El movimiento, político y
social que encabezó Allende, no surgió de la noche a la mañana, sino que fue el
producto de un largo batallar de varias generaciones, de la conjunción de muchas
voluntades y experiencias de distinto carácter e intensidad. Se fue armando en las tomas
de terreno, en las luchas campesinas, en las huelgas y paros nacionales de trabajadores, a
través del movimiento juvenil, con la experiencia de los estudiantes que protagonizaron
el movimiento de la reforma en las universidades. La concepción de lucha y nación
sustentada por Allende proviene de la participación que le cupo desde sus tiempos de
estudiante en las luchas sociales y políticas, de ahí nacen los valores que le
permitieron entrar en contacto con los trabajadores, pobladores, militantes de partidos
populares, vínculo que supo mantener y fortalecer hasta el final porque sabía que era
esencial para llevar adelante los desafíos de su gobierno. Comprendió la relación
dialéctica entre lo social y lo político que debe ser la base del movimiento popular y
que surge de la necesidad de la transformación de toda la sociedad, no sólo de aspectos
del movimiento social y político.
"Una parte del Estado está en manos de los trabajadores a través de los partidos
populares y de la Central Única, que representa a todos los niveles de la organización
sindical. Y si digo una parte del Estado es porque hay otros poderes independientes, como
el judicial o el legislativo, donde no tenemos mayoría. Por eso debe entenderse que,
junto con las dificultades inherentes a esa realidad, hoy tenemos que fijarnos objetivos
distintos. El primero de todos: consolidar el poder político. El segundo, ampliar ese
poder político, el poder popular. Y hacer esto en la forma más efectiva y realista, de
acuerdo a las condiciones chilenas.
Cuando yo hablo de ampliar el poder político, pienso que más allá de los límites de
la Unidad Popular hay miles y miles de ciudadanos que pueden estar junto a nosotros; hay
cientos y miles sin domicilio político, y hay otros que, teniéndolo, no pueden olvidar
ni los principios, ni las ideas, y por eso yo los llamo fraternalmente, limpiamente, a
trabajar por el Chile nuevo y por la patria mejor que queremos para todos los chilenos.
Consolidar y ampliar el poder popular supone vitalizar los partidos populares, sobre la
base de hacer efectiva la unidad, para mantener un diálogo ideológico, polémico,
crítico, pero con lealtad y no mirando la parcela partidaria, sino la gran
responsabilidad común que enfrentamos.
Fortalecer el poder popular y consolidarlo significa hacer más poderosos los
sindicatos con una nueva conciencia, la conciencia de que son un pilar fundamental del
Gobierno, pero que no están dominados por él, sino que, conscientemente participan,
apoyan, ayudan y critican su acción.
Significa fortalecer el poder popular, organizar la movilización del pueblo, pero no
tan sólo para los eventos electorales; movilizarlos diariamente porque el enfrentamiento
de clases se produce todos los días, a todas horas, minuto a minuto. Y hay que tener
conciencia de ello.
Un pueblo disciplinado, organizado y consciente, es, junto a la limpia lealtad de las
Fuerzas Armadas y de Carabineros, la mejor defensa del Gobierno Popular y del futuro de la
patria.
Fortalecer, ampliar y consolidar el poder popular significa ganar la batalla de la
producción. Óiganlo bien compañeros trabajadores: ganar la batalla de la
producción." (2)
Su vida entregada consciente y generosamente en la Moneda, y sus últimas palabras son
el mandato que ayer nos impulsó a levantarnos contra la dictadura recurriendo a todas las
formas de lucha que nos permitieran terminar con el horror de la traición y recuperar la
democracia para nuestro pueblo. Hoy nos mandata construir la alternativa al neoliberalismo
porque volvemos a ser millones los que soñamos, actuamos y luchamos. Porque hay una
lógica inevitable, que ni todos los ejércitos del mundo pueden destruir, en la cual
Allende creyó profundamente: la lógica de la vida humana para lograr la felicidad. La
necesidad insoslayable de abrirse camino, y de generar formas superiores de convivencia
social.
Es en este sentido que Allende forma parte de la historia del movimiento democrático
mundial y su ejemplo lo hace, para el pueblo de Chile y para los pueblos latinoamericanos,
un hombre del presente y del futuro. Conocedor de la realidad de nuestros pueblos sabía
que el origen de tanta injusticia, del subdesarrollo, es el imperialismo que nos mantiene
como países dependientes con economías manejadas desde fuera con violentas y dramáticas
consecuencias para nuestros pueblos. En la Asamblea General de las Naciones Unidas
señaló:
"Por eso resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a denunciar
que mi país es víctima de una grave agresión.
Habíamos previsto dificultades y resistencia externas para llevar a cabo nuestro
proceso de cambios, sobretodo frente a la nacionalización de nuestros recursos naturales.
El imperialismo y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina, y
está muy cerca la dramática y heroica experiencia de Cuba, También lo está la del
Perú, que ha debido sufrir las consecuencias de su decisión de disponer soberanamente de
su petróleo.
En plena década de 1970, después de tantos acuerdos y resoluciones de la comunidad
internacional, en los que se reconoce el derecho soberano de cada país de disponer de sus
recursos naturales en beneficio de su pueblo; después de la adopción de los Pactos
Internacionales sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales y de la Estrategia para
el segundo Decenio del Desarrollo, que solemnizaron tales acuerdos, somos víctimas de una
nueva manifestación del imperialismo. Más sutil, más artera, y terriblemente eficaz,
para impedir el ejercicio de nuestros derechos de Estado soberano".
Para oponerse a la voracidad del imperialismo, Allende fue incansable luchador por la
unidad latinoamericana:
"No podemos aceptar seguir siendo siempre los países de segunda categoría.
Debemos elevarnos por nuestros propios esfuerzos.
El esfuerzo individual no se aquilata. Necesitamos el esfuerzo común y colectivo.
Necesitamos que las fronteras se hagan pequeñas, no para recibir la influencia de un
régimen a otro, sino para fortalecer en la unidad y la lucha combatiente una América
Latina" (3).
Hoy los pueblos del mundo se enfrentan a la agresividad bélica creciente del gobierno
estadounidense que pretende aplastar toda forma de resistencia a su dominación. Está en
desarrollo una estrategia que apunta a la instalación del fascismo en la política de
EE.UU. impulsada por los intereses bastardos de la ganancia, de los privilegios extremos
del gran capital, contra el que debemos movilizarnos decididamente.
Nuestro XXII Congreso Nacional, realizado los días 31 de octubre, 1, 2 y 3 de
noviembre recién pasado ha propuesto convocar a los pueblos de América Latina y del
mundo a levantar el Tribunal Mundial de los Pueblos para acusar, condenar y detener la
política de los EE.UU. La lucha contra la guerra es parte vital de la lucha por la
democracia, y junto al valiente y noble pueblo norteamericano tenemos que responder
creando el más vasto, variado y convergente movimiento por la paz y la sustentabilidad
del planeta.
Hoy nuestra América Latina sigue siendo tratada como patio trasero del imperio. Las
decisiones se adoptan o se condicionan desde las instituciones financieras internacionales
controladas por el poder imperial, subordinando a los gobernantes de turno a los grupos
oligárquicos transnacionales e internos.
Las conquistas democráticas no han sido recuperadas en las llamadas transiciones,
negociadas a espaldas del pueblo. Los parlamentos pierden legitimidad, la gente participa
cada vez menos en los procesos electorales, y se recurre más que antes a la represión
directa, al ahogamiento de las libertades, al racismo y la xenofobia. El terrorismo de
Estado, bajo nuevas formas, sigue siendo recurso de dominación.
Los pueblos de América Latina luchan en forma sostenida y con intensidad creciente
contra esta realidad. Somos testigos y actores del inicio de un renovado impulso a las
ideas del cambio necesario, del cambio revolucionario porque la aspiración más alta de
la humanidad es la aspiración a la superación de todas las injusticias y desigualdades,
y eso se logra con profundos cambios revolucionarios.
Para Allende el socialismo es la superación de la sociedad capitalista. Su concepción
de socialismo es la más profunda y real democracia.
"Vamos hacia el socialismo, en democracia de inspiración revolucionaria, en
pluralismo y libertad".
Más adelante, señala:
"Democracia, para que el pueblo - a través de sus partidos y organizaciones
sindicales - tenga acceso a los niveles de nuestra existencia política, social,
económica y administrativa.
Democracia para que el pueblo sepa que no queremos su voto cada seis años....."
Queremos más democracia, para que coexista el respeto a todas las ideas" (4).
Los que pretendieron que era suficiente negar la existencia de la lucha de clases para
asegurar su dominio, hoy chocan con una ola de convulsiones en un Tercer Mundo donde los
pueblos defienden la soberanía y la identidad en condiciones particularmente dramáticas.
El truncado proceso de transición a la democracia en Chile ha servido sólo para hacer
de nuestro país una gran mentira que el imperialismo estadounidense levanta para mostrar
las "bondades" de sus políticas.
La vigencia de la Constitución pinochetista significa que se mantiene la supremacía
de las Fuerzas Armadas sobre la soberanía popular. Permanece el Consejo de Seguridad
Nacional con poder para adoptar resoluciones por sobre la opinión del Presidente de la
República, y el tribunal Constitucional con facultades para vetar leyes aprobadas por el
Congreso y el Presidente. Se mantiene el sistema electoral binominal establecido para
impedir que cualquier fuerza política que afecte al sistema pueda acceder a los órganos
de poder llegando al extremo de que nosotros - comunistas - hemos llegado a obtener 24% de
votación en distritos y no elegimos diputados. Sólo los dos bloques políticos que
están por la mantención del sistema pueden llegar al parlamento: la derecha y la
concertación. En Chile, el ejercicio de la democracia por el pueblo ha sido reducida a la
sola participación, de tarde en tarde, en los procesos electorales.
El gobierno de Lagos ha defraudado las expectativas de millones de chilenos que
creyeron en sus promesas electorales. No ha habido reformas constitucionales, tampoco
inscripción electoral automática, no habrá cambio de sistema electoral ni en las
instituciones como el Consejo de Seguridad Nacional y Tribunal Constitucional.
En el plano laboral, la reformas realizadas por Lagos obedecen a las orientaciones del
FMI y BM, es decir, apuntan a una mayor flexibilización de las relaciones laborales. En
concreto dichas reformas han significado: establecer jornada laboral de 12 horas, eliminar
el descanso dominical, salarios inferiores al mínimo para los jóvenes trabajadores,
marginación de importantes sectores de trabajadores de la negociación colectiva, como
los trabajadores eventuales, transitorios y temporeros. La legislación laboral de Lagos
mantiene los obstáculos para la sindicalización, favorece las prácticas antisindicales
y la contratación de reemplazantes durante la huelga lo que en la práctica la anula. Y
pretenden pasar a una segunda fase de una mayor "adaptabilidad" laboral
terminando con todo control social de las relaciones laborales.
El mundo entero fue testigo de las maniobras que la Concertación desarrolló para
impedir que Pinochet fuera extraditado desde Londres a España y ser juzgado allí por
crímenes contra la humanidad. Conocida es también la Mesa de Diálogo sobre Derechos
Humanos, articulada por Lagos para imponer la impunidad para todos los que violaron los
derechos humanos durante la dictadura. Ahí, en medio de un fabricado ambiente dramático
se instaló la más reaccionaria interpretación del golpe militar. En el discurso de
Ricardo Lagos donde dio a conocer los resultados de la Mesa de Diálogo habló de "la
espiral de violencia que condujo al quebrantamiento de la democracia". O sea no hubo
golpe militar, sino una espiral de violencia con responsables por ambos lados. Víctimas y
victimarios son los responsables. Fue una insolencia contra Allende, el pueblo, los
héroes detenidos desaparecidos, sus familiares y toda la sociedad. Ahí se quiso sellar
el pacto del nuevo bloque en el poder: Derecha y Concertación. El tiempo y la lucha
popular ha ido demostrando la mentira de esta Mesa de Diálogo y que en su momento
nosotros denunciamos a la opinión pública nacional e internacional. Los restos que
decían habían sido lanzados al mar no ha sido comprobados, y más aún algunos de ellos
han sido encontrados dentro de los regimientos. La impunidad, que salva a los criminales y
saqueadores de Chile, ha sido instalada oficialmente.
La corrupción que con distintas expresiones se ha manifestado en las FFAA y en el
poder Ejecutivo y Legislativo habla no sólo de la pérdida de valores éticos en una
sociedad marcada por el individualismo y la ambición del lucro personal sino de la
prolongación de las prácticas de la dictadura. La inmoralidad, el tráfico de
influencias, el nepotismo, los negociados ponen el punto final a la Concertación.
La corrupción tiene su origen en el sistema neoliberal impuesto por la dictadura, cuyo
fundamento es la extrema concentración del poder económico, político, comunicacional y
la promoción de una mentalidad y una conducta amoral, arribista y calculadora, en que
todo vale para "tener éxito" y conseguir metas, que ha sido instalada en los
órganos de poder. Es bajo la dictadura que se realizan los grandes negociados de la
derecha y el pinochetismo. Nuestro patrimonio nacional fue entregado a precio vil a los
protegidos de la tiranía. Sin embargo la Concertación, comprometida en el Pacto con la
dictadura y la derecha, no quiso investigar los negociados, el enriquecimiento ilícito
del tirano y su entorno, por el contrario, ha continuado vendiendo las empresas que
pertenecieron al pueblo, y el cobre que no se logró privatizar bajo la dictadura, hoy ha
sido entregado en un 70% a las transnacionales norteamericanas y canadienses,
principalmente.
¡Qué abismo separa a Lagos de Allende!. Allende, luchador incansable por la unidad
latinoamericana y su integración económica contra la dominación de Estados Unidos y las
transnacionales. Lagos, punta de lanza de la política de EE.UU. en América Latina, acaba
de firmar el TLC que significa, lisa y llanamente, entregar nuestra soberanía nacional a
los grandes grupos económicos norteamericanos y hace de Chile el puente que cruzará
Estados Unidos para dominar todo nuestro continente.
Lo dicho por el senador de la derecha UDI - colaborador de la dictadura Hernán
Larraín - lleva a esta conclusión: "Lo bueno de este acuerdo es que Chile asume un
compromiso como país de aplicar en forma indefinida la economía libre como sistema
económico. Se ha puesto un candado a llegar a una economía socialista, en cualquiera de
sus variantes. Nuestras ideas han triunfado, más todavía si consideramos que este
acuerdo ha sido alcanzado por un Presidente socialista... El hecho de firmarlo prestigia a
Chile y subraya su seriedad como país en la aplicación de un esquema económico durante
más de dos décadas, con independencia de los gobiernos que lo han conducido en el
período". (El Mercurio, 19/12/02).
En el mismo sentido, Robert Zoellick, Representante de Comercio de Estados Unidos,
señala: "El TLC con Chile asistirá los esfuerzos estadounidenses para la
liberación en el hemisferio Oeste, promoviendo nuestra iniciativa de establecer el
ALCA".
Kathleen Barclay, presidenta de la Cámara Chileno Norteamericana de Comercio recalca:
"Tiene impactos (el TLC) comerciales y financieros, pero también tiene un impacto
mucho más importante, que es consolidar a Chile en un lugar de liderazgo en el
continente. Su impacto va mucho más allá de lo puramente comercial". Y más
adelante agrega: "El tratado con Chile es geopolítico y comercial, y para Estados
Unidos esto va a dar un impulso muy importante a abrir su comercio". (El Mercurio,
14/12/02).
Los TLC en curso demuestran muy claramente las dramáticas consecuencias que tienen
para nuestros pueblos. Ello significa que todos los servicios públicos se entregarán a
la inversión privada, los gobiernos se comprometen a otorgar garantías absolutas para la
inversión extranjera, todas las compras del Estado deben estar abiertas a las
transnacionales, los gobiernos se comprometen a reducir, y llegar a eliminar, los
aranceles y otras medidas de protección a la producción nacional, habrá libre
importación y eliminación de subsidios a la producción agrícola, se privatizará y
monopolizará el conocimiento y las tecnologías, los gobiernos se comprometen a la
eliminación progresiva de barreras proteccionistas en todos los ámbitos, se
desmantelará la industria nacional y las transnacionales se otorgan el derecho de
enjuiciar a los países en tribunales internacionales privados. Definitivamente, los TLC
son la nueva estrategia de anexión de nuestros pueblos a la hegemonía militarista de los
Estados Unidos.
Frente a esta ofensiva todos y cada pueblo de América Latina deben alzarse en lucha
por su independencia, su soberanía, contra las políticas privatizadoras y por los
derechos más elementales de los seres humanos.
En este marco, la Revolución Cubana adquiere especial valor político, humano, de
atracción para los pueblos en su lucha por construir una sociedad distinta,
independiente, solidaria y socialista. Sus valores humanistas, su dignidad, su aporte a la
defensa del derecho a la autodeterminación y soberanía de los pueblos y a la causa de la
integración latinoamericana son reafirmados al cumplirse los 50 años del asalto al
Cuartel Moncada. No permitiremos que Cuba sea agredida por la locura del gobierno de Bush
y estaremos junto a millones defendiendo a Cuba, dando más de lo que seamos capaces de
dar porque Cuba y Fidel nos representan a todos los pueblos y esta representación se la
han ganado con su valentía, consecuencia y solidaridad activa durante más de 43 años.
En el crisol de tal multiplicidad de luchas, nuestro continente va recuperando el
pensamiento y la acción latinoamericanista de nuestros próceres en la lucha por la
independencia del colonialismo. Sólo así será posible enfrentar la imposición de los
Tratados de Libre Comercio y el ALCA, que no son sino nuevas expresiones de la imposición
anexionista de total supremacía norteamericana sobre las economías regionales y locales.
La determinación de imponer el ALCA es inseparable de la ofensiva militarista que
alcanza particular gravedad en la región. Se dan pasos acelerados hacia la creación de
una fuerza militar unificada de las Américas, con capacidad de despliegue rápido e
integrada por los ejércitos de cada país, pero comandada, adiestrada y apoyada
materialmente por Estados Unidos.
Plan Colombia, Iniciativa Andina, Operación Cabañas y otros planes, bases militares y
asesores norteamericanos en diversos países, todos son instrumentos de la estrategia
anexionista norteamericana y de las que Chile participa integrándose a los ejercicios
conjuntos de los ejércitos del Cono Sur.
Es imperativo que las fuerzas progresistas y revolucionarias de América Latina
avancemos en una plataforma mínima para la solidaridad más activa, para la integración
y la movilización coordinada en nuestro continente. Tenemos la obligación de unir y
enlazar nuestras luchas para desatar un combate más decidido y concertado que golpee las
políticas neoliberales, militaristas y anexionistas.
Esta unidad la concebimos como un proceso que debe gestarse, en primer lugar, en la
lucha social, en la acción concreta y no solo ni tanto en reuniones y a nivel de
directivas y en procesos electorales. El debate, la discusión para el esclarecimiento de
las ideas; la lucha para su concreción, para la formación de la conciencia y la
organización democrática de la gente, es la base de toda victoria.
Vienen y vendrán otros diversos movimientos y partidos a sumarse al enfrentamiento
contra la globalización capitalista y la guerra. Debemos encontrarnos todos, con formas
honradas y claras de hacer política. Con proyectos que objetivamente representen a
sectores sociales, y al mundo de los trabajadores.
Vivimos un mundo diverso. Diverso en lo político, económico, social y cultural.
Diverso en sus realidades y formas de lucha. En ello radica la fortaleza de los pueblos.
Allende valoraba esta diversidad cuando en el Acto del 38 Aniversario del Partido
Socialista de Chile, el 19 de abril de 1973, hacía alusión a la dedicatoria que el Che
Guevara escribiera en el libro "Guerra de Guerrillas" que le había enviado de
regalo: "A Salvador Allende, que por otros medio trata de obtener lo mismo".
Nosotros, nosotras, la izquierda que resistió y que se enfrentó a la dictadura, que
ha conquistado espacios que hoy posibilitan que lleguen nuevas fuerzas, estamos dispuestos
a este desafío. Nos asiste la convicción de que estamos aportando a la construcción de
una Alternativa Política y Social y con nuestra lucha, con nuestra visión estratégica,
con nuestra ligazón con el pueblo, este proceso es más posible. Y esto no por
voluntarismo o papel de "vanguardia", concepto que hemos abandonado hace mucho
tiempo para colocarnos junto, dentro y al lado de muchos, sino por nuestras raíces
sociales, políticas, culturales que hacen de los comunistas chilenos un factor innegable
de mantención de los ideales revolucionarios. En nuestro aporte está la experiencia y el
pensamiento de Salvador Allende, que hemos hecho parte de nuestro ideario.
No es casual que a 30 años de su muerte, Allende sea símbolo de lucha, consecuencia y
sacrificio sin límite y es lo que explica que la consigna: "Se siente, se siente;
Allende está presente", surque los aires del mundo voceada por millones de seres
humanos, y que en cada manifestación popular en Chile, particularmente juvenil, su nombre
se grite con fuerza, nervio, rebeldía y emoción.
Es necesario estudiar la experiencia de los mil días del Gobierno de la Unidad
Popular, del papel de Salvador Allende y rescatar para estos nuevos tiempos todo su valor.
En el nuevo escenario mundial y latinoamericano podemos decir que Allende sigue
vigente. Él creyó y luchó soñando que "Otro Mundo es Posible". Así lo
demuestran las realizaciones profundas de su gobierno y la conciencia que acompañó todas
sus décadas de lucha que hacía de lo social y lo político ámbitos en los cuales él se
movía sin falsas dicotomías y realizando una cotidiana labor de educación política.
Salvador Allende fue una vida de concepciones y principios firmes, de consecuencia a
toda prueba, de lucha incansable por la justicia social y la dignidad del pueblo. Valores
éticos ausentes en estos tiempos de oscurantismo neoliberal.
Desde la Moneda bombardeada y en llamas dijo:
"Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y
les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna
de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza,
podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con
la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos" (5).
La figura de Allende se levanta como alternativa ética de amor intransable, por la
justicia social, por la liberación de los seres humanos. Sus sueños de igualdad,
libertad, democracia son los sueños con que los pueblos de nuestra América Latina
ingresan al siglo XXI, y hace más firme la convicción de que "Otro Mundo es
Posible".
Santiago, enero del 2003
Notas
(2) Discurso pronunciado en la Plaza Bulnes de Santiago el 1° de mayo de 1971, Día
Internacional del Trabajo. (3) Discurso pronunciado ante el Congreso Pleno de Colombia el
30 de agosto de 1971. (4) Ibid. (5) Últimas palabras de Salvador Allende el 11 de
septiembre de 1973
(*) Presidenta del Partido Comunista de Chile.