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¿SE
PUEDE SER MARXISTA HOY?
por ADOLFO SÁNCHEZ VÁSQUEZ*
¿Tiene sentido en el alba del siglo XXI pensar y actuar remitiéndose a un pensamiento
que surgió en la sociedad capitalista de mediados del siglo XIX?
Discurso de Investidura pronunciado por el filósofo y escritor mexicano Adolfo Sánchez
Vásquez, al recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de La Habana, el pasado
16 de septiembre de 2004
Distinguidos miembros del Consejo Universitario de la Universidad de La Habana. Doctor
Juan Vela Valdés, rector de esta universidad, Profesores y estudiantes, Compañeros y
amigos:
La decisión del Consejo Universitario de la Universidad de La Habana de otorgarme el
grado de doctor honoris causa, me ha conmovido tan profundamente que la expresión de mi
agradecimiento resultaría pobre e insuficiente. Pero no puedo dejar de decir que tan alta
y honrosa distinción la aprecio, sobe todo, por provenir de una institución
universitaria que, junto a sus elevadas contribuciones académicas, tanto ha dado al
realce y a la realización de los valores que más podemos estimar: la verdad, la
justicia, la dignidad humana, así como la soberanía nacional, la solidaridad, la
convivencia pacífica y el respeto mutuo entre los pueblos. Pero a este agradecimiento
institucional, quisiera agregar el personal por la fraternal, lúcida y bella laudatio de
quien -Roberto Fernández Retamar- me siento, desde hace ya casi 40 años, no sólo
compañero de ideas y esperanzas y admirado lector de su admirable obra poética, sino
también persistente seguidor de su conducta intelectual y política al frente de una
institución tan consecuente con la digna e inquebrantable política antimperialista de la
Revolución Cubana como La Casa de las Américas, a la que tanto debemos los intelectuales
de este continente y del Caribe por su defensa ejemplar y constante enriquecimiento de la
cultura latinoamericana.
I
A continuación voy a dedicar mi discurso de investidura a la obra que tan generosamente
se reconoce con el grado de doctor honoris causa. Y, por supuesto, no para juzgarla, pues
yo sería el menos indicado para ello, sino para reivindicar el eje filosófico, político
y moral en torno al cual ha girado toda ella: o sea, el marxismo. Pero no sólo el
marxismo como conjunto de ideas, sino como parte de la vida misma, o más exactamente: de
ideas y valores que han alentado la lucha de millones de hombres que han sacrificado en
ella su tranquilidad y, en muchos casos, su libertad e incluso la vida.
Ahora bien, ¿por qué volver, en estos momentos, sobre este eje, fuente o manantial
teórico y vital? Porque hoy, más que en otros tiempos, se pone en cuestión la
vinculación entre sus ideas y la realidad, entre su pensamiento y la acción. Cierto es
que el marxismo siempre ha sido no sólo cuestionado, sino negado por quienes, dados su
interés de clase o su privilegiada posición social, no pueden soportar una teoría
crítica y una práctica encaminadas a transformar radicalmente el sistema
económico-social en el que ejercen su dominio y sus privilegios. Pero no es éste el
cuestionamiento que ahora tenemos en la mira, sino el que cala en individuos o grupos
sociales, ciertamente perplejos o desorientados, aunque no están vinculados
necesariamente con ese interés de clase o privilegiada posición social. Esta perplejidad
y desorientación, que se intensifica y amplía bajo el martilleo ideológico de los
medios masivos de comunicación, sobre todo desde el hundimiento del llamado
"socialismo real", constituye el caldo de cultivo del cuestionamiento del
marxismo, que puede condensarse en esta lacónica pregunta: ¿se puede ser marxista hoy? O
con otras palabras: ¿tiene sentido en el alba del siglo XXI pensar y actuar remiti
éndose a un pensamiento que surgió en la sociedad capitalista de mediados del siglo XIX?
Ahora bien, para responder a esta pregunta habría que tener una idea, por mínima que
sea, de lo que entendemos por marxismo, dada la pluralidad de sus interpretaciones. Pues
bien, teniendo esto presente, y sin pretender extender certificados de "pureza",
se puede entender por él -con base en el propio Marx- un proyecto de transformación del
mundo realmente existente, a partir de su crítica y de su interpretación o conocimiento.
O sea: una teoría y una práctica en su unidad indisoluble. Por tanto, el cuestionamiento
que se hace del marxismo y se cifra en la pregunta de si se puede ser marxista hoy, afecta
tanto a su teoría como a su práctica, pero -como trataremos de ver- más a ésta que a
aquélla.
II
En cuanto teoría de vocación científica, el marxismo pone al descubierto la estructura
del capitalismo, así como las posibilidades de su transformación inscritas en ella, y,
como tal, tiene que asumir el reto de toda teoría que aspire a la verdad: el de poner a
prueba sus tesis fundamentales contrastándolas con la realidad y con la práctica. De
este reto el marxismo tiene que salir manteniendo las tesis que resisten esa prueba,
revisando las que han de ajustarse al movimiento de lo real o bien abandonando aquellas
que han sido invalidadas por la realidad. Pues bien, veamos, aunque sea muy sucintamente,
la situación de algunas de sus tesis básicas con respecto a esa triple exigencia.
Por lo que toca a las primeras, encontramos tesis que no sólo se mantienen, sino que hoy
son más sólidas que nunca, ya que la realidad no ha hecho más que acentuar, ahondar o
extender lo que en ellas se ponía al descubierto. Tales son, para dar sólo unos cuantos
ejemplos, las relativas a la naturaleza explotadora, depredadora, del capitalismo; a los
conceptos de clase, división social clasista y lucha de clases; a la expansión creciente
e ilimitada del capital que, en nuestros días, prueba fehacientemente la globalización
del capital financiero; al carácter de clase del Estado; a la mercantilización
avasallante de toda forma de producción material y espiritual; a la enajenación que
alcanza hoy a todas las formas de relación humana: en la producción, en el consumo, en
los medios masivos de comunicación, etcétera, etcétera.
En cuanto a las tesis o concepciones que habría que revisar para ajustarlas al movimiento
de lo real, está la relativa a las contradicciones de clase que, sin dejar de ser
fundamentales, tienen que conjugarse con otras importantes contradicciones en la sociedad
actual: nacionales, étnicas, religiosas, ambientales, de género, etcétera. Y por lo que
toca a la concepción de la historia hay que superar el dualismo que se da en los textos
de Marx, entre una interpretación determinista e incluso teleológica, de raíz
hegeliana, y la concepción abierta según la cual "la historia la hacen los hombres
en condiciones determinadas". Y que, por tanto, depende de ellos, de su conciencia,
organización y acción, que la historia conduzca al socialismo o a una nueva barbarie. Y
están también las tesis, que han de ser puestas al día acerca de las funciones del
Estado, así como las del acceso al poder, cuestiones sobre las cuales ya Gramsci
proporcionó importantes indicaciones.
Finalmente entre las tesis o concepciones de Marx y del marxismo clásico que hay que
abandonar, al ser desmentidas por el movimiento de la realidad, está la relativa al
sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera sea el sujeto central y
exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra y exige un sujeto plural, cuya
composición no puede ser inalterable o establecerse a priori. Tampoco cabe sostener la
tesis clásica de la positividad del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, ya
que este desarrollo minaría la base natural de la existencia humana. Lo que vuelve, a su
vez, utópica la justicia distributiva, propuesta por Marx en la fase superior de la
sociedad comunista con su principio de distribución de los bienes conforme a las
necesidades de cada individuo, ya que ese principio de justicia presupone una producción
ilimitada de bienes, "a manos llenas".
En suma, el marxismo como teoría sigue en pie, pero a condición de que, de acuerdo con
el movimiento de lo real, mantenga sus tesis básicas -aunque no todas-, revise o ajuste
otras y abandone aquéllas que tienen que dejar paso a otras nuevas para no quedar a la
zaga de la realidad. O sea, en la marcha para la necesaria transformación del mundo
existente, hay que partir de Marx para desarrollar y enriquecer su teoría, aunque en el
camino haya que dejar, a veces, al propio Marx.
III
Ahora bien, reafirmada esta salud teórica del marxismo, hay que subrayar que éste no es
sólo, ni ante todo una teoría, sino fundamental y prioritariamente, una práctica, pues
recordemos, una vez más, que "de lo que se trata es de transformar el mundo"
(Tesis XI sobre Feuerbach de Marx). Pues bien, si de eso se trata, es ahí, en su
práctica, donde la cuestión de si tiene sentido ser marxista hoy, ha de plantearse en
toda su profundidad.
Pues bien, considerando el papel que el marxismo ha desempeñado históricamente, desde
sus orígenes, al elevar la conciencia de los trabajadores de la necesidad y posibilidad
de su emancipación, y al inspirar con ello tanto sus acciones reivindicativas como
revolucionarias, no podría negarse fundamentalmente su influencia y significado
histórico-universal. Ciertamente, puede afirmarse sin exagerar, que ningún pensamiento
filosófico, político o social ha influido, a lo largo de la historia de la humanidad,
tanto como el marxismo en la conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos.
Para encontrar algo semejante habría que buscarlo fuera de ese pensamiento, no en el
campo de la razón, sino en el de la fe, propio de las religiones como budismo,
cristianismo o islamismo, que ofrecen una salvación ilusoria de los sufrimientos
terrenales en un mundo supraterreno. Para el marxismo, la liberación social, humana, hay
que buscarla aquí y desde ahora con la razón y la práctica que han de conducir a ella.
Aunque sólo fuera por esto, y el "esto" tiene aquí una enorme dimensión, el
marxismo puede afrontar venturosamente su cuestionamiento en el plano de práctica
encaminada a mejorar las condiciones de existencia de los trabajadores, así como en las
luchas contra los regímenes autoritarios o nazifascistas o por la destrucción del poder
económico y político burgués. Los múltiples testimonios que, con este motivo, podrían
aportarse favorecen esta apreciación positiva de su papel histórico-práctico, sin que
éste signifique, en modo alguno, ignorar sus debilidades, sombras o desvíos en este
terreno, ni tampoco las aportaciones de otras corrientes políticas o sociales:
demócratas radicales, socialistas de izquierda, diferentes movimientos sociales, o de
liberación nacional, anarquistas, teología de la liberación, etcétera.
IV
La cuestión se plantea, sobre todo, con respecto a la práctica que, en nombre del
marxismo, se ejerció después de haberse abolido las relaciones capitalistas de
producción y el poder burgués, para construir una alternativa al capitalismo: el
socialismo.
Ciertamente, nos referimos a la experiencia histórica, que se inaugura con la Revolución
Rusa de 1917, que desembocó en la construcción de la sociedad que posteriormente se
llamó el "socialismo real". Un "socialismo" que se veía a sí mismo,
en la ex Unión Soviética, como la base, ya construida, del comunismo diseñado por Marx
en su Crítica del programa de Gotha.
Sin entrar ahora en las causas que determinaron el fracaso histórico de un proyecto
originario de emancipación, al pretender realizarse, puede afirmarse: Primero, que, no
obstante los logros económicos, sociales y culturales alcanzados, condujo a un régimen
económico, social y político atípico -ni capitalista ni socialista-, que representó
una nueva forma de dominio y explotación. Segundo: que ese "socialismo"
significó, no obstante, un dique a la expansión mundial del capitalismo, aunque es
evidente también que con su derrumbe la bipolaridad en la hegemonía mundial dejó paso a
la unipolaridad del capitalismo más depredador, concentrada en el imperio de Estados
Unidos. Y tercero: que la opción por, y las esperanzas, en la alternativa social del
socialismo quedaron sumamente reducidas o cegadas, así como las del marxismo que la
inspiró y fundamentó. A ello contribuyó decisivamente la identificación falsa e
interesada del "socialismo real" con todo socialismo posible y la del marxismo
con la ideología soviética que lo justificó.
V
Puesto que no es tan fácil negar el carácter liberador, emancipatorio, del pensamiento
de Marx y del marxismo clásico, los ideólogos más reaccionarios, pero también más
perspicaces del capitalismo, tratan de sostener la imposibilidad de la realización del
socialismo. Y para ello recurren a diversas concepciones idealistas del hombre, la
historia y la sociedad. Unas veces apelan a una supuesta naturaleza humana inmutable
-egoísta, competitiva-, propia en verdad del homo economicus capitalista, incompatible
con la fraternidad, solidaridad y cooperación indispensable en una sociedad socialista.
Otras veces se valen de la concepción teleológica de la historia que decreta -muy
hegelianamente- la inviabilidad del socialismo al llegar aquélla a su fin con el triunfo
del capitalismo liberal, o más exactamente neoliberal.
También se recurre a la idea fatalista de que todo proyecto emancipatorio, al realizarse
se degrada o desnaturaliza inevitablemente. Y, por último, se echa mano del
"pensamiento débil" o posmoderno para el cual la falta de fundamento o razón
de lo existente invalida toda causa o proyecto humano de emancipación. Como es fácil
advertir, en todos estos casos se persigue o alimenta el mismo fin: confundir las
conciencias, desmovilizarlas y cerrar así el paso a la organización y la acción
necesarias para construir una alternativa social al capitalismo y, por tanto, a todo
pensamiento que -como el marxista- contribuya a ella.
VI
Ahora bien, aun reconociendo la falsedad de los supuestos ideológicos en que se apoyan
estos intentos descalificadores, así como los intereses de clase que los promueven, es
innegable que, a raíz del hundimiento del "socialismo real", se da un
descrédito de la idea de socialismo y un declive de la recepción y adhesión al
marxismo. Y ello cuando la alternativa al capitalismo, en su fase globalizadora, se ha
vuelto más imperiosa no sólo porque sus males estructurales se han agravado, sino
también porque al poner el desarrollo científico y tecnológico bajo el signo del lucro
y la ganancia, amenaza a la humanidad con sumirla en la nueva barbarie de un holocausto
nuclear, de un cataclismo geológico o de la supeditación de los logros genéticos al
mercado.
De tal manera que, en nuestros días, el agresivo capitalismo globalizador hegemonizado
por Estados Unidos, al avasallar, con sus guerras preventivas, la soberanía y la
independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al volver las
conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al globalizar los sufrimientos,
humillaciones y la enajenación de los seres humanos, atenta no sólo contra las clases
más explotadas y oprimidas y contra los más amplios sectores sociales, sino también
contra la humanidad misma, lo que explica el signo anticapitalista de las recientes
movilizaciones contra la guerra y de los crecientes movimientos sociales altermundistas en
los que participan los más diversos actores sociales.
La emancipación social y humana que el marxismo se ha propuesto siempre pasa hoy
necesariamente por la construcción del dique que detenga esta agresiva y antihumana
política imperial estadunidense. Pues bien, en la construcción de ese dique al
imperialismo que tantos sufrimientos ha infligido al pueblo cubano, está hoy sin desmayo,
como siempre, y fiel a sus orígenes martianos, la Revolución Cubana.
VII
Llegamos al final de nuestro discurso con el que pretendíamos responder a la cuestión de
si se puede ser marxista hoy. Y nuestra firme respuesta al concluir, es ésta: puesto que
una alternativa social al capitalismo -como el socialismo- es ahora más necesaria y
deseable que nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye -teórica
y prácticamente- a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser marxista hoy
significa no sólo poner en juego la inteligencia para fundamentar la necesidad y
posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad para responder al
imperativo político-moral de contribuir a realizarla.
Por último, reitero mi más profundo agradecimiento a la Universidad de La Habana, porque
con la alta distinción que me otorga, me da un vigoroso impulso para continuar, en su
tramo final, la obra que ha tenido y tiene como eje teórico y vital al marxismo.
* Adolfo Sánchez Vásquez
Sánchez Vásquez -nacido en Algeciras, Cádiz, y exiliado en México desde los 14 años y
recibido en la UNAM de Doctor en Filosofía- ha escrito numerosas obras sobre ética,
estética y marxismo, entre ellas: "Ciencia y Revolución, el marxismo de
Althusser" (1978), "Ensayos marxistas sobre historia y política"(1985),
"Filosofía y circunstancias" (1997) y otros ensayos que han contribuido a la
formación de investigadores latinoamericanos y al modo de aplicar el materialismo
histórico a nuestra específica realidad, por aquello que expuse en una ponencia en un
Seminario de la UNAM en 1985: "¿América Latina desde Marx o Marx desde América
Latina"?. El Sistema Nacional de Investigadores de México reconoció la labor de
Sánchez Vásquez nombrándolo Dr. Emérito.
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(Dr. Róbinson Rojas,
1ro. de mayo, 2003) |
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