De La Nación - 5 septiembre 2007
¿NOS CAEREMOS FUERA DEL
PLANETA?
Por Jorge Palacios C
Antes
de la agricultura y ganadería. Cuando nuestros ancestros vivían
de lo que agarraban en aire, tierra y agua, se calcula que la
población mundial no lograba sobrepasar los 30 millones de
habitantes. Un par de veces apenas el Chile actual. Cuando el
“sapiens” se dio cuenta, que no estaba obligado a andar
corriendo para cazar su fiftec y que podía criarlo en casa; y
pispó, además, que podía sembrar y cultivar el choclo para su
cazuela, se disparó la población mundial. El hombre se
estableció más tranquilo, comenzó a pulir sus piedritas, y
perfeccionó sus posturas matrimoniales. La población empezó a
duplicarse cada mil setecientos años. En el comienzo de la
llamada Era nuestra, parece que había ya unos 150 millones de bípedos
humanos. No obstante que la Peste Negra,
se llevó unos 25 millones de cristianos tan sólo en
Europa, tres siglos después éramos ya 500 millones en la
Tierra. De ahí para adelante, ya no nos paró nadie. Nuestra
especie comenzó a duplicarse cada dos siglos. El programa de
Internet llamado “Reloj de la Población”, lo consulté
mientras hacía este artículo, y me indicó que había
6.888.487.580 terrícolas. ¡Un poco más y nos caemos fuera del
Planeta! Se dice que la población podría estabilizarse cuando,
-los afortunados que sobrevivan- lleguen al tercer milenio. ¡Dios
lo quiera! Pero el Vaticano, con su prohibición de condones,
abortos, píldoras del día venidero y otras artimañas anti-conceptivas,
se opone a muerte a que frenemos la explosión demográfica. ¡Un
problema de clientela potencial!
Lo
peor del caso, es que la aglomeración de gente en las ciudades,
aumenta todavía más rápido que la población del mundo. Se
multiplicó por 20 en un siglo, mientras la población mundial
aumentaba 4 veces. A mediados del siglo XX, había sólo dos
ciudades con más de 10 millones de habitantes. El año 2000 eran
ya 18. Y no es únicamente, que estemos más apretados en el
Metro. Las fatalidades que se multiplican con las aglomeraciones
son muchísimas: polución, transantiagos, hospitales abarrotados,
cogoteos, robos múltiples, aumento de los abogados, más leyes
represivas, epidemias, automóviles… ¡Para qué sigo! Léase
el poema de Nicanor: “Los vicios del mundo moderno”, y verá
que casi todos ellos se concentran en las metrópolis. Y lo
escribió hace varios decenios.
Uno de los peores problemas de las ciudades muy pobladas,
-sus pulmones lo acreditan- es la polución. Green Peace, calculó
que en Santiago nadamos en algo así, como un medio millón de
toneladas de contaminantes en el año 1992. Fue como si cada
santiaguino se hubiera fumado siete cigarrillos diarios, aparte
de los que ya fumaba, o no fumaba. Ese mismo año, la ONU declaró
que Ciudad de México ganaba la “Medalla de Honor”, como la más
contaminada del orbe. En el 2003, se codeaban ahí casi 20
millones de cuates. Y
eso que ocupa tan sólo el quinto lugar en población, el primero
lo tiene Tokio-Yokohama con más de 33 millones.
Los vehículos, se sabe, son los campeones en el
incremento de la polución. Si no cree, pregúnteselos a los
chinos, que no hayan cómo airear Pekín, antes que lleguen los
Juegos Olímpicos. La primera vez que estuve en Pekín (1965,
creo), no alcancé a contabilizar una docena de automóviles.
Entre ellos, 4 taxis. Ahora, de los 5 millones que circulan en
esa ciudad, deberá parar la mitad día por medio. De
otro modo, la mitad de los atletas que participen en las Olimpíadas,
deberán aguantar la
respiración para que la otra mitad se oxigene. En el Distrito
Federal de México (Ciudad de México y alrededores), circulan
unos 20 millones de vehículos. ¡Para allá vamos los
santiaguinos, no se desespere!
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