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(Dr. Róbinson Rojas, 1ro. de mayo, 2003)
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De La Nación Domingo - 27 agosto 2006


La renovada relación entre el Gobierno y los “dueños” de la economía
La trenza de poder en el CEP
Por Hugo Arias y Pedro Ramírez

Las razones que llevaron al think tank derechista a abrir la puerta para que los gobiernos de la Concertación se entiendan directamente con los empresarios más poderosos del país. Una senda que inició la dupla Lagos-Eyzaguirre y que esta semana comenzaron a recorrer Michelle Bachelet y Andrés Velasco.

“Cuando ella va al Congreso a explicar sus políticas económicas con Jorge Marshall y Andrés Velasco, ¡caramba!, esa es una señal muy confiable. Eso me dice que está comprometida con el modelo económico”. Esa frase, pronunciada a fines de agosto de 2005 por el consejero del Centro de Estudios Públicos (CEP), David Gallagher, fue el primer guiño del coqueteo entre esa institución académica liberal y Michelle Bachelet. Con esa declaración a “La Tercera”, a sólo tres meses de las elecciones, Gallagher hundía las aspiraciones de Joaquín Lavín y Sebastián Piñera, rematando de paso a la UDI y RN: “Yo creo que (para la derecha) no sólo está perdida esta elección, sino que la próxima también”.

Ese gesto hacia Bachelet fue potente. Cuando la derecha se empecinaba en una campaña del terror que auguraba un Gobierno izquierdista que llevaría al país al desastre económico, el centro académico que representa el pensamiento de las tres más grandes fortunas del país –Matte, Luksic y Angelini– le ponía un sello de confiabilidad a la candidata.

El jueves pasado, Bachelet llegó al CEP junto a tres de sus ministros, concretando así su primera cita formal con quienes le abrieron la puerta para que siguiera la senda de entendimiento con los hombres que manejan el 80% de la economía chilena que ya había recorrido, sin traumas, Ricardo Lagos.

La presencia de Velasco junto a Bachelet era un dato de peso para los investigadores del CEP. Liderados por su fundador, Eliodoro Matte; el director ejecutivo, Arturo Fontaine Talavera, y el jefe de estudios, Harald Beyer, el grupo considera al actual ministro de Hacienda como un par. Educados en el extranjero, con inclinaciones literarias y bien dispuestos para hablar de los grandes temas que afligen a la humanidad, ven a Velasco –economista, profesor vitalicio de Harvard, novelista ocasional y ajeno al área chica de los partidos– como un miembro de la elite criolla que “piensa a Chile”; no en vano, la firma de Velasco aparece en varias ocasiones en las publicaciones del CEP y fue, además, uno de los invitados estrella en más de alguna reunión del instituto con Lagos.

Ya en abril de 2005, cuando Bachelet era precandidata, Velasco fue su mejor pasaporte para reunirse con Matte. En aquella oportunidad, la abanderada envió varias señales de tranquilidad al mundo empresarial, en especial que se preservaría el modelo económico desplegado por Lagos. La cita derivó en reuniones privadas posteriores con Fontaine Talavera y Gallagher.

PATADAS BAJO LA MESA

Si durante el Gobierno militar los empresarios aceptaron la imposición del modelo neoliberal, aunque algunos cambios fueron traumáticos para sus negocios, a partir de 1990 se constituyeron en un poder político capaz de golpear la mesa. Tejieron una relación confrontacional con las nuevas autoridades, en estrecha alianza con la derecha política y con un poder militar liderado por un comandante en jefe inamovible y aún capaz de amenazar con “boinazos” la marcha de la transición.

En esos primeros años de democracia, los empresarios siguieron siendo defensores acérrimos del legado del régimen y de Pinochet. El CEP, si bien se había dotado de un aura de imparcialidad gracias a la encuesta previa al plebiscito de 1988, que auguraba el triunfo del No y que fue un mazazo para el dictador, todavía dedicaba grandes esfuerzos financieros e intelectuales a rescatar su obra. En 1992 publicó “El ladrillo: Bases de la política económica del Gobierno militar chileno”, con prólogo del ex ministro de Hacienda Sergio de Castro. Le siguieron varios textos que ensalzaban las AFP e Isapres y el volumen “La transformación económica de Chile”, para culminar en 1997 con “Los mil días de Allende”.

Mientras los gobiernos concertacionistas buscaban infructuosamente abrir un puente de confianza con el empresariado, los líderes de los grandes gremios mantenían una postura de franco antagonismo hacia La Moneda. Y en ese marco, los primeros encuentros en el CEP no tuvieron el eco de los que después protagonizaría Lagos. Aylwin y Frei optaron por enviar a sus ministros técnicos cada vez que fueron invitados a las tertulias del centro. Ese empresariado altamente ideologizado tuvo a sus mejores voceros en José Antonio Guzmán, Walter Riesco y Ricardo Ariztía. Detrás de ellos estaban los llamados “tres mosqueteros” del viejo estilo empresarial: Hernán Briones, Eugenio Heiremans y Ernesto Ayala, además de Carlos Cáceres, todos fervientes pinochetistas. “Recuérdese que fue Riesco, en su calidad de jefe máximo de los empresarios, uno de los principales promotores de la liberación de Pinochet, cuando estuvo preso en Londres, y que incluso anunció la carta a los chilenos que envió el general desde Virginia Waters”, señala un ex ministro de Frei.

EL POLOLEO CON LAGOS

Poco antes de que Lagos llegara a La Moneda, las cosas seguían prácticamente igual y auguraban un escenario de fuerte disputa para el primer socialista en ocupar la Presidencia después de la traumática experiencia de Allende. En esos días, Felipe Lamarca, entonces timonel de la Sofofa, se despachó dos verdaderas declaraciones de guerra: su idea de permitir la reelección para asegurar la continuidad de Frei y su ataque frontal al proyecto de reforma laboral que se tramitó en los últimos meses de 1999, advirtiendo que “los gobiernos pasan y las cagadas quedan”. Y cuando Lagos ya estaba en palacio fue el turno de Ariztía, quien respondió a las políticas regulatorias del Gobierno con su célebre “déjennos trabajar tranquilos”.

A pesar de estas perlas disparadas en público, ya había comenzado en silencio el estratégico acercamiento entre el CEP y Lagos. El hombre que hizo de bisagra para abrir esta promisoria puerta de entendimiento fue Máximo Pacheco Matte. El entonces ejecutivo de la transnacional forestal Carter Holt Harvey y hombre de convicciones progresistas –hijo del ex ministro DC Máximo Pacheco Gómez– fue clave para concretar una cita entre Lagos y la cabeza del CEP, Eliodoro Matte, en 1997.

“Recuerdo con claridad una comida, a mediados de 1997, en casa de Máximo Pacheco Matte. Estaba en esa oportunidad don Ricardo Lagos, entonces ministro de Estado y eventual candidato a la Presidencia. (…) Nos preguntamos cuál era, con todo, nuestra zona más vulnerable: concluimos que era el financiamiento de la política. En eso concordamos. Y también en la conveniencia de estudiar el tema a fondo con miras a hacer propuestas que pudieran llegar a ser ley”. Así recordó Matte, en junio de 2003, los primeros y reservados contactos entre el CEP y Lagos.

La fuerza que empujó esta confluencia fue el convencimiento de los principales grupos económicos que sustentan al CEP de que, transcurridos ya casi dos gobiernos de la Concertación, no estaba en peligro el modelo, la economía crecía el doble de lo que lo hizo en dictadura, la inflación estaba controlada, la inversión extranjera batía récords y el oficialismo había evitado revisar las privatizaciones. Matte y los suyos creían que ya era tiempo de firmar un nuevo trato con las autoridades. La Concertación, veían, se quedaría por largo tiempo en La Moneda y ello obligaba a retomar la máxima del patriarca Andrónico Luksic Abaroa: “Los empresarios deben mantener buenas relaciones con todos los gobiernos”.

Matte tenía en el CEP tres grandes activos que le permitirían aprovechar esta coyuntura de acercamiento: primero, una de las más confiables encuestas políticas del país (aunque la elección de los políticos con más futuro es siempre motivo de discordia, como ocurrió recién por la ausencia de los ministros Andrés Velasco y Paulina Veloso, y la de José Miguel Insulza; y aunque la derecha siempre se sienta perjudicada con los resultados, como varias veces ha reclamado Pablo Longueria); segundo, la revista de estudios más respetada de la derecha, y tercero, un staff de profesionales altamente calificados y alejados de la política partidaria. “Eliodoro encontró entonces la ‘piedra filosofal’: transformó el CEP en un espacio de diálogo no conflictivo ni ideológico (comparado, por ejemplo, con Libertad y Desarrollo, ligado a la UDI), lo que le permite interactuar con el poder político sin necesidad de asumir cargos en las organizaciones gremiales, que habían cerrado ese espacio de encuentro y periódicamente entraban en conflicto con La Moneda. Él está para discutir las grandes ideas, no para la guerrilla doméstica”, señala un analista político.

EL MODELO CEP-LAGOS

Cuatro días antes de asumir la Presidencia, Lagos selló en público su entendimiento con el CEP y concurrió a su sede acompañado de su futuro ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre; la idea era sembrar confianza entre los más grandes empresarios, que lo veían con una mezcla extraña de temor al socialismo y fascinación por su ascendiente político. Eyzaguirre trabajó duro para esa presentación. Y tuvo su premio, porque los principales hombres de negocios le “compraron” su novedosa idea del superávit estructural para asegurar un manejo prudente de las cuentas fiscales.

Antes, el mismo Gallagher que “visó” en 2005 a Bachelet se había declarado laguista en la campaña de 1999 y alababa sin ambages la condición de “estadista” del futuro gobernante.

Tras aquella primera cita de marzo de 2000, elevada por la prensa a la calidad de “cumbre” crucial para el futuro del país, Lagos volvió casi una vez por año al CEP. Fruto de esos encuentros surgió el consenso para la agenda procrecimiento, acordada con el nuevo presidente de la Sofofa, Juan Claro. Además, se concretó una alianza público-privada para fomentar la inversión extranjera en medio de los adversos efectos de la crisis asiática. Un cercano a Eyzaguirre recuerda una gira del ministro por Europa en la que participaron Claro y Hernán Somerville: “Era difícil distinguir quién representaba al Gobierno y quién a los empresarios, porque tenían un discurso muy afiatado”.

El equipo de Eyzaguirre mantuvo un permanente y reservado contacto con los investigadores del CEP y abrió nexos similares con otros centros opositores. “Cada vez que había un proyecto de ley, se lo presentábamos a estos centros. Ellos nos daban su opinión descarnada sobre lo que les parecía bien y lo que rechazaban. Esa suerte de ‘testeo’ no sólo nos permitía mejorar los proyectos, sino conocer cuáles iban a ser los conflictos al llevarlos al Congreso”, señala un ex asesor de Hacienda, quien afirma que esa relación permitía al CEP “saber para dónde iba la agenda del Gobierno, lo que desde el punto de vista empresarial es clave, porque te permite ir cubriendo riesgos”.

Ya en 2003, el propio Matte reconoció a “La Tercera” que el CEP se reunía periódicamente con el equipo económico del Gobierno y que él visitaba con frecuencia a Lagos, aunque hizo una diferencia entre el rol académico de su centro y la representación de los empresarios, la que, subrayó, estaba en manos de la CPC: “Sólo he ido a verlo para tratar aspectos específicos de los estudios que se están haciendo acá y siempre tratando de poner nuestros recursos a disposición de los equipos de Gobierno”.

La relación entre Eyzaguirre y sus hombres con los investigadores del CEP se ha mantenido, con un cuidado bajo perfil, tras el cambio de Gobierno: “Conversan muy seguido. Se consultan por temas relacionados con políticas públicas, proyectos en discusión o investigaciones que hacen en ambos sectores”, confirma un cercano al ex titular de Hacienda.

LA ERA BACHELET

La cita de este jueves entre Bachelet y el CEP fue recibida con distintos matices por los diversos actores del mundo político y académico. La directora del centro de estudios Mori, Marta Lagos, opina que si bien el encuentro de Lagos con el CEP en 2000 fue un hito necesario para la transición, no se puede convertir en un rito permanente: “Los Presidentes no pueden estar dando examen ante el CEP cada vez que asumen. Es una señal de debilidad de la democracia. ¿De dónde surge la necesidad de esta reunión? De las dudas que tienen los empresarios sobre cómo se va a comportar la Presidenta. Eso es inaceptable. Los empresarios del CEP sólo se representan a ellos mismos y hay organizaciones gremiales del empresariado donde debe darse el diálogo en forma institucional”.

Una visión más positiva expresa el director ejecutivo del think tank progresista ProyectAmérica, Ricardo Brodsky: “Los canales regulares funcionan: la Presidenta rinde una cuenta anual al Congreso, el ministro de Hacienda también, el Banco Central emite sus boletines y hay diálogo de las autoridades con los gremios. Pero el CEP ofrece un espacio para que el sector público y el privado debatan sin agendas, muy libremente, sobre políticas de interés público. Y ocupar esos espacios siempre será bueno”.

Brodsky apunta que ProyectAmérica aspira a generar diálogos similares: “Mucha gente que ha tenido una experiencia positiva en políticas públicas ahora se está liberando de las tareas de Gobierno, y queremos ser un punto de encuentro entre ellas y los mundos empresarial, académico y político. Un diálogo anual o bianual de ese tipo, con una agenda progresista, porque no hay que perder de vista que la agenda del CEP es liberal, sería muy positivo para las políticas públicas”.

En el ambiente político se discutían los beneficios que reportó a la Presidenta la cita en el CEP. Incluso dentro de la Concertación se considera que le restó impacto el que se haya hecho tardíamente –cuando el Gobierno ya cumple seis meses–, pues transmitió la señal de que se estaba corrigiendo un error, ya que el diseño inicial privilegió, por ejemplo, el encuentro del ministro Velasco con la CUT. Para otros, la reunión estuvo muy contaminada por la fuerte presión que hay al interior de la Concertación –especialmente de la DC– para expandir el gasto social. Desde ese punto de vista, el principal beneficio para Bachelet no fue tender un puente para sondear proyectos que se puedan consensuar con el empresariado, sino conseguir respaldo para la idea de Velasco de limitar a un dígito el alza del gasto fiscal.

Con todo, el empresariado destacó de la reunión el compromiso de la Mandataria con el orden de las cuentas fiscales y la promoción del crecimiento económico, además de la preocupación por buscar soluciones a la compleja situación energética y asegurar un desarrollo que respete el medio ambiente. Y estos dos últimos puntos interesan particularmente a Matte, quien al margen de su rol de mecenas del debate público, tiene su propia “agenda corta” en el área de la energía: su grupo tomó el control de Colbún y en los últimos meses anunció una alianza con Endesa para construir centrales hidroeléctricas en Aysén, lo que ha desatado una dura disputa con ambientalistas y salmoneros. LND

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Los Sí y los No del CEP

El CEP nació en 1980 para estudiar y difundir “los valores, principios e instituciones que sirven de base a una sociedad libre”. Por eso, más allá de la buena disposición para conversar con el Gobierno, no se puede perder de vista que es una entidad que promueve las ideas de derecha. De hecho, profesa una “adhesión explícita a las libertades personales, el derecho de propiedad como resguardo de las mismas, y la democracia como forma pacífica y estable de gobierno”.

Así, no extraña que entre los autores preferentes del instituto, sobre todo en sus primeros 10 años, se contaran Friedrich von Hayek, Michael Novak (filósofo conservador católico y autor de “Ocho argumentos sobre la moralidad del mercado”), Samuel Huntington, Peter Berger, Francis Fukuyama, Arnold Harberger y Milton Friedman. Aunque a ellos, con los años, la revista del CEP fue sumando a autores más progresistas, como Anthony Giddens, Jorge Castañeda, Antonio Cortés Terzi y Ricardo Ffrench-Davis, y luego, incluso, el propio Nicolás Eyzaguirre.

Los gobiernos de la Concertación han encontrado en el CEP un aliado en algunas materias, pero también un duro contendor en otras. Fuentes de la Comisión Marcel revelan, por ejemplo, el gran respaldo que ha recibido la propuesta de dar mayor competencia al mercado de las AFP por parte del investigador del CEP Salvador Valdés. Y el mismo Valdés fue uno de los cerebros del trabajo sobre la reforma del Estado y el sistema de financiamiento de las campañas políticas que promovió el CEP, que se trabajó con el Gobierno y que vio sus frutos en las leyes promulgadas en 2003, luego de los estallidos de los casos Coimas y Gate.

Un ex asesor de Hacienda recuerda como un ejemplo clásico de las dos caras del CEP al abogado Lucas Sierra, quien hace poco publicó un informe que advierte defectos constitucionales en el proyecto de reforma a las subvenciones escolares. Sierra apunta contra las cuotas obligatorias de alumnos “vulnerables” en la educación subvencionada. Pero este mismo investigador sustentó al ministro Eyzaguirre a la hora de defender jurídicamente la aplicación de un royalty a la minería.

En la discusión sobre el divorcio, en tanto, el CEP mostró su cara más conservadora y adoptó una posición totalmente contraria a la del Gobierno. De hecho, publicó estudios con títulos tan reveladores como “El no al divorcio es un sí al matrimonio y a la familia” y “El divorcio, una decisión errada”. Y en materia política, un reciente estudio de Andrés Tagle, ex vicepresidente de la Asociación de Isapres, despedazó la propuesta oficial de cambios al sistema electoral binominal, llegando a asegurar que éste es más proporcional que la fórmula sugerida por la Comisión Boeninger.