De
Puro Chile - 25 abril 2008
PARAGUAY
¿DEMOCRACIA
AL FIN?
Frida
Modak
Largo
y duro ha sido el camino de los paraguayos hasta llegar a este
momento de su historia que los sitúa en el umbral de un cambio
político, económico y social. Cuando los españoles llegaron a la
cuenca del río Paraguay en el siglo XVI, habitaban la zona los
guaraníes, que se dedicaban a la agricultura, y los payaguás y
guaycurúes que eran cazadores y pescadores nómadas que solían
atacar los cultivos de los guaraníes. Se estima que debido a ello
estos últimos ayudaron a los españoles en la conquista del
Chaco.
Los
españoles no encontraron los metales preciosos que buscaban y se
dedicaron a la ganadería, mientras en Buenos Aires y Uruguay se
creaba una poderosa oligarquía. En lo que hoy es Paraguay, los
jesuitas organizaron misiones en las que los indígenas
trabajaban la tierra en comunidades, hasta que el sistema fue
objetado por los ricos de la época. Los jesuitas fueron
expulsados en la segunda mitad del siglo dieciocho, al igual que
en el resto de las colonias, y los indígenas se convirtieron en
esclavos de Brasil o siervos de los latifundistas.
Los
paraguayos se sumaron a los movimientos independentistas en 1811
y formaron un gobierno apoyado por pequeños y medianos
propietarios, fueron gobiernos patriarcales que los aislaron de
sus vecinos y de la influencia británica de la época y se
convirtieron en una potencia económica con control estatal de la
producción agrícola,
los
ferrocarriles, los telégrafos y las fundiciones. En 1865 Brasil,
Argentina y Uruguay formaron la Triple Alianza y con el apoyo de
los ingleses le declararon la guerra a Paraguay, que perdió en
esta confrontación entre el sesenta y el ochenta por ciento de
su población
De
sus 800 mil habitantes quedaron 194 mil, 14 mil hombres y 180 mil
mujeres. Perdieron también
más de la tercera parte del territorio. No terminaban de
recuperarse, cuando en 1932 se desató la guerra del Chaco, con
Bolivia, estimulada por las transnacionales petroleras. Los
paraguayos ganaron, pero perdieron 50 mil hombres. Terminada esa
guerra en 1935, se suceden en el país 22 presidentes en 31 años,
hasta que en 1954 el general Alfredo Stroessner dio un golpe de
estado y se mantuvo en el poder hasta 1989 en que fue derrocado
por un movimiento
militar que encabezó su consuegro. Durante los últimos 61 años
ha gobernado el Partido Colorado, que fue derrotado el domingo
recién pasado por el amplio movimiento
conformado en torno al ex obispo católico Fernando Lugo.
CON
LAS CAMPANAS AL VUELO
Confirmado
el triunfo de Lugo, algunas iglesias lo celebraron echando las
campanas al vuelo, mientras en el Vaticano empezaban a analizar cómo
enfrentarían esta situación en la que un obispo suspendido
después de renunciar a su ministerio se convierte en Presidente
de su país. La jerarquía eclesiástica paraguaya se reunió,
con
asistencia del Nuncio
papal, quien dijo que las elecciones habían sido muy positivas,
que ya estaba en conversaciones con sus superiores y
que esperaban tener una respuesta antes de la toma de posesión
del mandatario electo.
Los
obispos paraguayos por su parte, valoraron la participación
popular en los comicios y señalaron que aceptan y reconocen la
victoria de Lugo como presidente electo. El caso no está previsto
en el derecho canónico, que sólo hace referencias a sacerdotes
y diáconos, pero no a obispos. Esto marca una gran diferencia con
situaciones similares, como la elección de Jean Bertrand
Aristide en Haití, que fue marginado de la iglesia.
Fernando
Lugo nació en 1951
en una comunidad rural y supo desde su infancia lo que era la
represión. Su padre estuvo preso en mas de veinte ocasiones,
tres
de sus hermanos fueron torturados y expulsados del país. Él
ingresó al Seminario cuando tenía 19 años, se sumó a la
Teología de la Liberación y en 1983 lo expulsaron de Paraguay a
causa de sus “sermones subversivos”. Después de unos años en
Roma volvió en 1987, fue ordenado Obispo en 1994 y durante diez años
fue el obispo de San Pedro, un pueblo muy pobre donde la represión
era fuerte. En 2006 renunció al sacerdocio y aceptó ser
candidato presidencial de la Alianza Patriótica Para el Cambio,
APC, formada por nueve partidos políticos, entre ellos el
Liberal,que es más bien conservador, y veinte movimientos
sociales, de mujeres, campesinos, sindicalistas, organizaciones de
barrios y también de sectores que se marginaron del Partido
Colorado.
LOS
PELIGROS
En
el programa de gobierno del presidente electo hay seis puntos básicos:
reforma
agraria, reactivación económica, recuperación
de la institucionalidad de la República, justicia
independiente, plan de emergencia nacional y recuperación de la
soberanía, en particular la energética. Su objetivo es construir
una nueva sociedad, lo que no se puede hacer “sobre el silencio
y el olvido”. Está convencido de que su país tiene el
potencial para volver a ocupar el sitio que tenía antes de la
guerra de la Triple Alianza.
Durante
su campaña, se produjeron hechos inéditos, como que el diario más
importante del país, ABC Color, le diera un apoyo irrestricto y
condenara en términos sorprendentes a los regímenes del Partido
Colorado. El dueño de ese periódico es un poderoso empresario
ultraderechista, algunos lo califican incluso de fascista, pero lo
publicado en sus páginas es reflejo de lo que estaba sucediendo
en el país.
En
la prensa latinoamericana mientras tanto, se intentaba arrinconar
a Lugo, siguiendo la línea trazada desde Washington y, así,
todas
las preguntas que le hacían llegaban a un mismo punto. ¿se va a
sumar al proyecto de Chávez? ¿su gobierno va a ser populista? y
etc.,etc. Cómo no obtenían las respuestas buscadas para
satanizar al ex obispo en la misma forma en que lo hacen con los
mandatarios de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, lo hacían
aparecer como eludiendo a esos presidentes o rechazando todo
contacto con ellos.
Y
la insistencia tiene sus motivos, Paraguay ocupa un lugar geopolíticamente
importante, limita con Perú, Brasil y Argentina y Estados Unidos
ha mostrado especial interés por tener allí una base militar.
Ya
en julio de 2005, quinientos soldados estadunidenses, bien
apertrechados, llegaron a la base militar paraguaya Mariscal
Estigarribia, ubicada a 200 kilómetros de Bolivia y Argentina,
cerca de la estratégica Triple Frontera, en la que
confluyen Brasil,Paraguay y Argentina. El pretexto fue que iban a
dar atención médica a los habitantes del sector.
Pero
la base crece, tiene capacidad para 16 mil soldados así como para
recibir aviones militares. En sus alrededores hay un campamento
militar en el que se instruye a la policía para reprimir a los
campesinos. Este es el gran peligro que tendrá que enfrentar el
presidente electo Fernando Lugo, que gobernará con una coalición
disímil, surgida para poner término a un régimen corrupto y que
ha dicho “Nos uniremos con alegría a los gobiernos
progresistas de América Latina” y que “El principio de
autodeterminación de los pueblos es un principio inviolable, que
lo hemos respetado, lo seguiremos respetando y lo haremos respetar
en Paraguay”.
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