eric Hobsbawm, quién lo llama “anarquismo burgués”, quién cayó en estas cuentas en 1998, como lo relata con un cierto sentido del humor, al ver el asombroso éxito editorial mundial de la edición de aniversario 150 del Manifiesto Comunista, cuya introducción escribió él mismo; y pudiese estar señalando el fin de esta era neoliberal. Por lo menos cualquiera puede afirmar ya con bastante certeza que su época de ascenso y auge quedaron atrás. La historia tiende a repetirse de alguna manera, puesto que es bien sabido que un fenómeno similar tuvo lugar luego de la crisis de 1929, cuando el caso especial que dicha teoría asume ya no resultaba ser el de la sociedad económica de entonces y las enseñanzas del pensamiento liberal extremista, tan en boga por entonces como ahora, en unos pocos años terminaron por ser consideradas inconducentes y desastrosas, como Keynes agudamente las calificara.
En Chile, actualmente, la declinación del neoliberalismo se expresa principalmente y entre otros aspectos, me parece, en el daño que sus recetas están causando a prácticamente todo el mundo en el país, debido a su responsabilidad en los principales problemas y dolencias que aquejan actualmente a su economía, población y elite.
Pero previamente a estudiar dichas dolencias y problemas que están causando su declinación presente, me parece necesario reconsiderar críticamente también, el universalmente promovido historial de éxitos del neoliberalismo en Chile.


El Milagro Económico Chileno Revistado


Reflexioné acerca de todas estas cosas, y de cómo los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo cual lucharon sobreviene a pesar de su derrota, y cuando llega resulta no ser aquello que pensaban, y otros hombres tienen que luchar por lo que ellos querían, bajo otros nombres.
William Morris, revolucionario inglés del siglo XIX.

Chile ha sido presentado en todo el mundo a lo largo de más de dos décadas como un ejemplo de caso exitoso de aplicación de políticas neoliberales; las instituciones de Bretón Woods (IBW) han apoyado esta campaña en forma entusiasta. El mensaje ha sido por cierto, que el remover los controles de precios y controlar la oferta de dinero, reduciendo drásticamente el gasto fiscal y privatizando los servicios públicos, incluyendo educación, salud y pensiones, y las empresas del estado, bajando las tarifas aduaneras y abriendo la economía a la inversión extranjera, bajando los impuestos, reduciendo y controlando los salarios, etc.; constituye la fórmula mágica para el desarrollo.
El caso chileno en efecto parece comprobarlo. Todas esas medidas fueron implementadas tempranamente y desde los años 1970, mientras la población ha crecido de 10 a 15 millones de habitantes, la fuerza de trabajo se ha más que duplicado y el PIB más que triplicado, el país ha devenido en una economía más bien agresiva, orientada a la exportación, y significativamente estable en lo que respecta a la inflación. Los indicadores generales de “calidad de vida”, tales como la expectativa de vida y los niveles educacionales, asimismo han mejorado en forma bastante dramática, aunque más de un quinto de la población todavía vive en la pobreza y el país permanece entre los “top ten” en cuanto a la peor distribución del ingreso en el mundo, “top two” en AL de hecho, detrás de Brasil.
Parte de estas mejoras económicas se consiguieron durante la dictadura de Pinochet, pero la mayor parte de las mismas se han logrado en el curso de la interminable “transición a la democracia” que se iniciara en 1990, y durante la cual gobiernos elegidos democráticamente continuaron aplicando la mayoría de las recetas económicas del así llamado modelo neoliberal, aún cuando han realizado un significativo esfuerzo por recuperar el gasto público social – éste se triplicó durante los años 1990, en términos reales, corregidos por inflación, pero en un 16% del PIB actualmente, son todavía bajos aún para estándares LA, donde Argentina, Brasil y Uruguay gastan sobre el 21% - el que había sido recortado a un mínimo por la dictadura de Pinochet. Los salarios, que asimismo fueron reducidos a la mitad por Pinochet y mantenidos muy bajos durante su mandato, se recuperaron asimismo durante los años 1990, de tal manera que a fines de la década habían finalmente recuperado el poder adquisitivo que alcanzaron a principios de los años 1970, bajo el Presidente Salvador Allende (Riesco 2002).
En breve, el país se ha modernizado en forma bastante asombrosa durante las últimas tres décadas, y eso es bastante evidente a simple vista.
En un análisis más profundo, sin embargo, causas históricas bastante más complejas parecieran explicar mucho mejor el así llamado milagro económico chileno; que lo que puede atribuirse a la aplicación de unas pocas recetas económicas más bien simplistas. Por debajo de todos estos cambios económicos, un gigantesco movimiento tectónico ha estremecido la estructura de la sociedad chilena durante estos años y, tal como los desplazamientos tectónicos geológicos usualmente producen temblores y terremotos, así de turbulentos han sido estos tiempos que la sociedad chilena ha atravesado en estas décadas.
Los principales hitos del viejo panorama sociológico chileno han desaparecido completamente en el proceso, mientras otros han cambiado tan radicalmente tanto en cantidad como en naturaleza que deben ser considerados como enteramente nuevos; y todo ello ha ocurrido en un lapso de tiempo muy breve y tumultuoso. Latifundistas e inquilinos y otros campesinos dependientes de haciendas, quiénes conformaban el núcleo de la estructura social chilena por más de dos siglos, han dejado de existir; y la proporción de la fuerza de trabajo que labora en el campo se ha reducido de 40% en los años 1960 a menos de 13% en la actualidad, y sigue bajando al ritmo bien ligero de 1% por año, o algo parecido; mientras la proporción que significan los empleados del estado se han reducido a menos de la mitad del promedio Latinoamericano actual, el que también se ha reducido; los asalariados ocupados en empresas privadas de 5 o más trabajadores se han incrementado hasta alcanzar un 55% de la fuerza de trabajo total, muy por encima del promedio Latinoamericano respectivo; ciertamente muchos de ellos son trabajadores temporales y mujeres, quiénes asimismo han triplicado su participación en la fuerza de trabajo, de la cual forman hoy día un tercio; los trabajadores por cuenta propia y sus familiares, la mitad de ellos campesinos, y el resto trabajadores informales, así como las empleadas y otros servidores domésticos, en conjunto todavía conforman un tercio bastante estable de la fuerza de trabajo, siendo los otros dos tercios trabajadores asalariados. Un cambio tan masivo hacia la disponibilidad de una fuerza de trabajo moderna por cierto ha generado su opuesto, una clase empresarial joven y agresiva que ha reemplazado enteramente a su progenitora, la vieja y conservadora clase de los latifundistas, en los niveles de mando de la elite dirigente, incluyendo la política.
Todos estos cambios de época no ocurrieron en Chile como resultado de la invasión y la guerra, como ocurrió en los años 1950 en Japón y Corea y otros países de los llamados “tigres” del sudeste asiático; sino en cambio principalmente, como resultado de las reformas y la revolución, durante los años 1960 y principios de la década de 1970. En este sentido, fueron los campesinos, trabajadores y estudiantes, así como el grueso del aparato civil del estado, y durante buen tiempo también su parte militar, y los enaltecidos líderes que los condujeron, muchos de ellos más tarde aprisionados, torturados, exiliados o simplemente asesinados, quiénes con todo derecho están representados en la figura del Presidente Salvador Allende suicidándose en el incendiado Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973; todos ellos lucharon por el progreso, la justicia social y el socialismo, y son los principales responsables de los milagros de la moderna economía chilena. Pinochet no fue capaz de hacer retroceder la historia y, a pesar que violó todas las leyes chilenas, respetó sin embargo dos de ellas casi a la letra: la reforma agraria y la nacionalización del cobre, ambas los logros principales del proceso de reforma y revolución que él mismo reprimió e interrumpió tan brutalmente. Sus principales medidas neoliberales, de otro lado, tales como bajar las tarifas aduaneras y otras, fueron también posibles de aplicar porque la vieja guardia conservadora de la elite dirigente, la misma que resistió exitosamente el que dichas mismas medidas fueran adoptadas por la igualmente criminal y contemporánea dictadura militar Argentina, por ejemplo; había sido barrida por la revolución en el caso chileno.
Así, como siempre parece ocurrir, ha sido la historia moderna más que los manuales de economía neoliberal, con sus modales sangrientos, enlodados, masivos y populares, quién ha dado a luz el Chile moderno, para el goce principalmente, no de aquellos que lucharon y fueron derrotados, sino de aquellos que hicieron realidad lo que otros habían luchado por obtener, pero no en la forma que ellos lo soñaron. Así, otros hombres y mujeres deben luchar ahora por aquello que ellos soñaron, pero con otros nombres, como escribiera William Morris hace dos siglos, en la lejana Inglaterra.
Las tribulaciones actuales
El neoliberalismo constituye un obstáculo, no una solución, para las principales tribulaciones que aquejan a la economía chilena en la actualidad, y se extiende una conciencia creciente de ello por todos los estratos de la sociedad; aunque las formas de dicha conciencia son muy complejas y contradictorias, y las representaciones políticas de la misma muy inciertas todavía. Claramente el país está muy lejos todavía del momento en que dicha conciencia pueda salir a la superficie en la forma de los amplios movimientos políticos que están marcando un “nada ambiguo cambio de dirección” que se aleja de la tendencia de centro derecha que ha dominado la política LA durante las últimas dos décadas, como concluye la revista The Economist, midiendo los resultados de la reciente elección en Brasil (The Economist 2002:1); pero muchos estamos trabajando en Chile para llegar a ese punto.


La urgente necesidad de un shock reactivador


El prolongado estancamiento de la economía chilena, que ha arrastrado los pies durante seis años consecutivos ya, se debe principalmente a que la demanda agregada interna todavía era un 6% inferior el 2002 de lo que llegó a ser en 1998 (Fazio 2003); y que, por cierto, ello se debe principalmente al hecho que tanto la política monetaria como fiscal han sido fuertemente restrictivas todo este tiempo. El deslenguado y finado economista Rudy Dornbusch, maestro y profesor de muchos gurús neoliberales locales, caracterizó la crisis chilena actual como la Crisis Massad, en alusión a Carlos Massad, ex presidente del Banco Central de Chile, quién relajó la política monetaria aún más durante el punto más alto del “boom” y sobrecalentamiento económico de 1997, sólo para restringirla casi completamente luego, en el medio de la recesión de 1998, subiendo las tasas de préstamos interbancarios a más de 100% en algunos de los peores días de la recesión. El mismo Dornbusch le recomendó a Nicolás Eyzaguirre, el actual Ministro de Hacienda y antiguo alumno suyo, que abandonase esa tonta regla del superavit estructural que había inventado, y que todavía obliga que la política fiscal chilena sea compatible con un superavit de largo plazo equivalente al 1% del PIB. En la práctica, dicha regla ha permitido pequeños déficit, inferiores al 1% del PIB, durante la crisis actual, mientras aseguraba a la todopoderosa y omnisciente deidad de los “Mercados” que dichos mini-déficit serán recuperados con grandes superávit fiscales en cuanto la economía se recupere. Recientemente Robert Stiglitz y el economista principal de CEPAL, Ricardo Ffrench-Davis, antes jefe de estudios del Banco Central y respetado economista chileno, ambos han urgido que se aplique lo que han llamado un shock reactivador, que suba el déficit fiscal a más de 3% del PIB, para estimular la recuperación económica, y que dicho incremento se destine principalmente a gasto social (Cenda 2002).


La demanda por Protección Social

Luego de 20 años de experimentos con esquemas neoliberales de protección social (PS) en Chile, las virtudes y especialmente las serias limitaciones y carencias de dichos esquemas, se han hecho bien evidentes a esta altura. En términos generales, la principal desventaja de los esquemas privados de PS parece ser que los mismos remiten sus beneficios a la cuarta parte de mayores ingresos de la población, y aún para ellos presentan problemas bastante serios. En lo que respecta a la vasta mayoría de la población, de otro lado, los esquemas privados de PS han demostrado ser bien ineficaces de hecho.
De otra parte, a pesar que estrategias como la focalización de un disminuido gasto público social en los más pobres ha permitido mejoramientos en los índices de calidad de vida, las crecientes diferencias de ingresos han resultado en que las brechas de ingresos se mantienen y se hacen aún menos equitativas.
En Chile, durante la última década, se ha hecho un importante esfuerzo por recuperar instituciones sociales públicas fuertemente deterioradas y desfinanciadas. El gran recorte de gasto público social durante la dictadura, particularmente en educación y salud, resultó en un detrimento general de los servicios y tuvo un impacto aún mayor sobre los salarios de los empleados públicos que trabajan en los mismos.
A pesar de esos esfuerzos, el gasto público social – medido en términos per-cápita o como proporción del PIB – todavía está lejos de recuperar los niveles alcanzados a principios de los años 1970 y, por el contrario, este es todavía probablemente el principal problema que aqueja al sector y sus trabajadores, aún considerando la necesidad de modernizar las instituciones del estado de bienestar.
La situación de las pensiones ha sido diferente. Grandes cantidades de recursos públicos han sido orientadas a éste sector, para compensar los enormes déficit creados con la introducción de los esquemas privados de pensiones, déficit que superan en varias veces los del antiguo sistema de reparto y que absorben el 41% del gasto social actual.
La protección contra el desempleo es el área más descuidada en las políticas sociales en Chile. Los recursos públicos destinados a protección contra el desempleo han sido escasos durante la crisis actual, cuando al mismo tiempo se han introducidos criterios de elegibilidad. De otra parte, los nuevos seguros de desempleo recientemente aprobados han introducido algunas mejoras con respecto a los sistemas de indemnización por años de servicio, así como algunos elementos de solidaridad. Sin embargo, los sistemas privados de seguro de desempleo han demostrado ser poco efectivos en períodos de desempleo masivo como el actual.
A pesar de lo anterior, las reformas neoliberales han resultado en el surgimiento de sistemas privados bien dinámicos en las áreas referidas, financiados principalmente por las familias. Estos sistemas privados, sin embargo, concentran sus beneficios en los estratos de mayores ingresos y no asisten los problemas de la mayoría, introduciendo elementos de inequidad. De otro lado, existen deficiencias importantes en los marcos regulatorios de los sistemas privados, y en aquellos que regulan su relación con los sistemas públicos. Importantes distorsiones de mercado, altos costos para los usuarios e ineficiencias globales relevantes, resultan de estos problemas.
Sin embargo, parece haber bastante evidencia acumulada para analizar, y sobre la cual construir un enfoque diferente respecto a coexistencia de los sistemas público y privado, que considere no solo las imperfecciones de los sistemas públicos tradicionales, sinon también las serias falencias de los sistemas privados en lo que respecta a financiamiento y provisión de servicios de protección social. La idea prevaleciente durante las últimas décadas, que la privatización era la llave maestra para resolver todos los problemas, se ha demostrado inexacta. Quizás sería razonable avanzar ahora hacia un desarrollo más regulado de ambos sectores, con una continuada y vigorosa recuperación de los servicios públicos, en la perspectiva de ofrecer una protección social universal, equitativa y de alta calidad a toda la población.
De otra parte, parece inevitable atender el asunto del tamaño del gasto social, la mayor parte del cual se destina además a cubrir el déficit del sistema de pensiones. En este aspecto Chile se encuentra por debajo del promedio de los países LA más desarrollados y muy lejos de los países más avanzados. Considerando que hoy día el gasto social absorbe un 70% del gasto público social, la discusión conduce hacia un incremento de éste y por lo tanto de la base impositiva, tal como lo afirma el actual Ministro de Hacienda en declaraciones recientes: Con el actual nivel de impuestos? Sólo es posible hacer política social para el quintil más pobre de la población, sin embargo el segundo quintil es también atrozmente pobre…también la clase media debe ser atendida en sus necesidades, pero ello es imposible con las actuales tasas de impuestos. Para becas universitarias completas, esquemas de retiro adecuados, se necesita una tasa de impuestos diferente (UNDP 2002).


El empeoramiento de la ya vergonzosa inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza

Como es bien sabido, la inequidad en el Chile moderno es inmensa, y ha continuado creciendo rápidamente durante los años 1990, si no se considera el gasto social. De otro lado, si se considera un gasto social altamente focalizado, la brecha de ingresos más o menos se ha estabilizado. En 1990, la relación entre los ingresos monetario autónomos del 5% más pobre y más rico de la población era 1:130, mientras que en el 2000 dicha relación había empeorado a 1:209. Compensada por el gasto social focalizado en los más pobres consistente en transferencias monetarias, dicha relación se mantuvo en aproximadamente 1:90, a lo largo de la década. Debe mencionarse que la diferencia entre los ingresos autónomos del 5% más elevado y el segmento que le sigue es de 1: 2.8.
El empeoramiento de la distribución del ingreso ha ocurrido al mismo tiempo que la pobreza de hecho se ha reducido significativamente, desde 40% de la población en 1990 a menos de 20% en la actualidad, con la indigencia reducida a un 8%; y mientras los salarios, como se ha dicho, se han recuperado asimismo. EL problema es que, ciertamente, una proporción aún mayor del crecimiento económico de la década – el PIB se duplicó en el curso de la misma – fue a los empresarios y otros segmentos de altos ingresos (Riesco 2002b).

Dilapidando la renta de las minas de cobre


Chile es de lejos el mayor productor de cobre del mundo, con más del 40% de la producción mundial, y cerca del 70% de las exportaciones mundiales de cobre. El Presidente Allende nacionalizó las principales minas de cobre, entonces en poder en compañías estadounidenses, y creó CODELCO, una gran empresa estatal, para operarlas. Pinochet no devolvió las minas, sino por el contrario duplicó el tamaño de CODELCO durante su mandato y hacia 1989 esta compañía junto a otras estatal, ENAMI, que compra y refina cobre de medianas y pequeñas minas; eran responsables de casi todas las exportaciones y la mayor parte de la producción, y dejaban la mitad de cada dólar exportado como ingresos netos del Estado. La inversión extranjera en cobre (y otros sectores también) había sido pequeña hasta 1989, y consistía principalmente en un mineral mediano, Disputada, comprado por Exxon en 1978 y en un mineral enorme, Escondida, de propiedad de un consorcio encabezado por la canadiense BHP Billiton, pero que se hallaba entonces en fase de desarrollo.
A pesar de ello, durante los años 1980, Pinochet modificó su propia constitución política, aprobada en 1981, y que dice que en Chile todos los minerales son de propiedad inalienable del Estado, para permitir una figura legal de concesión indefinida de los minerales, que en la práctica entrega la propiedad de los mismos a los beneficiarios de tales concesiones. No se establecieron royalties ni otros impuestos especiales, de modo que las empresas mineras están sujetas al mismo régimen de impuestos que cualquier compañía que es de 16% sobre utilidades netas, deducible del impuesto global de 35%, el que se aplica cuando las utilidades son exportadas o retiradas. En el debate que tuvo lugar entonces entre los Chicago Boys al interior del gabinete de Pinochet, algunos insistían – tal como recomienda la teoría neo-clásica – en la necesidad de aplicar un royalty o impuestos especiales que capturasen la gigantesca renta de la tierra asociada a los minerales de alta calidad que posee Chile; pero finalmente se impuso el argumento de regalar esta renta, de modo de atraer capitales por entonces requeridos con desesperación.
El generoso esquema impositivo implementado no fue modificado durante los años 1990, cuando la inversión extranjera inundaba Chile - tan rápidamente que fue necesario establecer controles sobre los capitales de corto plazo, el afamado Encaje, que establecía que un tercio de la inversión debía ser depositado en el banco Central sin ganar intereses, y que no podían efectuarse retiros antes de un año – la mayor parte del mismo destinado a las minas de cobre.
El efecto de la política minera fue significativo y - tal como lo predice la teoría económica, puesto que Chile de hecho ha demostrado el teorema de crecimiento empobrecedor de Jagdish Bagwhati (1957) – la sobre inversión en minería, atraída por la enorme renta de los minerales, la que típicamente excede un quito de las ventas totales, fue tan masiva; que Chile por si sólo abarrotó el mercado mundial de cobre, reventando los precios a la mitad aún antes que la demanda mundial fuera afectada por la presente crisis económica. Las exportaciones chilenas de cobre en términos gruesos se duplicaron a partir de 1995 y se triplicaron a partir de 1990, mientras el precio de las mismas bajaba a la mitad y los ingresos del estado derivados de ellas bajaban de un 50% en 1989 a un 5% en 1999.
Esta situación ha generado una fuerte crítica en el país hacia la actual política minera, la que se extiende desde la comunidad académica a los medios y recientemente al parlamento, donde todos los partidos han establecido una comisión especial parta investigar la elusión de impuestos de las compañías mineras; incitados por la escandalosa actitud de Exxon, que durante 23 años declaró pérdidas en su mina Disputada, y en el 2002 la vendió en 1.3 mil millones de dólares. Además de no pagar royalties, Exxon abusó de todos los resquicios en la ley de impuestos que pudo encontrar, principalmente sobre endeudando su mina chilena con su filial financiera establecida en bermudas y así extrayendo las ganancias bajo la forma de pagos de intereses, los que estaban prácticamente exentos de impuestos (Riesco 2002, c).

La abdicación de la soberanía

El neoliberalismo ha perseguido agresivamente una agenda de apertura unilateral y bilateral de la economía al comercio e inversión externos. Durante los últimos ocho meses se han firmado tratados de libre comercio con los tres principales socios comerciales del país, la Unión Europea, los EE.UU. y Corea; y con el Mercosur, México y la mayor parte de AL, así como Canadá, antes de ello; y por cierto, antes de los acuerdos, las tarifas aduaneras habían sido reducidas unilateralmente de más de un 60% en promedio en tiempos de Allende, a menos de 10% durante Pinochet, y a una tarifa promedio defectiva de 2% una vez que los pactos referidos entren en vigencia el próximo año.
Dicha política ha tenido un enorme impacto sobre la economía chilena, y a pesar de que muchos sectores han vivido tiempos bien difíciles, a la larga ninguno ha desaparecido por completo, sino más bien todos se han adaptado, usualmente introduciendo tecnologías mejores para enfrentar la competencia externa y como resultado de ello, muchos se han transformado en exportadores a su vez; y la estrategia de mercados abiertos es considerada ampliamente como altamente exitosa. Sin embargo dicha estrategia pareciera haber alcanzado una encrucijada donde, habiendo dado ya de si lo que puede dar, está ahora entrabando el desarrollo económico subsiguiente.
La crítica a la estrategia de apertura se basa en primer lugar, en los aspectos no comerciales que los tratados llamado de libre comercio llevan consigo, y que comprometen seriamente la capacidad del país de determinar sus políticas económicas; o el Encaje bancario antes descrito, por ejemplo, ha quedado anulado en la práctica luego de la firma de los tratados comerciales recientes. De hecho, Chile ha aceptado en sus tratados de libre comercio todas las condiciones por las cuales los países en desarrollo, incluido Chile se han retirado recientemente de la reunión de la OMC en Cancún: es decir, ha aceptado condiciones que se refieren a inversiones, propiedad intelectual y otras, sin que paralelalemnt6e los países desarrollados revisen, por ejemplo, sus salvaguardas y sus subsidios agrícolas.
La principal crítica a dichas estrategia de apertura, sin embargo, consiste en que la misma ha bloqueado efectivamente hasta el momento la estrategia alternativa de desarrollo externo, que consiste en unirse al Mercosur, Como decía hace algún tiempo el Financial Times refiriéndose al Reino Unido, la soberanía nacional – que siempre ha sido un buen negocio, después de todo, los estados nacionales son la invención más genuina de la modernidad capitalista – no es posible ya para naciones pequeñas, las que deben optar entre el vasallaje obsecuente frente a los EE.UU. o construir con sus iguales espacios geopolíticos mayores en los que puedan aspirar a compartir una soberanía efectiva (Prowse 2001). Claramente la estrategia de desarrollo nacional aparece como un asunto demasiado complejo e importante como para dejarlo en manos de economistas neoliberales.
El Mercosur y la integración chilena al mismo constituye un hecho económico, físico y político incontrarrestable. Los intercambios de bienes y servicios entre Chile y sus vecinos se han multiplicado varias veces durante la última década, creciendo a tasas muy superiores que las del resto del mundo, mientras las nacientes inversiones extranjeras productivas de capitales chilenos se concentran por completo en los países vecinos. Hace diez años, Chile estaba conectado con Argentina por medio de sólo un camino pavimentado, mientras hoy día más de una treintena de tales pasos, unen a Chile con sus vecinos al otro lado de Los Andes, varios de ellos con un gasoducto que corre en paralelo, trayendo gas trasandino que ya abastece cerca de una tercera parte de la energía consumida en Chile; desde varias ciudades chilenas hoy en día, demora menos tiempo llegar a una gran ciudad al otro lado de la cordillera y sobre una mejor carretera, que alcanzar la siguiente ciudad sobre la costa chilena; siendo Chile como es, después de todo, un país muy angosto donde, en un día claro, desde las playas de Valparaíso se puede apreciar a simple vista el monte Aconcagua, que se encuentra en Argentina.
La integración regional está siendo crecientemente parte de las agendas políticas de Brasil y Argentina, al igual que Chile; y dicha estrategia cuenta con el respaldo político y también económico – a través principalmente de la extraordinaria llegada de capitales españoles a AL durante la última década – de la Unión Europea.

Acostumbrados a tomarse la revancha y a gobernar por la fuerza

A pesar de que está alejándose rápidamente de este estigma, en la medida que pretende alcanzar el gobierno en las elecciones del 2006 – como se sabe tiene una chance no menor de lograrlo, puesto que su candidato Joaquín Lavín fue derrotado muy estrechamente por el actual presidente, Ricardo lagos y la coalición de gobierno actual, la Concertación de socialistas y Demócrata-cristianos, está actualmente seriamente tensionada – la joven burguesía chilena está todavía seriamente marcada por el pecado original de ser la criatura de la dictadura de Pinochet: todavía no pierde su espíritu de revancha ni la costumbre de ejercer su hegemonía mediante la fuerza más que por la razón y el consenso.
La ideología neoliberal ha jugado un papel no despreciable en estos aspectos, puesto que ha proveído el sustento ideológico tanto para el revanchismo anti-trabajadores como anti-estado de la burguesía chilena; mediante su insistencia bastante vil y justificación moral a la idea de ser duros y egoístas con los pobres y los asalariados, al mismo tiempo que se justifica ser suave y condescendiente con los ricos y poderosos, en base a que, como declarara una vez Pinochet hay que gobernar siendo bueno con los ricos, porque ellos crean riqueza para todos; mientras que dar mucho a los pobres pone en peligro el desarrollo económico. Por otra parte, el neoliberalismo extremista predica, con un énfasis religioso que ha sido bien calificado de anarquismo burgués, la conveniencia de reducir el Estado a como de lugar y en todo lo que sea posible.
Las turbulencias de los tiempos de Allende han proporcionado un sustento duradero y ampliamente aceptado para dicha racionalidad perversa, aunque a estas alturas es bien evidente que las mismas no fueron consecuencias de supuestas convicciones populistas de las autoridades de entonces, algunas de las cuales pudieron haberlas profesado, pero no aquellos que alcanzaron en definitiva en los puestos de mando; sino más bien de la crisis nacional revolucionaria que por entonces se vivía, y en parte no menor por la acción desestabilizadora del gobierno de Nixon y la oposición chilena, la que, por ejemplo y aprovechando su mayoría en el parlamento, aprobaba los ítems presupuestarios de gastos, pero rechazaba los de ingresos.
Por otra parte, la actitud de revancha de la burguesía chilena por el susto que pasaron durante las reformas de loa años 1960 y la revolución de 1970-73, y por las expropiaciones de que fueron objeto sus padres, ha permitido que abracen con fervor religioso, como ninguna otra burguesía LA, las vertientes más extremas del neoliberalismo, con sus prédicas anti-trabajadores y anti-estado. Las consecuencias económicas de tal dogmatismo ha sido y siguen siendo serias, en términos puramente económicos, como lo atestigua por ejemplo el hecho que las reformas liberales chilenas sean las únicas en AL que se han realizado en un contexto de reducción y deterioro del aparato civil del Estado (mientras se elevaba a su rama militar a la categoría de garantes de la nación y se expandía significativamente), el que había sido construido trabajosamente a lo largo del siglo XX por gobiernos de todos los signos ideológicos y cuyos servicios sociales atienden todavía a la mayoría abrumadora de la población. Al mismo tiempo , este modo de pensar impide aplicar una política económica más compasiva y expansiva que, al mismo tiempo y en las condiciones actuales, como dice Stiglitz, resultaría mucho más eficiente.
Continuar luchando por lo que ellos buscaban, con otros nombres
Los problemas expuestos más arriba, que confronta la economía chilena en la actualidad, todos los cuales requieren para ser resueltos, de una nueva forma de pensar en economía que es al mismo tiempo diferente y que se aleja de la ideología neoliberal, sugieren por si mismos y por cierto junto a muchos otros aspectos, una suerte de programa de gobierno alternativo al que ha prevalecido hasta el momento.
En breve, hoy en día parece hacer buen sentido desde el punto de vista económico el impulsar una política que pueda ubicar una protección social significativamente incrementada en el corazón de una política reactivadora, con mejores y más estrictas regulaciones, y recuperación del sistema público y crecimiento del gasto estatal en general, lo que a su vez obliga a revisar las actuales cargas impositivas y a hacer éstas más progresivas; política que a su turno requiere una más amplia y estrecha cooperación, principalmente con el Mercosur así como con el resto de Al, y el apoyo de la UE, para ser implementada, frente a la oposición de las IBW respaldadas por el gobierno de los EE.UU..
Tal política pareciera hacer buen sentido desde el punto de vista político asimismo, como la reciente elección del Presidente Lula en Brasil y del Presidente Kirchner en Argentina parecen demostrarlo. Ambos presidentes explícitamente han ofrecido como candidatos políticas del tipo New Deal, del tipo de las arriba sugeridas.
Desde luego, cerrar la brecha que existe entre las promesas de los candidatos y la implementación de políticas una ve que son elegidos, usualmente resulta más difícil que alcanzar la luna, como demuestra el actual presidente Lagos en Chile – quién fuera elegido con la promesa de producir un cambio, palabra que fue, por lo demás, también la bandera de campaña del candidato de la derecha en la última elección.
Pero, por otra parte, las viejas leyes de la política todavía funcionan, y cuando la gente empieza a imaginar en sus mentes y a desear en sus corazones, que algo que necesitan puede y debe ser realizado, entonces empiezan a pasar cosas; y cuando mucha gente empieza a sentir de esa manera, cosas bien importantes pueden pasar, aunque nunca tanto ni las mismas que ellas han soñado.

Manuel Riesco
Huaraz, Perú
Noviembre 2003


V. Bibliografía


CENDA. 2003a. Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo. Base de Datos Cuadernos de Información Económica de Prensa. Santiago, Chile. Cuadernos is an on line, full text searchable database, with newspaper clippings from the leading Chilean newspapers and some international press <http://cenda.cep.cl/>
CEPAL. 2002. Statistical Yearbook. <http://www.cepal.cl >
Fazio, Hugo. 2003a. Cartas Económicas. Base de Datos Documentos CENDA http://cenda.cep.cl
Riesco, Manuel, 1995
— Chile: 20 Years of Liberal Experiences in Social Protection. Brief of the Report to UNDP Inter-Regional Workshop, Santiago, Chile, May 14th- 17th , 2002. <http://videos.cep.cl/sw2002/
Informe_Chile/SW2002_Chile_Brief.html>.
— . 2002b. Chile: 20 Años de Experiencias Liberales en Protección Social. Report to UNDP Inter-Regional Workshop, Santiago, Chile, May 14th- 17th , 2002. <http://videos.cep.cl/sw2002/
Informe_Chile/SW2002_Chile_Informe.html>
The Economist. 5 Oct 2002. Brazil's presidential election: The meaning of Lula Good for Latin American democracy. How good for Brazil?
UNDP. 2002b. Social Protection in an Insecure Era: A South-South Exchange on Alternative Social Policy Responses to Globalization, Inter-Regional Workshop, Santiago, Chile, May 14th- 17th, 2002. Website. <http://videos.cep.cl/sw2002>

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[1]  Presentado en  la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Ancash "Santiago AntÏnez de Mayolo", Perú, con ocasión del  XIII Congreso Nacional de Estudiantes de Economía del Perú, titulado  ËFin del Neoliberalismo?, Nuevas VÕas de Desarrollo. Huaraz, Perú, 3-6 de Noviembre, 2003.

[2] Massad tuvo que renunciar hace pocos meses a su cargo virtualmente autónomo e inamovible, cuando se descubrió que su secretaria entregaba información monetaria confidencial a su amante, cabecilla de un grupo económico deshonesto que està actualmente en quiebra; ambos amantes se encuentran actualmente en prisión.

 
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(Dr. Róbinson Rojas, 1ro. de mayo, 2003)
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