De Puro Chile - 6 septiembre 2005
BUSH:
LA HUMILLACIÓN DEL PODER
Frida Modak
Las causas de la enfermedad no son del todo claras, pero su
recurrencia es una de las constantes de la historia: el poder tiende a confundirse con la
virtud, y una gran nación es peculiarmente susceptible a la idea de que su poder es
señal del favor de Dios, que le confiere una responsabilidad especial para otras
naciones: la obligación de hacerlas más ricas, felices y prudentes, de rehacerlas, es
decir, de conformarlas a la imagen resplandeciente de la nación protectora. El poder
tiende a confundirse a sí mismo con la virtud y también a creerse sinónimo de
omnipotencia. Una vez imbuída de la idea de misión, una gran nación pasa fácilmente a
suponer que tiene los medios y la obligación de realizar la tarea de Dios. El Señor,
después de todo, sin duda no lo elegiría a uno como Su agente y luego le negaría la
espada con la cual cumplir Su voluntad
Este párrafo corresponde al libro La Arrogancia del Poder, del
Senador demócrata estadunidense William Fulbright y es el resultado de las conferencias
que dio en la Escuela Superior de Estudios Internacionales de la Universidad de Johns
Hopkins en 1966. Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado en ese
entonces, Fulbright denominó su temaLa Arrogancia del Poder y lo dividió en
tres conferenciasEl patriotismo superior, La revolución en el
exterior y La arrogancia del poder.
Crítico de la política internacional que su país desarrollaba en ese
momento, advertía:Norteamérica está dando muestras de esa arrogancia de poder que
ha dañado, debilitado y, a veces, destruido a grandes naciones en el pasado.
Fulbright murió a los 90 años, en 1995. Si viviera, estaría asistiendo a la
humillación del poder, encarnada en George W.Bush.
CONTRASTE
Si se compara la inacción de todo el gobierno estadunidense en Nueva
Orleáns, con la reacción extraordinariamente rápida que se observó el 11 de septiembre
de 2001, cuando se colapsaron la Torres Gemelas de Nueva York, vuelven a plantearse las
dudas nunca resueltas. Por eso hablamos del colapso de las torres y no del atentado ,
porque nadie puede dar fe de que éste existió y fue cometido por quienes la
administración Bush señala.
Lo concreto es que estaban tan organizados, no para enfrentar la
destrucción y muerte en Nueva York, sino para iniciar la invasión de Afganistán, que
cada vez adquieren más veracidad las informaciones acerca de que el gobierno sabía lo
que iba a suceder pero no lo evitó, algunos piensan que lo promovió. No lo evitó porque
apoderarse del petróleo de los países árabes que no controlaba era una tarea pendiente
desde la primera, mal llamada, guerra del Golfo de 1991. Un atentado, real o prefabricado,
brindaba el pretexto para otro intento.
También se sabía, y desde mucho antes, que si un huracán entraba a
Nueva Orleáns se produciría una catástrofe que dejaría parte de la ciudad bajo el agua
durante meses y morirían miles de personas. Lo publicó el 2001 el diario local The Times
Picayune. El mismo periódico informó el 8 de junio del año pasado que el presupuesto de
430 millones de dólares que se esperaba para mejorar los diques y proteger a la ciudad de
huracanes e inundaciones, ya que está bajo el nivel del mar, había sido reducido por
Bush a menos del 20 por ciento para destinar el resto al financiamiento de la guerra de
Irak.
Producido el desastre, el New York Times señalaba el 1°de septiembre
pasado que del presupuesto inicial sólo se habían aprobado 166 millones de dólares para
Nueva Orleáns y de esa cantidad apenas 22 serían para los diques, suma que finalmente se
elevó a 42.5 millones con el apoyo del congreso, pero era insuficiente aún para las
reparaciones necesarias.
Mientras, una parte de los estadunidenses se pregunta cómo puede el
gobierno decir que está preparado para un ataque terrorista real y de gran envergadura si
no pudo prever un huracán pre-anunciado.Y todos empiezan a darse cuenta de que la ya muy
criticada guerra contra Irak lejos de proporcionarles la seguridad anunciada los ha dejado
en la desprotección total, sólo ha servido para inducirlos a renunciar a sus garantías
individuales dejándolos a merced de un poder dictatorial, impuesto en nombre del
patriotismo.
LA EXHIBICIÓN DEL IMPERIO
Los estadunidenses están tomando dolorosa conciencia de su realidad,
de la fanfarronería e incapacidad de su presidente, y comprobando la magnitud del engaño
en que vivían, en particular los que llevan años luchando contra la discriminación
racial y hoy comprueban que sigue tan presente como antes. Entre que se murieran unos
cuantos miles de negros, latinos o asiáticos pobres y que se pusieran en peligro las
utilidades de las petroleras y demás empresas que ahora negocian con la
reconstrucción iraquí, el gobierno de Bush no tenía donde perderse.
En lo que no pensó, por razones obvias, el presidente vacacionista,
fue que el mundo también conocería la verdad.Y ahí está el imperio, mostrando un
cuadro más subdesarrollado que el de ese tercer mundo al que menosprecia. En cualquiera
de nuestros países hay un presidente que se pone al frente de sus obligaciones en caso de
catástrofe. En la más pobres de nuestras naciones hay un plan de contingencia para
enfrentar los desastres naturales y, cuando menos, evitar la pérdida de vidas. En el
imperio sólo hay planes para la guerra.
El país que dice ser el más poderoso de la tierra, no puede proteger,
alimentar ni curar a las víctimas del huracán. No puede garantizarles trabajo ni una
subsistencia digna, ni siquiera a mediano plazo. El presidente que, según se ha visto, no
ejerce su mandato, le pidió botiquines, mantas,camiones para el transporte de agua y 500
mil paquetes de comida preparada a la Unión Europea, sus
"pares desarrollados".
Es que Bush no admite que bajo su gobierno su país ha
retrocedido.Ya son 37 millones los estadunidenses que viven en la pobreza, también
aumentó el número de los que carecen de seguro de enfermedad, hoy son 45.6 millones, y
13 millones de niños viven en la pobreza. La brecha económica sigue aumentando entre las
familias anglosajonas y las afroamericanas y latinas. Qué coincidencia! Talvez por eso
estas últimas no tuvieron en qué salir de Nueva Orleáns.
Y qué decir del ofrecimiento del Presidente cubano Fidel Castro,
cuyo país no sólo es capaz de evacuar a 1 millón 300 mil personas ante los anuncios de
huracán, albergarlos, alimentarlos y evitar las epidemias, sino que en esta ocasión
ofreció nada menos que mil 100 médicos y 24 toneladas de medicamentos, ofrecimiento al
que Bush nunca respondió.
Aunque pueda imponer su poderío militar en otros países, los pies de
barro que ha exhibido el imperio también son parte de la humillación del poder, que en
otros términos anticipaba Fullbright. |