REVISTA DE LA CEPAL - NUMERO EXTRAORDINARIO
CEPAL CINCUENTA AÑOS
REFLEXIONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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haciendo referencia al código (LC/G.2037-P), Octubre 1998
Globalización y
democracia en América Latina
Alberto Couriel
Senador, Cámara de Senadores, Montevideo, Uruguay.
El objeto de este trabajo es mostrar
que a fines del siglo XX se mantienen en América Latina históricos problemas
económico-sociales. Estos derivan, por una parte, de las relaciones internacionales, que
en la actualidad se manifiestan en las modalidades que asume la globalización y
especialmente en la ideología de la globalización, y, por otra, de problemas internos.
Lo internacional exige negociaciones colectivas basadas en nuevas formas de unidad y
cooperación entre los países de la recrión. Para enfrentar los problemas internos son
necesarias transformaciones del modelo económico y cambios sociales, políticos e
institucionales que permitan la consolidación de la democracia a fin de evolucionar de la
democracia política a la democracia económica y social.
A fines del siglo XX América Latina
se mantiene como periferia y con las características específicas del subdesarrollo. La
menor participación en el comercio mundial, el mantenimiento de la especialización
-aunque hay mejoras gracias a los procesos de integración- y la mayor heterogeneidad
estructura¡ marcan con nitidez su condición de periferia.
El aumento de la brecha en el
producto por habitante entre los países desarrollados y América Latina, las profundas
desigualdades en la distribución del ingreso, la agudización de sus problemas de pobreza
y marginalidad y la no resolución del problema de la heterogeneidad estructura] con el
deterioro de sus problemas de empleo, marcan su condición de subdesarrollo.
Las relaciones internacionales
tuvieron una influencia significativa en conformar las características básicas de la
región. Sin embargo, la heterogeneidad estructural derivó fundamentalmente de las
estructuras internas. De éstas, destacan la proporción de la población rural y de los
ocupados en la agricultura, sobre todo el peso de los minifundistas; las bases de la
estructura económica derivada de la influencia de la industrialización; y las relaciones
internas de poder que marcan la existencia, naturaleza y características de
representatividad del Estado nacional. Estas estructuras internas diferencian nítidamente
a los distintos países de América Latina.
I. La influencia de las relaciones
internacionales
Lo internacional tuvo un papel relevante en el
funcionamiento de las sociedades latinoamericanas. Si sólo abarcamos el último siglo
advertiremos las características siguientes:
a) En la etapa de crecimiento hacia afuera el
dinamismo de los países del centro tenía gran incidencia sobre los países de la
región, al generar sectores exportadores de enorme influencia sobre la evolución
interna. El control nacional o extranjero del sector exportador en sus distintas etapas
(de producción primaria, comercialización, industrialización, transporte y colocación
en el exterior) se reflejaba claramente en el Estado y en las relaciones de poder. En lo
económico, el sector exportador era determinante de la evolución de la balanza de pagos,
de los ingresos del Estado, del proceso de acumulación de capital y de la propia
distribución del ingreso.
b) Entre la crisis de 1929 y la terminación de
la segunda guerra mundial, los países que ya habían iniciado procesos de
industrialización los pudieron ampliar con cierto grado de autonomía, dada la especial
situación internacional.
c) En la etapa de crecimiento hacia adentro que
culminó a principios de los años ochenta con el problema de la deuda externa, los
factores internos tenían una gravitación significativa sobre la evolución de los
países de la región. En el proceso de industrialización influyeron poderosamente las
empresas transnacionales, determinantes del estilo de desarrollo de la región, pero ello
por efecto más bien de la debilidad de los sectores nacionales, sin capacidad
tecnológica ni financiera para liderar grandes proyectos nacionales que atendieran los
intereses de la región.
d) En el decenio de 1980, denominada la década
perdida, fue determinante el peso de lo internacional en la desfavorable evolución
económica de la región. Las negociaciones de la deuda fueron el elemento central en las
definiciones de los objetivos y de la política económica de los países deudores, con
notoria prioridad al pago de los servicios de la deuda externa. Fue decisiva la relación
de fuerzas, con predominio de los acreedores sobre los deudores. La negociación caso por
caso, la incapacidad de unidad de los países deudores, la unidad de los bancos y de los
países acreedores bajo el liderazgo de Estados Unidos, permitieron que los organismos
financieros internacionales fijaran condicionalidades que generaron una muy elevada
transferencia neta de recursos desde los países deudores a los acreedores, Ello
significó que los países deudores pagaron en exclusividad los costos de la deuda. Estas
relaciones de poder fueron elementos vitales en los resultados de la década y de mucho
mayor trascendencia que el libre juego del mercado.
e) En el decenio de 1990 la región registró un
moderado ritmo de crecimiento, gracias a los descensos en las tasas de interés del
mercado financiero internacional y a la elevada entrada de capitales a la región. Sin
embargo, el estilo de desarrollo imperante no atiende los problemas sociales de la
región, sobre todo los del empleo, la pobreza y la marginalidad social.
1 . La globalización como
fenómeno real
Culminando el siglo XX las
relaciones internacionales están definidas por el fenómeno de la globalización, que sin
duda tiene enorme trascendencia en la evolución interna de los países de la región. De
aquí surgen dos conceptos que interesa recalcar. Por un lado, no debe confundirse el
fenómeno de la globalización con la ideología de la globalización. Por otro, los
resultados de la globalización son absolutamente insatisfactorios para el mundo
subdesarrollado e incluso hay riesgos sistémicos en los mercados financieros
internacionales, lo que lleva a la necesidad de gobernar la globalización (UNESCO, 1997).
La globalización es un fenómeno
que tiene consecuencias inevitables para todos los países del mundo. Nadie puede
marginarse ni tener autonomía con respecto a la globalización. La globalización no es
el fenómeno de la transnacionalización. Esta viene desde fines del siglo pasado
influyendo sobre la periferia, con muy fuerte presencia en Europa occidental después de
la segunda guerra mundial e incorporando en los últimos tiempos los espacios económicos
de los Estados Unidos y el sudeste asiático.
Tampoco deriva del comercio
internacional, cuya historia tiene varios siglos.
Las nuevas formas de la
globalización pasan por los niveles tecnológicos, de las comunicaciones y financieros.
Hay una impresionante velocidad de innovación tecnológica que penetra permanentemente en
la producción de bienes y servicios. Para los países subdesarrollados es muy importante
no quedar ajenos a este fenómeno, ni tener una actitud pasiva. Es imprescindible que el
Estado aporte la infraestructura científica y tecnológica necesaria para la elección de
tecnologías, para su adaptación y para crear la capacidad propia de generar nuevas
tecnologías.
En materia de comunicaciones, la
globalización es un hecho, en la medida en que en cualquier parte del mundo se pueden
tener imágenes instantáneas de acontecimientos que ocurren en cualquier otra parte. La
importancia del fenómeno le otorga un enorme poder a los que manejan los medios de
comunicación, especialmente las distintas formas de televisión, ya que les permite
influir sobre el sistema de ideas, sobre los valores y las motivaciones de la sociedad,
sobre la imagen de figuras públicas o características de determinados gobiernos.
Gobernar la globalización de las comunicaciones implica la intervención del Estado para
asegurar una competencia real, así como la igualdad de oportunidades, tanto en el plano
internacional como nacional, a los puntos de vista de los distintos sectores de la
sociedad.
La globalización financiera es el
tercer elemento novedoso de fines del siglo XX. Facilitada por la revolución tecnológica
en el campo de la informática y los procesos posteriores de liberalización financiera,
tiene una ponderación extraordinaria en la evolución de la economía internacional.
Ningún país puede mantener tasas de interés por debajo de las vigentes en el mercado
financiero internacional, sin sufrir consecuencias indeseadas sobre el movimiento de
capitales y su política cambiaría. En la actualidad las transacciones financieras
diarias alcanzan a la exorbitante cifra de 1.2 billones de dólares, de los cuales el 90%
son operaciones con plazos de una semana. Esto marca el carácter especulativo de los
movimientos de capitales, lo que genera riesgos sistémicos del mercado financiero
internacional que pueden afectar a cualquier país y a cualquier moneda. Sin embargo, el
peso de los Estados Unidos es muy importante en la globalización financiera. Es el mayor
receptor de capitales del mundo desde 1980 y tiene capacidad de encuadrar las polfticas
económicas de las demás potencias por la intluencia que ejercen sobre ellos las
políticas monetarias y cambiarias de la Reserva Federal. Los títulos emitidos por el
gobierno de los Estados Unidos le dan seguridad al sistema y son proporciones importantes
del total de los activos financieros de las grandes potencias. El dólar cumple funciones
centrales de seguridad y arbitraje en el campo internacional. Importa señalar que no han
ocurrido corridas contra el dólar. La excepción de octubre de 1987 confirma la regla
(Tavares y Melin, 1997).
Ha habido diversas propuestas para
regular la globalización financiera y controlar los movimientos de capital, en especial
los de muy corto plazo. Pero esto tiene mucho que ver con las relaciones de poder en el
campo internacional, con quienes son los principales beneficiarios de estas formas de
evolución.
Las relaciones de poder han sufrido
transformaciones importantes en el decenio de 1990. Con la desaparición de la URSS
desapareció también la bipolaridad militar, política e ideológica que predominaba en
el mundo internacional desde fines de la segunda guerra mundial.
Al culminar el siglo XX, Estados Unidos ejerce un
fuerte predominio en el escenario internacional. No tiene una hegemonía global, como la
que tenía en el mundo capitalista al finalizar la segunda guerra mundial, porque hoy le
faltan bases de sustentación económica. Tiene una clara hegemonía militar y también de
las comunicaciones, en la medida en que más del 80% de las imágenes que se ven en el
mundo provienen de ese país. Tiene un gran poderío tecnológico y una extraordinaria
fuerza en el ámbito financiero que la ubica como potencia de primer plano.
Gobernar la globalización dependerá de la
actitud de Estados Unidos y de la relación de fuerzas en el campo internacional. A
América Latina le sería de vital importancia participar en el proceso de decisiones
sobre estos temas que tanto repercuten en su funcionamiento. Pero, además, importa no
tener una actitud pasiva, sino regular internamente aquellos aspectos donde sea factible
para aprovechar los elementos positivos de la globalización y erradicar los que se
consideran negativos para la región.
2. La globalización como
ideología
En el marco de una agresiva
penetración ideológica, especialmente en América Latina, se usa la global¡zación para
justificar acciones derivadas de las relaciones de poder, tanto en el plano internacional
como en el plano nacional de cada uno de los países. Sirvan a vía de ejemplo medidas
propias del neoliberalismo:
La apertura comercial no es un
fenómeno inevitable de la globalización sino el fruto de los intereses dominantes de los
países desarrollados, especialmente de los Estados Unidos, para colocar sus productos y
resolver sus déficit de balanza comercial. Si bien hay una tendencia a la apertura
económica, tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos y en el sudeste
asiático se han mantenido protecciones y subsidios a los productos agrícolas y
mecanismos paraarancelarios en el resto de las actividades productivas. Estas medidas, que
han afectado a la región latinoamericana, muestran que la apertura comercial no es
inevitable. Subsisten los grandes bloques económicos y las intervenciones estatales
derivadas de las distintas relaciones de poder.
Esto no significa desconocer la
necesidad de mejorar los niveles de competitividad de los países de la región -dada la
velocidad de la revolución tecnológica en los últimos tiempos- y la prioridad que debe
otorgarse al mundo del conocimiento.
Las privatizaciones tampoco son
consecuencia inevitable de un fenómeno de globalización. Derivan de una fuerte corriente
ideológica que facilita el aprovechamiento por parte de las grandes empresas
transnacionales de los elevados excedentes financieros internacionales. En la búsqueda de
una mejor rentabilidad, penetran en mercados, como el de los servicios públicos de
América Latina.
El debilitamiento del Estado en
sus distintas funciones tampoco es consecuencia de la globalización, como lo muestra su
mantenimiento y fuerza en el sudeste asiático y en Europa occidental y el propio
intervencionismo de las políticas de la Reserva Federal en Estados Unidos. En América
Latina es el fruto de la ideología dominante y de la relación de fuerzas entre los que
quieren darle el mayor protagonismo al mercado y al sector privado y los que buscan
mantener cierta dirección económica y ciertas bases del Estado de bienestar para atender
objetivos de equidad, de igualdad y de justicia social.
El énfasis y la prioridad en la
eliminación de los déficit fiscales en la política económica de los países de
América Latina tampoco es consecuencia mecánica de la globalización, como lo muestran
los resultados deficitarios de los últimos veinte años en la economía de Estados Unidos
y en la Unión Europea, sin consecuencias inflacionarias. Es nuevamente el resultado de la
relación de fuerzas que marca el predominio de los que buscan el debilitamiento del
Estado.
Esta ideología de la
globalización, que en el campo económico es conocida como neoliberalismo y que goza de
gran aceptación en América Latina, tiene una fuerza extraordinaria. Coincide con la
ideología del poder financiero internacional que hoy tiene cierto predominio; se trasmite
a través de los medios de comunicación, especialmente la televisión y las poderosas
agencias de noticias internacionales; se cumple incorporada a las condiciones exigidas en
los préstamos de los organismos financieros internacionales, de una enorme influencia en
América Latina y mucho menor predicamento en el resto del mundo; y es apoyada por las
tecnocracias de la inmensa mayoría de los gobiernos de los países de la región, sobre
todo por los presidentes de los bancos centrales y los ministros de economía, finanzas o
hacienda que funcionan como verdaderos superministros.
Esta ideología ha penetrado con
empuje en la región, pero sus propuestas no han podido resolver -e incluso han agudizado-
los problemas sociales, como la pobreza, la marginalidad, las desigualdades y la violencia
en las zonas urbanas, que afectan la calidad de vida de las grandes mayorías de la
población. En este deterioro social se destaca su inoperancia para resolver el problema
del empleo, pese al moderado crecimiento económico del decenio de 1990, en sus
manifestaciones de desocupación abierta, subempleo, empleo precario e informalidad que
actualmente afectan a la mitad de la población latinoamericana.
El crecimiento económico es
indispensable para resolver los problemas sociales de la región. Sin embargo no se trata
de cualquier crecimiento. Importa analizar los contenidos y la estructura del crecimiento,
la estructura productiva que se va formando y el propio estilo de desarrollo para alcanzar
el crecimiento con equidad, tan esquivo en la región. No se pueden soslayar las
características específicas del subdesarrollo ni las enormes diferencias de estructuras.
No existe demostración teórica ni
en la praxis de la política económica mundial que confirme la hipótesis de que el libre
juego del mercado tenga capacidad suficiente para resolver los graves problemas sociales
que afligen a la región. La magnitud del fenómeno de exclusión, pobreza y marginalidad
muestra que está en tela de juicio el modelo económico en su conjunto y que no se puede
solucionar por la vía exclusiva de las medidas asistenciales.
El mercado es un instrumento
insustituible como indicador de resultados y, en consecuencia, determina la cantidad y
calidad de los bienes y servicios. En cambio, no es un óptimo asignador de recursos. El
qué producir, el cómo, el dónde, el cuándo, el para quién han estado muy influidos en
los actuales países desarrollados por las distintas formas de intervención y regulación
del Estado. Sirvan, a vía de ejemplo, la protección a los procesos de industrialización
y los subsidios a la producción agrícola.
Cabría la interrogante, ¿por qué
los precios internacionales tienen que dar las señales adecuadas para la asignación de
recursos y para la conformación de una estructura productiva que atienda los intereses
nacionales?
En la compleja realidad actual los mercados no
son homogéneos, ni transparentes, ni integrados, ni hay libertad de entrada y salida, ni
fluidez de información, ni precios únicos. Tampoco hay libre movilidad de factores y
recursos productivos, como se demuestra con claridad meridiana en las rigideces de la
movilidad de la mano de obra, sobre todo para el ingreso a los países desarrollados. Los
mercados son seamentados y múltiples y están muy influidos en su evolución -errática y
fluctuante- por las políticas económicas de los países desarrollados, tales como la
protección, los subsidios, las políticas cambiarias y monetarias.
Por todo lo anteriormente expuesto
la intervención del Estado es imprescindible, pero debe transformarse para actuar con
mayor eficacia que en el pasado.
3. Nuevas formas de
cooperación en América Latina y la negociación colectiva internacional
A fines del sicglo XX se constata
que no hay proyecto mundial que incorpore las necesidades ni los intereses de América
Latina. La reorión depende de sus propias fuerzas, y éstas de su capacidad de alcanzar
las más diversas formas de unidad y cooperación. En el pasado no existieron respuestas
latinoamericanas conjuntas, sobre todo para enfrentar las políticas de los Estados
Unidos, potencia dominante en la reunión. En ello influyen una historia de
balcanización, la escasa vinculación económica entre los países de la región, la
insuficiente conciencia e identidad regionales que supone la falta de articulación entre
los principales actores políticos y sociales. Todo ello ha servido de fundamento a la
falta de voluntad política que mostraron los gobiernos de América Latina para establecer
acuerdos.
El decenio de 1990 registró avances
significativos de cooperación e incluso de acción conjunta entre los gobiernos
regionales. La propia existencia del MERCOSUR señala pasos importantes en la unidad de
acción y no sólo en la unidad retórica como en el pasado. Las potencialidades
políticas de este proceso de integración son excelentes y ya comienzan a marcar un punto
de inflexión en las relaciones de América Latina y los Estados Unidos. Las actuales
negociaciones sobre el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) muestran a América
Latina, bajo el liderazgo de Brasil, en posiciones y acciones comunes que abren una
perspectiva promisoria para la región.
Nuevas formas de unidad y de cooperación son
imprescindibles para tener un mayor protagonismo en el escenario internacional. En este
mundo de bloques internacionales, la formación de un bloque sudamericano, a partir del
MERCOSUR, mejoraría las posíbilidades de negociación con el mundo desarrollado.
La unidad para mejorar la relación
de fuerzas y negociar en mejores condiciones con los Estados Unidos, con la Unión Europea
y con el sudeste asiático, exige propuestas, estrategias y acciones comunes, que abarquen
lo militar, lo económico y lo político, América Latina ha perdido poder en el ámbito
internacional, no sólo por su menor participación en el comercio mundial, sino también
por su incapacidad de presentar propuestas. En los años 60 la región contaba con
visiones y pensamientos de largo alcance para enfrentar los desafíos internacionales. Las
concepciones de la CEPAL sobre la dependencia y la propia creación de la UNCTAD así lo
indican. Las propuestas actuales son menos consistentes que las del pasado, por lo que se
vuelve imprescindible avanzar en este campo. Las nuevas formas de relacionamiento y
negociación deben prever claramente el mantenimiento de principios básicos como la
autodeterminación, la no intervención y la autonomía necesaria, en los límites que
impone la globalización -y no la ideología de la globalización- para erigir modelos
alternativos que se acomoden a las especificidades de la región, a fin de alcanzar un
crecimiento con justicia social.
El contenido de la negociación no
puede dejar de lado alounos aspectos sustantivos en el plano económico, a saber:
- Una mayor participación de la región en los
organismos de decisión, como el Consejo de Seauridad de las Naciones Unidas y alguna
forma de representación en el Grupo de los Ocho.
- Modificar las condiciones que imponen los
organismos financieros internacionales para poder aplicar modelos y políticas más
adecuados a las necesidades de la región.
- En el campo comercial, moderar las asimetrías
existentes entre los países desarrollados y los de la periferia a fin de facilitar las
exportaciones de manufacturas desde América Latina y mejorar los términos del
intercambio, afectados por la política económica de los países desarrollados.
- En el campo financiero, es necesaria la presencia
de la región en instancias donde se discuten los riesgos sistémicos de la globalización
financiera a fin de encontrar mecanismos de defensa para enfrentar los desequilibraos
financieros que generaron casos como el efecto tequila en 1994 o los acontecimientos del
sudeste asiático en 1997. Esto incluye establecer regulaciones sobre los movimientos
especulativos de capitales de corto plazo para resolver el problema de la deuda externa,
teniendo en cuenta la situación de los países de menor desarrollo y criterios de
corresponsabilidad.
- Las negociaciones deben incluir mecanismos
tendientes a compatibilizar el proceso de transnacionalización con los objetivos
nacionales, para lo que es preciso que los países tengan propuestas sobre estilos de
desarrollo y conformación de la estructura productiva.
Las discusiones sobre el Acuerdo
Multilateral de Inversiones son un buen ejemplo de la posición de las empresas
transnacionales que afectan el poder autónomo de decisión de los distintos países, y en
especial de los subdesarrollados, y ponen de relieve la necesidad de encontrar ámbitos de
negociación colectiva para atender los intereses de la región.
En las negociaciones con cada bloque
para mejorar su capacidad y poder de negociación, América Latina tiene que aprovechar
los resquicios derivados de las diferencias dentro de los bloques y entre ellos. Las
relaciones de fuerza son fundamentales para las negociaciones, y éstas son en la
actualidad muy desventajosas para la recrión. Sin embarao ellas dependen también del
pracrmatismo y la creatividad de los países de la región para relacionarse con cada uno
de los bloques, e incluso, encontrar nuevas alianzas en las relaciones de Sur con Sur.
II. De la democracia
política a la democracia económica y social
Analizados algunos mecanismos para
alcanzar mejores louros en las relaciones internacionales, se vuelve indispensable
analizar los problemas internos de la región. Cualquier política que no tenga en cuenta
la globalización, tendrá dificultades para su ejecución. Sin embargo, la adaptación
pasiva a los dictados de la globalización, y en especial a su ideología, condena a la
exclusión a la mayoría de la población de nuestros países e impide el desarrollo
(UNESCO, 1997).
Los problemas económico-sociales
que afronta la región repercuten sobre la seguridad ciudadana, y ambos afectan las
posibilidades de consolidación de esa democracia que con tanto esfuerzo han alcanzado los
pueblos latinoamericanos. Por ello la tarea central en el futuro inmediato es la
consolidación de la democracia, lo que requiere avanzar de la democracia política a la
democracia económica y social.
La democracia política se ha
instaurado en la gran mayoría de los países de la región y debe considerarse como un
fin en sí mismo, como un verdadero estilo de vida, como el mejor régimen de convivencia
social. Los principios básicos de la democracia política son el sufragio universal, el
pluripartidismo, la existencia de un Estado de derecho, las libertades básicas, la
garantía de los derechos humanos y el gobierno de las mayorías y el control y
acatamiento de las minorías. Es fundamental mantener estos principios básicos, pero
sólo se pueden consolidar si se avanza hacia la democracia económica y social, si se
tiende a resolver las arandes desigualdades, la exclusión social, la marginalidad, la
violencia, si se avanza hacia el desarrollo de los países de la región. Y ésta es la
gran tarea del futuro (Couriel, 1996).
Avanzar en esta dirección hacia
objetivos de ¡aualdad de oportunidades económicas, sociales y políticas para el logro
de la plenitud del desarrollo humano exiae cambios estructurales de carácter económico,
social y político. Los cambios económicos requieren de una conducción económica con
nuevos criterios y nuevas prioridades con respecto a las vigentes en la actualidad. Pero
no hay cambios de conducción si no se transforma el Estado, lo que a su vez exige cambios
sociales y políticos. Los cambios sociales pasan por la necesidad de nuevos actores, con
fuerte dinamismo y compenetrados con la necesidad de avanzar hacia modelos alternativos a
los viaentes; pasan por alianzas sociales básicas y nuevas formas de participación
ciudadana. En el plano político, se vuelve imprescindible mejorar a fondo la
representatividad de los partidos políticos y la articulación de éstos con la sociedad
civil, así como aumentar su credibilidad, hoy seriamente lesionada.
La presencia de un Estado reformado
y modernizado se vuelve fundamental. Es imprescindible para gobernar la globalización y
desarrollar una política de inclusión, orientando estratégicamente la actividad
económica. No hay cambios económicos si no hay un Estado con capacidad de conducción y
una alianza de actores sociales con fuerza para liderar el proceso de transformaciones.
Pero ello no es factible si no hay cambios en el campo político que permitan nuevas
relaciones de poder.
1. Algunas reflexiones sobre las
transformaciones económicas
Las transformaciones económicas
necesarias para avanzar hacia la democracia económica y social derivan fundamentalmente
de cambios en la conducción económica, de modificaciones en la estrategia económica y
de criterios y prioridades diferentes a los vigentes en la actualidad.
De estos cambios se destacan:
a) La necesidad de que lo económico
y lo social tengan prioridades similares, y de que, dentro de lo económico, se dé una
mayor prioridad a los aspectos productivos. En el modelo vigente en la región, lo
financiero tiene prioridad sobre lo productivo y lo social, y ello determina las formas de
ejecución de la política económica.
En nuestra concepción, sin
descuidar los aspectos financieros, las esferas de lo productivo y lo social son
fundamentales. Dos ejemplos son suficientemente demostrativos de prioridades simultáneas.
En la conformación de una estructura productiva es indispensable atender tanto a la
competitividad como al empleo productivo. Al decir de la CEPAL, la competitividad es un
problema sistémico y depende fundamentalmente del conocimiento, de los avances
tecnológicos y de la formación de recursos humanos. En esencia no se mejora la
competitividad si el sistema educativo no tiene una adecuada prioridad. Para alcanzar el
objetivo económico de la competitividad es necesario un instrumento social central, como
es el avance en el sistema educativo. Por otro lado, para alcanzar metas sociales en
materia de alimentación, salud, educación y vivienda es condición necesaria resolver
los problemas del empleo, que dependen a su vez del ritmo de crecimiento económico y
especialmente de su contenido. En este caso, los objetivos sociales exigen un instrumento
económico central.
Adjudicar una prioridad similar para
lo económico y lo social es un cambio significativo con relación a los modelos actuales,
en que lo social funciona como apéndice de lo económico. En esta concepción, lo social
está en el corazón de la política, sabiendo que si no hay crecimiento es muy difícil
resolver lo social y por lo tanto obtener recursos necesarios para la aplicación de las
políticas sociales.
b) Para dar prioridades simultáneas
al crecimiento económico y a la distribución del ingreso es preciso conformar una
determinada estructura productiva. El crecimiento debe acompasarse con cierta estructura
productiva para alcanzar simultáneamente mejoras en la distribución del ingreso. El
libre juego del mercado no asigna en forma óptima los recursos. Al decir de Prebisch, el
mercado no tiene ni horizonte temporal ni horizonte social.
La regulación del Estado con
participación directa de los principales actores sociales es central para definir la
conformación de la estructura productiva. Los lineamientos estratégicos que se formulen
tendrán que tener la necesaria flexibilidad y plasticidad dadas la velocidad y
profundidad de los cambios tecnológicos que se están produciendo en la realidad
internacional.
La estructura productiva debe
asegurar simultáneamente la competitividad y el empleo productivo. Para lograr la
competitividad es necesario cierto liderazgo del sector industrial, que permita promover
exportaciones manufactureras como demuestran los países desarrollados y las economías
emergentes del sudeste asiático. En el modelo imperante la industria manufacturera se
desmantela. El liderazgo industrial tendrá que tener características distintas a las del
pasado. No se podrá volver a altas protecciones que afectaron la competitividad. Tendrá
que combinarse el crecimiento hacia afuera y hacia adentro. Los procesos de integración
pueden ayudar por la vía de la complementariedad productiva a poner en marcha esta nueva
industria. Ello requerirá también especialización tecnológica, avances significativos
en la educación y fuerte apoyo de la acción estatal.
Resolver los temas del empleo
significa atacar la problemática de la heterogeneidad estructural. Dependerá del ritmo
de crecimiento económico, condición necesaria e imprescindible, pero también del
contenido y estructura de ese crecimiento. En la problemática del empleo, surgen
elementos vinculados con la oferta y la demanda de mano de obra. En la oferta, influyen la
tasa de crecimiento de la población y los problemas de migración interna del campo a la
ciudad que dificultaron y limitaron las mejoras ocupacionales urbanas de los países de la
región en la etapa de fuerte crecimiento hacia adentro. También son importantes los
niveles educativos para asegurar la calidad de la oferta y su capacidad de adaptación a
un cambio tecnológico permanente.
Sin embargo, lo central para
resolver los temas del empleo está en la demanda de la fuerza de trabajo, que dependerá
del ritmo de crecimiento económico y de su contenido, y, por lo tanto, de la
confon-nación de la estructura productiva. En algunos países los problemas del empleo
rural deben resolverse en el propio ámbito rural, para no generar elevadas tasas de
crecimiento de población urbana, fruto de las migraciones internas. Esto podrá requerir
modificaciones en la propiedad de la tierra, mejorar los tamaños de los minifundios y
prestar asistencia técnica, crediticio y de organización social a los pequeños
productores.
En el medio urbano pueden ser
indispensables los estímulos crediticios, fiscales y tecnológicos a los pequeños y
medianos productores con capacidad de innovación y de generación de empleo; los
estímulos a rubros de mayor generación directa e indirecta de empleo productivo; la
modernización del sector informal cuando ello sea tecnológicamente factible y mecanismos
de complementariedad de actividades del sector formal y el informal, o de las pequeñas y
grandes empresas al estilo de algunos países del sudeste asiático. Los procesos de
integración productiva a nivel nacional y de complementariedad productiva a nivel
regional pueden también ayudar a mejorar sustantivamente la situación del empleo.
Interesa señalar que los problemas
del empleo responden a causas específicas de cada bloque, de cada región e incluso de
cada país. El desempleo abierto de la Unión Europea deriva de la falta de dinamismo
económico. En cambio en América Latina, por efecto de la heterogeneidad específica de
la región, es preciso enfocar el problema del empleo no sólo por el ritmo de crecimiento
económico sino también por su contenido. Por ello, salidas como la de la
flexibilización laboral no son adecuadas a las características de la región (OIT,
1996).
Los temas de la distribución del
ingreso pasan por las exportaciones de manufacturas que atenúen el deterioro de los
términos de intercambio, la solución de los problemas del empleo y la heterogeneidad
estructural, la mejora de los salarios y su vinculación con las mejoras de productividad
y de cambio tecnológico, y la adecuada prioridad al gasto social. Dada su magnitud, la
solución del problema de la pobreza en algunos países de la región exigirá, además de
la atención a los problemas del empleo y la educación, una complementación coyuntural
con gastos sociales focalizados de carácter asistencias.
Un problema clásico de la
distribución del ingrcso y la riqueza se vincula con el tema de la propiedad de los
medios de producción. Aquí se plantean modificaciones en el ámbito rural y en los casos
especiales que así lo requieran. En general, sin embargo, en el medio urbano el criterio
es que la transnacionalización y la velocidad de los cambios tecnológicos determinan que
el énfasis se coloque en las regulaciones, en las distintas formas de participación y en
la propia gestión de las empresas, más que en los cambios en la propiedad misma.
c) Es necesario complementar una dinámica
inserción internacional con las necesidades del mercado interno. La inserción en el
mercado internacional es extraordinariamente relevante. En la medida en que la
competitividad tiene un carácter sistémico, es fundamental la articulación del
conocimiento, la tecnología, la formación de recursos humanos y la obtención de nuevos
mercados.
En algunos países de la región
preocupa la existencia de atrasos cambiarios, que afectan coyunturalmente la
competitividad de sus rubros de exportación y que dificultan la competencia de sus
productos para el mercado interno con los importados. Cuando los países alcanzan cifras
de inflación de cuatro dígitos, no hay duda de que una herramienta central es el uso de
la política cambiaría con objetivos antiinflacionarios. Esta no se justifica
necesariamente en los casos de una inflación de dos dígitos. El tema es cuánto tiempo
se puede mantener ese atraso cambiario y cómo se sale de él, minimizando los efectos
negativos. Los atrasos cambiarios se vieron facilitados por la fuerte entrada de capitales
desde 1991 y por la persecución de objetivos antiinflacionarios con importantes efectos
políticos internos, como lo muestran los casos recientes de Argentina y Brasil. También
ejercen gran influencia las presiones del capital financiero internacional para bajar la
inflación, sin olvidar que los atrasos cambiarios le facilitan a los Estados Unidos
mejorar sus déficit de balanza comercial.
Importan también, para una
dinámica inserción internacional, los procesos de integración que avanzan en la
región, en la medida en que permitan mejorar los niveles de competitividad a
través de procesos de complementación productiva, de economías de escala y de avances
en las exportaciones de manufacturas, tanto regionales como internacionales.
En la región tampoco debiera
descuidarse el mercado interno, especialmente en los países de mayor tamaño. La
preocupación por el mercado interno es central, dada su elevada magnitud con respecto al
mercado externo, y los requerimientos de integración productiva y de resolución de los
problemas del empleo.
d) El desarrollo debe basarse en el esfuerzo
propio, con recursos locales, complementados con financiamiento externo, con el mayor
poder autónomo de decisión que sea factible a la luz del propio proceso de
globalización. Por ello se le da gran importancia a la presencia de nuevos y dinámicos
actores sociales con capacidad para hacer efectivo el proceso de desarrollo. El
financiamiento externo debe ser complementario para limitar la vulnerabilidad externa y
sus efectos sobre la balanza de pagos. Ello significa aprovechar los elementos positivos
de la globalización financiera, regulando la calidad y los plazos de la entrada de
capitales. Pero el esfuerzo por incrementar sustantivamente el ahorro interno es vital.
Debe darse prioridad simultánea a
la estabilídad con crecimiento económico y a la distribución del ingreso. La búsqueda
de crecimiento con equidad tiene una mayor vinculación con los problemas de mediano
plazo; además, tiene repercusiones a corto plazo y en el diseño y ejecución de los
instrumentos de política económica. Pero en el corto plazo se requieren determinados
equilibrios, sin los cuales se dificultan los logros de mediano plazo. Estos pasan por los
problemas de balanza de paaos que necesariamente deben ser atendidos y corregidos cuando
ello sea necesario y por los problemas de carácter inflacionario. La estabilidad es un
requisito importante. El punto clave es analizar si es factible la corrección de los
procesos inflacionarios sin afectar el crecimiento y la distribución, es decir, sin
afectar los niveles de inversión y de acumulación de capital y repartiendo
equitativamente los costos de la estabilización.
El tema central es interpretar
adecuadamente la realidad de cada país y las causas de los procesos inflacionarios. No
creemos que haya recetas universales para combatir la inflación como lo sostienen los
organismos financieros internacionales, que en esta materia han tenido enon-nes fracasos.
Las causas de la inflación dependen de las características específicas de cada país,
tanto políticas como de las actitudes y conductas de los principales actores. A veces
juegan la evolución y los cambios de los precios internacionales, la indización de las
principales variables económicas y los factores de costo, como la evolución del tipo de
cambio, de la tasa de interés, de las tarifas de los servicios públicos y de los
salarios. Las expectativas de los empresarios urbanos también pesan sobre el proceso
inflacionario al fijar sus márgenes sobre los aumentos de costos. En los productos
agropecuarios influyen los precios internacionales, en algunos países, y en ocasiones las
evoluciones concretas de la oferta y la demanda en la determinación de los precios
internos. Con esta enumeración de aspectos sólo se pretende resaltar la complejidad del
fenómeno inflacionario, y señalar cómo en muchas ocasiones no entran elementos de la
demanda, ni las expansiones monetarias de los medios de pago derivadas de déficit
fiscales. El propio comportamiento de la economía de los Estados Unidos y de la Unión
Europea, tanto en la década del 80 como en la del 90, muestran elevados déficit fiscales
sobre el producto, que incluso superan las cifras de inflación. Demostraciones similares
se dan en diversos países de la región.
La interpretación específica de la
realidad inflacionaria de cada país y la no aceptación lisa y llana de que la inflación
proviene de factores de demanda derivados de la expansión monetaria y el déficit fisc
puede ayudar a buscar terapias que atiendan la estabi lidad, sin afectar el crecimiento y
la distribución de ingreso. A vía de ejemplo, ello se puede lograr si la principales
causas de la inflación derivan de factore de costos, indización y expectativas, como
ocurre e algunos países de la región.
2. Algunas reflexiones
sobre las transformaciones sociales y políticas
Para avanzar hacia la consolidación
de la democracia económica y social, manteniendo los principios básicos de la democracia
política, es preciso introducir cambios sociales que implican modificaciones en las
relaciones de poder. De estos cambios se destacan:
a) Las transformaciones del modelo
económico imperante debieran modificar a fondo la histórica hetereogeneidad estructural,
que en las dos últimas décadas se ha profundizado en las zonas urbanas. El desempleo
abierto, el subempleo, la precariedad del empleo, el incremento de la informalidad y la
tercerización generan nuevos procesos de fragmentación social. Esto dificulta la
generalización de intereses y ayuda a la desactivación política, lo que limita la
participación en organizaciones sociales y políticas.
La superación de la fragmentación
social, en buena medida derivada de las transformaciones económicas, podrá facilitar
nuevas formas de participación de la sociedad civil, con distintos mecanismos de
organización social.
b) La presencia de nuevos y
dinámicos actores sociales es indispensable para la conducción y el liderazgo del
proceso de transformaciones. Esto también significa nuevas relaciones de poder, en la
medida en que a fines del siglo XX, el modelo económico imperante ha producido
modificaciones. De ellas se destacan:
- Vinculados al proceso de globalización, han
adquirido mayor fuerza en los países de la región, los integrantes del poder financiero
y del poder de las comunicaciones, en especial los propietarios de las distintas fonnas de
televisión.
- Han perdido poder los sectores militares, al
terminar la guerra fría. La nueva actitud del gobierno de los Estados Unidos de menor
apoyo se refleja en la actitud de los organismos financieros internacionales que presionan
por el descenso del gasto militar.
- Han perdido poder los empresarios industriales por
la apertura comercial, los prolongados atrasos cambiarios en algunos países de la
región, e incluso la falta de estímulos y promoción de sus actividades. Los empresarios
vinculados al mercado interno han visto multiplicadas sus dificultades por la permanencia
de políticas de ajuste, que afectaron la distribución del ingreso y el dinamismo de la
demanda interna. No obstante, algunos sectores industriales, gracias a su vinculación con
empresas transnacionales, consiguieron reacomodarse a la nueva situación.
- Las capas medias vinculadas al proceso de
industrialización y a las actividades del sector público se han debilitado por la
desindustrialización y la menor participación del Estado y del sector público.
En esas capas medias se advierte una
pérdida de independencia profesional de los intelectuales, en especial de aquellos que
aportaron en el pasado a proyectos sociales y políticos (Faletto y Baño, 1992). Su
debilidad se manifiesta en la dificultad en presentar propuestas frente a los desafíos
que surgen de las nuevas situaciones nacionales, regionales e internacionales.
En cambio se han fortalecido
sectores tecnocráticos ligados al poder financiero y a los organismos financieros
internacionales con mucha gravitación en los equipos económicos de la mayoría de los
gobiernos de los países de la región.
- Los sectores obreros se han visto debilitados por
la pérdida de puestos de trabajo en el sector industrial y en las actividades estatales,
por la precariedad de sus empleos y por los procesos de tercerización que obligan al
aislamiento y limitan las acciones colectivas y la participación en organizaciones
sociales.
Las transformaciones económicas
propuestas privilegian las actividades productivas, lo cual exige empresas potentes en el
sector exportador y en las propias actividades industriales, sobre todo nacionales,
complementadas por las empresas transnacionales cuando así se requiera. Tendrán también
importancia los sectores de capas medias vinculados con la creación de la nueva
estructura productiva y de las necesarias consecuencias que surjan del proceso de
globalización tecnológica. Los obreros y sindicatos podrán tener nuevas formas de
participación en la gestión de las empresas, utilizando su fuerza para asegurar niveles
de equidad, y aprovechando su capacidad de creación para alcanzar objetivos nacionales.
En nuestra concepción son
imprescindibles procesos de concertación, negociación y acuerdos sociales con
participación del Estado y de los principales actores sociales y políticos. Los avances
hacia la democracia económica y social requieren también transformaciones en el sistema
político. La democracia política necesita parlamentos y partidos políticos más fuertes
que los actuales. Los parlamentos se encuentran muy subordinados a los Poderes Ejecutivos,
lo que se vincula, entre otras causas, a la propia debilidad de los partidos políticos.
Estos ganan elecciones pero no gobiernan. En general, gobierna el Presidente de la
República con tecnocracias apoyadas por los organismos financieros internacionales
(Couriel, 1996). Para la democracia política es esencial la presencia de partidos
políticos revitalizados, con mayor capacidad programática, más vinculados a la sociedad
para retomar funciones de representación y con mayor democracia interna. No hay
democracia política sin partidos. Estos son los que tienen la capacidad de articular
múltiples intereses de la sociedad civil y compatibilizar los intereses corporativos con
los intereses generales de la sociedad.
Un requisito indispensable en este
proceso de transformación es alcanzar una mayor credibilidad de las actividades
políticas, de los políticos y de los propios partidos. Hoy existe un elevado
descreimiento, fruto de la ideología dominante que jaquea al Estado y, por lo tanto, la
propia función de los políticos para resolver los problemas que afligen a la sociedad. A
ello se agregan los problemas de corrupción, el incumplimiento de los programas
esgrimidos en las campañas electorales y la influencia de la privatización del
financiamiento de los partidos, por los altos costos de la televisión en las campañas
electorales.
La transformación del Estado es
imprescindible para resolver los problemas económico-sociales de la región y, por lo
tanto, para la consolidación de los procesos democráticos. Hoy se advierte una grave
crisis del Estado en sus funciones básicas de integración social, de agente de
desarrollo y de redistribuidor de la riqueza y el ingreso. Se sufre la politización del
Estado, con políticas de clientelismo e insuficiente remuneración, que se encuentra en
la base de la exagerada burocratización. Ello influye en cierta ineptitud de los
funcionarios y en una mentalidad inapropiado para la función de servidores públicos.
La presencia del Estado es
imprescindible para alcanzar equidad e igualdad por las brutales diferencias en el punto
de partida; para negociar en mejores condiciones con el mundo desarrollado; para crear
nuevas formas de orientación de los procesos productivos con activa participación de los
principales actores sociales, dados los límites del mercado en la asignación de
recursos. Esto último significa apoyo y promoción selectiva a determinadas actividades
productivas, a los requerimientos de los avances tecnológicos y a la conformación de la
estructura productiva.
La transformación del Estado no es
ajena a las características de su naturaleza, de su representatividad, de las relaciones
entre Estado y sociedad, a las propias relaciones de poder. El tema es vasto y complejo y
depende de las características específicas de cada país. Hay Estados más eficientes
que otros ' Hay empresas estatales más competentes y otras con grandes vicios. Hay
Estados que han sufrido un profundo desmantelamiento que les dificulta el cumplimiento
eficaz de sus funciones.
Los cambios van a depender de las
relaciones de fuerza en cada país. Pero la experiencia nos enseña que no hay Estados
ideales y que en consecuencia son imprescindibles modificaciones en el propio aparato
estatal.
La transición de la democracia
política a la democracia económica y social requiere cambios en el poder político y
actores y alianzas sociales portadoras de estos procesos de cambio. Los cambios en el
poder Político, basados en partidos políticos revitalizados y en acuerdos políticos,
influyen en la revitalización de las negociaciones colectivas en el campo internacional,
en modificaciones en el sistema educativo, en la democratización de los medios de
comunicación, en la transformación del Estado, del modelo económico y de las relaciones
de poder.
Los cambios sociales, que impliquen
mayor fuerza de la sociedad civil, son necesarios para la democratización del Estado,
para la transformación del modelo económico, del sistema educativo y de las relaciones
de poder. La transformación del Estado es básica para los cambios en el modelo
económico y en el sistema educativo y ayudará a la democratización de los medios de
comunicación y a la revitalización de las negociaciones colectivas en el ámbito
internacional. Los cambios en las relaciones de poder son determinantes del conjunto de
transformaciones para alcanzar el desarrollo y consolidar los procesos democráticos.
Bibliografía
Couriel, Alberto (1996): Globalización,
democracia e izquierda en América Latina, Montevideo, Ediciones de la Banda
Oriental.
Faletto, Enzo y Rodrigo Baño (1992):
"Estructura social y estilo de desarrollo", serie Cuadernos de trabajo, N 2,
Santiago de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.
OIT (Organización Internacional del Trabajo)
(1996): Panorama laboral 96, Lima, Oficina Regional de la OIT para
América Latina y el Caribe.
Tavares, María Conceicáo y Luiz Eduardo Melin
(1997): "Pós-escrito 1997: a reafirmado da hegemonía norteamericana", Poder
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(comps.), Petrópolis, Brasil, Editora Vozes.
UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura) (1997): Gobernar la globalización. La política
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